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La Universidad Venezolana: elementos para el debate sobre la transformación cualitativa de las universidades. (Video)

Por: Luis Bonilla-Molina 

En esta oportunidad Luis Bonilla-Molina expone los elementos de contexto del sistema mundo capitalista y las tensiones existentes en el campo de las alternativas anti capitalistas, sin las cuales es imposible abordar una transformación cualitativa de la universidad.

Contexto y tensiones que construyen una brecha epistémica que es necesario resolver con claridad conceptual y voluntad política transformadora

https://luisbonillamolina.wordpress.com/2021/07/21/la-universidad-venezolana-elementos-para-el-debate-sobre-la-transformacion-cualitativa-de-las-universidades/

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España: Apuesta por la presencialidad en todas las etapas escolares

Por: María Manjavacas/cadenaser.com

Mascarillas, distancia de 1,2 metros, ventilación y limpieza para el nuevo curso escolar 2021-22

La ministra de Educación, Pilar Alegría, ha anunciado en la rueda de prensa posterior a la reunión extraordinaria de la Conferencia Sectorial de Educación que gracias al avance del proceso de vacunación contra el coronavirus, la distancia de seguridad establecida en las aulas para el nuevo curso escolar pasará de ser 1,5 a 1,2 metros. La ministra ha recordado que el uso de mascarilla en mayores de 6 años, la ventilación y la limpieza de las instalaciones seguirán en vigor, y confía en que, si la situación sanitaria mejora, se podrán flexibilizar estas medidas.

Es la segunda reunión sectorial que preside la ministra de educación desde que sustituyó a Isabel Celáa. Todo apunta a que algunas comunidades van a pedir más inversiones al gobierno para afrontar el año académico, el tercero ya afectado por la pandemia.

En julio, el Gobierno repartió de los fondos europeos casi 1.000 millones de euros para modernizar y digitalizar el sistema educativo. Son muchas las necesidades económicas, como la contratación de más profesores, o los sobrecostes de servicios por la pandemia.

https://cadenaser.com/ser/2021/08/25/sociedad/1629887081_905957.html

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Colombia: Advierten mala preparación y restricciones financieras para la educación superior

Nodal

Un estudio del laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana sobre el tránsito inmediato de estudiantes de colegios oficiales y privados a la educación superior, reveló que dos millones de colombianos entre 17 y 21 años, no ingresan a las universidades.

En diálogo con RCN Radio, la codirectora del laboratorio e investigadora, Luz Karime Abadía, afirmó que “solamente el 39% de los jóvenes logra acceder a la educación superior, lo que se suma al fenómeno de jóvenes que no ingresan al sistema pero tampoco consiguen trabajo y que se llaman ‘los Nini’ alcanzan los tres millones. Es un fenómeno social muy de Colombia y que por la crisis de la pandemia terminó ahondando esa coyuntura”.

La experta dijo que los resultados de este análisis muestran un problema coyuntural que requiere de medidas en varios frentes.

“Es importante aumentar las posibilidades de muchos jóvenes que egresan del colegio y no tienen recursos para ingresar a la educación superior, o adquirir algún tipo de certificación que les permita encontrar un oficio”, dijo.

Subrayó que se debe tener en cuenta la pertinencia de lo que se está enseñando tanto en los colegios como en las universidades del país.

“Existen brechas de habilidades y el sector educativo no está alineado con lo que está pidiendo el sector productivo, por lo que es fundamental tener unas políticas relacionadas con aumentar en términos económicos”, resaltó.

Dijo que a esta situación se le suman las dificultades que presentan los jóvenes por la falta de experiencia

“Se deben hacer certificaciones, teniendo en cuenta que hay muchas habilidades que se requieren por la automatización de muchos procesos y que nos podrían servir para darle oportunidades a los jóvenes”, indicó.

La investigadora dijo que es cierto que la educación básica y media es deficiente especialmente para los estudiantes que van a colegios oficiales, por lo que se gradúan sin las bases suficientes y les queda muy difícil ingresar a las universidades que son bastante exigentes.

“Muchos de los jóvenes se quedan por fuera y si quisieran ingresar a las instituciones privadas, tienen que costear el valor de la matrícula y no lo logran. Vemos que según lo que nos manifiestan los propios jóvenes, lo más difícil es el sostenimiento y por eso tienen que trabajar, ayudar a sus familias. Hay una mala preparación de la base de los estudiantes y restricciones financieras muy fuertes para acceder a educación superior”, indicó.

Destacó que también se tiene que mirar la oferta académica que es muy limitada en algunas regiones del país, donde se tiene una orientación con la producción de las poblaciones.

“Vemos que egresan los jóvenes después de haber hecho esta inversión en tiempo y recursos, pero no consiguen trabajo y eso genera frustración. Se debe trabajar en pertinencia de la educación”, concluyó.

RCN Radio

Colombia | Advierten mala preparación y restricciones financieras para la educación superior

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Líbano: 1,2 millones de niños han dejado de ir a la escuela

Desde el comienzo de la crisis, 1,2 millones de niños libaneses han dejado de ir a la escuela. Las escuelas cristianas tienen cada vez más dificultades

Lisa Zengarini – Ciudad del Vaticano

El número de escuelas católicas en Líbano, que junto con las confesionales corren el riesgo de cerrar debido a la inestabilidad económica y social que vive el país desde 2019, sigue aumentando. Las escuelas no estatales están cada vez más endeudadas, mientras que las familias empobrecidas por la crisis ya no pueden pagar las cuotas.

Como confirmó a la agencia Cath.ch el padre Raymond Abdo, provincial de los carmelitas descalzos del Líbano, la situación financiera de muchas escuelas católicas había comenzado a deteriorarse antes de la convulsión de 2019, sobre todo tras el aumento de los salarios de los profesores del sector privado impuesto por el gobierno en 2017, que supuso una carga adicional para las escuelas no estatales.  Desde entonces, la situación se ha vuelto cada vez más insostenible, especialmente para las instituciones educativas que operan en las zonas menos ricas del país.  «La crisis económica – explica el padre Abdo – ha completado el desastre». Una crisis que también está comprometiendo el derecho a la educación de cientos de miles de niños libaneses.

Desde las protestas populares de otoño de 2019 contra la corrupción y la ineptitud de la clase política libanesa, agravadas entretanto por la pandemia de Covid-19 y la explosión del puerto de Beirut, más de 1,2 millones de niños no han ido a la escuela. Si no se hace nada, advierte la ONG Save the Children, es posible que muchos de ellos no vuelvan nunca a clase, ya sea porque han olvidado lo aprendido o porque sus familias no pueden permitírselo. Sólo un tercio de las escuelas libanesas son estatales, mientras que las escuelas públicas – católicas, ortodoxas, protestantes y musulmanas – acogen al 70% de la población escolar total, es decir, 1,1 millones de alumnos, de los cuales 200.000 pertenecen a la secretaría general de las escuelas católicas.

La crisis social y económica del Líbano se ha convertido también en una catástrofe educativa, señala el padre Michel Abboud, presidente de Cáritas-Líbano: «El aumento de las desigualdades ha ampliado la brecha en el acceso a la educación de calidad en detrimento de los más pobres. La pobreza es uno de los principales obstáculos para el acceso de los niños a la educación», explica. Ante esta situación de emergencia, la organización caritativa que también coordina la ayuda a la red de escuelas católicas del Líbano ha establecido recientemente una colaboración con l’Œuvre d’Orient, una asociación católica francesa comprometida con la ayuda a los cristianos de Oriente Medio, para garantizar la vuelta a la escuela de 120.000 niños libaneses. El proyecto, al que la nunciatura apostólica en Beirut ha asegurado una contribución de la Santa Sede, implica a 235 escuelas cristianas y a las seis universidades católicas del Líbano.

https://www.vaticannews.va/es/mundo/news/2021-08/libano-1-2-millones-ninos-han-dejado-de-ir-a-la-escuela.html

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Nueva York exige la vacuna contra el covid-19 a todo el personal de educación

La ciudad negocia con la Federación Unida de Maestros y otros sindicatos que representan al personal del Departamento de Educación sobre lo que sucederá con los empleados que no cumplan con el mandato

La ciudad de Nueva York anunció este lunes que exigirá que todo el personal del Departamento de Educación esté vacunado contra el coronavirus para el inicio del nuevo curso escolar en septiembre, por lo que tendrán que haber recibido al menos una dosis antes del 27 de septiembre.

En este caso, los trabajadores del departamento no tienen la opción de someterse a pruebas semanales si no quieren vacunarse, como se ha aceptado a otros empleados públicos, señaló este lunes el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, que ha tomado la decisión en un intento de detener la propagación de la nueva variante delta.

Aseguró que no se plantean mandatos amplios de vacunas para los estudiantes elegibles, aclaración que surge después de que el pasado viernes la ciudad informó que unos 20.000 atletas de secundaria que participan en deportes con alto riesgo de contagio, como baloncesto y fútbol, tendrán que ser vacunados al inicio de sus temporadas deportivas.

El de la Gran Manzana, con 1 millón de estudiantes (la mayoría latinos y negros), es el mayor sistema público de educación del país y la decisión del alcalde afectará a unos 148.000 empleados, de acuerdo con The New York Times.

De Blasio no descarta ampliar ese mandato obligado de vacunas para otros trabajadores.

«Sabemos que esto ayudará a garantizar que todos estén a salvo», afirmó este lunes durante su habitual conferencia de prensa.

Maritza, maestra de educación elemental en El Bronx durante 28 años, aplaudió la decisión. «No podemos arriesgar más nuestra vida. Eso se acabó», dijo en declaraciones a Efe.

Maestros en Nueva York deberán obedecer el mandato

La educadora, que se vacunó antes de volver a las clases presenciales tras ofrecer sus cursos en línea durante la crisis de la pandemia, señaló que muchos de sus compañeros comparten su opinión. «Esto es algo que hemos hablado», recordó.

«Mis niños (estudiantes) tienen 5 y 6 años de edad y no sé cómo es la situación en sus casas. Es un riesgo para nosotros y todos los maestros pensamos igual. Si los niños no están vacunados, por lo menos el personal», argumentó.

Los trabajadores de educación son los primeros que se enfrentan a este mandato pese a que al hacer el anuncio el alcalde recordó que las escuelas de la ciudad tuvieron una transmisión de virus extremadamente baja el año pasado.

La ciudad está negociando con la Federación Unida de Maestros y otros sindicatos que representan al personal del Departamento de Educación sobre lo que sucederá con los empleados que no cumplan con el mandato.

De Blasio advirtió que aunque la negociación se estanque o no tenga éxito, el mandato seguirá adelante.

Con esta decisión, la ciudad de Nueva York se une al estado de Washington y las metrópolis de Los Ángeles y Chicago.

Sin embargo, los gobernadores republicanos de Texas, Florida y Arizona han mostrado resistencia no solo a la imposición de la vacuna, sino también a la obligación de llevar mascarillas.

https://www.elnacional.com/mundo/nueva-york-exige-la-vacuna-contra-el-covid-19-a-todo-el-personal-de-educacion/

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Entrevista a Cristina Groeger: «No, la educación por sí sola no resuelve la pobreza»

Por: Mike Stivers

Durante más de un siglo, una de las ideas más persistentes en la política de EE UU ha sido que la educación es la mejor solución frente a la desigualdad. Pero no es persistente porque sea cierta, sino que lo es porque constituye un mito útil  para las élites políticas y económicas que custodian celosamente su dinero y su poder.

Desde mediados del siglo XIX, el número de niñas y niños que asisten a la escuela en EE UU ha aumentado de modo constante; la igualdad económica, no. Sin embargo, la idea de que la educación escolar es la mejor manera de reducir la pobreza y de reducir la distancia entre ricos y pobres casi ni se discute. En su nuevo libro, The Education Trap [La trampa de la educación], la historiadora Cristina Groeger aborda este mito sin rodeos.

Basándose en el caso concreto de Boston y aplicando la lupa a la situación de finales del siglo XIX y comienzos del XX, Groeger examina la relación entre la escuela y la desigualdad en una época en que la educación pública se expandía con rapidez. En conjunto, la conclusión es clara: el crecimiento masivo de la educación pública no generó prosperidad económica generalizada. Las escuelas formaron a algunos trabajadores que consiguieron empleos bien pagados en la creciente burocracia empresarial. Sin embargo, al socavar las bases de los poderosos sindicatos de oficio y establecer un sistema de acreditación, las escuelas también consolidaron la estratificación social existente.

El libro de Groeger muestra la escabrosa historia de la educación como instrumento de lucha contra la pobreza. Tal vez lo más importante es que ayuda al personal enseñante y a la militancia sindical a pensar en las coas que realmente reducen la desigualdad: programas de gobierno universales y sindicatos fuertes. Mike Stivers, autor asiduo de Jacobin, ha hablado con Cristina Groeger, historiadora que enseña en la Lake Forest College, sobre su nuevo libro y lo que puede lograr o no la educación en una sociedad desigual.

Mike Stivers: La idea básica que abordas en el libro es la que dice que la educación es un instrumento político de lucha contra la pobreza. ¿Qué teoría subyace a esta idea?

Cristina Groeger: La visión de la educación como solución para la pobreza tiene una larga historia, que se remonta a Horace Mann, quien a mediados del siglo XIX califica la educación de la gran igualadora. Sin embargo, en los debates políticos más contemporáneos, el marco dominante es la teoría del capital humano, que proviene de la ciencia económica. Considera que la retribución en el mercado de trabajo refleja el grado de cualificación de una persona, que suele medirse en términos de educación y formación. El argumento de economistas como Claudia Goldin y Lawrence Katz es que en las últimas décadas el cambio tecnológico que favorece al personal altamente cualificado se ha acelerado y que el número de personas inscritas en la educación no ha mantenido el paso, por lo que el número de personas que pueden acceder a los empleos mejor pagados es limitado. Así, la solución para abordar la desigualdad social ahora pasa por incrementar el acceso a la educación.

Hay un montón de datos que demuestran que un alto nivel educativo no se traduce automáticamente en un salario más elevado. Pero la relación entre educación y desigualdad también es más compleja. En comparación con otros países, EE UU ha tenido durante mucho tiempo una de las tasas más altas de acceso a la educación del mundo, pero también tiene una de las tasas de desigualdad más elevadas. Esto constituye una paradoja si pensamos que la educación es la mejor vía para reducir la desigualdad.

Podemos hallar un temprano predecesor del modelo de capital humano en los reformadores progresistas de comienzos del siglo XX, que pensaban que el motivo por el que el personal subalterno percibe salarios bajos es la falta de cualificación. Así, si puedes formar a trabajadoras domésticas en escuelas de administración de tareas domésticas, no solo aumentarán sus salarios, sino que también se transformará la ocupación en algo más parecido a una profesión. El problema era que muchas trabajadoras domésticas y otros trabajadores poco cualificados no tenían tiempo para asistir a esas escuelas. Tampoco se tenían en cuenta los motivos por los que muchas personas afroamericanas permanecieron estancadas en empleos mal pagados: no se debía a que no estuvieran suficientemente cualificadas o a su bajo nivel educativo, sino al racismo imperante en el mercado de trabajo u otras clases de desigualdad que estructuran este mercado.

Mike Stivers: Tu libro comienza en la Gilded Age, cuando Boston y muchas otras grandes ciudades de EE UU decidieron invertir masivamente en la educación pública. ¿Por qué la expansión de la escuela pública se convirtió en el buque insignia de la reforma frente a otras opciones que había sobre el tapete?

Cristina Groeger: Había una amplia coalición de apoyo a la educación pública. Los reformadores progresistas pensaban que la educación era la mejor manera de sacar de la pobreza a la clase trabajadora menos cualificada y de integrar a la inmigración. Para las empresas, la educación pública era un medio atractivo para reducir sus costes de formación ‒podían descargarlos en el sistema escolar‒ y además reducía las presiones de que eran objeto para que mejoraran las condiciones de trabajo o aumentaran los salarios. Pero también sostengo que había un amplio apoyo por parte de la clase obrera a favor de la educación pública, especialmente de la que impartiera formación de cara al sector de oficinas, que crecía explosivamente: administrativos, secretarias, mecanógrafas, contables.

Este es el único sector en que el modelo de capital humano viene muy bien para describir la dinámica. Montones de estudiantes, en su mayoría mujeres blancas e inmigrantes de segunda generación, utilizaron las escuelas, especialmente los institutos públicos, para acceder a nuevos tipos de empleos de cuello blanco. Esta fue la base material de la ideología de la educación como instrumento de movilidad social, aunque solo describe a un conjunto específico de estudiantes que accedían a un sector de empleo específico en aquel periodo histórico.

Mike Stivers: Había gente de izquierda que decía que al preparar a la futura fuerza de trabajo, la escuela pública estaba subvencionando la formación para el empleo a las empresas privadas. La alternativa, señalan, sería que se formara a la mano de obra a expensas de las empresas, algo así como una formación práctica. Pero esto era exactamente lo que muchas empresas trataron de hacer a comienzos del siglo XX, mientras que los sindicatos de la época se oponían con uñas y dientes a ello. ¿Por qué?

Cristina Groeger: En aquel entonces casi no había sindicatos en el trabajo de oficina y básicamente ninguna oposición a la expansión de la formación. El sector profesional y el industrial ya eran otra historia. La fuerza de trabajo profesional estaba organizada en sindicatos de oficio y su fuerza se derivaba de su capacidad de controlar el acceso a determinados oficios a través del proceso de aprendizaje sindical. Las empresas que contrataban a profesionales pretendían eludir a los sindicatos y el proceso de aprendizaje, tanto porque regulaba los salarios que tenían que pagar a los y las aprendices como porque a las empresas no les gustan los sindicatos y querían socavar las bases de su poder.

La fuerza de trabajo profesional consiguió cerrar muchas escuelas de oficios privadas y alejar el plan de estudios de las cualificaciones profesionales específicas en la educación industrial pública. El sector de la construcción es todavía uno de los pocos oficios en que existe el aprendizaje sindical y esto se debe a que los sindicatos no cedieron el control de la formación a una entidad externa como el sistema escolar.

Mike Stivers: También señalas que no es cierto que las empresas impartieran la formación a título gratuito. Apareció toda una nueva categoría de escuelas privadas que impartían formación a título oneroso. Esto se parece a lo que ahora llamamos academias privadas con fines lucrativos.

Cristina Groeger: Sí, y esto también varía según el sector. Había algunas escuelas de oficios privadas, en muchos casos relacionadas con empresas. Sin embargo, el crecimiento real del sector con fines lucrativos a comienzos del siglo XX se dio en el trabajo de oficina, donde las escuelas podían ofrecer formación sin apenas oposición por parte de una fuerza de trabajo que no estaba organizada. Estas escuelas de formación profesional, o escuelas comerciales, acapararon una parte importante del panorama educativo hasta que fueron desplazadas los institutos públicos de enseñanza.

Mike Stivers: Cuando las escuelas públicas pasaron a impartir formación práctica, después de años de lucha entre sindicatos y empresas, los empresarios estaban más interesados en que esas escuelas enseñaran lectoescritura y aritmética básicas. Los empresarios no querían que las escuelas impartieran cualificaciones profesionales como, digamos, carpintería o mecánica. ¿Por qué?

Cristina Groeger: En el libro sostengo que podemos contemplar el ascenso de la producción masiva, especialmente alrededor de la primera guerra mundial, en parte como una estrategia encaminada a reducir el número de trabajadores profesionales en general y desplazar al conjunto de la fuerza de trabajo a nuevos tipos de trabajo en que tengan menos fuerza. Se trata también de trabajadores y trabajadoras que no cursan la mayor parte de su formación en el puesto de trabajo, sino en escuelas. Esto incluye a maquinistas inmigrantes que tienen nociones básicas de lectura, escritura y cálculo, que pueden adquirir en la escuela primaria, pero que por lo demás pueden formarse muy rápidamente en el puesto de trabajo.

Ahí está incluida la nueva fuerza de trabajo de cuello blanco, en su mayoría estudiantes que han obtenido el bachillerato y que nutren la burocracia que acompaña a las industrias de la gran producción masiva. Y las escuelan capacitan asimismo a un número muy reducido de administradores educados en la universidad e ingenieros superiores. Así vemos que las empresas pueden apoyarse en distintos tipos de escuelas para diferentes segmentos de su fuerza de trabajo, pero ya en las décadas de 1920 o 1930 se trata también de una fuerza de trabajo que en su gran mayoría no está sindicada y tiene menos poder que sus contrapartes en los tipos de trabajo profesional de antaño.

Mike Stivers: Así es. Señalas que este surgimiento de una clase supervisora ‒hablas mucho de ingenieros de alto nivel, altamente cualificados‒ está estrechamente relacionado con el taylorismo y la descualificación sistemática de la mano de obra.

Cristina Groeger: Podemos ver estas dos caras de la misma moneda. A medida que las empresas pasan a un modelo industrial de producción masiva, que depende del personal de montaje en la base y una nueva fuerza de trabajo de cuello rosa que está ampliamente feminizado, vemos un grupo masivo de trabajadores y trabajadoras que tienen muy poco poder y una nueva clase directiva en lo alto. Esta fuerza de trabajo es mucho más barata. A menudo, las mujeres que realizan estos trabajos cobran la mitad de lo que perciben los hombres, y se trata de una fuerza de trabajo que carece fundamentalmente de sindicatos, de fuerza organizada. Y a medida que se expande la fuerza de trabajo de cuello blanco, deja de ser un tipo de aprendizaje mercantil muy exclusivo y prestigioso a lo que ahora llamaríamos una categoría de cuello rosa.

Mike Stivers: También documentas que la mano de obra afroamericana alcanzaba algunos de los máximos niveles educativos, pero que aun así permanecía en los puestos más bajos de la escala salarial.

Cristinta Groeger: Sí, y no me esperaba descubrir esto, pero si comparamos el grado de matriculación de niños y niñas de clase obrera, las menores afroamericanas mostraban continuamente niveles superiores de escolarización que sus homólogas blancas nativas o inmigrantes. Sin embargo, siempre acababan en los puestos peor pagados. Este es el ejemplo más claro de la incapacidad de la teoría del capital humano para justificar la retribución en el mercado laboral. La gente afroamericana quedó casi completamente excluida del trabajo administrativo, pese a tener estudios secundarios.

Mike Stivers: Mucha gente piensa hoy en EE UU que un título universitario es un pasaporte a la riqueza y buenos ingresos, pero demuestras que históricamente la implantación de los títulos de bachillerato y universitarios cimentó la desigualdad en la misma medida en que la redujo. ¿Cómo pudo ocurrir esto?

Cristina Groeger: A medida que se masifica la escuela secundaria en este periodo y que nuevas poblaciones ‒inmigrantes, mujeres‒ ocupan puestos de trabajo administrativo, vemos una fuerte reacción por parte de la elite económica y profesional bostoniana. Establecen relaciones con universidades privadas para convertir un título universitario en una importante credencial para los puestos de trabajo mejor pagados en la nueva economía empresarial, cuando en el siglo XIX la mayoría de propietarios y administradores de empresas no tenían ningún título universitario, tal vez ni siquiera el bachillerato. Podemos ver esto mismo también en otras profesiones de salarios elevados, como el desarrollo del derecho mercantil.

En el libro examino la correspondencia entre empresarios y consultores universitarios que ayudan a las personas licenciadas a encontrar un empleo. Es una buena fuente para comprender por qué las empresas prefieren a los titulados universitarios. Observo que parte de su conversación tiene que ver con la cualificación, o capital humano, pero que también tiene que ver con las preferencias de las empresas en materia de raza o clase u otras características personales. Esto significa que las universidades de elite son capaces de reproducir la elite tradicional en estos nuevos puestos empresariales, pero ahora las elites tienen una credencial meritocrática para legitimar sus posiciones en la economía.

Mike Stivers: A pesar de su escasa contribución a la reducción de la desigualdad, la idea de que la educación es un instrumento político para superarla sobrevive en todas partes. ¿Por qué es la educación un instrumento político tan atractivo para resolver problemas económicos?

Cristina Groeger: Creo que en parte se debe a que muchas de las personas que promueven la educación pueden imaginar que esta hace tantas cosas diferentes. Vemos lo mismo en el comienzo del siglo XX. Hay una gran coalición de apoyo, a menudo con intereses opuestos en otros terrenos, pero que se unen en torno a la idea de la educación. La idea también persiste porque no cuestiona a algunos de los sujetos más poderosos de la economía. No cuestiona la facultad de los empresarios de pagar el salario que quieran o de establecer las condiciones laborales que se les antoje. Es muy fácil hablar de nobles ideales y propósitos dentro del sistema educativo, pero lo que esta puede lograr tiene sus limitaciones. Y en muchos casos puede correr un tupido velo sobre desigualdades en el mercado de trabajo que desempeñan un papel mucho más importante en la configuración de las desigualdades que vimos a comienzos del siglo XX y que volvemos a ver hoy.

Mike Stivers: Mucha gente de izquierda rechaza que las escuelas sean simplemente un lugar de formación para el empleo, pero la preparación para el empleo sigue siendo también una parte esencial de la finalidad de la educación pública. ¿Cómo debería concebir el movimiento socialista la finalidad de la escuela en el siglo XXI?

Cristina Groeger: En la medida en que la educación es importante para acceder a un puesto de trabajo ‒y en el plano individual, por supuesto, la educación importa‒, no creo que debamos denigrar a los y las estudiantes que acuden a la educación por este motivo. Hay una tendencia a rechazar el carrerismo, o la profesionalización de la juventud estudiantil, lo que en mi opinión le echa la culpa por la economía a que se enfrentan. Si la izquierda desea liberar la educación para otros propósitos creativos o emancipatorios, primero hemos de crear una economía que asegure la subsistencia de todos y todas. Las demandas de gratuidad de la universidad y de universidades no endeudadas son buenas demandas socialistas, pero no son suficientes. Hemos visto cómo las elites pueden crear siempre nuevas barreras utilizando credenciales todavía más elevadas.

Esto me lleva al título del libro, La trampa de la educación. En todo el espectro político se contempla la escuela como la solución de tantos problemas sociales, pero poner el acento en las escuelas puede convenir a quienes gozan del mayor poder económico, porque echa la carga de la reforma sobre las espaldas del estudiantado, del profesorado, lejos de lo que es la causa real de la desigualdad: la falta de poder de la clase trabajadora en la economía y la política.

Las y los profesionales de la educación desempeñan un papel importante en la lucha por el poder de la clase trabajadora. Lo hemos visto en Chicago, donde vivo. Los sindicatos de enseñantes han luchado no solo por sus propias condiciones de trabajo, sino también por un amplio programa político y por inversiones públicas en sus estudiantes y sus comunidades. Y creo que como socialistas, si interpretamos el papel de la escuela en sentido amplio, deberíamos entender que estas campañas de organización también son formas realmente importantes de educación política. Deberíamos promoverlas tanto dentro como fuera de las escuelas.

14/04/2021

https://jacobinmag.com/2021/04/cristina-groeger-interview-education-trap-solution-inequality-social-mobility

Traducción: viento sur

https://vientosur.info/no-la-educacion-por-si-sola-no-resuelve-la-pobreza/

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Detrás del regreso a clases

Por: Eduardo Hernández de la Rosa/Colaborador permanente de CII-OVE

La política de confinamiento parece no ser sostenible por muchas razones, la principal como sabemos, es la económica. Las profundas crisis que vivimos a partir de la extensión crónica del confinamiento ha sido una de las situaciones que amplificaron las desigualdades sociales.

Las recomendaciones de los organismos internacionales para impulsar políticas de regreso a clases aún frente a la continuidad de la pandemia, se ha auxiliado en una visión estática de la realidad, olvidando que dentro del contexto del confinamiento existen realidades, espacios y movimientos que son construidos por los agentes, así como por adaptaciones del virus, dejando de manifiesto que no es posible aplicar de manera sostenida una política homogénea en contextos tan diversos.

El regreso a clases ha iniciado por diferentes países, justo para tratar de atender la «catástrofe generacional», sin embargo, la tarea además de ambiciosa muestra pretensiones poco plausibles frente a una partida presupuestaria incipiente para la educación y un conjunto de procesos burocráticos que hacen que las desigualdades sean más profundas.

Aún se tiene un rezago no solo por parte de la deserción, los aprendizajes y la falta de continuidad de poblaciones que tuvieron más dificultades en tener acceso a la educación a distancia. Sino también hay un rezago por la incomprensión de las implicaciones de la educación en sus diferentes modalidades, puesto que ello implica múltiples factores, no solo técnicos y pedagógicos sino sociales y culturales.

¿Puede existir un regreso seguro? Tal como lo hemos compartido en otros momentos, hablar de un regreso seguro implica comprender que en diferentes espacios el confinamiento y las medidas de sanidad son simuladas frente a la naturalización de los contagios o inclusive de la convivencia con la muerte. Las implicaciones que trae esto, son igualmente impredecibles, puesto que pueden extenderse la terrible enfermedad hacia la población infantil, lo cual, en términos empíricos, parece cobrar fuerza. Es aquí donde los padres de familia debemos pensar entre la importancia de la educación y lo invaluable que es la salud.

Pensar en un regreso a clases, implica polarizar la educación, entre la opción de regresar o de continuar los procesos educativos a distancia, por supuesto, el ejercicio además de las implicaciones sociales, también tiene la necesidad de asegurar espacios totalmente seguros.

Si bien los procesos educativos del siglo XXI deben estar orientados a la comprensión del riesgo y la incertidumbre, -no solo por parte de la pandemia, sino por las condiciones sociales en las que vivimos, marcadas por el conflicto social y las desigualdades que impulsa la globalización- también debe considerarse que este fenómeno sin precedentes puede superar la construcción de tecnicismos como el coronateaching, poniendo en escena las dificultades que trae consigo operar la educación en un contexto polarizado.

Los titulares de la educación en los diferentes países tendrán no solo el reto que implica la cobertura educativa, -la cual de por sí ha sido compleja de continuar atendiendo aún con los programas compensatorios-, sino que tendrá el reto medular de asegurar que la educación sea de calidad aún con la segmentación que se está impulsando, esto se resume en una necesaria coordinación quirúrgica con todas las autoridades para mantener los espacios equipados y asegurados en pro de la sanidad, siendo que los padres de familia deberán de seguir velando por la salud de sus hijos tomando un protagonismo más que necesario en la posibilidad del regreso a clases presenciales.

De esta manera, detrás de una política de regreso a clases en pro del “derecho a la educación” están intereses inmediatistas, para satisfacer necesidades, deslindando responsabilidades a las autoridades, dejando en claro, que será más que evidente que la calidad educativa estará en boga en los próximos años, que estará latente la posibilidad de brotes de contagios en los infantes derivado de las mutaciones del covid-19 y sus diferentes cepas, que las condiciones sociales para asegurar la sanitización de los espacios seguirán manteniendo por ejemplo el uso de cubrebocas cuya calidad para hacer frente al virus es insuficiente, que los programas compensatorios, seguirán tratando de acercar la educación a los espacios olvidados y que aquellos contextos educacionales en donde se tenga la posibilidad de garantizar condiciones educativas mínimas para la docencia virtual y la estimulación de aprendizajes virtuales seguirán siendo claves.

La docencia presencial y la bifurcación de sus expresiones, docencia desde los espacios formativos presenciales hacia los virtuales, docencia dosificada, docencia extendida o ubicua, así como docencia presencial serán solo algunos de los esfuerzos que se podrán visualizar y cuyas experiencias contribuirán al almanaque de las estrategias frente a una educación de la emergencia sin que se conviertan en modelos únicos, sino a lo más en estrategias adaptativas a necesidades inmediatas, las cuales tendrán variantes pujadas por el movimiento de la cotidianidad, poniendo a prueba una vez más las competencias del docente.

Mientras tanto desde nuestras trincheras, seguiremos combinando la docencia con los factores sociales y culturales que nos toca vivir, desde nuestros espacios vitales, podremos combinar el streaming con la pizarra, a su vez que la docencia con el desayuno y la necesidad de desvelos que ayuden a preparar materiales que permitan para los que tienen la posibilidad de tener sesiones interactivas a través de las plataformas, así como preparar el material para lo presencial y lo virtual, para quienes deberán atender estas modalidades.

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