Aina Barca, graduada del máster de Dirección y Gestión de Entidades No Lucrativas de la UOC
Aina Barca decidió irse de vacaciones a Nepal cuando tenía 21 años. Estudiaba el grado de Trabajo Social en la Universidad de Barcelona y trabajaba en un centro con personas con parálisis cerebral. Alojada en la ciudad de Hetauda, al sur del país, quedó muy marcada al ver cómo vivían los niños con discapacidad intelectual, que no podían ir a la escuela porque no había ningún centro adaptado a sus necesidades. Al cabo de un mes, al regresar de aquel viaje, no podía dejar de pensar en aquellos niños y decidió que tenía que hacer algo por ellos. Y así lo hizo: abrió la primera escuela nepalí para niños y jóvenes con discapacidad intelectual. Actualmente asisten a la escuela unos cuarenta estudiantes de todo el país.
¿Qué es lo que más te marcó de tu primer viaje a Nepal?
La realidad de un niño con discapacidad intelectual en Hetauda, que podía traducirse en alguna de estas cuatro opciones: si tenía mucha suerte, sus padres lo matriculaban en una escuela ordinaria y repetía curso eternamente en parvulario (vi a chicos de 16 años con síndrome de Down en la misma clase que niños de 2 y 3 años). A otros que también tenían suerte, sus padres los matriculaban en una escuela para sordos, por lo que aprendían la lengua de signos pero no a hablar, porque nadie les enseñaba a hacerlo. También había muchos niños que permanecían todo el día encerrados en casa porque sus familias tenían que ir a trabajar (vi a niños atados y encerrados en jaulas…). Y muchos otros eran abandonados por sus familias porque en Nepal existe la creencia de que tener un niño con discapacidad es un castigo divino por los pecados cometidos en vidas anteriores. En el hinduismo, la familia siente mucha vergüenza y presión social por reconocer que han tenido un hijo con discapacidad intelectual, porque significa asumir que hay algo que no han hecho bien. Por lo tanto, es mejor abandonar a este hijo o no reconocerlo.
Marcada por la dura realidad que cuentas de estos niños, ¿qué decides hacer?
Cuando regresé a Barcelona, quería recuperar mi vida anterior. En el centro donde trabajaba teníamos de todo: desde grúas mecánicas para mover a los niños de la silla de ruedas a la camilla hasta todo tipo de terapias. En Nepal, en cambio, criaturas poco afectadas no tenían ni una escuela ni un profesor para dar clase. Y yo no dejaba de preguntarme: ¿por qué un niño con las mismas discapacidades que ha nacido aquí o en Nepal tiene una vida tan diferente? Al cabo de quince días decidí que tenía que hacer algo y registré la ONG Familia de Hetauda. Elegí este nombre porque con estos niños no teníamos la misma sangre ni el mismo apellido, pero yo sentía que eran de mi familia. La familia de la humanidad. A continuación estuve ocho meses recaudando fondos. Quería construir una escuela de educación especial para ellos en Nepal.
¿Por el camino te encontraste con obstáculos por el hecho de ser mujer y joven?
¡Muchos! Por ser mujer, joven y extranjera. Estos tres factores juntos comportaron muchos obstáculos. Nepal es un país muy machista donde nada es fácil. Y yo conseguí crear la primera escuela registrada en Nepal como centro de educación especial. Toda una lucha.
¿Cuántas personas forman el proyecto educativo?
Actualmente hay 22 trabajadoras locales en la escuela. En Nepal no hay estudios de Educación Especial, pero vienen regularmente voluntarios desde diferentes partes de España y se forman en Educación Especial y Fisioterapia. Tenemos una fisioterapeuta, maestras y cuidadoras.
¿Qué ayudas económicas tuviste para sacar adelante la escuela?
Desde Barcelona me ayudaron. Tenemos socios que cada mes dan 10, 15, 20 euros… Lo que quiere cada uno. Y con ello financiamos la escuela y hemos podido comprar un autobús escolar. También hay asociaciones y fundaciones que colaboran con una cantidad puntual o regular.
¿Qué te decía tu familia?
Mis padres me conocen muy bien y ya saben que si digo «quiero hacer esto» lo haré. Pero familiares más lejanos me aconsejaban que me quedara, que mi vida era mucho más fácil aquí, que aquí también había personas que necesitaban ayuda, que no hacía falta que me fuera a Nepal… Pero no hice caso a nadie. Hoy, mis padres están orgullosos de mí y han venido varias veces a ver la escuela.
¿Cómo ves a los niños que acuden a tu escuela?
Su vida ha cambiado mucho. La escuela se llama Asha, que significa esperanza en nepalí. Su vida tiene una nueva esperanza gracias a la escuela. Nos habían llegado niños a quien el primer día de escuela dabas una cuchara y te la tiraban por la cabeza, y ahora comen solos. O no sabían qué hacer con un lápiz y ahora escriben su nombre. Son cambios pequeños, cada cambio cuesta un esfuerzo, pero precisamente, al costar más esfuerzo, la satisfacción que te da es aún mayor. Incluso niños que no sabían hablar han aprendido a decir algunas palabras. Niños que eran muy movidos ahora pueden estar sentados en clase…
¿Cuántos niños acogéis en la escuela?
En este momento son 44, de 7 a 25 años. Nunca echamos a nadie por su edad. De hecho, tenemos escuela y taller ocupacional. Los más pequeños y los mayores con afectaciones importantes van a la escuela; mientras que en el taller ocupacional están los chicos y las chicas de 16 a 25 años que aprenden un oficio: bisutería, sombreros, camisetas, cocina…
¿Cómo han recibido la escuela las familias de estos niños?
Algunas familias traen a su hijo pensando que puede aprender algo; otras, porque es complicado tenerlo muchas horas en casa; algunas confían en nosotros; otras tienen cierta desconfianza… Cada familia viene movida por un motivo diferente. Lo único que les pido es que nos dejen tres meses y vean cómo evoluciona el niño en este tiempo. Cuando lo ven, las familias están contentas y están más comprometidas con el proyecto. Fruto de ello, vienen a las reuniones, participan en las actividades de la escuela…
¿Qué papel ha desempeñado en este proyecto la formación recibida en el máster de Dirección y Gestión de Entidades No Lucrativas de la UOC?
Cuando estaba empezando a construir la escuela pensé que me iría bien poner un marco teórico a lo que ya hacía de manera práctica. Por eso decidí cursar este máster en la UOC y la verdad es que me fue muy bien. De todos modos, para compaginar los estudios con el proyecto social, tenía que levantarme a las cinco de la mañana y estudiar hasta las siete; durante el resto del día hacía gestiones.
Has dejado constancia de esta iniciativa social y humana en el libro Asha o la fuerza de la esperanza. El sueño de levantar una escuela en Nepal (Plataforma Editorial). ¿Qué encontrará el lector que quiera emprender la misma aventura a través de tus palabras?
Recojo todas las experiencias vividas en los últimos años: las dificultades, los momentos bonitos… todo el recorrido que, desde cero, he necesitado para construir esta escuela.
Fuente:https://www.uoc.edu/portal/es/news/entrevistes/2019/038-aina-barca.html