El Guasón y el SNTE

Por: Luis Hernández Navarro
El tamaulipeco Héctor Garza González tiene cuatro pasiones en la vida: Dios, la familia, la política y el beisbol. Le gusta preparar carne asada. Se relaja yendo al supermercado para comprar latería. De pequeño rentaba en 10 centavos historietas de Memín Pinguín, Kalimán y El Llanero Solitario.

Pieza de Álvaro Garza Cantú, ex alcalde de Tampico, Garza González fue el candidato de Morena a la gubernatura de Tamaulipas en 2016. Reprobó en las urnas. Apenas y obtuvo 32 mil 183 votos, 2.25 por ciento de la votación total.

Sin embargo. La 4T le hizo justicia. Conocido en la comedia política de su tierra como El Guasón, por su parecido con el villano de Batman, fue nombrado titular de la Unidad Administrativa de la Secretaría de Educación Pública (SEP), aunque nada hay en su trayectoria que le acredite conocimiento o vocación por la cuestión educativa. Su aspiración era quedarse al frente de la Dirección General de Aduanas de Nuevo Laredo.

Conocido por su prepotencia, soberbia e influyentismo, es, sin embargo, hábil para negociar en lo oscurito. No en balde, en la SEP Garza González ha entablado una inmejorable relación con Alfonso Cepeda Salas, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), especialista también en acordar con las autoridades a trasmano.

Apenas el 5 de octubre, en el Zócalo capitalino, Cepeda y Garza González (a nombre del secretario Esteban Moctezuma) refrendaron públicamente su alianza. Lo hicieron en el evento para celebrar los 75 años del SNTE, ante miles de maestros trasladados de casi todo el país, que aprovecharon –según el cronista Arturo Cano– para pasear y andar de turistas en el centro. Allí El Guasón tomó la palabra.

Hay, dijo desde el templete el titular de la Unidad Administrativa de la SEP, con el inconfundible aroma de la naftalina priísta, quienes se sorprenden de que en la 4T caminemos de la mano con el magisterio. Preguntó, ¿por qué se extrañan de la alianza que tenemos, si nuestras raíces son las mismas que las del magisterio progresista. La alianza –confesó– ha sido permanente. Y añadió: Lo que no entienden es que el magisterio camina al lado del presidente Andrés Manuel López Obrador para darle a la educación nuevo rostro y sentido social.

Encarrerado, a nombre de la 4T, les anunció que el magisterio debe acompañar al gobierno, los queremos al lado, no adelante, ni atrás. El gobierno los quiere a su lado, al lado de las comunidades indígenas, porque se quiere hacer la nueva revolución de las conciencias.

Símbolo de los aires de cambio que soplan en el SNTE, los hoy autonombrados soldados intelectuales de la 4T, entregaron en el evento la medalla al mérito sindical a Liderato Montenegro, señor sindical de horca y cuchillo, cacique gremial de Nayarit, señalado desde hace décadas como acosador sexual.

En el acto, en que el sindicato to­mó el control de todos los accesos al Zócalo, con una oratoria –en la que a decir de Arturo Cano– Ce­peda no encendió ni un cerillo, se anunció que el SNTE apoya al Presidente y la transformación que impulsa. Cepeda, el aliado de la 4T, se hizo formalmente de la dirección del SNTE en noviembre de 2018. El antiguo encargado del gremio designado por el gobierno de Enrique Peña Nieto, Juan Díaz de la Torre, puso pies en polvorosa y se retiró plácidamente, a cambio de garantizar su impunidad, para facilitar la transición sindical al nuevo gobierno.

En la negociación con Díaz, los operadores del obradorismo dejaron de lado un detalle: Cepeda era quien controlaba desde antes el sindicato, sus cuotas sindicales, las relaciones con la autoridad educativa, los congresos gremiales y los golpeadores para someter a la disidencia (cadeneros de los antros de Torreón). De manera que él se niega a convocar a elecciones para renovar la dirección nacional antes de 2024, y se justifica: el acuerdo no se pactó con él sino con Juan.

En reciente entrevista con Salvador García Soto, en el noticiario Noticias de la noche, Cepeda confesó, sin pelos en la lengua, que su periodo terminaba hasta 2024, que el Instituto Nacional Electoral estaba inhabilitado legalmente para organizar unos hipotéticos comicios universales, directos y secretos en el SNTE. Según el dirigente –quiero pecar de indiscreto, acotó–, su grupo de trabajo acordó con la SEP la redacción, la arrastrada del lápiz y cuáles elementos podían quedar en las leyes secundarias de la reforma educativa. Las autoridades –remató– las consensuaron con los 15 compañeros del SNTE.

Curiosa ironía, mientras la derecha más cerril daba gritos histéricos de que la 4T había pactado con la CNTE las leyes secundarias en materia educativa, las autoridades educativas (al margen del Congreso de la Unión) las acordaban con el SNTE. Por lo visto, tal como quedó de manifiesto en el Zócalo el 5 de octubre, los anunciados vientos transformadores en la enseñanza nacional circulan por los viciados corredores del charrismo sindical. Con razón, algo huele a podrido en la nueva legislación educativa.

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