¿Un futuro social-ecológico? Las alianzas verdes-rosas-rojas en las elecciones francesas

Por: Eduardo Febbro

 

Los ecologistas, aliados con socialistas, comunistas y otras expresiones de la izquierda, lograron importantes victorias en la segunda vuelta de las elecciones municipales francesas. La pandemia de covid-19 actualizó muchas de las temáticas que ya estaban sobre la mesa, y el discurso verde capturó sobre todo el apoyo de sectores urbanos y juveniles de grandes ciudades.

Llegaron en bicicleta a la cima del poder municipal mediante una serie de pactos múltiples con las corrientes de la izquierda que empezaron a gestarse a finales de 2019, durante las manifestaciones en contra de la reforma de las jubilaciones, y se reforzaron a lo largo de los meses del confinamiento instaurado para combatir la pandemia de covid-19.

El pasado 28 de junio, al cabo de la segunda vuelta de las elecciones municipales, los ecologistas franceses fueron protagonistas de una consulta con varias connotaciones históricas: primero, hubo una altísima abstención de 60% del electorado; segundo, Europa Ecología los Verdes (EELV) y sus aliados de la izquierda y de los movimientos ciudadanos ganaron ciudades que, hasta ese momento, habían estado cautivas de la bipolaridad izquierda-derecha o directamente de la derecha: es el caso de la segunda ciudad de Francia, Marsella (860.000 habitantes), controlada por la derecha desde hace un cuarto de siglo y ganada ahora por Michèle Rubirola, al frente de la lista La Primavera Marsellesa; de Lyon, la tercera ciudad del país (550.000 habitantes) y, sobre todo, de Burdeos (259.000 habitantes). La capital de la Gironda es la perla de la nobleza, el bastión más arraigado de la aristocracia vitivinícola, y llevaba 75 años bajo el poder de conservadores y liberales. La alianza verde-rosa-rojo-ciudadana liderada por el abogado Pierre Hurmic desplazó a un candidato conservador respaldado por el macronismo y la derecha del ex-presidente Nicolas Sarkozy. En Lyon ocurrió lo mismo: las listas de la izquierda radical de Francia Insumisa y la de los socialistas se fusionaron con los verdes conducidos por Grégory Doucet y así vencieron a la derecha, que había forjado una alianza «antinatural» entre Gerard Collomb, ex-socialista y ministro del Interior del presidente Macron, y los conservadores del partido sarkozista Los Republicanos.

Esos esquemas se repitieron en Estrasburgo, Potiers, Annecy, Tours y Besançon (8 de las 40 ciudades con más de 100.000 habitantes) y en otras localidades pequeñas, lo que dejó a los verdes y a sus socios al timón local de más de dos millones de personas (9% del electorado). París tampoco fue ajena a esta tendencia. La alcaldesa de la capital francesa, la socialista Anne Hidalgo, revalidó su mandato ante la candidata de la derecha, Rachida Dati, y la ex-ministra de Salud de Macron, Agnès Buzyn, mediante una coalición con los ecologistas.

El batacazo de los ecologistas franceses contribuye a incrementar el peso político de esa corriente, que ya había modificado las relaciones de fuerzas en otros países de la Unión Europea y fuera de ella. Es el caso de Alemania, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo, Austria, Suiza, Suecia o Finlandia. La posibilidad de que se forme un «arco verde» entre los dos países que son el motor de la Unión Europea, Francia y Alemania, empieza a tomar cuerpo, tanto más cuanto que las elecciones alemanas se celebrarán en 2021 y las presidenciales francesas, en 2022.

El momento es clave, porque el ecologismo europeo despega justo cuando este 1° de julio Alemania asume la presidencia de la Unión Europea y los ciudadanos manifiestan un vuelco en sus tendencias. Las encuestas de opinión revelan que la ecología supera incluso a temas como la inmigración. La ministra alemana de Medio Ambiente, Svenja Schulze, difundió un sondeo donde 50% de la opinión pública de su país pone la política climática por encima de los estragos del coronavirus, las cuestiones migratorias y económicas o la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

La irrupción ecologista ha sido también una tabla de salvación para la moribunda socialdemocracia. En Francia, los socialistas adaptaron su retórica a la demanda verde y, allí donde fue posible, se asociaron con el ecologismo para no morir. La etiqueta «ecologista» es objeto de una apropiación de todos los partidos. La consulta municipal fue la primera que se llevó a cabo en un país central de la Unión Europea luego de la pandemia. Esta elección post-confinamiento prueba que el virus ha tenido una primera traducción electoral. El director del departamento Opinión de la consultora IFOP, Jérôme Fourquet, observa que «el modelo con que se leyó la epidemia fue la ecología, con muchos cuestionamientos sobre nuestros modos de vida y de consumo».

Sarcasmos, agresiones retóricas de mal gusto, calificaciones como «utopistas irresponsables» o advertencias sobre la «ecología punitiva» no disuadieron al electorado. En los años 90, el fundador de la extrema derecha francesa, Jean Marie Le Pen, los retrataba como «sandías», es decir, verdes por fuera y rojos por dentro. Durante la campaña de 2020, sus adversarios los apodaron los «Jemeres verdes», en alusión al régimen genocida camboyano de Pol Pot. La fórmula verde-rosa-roja-ciudadana innovó también en la posición privilegiada de las mujeres en las listas. Estrasburgo, Rennes, Besançon, Nantes, Marsella, París, Potiers o Lile están ya dirigidas por mujeres.

El fruto llegó a su madurez con la combinación de dos ingredientes internos al movimiento ecologista: a los militantes de los años 90, como el ahora alcalde de Burdeos, se les sumó la generación más joven del siglo XXI, en muchos casos decepcionada por el Partido Socialista y sus esperpénticas ambigüedades, y oriunda a menudo de la militancia en las ONG humanitarias o de defensa del medio ambiente (Gregory Doucet en Lyon, Jeanne Barseghian en Estrasburgo, entre tantos otros). Tienen un enfoque más igualitario y, sobre todo, menos corrompido por los engranajes partidarios.

El impacto del voto verde tiene otra variante a veces invisible, pero no menos importante: allí donde no ganó, la ecología fue una fuerza decisiva en la victoria de los candidatos de izquierda o socialistas. Un ejemplo es la ciudad de Montpellier, donde el socialista Michaël Delafosse se puso al frente de una lista compuesta por socialistas, comunistas y verdes.

El dirigente verde Yannick Jadot defiende un objetivo común para todos los mandatos municipales: «demostrar que la ecología en el poder es eficaz para la vida concreta de los franceses». El objetivo verde cumplió una etapa y anhela pesar más en las próximas elecciones. Jadot asegura que «de cara al futuro, aún debemos ampliar el círculo, ir desde la generación clima hasta los empresarios que invierten masivamente en la ecología. Es preciso lanzar una vasta unión en torno de la ecología de todas las fuerzas de la izquierda que lo desean y, más allá, de todos los ciudadanos que se reconocen en esta nueva matriz política». Los verdes venían con una dinámica positiva desde las elecciones europeas de 2019, donde quedaron en tercera posición con 13,47% de los votos, detrás del partido presidencial La República en Marcha (LREM), con 22,41%, y la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, con 23,31%.

Ese éxito terminó por remodelar y disciplinar a un partido que ya había iniciado una etapa de apaciguamiento en 2017. Hasta ese entonces, la ecología tenía una pátina adolescente tanto más manifiesta cuanto que sus líderes se comportaban en público como niños rabiosos. Peleas, odios, traiciones, divisiones y cóleras habían alimentado la crónica política del partido. Julio de 2020 trazó una línea sólida de lucidez. El poder está entre sus manos con perspectivas muy alentadoras hacia el futuro. Julien Bayou, secretario nacional de EELV, observaba que estas «nuevas victorias le permiten a la ecología arraigarse durablemente en los territorios, en varias ciudades y grandes metrópolis, pero también en los barrios populares donde la ecología no tiene eco». A veces, una dinámica de transformación suele tener consecuencias colaterales que exceden el terreno de lo que está en juego. Este ha sido el caso.

David Corman, ex-líder de los ecologistas, dirige su reflexión en esa dirección: «salimos de nuestra zona de confort, somos capaces de ganar en los bastiones de la izquierda (Potiers) y también ser una fuerza de propulsión para derrotar a LR y LRM (la derecha y el macronismo), como en Burdeos y Lyon. Nos hemos convertido en un valor de refugio para los electores que rompieron con Macron, pero también del electorado de izquierda que constata que el relato clásico de la socialdemocracia es obsoleto. Nuestro relato se impone al de la izquierda productivista». El análisis es pertinente porque los resultados de la elección arrojan una radiografía en la que sobresale la redistribución de los equilibrios en el seno de la izquierda. El Partido Comunista perdió prácticamente todos los bastiones que controlaba en los barrios populares desde hace más de medio siglo (Saint-Denis, Aubervilliers, Choisy-le-Roi, Champigny-sur-Marne, Arles). A su vez, la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon, Francia Insumisa, fue la gran ausente y, salvo un par de casos, los socialistas permanecen en la bruma. Con un aparato reducido (EELV tiene apenas cuatro empleados), el ecologismo impuso sus temáticas y ascendió al rango de ímpetu motor. No hay en este momento controversia entre el PS y EELV. Los debilitados socialistas adelantan que están abiertos a respaldar «a quien encarne la social-ecología» (Olivier Faure, primer secretario del PS). Ambos entendieron que juntos son sinónimo de victoria. Yannick Jadot analiza: «la alternancia no se hace en competencia con el PS, sino en torno de la ecología. Allí donde ganamos fue con amplias uniones, con proyectos que tienen tres pies: la ecología, la solidaridad y la democracia». Los verdes permanecen modestos y alegan que no es su partido lo que cuenta, sino la ecología. La número dos de EELV, Sandra Regol, apuesta por esa dinámica cuando afirma: «en adelante, la división política pasa por el paradigma ecologista».

Aquellos jóvenes «inmaduros», en bicicleta, aquellos «jardineros utopistas» trastornaron la composición del atorado régimen político francés. La última vez que tuvieron alguna incidencia remonta a finales de los años 90. En 1997, cuando el socialista Lionel Jospin fue primer ministro, se formó una alianza conocida con el seductor sello de «izquierda plural» o «izquierda arcoíris» donde figuraban los ecologistas. Luego, ya nunca más consiguieron pisar fuerte. Recién en 2014, en las precedentes elecciones municipales, sembraron las semillas de la que saldría la selva de 2020. Sorpresivamente, el candidato ecologista Eric Piolle ganó la intendencia de la ciudad de Grenoble (170.000 habitantes) en 2014 con un modelo semejante al de 2020: alianza con el Partido de Izquierda, Los Alternativos, La Izquierda Anticapitalista y algunas asociaciones locales (lista Grenoble para Todos). En aquel momento fue el primero y único dirigente ecologista al mando de una gran ciudad francesa y se fue convirtiendo poco a poco en la figura de un pensamiento ecologista renovado. Su credo es el esbozo de un «arco humanista» capaz de abarcar a todas las izquierdas.

Piolle ha estado entre los pesos pesados del ecologismo y la izquierda que, en plena pandemia, empezaron a moverse para configurar un abanico de alianzas añorado pero jamás plasmado antes. El 14 de mayo, cuando los estragos del sismo social, financiero y sanitario que había desencadenado la pandemia dejaron al país y al mundo en la incertidumbre, sindicalistas, lideres ecologistas, comunistas, socialistas, movimientos anticapitalistas, ex-ministros y hasta economistas como Thomas Piketty publicaron una tribuna en la prensa francesa interpelando a afianzar una honda transformación ecológica y social, así como la edificación de una plataforma plural para salir de la crisis. En aquel texto ya había signos de un cambio. Palabras borradas del vocabulario como «trabajador» (reemplazado por asalariado) volvieron a circular. El texto era una síntesis del ecologismo, de lo que le había dado sentido al progresismo y de las contribuciones de las asociaciones civiles. Durante los 55 días del confinamiento, ecologistas, socialistas, sindicalistas comunistas y otros partidos de izquierda empezaron a tejer la posibilidad de una convergencia en las urnas. Zoom o WhatsApp fueron el soporte de un diálogo que apuntó a configurar el mundo pospandemia. A su manera paradójica, el coronavirus curó las heridas de las divisiones. Había, no obstante, un puente tendido entre la Confederación General del Trabajo (CGT) y los ecologistas.

En diciembre de 2019, en medio de las huelgas contra la reforma del sistema de pensiones, la CGT y los ecologistas emprendieron una reflexión conjunta que más tarde se traduciría en las urnas. La pandemia sirvió también como manual pedagógico real para resaltar que la ecología, la igualdad, la solidaridad, los servicios públicos, la atención al prójimo y los salarios no eran discursos desteñidos del pasado, sino una necesidad renovada. El coronavirus vitaminizó el relato ecologista y acrecentó la duda sobre los modos de consumo. Al cabo de tres décadas de hablar en una iglesia desierta, el ecologismo logró personificar ese «mundo del después» que ya formaba parte de su ADN: vivir mejor, respeto por el planeta, crecimiento no destructivo, consumo controlado y no contaminante, una economía con menos carbono, etc.

¿Un presidente social-ecológico en Francia en 2022 ? Todo es posible, tanto más cuanto que el gran relato macronista en torno de la desaparición del clivaje izquierda/derecha se vino abajo. Las elecciones municipales restauraron esa constante de la historia y le dieron a la ecología el estatuto de árbitro. Perspectivas estratégicas profundas y medios de acción política reales en manos de los verdes han derretido el bloque tradicional. Los «niñitos rebeldes» manejan el gran triciclo político con una preponderancia inobjetable: el trazado ecologista estructuró la campaña de las elecciones municipales. Esa predominancia se volcó en las urnas en la primera vuelta del mes de marzo y, tres meses después y con la pandemia en el medio, en vez de esfumarse se acrecentó. Asociaciones, intelectuales y líderes de todo el orbe salieron en el medio a promover, en nombre de la ecología, lo que la llamada «izquierda burguesa» había acallado en sus retóricas. Había ya un cimiento posado entre 2018 y 2020: la visibilidad de las temáticas ecológicas llegó a la cima con las manifestaciones mundiales a favor del clima y las marchas juveniles bajo la bandera de la adolescente sueca Greta Thunberg.

Queda, no obstante, una deuda pendiente, y no es menor: la conquista del mundo popular y el campo, a los que, por el momento, solo acede con eficacia la extrema derecha francesa. En un estudio destinado a la Fundación Jean Jaurès realizado por el director del departamento Opinión de la consultora IFOP, Jérôme Fourquet, y el geógrafo Sylvain Manternach, ambos acentúan una tendencia: «el voto ecologista es principalmente urbano. Los verdes reúnen aproximadamente 11,3% de los votos en las comunas de menos de 1.000 habitantes; 13,2% en las de 10.000 a 20.000 habitantes; y 19,4% en las ciudades con más de 200.000 habitantes”.

Esa frontera campo/zonas periurbanas ha sido el freno que limitó la expansión de la izquierda radical de Francia Insumisa y la que le abrió a Marine Le Pen las puertas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017. No caben ya dudas de que, desde la extrema derecha, pasando por los liberales y conservadores hasta los socialistas y la izquierda radical, la ecología es un título de posgrado que todos buscarán obtener. Algo, no obstante, ha cambiado en profundidad: desde la década de 1980 hasta 2019 la retórica que contaminó todos los partidos fue la de la extrema derecha. La ecología la está sustituyendo. El ecologismo colonizó en 2020 las inquietudes de millones de electores, desbordó el contenido de los partidos y se volvió el tema predominante. Puede que en 2022 haya un presidente «social-ecológico», siempre y cuando el ecologismo logre irrigar a esa mal llamada «Francia invisible» que vive del otro lado de la tecnología, las ciudades confortables y la bicicleta.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/un-futuro-social-ecologico/

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15 mujeres científicas para estudiar en el aula

Por: Educación 3.0.

A lo largo de la historia, muchas mujeres han realizado grandes avances científicos y, sin embargo, han estado a la sombra de sus homólogos masculinos. Estos son algunos ejemplos ideales para trabajar en clase.

La historia está repleta de mujeres que han sido clave en el avance de la ciencia y en la configuración del mundo tal y como lo conocemos. Aunque su reconocimiento ha estado en la sombra durante años y muchas aún sean anónimas, el trabajo de estas 15 mujeres científicas que cambiaron la ciencia es recomendable para estudiar en el aula.

Marie Curie (Polonia, 1867-1934)

Marie Curie - Mujeres científicas

Física y química polaca, pionera en el campo de la radioactividad, fue la primera mujer de la historia en ganar un premio Nobel. Para lograr ese galardón tuvo que superar numerosos obstáculos, incluida la dificultad de acceso a la universidad, pues en Polonia las mujeres tenían prohibido acceder a la Enseñanza Superior. A pesar de ello, años más tarde se convirtió en la primera mujer que llegó a catedrática en la Universidad de París y una de las únicas cuatro personas ganadoras de dos premios Nobel (uno de ellos compartido con su marido, Pierre Curie).

Lise Meitner (Austria, 1878-1968)

Lise Meitner - Mujeres cinetificas

La física responsable de la fusión nuclear y la única mujer que tiene un elemento de la tabla periódica en su honor: el meitnerio. El resto son mujeres de la mitología y, ni siquiera el curio hace homenaje a la recién mencionada Marie Curie: es compartido con su marido Pierre Curie. Lise Meitner, tuvo que llevar a cabo sus experimentos de radioquímica lejos de los focos de los grandes investigadores en una época en la que las mujeres no tenían permitido pisar un laboratorio. Sus investigaciones sobre la fusión nuclear fueron cruciales para descubrir el meitnerio, que dio inicio a la era atómica.

Rachel Carson (Estados Unidos, 1907-1964)

Rachel Carson - mujeres cientificas

A comienzos del siglo XX advertía sobre los efectos nocivos de los pesticidas en el medio ambiente y de la creciente contaminación. Su libro “Primavera silenciosa” logró erradicar el DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) y marcó el nacimiento de la preocupación por el deterioro del planeta debido a la acción humana. Su libro sigue siendo uno de los títulos de referencia del ecologismo y la polémica que suscitaron llevó a que Estados Unidos creara la Agencia de Protección del Medio Ambiente e incorporara a su agenda la política medioambiental.

Mae Jemison (Estados Unidos, 1956)

Mae Jemison

Mae Jemison fue la primera mujer afroestadounidense en viajar al espacio. Entró en la Universidad de Stanford a la edad de 16 años, graduándose con títulos de ingeniera química y estudios afro-americanos. En septiembre de 1992, tras completar el entrenamiento de la NASA, llegó al espacio como especialista de la misión a bordo del transbordador Endeavour. En la actualidad focaliza sus esfuerzos en la mejora de la salud en África y en el avance de las tecnologías en países en desarrollo.

Rosalind Franklin (Reino Unido, 1920-1958)

Rosalind Franklin - mujeres cientificas

Biofísica y cristalógrafa, sus investigaciones sobre el ADN permitieron los increíbles avances científicos producidos en el siglo XX. Sin embargo, muchos de sus descubrimientos fueron robados y permitieron a Watson, Crick y Wilkins ganar el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962. Más tarde, Watson puntualizó que Franklin debió haber sido galardonada también gracias a su descubrimiento de la llamada “fotografía 51” (que mostraba la estructura de doble hélice del ADN). Para aquel entonces, Franklin ya había fallecido.

Inge Lehmann (Dinamarca, 1888-1993)

Inge Lehmann - mujeres cinetificas

Lehman fue la primera sismóloga en afirmar que el núcleo terrestre se divide en una parte sólida y otra líquida. Sus estudios sobre el núcleo de la Tierra, llamados “discontinuidad de Lehmann”, se publicaron en un documento conocido como ‘P’ y también demostraron que la Tierra no es una esfera compacta e inactiva, como se creía hasta ese momento. Utilizó los terremotos para confirmar su teoría.

Katherine Johnson (Estados Unidos, 1918)

Katherine Johnson - mujeres cientificas

Nació en el seno de una familia humilde de Virginia y su destino como mujer y negra parecía decidido (las leyes de segregación racial no le permitían mucho más que dedicarse a ser maestra). Pero Katherine pronto empezó a destacar por su control de los números y las matemáticas: su intelecto le permitió graduarse en matemáticas y francés a la temprana edad de 18 años. Trabajó como profesora durante años y en 1953 comenzó a trabajar en el departamento de cálculo de la NACA (predecesora de la NASA), donde realizaba todas las operaciones que necesitaban los ingenieros aeronáuticos. Su curiosidad y control numérico la llevó a realizar todos los cálculos del proyecto Mercury, siendo así la responsable de la trayectoria parabólica del primer vuelo tripulado al espacio. También calculó la trayectoria del Apolo 11 que llevaría al hombre a la luna y fue clave en el retorno del Apolo 13.

Ada Lovelace (Reino Unido, 1815-1852)

Lovelance fue la primera persona en desarrollar un código de computación y una adelantada a su tiempo. Descubrió que, a través de una serie de símbolos y normas matemáticas, se podían calcular grandes series de números, adelantando así las capacidades que más adelante tendrían las máquinas. Hija de una matemática y activista política y del poeta George Byron, gracias a su posición social llegó a conocer a científicos importantes, lo que le permitió desarrollarse educativamente.

Mary Anning (Reino Unido, 1799-1847)

Mary Anning - mujeres cientificas

La primera paleontóloga en identificar correctamente un esqueleto de ictiosauro, reptil marino de la época del Jurásico. Encontró los primeros dos esqueletos de plesiosauros y el primero de pterosaurio fuera de Alemania. Realizó importantes aportaciones a la paleontología y la geología en una época en la que muchos aún pensaban que ninguna especie se había extinguido. Sin embargo, sufrió la desigualdad de género de la época: la Sociedad Geológica de Londres jamás la admitió entre sus miembros y vivió el desprecio de muchos paleontólogos varones, que durante años se apropiaron de sus descubrimientos y estudios.

Barbara McClintock (Estados Unidos, 1902-1992)

Barbara McClintock - mujeres cientificas

Una de las grandes científicas en el campo de la genética, fue Premio Nobel de Medicina en 1983, aunque no lo tuvo fácil como mujer investigadora. Sus innovadores resultados llegaron de la mano del maíz y de la investigación de su genoma. McClintok observó las ‘letras’ que componían su ADN y vio, por primera vez, que existían una serie de secuencias genéticas que podían cambiar su posición. De esta manera. produjo el primer mapa genético del maíz, que más tarde serviría para demostrar los mecanismos del cambio y de la regulación genética.

Elizabeth Blackburn (Australia, 1948)

Elizabeth Blackburn

Es bioquímica australiana y bióloga molecular por la Universidad de Cambridge, además de ganadora del premio ‘Nobel de Medicina y Fisiología’ en 2009 gracias a su descubrimiento de la telomerasa, enzima que forma los telómetros durante la duplicación del ADN. Estas estructuras son vitales para entender la degradación molecular y el desarrollo del cáncer. También pertenece a las sociedades científicas más prestigiosas del mundo: Royal Society (Londres, Inglaterra) y Sociedad Americana de Biología Celular (Instituto de Medicina, Estados Unidos). Actualmente es profesora de biología y fisiología en la Universidad de San Francisco, en California.

Margarita Salas (España, 1938 – 2019)

Margarita Salas

Responsable del hallazgo de la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, su investigación permite a los oncólogos ampliar pequeñas poblaciones de células que podrían dar lugar a tumores y, de esta manera, estudiarlos con más facilidad. Primera mujer española en ingresar en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, cuenta con una larga e importante carrera: fue doctora en bioquímica por la Universidad Complutense de Madrid y profesora ad honorem en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del CSIC, del que también fue directora en 1992. Además, fundó el primer grupo de investigación en genética molecular en España y recibió galardones internacionales y nacionales como la Medalla Mendel, Premio L’Oreal de UNESCO y el Premio Nacional Ramón y Cajal, entre otros.

Jocelyn Bell (Irlanda, 1943)

Jocelyn Bell

Detectó por primera vez la radioseñal de un púlsar junto a su tutor, Antony Hewish, a quien le otorgaron el Premio Nobel de Física en 1974. Jocelyn, sin embargo, fue excluida del premio.Durante sus años en la Universidad Southampton (Inglaterra), esta astrofísica comenzó a explorar e investigar sobre astronomía en rayos gamma y enseñó astronomía en Rayos X en el Mullard Space Science Laboratory (Londres). Recibió en 2015 la Medalla de Oro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la mayor institución científica española. Es miembro de la Real Sociedad Astronómica de Londres y profesora visitante de la Universidad de Oxford. A su vez, es presidenta de la Real Sociedad de Edimburgo.

Emmy Noether (Alemania, 1882-1935)

Emmy Noether

Einstein la consideraba la mujer más importante en la historia de las matemáticas. A pesar de que en su época (finales del siglo XIX y principios del XX) las mujeres no podían acceder a la universidad, Noether rompió todas las barreras científicas y sociales y revolucionó con su forma de hacer matemáticas. Fue artífice el álgebra moderna y el teorema de Noether, que permitía entender y resolver el problema de la conservación de la energía, clave para la visión actual del Universo y para comprender la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Fue expulsada de Alemania por los nazis al ser judía y pacifista, lo que le obligó a emigrar a Estados Unidos. Se convirtió en un hito al convertirse en la primera mujer plenaria en un Congreso Internacional de Matemáticos, en 1932, y en ser la primera también en estar habilitada para dar clases en la Universidad de Erlanger-Nuremberg (Baviera, Alemania).

Dorothy Crowfoot (Egipto, 1910–1994)

Dorothy Crowfoot

Premiada por la Academia Sueca en 1964, Dorothy fue una química británica que desarrolló la técnica de difracción de rayos X para aplicarla en la estructura tridimensional de las moléculas orgánicas complejas. Además, desplegó la cristalografía de proteínas, razón por la que fue ganadora del Premio Nobel el 1964 (la tercera mujer en recibirlo después de Marie Curie y su hija Irène Joliot-Curie). En 1969 halló la estructura cristalina de la insulina, medicamento necesario para el tratamiento de pacientes con diabetes mellitus. Posteriormente consiguió investigar el calciferol y la vitamina D2. Se convirtió en profesora investigadora de la Royal Society en 1960.

Fuente de la reseña: https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/mujeres-cientificas-aula/70277.html

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Cuando convergen el feminismo, el ecologismo … y el anticapitalismo

Por: Álvaro Sanz

«El capitalismo es ese sistema depredador de recursos naturales, pero también es ese sistema machista que oprime a las mujeres y a la clase trabajadora»

Cuatro mujeres asesinadas en nuestro país por la violencia machista, una sangre inocente derramada que en pleno siglo XXI la extrema derecha se empeña en negar y en devolver al ámbito de lo “doméstico”. Al otro lado del Atlántico, esta misma semana, el joven agrónomo Benjamín Rodríguez plantaba huertos comunitarios en Xalapa (México) para ganarle espacio a los narcos y los narcos lo mataron de un tiro. Del mismo modo, la sangría de líderes sociales de Colombia o el humo de los incendios de Indonesia se cuelan en nuestra vida, lo queramos o no, nos afecta. A lo largo y ancho del planeta hay defensores de la vida que están perdiendo la suya literalmente por tratar de frenar la degradación ecológica y social de nuestro entorno. Cada asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, cada muerte de una persona por defender la naturaleza nos interpela, directamente, como seres humanos.

Tal y como teoriza Ángela Davis, vivimos bajo sistemas de dominación de raza, género y clase. El capitalismo es ese sistema depredador de recursos naturales, pero también es ese sistema machista que oprime a las mujeres y a la clase trabajadora.

Este viernes convergen dos movilizaciones en Aragón que son cruciales para nuestro presente y nuestro futuro. La Noche Violeta, organizada por las Coordinadoras de Organizaciones Feministas de Huesca y Teruel, así como el inicio de la semana de movilizaciones por la Emergencia Climática con las 24 horas por el clima, impulsado por la Alianza por la Emergencia Climática de Aragón.

Del mismo modo que el cambio climático ya no es sólo problema de los osos polares, sino que es un problema de salud global que ya sufren incluso los fetos en el vientre materno, el machismo no es solamente algo que les pasa a mujeres desconocidas que aparecen en las noticias por ser asesinadas a manos de sus parejas. El machismo está en nuestras casas, en los bares, en los centros de trabajo… y es una atmósfera tóxica que constantemente pone trabas en la vida de las mujeres, y también en la de muchos hombres. Os invito a tratar de ser conscientes de los privilegios cotidianos e injustificados que nos otorga el machismo y ponerles freno. Callar esas bocazas que sueltan “machiruladas” cotidianamente, pero también situar en los debates públicos e institucionales es una necesidad urgente que, gracias al movimiento feminista, está cambiando.

A la Emergencia Feminista se suma la Emergencia Climática gracias a movimientos que son globales gracias a todas las Gretas, Bertas, y millones de personas anónimas que luchan a diario por un mundo con justicia social y climática.

Desde una perspectiva anticapitalista, esta semana, nuestra eurodiputada Sira Rego denunciaba la vinculación directa entre tratados económicos como el de MERCOSUR con los incendios que Bolsonaro no ha querido controlar en Brasil. O mismamente, sin salir de Aragón, la Plataforma en Defensa de las Montañas ha señalado las irregularidades en las obras de ampliación de Cerler. Debemos favorecer el desarrollo de los territorios, pero a través de una economía sostenible, que no sea pan para hoy y hambre para mañana.

Hay un elemento fundamental que es transversal a la degradación ecológica y al machismo: el capitalismo. Son las grandes corporaciones, no sólo los grandes gobiernos, los que son copartícipes de la precariedad vital en la que viven millones de seres humanos y de la depredación de los ecosistemas del planeta. La crítica de clase al sistema económico está presente en todas estas protestas, así como el foco, no sólo en las acciones individuales, que no hay que dejarlas de lado, pero hay que ser conscientes que el verdadero impacto está en la acción colectiva. Son emergencias vitales, debemos poner en marcha acciones políticas contundentes contra dos de las grandes amenazas para el futuro de nuestra especie: el capitalismo depredador y el machismo.

Fuente: https://www.eldiario.es/aragon/elprismatico/convergen-feminismo-ecologismo-anticapitalismo_6_943915633.html

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Economía en la universidad, una pieza más de la superestructura hegemónica

Ecuador – España / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Christian Orozco / Fuente: Nueva Revolución

Una sociedad que sustituye bienestar por beneficio es el exponente de una sociedad en grave decadencia.

José Luis Sampedro

¿Alguien está a favor de dejar de enseñar a Copérnico o Newton en las facultades de física? ¿Alguien pensaría que es lógico dejar de explicar la Teoría de la Evolución de Darwin en una carrera de biología? ¿Alguna persona osada creería que en las aulas de las facultades de filosofía no se debería transmitir a los estudiantes los planteamientos de Platón o Aristóteles con el argumento de que éstos son anticuados?

Pues muy bien, como cabría esperar, cualquier persona con un mínimo de sentido común respondería que no, respondería que es un disparate descomunal descartar de los programas académicos a verdaderas eminencias en sus respectivos campos. Lo que a todas luces es un despropósito en ámbitos como la física, la química, la biología o la filosofía; no ocurre lo mismo con la carrera de economía. A todos aquellos que la hemos cursado (y padecido) bien sabemos que hay autores, corrientes, doctrinas económicas que en el mejor de los casos se ocultan, y en el peor se vierten anatemas contra ellos desde el desconocimiento absoluto de los mismos. Casualmente, dichos autores, corrientes y doctrinas generalmente plantean formulaciones alejadas del dogma neoliberal y keynesiano. La Universidad, y especialmente las facultades de economía se han ido convirtiendo con el paso de los años en importantes centros de adoctrinamiento ideológico capitalista, incluso las instituciones públicas no se han escapado de este proceso. Nada nuevo bajo el sol, parafraseando a Marx, las teorías económicas dominantes no son más que las teorías económicas de una clase dominante.

¿Y qué decir de los exámenes y trabajos académicos? Para poder aprobar hay que mentir, y para mentir hay aprenderse muy bien los argumentarios económicos de la derecha reaccionaria o de la izquierda descafeinada

Tener un pensamiento crítico con el sistema económico vigente es “peligroso” en estos lugares. Plantear que la economía es una ciencia que debe buscar el máximo bienestar de las personas, especialmente de las más empobrecidas no está bien visto. Palabras como marxismo, feminismo o ecologismo son ajenas, salvo contadas ocasiones, entre las paredes de estas facultades. ¿Quién se va a estar fijando en el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares cuando con unas sencillas formulas podemos maximizar los beneficios y minimizar los costes de una empresa? ¿Para qué?

¿Y qué decir de los exámenes y trabajos académicos? Para poder aprobar hay que mentir, y para mentir hay aprenderse muy bien los argumentarios económicos de la derecha reaccionaria o de la izquierda descafeinada. Así pues, unas inteligibles fórmulas a los ojos de un lego en la materia, nos dicen, dan como resultado las siguientes conclusiones, todas ellas científicas, sin mácula de contaminación ideológica alguna: tanto el salario mínimo como los sindicatos destruyen empleo puesto que crean rigideces al mercado de trabajo. Hay que privatizar la sanidad porque todos los centros públicos son ineficientes. Hay que avanzar hacia un sistema privado de pensiones porque el sistema público es insostenible. Los mercados de competencia perfecta existen, y en ellos todos los empresarios son precio-aceptantes… Suma y sigue.

Estructuralmente el cambio ha sido paulatino, pero no se ha detenido, siendo el Plan Bolonia una de los hitos más destacables de este deterioro, los programas académicos cada vez pretenden tener una imagen más científica y apolítica, sin embargo, lo son a un más, pero siempre en defensa de los intereses de las oligarquías. Así, donde antes se hablaba de clases sociales ahora hay robinsoncrusoes autónomos e independientes, donde antes había asignaturas de Economía Planificada ahora hay tres asignaturas de finanzas, donde antes se estudiaba El Capital de Karl Marx ahora se ha sustituido –en el mejor de los casos– por El Capital de Thomas Piketty, donde antes había Sociología e Historia del Pensamiento Económico ahora hay asignaturas de Emprendimiento y Marketing. El utilitarismo y el individualismo metodológico recorren las facultades de economía, y las perspectivas no son halagüeñas. Ni siquiera la terrible crisis que ha experimentado el mundo desde 2008 ha hecho que los programas académicos se modifiquen ni en una sola coma. La Universidad presenta una ceguera avanzada y parece que se agrava.

Afortunadamente, no solo en España sino también a nivel mundial se han conformado distintos proyectos, asociaciones y agrupaciones[1] de estudiantes (principalmente), profesores, investigadores críticos con este modelo de pensamiento único. Un movimiento imparable que solo busca una cosa: máxima pluralidad en la enseñanza de la economía. Simplemente afirma que de la misma forma que un científico que se precie debe conocer la Teoría de la Relatividad de Einstein o el Principio de Incertidumbre de Heisenberg; un científico social, un economista completo en este caso, debe saber que es la tasa de plusvalía, como se han conformado las cadenas globales de cuidados, o que es la huella ecológica.


[1] Uno de los principales colectivos internacionales que persiguen este objetivo es International Student Initiative for Pluralism in Economics (ISIPE), el cual agrupa a más de setenta asociaciones de estudiantes de económicas repartidas por más de treinta países distintos, y según afirman es su página web: “No es sólo la economía mundial la que está en crisis. La enseñanza de la economía también está en crisis, y esta crisis tiene consecuencias que van más allá de la universidad. Lo que se enseña en la universidad moldea la mentalidad de las próximas generaciones de políticos y, por tanto, da forma a la sociedad en que vivimos.”

Fuente del Artículo:

Economía | Economía en la universidad, una pieza más de la superestructura hegemónica

ove/mahv

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