América del Sur/Argentina/3 de noviembre de 2016/Fuente y autor: ambito.com/Diego González
Varias empresas tecnológicas desarrollan aplicaciones educativas para chicos con discapacidad intelectual. Apuntan al aprendizaje formal e informal. Casos y beneficios a futuro.
Vivimos un momento en el que la tecnología es parte de nuestras vidas, bajamos apps para buscar lugares de interés, para comprar o simplemente para poder organizarnos en nuestro quehacer. También estamos atentos a la evolución del internet de las cosas y el uso de los wearables para facilitar nuestra vida. Pero también la tecnología tiene otra cara, una más social en donde aprovecha su espíritu colaborativo para fomentar la inclusión y en ese camino existen distintos programas; algunos buscan fomentar la educación de los chicos con discapacidad, otros integrar a la sociedad jóvenes en situación de vulnerabilidad.
«Nuestro objetivo es poder aplicar la tecnología para mejorar la vida de las personas», sentencia Pablo Fiuza, coordinador de la Comisión de Inclusión de CESSI quien además lidera el proyecto DANE que se basa en el desarrollo de aplicaciones diseñadas para el aprendizaje de niños y jóvenes con discapacidad intelectual.
«La tecnología, bien utilizada, es una herramienta inclusiva. Si cuando uno diseña una aplicación lo hace contemplando el mundo de la discapacidad, y no solamente la ‘norma’, es una suma en donde todos ganan», comenta sobre el proyecto que nació en 2012 y que está conformado por profesionales de empresas de tecnología, software, ONG enfocadas en discapacidad, docentes y universidades.
Estas apps están diseñadas para colaborar con la educación formal e informal de chicos con diferentes tipos de discapacidades. Si bien comenzaron a trabajar con chicos con Síndrome de Down, en la actualidad también las utilizan niños y adultos con autismo, TGD, afasia, sordomudos y con discapacidades motrices, entre otros. Y están diseñadas para desarrollar diferentes habilidades cognitivas como las funciones ejecutivas, memoria, atención, lenguaje, lectura y escritura, orientación espacio temporal y psicomotricidad (ver recuadro). «Primero nos costó, porque las gente de las empresas que no conocían nada sobre discapacidad y las ONG nada de tecnología, pero ahora pudimos integrar los dos mundos», explica Fiuza.
Marcelo Varela, vicepresidente de ASDRA, advierte que «la educación sigue siendo con papel y lápiz y las personas con síndrome de Down necesitan que haya ciertas tipificaciones para enseñarles». «Las apps generan que los chicos puedan aprender de manera dinámica ya que están jugando y aprendiendo al mismo tiempo». Además reafirma que este tipo de aplicaciones no se agotan en la educación formal. «También les enseñan sobre cómo tomar un colectivo, a entender los semáforos, a contar dinero, cosas que a veces no se enseñan en el colegio», apunta. Se refiere a dos app, una que les enseña a ir al supermercado, realizar la lista y llevar las cuentas. Otra, que aún está en desarrollo, ayuda a manejar el dinero, a realizar compras y calcular el vuelto.
Según una encuesta entre los beneficiarios de este tipo de herramientas, más del 50% considera más valiosas las apps que aportan enseñanzas para la vida diaria. Por eso Fiuza reconoce que están «apuntando fuertemente a temas sobre habilidades de la vida diaria».
Dominque Kantor, que tiene Síndrome de Down y forma parte de ASDRA, habla sobre la importancia y el impacto que representan las herramientas tecnológicas en su vida. «Nos ayuda a movernos por la calle, a saber cómo se usa el dinero y a hacer una lista personalizada para el supermercado», enumera. Y le hace un pedido de los programadores: «Sigan haciendo más aplicaciones para que podamos crecer mentalmente y como personas. Esta bueno que nos incluyan en la sociedad con este tipo de aplicaciones», finaliza.
ROL DE LAS EMPRESAS
En este tipo de proyecto el rol del empresariado es fundamental. Ya sea con donaciones de tablets o gabinetes de computación como en el desarrollo de los programas. Los profesionales que realizan estas iniciativas lo hacen como parte de su voluntariado corporativo. Sin embargo, el coordinar de DANE asegura que el compromiso de los voluntarios «va más allá en la actividad que promueva la compañía, es un involucramiento a título personal». Y revela que muchos de los colaboradores que pasan a otras empresas mantienen el vínculo con el proyecto
Otra manera de incluir es la que lleva adelante el Proyecto Nahual, una iniciativa que busca disminuir la brecha digital enseñando a programar y testear en barrios vulnerables. Se trata de un curso corto de rápida salida laboral e incluye una pasantía rentada de tres meses. «Es que sabemos que el que entra al mundo de sistemas no sale más», dice Fernando Wainsman, su creador. La apuesta se redobla y en los últimos meses comenzaron a capacitar a chicos con Asperger. «Es un desafío enorme, los chicos son una luz. Damos el curso más rápido de lo que fue programado y son superdetallistas algo que para el testing es excelente», cierra Wainsman.
En un formato similar, pero con una escala mayor, el Grupo Telecom junto a una ONG y el Gobierno de Santa Fe llevan adelante un programa para la empleabilidad en oficios digitales. Capacitan a jóvenes en testing, gestión de redes sociales, moderación de contenidos y data entre otros.
La idea de este tipo de acciones es que se repliquen y muchas tecnológicas dediquen parte de su tiempo a aplicaciones para incluir. Desde CESSI aseguran que trabajan para federalizar el programa y lograr implementarlo en las currículas escolares. «Sería muy interesante llegar masivamente porque esto claramente ayuda», concluye Fiuza.
Fuente: http://www.ambito.com/860934-la-tecnologia-como-herramienta-de-cambio-e-inclusion
Imagen: media.ambito.com/diario/2016/1101/imagenes/not_860934_01_202854_m.jpg