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Lectura contra el fascismo

La historia del fascismo ofrece un sistema de alerta temprana y nos enseña que el lenguaje que opera al servicio de la violencia, la desesperación y los turbulentos paisajes del odio conlleva el potencial de resucitar los momentos más oscuros de la historia.


por Henry A. Giroux

(14 de julio de 2018, Boston, Sri Lanka Guardian ) El crítico cultural marxista Walter Benjamin sostuvo una vez que cada ascenso del fascismo es testigo de una revolución fallida. Benjamin no solo abordaba elementos de una revolución política fallida, sino también el fracaso del lenguaje, los valores, el coraje, la visión y una conciencia crítica. En medio de un momento en que un orden social más antiguo se está desmoronando y uno nuevo está luchando por definirse a sí mismo, siempre hay un momento de confusión y peligro. Hemos llegado a un momento en el que dos mundos están colisionando.

Primero, está el mundo duro y desmoronado de la globalización neoliberal y sus pasiones movilizadoras que alimentan un fascismo al estilo estadounidense. En segundo lugar, hay un movimiento contrario con su búsqueda de una nueva política que pueda repensar, reclamar e inventar una nueva comprensión del socialismo democrático, no contaminado por el capitalismo. En medio de esta lucha, nacerá un nuevo movimiento político y orden social, aunque sin garantías. Algo siniestro y horrible está sucediendo en las democracias liberales de todo el mundo. La arquitectura global de la democracia está dando paso a tiranías autoritarias. Por alarmantes que puedan ser las señales, no podemos apartar la mirada y permitir que los terrores de lo imprevisto se den rienda suelta. No podemos permitir que el poder de los sueños se convierta en pesadillas.

Es difícil imaginar un momento más urgente para desarrollar un lenguaje de crítica y posibilidad que sirva para despertar nuestros sentidos críticos e imaginativos y ayudar a liberarnos de la pesadilla tiránica que ha caído sobre los Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump. En una era de aislamiento social, desbordamiento de la información, cultura de inmediatez, consumo excesivo y violencia espectacularizada, lectura de libros críticos y otros textos representacionales junto con el pensamiento analítico siguen siendo necesarios si queremos tomar en serio la noción de que una democracia no puede existir o defenderse sin ciudadanos informados y comprometidos. Esto es especialmente cierto en un momento en que la negación se ha convertido en un pasatiempo nacional igualado solo por la creciente normalización de una de las administraciones más alarmantes que jamás haya tomado posesión de la presidencia de Estados Unidos.

Contra la indiferencia, la desesperación o la abstinencia que anestesian las órbitas privadas del ser aislado, existe la necesidad de crear esas culturas formativas que humanizan, fomentan la capacidad de escuchar a los demás, suscitan pensamientos complejos y abordan los problemas sociales. No tenemos otra opción si queremos resistir la creciente desestabilización de las instituciones democráticas, el asalto a la razón, el colapso de la distinción entre hechos y ficción, y el gusto por la brutalidad que ahora se extiende por los Estados Unidos como una plaga. Leer críticamente significa no solo aprender a leer el mundo, sino también aprender a pensar analíticamente mientras se niega a sucumbir a lo impensable. La lectura no solo es valiosa como una forma de traducción, sino que, como observa George Steiner, sigue al lenguaje como «el principal instrumento de rechazo [del pueblo] para aceptar el mundo tal como es. «La lección pedagógica aquí es que el fascismo comienza con palabras odiosas, la demonización de otros considerados desechables, y pasa a un ataque a las ideas, la quema de libros, la desaparición de intelectuales y el surgimiento del estado carcelario y los horrores de la detención cárceles y campos Como Jon Nixon sugiere , leer como una forma de «educación crítica» nos proporciona un espacio protegido dentro del cual pensar en contra de la opinión recibida: un espacio para cuestionar y desafiar, para imaginar el mundo desde diferentes puntos de vista y perspectivas, para reflexionar sobre nosotros mismos en relación a otros y, al hacerlo, entender lo que significa «asumir responsabilidades». Leer a contrapelo ofrece oportunidades para que las personas salgan de sus propias experiencias en un momento en que la ideología neoliberal no solo limita nuestra imaginación, sino que también encarcela a ellos en órbitas casi impenetrables de interés propio e hiperindividualismo.


En una época en que la memoria está bajo ataque, la lectura crítica se convierte en una fuente de esperanza y una herramienta de resistencia .


La presidencia de Trump puede ser solo un síntoma del largo declive de la democracia liberal en Estados Unidos, pero su presencia significa uno de los mayores desafíos, si no peligros, que el país ha enfrentado en más de un siglo. Una cultura formativa de mentiras, ignorancia, corrupción y violencia ahora está impulsada por una serie de ortodoxias que configuran la vida estadounidense, incluyendo el conservadurismo social, el fundamentalismo de mercado, el nacionalismo apocalíptico, el extremismo religioso y el nacionalismo blanco, todos los cuales ocupan los centros de poder en el más alto niveles de gobierno. La memoria histórica y el testimonio moral han dado paso a una nostalgia en bancarrota que celebra los momentos más regresivos de la historia de los Estados Unidos.

Las fantasías del control absoluto, la limpieza racial, el militarismo desenfrenado y la lucha de clases están en el corazón de un orden social estadounidense que se ha vuelto letal. Este es un orden social distópico marcado por palabras huecas, una imaginación pillada de cualquier significado sustantivo, limpia de compasión y utilizada para legitimar la noción de que los mundos alternativos son imposibles de entretener. Lo que estamos presenciando es un abandono de las instituciones y valores democráticos y un ataque a gran escala contra la disidencia, el razonamiento reflexivo y la imaginación radical. Trump ha degradado la oficina del presidente y ha elevado el ethos de corrupción política, hipermasculinidad y mentir a un nivel que deja a muchas personas entumecidas y exhaustas. Él ha normalizado lo impensable, legitimado lo inexcusable y defendido lo indefendible. Bajo tales circunstancias,glorificación de soluciones agresivas y violentas a problemas sociales complejos «.

La historia del fascismo ofrece un sistema de alerta temprana y nos enseña que el lenguaje que opera al servicio de la violencia, la desesperación y los turbulentos paisajes del odio conlleva el potencial de resucitar los momentos más oscuros de la historia. Erosiona nuestra humanidad y hace que muchas personas se adormezcan y callen frente a ideologías y prácticas que imitan y legitiman actos horrendos y atroces. Este es un lenguaje que elimina el espacio de la pluralidad, glorifica los muros y las fronteras, odia las diferencias que no imitan a una esfera pública blanca y hace que las poblaciones vulnerables, incluso los niños pequeños, sean superfluas como seres humanos. El lenguaje de Trump, como el que caracterizó a los regímenes fascistas más antiguos, mutila la política contemporánea, desdeña la empatía y la crítica moral y política seria, y hace que sea más difícil criticar las relaciones de poder dominantes. Su lenguaje tóxico también alimenta la retórica de la guerra, una masculinidad súper cargada, antiintelectualismo y una resurgente supremacía blanca. Pero no es solo suyo. Es el lenguaje de un naciente fascismo que se ha venido gestando en los Estados Unidos por algún tiempo. Es un lenguaje que se siente cómodo viendo el mundo como una zona de combate, un mundo que existe para ser saqueado, que considera a los que se consideran diferentes por su raza, etnia, religión u orientación sexual como una amenaza que debe temerse, si no eliminarse. . Cuando Trump usa la retórica tóxica de «animales», «infestar» y «alimañas», está haciendo más que utilizar epítetos desagradables; también está materializando ese discurso en políticas que arrancan a los niños de los brazos de sus madres, ponen a los niños pequeños en jaulas, y Su lenguaje tóxico también alimenta la retórica de la guerra, una masculinidad súper cargada, antiintelectualismo y una resurgente supremacía blanca. Pero no es solo suyo. Es el lenguaje de un naciente fascismo que se ha venido gestando en los Estados Unidos por algún tiempo. Es un lenguaje que se siente cómodo viendo el mundo como una zona de combate, un mundo que existe para ser saqueado, que considera a los que se consideran diferentes por su raza, etnia, religión u orientación sexual como una amenaza que debe temerse, si no eliminarse. . Cuando Trump usa la retórica tóxica de «animales», «infestar» y «alimañas», está haciendo más que utilizar epítetos desagradables; también está materializando ese discurso en políticas que arrancan a los niños de los brazos de sus madres, ponen a los niños pequeños en jaulas, y Su lenguaje tóxico también alimenta la retórica de la guerra, una masculinidad súper cargada, antiintelectualismo y una resurgente supremacía blanca. Pero no es solo suyo. Es el lenguaje de un naciente fascismo que se ha venido gestando en los Estados Unidos por algún tiempo. Es un lenguaje que se siente cómodo viendo el mundo como una zona de combate, un mundo que existe para ser saqueado, que considera a los que se consideran diferentes por su raza, etnia, religión u orientación sexual como una amenaza que debe temerse, si no eliminarse. . Cuando Trump usa la retórica tóxica de «animales», «infestar» y «alimañas», está haciendo más que utilizar epítetos desagradables; también está materializando ese discurso en políticas que arrancan a los niños de los brazos de sus madres, ponen a los niños pequeños en jaulas, y antiintelectualismo y una resurgente supremacía blanca. Pero no es solo suyo. Es el lenguaje de un naciente fascismo que se ha venido gestando en los Estados Unidos por algún tiempo. Es un lenguaje que se siente cómodo viendo el mundo como una zona de combate, un mundo que existe para ser saqueado, que considera a los que se consideran diferentes por su raza, etnia, religión u orientación sexual como una amenaza que debe temerse, si no eliminarse. . Cuando Trump usa la retórica tóxica de «animales», «infestar» y «alimañas», está haciendo más que utilizar epítetos desagradables; también está materializando ese discurso en políticas que arrancan a los niños de los brazos de sus madres, ponen a los niños pequeños en jaulas, y antiintelectualismo y una resurgente supremacía blanca. Pero no es solo suyo. Es el lenguaje de un naciente fascismo que se ha venido gestando en los Estados Unidos por algún tiempo. Es un lenguaje que se siente cómodo viendo el mundo como una zona de combate, un mundo que existe para ser saqueado, que considera a los que se consideran diferentes por su raza, etnia, religión u orientación sexual como una amenaza que debe temerse, si no eliminarse. . Cuando Trump usa la retórica tóxica de «animales», «infestar» y «alimañas», está haciendo más que utilizar epítetos desagradables; también está materializando ese discurso en políticas que arrancan a los niños de los brazos de sus madres, ponen a los niños pequeños en jaulas, y Es un lenguaje que se siente cómodo viendo el mundo como una zona de combate, un mundo que existe para 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y fuerza a niños tan pequeños como uno  a presentarse ante los jueces de inmigración.

Y aunque no existe un espejo perfecto, cada vez es más difícil para muchas personas reconocer cómo los «elementos cristalizados» del totalitarismo han surgido en nuevas formas en la forma de un fascismo al estilo estadounidense. En parte, esto puede deberse a que la historia ya no se trata con seriedad, especialmente en un momento en que la necesidad de placer instantáneo y el lenguaje de los tweets anulan la disciplina necesaria y el placer potencial que conlleva la desaceleración del tiempo y el arduo trabajo imaginativo contemplación. Además, como observa Leon Wieseltier , vivimos en una era en la que «las palabras no pueden esperar por pensamientos [y] la paciencia es … una responsabilidad». En una era de gratificación instantánea, la historia se ha convertido en una carga para ser tratada como una reliquia descartada que ya no merece respeto. El pasado ahora es demasiado desagradable de contemplar o es delegado al abismo de la ignorancia voluntaria y consignado al agujero de la memoria. Por atemorizante y aparentemente imposible en una democracia liberal, ni la historia ni el fantasma del fascismo pueden ser descartados porque Trump no ha creado campos de concentración ni diseñado planes para actos genocidas, aunque ha enjaulado a niños y les ha negado la inmunidad. a sus países, enfrentan una muerte casi segura. El fascismo no es una reliquia del pasado o un sistema político e ideológico fijo.


Leer el mundo de manera crítica es la condición previa para intervenir en el mundo.


Renombrado historiador de la Alemania moderna Richard Evans observa que la administración Trump puede no replicar todas las características de Alemania e Italia en la década de 1930, pero el legado del fascismo es importante porque se hace eco de una peligrosa «advertencia de la historia» que no puede descartarse. El fascismo no es estático y los elementos proteicos del fascismo siempre corren el riesgo de cristalizarse en nuevas formas. Los fantasmas del fascismo deberían aterrorizarnos, pero lo más importante es que los horrores del pasado deberían educarnos e infundirnos un espíritu de justicia cívica y coraje colectivo en la lucha por una democracia sustantiva e inclusiva. La conciencia histórica es una herramienta crucial para desentrañar las capas de significado, sufrimiento, búsqueda de comunidad, la superación de la desesperación y el impulso del cambio dramático, por desagradable que pueda ser a veces. Ningún acto del pasado puede ser considerado demasiado horrible u horrible para contemplar si vamos a ampliar el alcance de nuestra imaginación y el alcance de la justicia social, lo que nos puede impedir mirar hacia otro lado, indiferentes al sufrimiento que nos rodea. Esto sugiere la necesidad de repensar la importancia de la memoria histórica, la alfabetización cívica y la importancia de la lectura como un acto crítico central para un sentido de agencia informado y crítico. En lugar de descartar la idea de que los principios organizadores y los elementos fluctuantes del fascismo todavía están con nosotros, una respuesta más apropiada al ascenso de Trump al poder es plantear preguntas sobre qué elementos de su gobierno señalan el surgimiento de un fascismo adecuado a un estilo contemporáneo y distintivo Paisaje político, económico y cultural de los Estados Unidos

En una época en que la memoria está bajo ataque, la lectura crítica se convierte en una fuente de esperanza y una herramienta de resistencia. Leer críticamente es fundamental para conectar el pasado con el presente y para ver el presente como una ventana a esos horrores del pasado que nunca deben repetirse. Estados Unidos se está hundiendo en el abismo del fascismo. Las señales nos rodean, y no podemos darnos el lujo de ignorarlas. Una lectura crítica de la historia nos proporciona un recurso vital que ayuda a informar el fundamento ético de la resistencia, un antídoto contra la política de desinformación, división, desviación y fragmentación de Trump. La memoria como forma de conciencia crítica es crucial para desarrollar una forma de responsabilidad histórica y social para contrarrestar una ignorancia voluntaria que refuerza la  pesadilla estadounidense.. En la cara de esta pesadilla, pensar y juzgar debe estar conectado a nuestras acciones.

Vivimos en un momento en que la corrupción del discurso se ha convertido en una característica definitoria de la política, reforzada en gran medida por una administración y un aparato de medios conservadores que no solo miente, sino que también trabaja arduamente para eliminar la distinción entre fantasía y realidad. Como ha argumentado Hannah Arendt, aquí se trata la creación de modos de agencia que son cómplices de los modos de gobierno fascistas. Ella escribe en  The Origins of Totalitarianism : «El sujeto ideal del régimen totalitario no es el convencido nazi o el comunista convencido, sino personas para quienes la distinción entre hechos y ficción (es decir, la realidad de la experiencia) y la distinción entre verdadero y falso (es decir, los estándares de pensamiento) ya no existe «.

El terror de lo imprevisto se vuelve ominoso cuando la historia se utiliza para ocultar el pasado en lugar de iluminarlo, cuando resulta difícil traducir los asuntos privados en consideraciones sistémicas más amplias, y las personas se dejan seducir y atrapar en espectáculos de violencia, crueldad y impulsos autoritarios. Leer el mundo de manera crítica es la condición previa para intervenir en el mundo. Es por eso que la lectura crítica y la lectura crítica son tan peligrosas para Trump, sus acólitos y aquellos que odian la democracia. La democracia solo puede sobrevivir con un público atento al poder del lenguaje, la lectura y los libros y textos que importan. Solo puede sobrevivir cuando nos negamos a emplear el poder para pensar lo contrario con el fin de actuar de otra manera.

La crisis del neoliberalismo -con su ruina financiera para millones, su eliminación del estado de bienestar, su desregulación del poder corporativo, su racismo desenfrenado y su militarización de la sociedad- debe ir acompañada de una crisis de ideas, que abraza la memoria histórica. rechaza la normalización de los principios fascistas y abre un espacio para imaginar que los mundos alternativos pueden surgir. Mientras que la corrosión a largo plazo de la política y el fascismo emergente en los Estados Unidos no terminará simplemente aprendiendo a leer críticamente, los espacios abiertos por la lectura crítica crean un baluarte contra el cinismo y fomentan una noción de esperanza que puede traducirse en formas de resistencia colectiva Es por eso que leer y pensar críticamente es tan peligroso y tan necesario.

Una versión anterior de este artículo aparece en  The Seminary Co-op . 

Fuente: https://www.slguardian.org/reading-against-fascism/

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EEUU: Could protest curb school violence? Lessons from the opt-out movement

Por: theconversation.com/27-06-2018

In the wake of the Santa Fe, Texas, school shooting, former Secretary of Education Arne Duncan voiced support for a school boycott. The boycott – which Duncan has said could take place in September – would involve keeping kids out of school until changes are made to the nation’s gun laws to make America’s schools safer. It is unclear how long the boycott would last.

If parents, students and others decide to stage a national school boycott, it would pay for them to take a few pages out of the playbook from a different protest: the opt-out movement that seeks to reduce burdensome testing. I make this observation as the author of books on political dissent in schools and the state of public education.

A more compelling argument

The opt-out movement draws attention to the suffering of children, reveals political and economic concerns with individuals and corporations who benefit from testing, and exposes the learning time lost to testing. Since school safety carries more significance than testing, a school boycott to change gun laws may employ similar justifications in an even more compelling way.

The opt-out movement has effectively raised awareness about problems introduced by testing, including the stress inflicted on teachers and students. It has done so through public demonstrations at sites such as the Department of Education, but also by generating smaller local conversations with other stakeholders.

Importantly, opt-out leaders have invited a wide and diverse collection of parents into their movement. They have proposed alternative forms of assessment. They have effectively pressured legislators to reduce testingin states like New York and to remove “zero score” penalties for children who do not take the test.

Overcoming complacency

The consciousness-raising actions of opt-out organizations have forced some people who see testing as an unavoidable part of life in schools to rethink their assumptions. A school boycott could lead to rethinking among those who feel powerless to stop school shootings.

The school boycott cannot just focus on troubling, but rare mass shootings. Based on what I know about effective political dissent, boycotters would need to expose widespread smaller forms of violence in our schools in order to paint a more complete picture of the problem and spur change. Like the Opt Out movement, boycotters would also need to highlight related practices, such as lock down drills and the arming of teachers, to expose ways in which those practices deprive classrooms of educational time, concern teachers, and cause fear in children. Boycotters should reveal how insecurity due to violence create a climate that lacks the stability and focus children need to learn well.

More than just skipping school

Finally, boycotting doesn’t mean simply staying home. It requires public demonstrations to raise awareness and to pressure legislators by letting them see the dissatisfaction and demands of the public. It entails a call to deliberate with other citizens, gun advocates, teachers, legislators and others to reach moments of compromise and consensus as well as to craft alternatives.

These alternatives might take the form of particular gun laws, but may also relate to other aspects of school culture that impact school violence, such as bullying, stress and exclusion.

How do we preserve educational opportunity if classrooms are empty? At a minimum, boycotters must model quality political dissent for students so that they learn how to be effective citizens, one of the most longstanding and widely accepted educational aims.

Moreover, parents should join up with students who’ve already led the charge through staging national school walkouts in the wake of Parkland and other shootings. And they should collaborate with organizations like Black Lives Matter, who have already been championing the need for safety in schools, in order to craft better informed plans for change.

A sufficiently robust boycott could prompt new forms of gun legislation and bring new practices to curb violence to America’s schools. All the while, parents may become more active citizens in the democratic process of public education and students may witness – and participate in – political dissent in action.

*Fuente: https://theconversation.com/could-protest-curb-school-violence-lessons-from-the-opt-out-movement-96975

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Congress Needs To Follow The Research And Prioritize Higher Education

Por: Kim Cassidy

Worldwide, we have seen a trend towards increasing investment in traditional higher education, including and especially liberal arts programs like philosophy, economics, mathematics, biology and chemistry. But in the U.S., we’re questioning not just the dollars-and-cents value of a four-year degree but the developmental, intellectual and societal value.

The tax bill passed in December placed a 1.4% excise tax burden on the investment income of select private colleges, which will reduce funds available for scholarships, academics and facilities. And the overhaul of the Higher Education Act (PROSPER Act) currently making its way through Congress notably increases funding and access to short-term, vocational programs and at the same time cuts $15 billion in federal student aid for college students over the next decade.

While students should have the option to gain the immediate skills they need through vocational programs, the long-term benefits of higher education cannot be pushed aside. Since the end of the Great Recession,college graduates have captured most of the new jobs and pay gains. But the benefits of a college education are not just economic: they’re also neurological.

As a college president and professor of psychology, I am attuned to educational outcomes. I have seen how a college education exposes students to new modes of thinking, pushes them to challenge received ideas, teaches them to make evidence-based arguments and asks them to integrate different kinds and levels of information to solve complex problems (popularly known as systems thinking). I have watched students grow exponentially and become fundamentally different thinkers and learners.

Recent work on adolescent brain development, especially that of neurologist Frances Jensen and psychologist Laurence Steinberg, supports what I have seen myself – that a college education not only imparts information and skills to students, but may change the very structure of their brains.

Using various forms of imaging to study brain function, researchers find that in adolescence (the period between ages 10 and 25) the brain has an increased capacity to build new neurons and new and stronger connections among neurons, contributing to the development of higher-level thinking capabilities such as planning and abstract thinking. In this period, learning is faster and the capacity for new ways of thinking is enhanced. Neuroscientists call this potential for change “plasticity.”

In other words, plasticity creates a heightened ability to benefit from increased intellectual engagement, problem solving, and exposure to novel concepts and skills – exactly like those taught and experienced in college. Failing to maintain exposure to new challenges will ultimately fail to build or expand brain matter in the same way.

*Fuente: https://www.forbes.com/sites/kimcassidy/2018/05/29/congress-needs-to-follow-the-research-and-prioritize-higher-education/#52c0c5ec5d42

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Chino estadounidenses mantienen liderazgo en conclusión de educación superior en EEUU

China / 10 de junio de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: spanish.china.org

Ahora que están a punto de acabar su último año escolar, los chino estadounidenses mantienen el impulso como uno de los grupos étnicos que más concluye sus estudios de educación superior.

Por ejemplo, de los 4.300 estudiantes que egresaron la semana pasada de Queens College en Nueva York, el nueve por ciento son chino estadounidenses de primera generación y el 21 por ciento son chinos nacidos en Estados Unidos.

La cifra nacional de este año de chino estadounidenses egresados de educación superior aún no se ha calculado, pero las más recientes estadísticas muestran una tendencia al alza.

Alrededor del 26,7 por ciento de los asiáticos en Estados Unidos son chino estadounidenses universitarios y hasta el 28,5 por ciento cuentan con posgrado, indicó en mayo el Buró de Estadísticas de Estados Unidos, el cual añadió que el 23 por ciento de los asiático estadounidenses han obtenido un título universitario o de posgrado.

Los asiático estadounidenses son uno de los grupos étnicos mejor preparados en Estados Unidos. El 53,2 por ciento de ellos con más de 25 años ha obtenido título universitario o superior, lo que supera el nivel nacional de 31,2 por ciento, según el buró.

Wang Xiaochen, de 26 años de edad, se graduó de Queens College después de estudiar ciencias informáticas durante cuatro años. Wang dijo al diario local World Journal que a través de la experiencia en la universidad y en Nueva York, superó los obstáculos lingüísticos y logró su independencia.

Zhao Jiayi obtuvo un título en contabilidad. Su familia inmigró hace más de 40 años de Hong Kong, China, a Estados Unidos. A su madre le dio gusto ver que su hija cumplió su sueño de terminar la educación superior y encontrar un trabajo que le gusta justo después de graduarse.

Li Jianqiang, de 33 años de edad, fue transferido a un colegio comunitario a Queens College para estudiar ciencias informáticas. Después de graduarse fue contratado y sus padres vinieron para compartir su éxito.

Queens ha sido considerado durante mucho tiempo uno de los barrios más diversificados de la ciudad de Nueva York, dado que la mitad de su población son inmigrantes.

El total de asiático estadounidenses supera los 21,4 millones. Los chino estadounidenses encabezan este espectro demográfico con 5,08 millones miembros en total, según el buró.

Fuente de la Noticia:

http://spanish.china.org.cn/science/txt/2018-06/04/content_51628440.htm

Fuente de la Imagen:

http://cctv.cntv.cn/2014/09/17/VIDE1410916324374746.shtml

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El camino del fascismo

Un movimiento despertado de su latencia capaz de destruir todo sentimiento humanitario.
Por: Carolina Vásquez Araya
A Claudia Patricia la condenaron su pobreza, su país y el fascismo revivido
Europa, Estados Unidos y ahora América Latina viven bajo la sombra de uno de los movimientos más destructivos de la historia de la Humanidad. El fascismo revivido hace estragos con cualquier intento de humanizar las políticas de los Estados y carcome el alma misma de las sociedades, creando una ola de rechazo por todo lo considerado “diferente” y segregando a los grupos más pobres como si fueran estos los culpables por todos los males del planeta.

En ese ambiente de desprecio y represión contra las personas por motivos de etnia, religión, nivel socio económico o simplemente por hablar otro idioma, son los cuerpos de choque –uniformados o mercenarios- quienes realizan la tarea de hacer saber cuáles son las reglas del juego. Por esas reglas de la discriminación y el racismo es como niñas, niños, hombres y mujeres del triángulo norte de Centro América sufren persecuciones, violaciones, tortura y muerte, por la sola audacia de haberse atrevido a cruzar fronteras que supuestamente los llevarían a encontrar mejores condiciones de vida. Así fue como una jovencita de apenas 20 años –Claudia Patricia Gómez González- perdió la vida de un balazo en la cabeza disparado por un guardia fronterizo al ingresar a territorio estadounidense.

Claudia Patricia encontró la muerte por mandato desde la cabeza misma del imperio, desde el momento que el presidente del país más poderoso del planeta emprendió la misión de “limpiar” su territorio de latinos y toda clase de extranjeros “indeseables” para sus planes de imponer un estilo fascista de gobierno. Al parecer ignorante de su propia historia, este mandatario se ha empeñado, con una persistencia digna de mejores causas, a la tarea de transformar a la sociedad estadounidense en una especie de modelo de su concepto de comunidad en la cual no tiene cabida la diversidad.

Claudia Patricia no encaja en el perfil aceptable para las leyes de inmigración de Estados Unidos. Tampoco encajó en los grupos objetivo de los planes de desarrollo de su país, Guatemala, en donde no tuvo oportunidad de tener acceso a una educación de calidad que le permitiera progresar en la vida. De haberla tenido, hoy probablemente viviría. En su pueblo, San Juan Ostuncalco, tal y como suele suceder en las áreas rurales guatemaltecas, los servicios estatales son deficientes; la población carece de agua potable, letrinas y cobertura educativa suficiente para una población en creciente aumento, con niveles inaceptables de pobreza y abandono.

Así como ella no encajaba en los planes de su gobierno, tampoco lo han hecho los miles de niños, niñas y adolescentes migrantes desde estas tierras, quienes atrapados en una cadena de horrores desde su nacimiento y ávidos de encontrar una ruta hacia el futuro, se lanzan en una aventura demencial. De ese desfile interminable hacia la tierra de la abundancia son pocos quienes logran su cometido. Muchos quedan en el camino sometidos a los más atroces abusos por las organizaciones criminales, dedicadas -con complicidad de las autoridades de todos los países involucrados- al muy productivo negocio de la trata de seres humanos. Otros, simplemente, son víctimas de su propia fragilidad y quedan tirados en el desierto, ahogados en los ríos durante una travesía para la cual nunca estarían preparados o muertos de un balazo, pero sin quien registrara el hecho para denunciarlo.

De este lado del continente su familia la llora y las redes hierven de justa indignación por este absurdo hecho de sangre. Las autoridades, por su parte, muy atareadas en luchar contra la Cicig para poner atención a este “hecho aislado”.

Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com

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De la guerra anticomunista a la guerra anticorrupción

Por: Ollantay Itzamná
Durante el siglo XX, en especial en su segunda mitad, América Latina fue un campo sangriento de la falsa guerra anticomunista jamás vista en el mundo occidental.

Sólo en Guatemala, los proyectiles made in USA, asesinaron más de 200 mil personas inocentes (cerca del 90% indígenas). El Plan Cóndor, en Sur América, dejó escenarios dantescos similares persiguiendo comunistas inexistentes.

En ese período, el adalid de la democracia derrocó presidentes constitucionales, y promovió ingentes golpes de Estado.

Cooptó los órganos ejecutivos de los estados centenarios con militares serviles para aniquilar las legítimas expresiones políticas de emancipación.

Décadas después, los pueblos sobrevivientes de aquel holocausto constatamos que la Doctrina de Seguridad y su guerra anti comunista, no sólo fue falsa, sino una efectiva cicuta social que nos paralizó sociopolíticamente por varias décadas. Mientras, la desigualdad, la miseria, y el saqueo violento de nuestros bienes comunes hicieron gemir hasta a los propios dioses y demonios insensibles del lejano cielo.

La aurora del siglo XXI nos encontró, a muchos pueblos latinoamericanos, con bríos de libertad y voluntad para proseguir con nuestros procesos emancipatorios truncados. Y, en menos de dos décadas, nuestros gobiernos progresistas (con políticas de inversión social y redistribución directa de la renta) lograron sacar de la condición de pobreza a más de 60 millones de latinoamericanos.

Así, estos gobiernos dignos hicieron retroceder los porcentajes de pobreza y desigualdad a nivel global en la región. Mientras, en países como EEUU., México, Guatemala, Honduras, Colombia, Perú, y otros, en el mismo período, millones de personas de la clase media ingresaron a los nichos de pobreza, con descomunales deudas públicas.

En este contexto, y ante los soberanos acuerdos de integración latinoamericano sin la presencia norteamericana, aparece la farsante y mediática guerra anticorrupción. Con el argumento de: la corrupción pública es la causa del atraso de los pueblos latinoamericanos.

Nadie duda que la corrupción pública sea un mal a superar. Pero, este mal es apenas un lubricante del mal mayor. Es decir, el mal fundamental de la desgracia de nuestros pueblos es el sistema hegemónico vigente que nos saquea, explota y subordina. La corrupción pública sólo es un aceite que lubrica el saqueo que sufrimos.

Pero, la hegemonía mediática (aceitada por la corrupción) logró instalar en el vulnerable imaginario colectivo de muchos pueblos de Latinoamérica la idea sobre la corrupción como el pecado original de sus desgracias. Y, en consecuencia, olvidarse del recargado saqueo multidimensional que sufrimos.

La guerra anticorrupción es para aniquilar y escarmentar a incómodos gobiernos progresistas en la región

Una vez configurado los sentimientos “patrios” contra la corrupción. Los gringos, mediante los organismo judiciales de los países bajo su control, sentaron en el banquillo de los acusados a todos los gobernantes latinoamericanos que defenestraron el proyecto de anexión comercial denominado Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en 2005.

Hugo Chávez, Néstor Kirchner, fueron sembrados en el alma latinoamericano antes de ser linchados judicialmente. Al legendario Lula de Brasil, que sacó de la pobreza a cerca de 50 millones de personas, lo lincharon judicialmente, sin respetar el debido proceso. Con la evidente intención de prevenir un tercer gobierno irreverente.

Evo Morales, de Bolivia, Daniel Ortega de Nicaragua, Rafael Correa del Ecuador, Nicolás Maduro de Venezuela, y otras/os, no participaron en la IV Cumbre de las Américas del Río de la Plata. Pero, la orden para el linchamiento judicial está girada.

Lo ridículo de esta falsa guerra contra la corrupción es su carácter de doble rasero. Mientras los sistemas judiciales, operativizado por la cooperación técnica y financiera gringa (USAID), son ágiles para sentenciar/encarcelar a funcionarios o ex funcionarios de gobiernos progresistas, con los corruptos neoliberales son lentos y permisivos.

Hicieron creer a guatemaltecos y latinoamericanos sobre la eficiente lucha contra la corrupción en Guatemala. Incluso encarcelaron a dos ex presidentes involucrados en actos de corrupción. Pero, a tres años de la apoteósica inauguración de es teatro, no existe sentencia judicial condenatoria alguna contra los ex altos funcionarios. Es más, estos exgobernantes conviven en un Cuartel Militar exclusivo, con todos los servicios necesarios que millones de guatemaltecos “libres” no tienen. Esperando el sobreseimiento oportuno. Mientras, son chivos expiatorios en el teatro gringo de la lucha anticorrupción.

Perú, es otro caso de sociedad teledirigida embaucada con el vulgar teatro de lucha contra la corrupción. Aplauden y festejan las momentáneas detenciones judiciales de sus ex gobernantes corruptos neoliberales. Pero, éstos salen libres de las cárceles y son recibidos como héroes por los gringos en los EEUU.

¿Por qué el Presidente Macri de Argentina, o Temer de Brasil, con denuncias y evidencias de actos de corrupción, no son destituidos y encarcelados? ¿Por qué los ex presidentes Fujimori, García, Toledo, Humala, Kuczynski… andan sueltos por el mundo?

El peruano o el guatemalteco promedio cree que los agentes y ex agentes de los gobiernos progresistas latinoamericanos son los más corruptos. Pero, mientras se distraen crédulos en el teatro de mal gusto de la lucha contra la corrupción, consorcios norteamericanos, canadienses y otros escarban y saquean las riquezas comunes que aún quedan en estos pueblos.

En otras palabras, la guerra contra la corrupción es tan falsa como fue la guerra contra el comunismo. Los gringos, en estas dos últimas décadas ocuparon mediante USAID y otras agencias de cooperación los organismos judiciales para operativizarla para sus intereses y vengarse de los gobernantes latinoamericanos “mal educados” que abortaron el ALCA.

En este sentido, la dictadura yanqui jamás terminó en América Latina. Sólo cambió de uniforme. Antes operaron desde los órganos ejecutivos, con hombres de uniforme militar. Ahora, operan desde los organismos judiciales, con civiles de toga y traje. El objetivo es el mismo: castigar y escarmentar cualquier proceso de emancipación de los pueblos. Aunque ellos saben más que nadie que la corrupción pública es para el sistema neoliberal lo que el aceite es para el motor.

*Fuente: https://ollantayitzamna.wordpress.com/2018/04/27/de-la-guerra-anti-comunista-a-la-guerra-anti-corrupcion/
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Hacia la Postguerra del Gran Medio Oriente.

Por: Thierry Meyssan. Red Voltaire. 11/04/2018

Contradiciendo las apariencias que tanto aprecia la propaganda atlantista, Thierry Meyssan prefiere interpretar las relaciones internacionales a largo plazo. Estima que lo sucedido en Siria durante los 7 últimos años no fue una guerra civil sino una agresión externa y parte de una guerra regional de 17 años en el Gran Medio Oriente. De ese vasto conflicto, en el que Rusia sale vencedora ante la OTAN, está surgiendo poco a poco un nuevo equilibrio mundial.

Todas las guerras terminan con vencedores y vencidos. Los 17 años que acabamos de vivir en el «Medio Oriente ampliado», o Gran Medio Oriente, no serán la excepción de esa regla [1]. Saddam Hussein y Muammar el-Kadhafi fueron eliminados, Siria está ganando, pero no hay otro perdedor que el pueblo árabe.

Lo más que puede hacerse es fingir creer que el problema es sólo en Siria. Y que, en Siria, es sólo en la Ghouta. Y que, en la Ghouta, el Ejército del Islam [2] ha perdido. Pero ese simple episodio no bastará para proclamar el fin de las hostilidades que asolan la región, destruyen ciudades enteras y provocan la muerte de cientos de miles de hombres, mujeres y niños.

Sin embargo, la fábula de la extensión por contagio de las «guerras civiles» [3] permite a los 130 países y organizaciones internacionales que participaron en las reuniones cumbres de los «Amigos de Siria» negar sus responsabilidades y mantener la frente alta. Y, como nunca reconocerán su fracaso, seguirán perpetrando abusos y crímenes en otros teatros de operaciones. En otras palabras: la guerra que desataron en esta región terminará pronto, pero continuará en otra parte.

Desde ese punto de vista, lo que se puso en juego en Siria a partir de la declaración de guerra de Estados Unidos –la adopción en el Congreso estadounidense de la Syrian Accountability Act, en 2003, o sea hace casi 15 años– habrá moldeado el orden mundial que está surgiendo. En efecto, aunque casi todos los países del «Medio Oriente ampliado» se han visto debilitados por lo sucedido, y algunos incluso destruidos, sólo Siria se mantiene en pie e independiente.

Por consiguiente, el Pentágono ya no podrá poner en práctica la estrategia del almirante estadounidense Cebrowski, tendiente a destruir las sociedades y Estados de los países no globalizados y a obligar los países globalizados a pagar por la protección de los ejércitos estadounidenses para tener acceso a las materias primas y las fuentes de energía de los países destruidos. Aplicar esa estrategia será imposible en esta región, pero tampoco será posible en otros lugares del mundo.

Por iniciativa del presidente Donald Trump, las fuerzas armadas estadounidenses están abandonando lentamente su respaldo a los yihadistas y comienzan a retirarse del campo de batalla. Pero eso no convierte a la administración Trump en un gobierno de filántropos, sólo están siendo realistas y esa actitud debería poner fin a su implicación en la destrucción de Estados.

Volviendo a las bases de la Carta del Atlántico, en la que Londres y Washington se ponían de acuerdo, en 1941, para controlar juntos los océanos y el comercio mundial, Estados Unidos se prepara también para sabotear el comercio de su rival chino. Donald Trump está reformando el grupo QUADS (al que también pertenecen Australia, Japón y la India) para limitar los desplazamientos de la flota mercante china en el Pacífico. Simultáneamente, nombra como consejero para la seguridad nacional a John Bolton, cuya gran realización –bajo la administración de Bush hijo– fue implicar a los países de la OTAN en la vigilancia militar de los océanos y del comercio global.

Es muy probable que el gran proyecto chino de creación de «rutas de la seda», terrestres y marítimas, no llegue a concretarse en los próximos años. Como Pekín ha decidido hacer transitar sus mercancías a través de Turquía –en vez de hacerlo a través de Siria– y de Bielorrusia –en vez de Ucrania–, seguramente seremos testigos de la aparición de «desórdenes» en los países seleccionados como vías de paso.

En el siglo XV, China trató de reabrir la «Ruta de la Seda», construyendo para ello una gigantesca flota de 30 000 hombres, bajo las órdenes del almirante musulmán Zheng He. A pesar de la calurosa acogida que aquella flota pacífica recibió en el Golfo Pérsico, en África y en el Mar Rojo, aquel proyecto fracasó. El emperador ordenó quemar toda la flota y China se replegó sobre sí misma durante 5 siglos.

El presidente Xi se inspira hoy en aquel ilustre precedente para concebir la «Belt and Road Initiative» (Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda). Pero, al igual que el emperador Ming Xuanzong, el presidente Xi podría verse obligado a renunciar a ese proyecto, lo cual implicaría la pérdida de las enormes sumas que su país está invirtiendo para concretarlo.

Por su parte, el Reino Unido no ha renunciado a su plan de nueva «revuelta árabe», que reedita la maniobra que le sirvió –en 1915– para poner a los wahabitas en el poder, desde Libia hasta Arabia Saudita, aunque la llamada «primavera árabe» de 2011, destinada a poner el poder en manos de la Hermandad Musulmana, se ha estrellado contra la resistencia siro-libanesa.

Londres pretende aprovechar el «giro hacia Asia» de Estados Unidos para restaurar su propio esplendor en las tierras de su antiguo imperio. Hoy se dispone a salir de la Unión Europea y orienta sus fuerzas armadas en contra de Rusia. Ha tratado de reunir a su lado el mayor número posible de aliados mediante la manipulación del «caso Skripal», pero ha sufrido numerosas decepciones, como la negativa de Nueva Zelanda a seguir haciendo el papel de dócil «dominion». Lógicamente, Londres reorientará a sus yihadistas en contra de Moscú, como ya lo hizo antes, durante las guerras desatadas en Afganistán, Yugoslavia y Chechenia.

Rusia, única gran potencia que sale victoriosa del conflicto en el Medio Oriente, ha logrado concretar el objetivo que Catalina La Grande [4] se había fijado: tener acceso al Mediterráneo y salvar la cuna del cristianismo, pilar de la cultura rusa.

Moscú debería ahora desarrollar la Unión Económica Euroasiática, a la que Siria desea integrarse –Damasco ya presentó su candidatura en 2015. En aquel momento, la adhesión de Siria a esa asociación de países quedó en suspenso a pedido de Armenia, inquieta ante la entrada de un país en guerra en ese espacio económico común.

El nuevo equilibrio del mundo ya es bipolar desde el momento en que Rusia dio a conocer su nuevo arsenal nuclear. Es muy probable que el mundo se divida en dos, pero no por que exista una «cortina de hierro» sino sólo por voluntad de las potencias occidentales, que ya están separando los sistemas bancarios y que pronto tratarán de hacer lo mismo con internet. Ese orden mundial bipolar se basaría en la OTAN, que ya no tendría enfrente el Pacto de Varsovia sino la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). En un periodo de 30 años, Rusia ha pasado la página del bolchevismo y ha desplazado su influencia del centro de Europa hacia el Medio Oriente.

Mientras tanto, en un movimiento de balanza, Occidente –el antiguo «mundo libre»– se convierte en un conjunto de sociedades coercitivas de falso consenso. La Unión Europea se dota de una burocracia más grande y opresiva que la de la desaparecida Unión Soviética, mientras que Rusia vuelve a ser el defensor del Derecho Internacional.

*Fuente: http://www.voltairenet.org/article200455.html

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