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Cuando los niños demandaron a Estados Unidos

Estados Unidos/12 noviembre 2017/Fuente: Insurgencia Magisterial

Un grupo de niños y niñas demandó al gobierno de Estados Unidos porque los daños ambientales que hoy tolera afectarán su calidad de vida en el futuro, y la de sus hijos, nietos y bisnietos. Es un caso de equidad de derechos con las generaciones futuras ante el cambio climático.

En una conmovedora iniciativa que abre nuevos escenarios frente al cambio climático, un grupo de 21 niños inició una acción judicial contra Washington (1). El razonamiento es claro: estos niños se presentaron como representantes de las generaciones futuras, sosteniendo que en tanto el gobierno permite el avance del cambio climático violó sus derechos constitucionales a un ambiente sostenible en el futuro. Esos niños una vez adultos, sus hijos, nietos y bisnietos, no contarán con un ambiente de adecuada calidad, e incluso sus vidas podrán estar comprometidas.

La demanda apunta a que el Estado falló en controlar las emisiones de gases invernadero, y éstas desencadenan el cambio climático, lo que afectará su porvenir. Los niños exigen que Washington inicie medidas concretas y efectivas para detener la emisión de gases y no siga deteriorando el futuro. Lo que está en juego es la equidad en los derechos a un ambiente sano entre las distintas generaciones.

La demanda, conocida como “Juliana vs EE UU” (por el nombre de una de las jóvenes), está en marcha desde 2015, y tuvo un avance sustancial en 2016 cuando un juez reconoció la validez del reclamo (2). Esto hace que ahora sea el gobierno de Donald Trump el que deberá responder, justamente un presidente anti-ambiente, conocido por sostener que el cambio climático es un invento y que busca reducir las regulaciones ambientales en su país.

El principio en juego es el derecho de equidad intergeneracional, o sea que nuestros nietos y bisnietos también puedan contar con un ambiente adecuado para su calidad de vida. Esto impone que el uso que se le da a los recursos naturales en la actualidad no implique efectos negativos tan severos que afecte negativamente a nuestros descendientes, o que el deterioro ambiental que ahora ocasionemos finalmente no estalle de forma irreversible en el futuro.

Los compromisos con el futuro
Más de un lector podrá pensar que esta es otra bizarra práctica que puede ocurrir en una corte estadounidense, tal como se ve en algunas series de televisión. Ante eso sugiero precaución. Por un lado, todos los países de América Latina han adherido a acuerdos y tratados internacionales que incluyen compromisos con las generaciones futuras. Eso se inició con la firma de la Agenda 21 y la Declaración de la Eco 1992 de Rio de Janeiro. Por otro lado, más allá de esas negociaciones internacionales, sea el sentido común como los mandatos morales, nos obligan a asegurar una adecuada calidad de vida para nuestros descendientes.

Sin embargo, los deteriores ambientales siguen su marcha en todos los países y a nivel global. Hoy contamos con una mejor base científica que confirma el cambio climático, los negacionistas de esos problemas están cada vez más desacreditados o se demuestra que trabajan para corporaciones. Sabemos además que la pérdida de áreas naturales y su biodiversidad prosigue en todo el continente, y que la calidad de las aguas y los suelos se deteriora por una contaminación que no se detiene.

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También podemos decir a aquellos que nos les interesan los temas ambientales pero atienden el bolsillo, que los costos futuros del deterioro ecológico serán astronómicos. Por ejemplo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que la adaptación al cambio climático puede requerir 300 mil millones de dólares por año en la década de 2030 y superar los US$ 500 mil millones al 2050 (3).

En Estados Unidos, el gobierno planteó que la demanda era improcedente, e incluso las empresas petroleras quisieron sumarse en contra de los niños y niñas. Sin embargo, sucesivamente dos jueces han rechazado esa postura. Una de las juezas en el proceso le respondió al gobierno Trump: “No tengo dudas que el derecho a un sistema climático que sea capaz de sostener la vida humana es fundamental para una sociedad libre y ordenada”. Así se confirmó que el juicio se iniciará posiblemente en febrero de 2018.

Disputas sobre el futuro

Se podrá pensar que ese tipo de acciones es propio del sistema judicial de Estados Unidos, pero hay que reconocer que es una problemática que no se puede esquivar también en América Latina. Tenemos responsabilidades con las generaciones futuras, y nuestras acciones o inacciones presentes repercutirán en la vida de nuestros descendientes.

Me pregunto si no es urgente pensar cuáles serían los reclamos de nuestros niños y niñas en América Latina, para que ellos, y sus hijos y nietos, puedan tener una buena calidad de vida.
¿Habría que demandar a nuestros propios gobiernos por haber permitido y tolerado la pérdida de enormes áreas naturales con toda su biodiversidad? En algunos sitios, nuestros nietos y bisnietos ya no conocerán a la selva amazónica o los bosques chaqueños; en otros ya no tendrán a la vista glaciares andinos.

¿Deberían demandar al Estado por su ineficacia en frenar el mal manejo de los recursos hídricos? Todo indica que en el futuro cercano distintas zonas de Brasil, Chile o Bolivia, estarán jaqueadas por la escasez de agua. En otras regiones la amenaza es por la contaminación, afectando la salud de las futuras generaciones e imponiéndoles enormes costos económicos para acceder a aguas que sean potables.
¿Habría que demandar a los políticos y funcionarios estatales que por su ceguera al aprobar todo tipo de explotaciones mineras o petroleras en sitios de fragilidad ecológica? Lo que hoy se busca aprobar en sitios como el Yasuní en Ecuador, el sur de Bolivia o los páramos de Colombia, tendrá consecuencias negativas que se extenderán por décadas.

¿Piensan en el futuro los que alientan o protegen el uso de agroquímicos hasta en el último rincón de las praderas de Argentina, Uruguay y el sur de Brasil? La obsesión con monocultivos como la soja impone deterioros sobre suelos y aguas que serán difíciles de revertir.
En fin, hay tantos problemas ambientales actualmente en gestación o madurando en cada país, que requerirían medidas enérgicas inmediatas, pero que por nuestras incapacidades en lidiar con el futuro no son atacados adecuadamente. Pero sepan que las inacciones de hoy en día la pagarán nuestros hijos, nietos y bisnietos en un futuro que está más cercano de lo que suponemos.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/cuando-los-ninos-demandaron-a-estados-unidos/

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Argentina: Un alerta para la educación ambiental

Argentina/28 de Agosto de 2017/La Capital

Advierten sobre el avance de las empresas de agroquímicos y mineras en los contenidos educativos.

as empresas de agroquímicos y las corporaciones mineras también definen qué se enseña y aprende en materia de educación ambiental en las escuelas argentinas. El hecho es advertido con preocupación por educadoras del Taller Ecologista, una ONG que hace más de 30 años trabaja en defensa del ambiente.

   A fines de marzo pasado, se firmó un compromiso sobre educación ambiental entre el Consejo Federal de Educación (organismo que reúne a todos los ministros del área del país) y el Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema). Si bien es un acuerdo de voluntades, que contempla principios básicos, deja abierta la puerta para que los intereses de las transnacionales mineras y agrícolas incidan en los contenidos escolares. «Es que hay dos formas de entender la educación ambiental: una es cuestionando en forma radical el modelo de desarrollo que sostiene que estamos en una crisis civilizatoria y otro pensando que los conflictos ambientales son consecuencia de un modelo de desarrollo que con tecnología lo podemos solucionar», dicen las profesoras Claudia Costinovsky, Nora Schiaffino y Evangelina Corradi del Taller Ecologista, adhiriendo a la primera visión que responde a un enfoque latinoamericanista.

   Así planteado este acuerdo, tan amplio sin precisiones con una visión maquillada, deja en manos de las empresas —señalan las docentes— la capacitación docente y los contenidos de enseñanza de la educación ambiental. Es decir, empresas productoras de agroquímicos como Monsanto, Bayer o Basf tienen voz autorizada para incidir en lo que aprenden los chicos. De hecho recuerdan que desde hace varios años funciona en varias provincias del país el Aula Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa). «Lo bueno es que esta iniciativa no entra en Santa Fe ya que la provincia adhiere al modelo de producción agroecológica», destacan las docentes al tiempo que dicen que «igual hay estar atentos porque si antes las empresas se metían sin permiso, ahora tendrían pleno aval desde estos acuerdos».

Acuerdos preocupantes

La desconfianza de las docentes del Taller Ecologista tiene sus fundamentos. El 2 de julio pasado un informe del diario Tiempo Argentino («Vía libre para que las mineras y agroquímicas generen contenidos educativos») alertaba sobre el acuerdo firmado entre el ex ministro Esteban Bullrich y el titular de la cartera de Agroindustria, Ricardo Buryaile, «para fortalecer la educación agraria», incluyendo en ese compromiso a más de 45 empresas de agronegocios y entidades del sector para que sean «fuente de capacitación» para escuelas rurales. También se observa sobre el acuerdo del presidente Mauricio Macri con 14 gobernadores sobre el nuevo Acuerdo Federal Minero. El punto 3 del acuerdo, titulado «Aspectos educativos y formativos», fue elaborado entre la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (Caem) y los ministerios de Educación y Energía (a cargo de Juan José Aranguren). Tal como indica Tiempo Argentino: «Explica que «con el objetivo de que la comunidad educativa reciba conocimientos sobre la actividad minera y estos tengan fundamento científico —lo que contribuirá a una mejor y certera información de la sociedad—, las Partes se comprometen a llevar adelante acciones con los Ministerios de Educación Nacional y Provinciales para lograr la incorporación, dentro de la currícula de los niveles primario y secundario, de contenidos sobre: a) la constitución geológica del territorio nacional y provincial; b) los productos mineros que se generan en el país y en las provincias, su utilización en la vida cotidiana; c) la importancia del sector minero en la economía nacional y regional; y d) la regulación ambiental de la actividad minera».»

Rol docente

Las integrantes del Taller Ecologista sostienen que no hay que quedarse solo en la denuncia de estos convenios donde las corporaciones mineras y de los agroquímicos avanzan sobre los contenidos escolares, sino que se puede hacer más. «Las decisiones sobre la currícula las tiene el docente y les compete al colectivo institucional. Es una barbaridad que a las decisiones curriculares las tome el mercado», opina Claudia Costinovsky como integrante del Taller Ecologista y profesora de teoría del currículo en la formación docente.

 Junto a sus colegas considera que hay que alentar al docente en su rol de constructor de contenidos. Invitando también a comprometerse, a relevar las problemáticas de cada contexto. «Realidades que los docentes conocen muy bien, porque —citan como ejemplo— han fumigado alrededor de las escuelas con los chicos en los recreos».

Materiales y acompañamiento

Desde el área de Ecoeducación del Taller Ecologista, ofrecen a los docentes acercarse a este espacio, en el que se ofrece acompañamiento al trabajo educativo. El espacio funciona todos los viernes de 17 a 19, en San Martín 536 4to. piso oficina 5. «Nos juntamos con los docentes, hablamos sobre libros, materiales de apoyo en torno a la educación ambiental», explican. También se puede consultar en www.tallerecologista.org.a

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/educacion/un-alerta-la-educacion-ambiental-n1458443.html

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Un cuento de hadas de 2050

Por: Jhon Feffer

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

El invisible monstruo del cambio climático

Introducción de Tom Engelhardt

Si el lector está buscando cuentos de hadas que tengan un sesgo sombrío, algo que solo podría haber sucedido alguna vez en la ficción distópica, no hace falta mirar muy lejos: aquí están nuestro planeta actual y nuestro momento presente. ¿Qué me dice, por ejemplo, de ese iceberg de un billón de toneladas –sí, ‘billon’; no es una errata– que se desprendió la semana pasada de la península Antártica y está flotando a la deriva? Es tan grande como el estado de Delaware y capaz de llenar unos 462 millones de piscinas olímpicas; su volumen duplica el del lago Erie. Si prefiere verlo en términos cinematográficos, entonces considere este estremecedor acontecimiento como si fuera un tráiler de la película que está en las pantallas de todo el mundo. Si en el futuro se desestabilizan partes importantes de la Antártida, veremos títulos de películas (dado el aumento del nivel del mar) como Adiós, Miami, Shangai bajo las aguas, La inundación de Londres, Ámsterdam desde la borda.

Francamente, si cuando hablamos de modernos cuentos de hadas, el lector piensa en Juego de tronos después que no el ‘invierno’ sino el ‘verano’ llega a Westeros, ya estamos en un mundo de cuento de hadas. Entonces, una semana después de que la Antártida cambiara perceptiblemente de forma, parece apropiado fijarse en el trabajo del colaborador habitual de TomDispatch John Feffer, nuestro experto en el futuro distópico del planeta y autor de la novela Splinterlands, que publicamos hace poco en nuestra nueva línea editorial. Hoy, en una extraña inmersión de DT en la ficción, él nos ofrece un cuento de hadas llegado de 2050 (el año en que sucede la historia de Splinterlands). Su hermana “Grimm” es Rachel Leopold, la esposa del famoso “geopaleontólogo” Julian West (ambos han aparecido antes en TomDispatch). En el 2020, él fue quien predijo tan clarividentemente la forma en que la creciente marea de nacionalismo encabezada por los populistas de derechas –como nuestro presidente– cuando se combinara con el cambio climático y otros factores agrietaría el orden internacional y crearía un mundo nuevo, bien que más desesperado. Con este pensamiento, permitidme que masculle, “Una vez, en 2017…”. Ahora cerrad los ojos e imaginad lo inimaginable, porque bastante pronto ese será nuestro mundo.

–ooOoo–

Donald Trump y el triunfo de la antipolítica

Una vez, hace mucho, mucho, tiempo, di mi testimonio ante la gran asamblea de nuestra tierra.

Cuando hoy cuento este acontecimiento a los niños, ellos en realidad no lo toman como un cuento de hadas. Una vez –un tiempo antes de que el mundo se rompiera en un millón de pedazos y Estados Unidos se convirtiera en los estados desunidos de hoy– esta anciana era una joven idealista que trataba de convencer a nuestro poderoso Congreso de que nos acechaba un monstruo.

–¿Te escucharon, tía Raquel? –me preguntaban siempre.

–Bueno, me escuchaban, pero no me oían.

–Entonces, ¿qué hiciste?

–Pensé y pensé; escribí y escribí. Y conseguí redactar una presentación cada vez mejor –les digo pacientemente–. De algún modo tenía que hacer que el monstruo fuese visible a aquella gente poderosa.

–¿A qué se parecía, tía Raquel?

–El monstruo era invisible, mis queridos niños, pero podíamos sentir su cálido aliento. Y éramos capaces de ver las cosas terribles que hacía. Podía hacer crecer los océanos, que se marchitaran los cultivos en el campo. Aun así, seguíamos alimentando a esta bestia terrible.

–Pero… ¿por qué?

–Era lo que el monstruo exigía. Algunos monstruos quieren comer niños pequeños. Otros prefieren jóvenes doncellas. Pero este insistía con buques tanque llenos de petróleo y camiones cargados de carbón. Incluso, según crecía, solo quería más y más.

Cuando llegaba a este punto, los niños siempre tenían los ojos muy abiertos.

–¿Qué hiciste entonces? –me preguntaban.

–Volví a hablar con esa gente importante. Y esta vez, incluso intenté poner más fuerza en la descripción del monstruo –a medida que me internaba en el pasado, las caras de los niños se parecían a las de los políticos muertos hace mucho tiempo–. Les llevé gráficos muy detallados del aumento de las temperaturas. Mencioné estadísticas sobre el impacto de la combustión del carbón y el petróleo y el gas natural. Les presenté fotos de lo que ya había hecho el derretimiento de los hielos y el crecimiento del nivel del mar. Después, les mostré dibujos de lo que sería el futuro: ciudades inundadas, tierras azotadas por la sequía, mares muertos. Ellos miraban pero eran incapaces de ver. Escuchaban pero no oían. La gente importante –concluía–, no siempre es buena gente.

–¿Qué hiciste entonces –preguntaban siempre.

–Dejé de hablar, queridos míos. Vine aquí, a Arcadia, para escapar del monstruo.

Los niños parecían desilusionados. Conocían muy bien los cuentos de hadas. Ellos esperaban que alguien –quizás un príncipe de brillante armadura– apareciera de pronto y matara al monstruo.

–No había príncipe alguno –me lamentaba–. Y el monstruo sigue vivo. Ahora mismo podemos sentir su ardiente respiración.

Por supuesto, mis jóvenes fiscales no entendían mi relato. Hoy, en 2050, el Congreso no existe. No hay reuniones de comisiones. No hay debates intergubernamentales ni encuentros internacionales. Lo mismo podría haberles hablado de los banquetes romanos o las justas medievales. Aun así, mis jóvenes estudiantes siempre reclamaban más historias del desaparecido mundo de Washington DC 2017, como lo harían también si se tratara de una fábula de Esopo. Pero ellos no alcanzaban a percibir la conexión que había entre esos cuentos y su vida presente.

Después de todo, ellos viven en un mudo post-político.

La muerte de la política

Antes de que el termómetro global se volviera loco, antes de que los grandes pánicos económicos de principios de la tercera década del siglo XXI, antes de que aumentaran los enfrentamientos entre los ‘vigilantes’ y yihadíes, antes de que la comunidad internacional se hiciera añicos como un espejo alcanzado por un puñetazo, hubo aquella muerte inicial, que apenas fue percibida en su momento.

Tal como los historiadores –aquellos que quedaron para contarlo– os informan, no hubo funerales por la muerte de la política; tampoco, obituarios. E incluso si los hubiera habido, muy pocos habrían derramado una lágrima. La confianza que el público estadounidense de aquellos tiempos tenía en el Congreso era la más baja entre todas las instituciones: apenas un 9 por ciento confiaban en él, mientras que en las grandes empresas confiaba el 18 por ciento y en las fuerzas armadas, el 73.

En las húmedas marismas de Washington en las que yo vivía en esos tiempos antediluvianos, la política se había convertido en una competición entre dos bandos que se odiaban. Alguna vez ganaba uno de ellos y arrastraba al otro por el estiércol. Después, la situación se revertía. No importa, al final del día, todo estaba cubierto de porquería.

Es cierto, las cosas podrían acabado de otra manera. Podrían haberse aprobado reformas radicales, se podría haber formado una nueva generación de políticos. Pero en el momento de mayor peligro –para el país y el mundo todo– los estadounidenses le dieron la espalda a la política y eligieron el más antipolítico candidato en la historia de EEUU. Los padres fundadores hicieron todo lo que pudieron para garantizar que el sistema no produjese semejante resultado pero no había manera de que pudieran anticipar el surgimiento de un Donald Trump ni las circunstancias que le llevaron al poder.

Cuando los primeros europeos llegaron a lo que más tarde sería América del Norte, hace más de 500 años, portaban armas mucho más poderosas que las hachas de piedra y los garrotes empuñados por los pueblos originarios. Pero no fueron solo las armas de fuego las que resultaron tan devastadoras. Los europeos llevaban en su interior algo mucho más letal: enfermedades invisibles como la viruela y la gripe. Esos virus se abrieron camino entre los nativos matando al 10 por ciento de la población de este continente.

Muchos siglos después, Donald Trump llegó a Washington pertrechado con las armas explícitas de la retórica extremista y la sociopática sangre fría con la que ha destruido a sus adversarios políticos. Pero era lo que llevaba escondido en su interior lo que finalmente llagaría a ser tan catastrófico. A pesar de que durante su campaña electoral él clamaba contra el establishment político que lo pondría en el Despacho Oval, en su peculiar estilo él utilizaba las reglas políticas para conseguirlo. Sin embargo, en el fondo su mayor anhelo era destruir completamente la política; tweet a tweet, escándalo a escándalo.

Y su ataque a la política acabaría con el mundo que conocíamos en Washington año 2017. Al final, haría que las actividades del Congreso, y el Congreso mismo, llegaran a ser irrelevantes. Incluso hoy, habiendo pasado más de 30 años, los cadáveres siguen amontonándose.

El juicio de París

Soy profesora de ciencia en una escuela de jóvenes de Arcadia. No resulta difícil explicar los conceptos científicos básicos que cambiaron tanto nuestro mundo; además, tenemos un laboratorio bien equipado para que los estudiantes hagan experimentos. Entonces, entienden la ciencia del cambio climático. Lo que les desconcierta es la forma en que se presentó la crisis.

–Por qué hicieron nuestros abuelos que las cosas funcionaran siempre un día más? –me preguntó un vez una brillante joven–. ¿Por que no usaban esos estúpidos coches solo los fines de semana?

Nuestros jóvenes sabían poco de lo que no fuera Arcadia, y esta comunidad es totalmente sustentable. Aquí, en este rincón de lo que una vez fue el reino nororiental de Vermont, nosotros producimos todo lo que necesitamos. Lo que no cultivamos, lo sintetizamos o creamos en nuestras impresoras 3-D. Tenemos reducidas relaciones comerciales con las pocas comunidades vecinas. Si se da una muerte inesperada, expedimos otro permiso de nacimiento. Si la carga de nuestras baterías solares baja en el invierno, racionamos la electricidad. Los jóvenes de Arcadia no conciben el desperdicio.

Tampoco conciben la noción –extraño ahora– de comunidad internacional. Nunca se aventuraron más allá de los límites de nuestro pequeño universo. El mundo exterior lo han visto solo gracias al turismo virtual; esto mismo refuerza su deseo de permanecer aquí. Después de todo, el mundo de ahí fuera no es otra cosa que una colección de pequeños y afilados fragmentos, los que mi ex marido acostumbraba llamar “tierras resquebrajadas” de este planeta. Mis estudiantes son incapaces de comprender que esos fragmentos, muchos de ellos peligrosísimos microhabitats, estuvieran una vez reunidos y formaran grandes naciones que, a su vez, colaboraban alguna vez para resolver problemas compartidos. Es como la vieja historia del elefante y los seis ciegos. Los jóvenes de Arcadia pueden imaginar las partes pero –por más sorprendente que pueda parecer– dados los acontecimientos de las tres últimas décadas, la totalidad se les escapa.

Pensad en esa comunidad internacional desaparecida hace mucho tiempo, les digo, como si fuese un niño nacido en 1945 berreando ante unos progenitores que se pasan el día discutiendo. A una infancia problemática le sigue una juventud difícil. Solo en la madurez, al final de la Guerra Fría en 1989, pareció que podía arreglarse sola, aunque eso duró poco tiempo. Desgraciadamente, en unos pocos años, empezó a chochear prematuramente. En 2017, a sus 72 años, la comunidad internacional estaba para el retiro, su salud era frágil y necesitaba desesperadamente de cuidados asistidos.

Una vez se supuso que esta avejentada criatura colectiva, este Caballero del Triste Semblante, sería nuestra salvación, el que mataría al horrible monstruo. Sin embargo, a la hora de la verdad, apenas podía sostener una lanza.

Sin cierto conocimiento del ciclo vital de la comunidad internacional, es posible que mis estudiantes no pudieran entender por qué en la primera parte de este siglo la temperatura global continuó subiendo pese a los mejores esfuerzos de los científicos, los ambientalistas y los ciudadanos preocupados. Varios países, entre ellos Uruguay y Bhután, hicieron todo lo posible para reducir su emisión de carbón y, finalmente, más de una docena de ciudades llegaron a la emisión cero. Muchas personas adoptaron el vegetarianismo, utilizaron coches eléctricos, bajaron el termostato de su casa en invierno, como si el cambio de estilo de vida por sí solo pudiera matar al monstruo.

Lamentablemente, en realidad un problema global requiere una respuesta global. El acuerdo climático de París, que fue firmado por 196 países a finales de 2015, no fue más que eso: un esfuerzo. Solo dos países se negaron a firmar; uno (Siria) porque estaba en medio de una guerra civil y el otro (Nicaragua), solo por fastidiar. Aun así, los términos del acuerdo estaban lejos de ser los adecuados. La comunidad internacional, que se había aunado en esta crepuscular cooperación, entendió bien la dimensión del desafío: hacer que la temperatura global no subiera más de 2º C respecto de la temperatura media de la era preindustrial. Sin embargo, lo mejor habría sido que el tratado de París limitara en 3º el aumento de la temperatura. Como todo el mundo sabe ahora, lo que sucedió no fue precisamente lo mejor.

Fue así como esa comunidad abandonó la misma idea de sustentabilidad y abrazó a su prima menor, la resiliencia. Trato de explicar a mis estudiantes que sustentabilidad es todo lo que tiene que ver con armonía, es decir, mantener el equilibrio, no extraer nunca más que lo que devolvemos. Mientras que resiliencia tiene que ver con las adaptaciones necesarias para sortear una situación crítica, esto es, con simplemente arreglárnoslas. El juicio de París –con su guiño a la resiliencia– fue, de hecho, el reconocimiento de un fracaso.

Aunque con imperfecciones, al menos formó parte de un proceso. Esto es todo lo que pretende la política democrática, les digo a mis acusadores. Se trata de comenzar en algún sitio y esperar que a partir de ahí todo mejore. Después de todo, siempre existe la posibilidad de que un día se pueda pasar de la resiliencia a la sustentabilidad.

Pero, por supuesto, también existe la opción de retroceder, que es exactamente lo que pasó: la ‘liga mayor’ –según una expresión del nuevo presidente de Estados Unidos– en 2017.

La revolución Trump

Es un hecho poco afortunado de nuestro mundo que destruir sea mucho más fácil que construir. Cualquiera puede golpear con un mazo, pero son pocos los que pueden emplear una paleta de albañil. Un estornudo involuntario puede echar abajo el más elaborado castillo de naipes.

Donald Trump fue mucho más que un estornudo. Su devoción por la destrucción de la “administración estatal” era impresionante. En ese tiempo, todos estábamos tan centrados en el especto nacional de esa destrucción –el derribo de los pilares del estado de bienestar, la supresión del sistema universal de salud, la reducción de todo tipo de protecciones legales y derechos de los votantes– que nos olvidamos de prestar la debida atención a la forma devastadora que se extendía esa destrucción fuera de nuestras fronteras.

Así es, el nuevo presidente anuló acuerdos comerciales pendientes, menospreció a aliados tradicionales y cuestionó la utilidad de acuerdos como el que permitía el programa nuclear iraní. Pero, en su mayor parte, esos eran ataques de índole bilateral. Mucho más peligrosos eran sus feroces acciones contra el orden internacional.

La más importante, por supuesto, fue su decisión de retirarse del acuerdo de París. Admitámoslo, se trataba de un compromiso débil y no vinculante. Aun así, eso para Donald Trump era demasiado. El presidente declaró que al acuerdo pondría en desventaja a los estadounidenses y obligaría a que los trabajadores y contribuyentes “absorbieran el costo” de la reducción de las emisiones de gases de invernadero por la “pérdida de puestos de trabajo, baja de salarios, cierre de fábricas y una enorme disminución de la actividad económica”. El que nada de eso fuese verdad no tenía importancia. En Estados Unidos, los programas relacionados con las energías renovables estaban creando más empleos bien pagados que los que la industria contaminante estaba tratando de conservar. Sin embargo, en su afán destructivo el presidente Trump jamás sintió la necesidad de justificar sus acciones recurriendo a los hechos reales.

Por otra parte, Estados Unidos era el país más rico del mundo y al mismo tiempo –históricamente– el mayor productor de emisiones de dióxido de carbono. Como les decimos a nuestros estudiantes aquí en Arcadia, si eres el mayor responsable de la suciedad, también deberías ser el mayor responsable de la limpieza. Este es un concepto sencillo para la comprensión de los jóvenes. Aun así, estuvo más allá de la capacidad de comprensión de la mayor parte de los estadounidenses.

Peor aun que ser meramente indiferente, el nuevo presidente estaba resuelto a acelerar el calentamiento global –en solitario, si fuera necesario–, expandiendo las perforaciones en el mar, permitiendo la construcción de más gasoductos y oleoductos, reduciendo las restricciones de todo tipo imaginable en la industria de los combustibles fósiles, recortando el apoyo al desarrollo de energías alternativas, estimulando la producción de vehículos que tragaban demasiado combustible y rebajando drásticamente los fondos necesarios para asegura el cumplimiento de todos los estándares medioambientales imaginables. En otras palabras, Trump no solo no deseaba dejar bajo tierra el tesoro representado por los combustibles fósiles: además, estaba impaciente dar al monstruo incluso más alimento que el que exigía.

De haber estado nosotros viviendo tiempos normales, habría sido posible luchar políticamente con eficacia contra esta arremetida. Pero justamente cuando el punto de vista basado en el carbón de Estados Unidos y el mundo estaba en su momento culminante, la política fue arrumbada en el trastero y liquidada.

La política de la antipolítica

Recuerdo el nacimiento de la antipolítica. Yo era joven cuando los disidentes del mundo comunista empezaron a asociar la actividad política oficial con el apoyo a un orden inmoral. Ellos creían que votar no tenía sentido si el partido gobernante obtenía el 99 por ciento de los votos en juego. Si el líder del Partido y el Politburó acababan siempre decidiendo todo, los parlamentos no eran más que cáscaras vacías. Cuando la política transige de esta manera, todo el mundo salvo los oportunistas se repliegan en la antipolítica.

El comunismo se murió en 1989, y la política renació en aquellos países de la antipolítica, pero su vida fue demasiado breve. En cuestión de una década, los nuevos conversos de la democracia empezaron a regresar a sus viejos recelos ante todo lo político, y los políticos convencionales pasaron a ser el enemigo. Una vez más, la colaboración y el compromiso eran anatema.

Y entonces, este mismo descontento con la política tal como la conocíamos comenzó a extenderse fuera de los confines del mundo postcomunista. Los votantes de otro sitio –aquellos con inclinación por los países unipartidarios o de líder único– se quedaban deslumbrados por el político más liberal. Donald Trump fue apenas uno más en esta nueva fraternidad de nacional-populistas, entre los cuales estaban Vladimir Putin, de Rusia; Recep Tayyip Erdogan, de Turquía; Rodrigo Duterte, de Filipinas; y Viktor Orban, de Hungría. Todos ellos comenzaron rápidamente a acumular poder en sus manos en un intento de gobernar por decreto (o, en el caso de Trump, mediante órdenes ejecutivas). En el ínterin, como estrategia, utilizaron la antipolítica para derrotar cualquier desafío en el ámbito nacional o en el exterior*.

Fue extraño que en tantos países, los votantes fueran aparentemente incapaces de darse cuenta de que esta nueva antipolítica recortaría sus derechos. Todos estos autócratas llegaron al poder, no por un golpe de Estado, sino mediante elecciones democráticas. Igualmente extraño fue el hecho de que, en esos años, fueran los jóvenes quienes, en proporciones cada vez mayores, ya no consideraran importante vivir en una democracia. Cuando solo los viejos creen en un sistema como ese, ya solo falta un paso para llegar a la tumba.

Quizá la culpa fuera de la economía. Casi uniformemente, los partidos más importantes de esos países tenían políticas que ensanchaban la brecha entre ricos y pobres, que robaban el empleo a la gente joven como también cualquier esperanza de un futuro. No debe sorprender entonces que ellos perdieran la fe en la profana religión de la democracia.

O talvez fuera la tecnología la que mató la política. El ordenador y el teléfono móvil se combinaron para reducir el espacio de atención necesario para la participación sostenida en los asuntos públicos. Las minicomunidades creadas por las redes sociales obviaron la necesidad de relacionarse con quienes no compartían las pequeñas preocupaciones que alguien podía tener. Y, por supuesto, cada uno empezó a reclamar resultados inmediatos con solo pulsar una tecla, lo cual –en el ámbito de la política– se tradujo en la utilización cada vez mayor de los decretos.

Durante un breve momento, el ‘impacto’ Trump provocó una reacción contraria. En Estados Unidos, hubo enormes manifestacioenes mientras algunos poco comprensivos burócratas del gobierno se atrincheraban porfiadamente en su posición; pero esto no hizo más que reforzar el discurso populista de una irresponsable elite liberal y, con ello, la profunda hostilidad estatal. En este breve lapso de aparente retroceso, los aliados europeos de Trump incluso perdieron algunas elecciones, pero quienes triunfaron en esos comicios continuaron con las políticas que perjudicaban económica y políticamente a la mayoría; en la siguiente confrontación o en la que seguía a ésta ocurrió lo previsible.

Como recuerdan quienes tienen cierta edad, a la larga el mismo Trump fue defenestrado vencido al fin por su contraproducente espíritu vengativo. En ese momento, sus críticos gozaron por el Schadenfreude**, solo para descubrir que él era reemplazado más que velozmente por alguien que compartía tenía su mismo talante destructivo y antipolítico, aunque sin sus rasgos personales más desfavorables.

Trump dejó atónita a la comunidad internacional; sus sucesores la destruyeron interiormente. Y, como todo el mundo sabe hoy en la Tierra fragmentada, el monstruo continuó recibiendo su alimento mientras las temperaturas, las inundaciones, las sequías, los salvajes incendios forestales, el nivel del mar, las olas de refugiados y el resto de calamidades continuaban aumentando inexorablemente.

El final de la infancia

Los cuentos de hadas deberían tener un final feliz. Yo les aseguro a mis estudiantes que en Arcadia están a salvo. Pueden ver por ellos mismos que nuestros cultivos son exitosos. Están los suficientemente lejos de las mareas oceánicas como para no sentir temor por el agua. Participan en la vida política democrática de nuestra comunidad. A pesar de algún problema ocasional, Arcadia, es una pequeña isla de esperanza en un mar de desesperación.

La temperatura continúa trepando. Fuera, la pelea por los recursos es cada año más encarnizada. Muchas de las comunidades que salpicaban una vez el paisaje alrededor de la nuestra no son más que un recuerdo. El muro que rodea a Arcadia es prácticamente inexpugnable y nuestro arsenal está muy bien provisto, pero la pregunta sigue siendo: ¿podremos sobrevivir sin la presencia de nuestros integrantes fundadores, quienes en estos momentos están empezando a morirse?

Criamos y educamos a nuestros hijos, pero la amenaza de un crecimiento aun mayor del mismo monstruo sigue vigente. Mientras se hacen adultos, algunos de los jóvenes sostienen que mi generación ha fracasado al no haber matado al monstruo; desgraciadamente, no podrían estar más en lo cierto. Creo que nosotros, al menos aquí en Arcadia, hicimos lo mejor que pudimos, pero lamentablemente no fue todo lo bueno que debía ser.

Dentro de poco tiempo nuestros jóvenes tomarán el testigo y seremos reemplazados. Se ocuparán de cultivar la tierra y mantener nuestro arsenal. En ausencia de una solución política para el cambio climático, continuarán buscando una solución científica y una comunidad internacional que la imponga. Y ellos serán quienes deberán asegurar que el monstruo –por mucho que resople y resople y amenace nuestro sustento– no acabe también echando abajo nuestra casa.

Notas:

* En la lista presentada unas líneas más arriba falta Mauricio Macri, presidente de Argentina desde diciembre de 2015, quien encaja perfectamente en la descripción que el autor hace de los gobernantes elegidos democráticamente cuya política es la antipolítica. (N. del T.)

** En alemán en el original. Schadenfreude significa ‘el mal ajeno’. (N. del T.)

John Feffer es autor de la novela distópica Splinterlands (publicada recientemente por Dispatch Books y Haymarket Books); Publishers Weekly dice de ella: “se trata de una advertencia escalofriante, seria e intuitiva”. Es director de Política Exterior en el Instituto de Estudios Políticos y colaborador habitual de TomDispatch.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176309/tomgram%3A_john_feffer%2C_the_invisible_monster_of_climate_change/#more

 

Fuente: rebelion .org

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México: Promoverán educación ambiental en escuelas

México/20 julio 2017/Fuente: Plano Informativo

El diputado Jesús Cardona Mireles, presidente de la Comisión de Ecología y Medio Ambiente, informó que en sesión de trabajo se aprobó la iniciativa de modificación al artículo 143 de la Ley Ambiental del Estado para promover la educación ambiental desde el nivel básico hasta el medio superior.

La propuesta presentada por el diputado Cardona Mireles, busca establecer la creación del Programa Estatal de Educación Ambiental para el Desarrollo Sustentable, en el cual participen en su elaboración las Secretarías de Ecología y Gestión Ambiental, (SEGAM) y la Secretaría de Educación de Gobierno del Estado, (SEGE) para establecer la educación ambiental desde el nivel básico hasta el medio superior.

Este programa deberá establecer acciones para el respeto y protección al medio ambiente entre los alumnos, como uno de los valores máximos. Además de incluir en las asignaturas relacionadas, temas de importancia que fomenten la preservación del medio ambiente.

El legislador explicó que al contar con una asignatura adecuada en materia ambiental, se promoverán los valores necesarios entre los alumnos más pequeños hasta los jóvenes sobre las acciones encaminadas a mantener un medio ambiente saludable, lo cual favorecerá la comunidad y el bienestar general de la población.

“Aquí tenemos que empezar con el tema ecológico desde el kínder, para mejorar la calidad de vida de la población, porque creemos que es importantísimo que esto sea una materia de todos los niveles educativos”.

Explicó que el dictamen respectivo será turnado para su revisión a la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología para su análisis, de manera que sea aprobado y presentado por ambas comisiones a consideración del pleno para su votación.

Fuente: http://planoinformativo.com/nota/id/533183/noticia/promoveran-educacion-ambiental-en-escuelas

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Ecología, Turismo y Aventura

19 de julio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/

Por: Gustavo Moreno Fredy Salamanca y Amanda Sánchez

Una estrategia pedagógica transversal que fomenta el cuidado del recurso hídrico y el desarrollo de competencias ciudadanas en los estudiantes del colegio Las Violetas, en Bogotá. 

Presentación institucional

El Colegio Las Violetas – Gabriel García Márquez se ubica en el barrio Villa Diana, al sur oriente de la capital colombiana. Hace parte de la localidad de Usme, que tiene un área de 21.556 hectáreas cuadradas, de la cuales 18.307 se subclasifican de la siguiente forma: 9.239 has. es territorio cultivable y 9068 has son catalogadas como áreas protegidas en suelo rural.

El área urbana es de 2.064 has y se subclasifica en suelo urbano 1.496 has. y en áreas protegidas, 568 has. Finalmente, en expansión urbana, el suelo comprende 1.186 has. El Colegio se encuentra en la frontera entre lo urbano y lo rural, sector también llamado periurbano. Además, está rodeado por áreas protegidas como el parque natural Entre Nubes y el pie de monte del páramo de Cruz Verde, en los cerros orientales.

El Colegio las Violetas nació como respuesta a las necesidades de la comunidad de este sector de la cuidad, la cual no contaba con una institución oficial que ofreciera el servicio educativo a sus niños, niñas y jóvenes. Inicialmente, la sede se ubicó en el barrio Violetas, por lo que la institución recibió su nombre.

Esta sede se ubicaba en la parte más alta del barrio, contiguo a la montaña y al borde del ecosistema de bosque alto andino, situación que fue aprovechada como un recurso educativo y sobre el cual se iniciaron muchos de los proyectos que hoy en día existen.

Esta sede inició con una casa muy pequeña, donde solo existía la primaria. En esa época, al mirar las necesidades del sector, la rectora, Fanny Mora de Ruiz, empezó la tarea de mejorar la calidad educativa y realizando diferentes gestiones, logró la construcción de unas casetas para iniciar la secundaria y de esta forma, el colegio Distrital Las Violetas se aprobó según resoluciones No. 074 del 11 de enero de 2002.

En ese momento, ofrecía a la comunidad la educación básica, desde el grado cero hasta noveno. Estaba ubicado en la calle 90 sur No. 22A – 32 y allí, atendía las necesidades de la población de los barrios Violetas, Villa Rosita, Villa Diana, San Pedro, J.J. Rondón, Arrayanes, Tiguaque y demás barrios circunvecinos. Al estar ubicado en una zona de reserva natural, llamada Parque Entre Nubes, por encima de la cota de servicios públicos, no se contaba con agua potable.

En 2004, el hospital de Usme cerró el colegio por hacinamiento. Todo esto motivó a la comunidad y directivas del colegio para gestionar la construcción de un nuevo colegio en una zona adecuada, donde se contara con los mínimos servicios públicos, y se pudiera ofrecer un servicio educativo de calidad, con las mejores condiciones para el aprendizaje de los estudiantes.

Fue así que, desde 2003, se gestionó la consecución de un lote para la construcción de la nueva sede y así tener el diseño arquitectónico y estructural para hacer realidad este sueño de la comunidad. Durante 2004 y 2010, se desarrollaron estos procesos, dando como resultado la construcción de uno de los mejores y más grandes colegios de la localidad. La nueva sede, se inaugura el 2 de octubre de 2010.

Este plantel tuvo una inversión de más de dieciséis mil millones de pesos. Tiene más de diez mil metros cuadrados de construcción, con una capacidad para 3.700 estudiantes y consta de treinta y seis aulas, siete laboratorios, tres salas de informática, biblioteca y comedor; todo rodeado de amplias zonas verdes. En recursos humanos, hay sesenta y cinco profesores, tres coordinadoras y dos orientadores.

Para 2014, según el registro de matrícula de la S.E.D., en la jornada de la mañana, hay 1017 jóvenes desde preescolar hasta grado once. En la jornada de la tarde, hay cuatrocientos noventa y seis educandos. En el P.E.I. 2014 del Colegio las Violetas, se han teniendo en cuenta a los estudiantes, padres de familia, vecinos y docentes, quienes han decidido trabajar por la sociedad desde la orientación del proyecto escolar.

La comunidad educativa ha propuesto cuatro pilares (Comunicación, Derechos Humanos, Producción y Educación Ambiental), desde los cuales crecerá la nueva escuela. Esta se denomina “Formación ecopedagógica, investigativa, productiva y comunicativa mediada por valores sociales”. El colegio Las Violetas IED es una institución pública que realiza procesos de formación ética, política, estética e investigativa, en relación consigo mismo, con los otros, con el conocimiento y con el ambiente.

El propósito fundamental de la institución es lograr la emancipación de la comunidad educativa, a través de procesos de emprendimiento fundamentados en la sabiduría, el respeto, la dignidad, la alegría, la confianza, los pactos, el diálogo, la reflexión, la problematización, la pregunta y el desarrollo del pensamiento crítico y creativo, los cuales promuevan el bien-estar, bien-ser, bien-tener de la comunidad.

Con la colaboración de padres de familia, vecinos, estudiantes y profesores se revisa el proyecto institucional cada año y las modificaciones se hacen conocer al entregar la agenda el siguiente año; es decir, para 2014, se trabaja con el P.E.I. revisado en 2013 y este aparece impreso en la agenda escolar.

Entorno social

La comunidad aledaña al colegio Distrital Las Violetas está clasificada en los estratos uno y dos. En general, presenta bajos niveles de educación y altos niveles de subempleo. Las alternativas de trabajo que se encuentran en la zona son muy escasas; hasta hace algunos años, el sector era netamente rural y en este momento, todavía conserva dichas características, aunque sus costumbres han sido permeadas por rasgos propios de la vida urbana. Debido a las condiciones económicas y políticas del país, este es un sector al cual han llegado personas procedentes de diferentes partes del país, presentándose una mezcla cultural y social, lo cual se refleja en el colegio.

Lea la experiencia completa en este enlace.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/ecologia-turismo-y-aventura

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México: Promueve CGE programa de educación ambiental

México/11 de julio de 2017/Fuente: https://www.elsoldetlaxcala.com.mx

A través de esta estrategia la población participará de manera activa para cuidar el medio ambiente y disminuir la contaminación

Con el propósito de promover, sensibilizar y crear mayor conciencia entre los niños y jóvenes sobre la protección y conservación de la biodiversidad, la Coordinación General de Ecología (CGE) implementará el programa “Educación Ambiental en tu Entorno”.

Efraín Flores Hernández, coordinador general de Ecología, afirmó que este proyecto contribuye al fortalecimiento de la cultura ecológica para el cuidado del medio ambiente a través de actividades recreativas, vivenciales y prácticas.

El titular de la CGE informó que los cursos serán impartidos por un grupo de educadores que enseñarán a la comunidad estudiantil la riqueza de los recursos naturales.

El funcionario estatal puntualizó que, como parte del programa, se llevarán a cabo recorridos en áreas naturales protegidas, rellenos sanitarios, plantas de tratamiento de aguas residuales y en el Zoológico del Altiplano.

Flores Hernández indicó que a través de estas acciones la CGE busca que los asistentes a los cursos conozcan de manera presencial los sitios que fungen como depósitos de desechos sólidos y aguas residuales, en donde además se les da el tratamiento necesario para evitar que dañen al medio ambiente.

“A través de esta estrategia la población participará de manera activa para disminuir la contaminación que ha generado el cambio climático; bajo este pilar de educación ambiental esperamos crear conciencia, actitudes y valores hacia el medio ambiente que nos permitan tener un desarrollo sostenible”, destacó.

El Coordinador General de Ecología anunció que el programa de “Educación Ambiental en tu Entorno” será incluido en las capacitaciones, cursos, talleres, pláticas y conferencias que otorga la dependencia para llegar a un mayor número de personas.

Para mayor información, las personas interesadas pueden comunicarse al teléfono 01 (246) 46 529 60, extensiones 3421 y 3419 de lunes a viernes en un horario de 08:00 a las 17:00 horas.

Fuente de la Noticia:

Promueve CGE programa de educación ambiental

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Arequipa: Unesco evaluará pedido de declaratoria de primer geoparque del Perú

Perú / www.andina.com.pe / 5 de Julio de 2017.

Delegación llega el 10 de julio y visitará cañón del Colca y Valle de los Volcanes

Dos funcionarios de la Unesco arribarán a la ciudad de Arequipa para evaluar in situ el pedido de declaratoria del primer geoparque de Arequipa denominado “Cañón del Colca y Valle de los Volcanes”, que comprende las provincias de Caylloma y Castilla.

Los especialistas de la Unesco llegarán el 10 de julio y sostendrán reuniones técnicas y políticas con autoridades de la ciudad, para conocer más detalles sobre el pedido formulado por el gobierno regional de Arequipa, municipalidad provincia de Caylloma, Autocolca, Ingemmet, entre otras entidades que se han unido para hacer realidad tan importante proyecto.
El pedido de declaratoria del geoparque “Cañón del Colca y Valle de los Volcanes” fue presentado el año pasado a la entidad internacional, tiempo desde el cual se desarrollaron actividades académicas con miras a lograr el reconocimiento de la Unesco.
Durante su estadía en Arequipa los integrantes de la Unesco se trasladarán al Colca y al Valle de los Volcanes, a fin de certificar el argumento técnico presentado por los promotores del geoparque.
El geoparque es un área de relevancia geológica y geomorfológica de un espacio natural como lo es el Cañón del Colca con una profundidad de 4,160 metros, cuya zona guarda más de 400 millones de años de la geología.
Así como el Valle de los Volcanes, ubicado en la provincia de Castilla donde se suscitó la última erupción de la era cuaternaria que dejó 25 conos monogenéticos, que pueden ser vistos por la gente que llega hasta el lugar.
El geoparque “Cañón del Colca y Valle de los Volcanes”, comprende también una rica flora y fauna, extensas zonas de andenería, bosques, nevados, complejos arqueológicos y otros atractivos que captan la atención de los turistas que llegan a estas zonas deseosos de conocer el lugar.
Un geoparque es un territorio que cuenta con una red de lugares de importancia geológica, así como con sitios de importancia etnográfica, ecológica y cultural.
Fuente:http://www.andina.com.pe/agencia/noticia-arequipa-unesco-evaluara-pedido-declaratoria-primer-geoparque-del-peru-673406.aspx
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