Argentina/ 26 marzo 2016/ Autora: Laura Reina/ Fuente: La Nación
Los sistemas pedagógicos Waldorf y Montessori proponen la desconexión, mientras que la tendencia general es incluir cada vez más tecnología en las aulas.
Cando Ema empezó el jardín, en sala de 2, además de juguetes, bloques, pinceles y pinturas, tenía a disposición un iPad en el aula. Ninguno de los padres dijo nada. ¿Por qué cuestionar algo que la mayoría tenía y era usado por sus hijos? Además, el iPad era visto como sinónimo de avanzada en una época donde muchas escuelas están incorporando, en mayor o menor grado, la tecnología. Pero a Elisa Higgimbotton, la mamá de Ema, algo le hacía ruido. En su casa tenían horarios reducidos para uso de la tecnología, la televisión estaba casi todo el día apagada y con su marido fomentaban el juego al aire libre y la creatividad a través de la pintura y la lectura. «Aunque nos llamó la atención que hubiera un iPad, no lo cuestionamos porque era un recurso más entre los otros materiales didácticos -dice Elisa-. Pero en sala de 4 Ema empezó a decir que se aburría en el jardín y que no quería ir más. Ahí empezamos la búsqueda de otros colegios y se nos hizo el clic», cuenta Elisa, feliz de haber encontrado la escuela ideal para Ema basada en la pedagogía Montessori, donde cada uno de los materiales didácticos (en su mayoría realizados en madera) tiene un fin en sí mismo. Y donde la tecnología brilla por su ausencia.
Pienso que como padres podemos preguntarnos a modo de reflexión ¿qué sistema escolar es mejor para mi hijo, aquel que incorpore la tecnología o que la deje a un lado?, si estamos en presencia de unos nativos tecnológicos, ¿nuestra generación aprenden a usar primero el teclado y luego a escribir?, o vemos la tecnología como un complemento y deseamos apostar por otros métodos que generen diversas formas de aprendizaje, ante este panorama el método Montessori siempre tiene una actividad que motiva más que una pantalla: dibuja, teje, salta charcos, está en la huerta.
En tiempos donde las escuelas debaten cómo hacer un mejor uso de la tecnología -según una encuesta de Unicef acerca del uso de las TIC en la educación básica el 47% de los docentes en la Argentina trabaja con computadoras en el aula- y en momentos donde los educadores debaten si el celular es un recurso de aprendizaje válido (en este caso sólo uno de cada diez lo utiliza con fines pedagógicos) hay escuelas y padres que se preguntan por el aporte real que estas tecnologías pueden ofrecer a los niños de nivel inicial y primaria. Entre quienes eligen una educación analógica en plena era digital aparecen, ni más ni menos, los gurús de Silicon Valley. Sí, los «padres» de la tecnología moderna envían a sus hijos a escuelas de pedagogías alternativas como Waldorf o Montessori para alejar a sus herederos de las pantallas, con la esperanza de fomentar en ellos la creatividad, la curiosidad y el pensamiento lateral, verdaderamente una paradoja que crea contradicciones en materia de métodos de enseñanza.
Marcos Garcilazo, de 12 años, pinta un libro que hizo él en la escuela Waldorf; una de sus hermanas, atrás, usa el celular. Foto: Juan Ulrich
Una reciente nota publicada por el diario El País señala que los últimos resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (más conocido como PISA por sus siglas en inglés) vienen demostrando que las escuelas que han invertido mucho en computadoras y demás dispositivos tecnológicos no han logrado mejoras significativas en las áreas de lectura, matemáticas y ciencias respecto de las que han invertido menos dinero.
Según el artículo mencionado, la Waldorf School de Península, en California, es una de las escuelas que concentran en sus aulas más hijos de la tecnología. «Sus centros enseñan a los alumnos las nuevas formas de pensar que muchos empresarios demandan», explica Beverly Amico, líder de la Asociación de Escuelas Waldorf de los Estados Unidos. Entusiasmado con el hecho incuestionable de que muchos de sus alumnos son hijos de los gurús de Silicon Valley, agrega: «Los estudiantes criados con tecnología acusan a menudo poca predisposición para pensar de forma distinta y resolver problemas. Habilidades como tomar decisiones, la creatividad o la concentración son mucho más importantes que saber manejar un iPad o rellenar una hoja de Excel, sin contar que la tecnología que utilizamos ahora resultará primitiva y obsoleta en el mundo del mañana.»
Desde las escuelas de pedagogía alternativas aseguran que la preferencia de la educación analógica frente a una digital no es dogmática, sino metodológica. Fernando Nandin, director de Tigre Montessori School, sostiene que la pregunta clave que se hacen como educadores y que hay que hacerse como padres es si estos dispositivos tecnológicos de entretenimiento y comunicación ayudan o no al niño en su desarrollo. «La respuesta en la mayoría de los casos es no. El problema no es el aparato, sino los contenidos. Hay dibujos animados que son violentos, que los alejan de la realidad y que no les aportan nada. Pero aun los que son meramente educativos, como, digamos, un documental sobre el fondo del mar, tampoco aportan porque en la educación Montessori no concebimos el aprendizaje sin movimiento. Que estén una hora quietos, mirando y escuchando, sin ningún tipo de experiencia ni utilizando el resto de los sentidos no es un aprendizaje -sostiene Nandin-. El niño necesita moverse para aprender y todo lo que se lo impide es dañino. Es como tenerlo atado, no físicamente sino psicológicamente. En la escuela no tenemos ni una pantalla. Los estímulos son elementos concretos como libros, banderas y tarjetas para experimentar. Y priorizamos la experiencia directa, no mediada por la tecnología.»
Elena Herbon, fundadora de la escuela Waldorf Clara de Asís de Benavídez, sostiene que ni ellos ni los alumnos viven en la edad de piedra. «No negamos la tecnología, no vivimos aislados ni en una burbuja. Pero partimos de la base de que aprendemos haciendo. Primero hay que aprender a usar el propio instrumento, que es el cuerpo -dice-. Pretendemos que la tecnología se incorpore en el momento adecuado, cuando el yo está formado para usarla, que es a partir de los 14 años, es decir, el primer año de nuestro secundario. En ese momento el chico puede recurrir a ella, entre tantas otras, sin que interfiera en sus habilidades naturales. Antes de esa edad está desaconsejada. Sin un yo formado, caer en la virtualidad o la abstracción de la tecnología no es conveniente.»
Decidir entre las bondades de cada uno no es importante lo medular es valorar en ambos el aprendizaje la interacción y el proceso de formación del educando, no obstante proponer un híbrido no sería contraproducente, resalto en esta parte algunos beneficios que particularmente me atraen como madre y educadora. El método atiende a la auto disciplina interna los niños son motivados a colaborar y ayudarse mutuamente, el material es autodidacta y retroalimenta, el material es multisensorial, el niño trabaja donde se sienta confortable, promueve el desarrollo social y cognoscitivo La educación de los pequeños es fundamentalmente para la doctora Montessori “desarrollar las energías” de dentro a fuera, inicialmente biológicas, claro está, en su primera etapa, ofreciendo un ambiente adecuado Otro principio básico es el ambiente, que debe estar adaptado a los niños. “Ello es una obra de servicio social, porque aquél no puede desenvolver una verdadera vida en el ambiente complicado de nuestra sociedad y menos aún en el de los refugios y prisiones que llamamos escuelas… En lugar de esto debemos prepararle un ambiente donde la vigilancia del adulto y sus enseñanzas se reduzcan al mínimo posible; cuanto más se reduzca la acción del adulto, tanto más perfecto será el ambiente. Este es un problema fundamental de la educación
Lejos de los fanatismos y de los extremos, Rita Martini, psicopedagoga con posgrado en neuropsicología infantil del aprendizaje, sostiene que un niño debe saber desenvolverse con las herramientas digitales y las analógicas. «No es una o la otra. Es una y la otra, y lograr que haya un equilibrio. La tablet es fantástica, pero está probado que cuando a un chico le ofrece un juego tradicional, lo acepta feliz. Los niños que aprenden a través del juego en relación con otro aprenden a leer el vocabulario corporal, a manejar la frustración porque no pueden abandonar un juego a la mitad, como pasa cuando pierden en la tablet.
Por su parte, Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación de la Universidad de París, autora del libro Los chicos y las pantallas y especialista en cultura juvenil, sostiene que el desafío de las escuelas y las familias no es restringir al máximo el uso de la tecnología sino buscarle la manera de aprovecharla para fortalecer el capital educativo y cultural de los chicos. No es verdad que la tablet es un aprendizaje pasivo: el chico entra a sitios y se hace preguntas, accede a lugares que despiertan su curiosidad. Obviamente hay que consensuar tiempos y usos dentro de la escuela y la familia», sostiene Morduchowicz.
Pero ¿es posible mantener este equilibrio optando por una escuela de pedagogía alternativa? Para Amparo Gutiérrez, mamá de Joaquina, de siete años, la respuesta es no. Alucinada por la propuesta, llevó a su hija a una escuela Montessori, donde hizo el jardín de infantes y primer grado. Pero de a poco se fue sintiendo incómoda y terminó abandonando la propuesta pedagógica que tanto la había deslumbrado. «Me enganché por el lado del juego, de crear seres autónomos y responsables, que circulen libremente en el espacio físico, no sólo del aula sino del colegio -cuenta Amparo-. Pero la realidad es que en casa se usa la tecnología y a Joaquina le permito ver televisión.»
Pablo, Tobías y Sofía son hermanos. Los más grandes van a una escuela Waldorf. La chiquita, todavía no. La mamá, Paula, reconoce que los primero que preguntan al llegar a un lugar es la clave del Wi-Fi. «Yo tomo lo que me parece positivo de la pedagogía y lo otro lo manejo. Todos tienen su tablet y se manejan con la tecnología de forma autónoma. En el colegio no está bien visto, pero yo les digo que es imposible abstraerlos de la realidad. La verdad es que hay cosas que en la escuela no se enseñan y que me parece importante que ellos las incorporen por afuera.»
Fuente de la Noticia y Fotografías:
http://www.lanacion.com.ar/1883361-educacion-analogica-en-la-era-digital-riesgo-o-beneficio
Referencias
http://bibliorepo.umce.cl/revista_educacion/2006/326/27_30.pdf
Socializado por:
Dulmar Pérez. Candidata al Doctorado Pedagogía, Magister en Docencia Universitaria, Especialista en Docencia para la Educación Inicial. Ha publicado artículos internacionales y nacionales PEII-A Investigadora adscrita al CIM. Coordinadora CNIE en Barinas.