Bolivia: educación católica en estado de emergencia

Bolivia/ 27 de marzo de 2018/Fuente: http://www.vaticannews.va

Según informa la Agencia Fides, la Iglesia pide se revoque o derogue la ordenanza ministerial

Ciudad del Vaticano

Bolivia: educación católica en estado de emergencia

Según informa la Agencia Fides, “los obispos bolivianos han alzado sus voces con gran preocupación, para dirigirse a los padres de los alumnos de las 1.523 instituciones educativas católicas del país”. En la declaración recibida por la Agencia, las escuelas “no pueden seguir garantizando la enseñanza, la educación cristiana y una formación integral de calidad”, debido a una reciente disposición del Ministerio de Educación boliviano.

Los docentes serán designados por el Ministerio

La ordenanza dispone que la dirección de los institutos y universidades ya no dispondrán de las competencias para seleccionar a sus docentes, quienes serán designados directamente por el Ministerio, en flagrante violación de la Convención Estado-Iglesia sobre cooperación educativa. La delegada de la Comisión Educativa del Vicariato Apostólico de Pando, la  profesora Carmen Suárez, expresa que la Iglesia boliviana, está estudiando la posibilidad de poner en marcha “medidas de carácter demostrativo, como el cierre de todas sus instituciones educativas o una huelga”.

Iglesia pide se revoque o derogue la ordenanza ministerial

La carta enviada a los padres, escribe Fides, está firmada por Mons. Jesús Juárez Parraga, Arzobispo de Sucre y Presidente de la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal. Los Obispos también han enviado una nota al ministro Roberto Aguilar en la que declaran que la educación católica se encuentra “en estado de emergencia” y exigen que se revoque o derogue la ordenanza ministerial, n. 083/2018.

Fuente del Documento:

http://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2018-03/bolivia–educacion-catolica-en-estado-de-emergencia.html

 

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La Educación Católica es Única y debe Inspirar

Por: Obispo James T. Schuerman

¿Por qué es importante la educación católica y de qué manera es única? ¿Qué le da a una escuela una identidad católica?

Bajo el pontificado del Papa Juan Pablo II (ahora San Juan Pablo II), el arzobispo J. Michael Miller, CSB, Arzobispo de Vancouver, fue secretario de la Congregación para la Educación Católica y vicepresidente de la Obra Pontificia de las Vocaciones Sacerdotales. El tercer capítulo de su libro, La Enseñanza de la Santa Sede sobre las escuelas católicas (Atlanta: Sophia Institute Press, 2006) se titula «Cinco marcas esenciales de las escuelas católicas». Este artículo es una reflexión sobre las cinco características de la educación católica nombrada por el Arzobispo Molinero.

Primero, una escuela verdaderamente católica tiene como inspiración una «visión sobrenatural». Es decir, las escuelas católicas forman a los jóvenes para ser buenos ciudadanos del mundo, siguiendo el mandato de Jesús de amar a Dios y al prójimo, para afectar el mundo con la levadura de el Evangelio y convertirse en ciudadanos del Reino de Dios. En otras palabras, el objetivo de quienes reciben educación católica es llegar a ser santos: llegar al cielo. San Juan Pablo II señaló la creencia de que los seres humanos son creados a la imagen de Dios, y por medio del Espíritu Santo son llamados a la vida en Cristo. La educación católica enfatiza la dignidad de la persona humana, especialmente la dimensión espiritual. La educación católica no se trata simplemente de adquirir información que mejorará las posibilidades de éxito y comodidad. Es más bien un levantamiento de la persona humana,

En segundo lugar, la educación católica se basa en una «antropología cristiana», que es una forma elegante de nombrar nuestra autocomprensión como personas humanas y cristianas. Gran parte de lo que hacemos en la educación católica se basa en cómo nos imaginamos a nuestro Dios, nuestro mundo y a nosotros mismos. Algunos autores llaman a la cosmovisión exclusivamente católica la «imaginación católica». La imaginación católica es la perspectiva de que Dios está presente en la creación y en los seres humanos, y así los seres humanos y las cosas materiales pueden ser canales e instrumentos de la gracia de Dios. Por esa razón, la Iglesia Católica le da tanta importancia a los sacramentos. Dios se revela de manera poderosa en los signos sacramentales como el pan y el vino, que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la celebración de la Misa. Como escribió alguna vez el poeta y sacerdote jesuita inglés Gerard Manley Hopkins:

La imaginación católica es una cosmovisión que acepta la idea de que lo sobrenatural y lo natural son complementarios, y que la gracia se basa en la naturaleza. La creación de Dios es buena, y cada persona tiene la dignidad de un hijo de Dios. Jesús, a través de su encarnación, es decir, al convertirse en uno como nosotros, se une a cada persona humana. La educación católica se esfuerza por despertar la conciencia de la presencia de Cristo Maestro y Maestro.

Tercero, la comunidad y la comunión son esenciales para la educación católica. En una sociedad excesivamente individualista, la educación católica enfatiza la realidad de nuestra interdependencia como seres humanos. «Ningún hombre es una isla», escribió el poeta John Donne. Pertenecemos a la comunidad en muchos niveles: familia, amigos, comunidad cívica, parroquia y la Iglesia en general. Nos necesitamos los unos a los otros, y siempre es en el contexto de la comunidad que realmente nos convertimos en nosotros mismos. Las escuelas católicas son comunidades, que incluyen la cooperación entre los educadores y la familia, la cooperación entre los educadores y los obispos y la Iglesia en general, y una interacción profunda entre los educadores y los estudiantes.

La escuela católica es un lugar que es reconocible como católico. Hay elementos del entorno de las escuelas católicas que inspiran un sentimiento de conexión con la comunidad de fe más amplia:
• la presencia del crucifijo en las aulas;
• la expresión de la oración diaria y la liturgia frecuente;
• la disponibilidad de la Misa y el Sacramento de la Reconciliación; y
• devociones correspondientes al año de la Iglesia, como la corona de Adviento, el Estaciones de la Cruz durante la Cuaresma, la oración del rosario en octubre y mayo.

En cuarto lugar, el plan de estudios de las escuelas católicas está imbuido de un espíritu de catolicismo. El plan de estudios tiene como objetivo desarrollar el crecimiento de la persona en todas sus dimensiones: intelectual, física, psicológica, moral y religiosa. La clave de este enfoque integral es el Evangelio. La formación de los jóvenes en estas dimensiones se centra en Jesucristo, quien se hizo como nosotros por amor, murió para liberarnos y resucitó para darnos vida eterna, verdadera y auténtica, que comienza aquí y ahora, y llega a la realización en la vida venidera.

En medio de una sociedad que tiende a ver todo en términos de relativismo, la educación católica busca inspirar una sed de sabiduría y un deseo de verdad. En esta luz, los estudiantes de la escuela católica desarrollan una brújula moral, aprendiendo a discernir qué es realmente valioso en la vida. Sus educadores les dan las herramientas para tomar buenas decisiones, lo que los beneficiará a ellos mismos y a los demás en este mundo, con la mirada puesta en el mundo venidero. El resultado es que los estudiantes de las escuelas católicas no aceptan simplemente la cultura tal como es, ni la rechazan sin más. Más bien, la educación católica los inspira a transformar la cultura con actitudes y acciones llenas de fe.

Quinto, la educación católica se sustenta en los valores del Evangelio. El papel de los maestros y administradores es participar en la misión de evangelización de la Iglesia. Como personas de fe, convencidas de la dignidad innata de los estudiantes que enseñan, los maestros inspiran a sus alumnos a ser lo mejor que pueden ser, intelectualmente y espiritualmente, por la gracia de Dios.

Una orientación sobrenatural, una perspectiva católica única, una fuerte dimensión comunitaria, un plan de estudios empapado en el pensamiento católico, un camino de aprendizaje sostenido por los valores del Evangelio; estas cosas se suman a una visión poderosa. Imagina a nuestros jóvenes realmente creyendo en Dios y en sí mismos. Imagínelos buscando las estrellas en su pasión por la verdad. Imagínelos desarrollando un profundo sentido de su propia dignidad y la dignidad de los demás, y usando su brújula moral para tomar las decisiones correctas en la vida. Imagínenlos dando forma, cambiando y transformando el mundo con sus habilidades intelectuales bien afiladas y sus conocimientos espirituales dados por Dios. Estos son sueños que se vuelven realidad en la educación católica.

Fuente del Artículo:

Catholic Education is Unique and Should Inspire

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Entrevista a Antonio Gómez Movellán. «Urge establecer una escuela racional y libre de dogmatismos religiosos»

Entrevista a Antonio Gómez Movellán, presidente de Europa Laica
«Urge establecer una escuela racional y libre de dogmatismos religiosos»
Lara Carrasco
Infolibre

 

 Antonio Gómez Movellán fue uno de los fundadores de Europa Laica en 2001 y la preside desde hace tan solo dos meses, cuando abandonó el cargo Francisco Delgado, que estuvo al mando de la asociación durante una década. Según él mismo cuenta, les diferencia algo fundamental: «Francisco Delgado fue diputado constituyente y senador, yo estoy más vinculado a movimientos sociales» [es colaborador habitual de Rebelión.org]. Sin embargo, ambos están unidos por su deseo de conseguir, por fin, una sociedad laica en España. Con ese motivo nació la asociación, «que no recibe subvenciones públicas», destaca Gómez Movellán.

Este sábado, Europa Laica conmemoró el Día Internacional del Laicismo y de la Libertad de Conciencia «con el propósito de que se celebre anualmente en entornos mundiales cada vez más amplios y reconocidos». Con este motivo, la organización quiere denunciar «la vulneración que, en todo el mundo, se hace de la libertad de conciencia, pensamiento y expresión, como fruto de la invasión de las creencias privadas en el ámbito público del Estado«.

PREGUNTA. Usted preside la organización Europa Laica desde hace dos meses, pero fue uno de los fundadores en 2001. ¿Qué ha cambiado desde entonces en España? 

RESPUESTA. La fundamos diferentes personas, entre ellos Gonzalo Puente Ojea, que fue un diplomático y un gran escritor sobre los temas de libertad de conciencia. Lo que ha cambiado desde entonces en cuanto a la relación de la Iglesia y el Estado y al secularismo estatal es muy poco, pues las relaciones entre la Iglesia y el Estado siguen teniendo el mismo marco a todos los niveles. Lo que sí ha cambiado de verdad ha sido la sociedad, en la que ha habido un proceso de secularización en estos 15 años muy importante, que se refleja en las encuestas que realiza el CIS. Por ejemplo, hay regiones donde el 70% de los jóvenes se declara «no creyente». Además, otro de los aspectos que han cambiado mucho ha sido los hábitos de la sociedad española en cuanto a los ‘ritos de paso’. Por ejemplo, en la actualidad hay muchos más ritos civiles que religiosos, y esto es un dato muy claro. En cuanto a los bautizos pasa exactamente igual, la mayoría no son religiosos. A pesar de que no haya una oferta por parte de los servicios públicos, excepto en el caso de los matrimonios, se están imponiendo las ceremonias civiles porque realmente ya empieza a ser demandado por una gran parte de la sociedad que evidentemente no tiene una creencia religiosa.

Es decir, lo que más ha cambiado ha sido la realidad de la sociedad aunque, sin embargo, la comunidad política sigue teniendo, más o menos, la simbología católica, que está presente en muchos actos oficiales. Además, los alcaldes y concejales suelen acudir a todo tipo de procesiones y rituales católicos. Por otro lado, yo creo que también ha cambiado el hecho de que nos encontramos alrededor de un millón de musulmanes practicantes en nuestra sociedad, lo que significa que hay un pluralismo religioso que antes no existía.

P. Hablando del aspecto político, ¿ha habido algún avance o retroceso hacia el laicismo con el Gobierno Mariano Rajoy?

R. El Gobierno de Mariano Rajoy ha significado un retroceso, sobre todo en el ámbito de la educación. La llamada ley Wert introdujo un marco normativo donde la asignatura de Religión católica, que más bien es una catequesis, tiene un planteamiento de adoctrinamiento religioso en los colegios, donde hay 18.000 delegados de las diócesis llamados profesores de Religión. El Gobierno le ha dado una mayor relevancia, la asignatura ahora es evaluable y es tratada como fundamental, al igual que cualquier otra. Sin embargo, cada día es menos demandada, pues hay que tener en cuenta que la reclama menos del 50% de los alumnos de toda la educación.

P. Eso está en consonancia con la secularización de la sociedad de la que hablaba.

R. Claro. Pero lo más grave ha sido la práctica, que ha hecho que en las grandes áreas metropolitanas de las comunidades que tienen transferidas las competencias de educación haya mayores conciertos educativos, es decir, han dado más dinero a la escuela católica. Si hace diez años se gastaban 4.000 millones de euros en la educación concertada, ahora se gastan 7.000. Esto es algo un tanto sorprendente porque, como digo, ha ido en paralelo a unos recortes muy fuertes en plantilla dedicados a pagar la factura de la austeridad. Esto es muy significativo porque, en ciudades como Madrid, cerca del 60% de los alumnos están escolarizados en escuelas católicas. Además, otro aspecto que creo importante señalar es todo el ámbito de la asistencia social. A raíz de la crisis económica hemos visto cosas que no veíamos desde hace muchos años, como las colas en los comedores sociales religiosos. Se ha dado un control de fondos públicos a organizaciones sociales de la Iglesia, como Cáritas, porque realmente no hay servicios sociales adecuados. Por ello, las administraciones inundan de dinero público a las organizaciones religiosas para que, de alguna manera, palien el asunto. Esto es como decir: «Bueno, como nosotros, el Estado, no podemos resolver los problemas sociales, damos un poco de dinero a la caridad y así nos sentimos un poco más contentos».

P. ¿Así lo justifican?

R. Así justifican la incapacidad de la sociedad pública para resolver los problemas sociales. Yo creo que esto también hay que tenerlo en consideración porque no es que sea una vuelta al siglo XX, sino al siglo XIX. Frente a la solidaridad social nos encontramos con la vuelta a la caridad. Ahí veo también un retroceso que quizá no tenga que ver directamente con el Partido Popular, pero sí con el sistema político, que se ha mostrado incapaz de resolver los problemas sociales de la crisis.

P. Volviendo al ámbito de la enseñanza, ¿habría que sacar completamente a la Iglesia de la escuela?

R. Por supuesto. Nosotros pensamos que la educación tiene que ser laica. En estudios que se han realizado sobre la situación escolar en España, el mayor elemento que influye en la segregación social, a parte de los ingresos económicos, es la educación. Por eso se ha incrementado mucho la enseñanza concertada en las regiones ricas. Hay menos escuela concertada en comunidades como Andalucía o Extremadura y más en el País Vasco, Cataluña o Madrid. España, dentro de Europa, es el segundo país con la tasa más alta de escolarización en colegios católicos. Esto no nos preocupa solo a nosotros, sino a todas las organizaciones que se han distinguido por defender la educación pública, como la marea verde. Nos implica a todos a los que nos preocupa la educación como un sistema de igualdad y de oportunidad, no de segregación, que también ha llegado al ámbito universitario.

P. ¿Por qué es necesario un movimiento laico en un país como España?

R. En primer lugar, para reclamar un Estado laico. Primero, para conseguir una separación estricta entre la Iglesia y el Estado, porque en nuestro país no la hay. Hay que tener en cuenta que la Iglesia, en España, se financia directamente por el Estado. Nosotros hemos hecho estimaciones y son cerca de 11.000 millones de euros lo que recibe la Iglesia católica cada año. Concretamente, el clero es financiado directamente a través del IRPF. Más allá de esto, el laicismo, desde el punto de vista histórico, significa los lemas de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. En este sentido, la libertad es la libertad de conciencia y todo lo que ella supone: la lucha contra la censura, la defensa de la libertad de expresión, etc. A día de hoy, eso significa estar alerta sobre los monopolios de la información y la necesidad de una información veraz. La censura, ahora, ha tomado otros derroteros. Hemos visto cómo, en este año, en España se ha aplicado esta censura burda que en los países desarrollados ya no existe, pero que sin embargo aquí se ha utilizado. La entrada en vigor de la ley mordaza ha traído 30.000 sancionados, como Rosa María de Femen, que fue sorprendentemente condenada a un año por tirar un ejemplar de la Constitución al ministro del Interior. Este ámbito de la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad de pensamiento, evidentemente, forma parte de lo que es el laicismo.

El otro lema, la igualdad, significa el acceso sin discriminación a los derechos. Evidentemente, en España, el mayor problema es la falta de ingresos. Hemos visto los recortes que se han hecho a derechos tan básicos como la justicia, y eso es un problema. Por otro lado, están todas las discriminaciones por género, ideologías, orientaciones sexuales, etc. Toda la legislación española, hasta el Gobierno de Zapatero, durante el cual se conquistaron una serie de derechos, estuvo matizada por la influencia de la religión. Estoy hablando del aborto, del divorcio, de la igualdad civil de las personas homosexuales… En definitiva, siempre se intenta imponer una moral privada sobre la legislación pública.

Por último, la fraternidad es luchar por los servicios públicos esenciales y universales que, en la actualidad, están siendo amenazados por el mercado neoliberal, que está deteriorando lo que ha sido esta idea de lo común y de lo universal, que significa precisamente el laicismo.

P. Desde la organización habéis elegido el 9 de diciembre como Día Internacional del Laicismo y de la Libertad de Conciencia, ¿por qué ese día?

R. En realidad no es un tema de España, es un tema europeo. El 9 de diciembre de 1905, después de muchas guerras y revoluciones, Francia fue el primer país europeo que impuso una separación estricta de la Iglesia y el Estado en base a la ley que lo establece, que está todavía vigente. Por otro lado, en España, la Segunda República fue aprobada el 9 de diciembre de 1931. Esto es un hito en la historia del laicismo español porque la Constitución Española de aquel año también establecía la separación entre la Iglesia y el Estado y una garantía para la libertad de conciencia de los ciudadanos. Desgraciadamente, esta etapa duró muy poco porque la reacción de la Iglesia fue, desde el primer momento, contraria a la República. La Iglesia católica española, todavía hoy, en 2017, está orando y custodiando el alma del último dictador fascista de Europa en el Valle de los Caídos. Es una orden, la orden de los benedictinos, la que está al cargo de este monasterio. Y esto dice mucho de cuál es la situación.

P. ¿Por qué darle la categoría de internacional? ¿Es necesario seguir luchando por la libertad de conciencia a nivel mundial?

R. Eso lo impusieron las federaciones de organizaciones laicas europeas como ejemplo de lo que significó Francia, y concretamente la ley de 1905, en la lucha por la libertad de conciencia. La influencia que tuvo en Latinoamérica, por ejemplo, fue muy importante. Muchas repúblicas independientes americanas tomaron, en un primer momento, esta idea de laicismo, aunque luego se fue deteriorando. La influencia que tuvo el sistema laico aparecía como un principio de la democracia. Existe el principio de la separación de poderes, el principio de la representatividad de los ciudadanos e, igualmente, el principio laicista. No es una filosofía, es una práctica. En los años 50, muchos países que se acababan de descolonizar veían esto como un modelo, como Turquía, Egipto, Argelia, etc. ¿Qué ha ocurrido? Desgraciadamente, en los últimos años vemos cómo las teocracias, los regímenes que otorgan muchísimo poder a la religión, son principalmente estos países. La realidad es que vemos que la religión forma ya parte otra vez de la política internacional, y esto en los años 50 y 60 había acabado. Esto lo vemos hasta en el lenguaje. Por ejemplo, antes hablábamos de la población magrebí y no hablábamos de los musulmanes marroquíes; hablábamos de los israelíes, y ahora hablamos de los judíos. Se utilizan términos religiosos cuando antes utilizábamos términos civiles. ¿Por qué? Porque la religión empieza a tener una importancia muy seria en esos países que, además, hace que sus constituciones y sus leyes reflejen que son Estados religiosos.

P. Volviendo a España, ¿cuál es, a su juicio, el mayor privilegio que tiene la Iglesia católica? ¿El poder que tiene sobre la educación? ¿La exención del IBI?

R. Yo creo que el mayor privilegio que tiene la Iglesia católica es ser considerada como una religión oficial. En la Constitución, la única corporación privada que se nombra es la Iglesia católica. En el artículo 16 aparece nombrada de forma específica, es decir, que el Estado, la sociedad civil organizada, tiene una preferencia por una Iglesia, por una creencia. De ahí derivan todos los privilegios que tiene. Es decir, se hace estatal una cuestión que es de la sociedad. No es muy normal que los Estados financien directamente a las iglesias, como es nuestro caso. Las religiones tienen un ámbito público y pueden hacer sus manifestaciones como cualquier tipo de asociación, pero lo que no pueden tener es un reconocimiento oficial, que es diferente. Nosotros, cuando hablamos del ámbito privado, no nos referimos a que la Iglesia tiene que estar vigilada, simplemente decimos que no puede tener un estatuto de iglesia oficial. Es precisamente lo que decía el presidente de honor de Europa Laica, Gonzalo Puente Ojea, que sostenía que lo que hay en España es un criptoconfesionalismo católico. Esa expresión refleja bien lo que vivimos en España.

P. Se supone que es un Estado aconfesional, ¿cómo es en la práctica?

R. En la práctica no es así. La ley de separación de 1905 francesa, que es laica, establece lo siguiente: «El Estado, para garantizar la libertad de conciencia de sus ciudadanos, no reconoce a ninguna creencia de ninguna religión, ni tampoco la financia». ¿Qué dice la Constitución Española? Todo lo contrario: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Y luego añade: No obstante, el Estado reconocerá la sociología religiosa de los españoles y mantendrá acuerdos especiales con la Iglesia católica y las demás religiones. Es decir, ya se habla de una cooperación con las iglesias. Por ejemplo, Estados Unidos también establece una separación de la Iglesia y del Estado. Allí, de lo que se trata es de que el Estado no se involucre en la libertad religiosa. En Europa, por la fortaleza que tenían las iglesias, es al contrario, es decir, que el Estado se tiene que proteger para que las iglesias no se entrometan.

P. En cuanto a la financiación de la Iglesia, hace años la institución se comprometió a autofinanciarse, ¿qué ha quedado de esa promesa?

R. Existe lo que llaman la financiación del clero diocesano, al que se paga a través de lo que recauda la Iglesia con el IRPF. Es decir, se puede decir que España todavía sigue pagando a los curas de las parroquias a través de la casilla de la renta, con la que el 0,75% de los impuestos va para ellos. Para edulcorar esto hicieron, en tiempos de Matilde Fernández, la casilla de asuntos sociales pero, en realidad, la mayoría de lo recaudado así también se lo llevan las organizaciones de las Iglesia. Nosotros pensamos que las asociaciones religiosas deben ser consideradas asociaciones como las demás y financiarse por sus propios medios.

P. La Iglesia entrega una memoria anual con el destino de los fondos que se recaudan a través de la casilla de donaciones de la declaración de la renta, ¿es suficiente transparencia?

R. No. La Iglesia estuvo mucho tiempo sin llevar memoria pero, por las presiones que ha habido de asociaciones como la nuestra, al final la ha presentado, pero tiene una gran opacidad porque, si se mira, no hay una auditoría de sus cuentas. Ellos presentan esta memoria, que es una obligatoriedad, y ahí mezclan todo tipo de ingresos diferentes a los casi 300 millones que reciben por IRPF. Mezclan, por ejemplo, la educación, por la que la Iglesia recibe casi 3.000 millones. Realmente no cumple todo lo que incluye el acuerdo con la Santa Sede. Además, como hemos dicho antes, estaba prevista la autofinanciación, pero tampoco se ha cumplido, porque no se autofinancian. De todas maneras, hay que tener en cuenta que el tema del dinero y la religión es verdaderamente complicado y, sobre todo, es una cosa bastante oscura. En España hubo un caso muy importante a principios de los años 2000, el Caso Gescartera. Esto era un chiringuito financiero donde estaba implicado el Gobierno de José María Aznar y el secretario de Estado de Hacienda. Lo que se descubrió es que buena parte de los inversores eran órdenes religiosas.

P. En el caso de las inmatriculaciones, ¿va ganando la Iglesia?

R. Las inmatriculaciones nos deben hacer reflexionar sobre el patrimonio de la Iglesia, es decir, hasta qué punto el patrimonio histórico tiene que ser de la Iglesia. Por qué la Mezquita de Córdoba, que es un patrimonio de la Humanidad, tiene que ser de la Iglesia católica, que incluso controla el dinero de las entradas. Las inmatriculaciones es aprovechar un resquicio legal para empezar a inmatricular todo tipo de cosas sin los requisitos que la ley establece, simplemente con un certificado de un obispo. Pero el problema de fondo es que esto nos puede llevar a reflexionar sobre la desamortización de los bienes que hoy son titulares de la Iglesia y que igual debían de dejar de serlo, máxime cuando están mantenidos con fondos públicos, porque la mayor parte de las obras de restauración de cierta importancia las hacen las comunidades autónomas.

P. De todo lo que falta por hacer, ¿qué es lo más urgente?

R. Ahora mismo hay una oportunidad. En España hay una demanda de una mayor democracia y, quizá, eso acabe con unas demandas de unos cambios constitucionales. Hay que aprovechar la brecha para que, a nivel constitucional, se cambien los artículos que hacen referencia a la Iglesia. En segundo lugar, yo creo que lo más importante desde el punto de vista de la sociedad y de su futuro es el tema educativo. Es necesario acabar con esta segregación social y establecer una escuela racional, crítica, inclusiva, libre de dogmatismos religiosos. Desde esta perspectiva, nosotros consideramos que lo ideal sería una ley educativa que pudiera imponer un nuevo modelo en España.

Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/politica/2017/12/07/europa_laica_72766_1012.html

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República Dominicana: Educación firma acuerdo para colegios evangélicos

República Dominicana/19 octubre 2017/Fuente: CDN

El Ministerio de Educación, la Mesa de Diálogo y Representación Cristiana firmaron un convenio de colaboración que permitirá a los planteles escolares gerenciados por las Iglesias Evangélicas operar con las mismas características administrativas y pedagógicas que los centros educativos públicos.

El acuerdo escrito por el ministro de Educación Andrés Navarro y el ingeniero Manuel Estrella, en representación de las Iglesias Evangélicas, establece definir las políticas de funcionamiento de los referidos centros educativos.

Navarro afirmó que el acuerdo es histórico y representa la ratificación de la voluntad del presidente Danilo Medina de realizar una gestión abierta y comprometida.

 Fuente: http://www.cdn.com.do/2017/10/15/educacion-firma-acuerdo-colegios-evangelicos/
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Ecuador: Católicos marchan en defensa de los valores morales y contra la educación de género

Ecuador/16 octubre 2017/Fuente: El Diario

Grupos católicos de Ecuador realizaron hoy nutridas marchas en varias ciudades del país, en lo que consideraron defensa de la familia, de los «valores morales» y contra una iniciativa legal sobre educación de género, que se ha empezado a discutir en la Asamblea Nacional (Parlamento).

Una multitud se congregó hoy en varias calles del casco colonial de Quito en una manifestación en la que reclamaron el derecho de los padres a educar a sus hijos en los valores morales de la iglesia católica.

«La libertad tiene que ser absoluta y los padres tenemos que mantener esa libertad para educar a nuestros hijos conforme a nuestros principios», añadió Vaquero al enfatizar en que «nadie puede meterse con nuestros hijos» porque «eso es patrimonio exclusivo de la familia».

La manifestación, que recorrió varias de las principales calles de la capital, llegó a la Plaza de la Independencia, donde se congregaron las decenas de miles de manifestantes, la mayoría de ellos vestidos de blanco.

«Con mis hijos no te metas», rezaban muchas de las pancartas de la manifestación opuestas a una discusión que ha empezado a darse en la Asamblea Nacional sobre violencia de género que también incluye la visión de los colectivos de diversidad sexual.

«A mis hijos los educo yo», gritaban los manifestantes quienes exigían el derecho a que los niños deban ser «educados por papá y mamá».

La multitudinaria manifestación que concluyó en la Plaza de la Independencia, frente al Palacio de Gobierno, también formuló un llamamiento al Ejecutivo para que se respete la educación en los valores católicos.

Las concentraciones masivas de personas también se sucedieron en otras ciudades como Guayaquil, donde la multitud copó las calles del centro de al urbe porteña.

La medida es respaldada por la Iglesia católica y responde a la preocupación que ha generado la discusión en el Parlamento sobre la educación de género, derechos de las minorías y reconocimiento de orientaciones sexuales en la Ley de violencia y género.

Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/Catolicos-marchan-defensa-valores-educacion_0_697130697.html

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La confesionalidad educativa sigue en España criterios del siglo XIX

Por: Mundiario

La presencia que le garantiza la LOMCE, en continuidad de un pasado privilegiado, no garantiza un  presente educativo mejor, de calidad compartida por todos.

Estábamos en los inicios de la Transición aquel 15.06.1977 y, con la Constitución sin aprobar, votamos libremente. Poco después, ya aprobada la Carta Magna, UCD decidió por Ley de 03.10.1979 y por una secuencia de resoluciones de la Dirección General de Enseñanzas Medias hasta el 24.10.1981, introducir su conocimiento en los Institutos.

A partir de un listado de aspectos principales, los profesores habían de formular el modo que debería tener en el aula. Al inicio  del curso 81-82 los más voluntariosos se animaron a explicar a sus compañeros de Historia la secuencia que entendían procedente, Fue de ver cómo, al alto grado de improvisación, le sobrevinieron las sorpresas. Como que, después del capítulo de libertades y derechos, y de la secuencia de Poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, propusieran que, para entender bien la Constitución de 1978, habrían de tratarse “los poderes fácticos”, es decir, la Iglesia y del Ejército.

Pero lo más sorprendente fue que, cuando un docente protestó por entender que en ninguna parte de la Constitución existía tal capítulo, contradictorio con el recién estrenado ordenamiento democrático, otro colega replicara muy airado diciendo: “Ya estamos aquí con la ideología”.

Acerca de “lo fáctico”

Vista desde ahora, 40 años después, esa anécdota no lo es tanto. Mostraba, de fijo, ignorancia de historia constitucional adobada de engrudo fascista, pero, al tiempo, cuando todavía el asalto al Congreso no había tenido lugar, revelaba profunda desconfianza hacia quienes habían detentado tan inmenso poder. En la distancia de estos 40 años, todavía cabe preguntarse en qué medida lo de “fácticos” haya quedado atrás. La transformación del Ejército parece, en general, aceptable por más que su capítulo presupuestario merezca más transparencia. Mas dudoso es, y más contradictorio, que no sea “fáctico” el papel que la Iglesia oficial pretende seguir queriendo ejercer.

Sucede como con el calor: que se habla demasiado del tiempo cuando estamos ante un cambio climático. El apaño hermenéutico que el Tribunal Constitucional se ha esmerado en buscarle al “aconfesionalismo” del art. 16.3 de la Constitución de 1978, se compadece mal con el partido que le saca la Iglesia a su relación con el Estado aunque la creencia religiosa sea otra. Con lo que percibe, a cualquier observador imparcial le costará entender la diferencia de trato que habría tenido si el antónimo “confesional” figurara en ese rango normativo.

El deslizamiento  semántico que percibirá violenta la sintaxis y, sobre todo, la economía de los bienes públicos. La simple atención a lo que sucede en Educación, fuente de abundantes recursos,  permite medir el lapso significativo que pueda haber entre ambos términos y, colateralmente, si la Iglesia sigue siendo poder “fáctico” bajo esta  “aconfesionalidad positiva” en sus pretensiones de amoldar esta sociedad actual según la imagen de su fe.

El sistema educativo español tiene dos aspectos de complementario interés al respecto. Lo que los eclesiásticos reciben por la enseñanza de la Religión en los centros públicos se añade a las cantidades que ingresa por ser titulares de centros concertados. En cuanto a lo primero, cuyo recorrido viene de antes de 1851, es un continuismo poco acorde con la pluralidad democrática. De ahí el título de un buen libro de Antonio Viñao: Religión en las aulas: Una materia controvertida (Morata, 2014).

En cuanto a lo segundo, la continuidad de los privilegios del pasado –y particularmente de la etapa franquista-  se contradice con una enseñanza pública urgida de recursos para atender mejor a sus estudiantes. Razonar que crezca  a cuenta de un pasado inexplicado y descontextualizado, tiene el inconveniente de que expande un código de conducta puramente imaginativo, inútil para afrontar este presente. Y más cuando, desde 2012, la disparidad de recursos ha sido a la inversa del número de colegiales en ambas vías del sistema.

Pretender que se alargue esta situación dispar es tratar de hacer normal  la amplia cobertura legal que el artc. 27 de la Constitución proporciona a la actividad eclesiástica en el sistema y, complementariamente, lo acordado con la Santa Sede en tiempos del democristiano Marcelino Oreja entre 1976 y 1979. Muy “fáctico” es que, en concordancia, Hacienda revise cada año, desde 2006, las cantidades que signan voluntariamente los ciudadanos en su declaración  del IRPF.

Esta vía de recursos del Estado -que sólo firma un 35% de declarantes- aporta unos 250 millones de € a la Iglesia; complementan los estipendios que percibe de sus fieles, y se añaden a diferentes exenciones y subvenciones de los ministerios, autonomías y ayuntamientos. En total,  y al margen de sus específicas actividades cultuales, los recursos públicos que extrae la Iglesia del Estado para sus actividades particulares rondan, según algunas estimaciones, los 11.000 millones de € anuales. A conciertos educativos corresponden –de “facto”- unos 5.010, de los que 600 sostienen las clases de Religión y otros 10 atienden a Seminarios menores.

Modernidad

A estas alturas, este peculiar “aconfesionalismo” económico o su posible variación  no son cuestiones de sagaz “clericalismo” o “anticlericalismo”. Ese enfoque apologético, con negativa carga melodramática añadida, está muy pasado. Sin contextualizar cómo esos ingredientes trufaron en el siglo XIX la pelea por la prepotencia sociopolítica, pretende un relato ahistórico ingenuo, que no explica la muy conflictiva y lenta transición a la modernización del Estado, ni cómo propició el Concordato de 1851 o la presencia episcopal en los debates parlamentarios. Tampoco aclara cómo condicionó la gran pugna del primer tercio del siglo XX en  que el mundo “clerical” salió victorioso tras la Guerra de 1936.

Y menos explica cómo aquel espíritu de “cruzada” impuso su patriarcal criterio “clerical” en lo educativo y cultural prácticamente hasta 1982.  Salvo que se recurra al providencialismo explicativo –antihistórico y azaroso- no se esclarece cómo en 1980 logró aprobar la LOECE, con una gestión peculiar e  idearios de colegios privados amoldados a sus intereses pese a las “subvenciones” que recibía del erario público. Otras tendrán que ser también las justificaciones de las añoranzas de cuando los tiempos eran otros, expresadas en la continuada oposición de las variadas organizaciones eclesiásticas a la LODE (1985) y a la LOGSE (1990) o a la propia LOE (2006), leyes donde puede seguirse la huella de sus protestas.

La dicotomía clericalismo/anticlericalismo tampoco dilucida, en fin, el activismo de 2005 -cuando varios obispos protestaron en la calle- ni el estatus logrado en la LOMCE (2013) para la Religión y la preeminente  “iniciativa social” –frente a la pública- para abrir colegios. A esa descontentadiza actitud permanente, siempre anhelante de presencia absoluta, ocupada en acrecentar su paternalismo social a cuenta de limosnear de lo público, puede llamársele “clericalismo”.  Aunque en el mundo liberal de los negocios temporales, en casos similares suelan usarse locuciones afines al monopolio.

En ese desinhibido ahínco por tejer redes de poder cultivando a grupos influyentes y dominio legal, se generan argumentos de novela negra, pero no existe ahí el “anticlericalismo” de estilo antiguo. Contarlo así es un resabio de poder “fáctico” frente a enemigos imaginarios. Que haya eclesiásticos que se apañan muy bien en ese mullido mundo no hace indispensable que la laicidad necesite voluntades concertadas o contubernios “anticlericales”. Más inteligente sería admitir -puesto que estamos en democracia- la necesidad de que existan ciudadanos interesados en la habilidosa voluntad de apostolado en educación de la Conferencia Episcopal (CEE).

Para una institución que pretende acreditarse por su atención a lo social -que sólo da a Cáritas un 2% de lo que percibe por el IRPF– debiera ser habitual justificar su particular acción pastoral -o, según a quien se dirijan, de “servicio”, “caridad”, ”solidaridad” y “acción social”- sin recurrir a los recursos públicos o, en caso de concesiones específicas, facilitando que el Estado pueda evaluar cómo hayan sido aplicados, pues tiene obligación de atender equitativamente y sin privilegios a todos sus ciudadanos.

En otro tiempo, se dio a entender que esto, por la simbiosis “fáctica” existente, no era relevante. Entre innumerables fetichismos mágicos, casi todos los españoles decían ser católicos y se ajustaban a lo que la Iglesia había oficializado en las costumbres. Pero sin que mediara ningún decreto, ambas realidades difieren mucho. En estos 40 años ha aumentado los que no se sienten católicos -como atestiguan las encuestas del CIS– y, en paralelo, creció la sensibilidad hacia la obligación del Estado –“aconfesional”- en preservar que la diferencial perspectiva de cada cual, religiosa o no, quede a salvo.

Todos los ciudadanos han de poder pensar, expresarse y actuar como entiendan, sin que ello sirva de pretexto discriminatorio que perjudique su expectativa de vida. Por tanto, proporcionar recursos sociales ha de seguir igual criterio en lo tocante al erario público.

Frente a esta democratizadora dinámica social, “cruzadas” y “misiones” ha habido, sobre todo en la etapa de Juan Pablo II y con  Rouco Varela al frente de la CEE, que depositaron expectativas restauradoras en neoclericales movimientos elitistas y herméticos más allá incluso del Opus Dei, como Legionarios de Cristo, Camino Neocatumenal, Renovación Carismática o Comunión y Liberación. El circuito católico de la educación, coordinado desde la Comisión Episcopal de Enseñanza, contabiliza ya 2.449 centros concertados y 15 universidades.

Su objetivo  privatizador dentro del sistema educativo español ha instrumentado su “acción social” –frente a la enseñanza pública que el Estado tiene obligación de gestionar bien- mediante la FERE, el Foro de la Familia, COFAPA, CECE, CONCAPA, EyG, “Libertad de enseñanza”, “Educación y Evangelio”, AESECE, otras organizaciones menores y empresas de carácter editorial como Edelvives, Edebé o SM,  las cuales aparentan la difuminación del cártel educativo logrado en estos 40 años.   Su amplia cobertura publicitaria  en medios como La Razón, ABC, 13TV y la COPE, amén de digitales de diverso alcance neoliberal,  no logra traspasar, sin embargo, el círculo de adeptos que tienden a reproducir “Escuelas católicas” o Universidades como la de Murcia o Pamplona. El afán de notoriedad, buenas relaciones y demostración social es una  línea de emprendimiento y negocio.

Pero no es procedente –en democracia y menos cuando la crisis ha puesto en cuestión este modelo- que los otros ciudadanos deban financiarla con recursos públicos. La caridad episcopal a coste cero no existe y habrá de demostrarse que las electivas afinidades de sus movimientos con los intereses del IBEX-35 o los manejos del partido más conservador, son muy beneficiosas para el común de la ciudadanía.

La búsqueda de estos mecenazgos y alianzas de la Iglesia desde el siglo IV d.C. tiene su lado oscuro. Después de tantos siglos, su gestión “confesional” de la temporalidad debiera haber beneficiado -sin cortapisas al conocimiento- a toda la población. Continuarla ahora con un “aconfesionalismo” opaco, indistinguible de aquel largo “confesionalismo”, es difícilmente sostenible. La diversa presencia estratégica de la Religión en la educación prolonga una conflictividad fronteriza incesante desde que, en 1789, perdió el enorme poder anterior. En Francia, claro, porque los españoles volvimos a revivirlo mucho entre 1936-1978, como si los derechos sociales no debieran existir y la caridad suplicante hubiera de suplirlos.

En Francia, de todos modos, la ley que independizó las relaciones de Estado e Iglesia es de 1905, como cuenta Fernando Álvarez-Uría en la “Introducción” a una reedición reciente de Halbwachs, M., Acerca del sentimiento religioso en Durkhem (Dado, 2017). Aquí, los Concordatos de 1851 y 1953 prolongaron aquel conflicto de intereses casi hasta hoy, en que la Constitución de 1978 -en combinación con los Acuerdos de 1979- solapa, bajo un supuesto “aconfesionalismo positivo”, la consolidación política del Estado Vaticano dentro de España.

Transparencia

Quienes pretextan resentimiento olvidan que el rencor al inevitable pasado no facilita un presente de dignidad y justicia. Favorece en cambio la esquizofrenia creer que el Cielo autoriza a algunos que amarguen a todos la vida en la Tierra. Crédulos de su omnisciencia, estos círculos eclesiásticos suelen caer en la confusión que, por razones que Bourdieu dejó estudiadas, no les deja distinguir -a conveniencia- entre el propter quem y el post quem, como si la causalidad fuera una mera continuidad temporal. De proseguir en el acomodado “aconfesionalismo” sobrevenido de que disfrutan les hará cada vez mas insociables. La alucinación política les hará ver que, por ejemplo, todos han de comulgar con su “libertad de elección de centro”, tan transparente que el gasto público ha bajado un 12% entre 2009 y 2012, mientras el de los conciertos educativos  -donde los colegios católicos son mayoría- no ha parado de crecer  privilegiando a casi el 30% de escolares.

Por otro lado, hacer creer que la situación de 2017 es como hace 40 años o anterior burla igualmente toda libertad y equidad democráticas. No sería la primera vez que confunden el propter quem con el mero post quem, pero las oportunistas posiciones de la jerarquía eclesiástica española, por melifluas que se presenten, no permiten olvidar que, a menudo, han sido intransigentes y ajenas a lo que muchos de sus fieles han vivido.

Historiadores como Willian J. Callahan lo han explicado luce meridiana y, para los últimos tiempos, merece la pena  leer a Ángel Luis López Villaverde: El poder de la Iglesia en la España Contemporánea: La llave de las almas y de las aulas (Catarata, 2013). En todo caso, ni el pasado se enmienda con “impactos”  tan epidérmicos como los que pretende alguna Memoria reciente, ni las supremacías de antaño son las de hogaño. Aquel pasado de prepotencia resiste ahora mal un complicado proceso interno de mutación, más difícil cuando la secularización es creciente.

Para un “pacto educativo” consistente no es buena noticia una CEE orgullosa de un pasado lleno de agujeros de los que no se siente responsable, olvidadiza de su presente sociorreligioso y hostil hacia quienes no compartan sus concepciones del mundo.

Sería una situación excelente, sin embargo, para la humilde coherencia. En Educación, olvidando reminiscentes privilegios como el de la catequesis doctrinal en el currículum: aferrarse a que, en horario escolar, lo faculta la legislación “aconfesional” no se ajusta a la Convención de los Derechos del Niño. O negándose a  la separación de niños y niñas en las aulas y mostrando que no es problema para nadie tener recursos económicos para poder estudiar en sus colegios.

Si con el ejercicio astuto de la presión y el intrigante cabildeo pierde crédito esta modalidad de presunta evangelización, gana puntos si derrocha empeño en zonas rurales, ante la niñez más abandonada o en los barrios humildes, como hizo el cura Millán Santos (+2010) en el barrio de Las Delicias (Valladolid).  Justo lo contrario de exigir al Estado conciertos para atender niños bien cuando en el último Informe de UNICEF  -que reafirma a Cáritas- abundan los pretextos para impulsar sus efectivos vocacionales hacia donde se necesitan.  Un designio educador que pretenda erradicar la pobreza y sus consecuencias es ininteligible que se empeñe en hacer pasar por democrático querer fidelizar a unos pocos –favorecidos- a cuenta del escaso dinero de todos.

En democracia, el inexplicado pretexto teocrático no puede suplantar a la Educación pública erosionando sus recursos. Esa pretensión de puro favoritismo, en cristiano desprecia la moral. Salvo que el P. Arregui se equivocara diciendo, en 1961, que “el monopolio, sobre todo de las cosas necesarias, fácilmente lesiona la caridad”, razón histórica de esa “pastoral”.

¿Conversión?

Los itinerarios educativos para selectos, parciales per se, no necesitan para su “libertad de elección” el recurso a los PGE (Presupuestos Generales del Estado) ni el auxilio de la CEE. La obligación del Estado es con todos, para que la educación sea un instrumento de conocimiento y de posible ascenso social, de cohesión moral y cívica de toda la ciudadanía. A esto ha de orientarse el propter quem o las razones de la acción educativa eclesiástica si no quiere ser una mera empresa de servicios.

Si quiere estar con su “pueblo de Dios”, el aggiornamento de Juan XXIII y su Concilio Vaticano II en los primeros sesenta fueron una auténtica novedad. Hoy, en el post quem de aquella historia esperanzada para muchos, que esas actividades se amparen en interpretaciones laxas de “aconfesionalismo” o en el puro marketing es cada vez más increíble.  Cuando en estos últimos 40 años ha pasado de todo, mejor será abandonar el tozudo cultivo de esos lastres de “lo fáctico” que seguir perdiendo credibilidad.

Fuente: http://www.mundiario.com/articulo/cultura/confesionalidad-educativa-sigue-espana-criterios-siglo-xix/20170622132953092738.html

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España: La educación católica se reúne para fijar estrategia y postura ante el nuevo Pacto Educativo

Europa/España/4 de Marzo del 2017/Fuente: actuall

La mesa eclesial para el diálogo educativo creada por los obispos durante la última reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), en la que estarán representadas las instituciones de la Iglesia católica implicadas en el campo de la educación, se reúne por primera vez este jueves 2 de marzo, con el fin de aunar su voz de cara al Pacto de Estado por la Educación, que se está gestando en el Congreso de los Diputados.

Esta mesa tiene como objetivo “aunar criterios, repartir papeles y ver los elementos básicos a defender” en el Pacto Educativo con un objetivo común: una educación integral en la que no solo se forme al alumno en competencias concretas sino también como persona, teniendo en cuenta “la dimensión trascendente”.

La mesa eclesial para el Pacto Educativo buscará la “unidad en la defensa de los principios básicos de la educación católica en libertad”

“Se hará un repaso al perfil básico de la educación católica y, con un espíritu constructivo, en diálogo con los responsables políticos y con el resto de los responsables sociales implicados en la enseñanza, concurrir. Y lo queremos hacer con un reparto de papeles, con la especialidad y el perfil de cada uno de los representados en esta mesa”, asegura.

En todo caso, precisó que concurrirán con “un denominador común de unidad en la defensa de los principios básicos de la educación católica en libertad” y al mismo tiempo de “apuesta por una educación integral que lleva consigo también el aporte del hecho religioso católico, en dialogo con el resto de las disciplinas y con las exigencias pedagógicas y académicas necesarias, como las que se lleva a cabo en igualdad de circunstancias”.

La mesa estará integrada, por parte de la Conferencia Episcopal, por el presidente de la CEE, Ricardo Blázquez, por el portavoz Gil Tamayo, y por el presidente y el director del secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza, informa Europa Press.

Por parte de la comunidad educativa y las asociaciones de familia, estarán representadas la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA), la Fundación Escola Cristiana de Cataluña, la docencia universitaria, la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), la Confederación de Asociaciones de Padres de Alumnos (COFAPA) y el Foro de la Familia.

Fuente: http://www.actuall.com/educacion/la-educacion-catolica-se-reune-fijar-estrategia-postura-ante-nuevo-pacto-educativo/

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