A largo plazo, llevar demasiado peso en la mochila puede provocar que los estudiantes alcancen menor talla de la que deberían, tal y como señala la doctora Helena Bascuñana, que ofrece recomendaciones para elegir y llevar la mochila de forma correcta.
Ahora que da comienzo el curso escolar es importante subrayar la importancia de llevar un peso correcto en la mochila de los escolares. Y es que, a largo plazo,llevar mucho peso en la mochila puede provocar que los estudiantes tengan una talla más baja de la que deberían, siendo el 15% del peso total del estudiante la cifra que no se debería superar, según la doctora Helena Bascuñana, vicepresidenta de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF).
Con estos datos sobre la mesa, ofrece una serie de recomendaciones para “fomentar hábitos saludables desde el inicio de curso en aras de mantenerlos hasta el final, porque los niños y niñas suelen llevar mochilas con mucho más peso del que deberían y con frecuencia aparece el dolor de espalda”.
Cómo cuidar la espalda de los estudiantes
La experta de la SERMEF, sociedad científica que aglutina a los médicos rehabilitadores de España, comenta que es sencillo cuidar la espalda si se siguen una serie de recomendaciones a la hora de llevar o elegir la mochila:
No debe superar el 15% del peso total del estudiante.
Precisan estar acolchadas en la espalda, que tengan asas anchas y un cinturón para poder abrocharse a la cintura.
El alumno debe llevar siempre puestas las dos asas y no dejar una colgando.
“Es muy importante también que los niños y adolescentes tengan el hábito de planear lo que necesitan llevar al día siguiente para intentar llevar el menor peso posible”, señala Bascuñana, quién ha desvelado que “en general, para la espalda de los niños, son más recomendables las mochilas de asas con cinturón que las de ruedas: siempre es mejor para la espalda empujar que tirar. Es como los carros de la compra. Las mochilas con ruedas hacen que los niños acaben levantándola con una sola mano y que la distribución del peso sea peor, con riesgo de generar dolor en la espalda”, subraya.
En el caso de la disminución de la talla, la experta explica que “los españoles hemos mejorado de talla porque ha mejorado la alimentación, pero también porque ha desaparecido el trabajo infantil. El trabajo infantil influía en que los niños llevaban una gran carga de peso con consecuencias en su talla, y ahora esta situación puede volver a producirse con el peso de las mochilas, que en algunos casos es muy elevado. A largo plazo llevar mucho peso en la mochila puede provocar que el niño o adolescente tenga una talla más baja de la que debería”.
Ejercicio físico
Por otro lado, la doctora también señala el sedentarismo de los estudiantes debido, en parte, a las pantallas. “Los niños están todo el día con las pantallas y debido a eso muchos niños y niñas se están haciendo sedentarios. Antes esta situación era anecdótica. Con una hora de pantalla al día es suficiente porque es perjudicial hasta para la vista”, apunta. “La frecuencia ideal con la que los niños deberían practicar una extraescolar deportiva sería cada día. Es decir, los siete días de la semana, pero al menos, lo mínimo ha de ser tres veces a la semana. Esto valdría para toda la población”, ha subrayado.
Por último, la vicepresidenta de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF) ha manifestado que “se debe tener en cuenta que a veces la actividad física (en niños y adolescentes se recomiendan 60 minutos de ejercicio al día) se puede integrar en la vida diaria. No solo es hacer extraescolares deportivas. Una cosa es hacer deporte estructurado a la semana, como puede ser una extraescolar, y luego está la actividad física diaria que también se debe realizar”. “Hay que promulgar la cultura de moverse. Por ejemplo, si se puede ir andando a algún sitio mejor que ir en coche. O subir escaleras mejor que un ascensor”, concluye.
Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/peso-mochilas/
ISGlobal ha añadido que los beneficios de disponer de espacios verdes cerca del lugar de residencia se observan «independientemente de la actividad física» que lleven a cabo los menores, y ha valorado que el estudio puede ser importante para conocer qué papel tiene la vegetación en enfermedades respiratorias y alérgicas.
Además, puede aumentar la síntesis de vitamina D -un antioxidante que previene efectos negativos del estrés oxidativo y la inflamación- a través de la radiación solar, y la calidad del aire es mejor si hay vegetación. «Desconocemos los efectos a corto y largo plazo que un exceso de estrés oxidativo tiene en la salud, así que hay que seguir investigando y apoyando estrategias de salud pública y urbanas que favorezcan los espacios verdes», ha manifestado Garcia-Aymerich.
“Yo fui medallista campeona en dos Juegos Olímpicos en una especialidad que no viene al caso en este momento. Ahora, algunos años después, mirando para atrás toda esa historia, me pregunto consternada: ¿para qué toda esa estupidez? Fomentar el deporte no es, en absoluto, tener atletas de élite. No, no. Eso es una locura que tuvo lugar durante la Guerra Fría, y que no ha parado. ¿Para qué sacrificar a jóvenes con cinco, ocho, diez horas diarias de rigurosísimos entrenamientos durante los mejores años de su juventud? Parece el entrenamiento de astronautas. Ahí lo creo pertinente, me parece correcto: un astronauta, aunque no se vea inmediatamente, aportará algo a la humanidad. Es como un artista que ensaya horas y horas y horas, un virtuoso del violín, una bailarina clásica: algo deja a la gente. Ahí sí vale el esfuerzo. Pero, ¿para qué sirve nuestro esfuerzo de atletas? ¿Parte de la Guerra Fría? ¿Para demostrar que el país al que represento es “mejor” que todos? ¿Dónde quedó el amateurismo y el espíritu deportivo? Ahora solo negocios y competencia. ¿Y para eso hay que tomar drogas supuestamente legales, siempre a escondidas, someterse a monstruosas dietas, sacrificar el cuerpo? ¡Por favor! ¡Qué estupidez!”, dijo vez pasada una deportista olímpica.
Acaban de terminar los XXXII Juegos Olímpicos en Tokio, Japón. Con un costo de más de 25,000 millones de dólares, esta nueva edición resulta ser la más cara en la historia de las Olimpiadas de verano. ¿Quién gana con esto?
En forma creciente, los atletas entran en la lógica comercial. Hablar de «amateurismo» en el deporte hoy puede ser motivo de risas. Muchos jóvenes ni siquiera escucharon jamás el término «deporte amateur«. Pronunciarlo en medio de la fiebre «deportiva» que recorre el planeta (culto a la profesionalización y al mercado de atletas, así como al sacrosanto fútbol profesional que barre todo el mundo, con fichajes astronómicos), podría incluso pasar por un absurdo.
“El espíritu amateur que se pusiera en marcha con la reedición moderna de los Juegos Olímpicos de la mano del Barón Pierre de Coubertin en 1896 en Atenas, ya no existe. El deporte, por cierto, no nació como actividad profesional; distintas sociedades, a su modo, lo han cultivado a través de la historia, siempre como culto a la destreza corporal. La profesionalización y su transformación en gran negocio a escala planetaria es algo que solo el capitalismo moderno pudo generar”, osó declarar hace unos años un funcionario del Comité Olímpico Internacional -COI-. Por supuesto, eso le costó la expulsión.
¿Por qué el deporte debe ser «profesional»? Aparentemente no hay respuestas; sería como preguntarse: ¿por qué tomar Coca Cola? Son cosas que, en principio, no admiten discusión. Sin embargo, definitivamente debemos seguir interrogándonos, discutir lo que parece obvio. Las cosas no son «naturales»; tienen historia (la historia la escriben los que ganan), por eso hay que seguir cuestionándonos todo. ¿Cómo se pasó del amateurismo a la hiper profesionalización? ¿Por qué hay que hacer controles antidoping a los atletas: es que acaso se supone que pueden ser tan deshonestos de intentar mejorar su rendimiento en base a estimulantes? Bueno…, parece que sí.
Seguramente la mayoría de la población mundial, preguntada sobre este monumental circo de los deportes profesionales, estaría de acuerdo con mantener la situación actual: agrada «consumir» deportes. O más aún: consumir espectáculos audiovisuales donde el deporte es la estrella principal, en general vía televisión, azuzando nacionalismos.
El campo socialista, décadas atrás, si bien fomentó una nueva actitud hacia el deporte, no contribuyó en mucho a disminuir la tendencia a su profesionalización; por el contrario, también la favoreció. El deporte profesional fue un ámbito más de batalla durante la Guerra Fría, y los disparates humanos a los que llegó la mercantilización capitalista tuvieron su símil (igualmente disparatado) en el mundo socialista. Hoy día China, con su enigmático «socialismo de mercado», parece ofrecer más de lo mismo. Las potencias son potencias en todo: ¡también en lo deportivo! Hay que demostrar que «se las pueden».
La práctica deportiva, en tanto desarrollo sistemático de habilidades y destrezas físicas, en tanto recreación sana, ocupa indudablemente un lugar importante entre las construcciones humanas; pero secundario si se la compara con el peso específico que ha ido adquiriendo su profesionalización. El deporte, o eso que vemos por televisión casi cada día, con programas específicos, o esa fiesta de las Olimpiadas o los Mundiales de Fútbol realizados sistemáticamente cada dos años, desde hace ya décadas, y cada vez más, se ha tornado 1) gran negocio, y 2) instrumento de control político-social. Y también, siguiendo la lógica de la que nos hablaba la cita inicial, campo de batalla por la supremacía global. ¿Por qué solo Estados Unidos, China o Rusia pueden ganar unas Olimpiadas? Porque solo esos países son las super potencias que marcan el rumbo del mundo.
En un mundo donde absolutamente todo es mercancía negociable no tiene nada de especial que el deporte, como cualquier otro campo de actividad (la investigación científica, la sexualidad, la muerte, la guerra, la salud humana, el agua que bebemos, el aire que respiramos), sea un producto comercial más, generando ganancias a quien lo promueve (valor de uso y ¡valor de cambio! dijo un pensador decimonónico supuestamente superado hoy día). Desde ya esto, el valor de cambio, en sí mismo no puede ser reprochable en la lógica de mercado imperante. Simplemente reafirma el esquema universal que sostiene el mundo moderno, capitalista, donde todo es un bien para el intercambio mercantil.
En este contexto, del que hoy ya nada y nadie pueden escapar, la práctica deportiva ha llegado a perder -al menos en buena medida- su carácter de esparcimiento, de pasatiempo. Esto trajo como consecuencia su ultra profesionalización, con la aplicación de modernas tecnologías a sus respectivas esferas de acción. Todo lo cual ha mejorado, y sigue haciéndolo a un ritmo vertiginoso, su excelencia técnica. Día a día se rompen récords, se logran resultados más sorprendentes, se superan límites ayer insospechados.
De todos modos, la imperiosa pregunta que se abre es respecto al lugar que en todo ello ocupa la población. Los ciudadanos de a pie que no ganamos medallas olímpicas, que en todo caso podemos practicar un deporte amateur, más bien pasamos a ser meros espectadores pasivos (consumidores) de un espectáculo/negocio -montado a nivel internacional- en el que no se tiene ninguna posibilidad de decisión. La recreación termina siendo sentarse a mirar ante una pantalla. Con el rompimiento de marcas y fichajes cada vez más multimillonarios, ¿mejoran las políticas deportivas dedicadas a las grandes masas, a los jóvenes? ¿En qué medida influye este «circo», convenientemente montado, en la calidad de vida de los habitantes de la aldea global? ¿Promueve acaso una vida más sana, o no es más que una nueva versión -sofisticada- del antiguo «pan y circo» romano? (como alguien dijo mordaz: cada vez con más circo y menos pan).
Es aquí donde debe profundizarse la crítica. El desarrollo del perfeccionamiento deportivo («más rápido, más fuerte, más alto») no redunda en una popularización del ejercicio físico para todos. El lema de «mente sana en cuerpo sano», pese a las cifras astronómicas que circulan en los circuitos profesionales de los modernos coliseos, no conlleva forzosamente un mejoramiento de la actitud para con el deporte (por el contrario, si bien el cuidado corporal se ha disparado en estos últimos años y florecen los gimnasios, también crece mundialmente el consumo de drogas, ¡incluidos los deportistas profesionales!).
¿Será que mientras más se «consumen» deportes menos se piensa, menos se abren críticas? ¿No es absurdo que cada vez haya que perfeccionar más los controles anti-drogas en los atletas? Eso, como mínimo, debería llevar a cuestionarnos el circo, por no decir a darle la espalda y a profundizar la crítica de la lógica de mercado que lo propicia. Como dijo la medallista citada: «¿Para qué sirve nuestro esfuerzo de atletas? ¿Parte de la Guerra Fría? ¿Para demostrar que el país al que represento es «mejor« que todos?«
Varias investigaciones concluyen que los alumnos se mueven muy poco en las tres sesiones semanales que los colegios dedican a la asignatura
Los españoles más jóvenes están acosados por una triple epidemia que ensombrece su futuro: sedentarismo, obesidad y una alimentación muy mejorable. Seis de cada diez niños y adolescentes no se mueven lo suficiente, y cuatro de cada diez tienen sobrepeso o son obesos. Son los que menos verdura comen de Europa (el 10% la consume diariamente) y solo tres de cada 10 se echa fruta a la boca. A medida que crecen, se hermanan con las pantallas. En este escenario tan alarmante, el sistema educativo no responde, con entre dos y tres clases de Educación Física a la semana como mucho. El grueso del ejercicio diario se fiaría a las extraescolares, que dependen de la educación y el poder adquisitivo de los padres. Aunque, siempre en el entorno de la escuela, hay buenas ideas con vocación de antídoto. Estas son algunas.
La milla de Rogwarts
Correr contra Sedentarius
El bullicio les delata. Difícil sujetar a esta legión de críos en chándal en el patio del colegio público bilingüe Maestro Rodrigo de Aranjuez. A zancadas, llega un hombre enjuto en mallas y se coloca en medio. Es el director, Francisco Javier Pariente. «¡Venga, que ya quieren salir!», le grita la jefa de estudios, Julia González, en vaqueros pero con zapatillas.
A la señal se lanzan hacia la verja de entrada, con el director en el grueso del pelotón. El reloj marca las 8.40. Ha comenzado la Milla del Maestro: correr antes de clase algo más de un kilómetro y medio, o lo que es lo mismo, cubrir ocho veces la distancia entre las vallas que cierran el colegio. En la heterogénea turba trota un padre con gafas de sol con dos pequeños de la mano, otro de la misma guisa con cara de felicidad y un bebé adormecido sobre el pecho. En la primera mañana de frío de este otoño tardío madres en deportivas o en traje de calle se cruzan con profesores en medio del enjambre de 150 alumnos de infantil y primaria. Algún grupo se descuelga andando. Van de palique. Una pancarta saluda a los corredores: «Rogwarts», se lee. Este año el colegio es un trasunto de la academia de magos de Harry Potter. Así que al llegar, después de un cuarto de hora de saltos, carreras y paseo, les entregan los carnés (incluidos 30 para padres) con los que deberán derrotar a carrera limpia al malvado Sedentarius, que «ha bloqueado la red flu con la que se trasladan los aprendices de chimenea en chimenea».
Razón tienen en combatirle. Solo cuatro de cada 10 críos y adolescentes españoles practica la hora diaria de ejercicio moderado a vigoroso (esto es, que acelere el ritmo cardiaco y la respiración) recomendado por la OMS, según un estudio de la Fundación Gasol. Y eso en un panorama en el que el 35% de chavales entre ocho y 16 años están gordos o tienen sobrepeso, según la misma investigación sobre 3.800 escolares de toda España.
Al terminar de correr, Sara, Cinthia y Cristina lucen las mejillas coloradas. «Nos despejamos. Mola un montón», apunta la primera, de 11 años. «Es más divertido. Muy guay», cuenta la segunda. Daniel, en chándal, ya ha dejado a sus dos hijos en sus aulas. «Es una idea estupenda. Si corren un poco están más tranquilos». Asegura que quiere venir siempre que pueda porque su trabajo de hostelero apenas le deja moverse.
La Daily Mile (Milla Diaria) nació en el Reino Unido en 2012, idea de una profesora que un día sacó a correr a sus alumnos por el parque que veía por la ventana del aula. Ya se ha extendido a 10.000 escuelas de 69 países. En España 27 colegios la practican. El Maestro Rodrigo, en un gran desarrollo urbanístico a las afueras de Aranjuez (59.000 vecinos), es el único centro público de la Comunidad de Madrid que pone a los chavales a correr antes de clase.
«Crece la atención y la motivación de los chicos y se nota», cuenta el director en su despacho, ya sin mallas. El convencimiento de los efectos del ejercicio sobre el rendimiento llevó al veterano enseñante y corredor aficionado a indagar y a conectar vía web con la fundación Daily Mile. El curso pasado, llegaron a correr todos los días. «Lo que aprendimos es que si lo interrumpes porque llueve, cuesta retomarlo, así que este año lo haremos en el pabellón cuando haga mal tiempo». Han empezado dos veces por semana.
Varias investigaciones británicas han glosado los beneficios de esas cortas sesiones. Además de reducir la grasa corporal y el sedentarismo, la práctica mejora la forma física de los chicos e incrementa la atención y la memoria, reforzando su capacidad de aprendizaje.
A tope en el patio
Un día de pizza y clase
La ruidosa hilera de chavales que atraviesa la portería de balonmano mira al profesor de Educación Física, en el centro de la cancha. Hace calor a media mañana en el colegio público bilingüe Madre Teresa de Calcuta de Parla (128.000 habitantes), una ciudad del sur de Madrid. Quique Santos está de pie, en chándal y escoltado por varios pequeños que dan saltitos impacientes. Empieza el Pizza topping, su juego favorito. El profe grita:
—¡Pepperoni!
Solo dos chicos se lanzan a sortear la escueta barrera que forman el maestro y sus compañeros, atentos como guardametas.
—¡Cheese!
Ahora es una avalancha blanca y azul la que busca los resquicios para pasar.
«¡Three steps and turn in the middle!». Santos habla en inglés a los 17 niños y nueve niñas de 4ºB. Contestan en español. Durante los tres cuartos de hora de clase habrán de tumbar conos y ladrillos de plástico a balonazos en una especie de mar en el que no pueden internarse. Luego la pelota tiene que «limpiar de basura el océano».
El sol y el continuo movimiento les enrojece la cara. Más que de sobra cumplen la recomendación de practicar ejercicio moderado a intenso al menos la mitad del tiempo de clase de Educación Física. Pero lo que ocurre ahora en este colegio con 1.000 niños ubicado en el PAU de Parla Este, una zona de renta media baja (entre 7.500 y 12.000 euros por persona), no es lo habitual.
Varias investigaciones han hallado que los escolares españoles se mueven poco en esta asignatura. Por ejemplo, según un estudio publicado en 2018 que analizó a 1.925 niños y adolescentes de Cádiz y Madrid solo una ínfima parte pasaba más de la mitad de la clase haciendo ejercicio enérgico: (1,2% de niños y ninguna niña). En general, no llegaban a 10 minutos los que pasaban en este tipo de actividad durante la clase y los recreos.
Una investigación de Javier Molina-García, profesor de la Universidad de Valencia, concluyó que los alumnos de nueve institutos de la capital valenciana se ejercitaban solo el 21% de la clase. «Las sesiones deben ser más activas y también los recreos», dice. El docente aboga por incluir prácticas como la milla diaria, los descansos activos en medio de cualquier asignatura o acudir al colegio a pie o en bicicleta de manera organizada y sistemática.
Los licenciados en Educación Física pelean para que haya al menos tres clases de Educación Física a la semana. La vicepresidenta del Consejo de la Educación Física y Deportiva, Mónica Aznar, reconoce que no todas pueden ser como la de Santos, «bien secuenciada y preparada». La asignatura pretende inculcar hábitos saludables e incluye conocimientos teóricos. «Por eso necesitamos más horas».
La investigadora Irene Esteban-Cornejo, de la Universidad de Granada, no duda: «La clase diaria sería fundamental, el colegio es el momento para conseguir la adherencia de la población a los hábitos de ejercicio físico». Y prosigue: «Los estudios que tenemos indican que se necesita más cantidad de actividad física, y más clases, de más calidad y también con más calidad en los movimientos». Tanto el profesor valenciano como ella están convencidos de que las sesiones, incluyan los contenidos que incluyan, pueden hacerse más activas.
El fútbol ha desaparecido del recreo en este gran colegio de Parla, con 930 escolares. En el movidísimo patio se ven combas, se juega a baloncesto y a una extraña versión del béisbol en el que el bate se ha sustituido por una pelota blanda. «Son deportes más cooperativos. De esta manera reducimos los conflictos», cuenta el director, Francisco Javier Díaz.
Los 45 minutos de la clase pasan volando. Los chicos se atropellan escaleras arriba, en busca del neceser para asearse. «No da tiempo a que se duchen», explica el profesor Santos. Este colegio, como todos los bilingües en Madrid, recorta una sesión a las tres que tienen los centros que no enseñan en español e inglés.
Tras pasar por el lavabo, se pelean por hablar: «Queremos Educación Física todos los días», asegura Ismael, de nueve años. «Me gusta mucho, sobre todo por los juegos», afirma Vera, de la misma edad. Todos gritan su amor por la pizza y no solo por el juego de hoy. ¿La coméis a menudo? Responde uno de los chavales más animados de la clase: «¡No, comemos comida asquerosa!». Traducido para adultos: verdura.
El bus con patas
Un kilómetro con amigos
Coches con padres y madres apurados dentro depositan a los hijos en una rotonda de Torrelodones, una ciudad de 23.000 habitantes al norte de Madrid. La monitora Lucero Colimba comprueba en una app quiénes van llegando. Estamos en la parada del Pedibús, una especie de ruta escolar con la que los niños van al colegio a pie junto a monitores contratados por el Ayuntamiento. Hay un cartel y una señal pintada en la acera. «Ir así a clase les da cierta responsabilidad y llegan despejados», cuenta una madre que aparece la última con dos críos.
A las 8.40 los 14 chavales de entre siete y 12 años cruzan el primer paso de cebra con el monitor Álvaro Arias a la cabeza. Cierra Colimba, móvil en mano. A través de la app Trazeo, los padres seguirán en directo el kilómetro escaso de camino en cuesta entre chalés, bloques de pisos de poca altura o pinos hasta el colegio público El Espinar. «Les creas más conciencia», dice la monitora, «constantemente oyen: ‘Ten cuidado. Mira. Para».
Una niña rubia ha tomado de la mano a uno de los pequeños. El otro benjamín trisca entre los árboles y avanza a bandazos de uno a otro lado de la comitiva. Su mochila roja sale disparada más de una vez. Otro crío pregunta: «¿Conoces a Pepe Domingo Castaño? ¿Y a José Ramón de la Morena?». Y así, enumerando a distintos periodistas deportivos, se pasa todo el camino,
«Abren su círculo. Se hacen amigos de todas las edades», dice la concejal de Educación, Ángeles Barba, «y a los padres les ayuda a conciliar, pero todavía hay poca concienciación». El Pedibús comenzó hace cinco años y en las seis rutas van 80 niños. Además de asegurar una breve caminata diaria, alivia los atascos. La app es una de las herramientas usadas para los Caminos Escolares Seguros, una iniciativa de la DGT para que los niños anden rumbo a la escuela.
CIFRAS PERJUDICIALES PARA SU SALUD
El movimiento. La OMS recomienda que niños y jóvenes practiquen una hora diaria de ejercicio moderado a vigoroso.
Las niñas, peor. El 70,4% de las niñas y el 56% de los niños entre los ocho y los 16 años no cumplen la recomendación de la OMS, según el Estudio Pasos (2019). También en las investigaciones sobre actividad física en las clases, las chicas eran menos activas.
Los adolescentes se mueven menos. El 72,4% de los estudiantes de secundaria no hace el ejercicio recomendado, de la mano del mayor tiempo dedicado a las pantallas. El 55% de los de primaria tampoco.
El cuerpo. Uno de cada cinco pequeños (20,7%) tiene sobrepeso y el 14%, obesidad, según el mismo estudio.Uno de cada cuatro (23,8%) tiene obesidad abdominal, indicador de riesgo cardiovascular.
Las consecuencias.Tanto sedentarismo como obesidad en épocas tempranas de la vida están relacionadas con enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Ya se ve el colegio público El Encinar, asediado por una nube de coches. «Y eso que con esto hay menos», cuenta Arias, ya dentro del recinto, esperando a que los más pequeños entren a clase. La niña rubia y su protegido se han esfumado. «Siempre se paran a mirar el menú de la comida y luego ella le dice que se porte bien y que no lo castiguen». La risueña conserje dice: «Los que vienen caminando se sienten mayores, piensan que ya pueden venir solos». Antonio Alcántara es el director del centro: «Llegan más tranquilos aquí, interactuando con los amigos. Y además hacen ejercicio. Los de la ruta bajan muy alterados».
Cuando la mochila roja del niño más trasto desaparece detrás de la puerta, la monitora teclea en el móvil. Los padres ya saben que sus hijos andarines han llegado a destino.
Una investigación de Javier Molina-García, profesor de la Universidad de Valencia, concluyó que los alumnos de nueve institutos de la capital valenciana se ejercitaban solo el 21% de la clase. «Las sesiones deben ser más activas y también los recreos», dice. El docente aboga por incluir prácticas como la milla diaria, los descansos activos en medio de cualquier asignatura o acudir al colegio a pie o en bicicleta de manera organizada y sistemática.
Los licenciados en Educación Física pelean para que haya al menos tres clases de Educación Física a la semana. La vicepresidenta del Consejo de la Educación Física y Deportiva, Mónica Aznar, reconoce que no todas pueden ser como la de Santos, «bien secuenciada y preparada». La asignatura pretende inculcar hábitos saludables e incluye conocimientos teóricos. «Por eso necesitamos más horas».
La investigadora Irene Esteban-Cornejo, de la Universidad de Granada, no duda: «La clase diaria sería fundamental, el colegio es el momento para conseguir la adherencia de la población a los hábitos de ejercicio físico». Y prosigue: «Los estudios que tenemos indican que se necesita más cantidad de actividad física, y más clases, de más calidad y también con más calidad en los movimientos». Tanto el profesor valenciano como ella están convencidos de que las sesiones, incluyan los contenidos que incluyan, pueden hacerse más activas.
El fútbol ha desaparecido del recreo en este gran colegio de Parla, con 930 escolares. En el movidísimo patio se ven combas, se juega a baloncesto y a una extraña versión del béisbol en el que el bate se ha sustituido por una pelota blanda. «Son deportes más cooperativos. De esta manera reducimos los conflictos», cuenta el director, Francisco Javier Díaz.
Los 45 minutos de la clase pasan volando. Los chicos se atropellan escaleras arriba, en busca del neceser para asearse. «No da tiempo a que se duchen», explica el profesor Santos. Este colegio, como todos los bilingües en Madrid, recorta una sesión a las tres que tienen los centros que no enseñan en español e inglés.
Tras pasar por el lavabo, se pelean por hablar: «Queremos Educación Física todos los días», asegura Ismael, de nueve años. «Me gusta mucho, sobre todo por los juegos», afirma Vera, de la misma edad. Todos gritan su amor por la pizza y no solo por el juego de hoy. ¿La coméis a menudo? Responde uno de los chavales más animados de la clase: «¡No, comemos comida asquerosa!». Traducido para adultos: verdura.
El bus con patas
Un kilómetro con amigos
Coches con padres y madres apurados dentro depositan a los hijos en una rotonda de Torrelodones, una ciudad de 23.000 habitantes al norte de Madrid. La monitora Lucero Colimba comprueba en una app quiénes van llegando. Estamos en la parada del Pedibús, una especie de ruta escolar con la que los niños van al colegio a pie junto a monitores contratados por el Ayuntamiento. Hay un cartel y una señal pintada en la acera. «Ir así a clase les da cierta responsabilidad y llegan despejados», cuenta una madre que aparece la última con dos críos.
A las 8.40 los 14 chavales de entre siete y 12 años cruzan el primer paso de cebra con el monitor Álvaro Arias a la cabeza. Cierra Colimba, móvil en mano. A través de la app Trazeo, los padres seguirán en directo el kilómetro escaso de camino en cuesta entre chalés, bloques de pisos de poca altura o pinos hasta el colegio público El Espinar. «Les creas más conciencia», dice la monitora, «constantemente oyen: ‘Ten cuidado. Mira. Para».
Una niña rubia ha tomado de la mano a uno de los pequeños. El otro benjamín trisca entre los árboles y avanza a bandazos de uno a otro lado de la comitiva. Su mochila roja sale disparada más de una vez. Otro crío pregunta: «¿Conoces a Pepe Domingo Castaño? ¿Y a José Ramón de la Morena?». Y así, enumerando a distintos periodistas deportivos, se pasa todo el camino,
«Abren su círculo. Se hacen amigos de todas las edades», dice la concejal de Educación, Ángeles Barba, «y a los padres les ayuda a conciliar, pero todavía hay poca concienciación». El Pedibús comenzó hace cinco años y en las seis rutas van 80 niños. Además de asegurar una breve caminata diaria, alivia los atascos. La app es una de las herramientas usadas para los Caminos Escolares Seguros, una iniciativa de la DGT para que los niños anden rumbo a la escuela.
CIFRAS PERJUDICIALES PARA SU SALUD
El movimiento. La OMS recomienda que niños y jóvenes practiquen una hora diaria de ejercicio moderado a vigoroso.
Las niñas, peor. El 70,4% de las niñas y el 56% de los niños entre los ocho y los 16 años no cumplen la recomendación de la OMS, según el Estudio Pasos (2019). También en las investigaciones sobre actividad física en las clases, las chicas eran menos activas.
Los adolescentes se mueven menos. El 72,4% de los estudiantes de secundaria no hace el ejercicio recomendado, de la mano del mayor tiempo dedicado a las pantallas. El 55% de los de primaria tampoco.
El cuerpo. Uno de cada cinco pequeños (20,7%) tiene sobrepeso y el 14%, obesidad, según el mismo estudio.Uno de cada cuatro (23,8%) tiene obesidad abdominal, indicador de riesgo cardiovascular.
Las consecuencias.Tanto sedentarismo como obesidad en épocas tempranas de la vida están relacionadas con enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Ya se ve el colegio público El Encinar, asediado por una nube de coches. «Y eso que con esto hay menos», cuenta Arias, ya dentro del recinto, esperando a que los más pequeños entren a clase. La niña rubia y su protegido se han esfumado. «Siempre se paran a mirar el menú de la comida y luego ella le dice que se porte bien y que no lo castiguen». La risueña conserje dice: «Los que vienen caminando se sienten mayores, piensan que ya pueden venir solos». Antonio Alcántara es el director del centro: «Llegan más tranquilos aquí, interactuando con los amigos. Y además hacen ejercicio. Los de la ruta bajan muy alterados».
Cuando la mochila roja del niño más trasto desaparece detrás de la puerta, la monitora teclea en el móvil. Los padres ya saben que sus hijos andarines han llegado a destino.
Los niños y niñas recibieron lecciones de matemáticas tres veces a la semana, en las que tuvieron que usar su cuerpo saltando, desplazándose por la sala y tirándose al suelo mientras resolvían problemas matemáticos. Los resultados mostraron que su rendimiento fue mejor que estando quietos.
Europa/Dinamarca/28.02.2017/Autor y Fuente:http://www.elciudadano.cl/
Puede que la mayoría de los profesores prefieran que sus estudiantes estén quietos y sentados mientras aprenden, pero esto no significa que necesariamente sea esa sea la mejor manera de hacer una clase. Unos investigadores daneses descubrieron que integrar los movimientos de todo el cuerpo en el aprendizaje de las matemáticas puede estimular el rendimiento de los niños y niñas. Los autores publicaron su estudio en la revista Frontiers of Human Neuroscience.
Todo el mundo sabe que mantenerse activos es beneficioso para la salud de todo el cuerpo. Los estudios recientes han demostrado que estos beneficios también influyen en el desempeño cognitivo, a todas las edades. El ejercicio intenso puede ayudar a mejorar la capacidad de alerta y las habilidades motoras, el pensamiento agudo y el desempeño académico.
Para confirmar si el ejercicio ayuda a mejorar el aprendizaje, un grupo de científicos de la Universidad de Copenhagen creó un curriculum de matemáticas centrado en el movimiento, que tuvo una duración de seis semanas y estuvo dirigido a estudiantes primarios. Trabajaron con 165 niños y niñas de 7 años promedio y los dividieron en tres grupos. Un grupo recibió lecciones de matemáticas tres veces a la semana, en las que los niños tuvieron que usar su cuerpo saltando, desplazándose por la sala y tirándose al suelo mientras resolvían problemas matemáticos.
Un segundo grupo tuvo clases de forma sedentaria, pero agregando actividades motoras en sus lecciones, como usar piezas de LEGO para ayudarles a resolver los problemas. El tercer grupo –el grupo de control– tuvo clases de la manera tradicional.
Todos los estudiantes rindieron pruebas estandarizadas de matemáticas antes del experimento, justo después y ocho semanas después. Aunque las pruebas estandarizadas no son el mejor método para medir los conocimientos de los estudiantes, sirvieron para dar una idea cuantitativa básica de las mejoras en el rendimiento.
Todos los grupos habían mejorado sur resultados una vez transcurridas las seis semanas del experimento, pero hubo una clara diferencia entre los tres. Los niños del grupo que estuvo físicamente activo tuvieron las mejores calificaciones, mejorando el doble que el segundo grupo –el de los bloques de LEGO. El aumento en los resultados del grupo motor no fue muy descollante (7,6%) pero igualmente fue significativo.
“Necesitamos tener esto en mente al desarrollar nuevas formas de educación” dijo en un comunicado el conductor del estudio, Jacob Wienecke.
El resultado no fue universal: los estudiantes que siempre han tenido dificultades para las matemáticas, también las tuvieron luego del experimento y de la prueba. “Se debe tomar en cuenta la comprensión de cada individuo. De lo contrario, arriesgamos un resultado desafortunado en el que se mantiene una diferencia entre los estudiantes que ya tienen una ventaja y los que les falta para comprender algunos conceptos”.
Los jardines de infantes incorporados al nivel inicial tienen entre sus presupuestos fundamentales el desarrollo o el despertar de una motivación por la que el niño significa el origen mismo de los aprendizajes y en los que el propio infante mediante los ejercicios podrá poner en práctica sus habilidades para dar respuesta a cada situación vivida. La pedagogía que sustentamos se basa en sus posibilidades por el juego. El niño tiene al nacer una motivación innata de aprender y las cualidades para hacerlo por sí solo. Por lo tanto, lo mejor que los adultos podemos hacer por él es darle las oportunidades y un adecuado ambiente para que despliegue su potencial natural. El factor educativo de la expresión corporal y la mímica, se refieren al movimiento, con el fin de favorecer los procesos de aprendizaje, estructurar el esquema corporal, construir una apropiada imagen de sí mismo, mejorar la comunicación y desarrollar la creatividad. Para hacer teatro considerando al niño de nivel inicial, no es necesario que este tenga una cualidad innata, para ello, bastará con que quiera divertirse, inventar e interpretar historias, y hacer amigos. Los niños, en el teatro infantil, no hacen teatro ni aprenden teatro. Ellos juegan a crear, inventar y aprenden a participar y a colaborar con el grupo. Otro factor como la música debe introducirse para los niños en edades preescolares debido a la importancia que ella representa en su desarrollo intelectual, auditivo, sensorial, del habla y motriz.
La música como elemento fundamental en esta primera etapa del sistema educativo ayuda al niño a integrarse a la naturaleza y al medio porque favorece el alcanzar autonomía en sus percepciones cotidianas, asumir la atención de sí mismo y por el entorno y ampliar su mundo comunicacional. El niño que vive en contacto con la música aprende a convivir de la mejor manera posible con otros niños y con el propio adulto estableciendo un contacto relacional más armonioso. La música (sobre todo la música clásica) provoca: Aumento en la capacidad de memoria, atención y concentración de los niños; mejora la habilidad para resolver problemas matemáticos y de razonamiento complejos. Al combinarse con el baile, estimula los sentidos, el equilibrio, y el desarrollo muscular.
Pero el factor más importante es el juego puesto que por él, el niño se beneficia de la siguiente manera: Satisface las necesidades básicas de ejercicio físico; es una vía excelente para expresar y realizar sus deseos; la imaginación del juego facilita el posicionamiento moral y maduración de ideas; es un canal de expresión y descarga de sentimientos, positivos y negativos, ayudando al equilibrio emocional; con los juegos de imitación está ensayando y ejercitándose para la vida de adulto; cuando juega con otros niños y niñas se socializa y gesta sus futuras habilidades sociales; el juego es un canal para conocer los comportamientos del niño y así poder encauzar o premiar hábitos y finalmente diremos que es muy importante participar en el juego con ellos.
Todo ello es viable en la medida en que entendamos que los jardines de infantes deben concebirse como ámbitos de integración donde el maestro tendrá una importante tarea diferenciada de atención para educar y formar.
Madrid / 04 de mayo de 2016 / Por: EFE / Fuente: http://ecodiario.eleconomista.es/
El colectivo de licenciados de Educación Física alarma del peligro que supone tanto la inactividad, que recuerdan mata cada año a 3,2 millones de personas, como del sobreesfuerzo sin control en pruebas populares que en las últimas semanas ha causado varias muertes.
El Colegio Oficial de Licenciados de Educación Física y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Comunidad de Madrid (COPLEF) refleja que «son las dos caras de los extremos del ejercicio físico, donde la dosis equivocada puede tener graves consecuencias, pero el ejercicio excesivo sin control también está matando, aunque en ningún caso se acerca a la cifra de personas que mueren por no moverse».
Otro dato preocupante para los docentes de la Educación Física es que «el 55,4 % de los niños y adolescentes españoles no hace suficiente ejercicio físico, lo cual es muy perjudicial para el aprendizaje y la salud», pero destacan que «moverse no significa hacerlo sin más, ya que hacerlo mucho, poco o mal puede tener graves consecuencias, incluso la muerte».
Con el fin de fomentar una práctica deportiva segura y saludable, la Comunidad de Madrid está a punto de aprobar una ley que proteja a los usuarios. Esta protección se basará en delimitar los profesionales que estarán al servicio de los ciudadanos, poniendo para cada actividad a aquellos con la formación más adecuada.
«Esta ley se venía reclamando desde hace más de 30 años, ya que dos tercios de los trabajadores en ejercicio físico y deporte no poseen la cualificación adecuada para el servicio que ofrecen. Estas alarmantes cifras provocan que no solo la práctica autónoma de deporte pueda ser insegura, sino que también la que supuestamente está supervisada por profesionales. Se prevé que la Ley de Profesiones del Deporte se apruebe en mayo o junio».
Alicia Martín, presidenta de Coplef, ha afirmado a practicodeporte.com que confía en que esta ley que se aprobará en Madrid se extienda también a escala estatal y su colectivo recomienda que los ciudadanos se aseguren de que los profesionales que les atienden tengan la cualificación adecuada.
Al tiempo, sigue su marcha la campaña para tratar de concienciar en el ámbito social e institucional de la importancia de incluir una hora de educación física al día en los centros escolares españoles, donde lo habitual es que solo se impartan dos clases a la semana.
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