«El violador eres tú»

Por: Miguel Lorente Acosta

Sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo.

Muchos hombres se indignan ante las críticas a lo que prácticamente sólo hacen los hombres, en cambio no se movilizan para que los hombres que lo llevan a cabo dejen de hacerlo. Así ocurre con las violaciones, cometidas en el 99% de los casos por hombres (US Bureau of Justice Statistics, 1999), y realizadas en el seno de una cultura construida desde el masculino plural del “nosotros”, para defender el posesivo plural masculino de lo “nuestro”.

No tienen problema ni se indignan cuando las afirmaciones no se ajustan a la realidad y presentan los grandes logros, avances y descubrimientos de la sociedad como algo de los hombres, aunque todo el proceso esté lleno de aportaciones y del trabajo de muchas mujeres. Hombre es sinónimo de humanidad y de “ser humano” para lo bueno, integrando en los hombres a todas las mujeres, en cambio, cuando se trata de conductas y acciones negativas, aunque sean realizadas mayoritariamente por hombres, como ocurre con las violaciones en general, o sólo sean realizadas por hombres, como sucede con la violencia de género, entonces una cosa son los hombres y otra “algunos hombres”.

Pero no se trata de un error, sino el reflejo de la capacidad que tiene el machismo de ocultar la responsabilidad colectiva e individual de los hombres por medio de la creación de significados alternativos. De manera que el modelo social no tiene ningún problema en aceptar “hombres” como genérico para lo bueno, y en rechazarlo para lo negativo. Es como lo del anuncio de TV y admitir “pulpo como animal de compañía”, al final quien tiene el poder es el que decide las normas, de lo contrario no hay partida.

Cuando los hombres critican las leyes contra la violencia de género, reconocen que el origen de esta conducta está en la masculinidad definida por una cultura machista, que crea las referencias para que las mujeres sean consideradas como una posesión más de los hombres, o como objetos que pueden utilizar cuando ellos lo decidan bajo su superior criterio, y consideren que “provocan”, que “quieren decir sí aunque hayan dicho no”, que van buscando a un “hombre de verdad”… Que luego lo hagan o no dependerá de su voluntad, puesto que la cultura no obliga a las conductas, sólo sitúa las referencias desde las se pueden realizar.

Cuando el colectivo “Lastesis” dicen “el violador eres tú” no están diciendo que todos los hombres son violadores, como interpreta el machismo paranoide.

Y esos hombres que maltratan, que acosan, abusan, violan y asesinan no son enfermos, ni drogadictos, ni alcohólicos; son hombres normales, tan normales que ni siquiera tras cometer los homicidios y las violaciones son cuestionados como hombres o ciudadanos, siguen siendo el atento vecino, el amigo afable, el honrado trabajador, el buen muchacho… tal y como recogen los testimonios de sus entornos tras los hechos.

Un ejemplo lo tenemos en el caso de Antonia Barra, una joven chilena que sufrió una violación el pasado septiembre (2019), y un mes después se suicidó. La conducta suicida tras las agresiones sexuales está descrita científicamente como una consecuencia del trauma de la violación, y fue puesta de manifiesto, entre otros, en trabajos clásicos como los de Kilpatrick (1985).

Las circunstancias que intervienen en el desarrollo del suicidio tras una violación son de diferente tipo. Entre ellas está el trauma psicológico ocasionado por la agresión sexual, la cultura que culpabiliza a la víctima por algo que ha hecho o ha dejado de hacer, los entornos y la propia familia que con frecuencia se ponen del lado de la culpabilización, aislando mucho más a la víctima, y sobre todo ello, la estrategia del agresor a la hora de desarrollar la defensa de atacar directamente a la víctima y criticar su compartimiento, no sólo ante los hechos, sino de forma generalizada, como también vimos aquí en el caso de “La manada” y en tantos otros.

El caso de Antonia Barra es paradigmático en todos esos elementos, y al margen del trauma por la violación, el miedo que demostró para que sus padres no conocieran lo ocurrido, más el rechazo de su novio, que directamente la insultó cuando le contó lo ocurrido llamándola “repugnante” y “cerda de mierda”, unido a la falta de una atención especializada por parte de la administración, condujo al suicidio en un plazo de tiempo corto, demostrando la intensidad de los elementos que intervinieron y la falta de ayuda.

El agresor, por su parte, ha recibido tal apoyo y sus palabras tal credibilidad, a pesar de las pruebas que ha encontrado la investigación demostrando que miente en algunas de sus manifestaciones públicas, que después de que la justicia acreditara la violación decidió que saliera de prisión y pasara a arresto domiciliario. La Corte de Apelaciones de Temuco tuvo que corregir esa decisión inicial del Tribunal de Garantías, y decretó de nuevo su ingreso en prisión bajo la movilización de las organizaciones feministas, que hoy día actúan como conciencia crítica de una sociedad inconsciente frente a este tipo de violencia.

Sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo.

Y nada de esto es casualidad, cuando el colectivo “Lastesis” dicen “el violador eres tú” no están diciendo que todos los hombres son violadores, como interpreta el machismo paranoide, lo que nos dicen es que el violador es un hombre como tú, como cualquier otro hombre; no un enfermo, ni un psicópata, ni un alcohólico o un drogadicto, como miente el machismo cuando se refiere a los violadores. Pero también nos dicen que sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo ni presumirían de haberlo hecho con vídeos y relatos.

El día que los hombres entiendan que lo que caracteriza a un violador, a un maltratador, a un acosador, a un abusador o a un asesino es su voluntad de actuar de ese modo sobre mujeres expuestas por la sociedad machista como una posesión o un objeto, se darán cuenta de lo importante que es dejar atrás esa masculinidad que permite interpretar la realidad desde esa violencia, para luego hacerla normalidad a través de las justificaciones.

Y si no se dan cuenta y abandonan la violencia, se lo recordaremos el resto hasta que la dejen diciendo, entre otras cosas, lo de “el violador eres tú”, “el maltratador eres tú”, “el asesino eres tú”.

Fuente: https://rebelion.org/el-violador-eres-tu/

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El boom del ‘violador eres tú’

Améica del Sur/Chile/VANGUARDIA

La idea de un colectivo chileno, con performance incluido, y un pegajoso estribillo, ha tomado fuerza en varios países, al mejor estilo de un llamado de reivindicación y empoderamiento de las mujeres.

Una canción convertida en himno feminista, surgida en Chile al calor de las protestas sociales del mes pasado, ha trascendido fronteras hasta convertirse en la voz de las millones de víctimas de violencia sexual que hay en el mundo.

La poderosa consigna, que tomó forma de performance al grito de “El violador eres tú, “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía” o “El Estado opresor es un macho violador”, ha recorrido varios países en América Latina, incluyendo Colombia, Europa y el mundo entero, que al igual que el Me Too en Estados Unidos, busca visibilizar sobre la violencia de género, y avanzar en términos de verdad y de justicia.

Con los ojos vendados con un pañuelo negro, miles de mujeres vienen exigiendo castigo a sus perpetradores y replicando el mensaje de que la culpa nunca es de ellas, ante un abuso, violación o femicidio.

Las cifras ilustran la dramática situación en la región. Al menos 3.529 mujeres fueron asesinadas en 25 países de América Latina y el Caribe, el año pasado, relevó recientemente la Cepal.

América Latina, lamentablemente, tiene las tasas más altas de feminicidio en el mundo y lo que resulta más alarmante, el 98% de estos no son procesados, y en muchos casos quedan en la impunidad, según la ONU.

Momento coyuntural

Para Juliana Martínez, profesora de género y sexualidad en American University de Washington, en Estados Unidos, la iniciativa del colectivo chileno Lastesis llega en un momento coyuntural en la región, gracias al movimiento feminista latinoamericano, liderado por mujeres jóvenes que se ha venido fortaleciendo y participando activamente en distintas manifestaciones sociales.

Así pues, un movimiento que “se preocupa por las diferentes causas que generan la discriminación y la opresión estructural de las mujeres”, describe la directora de investigaciones y consultorías de Sentiido.

Se refiere a que es un movimiento que le interesa las diferentes formas de violencia institucional, lo qué pasa en las cortes de justicia y el tipo de leyes y políticas públicas que en apariencia no son ni para ni contra las mujeres, pero que terminan teniendo un impacto negativo en ellas.

Adicional a ello, destaca un elemento fundamental, y es que esté muy conectado con las redes sociales, lo que lo ha vuelto viral.

Es más, lo percibe como un “ejercicio creativo, donde hay mucho simbolismo y donde realmente el mensaje le ha llegado a todo el mundo”.

Si bien surge en el contexto chileno, Martínez señala que “en todos los países del mundo las mujeres nos podemos identificar con ese estribillo que captura las distintas violencias que sufrimos las mujeres y redirecciona la responsabilidad”.

Hace énfasis en que lo más importante a partir del llamado del colectivo chileno, es que “esto no es nuestra culpa y quienes son los responsables deben responder y nombra como la violencia está posibilitada y en algunos casos, promocionada por el Estado mismo”.

Sin embargo, reconoce que es un trabajo que toma tiempo, al tiempo que subraya que hay un grupo muy grande en toda la región que lo está visibilizando.

“Estas mujeres jóvenes nos están mostrando, que no solo sí se puede hacer, sino que hay que hacerlo, y que el tiempo es ahora”, insiste.

La experta Diana Marcela Gómez va más allá, afirmando que sin lugar a duda, este movimiento nacido en Chile desafía a la sociedad actual y está exigiendo un trato digno y justo a las mujeres.

En opinión de la docente de la Universidad de Los Andes, se está reclamando que la sociedad sancione la violencia sexual, que ha sido la más silenciada y al mismo tiempo la más aceptada.

De allí que este llamado implique cambios profundos en la sociedad misma y cambios en las instituciones, desde el ámbito de la familia, el colegio y en últimas, el Estado, explica Gómez.

Además atribuye su amplia difusión a que es un performance muy bien elaborado y que resuena con la experiencia de muchas mujeres alrededor del mundo.

No obstante, aclara que este mensaje de movimientos feministas viene haciendo este tipo de demandas desde hace muchos años.

“Lo que estamos viendo ahora, es la posibilidad de que el mensaje se amplifique, y que no seamos las feministas las que exigimos el cese de este tipo de violencia sino que cada vez se suman más sectores de la sociedad”, resalta la docente universitaria, quien agrega: “es un momento en la historia en que le estamos prestando más atención a este tipo de vulneración”.

Mensaje que conecta

La iniciativa chilena ha trascendido porque es un problema global, recalca Ángela María Díaz, docente del Instituto de Estudios Políticos de la Unab.

“La violencia basada en el género y el tema de la violación es algo que hace parte estructural de nuestras culturas porque es un tema con el cual todas nos sentimos conectadas, nos sentimos relacionadas”, argumenta Díaz.

Sin restarle importancia a este tipo de movimiento, sí le preocupa que muchas veces se quedan en la parte mediática, y por ello considera de suma importancia una visión más profunda que este momento puntual.

Asimismo la experta en temas de género lamenta que este momento mediático no va a acabar con el machismo o el patriarcado porque son estructuras que están tan arraigadas, que requieren todo un trabajo de transformación de los imaginarios sociales y transformación de las violencias estructurales.

Experiencia generalizada

La razón por la cual la idea chilena ha tenido tal impacto, a juicio de Diana Ojeda, investigadora del Instituto Pensar y profesora de la Universidad Javeriana, es que es una experiencia generalizada de las formas de agresión sexual, en la medida en que la han vivido la gran mayoría de las mujeres alrededor del mundo.

“Nos sentimos identificadas porque la respuesta de la sociedad es el silencio, la impunidad, la revictimización, es echarnos la culpa, por eso gritamos ‘la culpa no era mía’ con toda la fuerza”, subraya Ojeda.

Los índices señalan que una de cada tres mujeres sufre violencia sexual a lo largo de su vida y según la experta en temas de género, esto es grave en términos de niñas y adolescentes, y en el caso particular de Colombia advierte que la situación es muy grave.

También lo relaciona con un momento global inspirado por el Me Too y otras formas de denuncia.

$!El boom del ‘violador eres tú’
Fuente: https://www.vanguardia.com/mundo/el-boom-del-violador-eres-tu-DE1745243
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