A 3 de cada 10 estudiantes que no regresaron a las aulas, no les gustaba la escuela

Por: Sonia del Valle


De los 421 mil estudiantes de bachillerato que ya no se inscribieron este ciclo escolar, de acuerdo con el INEGI, 112 mil, es decir el 26.6 por ciento se fue de la escuela porque las clases a distancia son “poco funcionales para el aprendizaje”, es decir, no les gustan.

Hace 11 años salí de prisión. ¿Ustedes se imaginan lo que significa pasar 11 años en la cárcel? ¿Cuál fue mi crimen? Querer estudiar”, así comienza su plática en Tedx Talk Angie Mishell Moreno, colombiana quien creó a los 15 años la Fundación Juventudes Literarias porque para ella la escuela era “una cárcel de cerebros” que debe cambiar.

A millones de estudiantes que concluyen la secundaria y/o están en el bachillerato no les gusta la escuela.

En el 2010 la Encuesta Nacional de Juventud reveló que a 4 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 18 años que abandonaron sus estudios, la escuela no les gustaba: de ellos al 15 por ciento de plano se aburría, al 13.1 por ciento no les gustó estudiar y el 9.6 por ciento se fue de la escuela porque reprobó materias.

Un año después, en el 2011, la SEP publicó la Encuesta Nacional de Deserción de la Educación y reveló que 3 de cada 10 jóvenes que abandonaron la escuela lo hicieron porque reprobaron materias o tenían dificultades para entenderle a los maestros o los expulsaron por indisciplina o porque los molestaban en la escuela o porque las instalaciones no les gustaban, entre otros motivos.

En el 2018, el entonces INEE alertó también que 4 de cada 10 jóvenes se van del bachillerato porque “reprueban materias, desmotivación o porque no les gusta, le dan poca relevancia a la enseñanza.

En este año de pandemia, de los 421 mil estudiantes de bachillerato que ya no se inscribieron al ciclo escolar que corre, de acuerdo con el INEGI, 112 mil, es decir el 26.6 por ciento, se fue de la escuela porque las clases a distancia son “poco funcionales para el aprendizaje”, es decir, no les gustan.

¿Por qué no les gusta la escuela? ¿Qué es lo que les parece aburrido? ¿Son las y los docentes? ¿Es la forma cómo les enseñan? ¿Es la disciplina escolar? ¿Es la falta de creatividad? ¿Es como dice Angie Mishell que la escuela es una cárcel de cerebros que no les permite ser felices? ¿Por qué tantos jóvenes se van de la escuela porque no les gusta? ¿Qué si les gusta?

Estas son preguntas para las y los jóvenes. Porque si bien la escuela a una gran mayoría de estudiantes no les gusta, eso no significa que no les importe la educación, al contrario, la mayoría (6 de cada 10) pensaba, antes de abandonar la escuela, que querían seguir estudiando hasta la universidad para “llegar a hacer lo que querían en la vida”.

Las y los adultos han escrito múltiples libros, artículos, reportes no solo con las razones por las cuales a las adolescentes y jóvenes no les gusta la escuela ni el sistema educativo, una de las tres causas principales por las que deciden abandonar la escuela, las otras dos son por razones económicas y en el caso de las mujeres por embarazo y labores de cuidado. También se han escrito múltiples propuestas, algunas se han convertido en políticas públicas. La literatura es abundante, cierto, pero he encontrado pocas voces y acciones que impulsen adolescentes y jóvenes para cambiar lo que no les gusta de la escuela.

“Yo me di a la tarea de recolectar mil firmas para quitar las tareas en épocas de (exámenes) bimestrales”, relata Angie Mishell, al tiempo que cuenta que a los 15 años su mamá estaba preocupada porque en lugar de recibir medallas y menciones de su hija, recibía citaciones de la escuela por parte de los maestros. “Me sentía como una criminal, pero me di cuenta, que mi sueño por querer mejorar el sistema educativo no era un crimen.

“Sentirme inexperta y no contar con todas las herramientas para lograr mi sueño, no era un crimen”, expresa.

Angie Mishell, quien ahora tiene 23 años, creó primero el grupo juvenil para mejorar el aprendizaje, y una vez que tuvo la mayoría de edad, el grupo se transformó en la Fundación Juventudes Literarias con el mismo objetivo, “liberar” a los colombianos del sistema educativo y crea experiencias de aprendizajes “emocionantes”, a través del entretenimiento literario y educativo. “Promovemos el pensamiento CCS, pensamiento creativo, crítico y social”, señala.

Está convencida que su método educativo hace felices a las y los estudiantes; y ella sabe que las y los jóvenes pueden cambiar el sistema educativo de sus países y por eso puso manos a la obra.

Sé de cierto que hay muchos adolescentes y jóvenes como Angie Mishell en México y Latinoamérica y es esta la conversación que lanzamos en septiembre del año pasado desde la Red de Mujeres Unidas por la Educación (MUxED) a través de la Campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela. En estos meses han aflorado las dificultades que enfrentan para seguir estudiando y el enorme poder y potencial que tienen para tomar sus aprendizajes en sus manos. Hoy conocen los límites de los sistemas educativos, de sus propias escuelas y maestros.

Las y los adultos casi siempre hablamos de las deficiencias de los sistemas educativos. Estoy clara que la pandemia puso en blanco y negro esas deficiencias y dificultades. ¿Pero cuántas veces provocamos o promovemos que sean las y los jóvenes quienes se atrevan a innovar, modificar o crear la escuela en la que puedan sentirse felices, puedan aprender y reconocer sus talentos y capacidades?

Por eso estamos convencidas que esta segunda fase de la campaña que ahora se extiende por Iberoamérica, debe no solo transmitir a las jóvenes cuáles son sus derechos y qué beneficios aporta la educación a sus vidas, sino promover una conversación entre ellas porque estoy segura, que hay muchas jóvenes como Angie Mishell que tienen ideas y propuestas para transformar la educación que ahora reciben y que a millones no les gusta.

Hoy, Angie Mishell forma parte también de la Campaña #YoTambienMeQuedo en la Escuela Iberoamérica, estudia sicología, porque quiere ser una neuro-psicopedagoga y aunque estuvo a punto de abandonar la escuela a los 15 años porque no le gustaba, siempre supo que “estudiar nunca fue una obligación” y por eso quiere cambiar el sistema educativo de Colombia su país natal.

Por MUxED.

A ella la “salvaron” las ganas de cambiar lo que no le gustaba. Hubo una maestra que la impulsó (https://youtu.be/oOHVb9jhIl8 vean su video) ¿Cuántos más pueden aprender de su experiencia y comenzar a transformar la escuela? ¿Cuántas más pueden ser apoyadas también? Este es un esfuerzo colectivo que requiere de todos los apoyos posibles, no solo para convencer a las jóvenes que tiene sentido seguir estudiando, que el derecho a la educación no se quita y pone un día sí y otro no, sino también para convencerlas que el conocimiento abre puertas para transformar lo que no les gusta y que es posible si se lo proponen y lo eligen.

Por ello te invitamos a que te unas a la Campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela para que contribuyas con tu donativo de 300 pesos, deducible de impuestos, a convencer a las adolescentes y jóvenes. Lo haremos a través del Concurso Actívate por la Educación ¿Qué le pides a la escuela hoy? Tu donativo ayudará a premiar los mejores videos en TikTok. Si crees que vale la pena apoyar este esfuerzo, dale click a esta liga www.bit.ly/33ahm4m queremos encontrar a las adolescentes y jóvenes que estén dispuestas no solo a defender su derecho a la educación, sino a transformar su realidad.

La autora es integrante de la Red MUxED, periodista especializada en política educativa, maestra en periodismo político y comunicación educativa. Es una de las coordinadoras de la campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela.Tw: @lamalaeducacion

Fuente e imagen: piedepagina

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La educación actual

Por: Oswaldo Laprea Rodríguez

La mayor parte de nuestros sistemas educativos son anacrónicos, se crearon en el pasado.En una época distinta, para responder a necesidades y retos tanto individuales como colectivos diferentes a los actuales, lo cual ha generado grandes limitaciones en los criterios de la enseñanza.

Nuestros modelos educativos están basados en la producción y no en la creación. La educación actual es estandarizada y lineal, sin matices ni acordes una educación descolorida y sin motivación.

La educación se inventó para una sociedad industrial basada en la producción masiva, pero los cambios han ido tan rápido que se ha generado una gran brecha entre las necesidades reales de cada individuo y de la sociedad en general.

Nuestro mundo actual vive de los servicios y la información, donde el verdadero motor son las ideas, la creatividad y no la producción.

Educar debe ser sinónimo de inspirar, de generar una motivación particular en cada uno de nuestros jóvenes, que les lleve a sentirse a gusto y les permita desarrollar al máximo su verdadero potencial y su imaginación.

Aprendemos haciendo, cuando nos emocionamos transformamos el recinto escolar en un infinito espacio de aprendizaje social y emocional que potencian la vida de cada individuoy que estimulan la creatividad, la pasión, el talento y la interacción.

Todos poseemos un talento, por tanto debemos construir entornos donde cada uno pueda encontrar los insumos  e inspiración necesarios  para desarrollar nuestra imaginación y así  consolidar nuestras habilidades emocionales que nos permitan entender el verdadero rol que cumplimos en la sociedad.

Muchos de nosotros acabamos los estudios y transitamos por la vida sin conocer nuestro verdadero talento.

La educación debe ir enfocada a lo que realmente les gusta a nuestros hijos. Hay que motivarlos, convertirnos en esa luz inagotable que les permita desarrollar al máximo sus habilidades.

En pocas palabras, educamos a nuestros hijos para un mundo que no existe, donde los sistemas y acciones, funcionan y se adaptan de una forma muy diferente a lo que les hemos enseñado.

Nuestros niños y jóvenes son como cohetes espaciales, grandes, poderosos muy sofisticados. Alcanzan velocidades inusitadas,  a veces difíciles de dirigir, por lo tanto esas naves necesitan muy buenos pilotos y excelentes sistemas de control, a veces se lanzan sin evidencias, por lo que también necesitan una buena preparación y una buena programación, con un combustible acorde que les permita tener la adecuada ignición.

Tenemos que innovar, crear y sobre todo permitirles a ellos participar y diseñar nuevas estrategias de enseñanza y aprendizaje.

Si realmente entendemos y creemos que debemos modificar nuestros sistemas y métodos para educar de una manera realmente prospera y fructífera para todos, entonces comenzaremos a dar un gran paso para la construcción de una vida más plena, y mucho más acorde a nuestras necesidades como persona y como sociedad.

Educar es inspirar y a través de esa inspiración permitirnos desarrollar al máximo nuestra creatividad y emoción.

Fuente del Artículo:

La educación actual

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El fracaso de la educación en Latinoamérica exige borrón y cuenta nueva

30 noviembre 2017/Fuente: Panampost

Los sistemas educativos latinoamericanos están haciendo agua por todas partes. Los datos objetivos que lo confirman son numerosos. Entre ellos, podemos mencionar los resultados de las pruebas internacionales PISA, la deserción escolar en liceales, la desmotivación para estudiar, la falta de espíritu emprendedor e innovador y la impactante escasez de investigaciones o experimentos en laboratorios.

Las pruebas PISA se realizan cada tres años. Son una herramienta para evaluar la capacidad lectora y el desempeño en ciencias y matemáticas en chicos de 15 años. O sea, cuando están a punto de culminar su educación obligatoria.

Los resultados de la última edición fueron divulgados en 2016. Los obtenidos por los estudiantes latinoamericanos son francamente alarmantes. Según esos registros, ellos exhiben los peores rendimientos en las áreas mencionadas e incluso, están por debajo de los estándares globales. Dentro de los 64 países evaluados, Perú, Colombia, Brasil y Argentina se ubican entre los diez cuyos estudiantes tienen el nivel más bajo en matemáticas, ciencias y comprensión lectora.

La mayoría de los observadores se basan en estas cifras para determinar la calidad del sistema educativo de una nación con respecto a otra. Nosotros discrepamos con ese criterio. A nuestro entender, el problema pasa por otro lado y es mucho más complejo.

¿Por qué consideramos que es una guía equivocada? Porque la experiencia indica que ese tipo de pruebas estandarizadas, induce a redireccionar los esfuerzos de los docentes. Desvirtúan al aprendizaje bien entendido, alejándolo de lo que debería ser su auténtica meta: estimular la curiosidad, el espíritu crítico y la autoiniciativa en los estudiantes.

Además, cada ser humano es único y diferente a los demás. Precisamente, ahí reside la riqueza inagotable de la humanidad y la fuente primordial de la prosperidad, tanto a nivel individual como colectivo.

Pero bajo la presión de las citadas pruebas (PISA u otras por el estilo como el NAEP en Estados Unidos) los profesores -en vez de esforzarse por desarrollar las mencionadas aptitudes en sus alumnos-  lo hacen para que “obtengan un puntaje alto” en ellas. Por tanto, puede darse la paradoja de que un “buen rendimiento” según esa medición, no signifique necesariamente una educación de calidad.

Por otro lado, esas pruebas estandarizadas elaboradas por una autoridad burocrática central, revelan menosprecio hacia la desigualdad inherente entre las personas. Es obvio que para los funcionarios estatales encargados de dirigir a la educación popular, existe un “tipo ideal” de sujeto, al que deben ceñirse todos los niños y adolescentes. En general, se prefiere a los buenos en matemáticas y lenguaje. Si además son buenos deportistas, mucho mejor.

Analizando este tema desde otra perspectiva, vale la pena tener en cuenta las ideas de John Stuart Mill, un pensador de perenne actualidad. Él expresa que si bien es conveniente que el Estado les brinde a los padres que son pobres, el dinero que necesitan  para que sus hijos reciban la instrucción que ellos prefieran, eso no significa que el Estado se encargue de dirigirla. Son cosas diferentes. Además, esa ayuda no debe ser universal sino específica para los realmente necesitados.

“una educación general del Estado es una mera invención para moldear al pueblo haciendo a todos exactamente iguales; y el molde en el cual se les funde es el que satisface al poder dominante en el Gobierno, sea éste un monarca, una teocracia, una aristocracia, o la mayoría de la generación presente”.

Los que no se ajustan a ese “patrón” se sienten “fracasados”. En dicho contexto, ¿es de extrañar que tantos liceales abandonen sus estudios?

Asimismo, sería prudente que políticos y jerarcas educativos se pusieran al día con las innovadoras teorías que existen en este campo. Por ejemplo la que postula Howard Gardner -profesor de Harvard- sobre las “inteligencias múltiples”. En esa misma línea de pensamiento, Albert Einstein afirmaba que “todos somos genios, lo único que para cosas diferentes”.

En consecuencia, vemos que las bases sobre las que están edificados nuestros sistemas escolares y liceales, son fuente de injustificadas frustraciones individuales. “Fracasos” inducidos en forma arbitraria. Lo cual provoca un empobrecimiento espiritual y material, tanto a nivel personal como nacional.

A lo mencionado hay que agregarle, que métodos y contenidos de aprendizaje en los burocratizados sistemas educativos de nuestros países, están años luz por detrás de la evolución social espontánea. Por consiguiente, ¿es sorprendente que los chicos no sientan interés por sus lecciones?

A partir de este diagnóstico, ¿qué proponemos?

Cambiar de paradigma educativo y dar un salto cualitativo. Reconocer que la excelencia en cualquier área se alcanza, invariablemente, mediante la autonomía individual, el esfuerzo constante y la competencia limpia entre los diferentes jugadores (lo que los ingleses llaman fair play).

Un primer paso en la dirección correcta, sería que los conceptos “excelencia” y “competencia” dejaran de tener una connotación negativa. La causa de esa increíble distorsión intelectual, es que la posición cultural dominante en América Latina es la marxista.

Stuart Mill subraya que:

“Los hombres de genio son, y probablemente siempre lo serán, una pequeña minoría; pero para tenerlos es necesario cuidar el suelo en el cual crecen. El genio sólo puede alentar libremente en una atmósfera de libertad.

Los hombres de genio son más individuales que lo demás, menos capaces, por consiguiente, de adaptarse, sin una comprensión perjudicial, a algunos de los pocos moldes que la sociedad proporciona para ahorrar a sus miembros el trabajo de formar su propio carácter”.

Pruebas elocuentes de la veracidad de esas afirmaciones son Steve Jobs, Bill Gates y el propio Einstein  Según las varas de medir de sus respectivos sistemas de enseñanza, los tres fueron estudiantes mediocres.

Por ejemplo, un profesor de Einstein vaticinó que “este chico no llegará nunca a ningún sitio”. Gates afirma en su biografía que “siempre fui mal estudiante”. Y es ampliamente sabido que Jobs tampoco se destacó en sus estudios.

Sin embargo, ahora es unánime la opinión de que los tres son unos “genios”. Es más, Einstein recalcó que “la educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela”.

Dadas las condiciones estructurales en los países latinoamericanos, donde la libertad individual es retaceada de mil modos diferentes, ¿es de sorprender que aquí escaseen los genios? ¿Qué haya tan pocos emprendedores e investigadores?

¿No será que los talentos autóctonos han sido malogrados por los sistemas educativos imperantes y la falta de libertad?

La prueba de que es así, es que muchos latinoamericanos se destacan en el exterior cuando emigran. El mundo está lleno de talentosos sudamericanos que triunfan en las más diversas áreas. Aunque no en cualquier lugar es posible sobresalir, sino únicamente donde existen las condiciones para que el sujeto pueda desarrollar sin cortapisas su potencial.

Lograr eso en este continente es sumamente difícil por las razones expuestas. En consecuencia, ¿no será conveniente patear el tablero de nuestros sistemas educativos y volver a edificarlos sobre bases más humanas?

¿No sería mejor dar autonomía y poner a valer el beneficioso potencial creador que anida en las diferencias entre los seres humanos, en vez de pretender que todos piensen, sientan y actúen igual?

¿No es más humano la diversidad que la homogeneidad?

Fuente: https://es.panampost.com/hana-fischer/2017/11/30/fracaso-educacion-latinoamerica/

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El doctorado perjudica seriamente la salud mental: uno de cada tres estudiantes está en riesgo

Por: Marcos Barajas

La Universidad de Gante revela que el 32% de los doctorandos está en riesgo; la situación en España puede ser mucho más dramática.

En 2015, 14.694 estudiantes leyeron su tesis doctoral en España. Y es posible que 4.702 estuviesen entonces en riesgo de padecer algún tipo de desorden psiquiático, como la depresión. La cifra no es exacta pero, según un estudio publicado por la revista Research Policy y liderado por la Universidad de Gante (Bélgica), la salud mental del 32% de este colectivo está comprometida -dos veces más que entre la población con un elevado nivel educativo-.

Los problemas para conciliar vida familiar y laboral, la obtención continua de resultados que demanda la investigación, la supervisión constante de su trabajo y las expectativas poco halagüeñas de encontrar después un empleo acorde a su preparación tienen parte de la culpa.

Desarrollar una tesis no es un trabajo cualquiera. Marta Giménez, psicóloga clínica y directora de investigación e innovación del Centro de Psicología Área Humana, sintetiza así las razones que lo hacen potencialmente estresante: «Requiere una combinación de habilidades técnicas, intelectuales y emocionales para la consecución de resultados óptimos en contextos de considerable exigencia, procesos de larga duración y con consecuencias para el futuro profesional y académico». Pero hay más razones, porque en esta carrera de fondo cada cual escribe su propia lista de motivos.

Con trabajo duro no vale

Por ejemplo, la de David Nievas. Realiza su doctorado en el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. Su objetivo es analizar las diferentes formas de islamismo en entornos democráticos como Mali, que se encuentra en el punto de mira del terrorismo internacional. Antes trabajaba en una oficina, así que reconoce que adaptarse a su nueva rutina no fue sencillo. «El doctorado es un trabajo que, en muchas ocasiones, es muy individual y solitario. Me costó pasar de trabajar para otros de forma dirigida a hacerlo para mí mismo y a dirigir mi propia investigación, muchas veces sin referencias previas», asegura. No es el único escollo.

La inseguridad y la desmotivación ya han visitado a Nievas en alguna ocasión ante la falta de recompensas inmediatas, porque, «al ser un trabajo generalmente minucioso, profundo y reflexivo, los productos del trabajo se aprecian a largo plazo con la publicación de artículos o la participación en clases o conferencias». Por todo ello, y por la presión -muchas veces autoimpuesta- que sufren, considera que los doctorandos son «más vulnerables» a este tipo de trastornos, extremo que el citado artículo no confirma.

La propuesta de Nievas: atención psicológica especializada para ellos en los centros universitarios. La idea no suena muy descabellada porque la gestión de las emociones desempeña un papel clave en este oficio, que los especialistas consideran que sólo puede ejercerse con éxito gracias a grandes dosis de motivación, disciplina y tolerancia a la frustración y a las críticas. Más aún cuando los objetivos no siempre se cumplen a la primera.

«Es indispensable el trabajo personal: adoptar una visión proactiva y positiva hacia la solución de problemas y desafíos», cuenta Giménez. Otros hábitos, como cuidar la alimentación, realizar actividades deportivas y de ocio con regularidad y no aislarse de los demás -sobre todo, de personas ajenas al contexto académico- también puede ser de ayuda, afirma esta experta.

Una carrera contra el reloj

Quien está acostumbrado a lidiar con el fracaso, por su faceta como deportista, es Luis Alberto Marco; una profesión que también le ha brindado apoyo económico. Ahora realiza el doctorado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla para determinar qué factores son responsables del buen rendimiento físico y deportivo. En su caso, el tiempo es el principal limitante, sobre todo, cuando le exigen nuevos resultados con cierta frecuencia.

«Muchas veces, el desarrollo de la tesis se estanca por distintos motivos intrínsecos -problemas con la metodología, con los materiales o por pérdida de la muestra- y otras muchas otras, por factores extrínsecos -trabajo, familia o dinero-«. Así que Marco espera optar en el futuro a una plaza de profesor asociado, ayudante doctor «o similar» para dejar de investigar «a contrarreloj».

Para algunos estudiantes, no todos, la tesis doctoral es el primer contacto directo con el mundo laboral. Por si fuera poco, en algunas carreras se hace especial hincapié en los contenidos teóricos pero no se abordan con suficiente profundidad ni la vertiente experimental ni la dinámica de trabajo de un grupo de investigación. Incluso para quienes ya estén familiarizados con este entorno, «la implementación de procesos de acompañamiento para la incorporación a las nuevas actividades, como el mentoring o el entrenamiento en habilidades de gestión emocional y prevención de estrés, pueden ser estrategias muy útiles para minimizar el impacto negativo en la salud mental», sostiene la psicóloga Giménez.

Un futuro poco halagüeño

Sentirse arropado es fundamental. Sobre todo, cuando la realidad no muestra su mejor cara. «Desmoraliza simplemente saber que, por mucho que te esfuerces o por bueno que seas en tu especialidad, tu trabajo se valorará poco en la sociedad y acabarás teniendo que marcharte de tu ciudad y alejarte de los tuyos para que la tesis no haya sido en vano», lamenta Paula Ruiz.

Esta biotecnóloga desarrolla su tesis en la Universidad de Valencia; en concreto, en la fundación FISABIO. Allí, estudia el genoma de dos de las bacterias más peligrosas, según la OMS, por su resistencia a los antibióticos, de cara a desarrollar tratamientos más eficaces.

También ella, como Marco, mira con temor al calendario, aunque por un motivo bien distinto: «Como necesitaba estar admitida en un programa de doctorado para poder solicitar varias becas pero, a la vez, tenía un plazo para realizar la tesis, he perdido un tiempo muy valioso hasta que se resolvió mi situación». En consecuencia, ahora debe obtener resultados válidos lo más pronto posible porque la burocracia ha reducido su margen de error, «con el estrés que eso conlleva».

El dinero, un bache en el camino

El estudio de la Universidad de Gante no aborda los problemas económicos. Sin embargo, éstos suelen convertirse en el principal bache en el camino. «El primer reto es obtener de un contrato de trabajo mediante convocatorias públicas altamente exigentes, o bien la cada vez más exigua contratación por parte de los grupos», aseguran Violeta Durán y Pablo Giménez, miembro y presidente, respectivamente, de la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios. Esta segunda opción es más difícil, teniendo en cuenta «la forma en que se financian los proyectos: los investigadores tienen dinero para comprar material pero se les impide que lo utilicen en contratos«.

Es una de las razones que explica por qué hay tantos aspirantes a doctor que se ven obligados a dejar su tesis sin terminar. Sin apoyos familiares, bancarios o ahorros suficientes, no todos pueden seguir trabajando sin cobrar. La solución, argumentan desde Precarios, pasa por aumentar la financiación destinada al doctorado para favorecer la contratación de más personal y aprobar un estatuto del personal investigador en formación para crear un marco legal y jurídico estable y seguro, entre otras medidas.

Ante este panorama, y si el tema de investigación lo permite, otros dividen su atención entre varios frentes. Es lo que hace Pilar Almansa. Dramaturga, directora de escena y profesora, ahora también estudia cómo aplicar las tecnologías interactivas al teatro en la Universidad Complutense de Madrid. «Ahora mismo, mis esfuerzos están más orientados a conseguir una beca que a la tesis en sí. Cualquier actividad que implique el desdoblamiento de tu fuente de financiación y tu dedicación intelectual es estresante de por sí y puede acabar en depresión», lamenta. Sabe bien de lo que habla: ha sufrido lo mismo en el mundo teatro, donde la realidad impone aceptar empleos fuera de las tablas para poder subirse a ellas.

Por desgracia, las dificultades no terminan al acabar la tesis. Porque aunque la tasa de desempleo en la población española entre 25 y 64 años que había completado sus estudios de doctorado en 2014 era de un 8,2%, según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, muchos se debaten -con el título en la mano- entre irse al extranjero para encontrar un trabajo acorde a su nivel de formación o renunciar a su carrera investigadora para disfrutar de su vida personal.

A falta de que se haga una actualización de la Encuesta sobre recursos humanos en ciencia y tecnología, que el INE publicó en 2010, los entrevistados para este reportaje coinciden al asegurar que las conclusiones del artículo de la Universidad de Gante bien se podrían ajustar a la realidad de los estudiantes predoctorales en España. «Pero es necesario recordar que es un estudio realizado en Bélgica, un país que invierte alrededor del 3% del PIB en investigación -respecto al 1,24% español– y que goza de un gran sistema de investigación», matizan desde Precarios. La situación, aquí, «puede ser mucho más dramática».

Fuente: http://www.elmundo.es/f5/campus/2017/04/19/58f646dfca4741dc138b461b.html

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