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Proyecto de trabajo sobre salud y contaminación del aire en la ciudad II

A la vuelta de vacaciones habrá que poner en marcha un proyecto de respiración saludable, del cual se pueden articular ya las primeras fases. El profesorado ha de moverse rápido.

Carmelo Marcén Albero (www.ecosdeceltiberia.es)

Tras haber realizado una aproximación real, compartida, sobre las ciudades que queremos, se puede construir un entramado dinámico de la problemática del aire contaminado, para colgar de él sus causas y consecuencias. En primer lugar se dibuja, en la pizarra o en la PDI, un gran árbol titulado “Con el aire de la ciudad viaja la salud”. A partir de una tormenta de ideas, el alumnado explicitaría las causas por las cuales el aire está contaminado en las ciudades y las consecuencias que acarrea en sus habitantes. Cada una de las causas se rotula en una tarjeta, real o virtual, y se adhiere a la raíz; se hace lo mismo con las consecuencias, pero se sitúan en las ramas/hojas. Es posible que haya que mover las tarjetas que cada grupo había ido colocando; se habla y se decide colectivamente. Lo más probable es que se necesite profundizar en las causas y dar algún detalle de las consecuencias. Por el tronco que une ambas pueden colgarse alternativas, si es posible jerarquizadas.

Desde lo próximo, la problemática concreta de salud y medio ambiente urbano, se debería viajar más lejos, el profesorado sobre todo, por el mapa interactivo de contaminación y salud que propone la OMS (Organización Mundial de la Salud), incluso se puede invitar al viaje al alumnado. Una vez alcanzada una visión global, expuestas y debatidas cuestiones varias, el profesorado debe ajustar las opiniones sobre la situación y las medidas propuestas, dar algunos retoques al proyecto. Después, o entre tanto, hay que invitar al alumnado a visitar la iniciativa “Cambiemos el aire”, pues sus infografías seguro que le atraen al tema y encaminan alguna reflexión personal y colectiva.

Esta compleja visión hay que cotejarla con la realidad. El alumnado debería saber que muchos ayuntamientos, quizás el suyo, se empeñan en diseñar para el futuro ciudades menos carbonizadas y quieren hacerlas expertas en movilidad. Para eso van peatonalizando calles y posibilitando el transporte sostenible mediante autobuses híbridos o eléctricos, tranvía y carriles bici. Algún equipo debería informarse en la web de su ayuntamiento sobre las medidas puestas en marcha y las que se prevén próximamente para comentarlo en clase y reconocer las acciones colaborativas que cada uno individualmente puede acometer. Todo lo manifestado y expuesto debe quedar recogido por escrito.

También convendría que el centro valorase, y en su caso se apuntase, a los caminos escolares: itinerarios que centros educativos y ayuntamientos han diseñado para dar autonomía a los escolares en sus desplazamientos diarios a los centros y así evitar que las familias utilicen el vehículo propio para llevarlos. En este punto incide la ilusión de hacer la ciudad más habitable para los niños que puso en marcha Francesco Tonucci en 1991. Hay que viajar con el alumnado a La cittá dei bambini. El profesorado debería valorar las características del proyecto italiano por si algunas iniciativas sirven para incorporarlas al propio.

Aún pueden hacer más: inviten a alguien del servicio correspondiente del ayuntamiento o del centro de salud para que cuente al alumnado qué tipo de conductas urbanas aumentan las emisiones de los diferentes tipos de partículas que contaminan el aire. También, que hable de las alternativas que el municipio ha puesto en marcha para minimizar este problema. Para completar lo que digan habría que investigar las razones por las que la red de ciudades “C40 Cities”, Barcelona y Madrid entre ellas, se empeña en desarrollar un plan global para liderar la lucha contra la contaminación y el cambio climático.

Como actividad de aplicación, cabe proponer que el alumnado redacte una composición personal sobre la ciudad que quiere y la exponga en su clase. En el diálogo posterior habrá que reflexionar sobre si esa ciudad está deseada a partir de la perspectiva personal, desde la opción de la ciudad como sistema complejo en interacción, o pensando en la ciudad como una parte condicionante del medioambiente global.

Con todo lo realizado se completaría una gran carpeta La ciudad que queremos, que contendría investigaciones, testimonios escritos y gráficos, conclusiones y alternativas. La carpeta viajaría, sin contaminar, por todas las aulas del centro, hayan participado o no en el proyecto, para que los esfuerzos y las conclusiones sean conocidos, para que se hiciesen otras aportaciones.

La larga propuesta acaba aquí. Si alguien tiene interés en conocer más datos y alternativas puede acercarse al “Observatorio Salud y Medio Ambiente DKV Ecodes”, en especial a su monográfico número 2. Allí, se incluyen estudios que recogen muchos datos interesantes, informes completos y se aportan sugerencias para construir entre todos una vida más saludable y sostenible en la ciudades. Si alguien todavía no está convencido del riesgo que el deterioro ambiental supone para la salud de los niños debe leer los avisos del “Comité de Salud Ambiental” de la Asociación Española de Pediatría.

La ciudad pertenece a los jóvenes de cualquier edad, debería protegerlos. Sin embargo, investigaciones recientes alertan, una vez más, del peligro que supone el aire contaminado para la infancia; en este caso es HEALT quien habla de Madrid. Una ecociudad es el modelo de convivencia más saludable; luchen por conseguirla.

Ahora que ha acabado el curso escolar en las escuelas españolas y de otros países, es momento de prever que a la vuelta de vacaciones habrá que poner en marcha un proyecto de respiración saludable, del cual se pueden articular ya las primeras fases. El profesorado ha de moverse rápido.

Volveremos en septiembre con nuevas propuestas para que las escuelas sean cada vez más sostenibles. Animen al alumnado a que practique en verano algo de lo que aquí hemos recomendado.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/06/28/proyecto-de-trabajo-sobre-salud-y-contaminacion-del-aire-en-la-ciudad-ii/

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Una escuela que revierta la normalidad

Luis González Reyes

Necesitamos revertir esa normalidad y hacer de la educación un servicio colectivo (que al tiempo también puede ser individual), que ayude a la mejora del conjunto de seres vivos que habitamos este planeta, incluidos los seres humanos.

Imaginemos un modelo de ciudad llena de rascacielos donde cada vivienda disfrute de la última tecnología de auto movilidad y cada familia tenga su ascensor privado (o tal vez un par de ellos). ¿Cómo sería cada edifico? Si vivieran en él cien familias, ¿cómo se organizarían? ¿Habría cien huecos de ascensores para subir y bajar o, para ser más eficientes, pondríamos varios huecos de ascensor de subida y varios de bajada? Si el trasiego se complica en las horas punta, ¿pondremos un semáforo en el segundo piso o una rotonda en el cuarto?

Nos cuesta imaginar edificios tan grandes y complejos. Para visualizarlo mejor solo hay que salir a la calle y verlo en horizontal: miles de ascensores horizontales llamados automóviles, con carriles propios para ir y venir, con sus rotondas y luminosos semáforos.

No nos cuestionamos las ciudades llenas de ascensores horizontales, llamados metafóricamente automóviles, que ocupan espacios vitales desproporcionados, desgarran nuestras vidas en horas de desplazamientos individualizados y se llevan por delante miles de personas. Nada parece cuestionar proyectos de convivencia y movilidad que nos alejan de la vida colectiva, que a momentos se nos escapa en cada rincón del espacio urbano privatizado.

Reflexionar sobre el coche, sea eléctrico o de combustión interna, no debe obviar los fundamentos básicos de la cuidad como espacio colectivo, como bien común que nos eleva desde la condición de status individualis hasta la de status civitatis.

¿Podríamos tener la osadía de imaginarnos ciudades sin ascensores horizontales privados, sin coches privados? ¿Podremos tener la inteligencia de quitarnos el cinturón de seguridad, bajarnos de la tecnología de las prisas y simplemente andar nuestras utopías despacito, a pie, con compañías de carne y hueso amasadas de cuidados y ternura?

Llevando esta reflexión al ámbito escolar podemos pensar en modelos de llegar al colegio que no vengan mediados por el vehículo a motor privado. Estos modelos requieren de una mirada colectiva. No solo por las implicaciones, que son colectivas, del automóvil (cambio climático, contaminación del aire, accidentes, ocupación del espacio, ruido…), sino también porque una movilidad no individualizada requiere pensar en común. Necesita construir itinerarios seguros con la complicidad del vecindario y tejer grupos de apoyo mutuo entre familias para ir al cole. Un mínimo muy mínimo es no meter el coche en la puerta del colegio.

Sigamos revirtiendo lo normal. En el espacio escolar, lo normal es trabajar dentro de las aulas pero, ¿cómo se van a comprender el resto de seres vivos sin interaccionar con ellos, con la omnipresente mediación de pantallas y papeles? Y, lo que probablemente es más importante, ¿cómo vamos a empatizar con el resto de seres vivos sin verlos, oírlos o tocarlos? Así pues, pensemos en aulas que estén vivas. En espacios que permitan que salgamos, al menos parcialmente, de nuestra tecnosfera para poder entender lo profundamente ecodependientes que somos.

¿Para qué sirven los colegios?, para educar a la población y… para alimentarla. ¿Por qué no podemos recoger nuestra cesta de verduras al tiempo que terminamos la jornada laboral o acompañamos de la mano a nuestra hija hasta casa? Podemos crear grupos de consumo agroecológicos en los centros escolares que, de paso, doten de mucho más sentido a estos vetustos espacios.

¿Qué pasaría si el personal de limpieza, esos fantasmas invisibles que recorren los colegios, de pronto tomaran presencia? Para ello, podemos hacer responsable al resto de la comunidad educativa de la limpieza y el reciclaje, enseñando habilidades y actitudes imprescindibles para una vida ecosocial. También presentando a esas personas al alumnado o invitándolas a nuestros momentos de celebración laboral y escolar.

Un culmen de la normalidad escolar son los libros de texto. Esos objetos en los que está depositado el análisis válido y certero de la realidad que el alumnado debe memorizar. En ellos se reproduce la forma de no-ver el mundo que denuncia Eugenio Reyes. Rompámoslos y apostemos por materiales flexibles, basados en la construcción colectiva, interdisciplinares y, por supuesto, con una mirada ecosocial.

Podemos realizar listas mucho más largas de normalidades que revertir (o, al menos, revisar): el horario (¿por qué no dormir en los centros para construir mundos más dignos, más feministas?), el límite de lo escolar al contorno físico de los coles (¿qué pasa si el aprendizaje se enfoca a la mejora colectiva y se plasma en acciones extraescolares?), o la visión del alumnado como personas pasivas y desmotivadas con la transformación de su realidad, de la nuestra (¿qué ocurre cuando fomentamos que se autoorganicen?).

A todo esto subyace una apuesta básica: romper la idea mayoritaria de que la educación es un servicio individual. No lo es (o no debería serlo). Necesitamos revertir esa normalidad y hacer de la educación un servicio colectivo (que al tiempo también puede ser individual), que ayude a la mejora del conjunto de seres vivos que habitamos este planeta, incluidos los seres humanos.

Nuestro orden social es un desastre. Nuestra relación con el entorno, biocida. Esta es una normalidad que va a cambiar lo queramos o no. Mucho mejor si desde los colegios damos los pasos necesarios para otras normalidades que sean sostenibles, justas y democráticas.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/13/una-escuela-que-revierta-la-normalidad/

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Climatizar la escuela para atemperar la incertidumbre

Olviden las lecciones tradicionales que presenta el clima en forma de lección aprendida, como algo estático. Potencien la dimensión interactiva entre sociedad y territorio.

No, no vamos a hablar de instalar aparatos de calefacción y aire acondicionado en todas las estancias de las escuelas para aumentar la confortabilidad según los deseos de los diferentes usuarios, pues la medida supondría un gasto energético desmesurado, ilógico en estos momentos e inasumible en los exiguos presupuestos escolares. Eso no es deseable en un mundo que lucha contra un cambio climático ya comprobado, acelerado por efecto de la emisión antrópica del carbono y otras partículas al aire. Pero aun así merecería hablar de estos temas de vez en cuando.

Las puertas de la escuela siempre deben estar abiertas a recoger opiniones y percepciones de los escolares, aunque sean controvertidas, y tratarlas de forma dialogada, para aventurar lo que supone cada deseo de las personas en la aldea global en la que vivimos. En esta ocasión, se trata de algo menos continuado, por eso escasamente perdurable en la preocupación curricular, pero suponemos que más importante: escuchar y entender desde las aulas el clima y sus vaivenes locales o globales, a la vez que prepararnos y comprometernos para aprehenderlo mejor y así actuar todos los días. Si se logra este propósito, se ayudará a limitar las incertidumbres meteorológicas, que las habrá siempre, de distinta intensidad y afectando a más o menos gente; esta última idea debe quedar clara entre los escolares pues la experimentarán en la vida adulta. Porque, no lo olvidemos, el clima ya no es lo que era: lo manifiestan de forma subjetiva los más mayores, lo corroboran de forma objetiva los científicos.

Los recientes episodios meteorológicos ocurridos en España, también en Francia, como sucede cada mes en casi todos los países del mundo, han tenido graves repercusiones en el medio natural y en la vida de muchas personas, tanto que han sido objeto de una enorme atención mediática. Pregunten en su clase cómo el alumnado ha percibido estos episodios, quizás ni siquiera se hayan enterado. Avancen con los escolares las causas y consecuencias que han tenido, intenten situar las localidades o regiones afectadas en el mapa y buscar alguna relación entre las pulsiones de la naturaleza y el bienestar y las necesidades de las poblaciones. Pídanles que cuenten alguno que hayan sentido muy cercano. Háganles ver que fenómenos como estos no son exclusivos de España; en América saben mucho del asunto. El año pasado, cientos de personas se vieron afectadas en Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador. ¡Qué nos dirían los chicos y chicas de Bangla Desh de las veces que las aguas los dejan sin escuela! Seguro que en nuestros colegios e institutos se está al tanto de los efectos de ciclones y tornados en América del Norte, este año y todos los años; suelen tener un amplio despegue mediático. Vistas las cosas que suceden, convendría abrir los intereses de la escuela y abordar el clima a partir de hechos o situaciones similares. Lleven a clase noticias sobre sus efectos y hablen de ello. Tiempo y clima es mucho más de lo que traen las clásicas lecciones de los libros de texto, empeñadas en que el alumnado aprenda las zonas climáticas y las caracterice.

En esos días de tormentas e inundaciones ha quedado manifiesta la incertidumbre de las condiciones meteorológicas –en particular las precipitaciones habidas en cortos periodos de tiempo–, que son las que con su recurrencia configuran las características climáticas. Suponemos que algunos centros educativos habrán comentado estos episodios en clase, que habrán visitado la página de Aemet (Agencia española de meteorología) y otras para informarse de las previsiones meteorológicas. Este trabajo prospectivo cabe hacerlo mirando solo en el ámbito de la naturaleza dinámica –masas de aire con mucha agua que se ponen en contacto súbito con otras con temperaturas muy bajas y provocan precipitaciones extraordinarias– o resaltando la influencia de estos episodios en localidades y personas –a veces con resultados dramáticos–. En cualquier caso, no hay que olvidar el trabajo reflexivo sobre los asuntos que son claves para la vida y el comportamiento social: ¿pueden las personas dominar la naturaleza?, y una segunda de ideología colectiva, ¿hacen bien en comportarse como si les perteneciese? Porque al final hay que comprender si la naturaleza está sujeta a restricciones o simplemente hace uso de su libertad, que una vez y otra quiere recuperar aunque se le pongan barreras. Si todavía no se han trabajado estas perspectivas en clase cabe hacerlo en forma de debates o simulaciones en las que afloren percepciones, ideas y compromisos.

Olviden las lecciones tradicionales que presenta el clima en forma de lección aprendida, como algo estático. Potencien la dimensión interactiva entre sociedad y territorio, aborden especialmente las ventajas e inconvenientes de vivir cerca de masas de agua, de taponar y hormigonar los cauces; quizás tengan alguno cerca. Estudien casos concretos con dimensiones diversas, en cualquier curso. Hablen con los escolares del principio de prevención y de la precaución como estrategia de vida; coméntenles la necesidad de los protocolos ambientales, pues estos episodios se repetirán. Al profesorado tampoco le iría mal reflexionar sobre lo que piensa, siente, enseña y practica personalmente sobre estas cuestiones. Y no culpen al agua, véanla mejor como Mario Benedetti en su poema Agua.

La del grifo/ la mineral/ la tónica
la del río/ la dulce/ la salada
la del arroyo/ la del mar/ la regia
la de las cataratas/ la del pozo.
La de la lluvia/ la del aguanieve
la de las fuentes o la del rocío
la del océano/ la del aljibe
la del diluvio o la de la cascada.
Toda el agua del mundo es una abuela
que nos cuenta naufragio y regatas
que nos moja la sed y da permiso
para seguir viviendo otro semestre.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/10/26/climatizar-la-escuela-para-atemperar-la-incertidumbre/

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Ilusión interesada: la etiqueta ecológica se convierte en el emoticono más utilizado

Por: Carmelo Marcén Albero

Habrá que prevenir a los estudiantes de que también hay trampas en algunas etiquetas, que deben ser críticos con lo que comen o llevan puesto.

La escuela es un conjunto diverso y cambiante, un magnífico caleidoscopio de la vida cotidiana, tanto por lo que recoge del mundo exterior, sobre todo próximo, como por lo que puede proyectar sobre él. Por eso no estaría de más que acogiese, como tema de estudio o debate, cuestiones que pueden parecer ajenas al aprendizaje. Alguien pensará que es una audacia sin sentido hablar en las escuelas e institutos de las etiquetas, pero dado que tienen una potencialidad plena en la sociedad actual nos atrevemos a proponerlo. Además, las portamos tanto las personas como lo animales o los objetos. Son marcas resistentes -se convierten en señales de comportamiento con el tiempo- que resultan difíciles de separar de alguien o algo; tanto es así que nos previenen o nos dicen qué debemos hacer ante esa señal, incluso cómo debemos sentirnos.

Nos hemos acostumbrado a ello y no sabríamos vivir de otra forma. En el diario de una jornada de cualquiera de nosotros tienen un papel importante. ¿Cómo podrían vivir nuestros abuelos sin ellas? Por entonces lo de la etiqueta quedaba sujeto a los usos que el diccionario atribuye al bien obrar (protocolo, fórmula, rito, etc.), que se podría resumir en el letrero “donde fueres haz lo que vieres”. Entre todas las etiquetas de hoy -más asociadas a rótulo, sello o marca que son otros sinónimos que dan las Academias de la Lengua Española- hay que colocar en un lugar preferente a los emojis, pues marcan nuestra comunicación. Los emoticonos inundan los chats, ya sea en Messenger, WhatsApp, Telegram o Twitter. Incluso Facebook se inventó el “Día Mundial del emoji” pues decía que quienes nos movemos por esas redes enviamos más de cinco mil millones de ellos cada día. Eso sí, los más utilizados son los que muestran risa o corazones. ¿Cómo no hablar en la escuela de este asunto?

Podríamos concretarnos en las etiquetas que portan los productos y materiales que usamos. La Administración las regula, los comerciantes las incorporan y las organizaciones de consumidores nos alertan de que debemos leerlas, aunque no entendamos una buena parte de lo que en ellas se dice; hay tantas palabras extrañas y las letras de tamaño tan reducido que nos invitan a pasar de ellas. Invitemos a nuestros alumnos a que examinen una muestra de envoltorios de los productos cotidianos que consumen. Es posible que desconozcan los datos nutricionales -la normativa europea obligó en 2011 a que así fuera, expresado en porcentajes por 100 gramos o 1.000 ml-, y en qué cantidades contienen cada uno, y que ignoren las posibles afecciones a la salud en caso de un consumo desordenado.

Reclamemos su atención, pues las organizaciones de consumidores han alertado del mal uso que se hace de distintivos como “natural, ecológico, casero, tradicional o artesano”. Si se confirma que la etiquetas no se leen, no debemos darnos por vencidos, pues contienen símbolos más sencillos e ilustrativos. Vayamos en su búsqueda. Hay muchos, pero podría servir como ejemplo el símbolo del reciclaje que está incorporado en multitud de envases y productos. Casi todos estudiantes sabrán qué significa, más o menos. Mejor aún, abrámosles el interés por la etiqueta ecológica para que la lleven a sus domicilios.

La etiqueta ecológica europea (EEE), que se conoce también con el distintivo Ecolabel significa que los productos cumplen unos rigurosos criterios ecológicos y así los identifica. Las empresas se implican -voluntariamente y a la vez se someten a vigilancia- con ellos al elaborar productos de la máxima calidad, y los consumidores podemos elegir los más sostenibles, lo cual significa comprometerse con el cuidado del entorno a la vez que consumimos productos de la máxima calidad. Hoy la portan en toda Europa alrededor de 40.000 productos o servicios. La marca de calidad ecológica no se refiere únicamente a alimentos sino que alcanza a otros muchos productos, que exhiben marcas similares. Algunos tan utilizados en casa como el sello de agricultura ecológica, el que nos asegura que los bosques con los que se elabora el papel o la madera están bien gestionados (FSC, PEFC), el que limpia la cosmética (Natrue), ese que nos certifica el textil (Made in Green o Global Organic Textile Standard), el pescado como debe ser (MSC-Marine Stewardship Council), la leche buena de verdad (PLS) y alguno más. De todas hemos de conocer su logo -tiene algo de protocolo, fórmula o rito pero también sello y marca, como dice la RAE-, pero todavía no son emoticonos famosos. ¿Quién sabe si con el tiempo?

Seguro que los estudiantes, están más preparados para llenar los armarios de sus casas con ellos después de hablar despacio sobre los pros y contras de estos productos; habrá que prevenirles de que también hay trampas en algunas etiquetas, que deben ser críticos con lo que comen o llevan puesto. Aunque no se consigan efectos de inmediato, es conveniente acercarse al caleidoscopio que es la vida y hacerlo de una forma responsable. Es nuestra ilusión interesada a la hora de proponer cuestiones de este tipo: hablar entre nosotros para pensar colectivamente, para actuar individualmente. Habrá que preguntarse más de una vez en clase, con los chicos y chicas, si “las palabras sin pensamiento suben al cielo”, como hacía Shakespeare; en sus tiempos no había emoticonos como ahora y se empleaban otras etiquetas. Ilusión interesada: la etiqueta ecológica (multifuncional y socialmente responsable) domina el pensamiento que encauza la vida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/06/15/ilusion-interesada-la-etiqueta-ecologica-se-convierte-en-el-emoticono-mas-utilizado/

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Colombia: Van 13.721 muertes asociadas con la contaminación

Colombia/Mayo de 2017/Autor: Santiago Valenzuela/Fuente: El Colombiano

A los municipios del Valle del Aburrá les costó 2,8 billones de pesos la atención de 2.105 pacientes que fallecieron por enfermedades asociadas a la contaminación del aire. De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación (DNP), estos recursos equivalen al 5 % del PIB del área metropolitana.

En Colombia, los costos en salud por muertes y enfermedades asociadas a la degradación ambiental ascienden a 20,7 billones de pesos, lo que equivale al 2,6 % del PIB nacional durante 2015, año en el que el DNP realizó un estudio al respecto.

Al desglosar los 20 billones de pesos, el sistema de salud colombiano invirtió 15,4 billones de pesos atender a los pacientes que sufrieron de enfermedades asociadas a la contaminación del aire urbano, es decir, a la polución en las calles. Relacionadas con esta contaminación se presentaron 10.527 muertes y 67,8 millones de brotes o enfermedades leves.

Según Simón Gaviria, director del DNP, “una de las recomendaciones para disminuir los índices de la contaminación de aire urbano es explorar, diseñar e implementar instrumentos económicos para el control del crecimiento del parque automotor, la congestión vehicular, la modernización tecnológica de la industria y la promoción de medios alternativos de transporte”.

En efecto, como lo reveló la Superintendencia de Puertos y Transporte, el 80 % de los automotores del área metropolitana no pasan la prueba por emisiones contaminantes. Según esta entidad, 1 millón 460 mil vehículos que están matriculados en el área metropolitana del Valle de Aburrá producen el 80 % del PM2,5, partículas de material particulado que afectan el sistema respiratorio del ser humano.

Por este tipo de contaminación, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha encontrado relaciones con enfermedades como el cáncer de pulmón, la bronquitis crónica y las enfermedades cardiopulmonares en general.

Recientemente, el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente y Biomedicina de la Universidad de Chile llamó la atención porque existen otros efectos de la contaminación en la salud, como la disminución de la frecuencia cardiaca ante el estrés, el bajo peso de nacimiento, los cólicos intestinales y mayores riesgos de cáncer.

Sin embargo, sobre este tema todavía existe polémica. La directora del Instituto Nacional de Salud, Martha Lucía Ospina, ha sido enfática en que la contaminación es un evento que aporta a producir enfermedad, pero no es causa directa de muerte, es decir, a las personas no las mata la contaminación”.

Contaminación en las casas

La polución en la ciudad es solo uno de los factores que incrementa el número de enfermedades y, por ende, la cantidad de casos en Colombia. La contaminación del aire en el interior de las casas también genera afectaciones. Según el DNP, “ a la contaminación del aire interior se atribuyen 2.286 muertes y 1,2 millones de enfermedades con costos por mortalidad prematura y atención de enfermedades que superan los 3 billones de pesos”.

Este tema no es menor, pues teniendo en cuenta la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, con corte a 2015, el 11.7% de los hogares colombianos utiliza leña, madera, carbón de leña o carbón mineral para cocinar en la casa. “En las áreas rurales, el uso de gas por tubería continúa siendo limitado (9.1% de los hogares) y casi la mitad de los hogares (47.9%) tienen que acudir todavía al uso de leña, madera y carbón”, dice el documento.

Actualmente, según el informe del DNP, Bogotá es la ciudad que invierte más recursos por enfermedades asociadas a la contaminación del aire urbano. En 2015 invirtió 4,2 billones de pesos para atender 3.219 casos que terminaron en muertes.

Después del Valle de la Aburrá, siguen Cali y Bucaramanga con las ciudades que presentan peor calidad del aire. En la primera se invirtieron 1,7 billones de pesos durante 2015 por atenciones a enfermos por contaminación y en la segunda 0,6 billones de pesos.

Si bien el DNP rescata proyectos como la formulación de la Política de Prevención y Control de la Contaminación del Aire, señala que se debe “invertir en mejorar la tecnología y cobertura de los sistemas de vigilancia de calidad del aire, así como tener en cuenta las proyecciones de expansión urbana en el diseño de las mismas”.

Para Ricardo Lozano, director de la organización People and Earth, es un error que las autoridades contemplen la contaminación como un tema ajeno a la salud pública: “Antes de los años setenta, el tema de la calidad del aire lo manejaban las secretarías de salud de los departamentos. Es importante que en las nuevas políticas se priorice la relación entre los agentes contaminantes y la salud, partiendo desde la prevención y la atención. Estas políticas, como hemos insistido, deben ser a largo plazo”.

Fuente: http://www.elcolombiano.com/colombia/13-721-muertes-asociadas-con-la-contaminacion-MF6447824

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España: Medio Ambiente y unos 200 escolares realizan una suelta de aves y reforestan las Lagunas del Sur

España/Febrero de 2017/Fuente: 20 minutos

Según ha indicado en la Junta en una nota, en esta ocasión, también han asistido el presidente del Patronato de las Reservas y Parajes Naturales de las Zonas Húmedas del Sur de Córdoba, José Naranjo, y el Presidente de la Sociedad de Cazadores de Aguilar, Cristóbal Reina. El delegado de Medio Ambiente ha afirmado que con «estas actividades se pretende dar a conocer los valores ecológicos, científicos y socioculturales de este espacio protegido, así como resaltar la importancia de su preservación para el desarrollo de actividades económicas tales como el turismo de naturaleza o el avistamiento de aves, como la famosa malvasía cabeciblanca».
ESCOLARES PARTICIPANTES
En la jornada han participado 200 escolares del CEIP Alonso de Aguilar, CEIP Carmen Romero, CEIP María Coronel, CEIP Jesús Nazareno, todos ellos de Aguilar de la Frontera y el CEIP Antonio Gala de Alcolea. Así pues, se ha realizado una suelta de aves recuperadas del Centro de Recuperación de Especies Amenazadas de los Villares, un búho real, un ratonero y un águila calzada. Además, tanto las autoridades como los escolares, han participado en una reforestación en los alrededores de la Laguna de Zoñar con especies de bosque mediterráneo, como algarrobos, madroños, lentiscos, almeces y romeros cedidos por la Delegación de Medio Ambiente. Cada escolar plantó un ejemplar de vegetación mediterránea, ayudando así en la restauración del medio natural. Algar ha declarado que «el objetivo principal es hacer llegar a los más jóvenes el valor de los humedales y de la fauna que albergan, así como la importancia de su conservación como lugar que acoge una importante biodiversidad en las zonas de la campiña cordobesa».
Las actividades organizadas han consistido también en visitas guiadas al Centro de Visitantes Laguna de Zóñar, con una explicación interpretativa y didáctica de la exposición, observación de las aves desde el mirador del Centro, actividades de educación ambiental con monitores y rutas por los tres senderos del espacio protegido: Observatorio, La Carrizosa y Las Fuentes de Zóñar. Algar ha agradecido la presencia de la ciudadanía, así como la colaboración de todos los colectivos que han puesto su granito de arena para que la conservación de los humedales cordobeses sean una realidad y, en especial, mostró su gratitud por la organización conjunta de esta actividad por parte del Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera y la Sociedad de Cazadores de Aguilar. Andalucía cuenta en la actualidad con 25 humedales que están incluidos en la Lista Ramsar de Humedales de Importancia Internacional (Lista Ramsar). De ellos, ocho se encuentran en la provincia de Córdoba, Lagunas de Zóñar, Amarga, Rincón, Tíscar, Jarales y Salobral, así como en los embalses de Cordobilla y Malpasillo. En total, suponen alrededor de 2.735 hectáreas de protección ambiental.

Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/2964947/0/medio-ambiente-200-escolares-realizan-suelta-aves-reforestan-lagunas-sur/

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Entrevista a Rafael Díaz: «La formación de personas ecologistas debe ser el principal reto de la educación»

12 Febrero 2017/Fuente:elcorreo /Autor: NEREA PÉREZ DE NANCLARES

Rafael Díaz-Salazar, profesor de Sociología y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense. Este sociólogo defiende que «el principal objetivo de la educación debe ser la formación de personas ecologistas».

–Su conferencia se titula ‘¿Para qué educar?’. ¿Para qué?

–Para aprender cinco cosas: crecer como personas, convivir con los que son diversos, conocer las ciencias y las humanidades, transformar la sociedad y adquirir un saber hacer profesional. No se debe reducir la enseñanza a la didáctica de unas asignaturas ni a la preparación para un empleo.

–Usted defiende que se ha consolidado un modelo de enseñanza sin educación. ¿Cómo explica esto?

–En bastantes colegios la actividad consiste en aprender libros de textos para sacar una buena nota. Muchas familias se convierten en los principales enemigos de sus hijos cuando lo que demandan es que los preparen para el triunfo económico. En edades cruciales de la vida no siempre se sabe enlazar lo que se enseña con el desarrollo psicológico y social de la personalidad. Tenemos que conectar la enseñanza con la educación de la interioridad y con la educación para el compromiso con el cambio ecosocial.

–¿En qué consiste este cambio ecosocial?

–Hay que vivir de otra manera, consumir menos, regular ecológicamente la producción e ir transitando hacia un poscapitalismo. Pero, claro, no pueden existir sociedades verdes sin personas ecologistas. La formación de una personalidad ecológica debería ser el principal objetivo de la educación.

–¿Qué parte de ese cambio deben impulsar los colegios?

–Vivimos en sociedades de ciegos y sordos con mucha tecnología. Los colegios tienen que ser escuelas del despertar para que los ciegos vean y los sordos escuchen los gritos de la Tierra violada y de los empobrecidos del mundo. Debemos conectar el conocimiento con el sufrimiento social y ecológico. Para ello hay que transformar radicalmente los contenidos curriculares. Necesitamos Matemáticas ecosociales, Lengua ecosocial, Física ecosocial, etc. Tenemos que adecuar ecológicamente las instalaciones con energías renovables, plantar huertos ecológicos, enseñar la conexión entre lo que comemos y la destrucción de las tierras y los océanos, iniciar en el comercio justo y el consumo responsable, establecer conexiones con los movimientos ecologistas para que profesores y alumnos se incorporen a ellos.

–¿Y cómo pueden convertir los padres a sus hijos en ‘personas verdes’?

–Tenemos que ecoalfabetizarnos, conocer con más precisión lo que le sucede al mundo con nuestra vida cotidiana. Cambiemos nuestra forma de comer, usemos menos el coche, reciclemos más, invirtamos nuestros ahorros en la banca ética y ecológica, compremos en tiendas de comercio justo, boicoteemos los productos de las empresas que destruyen el medio ambiente, condicionemos nuestro voto a los programas y las prácticas ecologistas de los partidos, incorporemos a nuestros hijos a las secciones juveniles de los movimientos ecologistas, a los que previamente debemos pertenecer. El cambio ecosocial es posible.

Felicidad sin dinero

–¿Pero no es tremendamente complicado desterrar la máxima de ‘a mi niño que no le falte de nada’?

–Hay que educar desde la infancia en la autocontención, en la frugalidad, en el sentido del límite, en la carencia de bienes, en el descubrimiento de prácticas de felicidad que no conllevan gasto económico. Lo que más nos puede hacer felices no requiere mucho dinero. Tenemos que luchar por un tipo de vida que consista en trabajar menos para trabajar todos y vivir mejor con menos.

–¿Y cómo convencería a cualquier joven de que hay que vivir con menos y de que se convierta en activista ecologista?

–Contemplemos la Tierra destruida y la vida de los empobrecidos. A la vez, conozcamos a personas, asociaciones y movimientos que en nuestro entorno crean felicidad colectiva a través del compromiso social y ecológico. Integrémonos en ellas. Fluirán nuestros sentimientos morales de compasión, ayuda, indignación y rebelión. Ellos dan la felicidad.

Fuente de la entrevista: http://www.elcorreo.com/alava/araba/201702/08/formacion-personas-ecologistas-debe-20170207211858.html

Fuente de la imagen:http://www.elcorreo.com/noticias/201702/08/media/entrevista-ecologistas-kwdF-U211973321691vxB-575×323@El%20Correo.jp

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