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Uruguay: Un análisis de la educación y el empleo

www.elpais.com.uy/09-05-2016/ Por: NÉSTOR GANDELMAN

Espero no confundir al lector con el título de esta nota. No pretendo referirme a los problemas del sistema educativo. Tampoco referirme a la pérdida de empleos del 2015, ni a las perspectivas del 2016. Quisiera comentar dos hechos relativamente conocidos del mercado laboral, cruzar ambos y analizar su implicancia.

Lo haré basándome en simples cálculos hechos sobre los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares que elabora el INE.

Formación.
La literatura económica ha tenido un largo interés en la relación entre el nivel educativo de los trabajadores y sus ingresos salariales. El trabajo de referencia obligada es Schooling, Experience and Earnings de Jacob Mincer de 1974. En este trabajo el profesor Mincer propone una metodología de simple aplicación que permite estimar los retornos a la educación. El mero concepto de retornos a la educación nos lleva a pensar que la educación además de un bien de consumo es un bien de inversión. Una persona invierte en educarse y de esta manera mejorar sus oportunidades laborales. Al pensar en la educación como inversión surge naturalmente la pregunta de sus costos; hay costos directos (matrículas, libros, materiales de estudio, vestimenta adecuada) y costos de oportunidad asociado a las cosas que se deben dejar de lado por asignar el tiempo al estudio.

Los retornos son los mayores ingresos laborales que obtiene una persona por estar educada. En trabajos empíricos, los economistas con especialidad en mercados laborales han tomado cuidado de controlar distintos aspectos que pueden afectar la relación entre educación y salarios. Ejemplo de esto último son los estudios de discriminación de género, étnica o racial.

Permítanme en esta nota presentar simples promedios. En el 2015 el salario por hora promedio de los trabajadores cuyo máximo nivel educativo es primaria fue de $ 471. El salario por hora promedio de quienes tenían secundaria incompleta fue de $ 530. Trabajadores con secundaria completa cobraron en promedio $ 724, quienes tienen algo de estudios universitarios cobraron $ 763 por hora y para quienes tiene estudios universitarios completos el ingreso promedio por hora fue $ 1.210. Esto implica un premio salarial del 13% por iniciar secundaria, del 54% por completar secundaria, del 62% por iniciar estudiar terciarios y de 157% por terminarlos. Los premios son aún mayores mirando los últimos 20 años.

Sector público.

Para importantes sectores de la población trabajar en el sector público es preferible a trabajar en el sector privado. Confieso que me cuesta aceptar esta idea pero entiendo algunas de las razones que se esgrimen. Mal que nos pese, en tiempos de recesión, el sector privado ha llevado a cuestas el peso del ajuste en mucho mayor medida que el sector público. No solo los empresarios han cargado con los costos de la desaceleración económica sino también los trabajadores del sector privado. Esto se traduce tanto en temas salariales, de intensidad laboral o simplemente mayor probabilidad de estar desempleado.

Existe otra razón por la cual el sector público es visto como una salida laboral interesante, el salario promedio por hora en el sector público es mayor que en el privado. En el 2015, el salario por hora promedio del sector privado fue $ 603 mientras que promedio en el sector público fue $ 837, un 40% superior. En los últimos 20 años el sector público ofreció remuneraciones promedio por hora entre un 35% y un 60% superiores al sector privado.

Y llegamos al nudo de esta nota. El premio por trabajar en el sector público y el premio a la educación no van de la mano. El mayor nivel salarial que ofrece el sector público se concentra especialmente en los individuos de menores niveles educativos. Dentro de quienes tiene como máximo nivel educativo primaria, trabajar en el sector público les implicó en el 2015 un salario por hora 40% superior a trabajadores de formación equivalente en el sector privado. Para quienes tienen secundaria incompleta o secundaria completa, el sector público les ofreció 37% y 24% mayor remuneración que el sector privado. La imagen cambia al entrar en los estudios universitarios. Quienes tienen algo de universidad encontraron una remuneración apenas 7% mayor en el sector público mientras que quienes completaron sus estudios universitarios encuentran que el sector público los remunera 26% menos que el sector privado.

Los distintos niveles de remuneraciones según nivel educativo son esperados, razonables y deseables como incentivo para que los jóvenes se formen. Por otro lado, la diferencia salarial promedio entre quienes trabajan en el sector público y privado es un hecho de la realidad de dudosa conveniencia.

Conjuntamente, la heterogeneidad en los diferenciales público-privado por nivel educativo plantean interrogantes sobre la captación y manejo de recursos humanos del sector público.

En los niveles de mayor formación, en los niveles más exigentes y entre quienes pueden realizar tareas de mayor complejidad es donde el sector público es menos competitivo. No debería de extrañarnos que los profesionales más capacitados estén en el sector privado.

Finalmente, el mensaje sobre el sueño del empleo público también es claro. Existe y los datos salariales lo confirman para los menores niveles educativos. Para quienes quieren (y pueden) aspirar a niveles educativos superiores el sector privado es más atractivo.

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Panamá fracasa en educación

La perdida de competitividad del país en la región se debe no sólo a las carencias que tiene el sistema educativo

Panamá/07 de marzo de 2016/La estrella

Con respecto al argumento que la educación actual no define la frontera entre el empleo y el desempleo, muchos se preguntan si es debido a que la educación está enfocada en la dirección equivocada o quizá porque se necesita una reforma educativa que la vincule más plenamente al mundo con el trabajo. En todo caso, la respuesta a este interrogante es cosa no sólo de educadores, autoridades y tecnócratas, sino también de empresarios.

Así es. El desempleo no tiene una relación unívoca con la educación, y el mecanismo de ajuste del salario mínimo en Panamá lo demuestra al no existir una relación con habilidades, productividad y experiencia, y beneficiar así la mediocridad como si se tratara forzosamente de un juego ‘suma cero’. La pérdida de competitividad de Panamá en la región se debe no sólo a las carencias que tiene el sistema educativo sino a la falta de estrategias para aumentar la eficiencia laboral.

Igualmente, no es factible solucionar la desocupación educando para empleos inexistentes ni pueden solucionarse desde un ministerio obsoleto los problemas educativos para un siglo nuevo.

Resulta muy alentador que en la Asamblea Nacional se discuta un proyecto de ley con el fin de introducir a la educación las reglas de oro de la economía de mercado, donde el trabajo, la creatividad y la innovación permiten alcanzar mayores objetivos. Definitivamente, hay que reconocer la importancia del espacio que ha ocupado la educación privada en los últimos años, y aunque es muy fácil entrar en un debate si la educación quedará subordinada a la economía neoliberal o si el desmonte del sistema público educativo traerá segmentación social, lo cierto es que los salario de docentes y los resultados académicos de estudiantes en escuelas privadas son históricamente muy superiores a los de planteles públicos.

De igual forma, los conceptos de la libre competencia también hay que introducirlos a la educación oficial, para remecer el aparato burocrático y efectuar una decantación de todo lo improductivo. Es decir, corresponde a las autoridades sustituir el financiamiento del sistema de educación pública basado en el malgasto y el derroche por la entrega de vouchers o subsidios según la demanda de las familias o las escuelas, o el financiamiento diferencial, como reconocimiento monetario al mérito. En otras palabras, como supuestamente la educación es gratuita, entonces hemos promovido equivocadamente una cultura de menosprecio y abundancia, cuando en la realidad debiera ser de gratitud y austeridad.

Todas esas recetas producirán malestar en la comunidad educativa y sacarán lo peor de los gremios educadores que están encubados desde hace años sin mejorar capacidades ni conocimientos. La imposición a la población de un modelo educativo obsoleto y que mantiene al país en reversa es la principal razón para entregar la educación a las fuerzas del mercado. La autonomía que tienen las autoridades educativas se ha desnaturalizado y es lo que impide la creación de ideas para mejorar las condiciones de educación en Panamá.

La educación debe ser una política de Estado y no de gobierno. Y si aceptamos que la educación es una política de Estado y responsabilidad de toda la sociedad, entonces la relación entre educadores y empresarios tiene que ser de articulación práctica y negociación política. Es en ese marco que debe abordarse el problema peor resuelto en la historia de la educación panameña: la relación entre el sistema educativo y el trabajo. Si reducimos esa relación a educación versus empleo, la única solución es el ajuste de la oferta educativa a la cantidad de trabajadores que necesitan las empresas en cada momento.

Indudablemente hay que tener una mirada menos estrecha y colocar el trabajo como uno de los articuladores fundamentales del discurso pedagógico.

La escuela debe enseñar a amar el trabajo y a trabajar, a asociarse para producir, y que enseñar y aprender es un trabajo, como lo es escribir poemas o desarrollar nuevas tecnologías. Al mismo tiempo es indispensable elevar la calidad laboral de todos los panameños. Ambos sentidos del problema trabajo/educación demandan una reforma pedagógica que incorpore al trabajo como valor en el conjunto del sistema; que cruce pensum académicos con actividades productivas; que estructure programas de capacitación laboral dentro del tronco central del sistema y que instale un programa de capacitación para los trabajadores acreditable en las instituciones educativas del nivel correspondiente.

Hay que superar la desintegración de la educación que produjo la ausencia de una reforma educativa y marchar hacia acuerdos en cada jurisdicción y nivel, entre el sistema educativo y el mundo del trabajo, considerado éste no sólo como los intereses inmediatos del capital más concentrado sino en función de los intereses actuales y futuros de toda la sociedad.

La reforma de nuestra educación no depende de que se libere la capacidad de las familias y de los individuos para elegir la escuela o el curso de capacitación en el mercado, sino de que las mismas oportunidades de educación realmente existan para todos. Ello solamente será posible si el Estado panameño toma con seriedad su responsabilidad principal y la sociedad acepta hacer los acuerdos y aportes que le corresponden.

Fuente: http://laestrella.com.pa/economia/panama-fracasa-educacion/23926290

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