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Chile: Las razones del rechazo de la estrategia nacional de educación pública por parte del CNED

Eldinamo 09-12-2019

Según el Consejo Nacional de Educación, la propuesta “no permite apreciar una estrategia de acción, de carácter nacional, que oriente hacia la mejora y desarrollo de la educación pública”.

or unanimidad, el Consejo Nacional de Educación (CNED) rechazó la propuesta del Mineduc sobre la estrategia nacional de educación pública, la cual se enmarca en el proceso desmunicipalizacón y busca mejorar la calidad de las escuelas municipales.

Pero, ¿cuáles son las razones ante tal categórica decisión? Entre ellas se plantea que la propuesta del Gobierno “no permite apreciar una estrategia de acción, de carácter nacional, que oriente hacia la mejora y desarrollo de la educación pública”consigna BiobioChile.

Asimismo, el presidente del CNED, Pedro Montt planteó al mismo medio que uno de los problemas de la propuesta radica en que se le daría escasa visibilidad al mejoramiento de los aprendizajes.

“Hay que visibilizar mucho más los aprendizajes de los estudiantes, que está en el centro del propósito de la educación pública. La educación pública va a ser de excelencia cuando los estudiantes que concurran a los establecimientos de la educación pública logren los aprendizajes incluso más allá de lo esperado”, señaló Montt.

Por su parte, el presidente de la Comisión de Educación del Senado, declaró que”esperamos que el Ministerio de Educación tenga un poquito más de humildad a la hora de escuchar a los actores de la educación, no sólo a nosotros desde la oposición, sino que al mundo de la educación; a los profesores, a los asistentes de la educación ciertamente, a los académicos, a las organizaciones que llevan muchos años hablando y criticando la segregación de nuestro sistema educativo, la carencia y el abandono de la educación pública”.

Esto último, considerando que se había advertido con anterioridad al Mineduc acerca de las falencias de la propuesta, tras varias sesiones con diferentes actores del sector de la educación.

Finalmente, la senadora Yasna Provoste, quien también integra la Comisión de Educación, señaló que “frente a este rechazo unánime del Consejo Nacional de Educación, queda claro que la estrategia no consideró la participación de las comunidades educativas, que no se incorporan estrategias en materias de avances en calidad de la educación y la propuesta no representa ningún avance para la educación pública”, consigna El Mostrador.

Cabe mencionar que, según el CNED, no existe un plazo determinado para que la Dirección Nacional de Educación Pública corrija las observaciones.

 

Enlace original: https://www.eldinamo.cl/educacion/2019/12/08/las-razones-del-rechazo-de-la-estrategia-nacional-de-educacion-publica-por-parte-del-cned/

 

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«Nuestro mandato», por David Edwards, Secretario General de la Internacional de la Educación

Internacional de la educación

Ser elegido secretario general de la IE es un gran honor. Es todo un reto estar a la altura de la confianza que me han brindado los representantes de los trabajadores y trabajadoras de la educación de todas las regiones del mundo. También es alentador incorporarse a este pequeño equipo de dirigentes talentosos y talentosas elegidos el primer día de nuestro Congreso.

Nos reunimos un año después de celebrar el primer cuarto de siglo de la creación de la IE. Aquella fusión originó estructuras mundiales fuertes cimentadas en una base sólida de valores. Esta es la valiosa herencia que compartimos y que hemos de desplegar para hacer frente a los retos del sindicalismo, la profesión docente y la educación en el curso de los próximos años. 

Sin embargo, este período también ha experimentado profundos cambios en las actitudes de los dirigentes políticos hacia el bien común, el papel central del gobierno y de la gobernanza, así como el valor del sector público sus valores. Nuestra época está marcada por una creciente marea de nativismo, desigualdad de ingresos, conflictos políticos, degradación medioambiental y la consolidación del poder y la influencia de un sector corporativo sin límites. La voz colectiva y organizada de los/las docentes y del personal educativo ha sido testigo del daño que esta corriente ha causado a sus estudiantes, compañeros y comunidades, y ha aceptado el llamado a liderar, a resistir y a movilizarse. 

Nos resistimos a la creciente individualización e incluso a la atomización de la sociedad y a su impacto en nuestras aulas. 

Nos resistimos a la presión de entornos que, en nombre de la eficiencia, cada vez son más deshumanizados cada vez son más mecánicos. 

Nos resistimos a la dataficación, a la militarización y a la comercialización de nuestra información, así como a la flexibilización, la desregulación y la precariedad de nuestro trabajo. 

No obstante, lo más importante es que también nos resistimos a la idea de que una mayor desigualdad y menos derechos sean consecuencia ineludible de la cuarta revolución industrial e inevitables para el futuro del trabajo. 

En el informe de situación dirigido al 8º Congreso Mundial, expondré los avances que estamos logrando a pesar de las dificultades y los obstáculos. Mostraré a los 1500 delegados/as y observadores/as de todo el mundo un espejo del compromiso que constato en ellos y en sus organizaciones. Repetiré lo que he escuchado en tantos ámbitos sobre la necesidad imperiosa de los dirigentes de formular un nuevo lenguaje y trazar una nueva vía en medio de las crecientes y turbulentas aguas de la complejidad, la inseguridad y el aislamiento. 

Si tan solo existiera un grupo de personas que defendieran la dignidad y la acción colectiva a medida que las redes de desinformación se desarrollan en las esferas políticas con el fin de “comercializar” tanto a los candidatos como a los problemas de la manera más simplista posible. Si tan solo ese grupo pudiera educar, informar y activar a los ciudadanos y ciudadanas que tienen la visión de percibir la manipulación que contribuye y amplifica la distorsión del debate público y tuviera la valentía de resistir a un sistema que genera odio e intolerancia. 

“Si tan solo” se ha convertido en un instrumento retórico efectivo para que las personas se den cuenta de su poder y de sus posibilidades colectivas. Si tan solo tuviéramos una función respetada en nuestras comunidades y se nos confiara la educación de las generaciones futuras. Si tan solo fuésemos parte de un movimiento mundial, regional y nacional organizado centrado en el respeto de los seres humanos, los niños y los adultos y en la necesidad de dignidad y democracia. 

Los seres humanos son, por naturaleza, entes sociales. No se desarrollan plenamente en un “espléndido aislamiento”. Por el contrario, se estimulan, desarrollan y educan a través de la interacción y de las relaciones con los demás. 

Las personas anhelan la comunidad. El sentido de comunidad puede darse mediante una identidad común en torno a valores compartidos. O bien, la identidad puede utilizarse como arma para excluir y dividir. Es por eso que las escuelas y los planes de estudio se han convertido en el objetivo de tantas campañas negativas y destructivas de los nacionalistas autoritarios y populistas. 

Sin embargo, las soluciones no provendránni a corto ni a largo plazo, de esas esferasLos destellos luminosos que ofrecen ciega a las personas con el miedo y el odio. Si tan solo existiera un colectivo de personas que actuaran y educaran en pos de una luz más perenne de valores y procesos democráticos que iluminen, con esperanza, un camino hacia un futuro mejor y más justo. 

Ni los educadores ni los sindicalistas pueden cambiar solos el mundo. Sin embargo, nunca debemos subestimar nuestra contribución e impacto. Estamos presentes en cada comunidad. Aún contamos con un gran respeto. Y todos los días trabajamos con el futuro: la juventud. 

Los presentes aquí, en Bangkok, me escucharán hacer una llamada a la acción que se pregunta qué pasaría “si tan solo” reconociéramos nuestro poder colectivo, nuestra visión y liderazgo. Como posdata a esta llamadacomprender lo contrario es igualmente esencial. 

Solo si asumimos el liderazgo en nuestra profesión, tendremos la capacidad de velar por que la educación esté centrada en el ser humano y que nuestras aulas sean lugares de reflexiónde análisis y de diversidad. 

Solo si tomamos la iniciativa de buscar una financiación equitativa, predecible y sostenible a largo plazo de la educación pública, podremos proporcionar a nuestros estudiantes, incluso a los más desfavorecidos, recursos y servicios adecuados, así como entornos de trabajo favorables para nuestros compañeros, una combinación que fomenta comunidades escolares sanas. 

Solo si construimos alianzas dentro y más allá de nuestras comunidades desarrollaremos la confianza y la fuerza necesarias para iluminar la vía hacia un futuro mejor y más sostenible.  

Solo si llevamos con nosotros las resoluciones que hemos tomado esta semana cuando salgamos de Bangkok y regresemos a nuestros hogares, nuestras escuelas y nuestros sindicatos, nuestro programa común echará raíces adquirirá forma y sustancia. 

En tanto que Secretario General de la Internacional de la Educación recién elegido, mi visión alberga la esperanza, ya que la solidaridad es la piedra angular de nuestra organización. Sé que somos más que la suma de nuestras partes. Estamos aquí reunidopara reafirmar nuestros principios y trazar un rumbo fijo y común para una época fuera de lo común. 

No puedo imaginar preferir estar en ningún otro lugar. 

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Dirigente cubana sostiene encuentro con colaboradores en Angola (+Foto)

África/Angola/08-12-2019/Autor(a) y Fuente: www.prensa-latina.cu 

La secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Teresa Amarelle Boué, sostuvo un encuentro hoy con los colaboradores de su país en Angola, quienes trabajan en esferas como salud, construcciones y educación.
En las instalaciones de la empresa Imbondex Construcciones, en el norte de Luanda, tuvo lugar el intercambio con la participación de la embajadora Esther Armenteros y otros integrantes de la legación diplomática de la mayor de las Antillana en esta nación.

Según destacó la representante de la FMC, su llegada a Angola coincidió con la conmemoración del aniversario 30 de la Operación Tributo, que permitió en diciembre de 1989 el retorno a Cuba y la sepultura de los restos mortales de miles de internacionalistas, caídos en el cumplimiento del deber sobre todo en tierras africanas.

‘Pero no solo vinimos a acompañar al pueblo angoleño en los tiempos de su lucha por la independencia, nos quedamos para ayudar en la reconstrucción y en las tareas del desarrollo’, señaló la también miembro del Consejo de Estado y del Buró Político del Partido Comunista de Cuba.

El internacionalismo y la solidaridad, aseveró, son dos valores distintivos de nuestro pueblo, y ustedes aquí -dijo a los colaboradores-, encarnan esos principios, enarbolados de manera ejemplar por el líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro.

En un mundo lleno de egoísmo e individualismo, seguimos dando ejemplos de que es posible brindar solidaridad, tal como lo hacen los médicos cubanos en numerosas partes del orbe, apreció la diputada, quien denunció las actuales compañas difamatorias contra esos profesionales de la salud.

La cita sirvió de escenario, además, para reconocer a un grupo de trabajadores destacados de Imbondex, en ocasión del día del constructor en Cuba (5 de diciembre).

Por invitación de la Organización de Mujeres Angoleñas, la secretaria general de la FMC permanecerá en esta capital hasta el próximo miércoles a fin de intercambiar experiencias sobre la labor de ambas agrupaciones.

Fuente e Imagen: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=326736&SEO=dirigente-cubana-sostiene-encuentro-con-colaboradores-en-angola-foto
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Entrevista a Juan M. Aguado: “Los estudiantes seguros de sí mismos no sentirán la tentación de abandonar”

Por: Educación 3.0

Para Juan M. Aguado, docente de Primaria, una de las principales cosas que pueden aprender sus alumnos es a tener buena autoestima: les servirá para superar cualquier reto. Es uno de los temas sobre los que gira su novela ‘La flor del dojo’, sobre la que hemos hablado en esta entrevista.

Las vivencias durante sus años de formación han servido de inspiración al docente Juan M. Aguado para escribir su primera novela: ‘La flor del dojo’, publicada por la editorial Círculo Rojo. En ella, los protagonistas se enfrentan a situaciones de acoso escolar que superan gracias a la práctica de artes marciales; una actividad que les ayuda a aumentar su autoestima. De hecho, para él es esencial: los estudiantes seguros de sí mismos no sentirán la tentación de abandonar, podrán afrontar cualquier reto que se les presente y sabrán sobreponerse al fracaso. No es el único tema que trata en sus páginas, en las que también quedan reflejadas la amistad verdadera, la igualdad e, incluso, la homosexualidad.

Pregunta: ¿Cómo ha inspirado tu experiencia educativa esta novela?

Respuesta: Lo que viví durante mi etapa escolar está impregnado en cada página de este libro. Me gustaba ir al colegio, aprobaba todo con facilidad y era un buen estudiante. Incluso me llevaron a concursos de estudiantes por los buenos resultados que tenía. Todo cambió en Secundaria: me sentía incómodo en el centro escolar, me costaba entablar relación con los demás compañeros, sufrí episodios de acoso y empecé a ver la educación y la asistencia al colegio como algo negativo.

P: ¿Cómo te afectaron los episodios de bullying?

R: En muchas ocasiones, la gente que sufre este problema prefiere no hablarlo en el centro escolar ni en casa. Bien por miedo a represalias de aquellos que te están acosando precisamente o también, como en mi caso, porque me costaba asumir quién era y no quería que trascendiera más allá del ámbito escolar. Al final, es una situación que muchas veces se sufre en silencio y repercute negativamente en tu comportamiento, en tus notas y en tu rendimiento en general.

Los adultos no solemos pensar que esas conductas son señales de los jóvenes: son cosas de la edad, la rebeldía de la adolescencia, como se suele decir. Por eso creo firmemente en quitar las etiquetas dentro del centro escolar e intentar profundizar en el comportamiento de los alumnos ya que, casi siempre, un mal comportamiento se debe a algo más profundo que tenemos que saber analizar los que nos movemos en este ámbito.

P: ¿Qué conlleva para un adolescente sufrir acoso?

R: Recuerdo mucha tristeza y soledad, sobre todo los dos primeros años de ESO. ¡No tenía ni un solo amigo! A nivel académico, bajé el rendimiento tanto que me llevó a repetir curso y finalmente a dejar de estudiar, porque no me sentía para nada perteneciente a la comunidad educativa. Fue una decisión propia de aislamiento personal. Sin embargo, no todo fue malo. Por suerte, las amistades que surgen cuando estás sumido en una situación así suelen ser de las buenas y sinceras. En este caso, mis amigas de aquella época fueron mi pilar para no derrumbarme.

P: La novela está inspirada en el mundo del karate. ¿Cómo te ayudó?

R: Después de abandonar el instituto tras el primer curso de Bachillerato, empecé a trabajar. Pensé que ya había dejado todas malas experiencias atrás, pero nada más lejos de la realidad. Tendemos a pensar que son situaciones que solamente ocurren en el ámbito escolar, pero nos equivocamos, pues están en todos los estratos de la sociedad. En mi situación personal, tras aguantar más burlas de compañeros de trabajo e incluso tras un intento de agresión homófoba, decidí que quería cambiar y, aunque ahora me suena infantil, hacerme más fuerte.

La flor del dojo, estudiantes seguros

P: ¿Cómo pueden las artes marciales ayudar a superar el fracaso escolar?

R: Después de años de practicar karate conseguí asumir mi propia identidad y, sobre todo, mejorar mi autoestima: comprendí que podía seguir estudiando sin problema. Había creado un bloqueo mental que me hacía creer que era incapaz de ser buen estudiante, pero cuando miraba todo lo que había conseguido en el mundo del karate, las metas y barreras superadas, me sentí motivado para volver a los libros también.

P: ¿Cómo se enlazan realidad y ficción en la novela?

‘La flor del dojo’ no deja de ser una novela de ficción. Habla mucho de las emociones, de la derrota y de cómo afrontarla. Tiene muchos de mis sentimientos de aquellos años, vividos por sus dos protagonistas, que afrontan paso a paso todas las adversidades que se les van presentando. Quería que, de alguna forma, esto motivara a la gente a ver que siempre se puede salir adelante y supongo que elegí el mundo del karate porque es el que mejor conozco y porque fue el que me ayudó en mi experiencia personal. En principio, cualquier arte marcial está basada en unos valores de respeto, humildad, compañerismo, etc. Sobre todo, las que provienen de Japón.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/entrevista-juan-m-aguado/120318.html
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Hacia un siglo de misiones culturales en México

Por: Juan Carlos Yáñez

Las misiones culturales y pedagógicas puestas en marcha a partir de 1923 hunden sus raíces en las misiones evangelizadoras españolas, también en pedagogos como Dewey. Hoy por hoy siguen existiendo en buena parte del país.

Cuando terminó la Revolución Mexicana, en la segunda década del siglo 20, se desató una histórica movilización a favor de la educación de los habitantes más pobres. El documento emblema del desenlace revolucionario fue la Constitución de 1917, ideario para equilibrar los progresos económicos del prolongado gobierno de Porfirio Díaz con las terribles asimetrías sociales.

El decenio que sigue a la Constitución del 17 es uno de los periodos luminosos de la pedagogía en México. Dos instituciones surgieron en esos años, al calor de la época inaugurada por la naciente Secretaría de Educación [el ministerio de educación, como llaman en la mayor parte de los países del continente]: la escuela rural y las misiones culturales.

La Revolución Mexicana encontró al país con un déficit formativo bárbaro, pues solo alrededor del 10 por ciento de la población estaba alfabetizada. Una sociedad empobrecida, rural y analfabeta fue el centro de atención de personajes señeros en la historia de la educación mexicana, ninguno como José Vasconcelos, primer secretario de Educación y rector por un periodo breve de la Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM], la máxima casa de estudios del país, una de las primeras en el continente. Su vocación social se cincela en una frase que lo inmortalizó cuando llegó a la rectoría: “Yo no vengo a trabajar por la Universidad sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo”.

En la base de una de sus más grandes propuestas, las misiones culturales, se encuentra la concepción católica que trajeron los españoles con el periodo colonial. No es fortuita la asociación: misiones culturales y misiones evangelizadoras; misioneros en la obra evangélica y misioneros en la tarea pedagógica. En la raíz de las misiones que trajeron la palabra divina a las tierras del Nuevo Mundo, se rastrea también la concepción educativa de John Dewey, gracias a las enseñanzas impartidas a mexicanos en Estados Unidos.

Las misiones culturales son una obra pedagógica henchida de fervor, conformadas por equipos multiprofesionales que cubren de la lectoescritura a oficios artesanales. Se concibieron para colocar a la escuela como centro de la vida comunitaria, ejemplo y promotora de la solidaridad social y el amor a la patria, que sirven al mejoramiento material, económico, social y espiritual de las pequeñas comunidades donde se asientan. Además, era vital en la formación de los maestros rurales que atenderían las escuelas en la cruzada contra la ignorancia.

La misión pedagógica de Vasconcelos es contemporánea a la máxima expresión pictórica mexicana: el muralismo, con nombres propios de la estatura mundial de David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Su visión era global, así lo constatan la distribución masiva de obras literarias clásicas en una sociedad iletrada, o las relaciones con personajes clave de Latinoamérica, como el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre o Gabriela Mistral, quien colaboró en aquellas reformas pedagógicas.

Las misiones culturales

Casi 100 años después, las misiones culturales sobreviven con una mística que anuda vocación y una singular propuesta que persiste por la labor de un puñado de educadores populares que convierten la carencia en desafío.

En Colima, el estado más pequeño de México por su número de habitantes, hay cuatro misiones culturales. Elijo una de ellas para adentrarme en su vida cotidiana, entrevistarme con el director y los misioneros. Se ubica en Buenavista, pueblo a 15 kilómetros de la capital, con poco más de mil habitantes, cuya vida económica gira en torno a la agricultura y la ganadería.

La experiencia es inédita para quien peregrina entre centros educativos buscando acontecimientos extraordinarios, prácticas ejemplares o personas que hacen de su trabajo una vocación. En el pueblo pregunto cómo llegar a la dirección que me indicaron, un centro comunitario de mujeres. El edificio atrás de los hombres que me observan es una construcción semiconcluida o en proceso de destrucción. Se miran entre sí, antes de responder a la pregunta. Por su desconcierto afino: busco la misión cultural. Ah, exclaman, es aquí. Son sus misioneros, sentados unos, trabajando con escobas y palas otros, a la sombra de un árbol añoso.

Me reciben el jefe de la misión, David, y el supervisor de las cuatro misiones, Octavio. Nos sentamos en una mesa para ocho personas; la tarde de viernes es fresca. Se avecina una lluvia intensa, porque aquí llueve diario al atardecer. El viento húmedo se cuela por las paredes y entre ladrillos rotos, en huecos que hacen mucho tiempo perdieron la condición de ventanas. Se amontonan alrededor de la mesa todos los artefactos de la misión, que apenas tiene un año en el lugar: cafetera, una vieja computadora, la bandera nacional, equipo de sonido, horno de microondas, un estante que almacena libros y objetos varios; en la otra mitad, sillas arracimadas. Durante el ciclo escolar atienden a 109 educandos, 90 mayores de 15 años.

Sentados los tres, el director, el supervisor y yo, arrancamos la conversación. Preparo mi cuaderno. Ellos van hilando sus comentarios, historias, anécdotas, algunos pesares, mucha ilusión; se nos van dos horas. Cae una lluvia copiosa, cargada de truenos que retumban en ese sitio frágil, con techo de lámina de asbesto, prohibida hace mucho tiempo por sus efectos cancerígenos. Mientras ellos hablan, me esfuerzo para escucharlos, con los sonidos de la lluvia rebotando en el techo, los rayos que cruzan el cielo, cuidando que las gotas que se cuelan no caigan en las hojas del cuaderno y borren mis apuntes.

Escribo en la quinta página: ¿Cómo se puede prometer en la máxima ley del país que la educación será equitativa y de excelencia, para esta clase de sitios, donde la gente hace su trabajo con dedicación, pero es invisible para políticas y presupuestos?

Decadencia y olvido

En esas dos palabras resume el supervisor el trato que reciben las misiones culturales. Ejemplifica. A esta Misión llegaron los últimos apoyos hace tiempo: más de 11 años pasaron desde que recibieron un equipo eléctrico para el taller; en el año 2000, una trompeta, teclado y guitarra para el maestro. Lo más reciente, dicen con una sonrisa resignada, fue un paquete de útiles escolares, que me muestran para no dejar sombra de dudas: un diccionario Larousse, cuatro cuadernos, dos plumas (roja y azul), un borrador y un sacapuntas, entregado a la Misión el 27 de septiembre.

¿Por qué entonces persisten las misiones culturales? La lluvia arrecia, los ojos del supervisor brillan y enciende el discurso: porque es un “proyecto glorioso de José Vasconcelos”; porque en las comunidades hay una percepción positiva de las misiones culturales; porque las misiones culturales atienden necesidades de la comunidad y porque le dan vida a los espacios donde se instalan.

Aquí se enseña con pocos recursos, pero abundante alegría. Es el espíritu misionero, la vocación pedagógica y un contagioso sentimiento social que se concreta entre sus palabras y hechos. Misioneros del siglo 21 tratando de remover una realidad que se estacionó a la mitad del siglo pasado.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/12/05/mas-de-un-siglo-de-misiones-culturales-en-mexico/

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Libro(PDF): «Tecnologías digitales. Miradas críticas de la apropiación en América Latina»

Reseña: CLACSO

Este libro indaga desde múltiples preguntas y perspectivas las transformaciones provocadas por el incremento descomunal del flujo de información generada por el uso masivo e intensivo de las tecnologías digitales. El estudio de las apropiaciones por parte de la sociedad configura un mosaico desigual y combinado de usos y empleos de las tecnologías digitales. ¿Cómo han impactado en los grupos sociales, económicos y generacionales los usos de las tecnologías? ¿Que desafíos entrañan y que problemas nuevos generan las herramientas cotidianas a través de las cuales conocemos y nos comunicamos con nuestro entorno y el mundo?

Autores (as): Ana Laura Rivoir. María Julia Morales. [Coordinadoras]

Ana Laura Rivoir. Oscar Grillo. Susana Morales. Luis Ricardo Sandoval. Esther Angeriz. Roxana Cabello. Roberto Canales Reyes. Juan Silva Quiroz. Olga Casanova Cárdenas. Evelyn Hiller Garrido. Nicolás Iglesias Mills. Francisco Kroff Trujillo. Víctor Saavedra Chandía. Silvia Coicaud. Mónica Elena Da Silva Ramos. Laura Cecilia Díaz Dávila. Sandro Comerci. Silvia Edith Arias. José Manuel Piro. Natalia Moreira Cancela. Christian Iván Becerril Velasco. Marlen Martínez Domínguez. Dulce Gómez Navarro. Mauricio Olivera. Alejandro Artopoulos. Victoria Cancela. Jimena Huarte. Marisa Silvia Dasso. Martín Ariel Gendler. Silvia Lago Martínez. Romina Gala. Flavia Samaniego. Yamil Giralda. Gonzalo Leonel Vilches. José Daniel Britos. Claudia N. Laudano. Anahí Méndez. Josemira Silva Reis. Graciela Natansohn. [Autores/as de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO. RIAT.

Año de publicación: 2019

País (es): Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-722-538-9

Descarga: Tecnologías digitales. Miradas críticas de la apropiación en América Latina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1797&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1356

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Entrevista a Selma James: “Sin nosotras ¡nada!”

Por: Izquierda Diario

La feminista Selma James nació en 1930 y aún sigue activa al frente de la Huelga Mundial de Mujeres. En 1972, fue coautora —con la italiana Mariarosa Dalla Costa— de un ensayo que revolucionó la visión que existía sobre el papel del trabajo del hogar no remunerado, en el sistema capitalista. Más de medio siglo acompañando las luchas de las mujeres y otros sectores socialmente oprimidos.

Hacia mediados del siglo XV, Kentish Town era una próspera aldea. Para el siglo XIX, se había convertido en una localidad populosa, conectada con Londres por el transporte público. Actualmente, ya integrada como un barrio de la capital británica, está sufriendo los efectos de la gentrificación: se encarecen los alquileres; en la avenida principal hay cada vez más tiendas de productos orgánicos delicatessen y de cadenas internacionales de comidas, mientras los pequeños comercios se ven obligados a cerrar.

A pesar de los cambios, se adivina su pasado populoso, que hizo de Kentish Town el lugar elegido por Marx para establecerse con su familia en 1856. A su esposa Jenny von Westphalen, aquella casa de ocho habitaciones de la calle Grafton Terrace le parecía “una vivienda verdaderamente principesca comparada con los agujeros en los que solíamos vivir” [1]. Muy cerca de allí se encuentra la sede del Crossroads Women’s Centre fundado por Selma James, a quien había conocido más de una década atrás en Caracas [2].

“Estar politizado a los seis años era algo normal”

Apenas entramos, tomándome las manos, Selma me pidió que le hablara en castellano y preguntó por qué queríamos entrevistarla. Creo que tus trabajos sobre feminismo son muy conocidos en inglés. Pero, fundamentalmente, me interesa que nos cuentes de muchas otras cosas que has hecho en tu apasionante vida, que son bastante desconocidas. Sabemos que naciste en 1930, en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una familia obrera judía…

Nací después del crack del ‘29, en la época de la Gran Depresión, en la que había un gran movimiento social. Yo no sabía que eso era un movimiento; creía que así era el mundo. Mi padre era camionero; él había emigrado siendo un adolescente, desde Polonia, su lengua era el ídische. Mi madre era norteamericana, tuvo que dejar la escuela a los doce años para ir a trabajar a una fábrica. Mi padre había fundado la seccional del sindicato de camioneros de Brooklyn y era simpatizante del Partido Comunista que, en ese entonces, luchaba por la libertad de los chicos de Scottsboro [3]. Pero mi verdadera experiencia, cuando me involucré en política, fue en 1936, durante la revolución española.

Pensé que había habido un error de traducción. ¡Pero en 1936 tenías seis años!, exclamé para ratificar que no había entendido mal.

Sí. Mi padre hacía repartos con su camión, llevaba cajas y les pedía a los jefes de los lugares donde hacía los repartos, que le regalaran juguetes, carteras y otros objetos que luego rifaba para juntar dinero que enviaba a los combatientes de la revolución española. A veces le daban muñecas y me decía “no son para ti, son para España”. Y yo entendía eso. En los ‘30 no tenías qué explicar qué significaba la palabra “clase”. Sabías quién era el enemigo y tenías que luchar contra ellos.
Con otros chicos, juntábamos el papel de aluminio de los paquetes de cigarrillos, con los que hacía bollitos que enviaríamos a España para que los revolucionarios fabricaran balas. Estar politizado a los seis años era algo normal en cualquier lugar del mundo. Pero lo es en todas las épocas en que hay luchas sociales. Mi marido C.L.R. James [4] vivió en Estados Unidos, donde lo conocí. Contaba que cuando viajó al sur de Estados Unidos, para apoyar una huelga de aparceros, el comisario bajó de su auto y preguntó a los niños que estaban en la calle dónde se encontraba Míster Johnson [el seudónimo de C.L.R. James, N. de R.] y chicos de cuatro y cinco años respondieron “No conocemos a ningún Míster Johnson”. Es una fantasía creer que se puede mantener a los niños fuera de la política.
Mi infancia fue durante la presidencia de Roosevelt. Un día, mi madre, mientras me tenía de un brazo, con la otra mano rompía el candado de una puerta porque habían desahuciado a una familia por no pagar la renta y habían puesto un candado para que no pudieran volver a entrar. Mi madre me dijo: “Rompo este candado y voy a ir a la oficina de Bienestar Social, porque estamos luchando por la gente que no tiene dinero”. La gente se organizaba, decía “no vamos a morir de hambre” y luchaba.

“¡Pero yo no sé nada de ‘la cuestión de la mujer’!”

Mientras Selma nos ofrecía té, galletitas y frutas, seguíamos conversando y admirando su prodigiosa memoria. Luego, siendo joven, trabajaste en fábricas…

Mi primer trabajo fue de camarera. Para todo el mundo en Nueva York, su primer trabajo era de camarera y cuidando niños. A los diecisiete años entré en una fábrica, en California. Trabajaba en la línea de montaje de radios, televisores, electrodomésticos. Me había anotado para estudiar en la universidad, pero después decidí no ir. Pensé que la universidad me iba a dañar la mente. A los catorce o quince años ya había conocido a un grupo socialista que me sorprendió: ellos hablaban de clases sociales y, dentro de este grupo, había una minoría en la que me interesé rápidamente.

Selma se refiere a la tendencia Johnson-Forest del Socialist Workers Party —un partido trotskista norteamericano— liderada por Raya Dunayevskaya y C.L.R. James, el dirigente marxista caribeño con quien, casi una década más tarde, contraería matrimonio. Antes de eso, Selma se casaría con un trabajador con quien tendría su único hijo, Sam Weinstein. Esa experiencia marcaría su interés por la opresión de las mujeres en la sociedad capitalista. Enseguida nos reímos nuevamente con otra de sus anécdotas, contadas con una simpatía y vitalidad contagiosas.

Fotografía: gentileza Selma James

Un día, unas mujeres me dijeron que debía hablar en un panel con otras mujeres, sobre ese tema. Les dije “¡pero yo no sé nada de la cuestión de la mujer!”. Y me respondieron “¡pero hablas de eso todo el tiempo!” Y dije “¿yo?” –Selma nos actúa la escena que ocurrió hace casi setenta años atrás, haciéndonos reír–. “Sí”, me respondieron. Y cuando me dijeron eso, empecé a entender de qué se trataba. Comprendí que yo hablaba todo el tiempo sobre trabajo del hogar, ser esposa, ser ama de casa, ser madre… todas las cosas que hace una mujer, pero no sabía que a eso se le llamaba “la cuestión de la mujer”.

Y, entonces, pensé que tenía que leer a Engels, su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que nunca lo había leído. ¡Y todavía no lo hice, pero quiero leerlo! Y cuando estuve allí, una mujer habló de Engels y yo hablé de las amas de casa. La gente salió riendo, porque hablé como estoy hablando contigo. Olvidé todo lo que había preparado y recordé solo una frase: que lo que vivía cualquier mujer era una carrera desenfrenada para sobrevivir. Y todo el mundo se rió, porque pudieron disfrutar de la charla política. Era política placentera. En general, en los debates políticos vas a escuchar a gente seria, que no habla de su propia experiencia, sino de libros… Pero yo dije “así es la vida”. Muchos militantes de la izquierda, particularmente hombres, era la primera vez que oían que alguien les hablara de la realidad.

Fue por sus ideas sobre la opresión de las mujeres que había llamado la atención de C.L.R. James, quien en una ocasión le preguntó qué opinaba sobre el asunto y escuchó atentamente a la joven, casi treinta años menor que él. Cuando Selma terminó su exposición, James le dijo “entonces, lo que acabo de escribir no es bueno. Nunca había oído algo como esto. Quizás había escuchado algunas de estas cosas, pero nunca las ideas tan bien presentadas de esta manera”. Se trataba de las ideas centrales de lo que, luego, fue su primer ensayo, El lugar de la mujer, publicado en 1952, cuando Selma tenía veintidós años.

Durante algunas semanas, le mostraba los borradores a mis vecinas, que no estaban en política; pero me hacían muchos comentarios. Yo no estaba de acuerdo con la mayoría de ellos; pero me servían para desarrollar mejores argumentos para responder a sus planteos. Ese intercambio me ayudó, además, a aclarar mucho más mis propias ideas. Esta se convirtió, desde entonces, en mi forma de trabajar y escribir, colectivamente.

En Sex, Race and Class, publicado en 2012, Selma comenta cómo fue esta experiencia: “Cuando el folleto estuvo publicado, lo llevé al trabajo y vendí algunas copias a las mujeres que conocía de la fábrica. Creo que también vendí un par de copias a las mismas vecinas que me habían hecho comentarios del borrador. […]. Era completamente nuevo, entonces, que las opiniones de una mujer de clase trabajadora, especialmente un ama de casa, fueran publicadas, incluso por una organización socialista. Era la clase trabajadora hablando por sí misma. […]. Se deben haber vendido solo mil o mil quinientos ejemplares; pero se agotó. Y creo que puede haber sido porque los hombres estaban casi tan interesados como las mujeres en descubrir qué se podía decir sobre la vida cotidiana desde el punto de vista de las mujeres. Y nadie me dijo jamás que eso no era ‘marxista’ o ‘políticamente correcto’ [5]”.

Recientemente, alguien me dijo que yo había sido muy valiente al escribir El lugar de la mujer. Pero yo le dije: “No fue una cuestión de coraje. Yo solo expliqué la vida tal como la conocía”. Algunas feministas opinan que hay que concientizar a las mujeres sobre la opresión masculina. Pero sobre eso no hay que concientizar, ¡es absurdo! Eso lo vivimos. Tenía una tía, a la que quería mucho, que cada vez que veía pasar un cortejo de boda, decía –Selma pone un tono de voz más severo y profundo para imitar a su tía–: “ahí va otra mujer a la que van a enterrar”. ¡Siempre decía eso! [risas].
Si tu punto de partida son las mujeres, todas las cosas se comprenden de otra manera. Si estás inmersa profundamente en la situación de las mujeres y la relación de las mujeres con la economía capitalista, con la sociedad en general y con el mundo del trabajo, todo lo demás también se ve diferente. Si te sitúas en el lugar de las mujeres, adquieres una visión enteramente diferente del mundo. No es el único lugar por dónde comenzar, puedes hacerlo por cualquier otra parte. Pero comenzamos por allí y desde allí sacamos conclusiones sobre todo lo demás.

Su reflexión me recordó aquella frase de León Trotsky, que dice que “si en realidad queremos transformar la vida, tenemos que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres” [6]El lugar de la mujer trata, con un lenguaje sencillo, de la mujer soltera y la casada, de los chicos, la casa, de las mujeres trabajadoras y los sindicatos. Y termina con el siguiente párrafo: “Las mujeres pasan de estar casadas a divorciarse, de ser amas de casa a trabajar afuera, pero en ninguna parte encuentran el tipo de vida que desean para ellas y sus familias. Las mujeres están descubriendo cada vez más que no hay otra salida que una transformación total. Pero algo ya está claro: las cosas no pueden seguir como están. Cualquier mujer lo sabe” [7].

En este primer escrito ya se perfila su convicción de que los sectores explotados y oprimidos se abrirán paso, por sí mismos, en la lucha por su emancipación. Y esboza su temprana adhesión al autonomismo, que la tendrá como una de sus voces más destacadas en los ‘70, cuando participará en el lanzamiento de la Campaña Internacional por el Salario para el Trabajo del Hogar.

“¡Eso es maravilloso!”

Los años ‘50, durante la juventud de Selma, fueron el período en que EE. UU. se consolidó como la primera potencia mundial, mientras Europa y también Japón vieron elevarse sus tasas de crecimiento y se incrementó notablemente la desigualdad con los países del hemisferio sur. El resultado de la IIª Guerra Mundial había fortalecido a la burocracia estalinista en la Unión Soviética, extendiendo su dominio a nuevos países en Europa del Este y dando lugar a una dictadura bonapartista policial mucho más estable, para finales de los ‘40. Pero ese fortalecimiento también fue una de las razones por las que los Estados occidentales se vieron obligados a robustecer las políticas sociales, el llamado “Estado de bienestar”, para garantizar las condiciones de reproducción del sistema capitalista. Esta compleja situación presionó sobre las filas del marxismo revolucionario que se fragmentó en diversas corrientes y tendencias. Una de ellas –entre quienes se encontraban los fundadores de la tendencia Johnson-Forest– sostuvo que en la Unión Soviética había “capitalismo de Estado”, es decir, nada que defender frente al capitalismo occidental.

Sin embargo, más allá de las diferencias teóricas y políticas –incluyendo la de la necesidad de la construcción de un partido revolucionario–, compartimos con Selma el profundo desprecio por las organizaciones burocráticas que encorsetan las fuerzas y la energía revolucionaria de las masas. La estatización y el fortalecimiento de sus propias instituciones es uno de los elementos fundamentales para comprender el siglo XX. Los capitalistas vieron de cerca el peligro de la revolución proletaria y tomaron las medidas para salvaguardarse: desarrollar los mecanismos de consenso e integración al Estado y, más tarde, profundizar la fragmentación cada vez mayor de la clase trabajadora y entre esta y sus propios aliados en la lucha anticapitalista. La autoorganización es el camino más propicio para superar esa fractura. Pero, según nuestra visión, este no es un camino exento de obstáculos: hay que resolver cuestiones estructurales, superar diferencias culturales y, fundamentalmente, enfrentar a las burocracias de las organizaciones de masas, no solo de los sindicatos sino también las que se recrean en los movimientos sociales, como en la juventud estudiantil o el movimiento de mujeres. Mientras las direcciones de estas organizaciones y movimientos mantengan divididos a distintos sectores de la clase trabajadora entre efectivos y contratados, nativos e inmigrantes, hombres y mujeres, sindicalizados y precarizados, como también a la clase trabajadora respecto de otros movimientos sociales potencialmente aliados, la derecha cultiva esas grietas para hacer su política.

Nina López cita un discurso de Selma James en el que, hace varias décadas, ya se refería a estas divisiones: “La única opción que se nos daba era elegir entre movimientos de liberación nacional, campesinos y estudiantiles por encima y en contra de la clase trabajadora tradicional. Nunca podría dar la espalda a los trabajadores asalariados. Mi padre era un sindicalista. Éramos una familia sindicalizada. Yo había trabajado en una fábrica, como también mi madre y mi hermana. Mi otra hermana era oficinista, algo que no es muy diferente. Pero yo también era una madre y mi hijo un estudiante tratando de escapar al servicio militar obligatorio. Necesitábamos de lo que está a un lado y otro de la división salarial; nosotras no podríamos prescindir de ninguno de estos” [8].

Markus Rediker señala en el prólogo al libro de Selma: “Una de las ideas principales encarnadas en los escritos de James es la que el difunto George Rawick –otro compañero cercano de C.L.R. James– llamó la auto-actividad de la clase trabajadora: esa cantidad de cosas, diversas y muchas veces invisibles, que la clase trabajadora –definida ampliamente– hace por sí misma en la búsqueda de la emancipación. El énfasis está en la acción, la agencia, los nuevos significados y las posibilidades generadas, a menudo de manera impredecible, a partir del movimiento social y el conflicto en el terreno. C.L.R. James siempre enfatizó la importancia de las nuevas formas de lucha que brotan constantemente desde abajo, a menudo junto a y otras veces en contra de las instituciones establecidas de la izquierda, como los sindicatos y los partidos políticos. […] Desde su primer folleto, que discutió con sus compañeras trabajadoras y vecinas, Selma James siempre confió no solo en la decencia de la gente común, sino también en su capacidad para pensar y actuar. “Cada cocinero puede gobernar”, escribió C.L.R. James en 1956. [Selma] James llevó ese mensaje optimista al mundo laboral de la mujer, la cocina, y al hacerlo profundizó y amplió su significado” [9].

Su interés en aquellas experiencias que contienen, en germen y en el presente, las formas sociales que se desarrollarán en la futura sociedad post-capitalista, se trasluce en el comentario que me hizo cuando intentaba halagarla. Le dije que había sido una joven de vanguardia: blanca, judía, casada con un hombre negro del Caribe, un socialista marxista con quien compartió luego la lucha anticolonial en Trinidad, la lucha antirracista en Gran Bretaña, que la doblaba en edad. Selma no comparte mi opinión.

No lo siento de esa manera. Creo que la gente que no está en política es la que siempre está a la vanguardia. Esa gente piensa en forma diferente a quienes están en política. Tienen muchas ideas muy atrasadas, mezcladas con otras ideas que son del futuro. Lo que tenemos que hacer, quienes queremos destruir el capitalismo, es descubrir el futuro en esas ideas y empezar a eliminar el pasado, la basura. Eso es, para mí, de lo que trata la política. Cuando la gente se rebela en una lucha, en una huelga, sale lo que estaba latente. Eso sucede todo el tiempo.

Eso me recuerda las experiencias que vivimos en Argentina, durante la crisis de diciembre de 2001. Le cuento a Selma sobre las obreras de la textil Brukman. Se interesa con la anécdota de una trabajadora hablando ante miles de personas y diciendo “si podemos manejar una fábrica, podemos manejar el país”. Encuentra allí una ratificación de sus convicciones. Le digo que ideas tan avanzadas convivían, como ella misma señalaba, con otras del pasado. Por ejemplo, que las trabajadoras eran una abrumadora mayoría en la fábrica y sin embargo se referían a sí mismas como “obreros de Brukman” hasta que les narré las historias de las obreras textiles de la huelga de Pan y Rosas en 1911 en EE. UU. o la de las que iniciaron la Revolución rusa de 1917, que yo conocía como feminista socialista revolucionaria. Cuando le dije a Selma que, a partir de entonces, hasta los dos activistas obreros que había en la fábrica se empezaron a referir a sí mismos en femenino, lanza una estruendosa carcajada y exclama entusiasmada:

¡Eso es maravilloso! Esa ha sido, siempre, también mi propia experiencia.

“En cada movimiento social, continúa la lucha de clases”

En 1972, Selma James lanza con otras feministas de distintos países, reunidas en Padua (Italia), la Campaña Internacional del Salario para el Trabajo del Hogar, entre las que se encontraba Silvia Federici quien lo recuerda en una publicación reciente: “Coincidíamos con otras feministas en la convicción de que el trabajo doméstico era la raíz de nuestra opresión como mujeres. A diferencia de otras feministas, creíamos que debía ser nuestro principal campo de batalla por esa misma razón y que la forma más eficaz de liberarnos de él era negarnos a hacerlo gratis. Pero pocas feministas de la época entendieron las motivaciones políticas de esta elección estratégica” [10].

La reunión de Padua tenía el objetivo de pensar en un feminismo marxista basado en la clase trabajadora, tomando la experiencia del operaísmo italiano, distinto al que defendían las organizaciones socialistas y el Partido Comunista. Su primera formulación se encuentra en las páginas de El poder de la mujer y la subversión de la comunidad, el ensayo de Mariarosa Dalla Costa y Selma James, que revolucionó el enfoque tradicional sobre el trabajo del hogar y se convirtió, hasta nuestros días, en un clásico en su tema. Allí sostienen la tesis de que la economía de mercado, basada en la explotación del trabajo productivo de la clase trabajadora, se basa en el trabajo no remunerado de las mujeres que reproducen esa fuerza de trabajo a través del trabajo del hogar y las tareas de cuidado.

En 1970, conocí a Mariarosa, que era docente en la Universidad de Padua y necesitaba un hospedaje en Londres durante un corto tiempo. Se quedó en mi casa y nos hicimos amigas. Al año siguiente la visité en Italia y allí hablamos mucho sobre feminismo. Ella me pidió que le explicara de qué se trataba el feminismo y, enseguida, escribió un artículo en base a lo que le dije. Más tarde, trabajamos juntas en el manuscrito y le dije que lo firmara con su nombre para que su publicación la protegiera de la persecución sexista que sufría en la universidad. Pero luego fue publicado en inglés, con la firma de ambas, en una edición que incluía también mi primer ensayo El lugar de la mujer.
En 1980, participé de la Segunda Conferencia Mundial en Copenhague. Debía hacerse en Irán, pero hubo una revolución y entonces tuvieron que cambiar la sede –Selma sabe que ha vivido grandes experiencias de luchas sociales, huelgas, guerras, revoluciones, un tesoro de recuerdos que ansiamos que nos comparta–; ¡la que iba a inaugurar la conferencia era la princesa que habían derrocado! [risas].
Allí en Copenhague, las Mujeres Negras por el Salario para el Trabajo del Hogar señalaron que había que incluir el trabajo no asalariado en el documento oficial, en el párrafo 1.0.3. Y cantábamos “paragraph one, o, three… all our work in the GNP” [“párrafo 1.0.3., todo nuestro trabajo al PBI”, N. de la A.]. Allí también salió la consigna que dice “Las mujeres cuentan. Cuenten el trabajo de las mujeres”. Pero entendimos que para que los gobiernos nos escucharan, teníamos que conseguir que lo tomaran las Naciones Unidas. Así que cuando habló una representante de la Organización Internacional del Trabajo, la interpelé. “Vengo de la Campaña por el Salario para el Trabajo del Hogar”, le dije. “Disculpe, ¿podría repetirme de dónde?” –vuelve a sonreír con picardía, mientras imita la parsimonia de la funcionaria– y yo se lo repetí.

Nos hemos pasado toda la tarde escuchando anécdotas como esa, con Selma cambiando los tonos de voz, para representarnos a los personajes de los que nos hablaba. Su risa anticipaba los finales de estas historias de las que está hecha la suya propia, pero también una gran parte de la historia del feminismo. Paramos unos minutos, para tomar otro té y aproveché para regalarle un pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, de Argentina. Alejandra le pregunta qué es lo que la mantiene tan joven.

¿Mantenerme tan joven? ¡Hablar así como lo estamos haciendo! ¡Estoy disfrutando mucho esta entrevista!

Ante de irnos, con un tono firme que busca transmitir sus ideas con convicción, pero también buscando palabras sencillas, para que su mensaje sea comprensible, Selma nos dice:

Creo firmemente que la lucha de las mujeres está mal entendida. Las mujeres reproducen toda la raza humana y el capital oculta el hecho de que ese es el trabajo central de la sociedad y, por lo tanto, de la economía. Quieren hacer que el mercado sea lo central; pero nosotras somos lo central. “Without us, nothing!” –dice enfáticamente–. Y luego lo repite en castellano: “Sin nosotras, ¡nada!”. Sobre nosotras recae el trabajo reproductivo gratuito porque hay explotación capitalista. Si no hubiera explotación capitalista, no haríamos ese trabajo de reproducción de la fuerza de trabajo de manera gratuita y no reconocida.
Es muy importante que el feminismo sea internacional, que no quede atrapado en un país o en un sector. Y hay un sector que ha monopolizado el feminismo. Eso significa que la mayoría de nosotras ha quedado afuera; porque las gerentes, las políticas, las CEO que administran el capital y se proclaman feministas, no son feministas del 99 %. Ellas nos quieren dirigir y nosotras nos negamos a que nos dirijan y eso va a ayudar a que los hombres nos apoyen. En cada movimiento social, continúa la lucha de clases.

Cuando Selma comenzó a organizar a las mujeres para luchar por el salario para el trabajo del hogar, la mayoría del movimiento feminista estaba centrado en las relaciones de poder entre los géneros, la sexualidad y la discriminación de las mujeres en el trabajo asalariado. Su preocupación porque el trabajo reproductivo de las mujeres fuera tenido en cuenta implicaba una lucha, también, contra las organizaciones sindicales y políticas que no consideraban que esas mujeres constituyeran una gran mayoría invisibilizada de la clase trabajadora. Sus ideas abrieron un inmenso campo de debates, que la nueva oleada internacional de movilizaciones feministas trae nuevamente a la escena y sobre los que hemos dado cuenta en otros artículos [11].

En las últimas décadas, bajo el látigo de la precarización y la flexibilización neoliberales, grandes sectores de masas que eran explotadas sin salario se incorporaron al mercado laboral transformando la fisonomía de la clase asalariada, pero también aumentando su peso social. Actualmente, millones de asalariados, pero también asalariadas, manejan el suministro de energía y las telecomunicaciones, conducen los medios de transporte que permiten la circulación de las mercancías y de la fuerza de trabajo, realizan la limpieza “invisible” de fábricas, empresas y oficinas diariamente. Pueden colapsar las grandes metrópolis, interrumpir el funcionamiento de la economía y afectar las ganancias capitalistas. Pueden también, prefigurar un nuevo orden social, controlando la producción y el abastecimiento al servicio de las grandes mayorías populares que son víctimas de la sed de ganancias de los capitalistas, de la carestía, la inflación, las altas tarifas para sobrevivir.

Por primera vez en la Historia, casi la mitad de esa clase mayoritaria son mujeres que, a su vez, garantizan la vida de millones de seres humanos sin recibir un salario por ello, reproducen gratuitamente la fuerza de trabajo en sus hogares –la suya, la de sus compañeros, la que se prepara para el futuro y la de los ancianos que ya han sido desechados por los capitalistas–. ¡En las movilizaciones, los reclamos, las organizaciones y los movimientos sociales, aparece dividido lo que no está dividido en las vidas de millones de mujeres!

Selma, que abrió sus ojos al mundo durante la revolución española, se acerca a sus noventa años al calor de las revueltas y resistencias que cruzan el planeta desde Chile, Ecuador y Haití, hasta Hong Kong, pasando por Catalunya, Puerto Rico, Irak, Honduras, Bolivia y su querido Caribe. El desafío que tienen las jóvenes generaciones que son protagonistas de este presente, donde el feminismo ha vuelto a emerger como un movimiento en las calles, es articular una política de carácter estratégico que pueda unir ese movimiento donde las mujeres participan individualmente, como “ciudadanas” –sin ejercer toda la fuerza cohesionada de su pertenencia a la clase social mayoritaria–, con la clase asalariada, donde por primera vez en la historia, las mujeres constituyen más del 40 %, para enfrentar al sistema capitalista patriarcal y transformarlo radicalmente. Porque únicamente socavando sus raíces, profundamente, es que podremos tomar el cielo por asalto y ganar, para toda la humanidad, el derecho al pan, pero también a las rosas.

 

NOTAS AL PIE
[1Carta de Jenny Marx citada en Rachel Holmes, Eleanor Marx: A Life, Bloomsbury Books, Londres, 2014, p. 10.
[2Agradecemos a Nina López, coordinadora de Huelga Mundial de Mujeres, por facilitarnos el encuentro con Selma y colaborar, también, con la traducción durante la entrevista y su posterior revisión.
[3Los chicos de Scottsboro fueron nueve adolescentes afroamericanos acusados sin pruebas, en 1931, de violar a dos mujeres blancas en Alabama (Estados Unidos), mientras viajaban en un tren de carga.
[4Cyril Lionel Robert James (1901-1989), más conocido como C.L.R. James, fue un historiador, periodista, teórico socialista y ensayista de Trinidad y Tobago. Fue una de las voces pioneras de la literatura poscolonial. Su obra más conocida, Los jacobinos negros, sobre la revolución de Haití, está considerada como un texto fundamental de la historia afrocaribeña. Siendo parte del Socialist Workers Party, lideró la tendencia Johnson-Forest con Raya Dunayevskaya –quien había sido la secretaria de idioma ruso de Trotsky en México–. Luego, sosteniendo que en la URSS se había desarrollado un capitalismo de Estado, abandonaron el movimiento trotskista. Finalmente, fundaron su propia organización, llamada Correspondencia. Para los años ‘40, C.L.R. James había estudiado a Marx y Hegel y había concluido que los partidos de vanguardia oprimían a sus integrantes trabajadores y los impulsos revolucionarios de la clase trabajadora, poniendo a los intelectuales a cargo de los trabajadores, y fundó una organización basada en el auto-activismo, en la cual los intelectuales aprendieran de los trabajadores, y un periódico escrito por los propios trabajadores, en el que Selma tuvo su propia columna quincenal.
[5Selma James, Sex, Race and Class. The Perspective of Winning, PM Press, London, 2012, p. 14. [T. de la A.].
[6León Trotsky, Problemas de la vida cotidiana, Edicions Internacionals Sedov, Valencia, 2015.
[7Selma James, ob. cit., p. 31.
[8Nina López, “A Winning Perspective”, en Selma James, op. cit., p. 9.
[9Marcus Rediker, “A Grateful Preface”, en Selma James, op. cit., pp. 1-2.
[10Silvia Federici, Salario para el Trabajo Doméstico. Comité de Nueva York 1972-1977. Historia, teoría y documentos, Traficantes de Sueños, Madrid, p. 23.
[11Ver Andrea D’Atri y Celeste Murillo, “Nosotras, el proletariado”; Ariane Díaz, “Economía política de la reproducción social: trabajo y capital”, Parte I y Parte II, y Paula Varela, “Sobre la relación entre género y clase. Entrevista a Tithi Bhattacharya” en revista Ideas de Izquierda.
*Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Selma-James-Sin-nosotras-nada
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