Por Coral Herrera Gómez
Debido a la doble moral de la cultura patriarcal, tradicionalmente los hombres han podido tener relaciones sexuales al margen del matrimonio frecuentando prostíbulos, burdeles, mancebías, casas de citas, puticlubs, etc. en los cuales podían satisfacer sus fantasías sexuales con una o más mujeres a cambio de dinero. Nunca ha existido un lugar semejante para las mujeres, a excepción de las cortes faraónicas o reales en las que las reinas y las mujeres de la nobleza tenían sus harenes masculinos más o menos encubiertos.
Sin embargo, en la posmodernidad existen espacios para el placer compartido en los que las mujeres pueden desarrollar prácticas sexuales alejadas de la norma y de la moral sexual tradicional. Estos lugares de encuentro (chalés, casas particulares, hoteles, discotecas o bares) son utilizados por mujeres que llevan a cabo sus fantasías sexuales, a solas o con sus compañeros, en un ambiente liberal.
En las ciudades occidentales proliferan este tipo de espacios normalmente enfocados a los intercambios de pareja, en los que su máxima ley es el consentimiento mutuo y la libertad de elegir el número de personas o el tipo de prácticas sexuales que se prefieren. En ellos se cuida al máximo la higiene y la seguridad (por un lado, la sexual –se fomenta el uso de preservativos- y por otro la seguridad de las personas ante situaciones conflictivas).
Su norma básica es el respeto: “No” significa siempre “no”, y no suele ir seguido de un “¿Por qué?”, de modo que las relaciones entre las personas que se encuentran allí no se tensen ni se produzcan malentendidos. Dado que nuestra cultura amorosa está basada en la posesividad y la exclusividad sexual de la pareja, las personas que acuden a este tipo de locales, fiestas, festivales o encuentros cuidan al máximo sus comportamientos y modos de relacionarse,porque son conscientes de que es un mundo alternativo a la sexualidad hegemónica en el que pueden surgir emociones intensas (celos, miedo, inseguridades, y emociones contradictorias como excitarse por ver a su pareja disfrutar con otra persona y a la vez sentir celos). Por ello la cortesía, la educación y la elegancia en el trato son básicos.
Existen, además, las figuras de los mediadores, que vigilan la armonía del entorno y guían a las parejas en el funcionamiento del local. Una pareja puede elegir el grado de implicación y participación en los intercambios sexuales según sus apetencias. En España estos sitios proporcionan una pulsera de colores que marca ese grado de implicación: desde parejas que solo quieren mirar o que los demás les miren mientras practican sexo, hasta la forma de empezar por primera vez un intercambio con una pareja. Los mediadores pueden presentar a parejas que se gusten y no se atrevan a saludarse por miedo al rechazo, asesoran a las parejas para su actitud no presione a otras personas, y resuelven cualquier duda o conflicto que pudiera presentarse.
Existe una especie de manual de etiqueta para este tipo de contactos, aunque es un código no escrito y está normalizado más que nada por el uso y por la cortesía elemental.
- Amabilidad. Aunque no te interesara llevar a cabo algún encuentro sexual con otra pareja o persona, respeta sus sentimientos, sus deseos y sus gustos, aunque no coincidan con los tuyos.
- Contesta los mensajes. No dejes de contestar los mensajes que te envíen, aun cuando sea para decir simplemente «No, gracias»; de esa manera evitas que alguien pierda el tiempo esperando inútilmente.
- Prepárate. Si deciden con tu pareja concretar un encuentro con alguien, toma las previsiones del caso. No olvides JAMAS llevar encima la correspondiente cajita de preservativos.
- Toma en cuenta los sentimientos de los demás. Observa si tu pareja y la otras personas actúan de un modo relajado o tenso, e intenta, si algo anda mal, disipar el mal momento con un gesto afectuoso o de confianza.
- No seas insistente. Si alguien te dice NO, no es válido preguntar POR QUÉ, porque después de todo, el ser swinger significa también la libertadde decisión y de elección para todos. Aquí en todos los caso NO significa NO.
- Sólo acepta lo que sea divertido para tod@s. Recuerda, ésa es la idea, divertirse y pasar un rato agradable.
Lo curioso del fenómeno es que el perfil de este colectivo de personas es de clase media-alta y profesiones liberales: jueces, profesoras, ejecutivos, empresarias, académicos, funcionarias, médicos, etc. En las páginas webs de los locales de encuentros de parejas existen guías y recomendaciones para las personas que quieran abrir su intimidad sexual para compartirla con más gente. Todas ellas recomiendan tener tacto, actuar con sinceridad, honestidad, y propiciar la comunicación. Normalmente son los hombres quienes introducen a sus parejas femeninas en este mundo. Sin embargo, cada vez es más común que las mujeres tomen la iniciativa o que incluso acudan solas a fiestas de este tipo donde son bienvenidas.
Estas prácticas sexuales se engloban bajo el término swinger, que deriva del inglés to swing (balancearse, oscilar). El movimiento swinger incide en el hecho de que las parejas que practican el libre intercambio se quieren, se respetan y poseen una profunda complicidad entre ellos. Nunca recomiendan entrar en el mundo swinger cuando la pareja sufre problemas graves, porque suponen que empeorarán sus problemas y su falta de confianza, inseguridad, miedos o contradicciones. El movimiento swinger en cambio es apta para parejas que se quieren, que se comunican entre sí con fluidez y que son capaces de compartir y expandir su sexualidad sin miedo a perder a su pareja.
Según el estudio de Mcginley (1979), las parejas swinger:
1.- Disfrutan y están más satisfechos con su actual relación emocional.
2.- Se comprenden mejor a sí mismos y a su pareja.
3.- Tienen una comunicación más íntima y eficaz con su pareja.
4.- El sexismo es menor en su relación de pareja.
La tolerancia, el respeto y la sinceridad mutua eliminan la doble moral y la hipocresía, y supone un trato igualitario entre los miembros de la pareja, que se sienten libres para compartir sus fantasías con su pareja y con más gente afín. El movimiento swinger, en este sentido, separa la fidelidad sexual de la afectiva: se trata de divertirse y disfrutar en colectividad pero manteniendo la relación afectiva con su pareja como algo valioso e indispensable. De algún modo, creen en la fidelidad sentimental aunque no en la sexual, y se les ha criticado precisamente porque no rompen con la estructura de pareja de dos, ni con la heterosexualidad ni el matrimonio. Sólo rompen con la hipocresía burguesa del binomio matrimonio-adulterio. Los swingers, como principio teórico, no tienen sexo al margen de la pareja, por lo cual no mienten ni traicionan a su cónyuge, ya que lo hacen con su propio compañero o compañera.
A pesar de esta fidelidad sentimental, entienden que se exponen al riesgo de que su pareja se fascine con otra persona, pero al final ese riesgo es el mismo que corren las personas que practican la monogamia y el adulterio clandestino. Según Daniel Bracamonte, de la Asociación Argentina de Swingers, la gran mayoría de las parejas se iniciaron estando muy bien en su sexualidad íntima e, incluso, fue el alza del deseo el que los llevó a buscar “nuevos horizontes”.
Para Bracamonte el sexo swinger no reemplaza al sexo en pareja porque en realidad distinguen muy bien entre las relaciones fugaces y descomprometidas que establecen con otros y otras, y su relación, que es más compleja, más profunda y duradera. Practicar los intercambios, los tríos y las orgías comunales no empobrece el sexo dentro de la pareja, sino que lo enriquece: “Podemos hablar de una interacción entre ambas variantes: el intercambio eleva el morbo junto a las fantasías de la pareja, y generan una complicidad sexual que estimula genitalmente. Es por esta razón que muchas parejas ven incrementada su sexualidad de pareja después del primer intercambio”.
Los swingers entienden que la fidelidad es una cuestión que tiene que ver con la función reproductora de la sexualidad. Sin embargo, la sexualidad va más allá de la reproducción porque se convierte en un instrumento de placer y un modo de relacionarse eróticamente con otras personas; por eso creen que el placer debe ser algo libre y múltiple, no constreñido socialmente. Los swinger son conscientes de la contradicción de sus planteamientos, porque por un lado defienden la pareja clásica heterosexual y por otro, a la vez, defienden la libertad sexual (pero compartida con el otro)
Daniel Bracamonte, por ejemplo, admite que el miedo es el trasfondo de la contradicción que sentimos las personas al ver gozar a nuestra pareja con un tercero. Los swingers transforman el miedo en confianza, y transforma “la aterradora imagen de que nuestra pareja goce con otros en una placentera forma de compartir fantasías y placer mutuo. Lo contradictorio es en general dialéctico: negamos lo que aceptamos y aceptamos lo que supuestamente negamos. El swinger es en sí una contradicción: puede ser placentero y nocivo, conveniente e inconveniente, todo depende de cómo se viva”.
Los swingers no necesitan, para sentirse seguros y amados, tener la exclusividad sexual, y declaran sentir el amor de una forma más profunda, menos posesiva: “Vemos a la pareja no como una unidad reproductiva sino como la unión de aspiraciones, proyectos y fantasías, y entendemos que acompañarnos es a la vez comprendernos y ayudar al otro a realizar aquellas cosas que lo hacen feliz o le aportan placer. No hay en la posesividad ni en los celos nada que nos asegure amor, más bien hay mucho de un individualismo no elaborado”.
Este individualismo además conlleva un egoísmo y una serie de mentiras que convierten las relaciones monogámicas heterosexuales en una institución hipócrita en el que cada uno de los miembros puede llevar una doble vida: actuar como una perfecta casada o casado y tener amantes sin problemas, y con mucha discreción. Los swinger entienden que mentir, ocultar o reprimirse no es sano para la salud física y mental de las personas, y además conlleva multitud de problemas asociados. El adulterio supone traicionar un pacto o contrato de fidelidad y sinceridad, hace mucho daño a las personas que lo practican y a los terceros protagonistas. En cambio, las prácticas swinger no socavan la confianza del otr@, sino que refuerza la unión de la pareja porque entre sus miembros no hay mentiras ni secretos.
“El swinger es una actividad de parejas que nace de una relación estable, crece como fantasía de ambos, recorre el proceso de construcción de la confianza mutua, de la caída de los prejuicios y, superado ese momento, comienza el juego en la búsqueda de la primera experiencia”. La ley mayor del swinger es oscilar. Pasamos fugazmente por la cama de los otros, no nos quedamos en ella ni buscamos más atención que la genital en ese momento concreto. Si esto se respeta -y la mayoría de los swingers lo hacemos-, no hay otras historias que lamentar. Cuando, por el contrario, nos aferramos a otra pareja o a un solo o sola en el caso de los tríos, la cuestión comienza a tener sus riesgos. Somos ¨osciladores¨, vamos del placer hacia lo nuevo. Sólo tenemos un puerto fijo en nuestro constante navegar: nuestra pareja«
Daniel Bracamonte Los swingers
Según Terry Gould en “The Lifestyle: A Look at the Erotic Rites of Swingers”, el intercambio de parejas comenzó entre los pilotos de su fuerza aérea y sus esposas durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de los años 60, la práctica se ha extendido por E.E.U.U y Europa principalmente, y de ahí a muchos otros países. En la España de los años setenta fue conocido en círculos restringidos un lujoso chalé de la sierra madrileña donde se organizaban reuniones de pequeños grupos de parejas no profesionales. También por la misma época se habría dado actividad swinger con cierta asiduidad en determinados campings, entre clases sociales más modestas. Revistas como la histórica Lib fueron uno de los pocos canales de contacto entre parejas a finales de los setenta y durante la década de los ochenta.
En Estados Unidos existen al menos 400 clubes de intercambio de pareja y en Europa más de 600. Los clubes se dividen típicamente en clubes “internos” o «On premise», donde la actividad sexual puede ocurrir dentro del local, y clubes “externos” » Off premise» donde la actividad sexual no está permitida en el interior del local pero se puede concertar en un lugar cercano.
En Europa existen tres formatos de clubes estándar:
- el bar / club nocturno, usualmente pequeño, ubicados en los centros de las ciudades, y enfocado alrededor de la pista de baile;
- el formato de Spa en ambiente nudista, con piscinas, piscinas de hidromasaje, saunas, cuartos de vapor;
- el formato de club de campo, fuera de las ciudades, que incluyen elementos de los dos anteriores, ofrece además amplias áreas recreativas y usualmente los alimentos se sirven a manera de buffet.
Existen algunas organizaciones nacionales que organizan el intercambio de sus miembros, convenciones y vacaciones grupales. En Europa, los intercambiadores de todo el continente se congregan en julio y agosto en el pueblo nudista de Cap d’Agde en el sur de Francia donde existen cerca de 8 clubes de intercambiadores de pareja. En su temporada alta, Cap d’Agde alcanza una población de 30.000 personas.
En España proliferan chalés de encuentro swinger en la costa, o clubs cada vez más exitosos, como Momentos Club, Encuentros, o Satén en Madrid, o Training Events(*) en Barcelona.
Al margen de los organizadores empresariales que ven el movimiento swinger como un negocio, existen organizaciones autogestionadas que ven el swigerismo como un modo de vida y que tratan de no mercantilizar el sexo. Así que otras formas de conocer gente swinger es a través de anuncios personales, fiestas caseras de intercambio y principalmente Internet.
“Te amo, te comparto” es una contradicción, pero como toda contradicción respeta las generales de la evolución. Compartir no es entregar, dar un paso al costado ni perder nuestra posición dominante en el plano del amor, único sustento de la pareja. Compartir es más precisamente dejar hacer en comunidad para el placer mutuo. Esto parece muy filosófico, pero es esencial. También se ve como una contradicción aun más compleja el hecho de que los swingers gocemos viendo al otro gozar con un tercero. Allí lo que se expresa es el principio de la omnipotencia genital: si ella o él me ama, nadie le podrá dar placer sexual. Nada más inexacto. Quizás el amor nos asegure el lugar más cálido y requerido en la sexualidad del otro, pero no inhibe su capacidad natural para gozar. Podemos gozar con otros sexualmente y amar en exclusividad, esto es así, podemos aceptarlo o mirar para otro lado. Y si es así, ¿por qué no dejar que esa capacidad fluya y no mentirnos con la idea de que somos los únicos que excitamos a nuestra pareja?”
Si las bodas son actos luminosos celebrados a plena luz del día, los intercambios de pareja pertenecen al lado oscuro de nuestra realidad, porque transgreden la monogamia y abren otras formas de relacionarse eróticamente. Sin embargo, gracias a Internet, este fenómeno invisibilizado por los grandes medios está experimentando un fuerte desarrollo; existen numerosos blogs, webs y redes sociales de swingers como Vidas Libres (*) en el que las parejas pueden conocerse, quedar, intercambiar fotos, vídeos, etc.
Coral Herrera Gómez
Fuente: http://haikita.blogspot.com/2010/11/los-amores-swingers.html
(*) El artículo original cuenta con varios enlaces rotos o ya no disponibles.