“El infierno es el mismo, ya sea aquí, en Rafah o en la ciudad de Gaza”

Por: Amira Hass | Heba Farouk Mahfouz

Según informes palestinos, 22 palestinos, incluidos ocho niños y bebés, fueron asesinados por bombas y proyectiles israelíes en el este de Rafah en la noche del lunes 6 al martes 7 de mayo. En su web, la agencia de noticias Wafa publicó un vídeo que muestra a las madres llorando despidiéndose por última vez de sus hijos, que estaban envueltos en una tela blanco.

En Israel, el bombardeo se presentó como una respuesta a los disparos de cohetes desde la Franja de Gaza, que mataron a cuatro soldados israelíes e hirieron a diez. Las y los habitantes de Rafah no consideraron que el bombardeo fuera una respuesta a la muerte de los soldados o que estaba dirigido a la fuente de los disparos de mortero. Se trataba de una venganza y la preparación de una invasión terrestre israelí.

El bombardeo también se percibió como una orden dada a las personas que allí residen para que abandonaran sus hogares, el mismo mensaje de los folletos lanzados por los aviones israelíes sobre la zona o los mensajes de voz y texto enviados a los teléfonos por números desconocidos. El término muy neutral de evacuación no refleja ni una mínima fracción del miedo, la rabia y el agotamiento que sienten los habitantes de Rafah, en el extremo sur de la Franja de Gaza.

Un nuevo éxodo que las y los habitantes de Gaza comenzaron el lunes, a pie, en carros, minibuses, coches sobrecargados y bicicletas cargadas de colchones, mantas y escasas cantidades de ropa y comida. Las personas evacuadas abandonaron los barrios del este de Rafah para viajar a regiones desconocidas al norte o al oeste. Pueden dirigirse hacia el norte, hacia las ruinas de Jan Yunis, o hacia la franja costera de tierras agrícolas de Muwasi, que no tiene instalaciones de agua o alcantarillado, pero que Israel insiste en calificar como una zona humanitaria.

El lunes 6 de mayo por la noche, después del espectacular anuncio de Ismaëll Haniyeh, líder de Hamás, de que su organización había aceptado la propuesta de alto el fuego [negociada en Egipto], ¿se darían la vuelta las decenas de miles de habitantes de Gaza que huyen? ¿Se detendría el movimiento de fuga? [Los informes del martes por la mañana ilustraron la enorme decepción de las poblaciones desplazadas.]

En todo caso, lo que es cierto es que la declaración de Haniyeh y la contradeclaración de Israel, según la cual Hamás está engañando, aumentaron la confusión, la falta de información y la dificultad de decidir qué hacer. La vida en Rafah está subyugada a esta situación, con el telón de fondo de las frecuentes declaraciones de los israelíes de que también invadirían Rafah. Lo que se suma al habitual horror, desesperación y agotamiento, así como a la conciencia de que cualquiera puede ser asesinado en cualquier momento, puede perder un brazo o una pierna, o enterrar a un niño de 6 años.

Al-Jneineh, es uno de los barrios al este de Rafah que fue bombardeado el domingo y del que el ejército israelí ordenó a sus habitantes que se fueran. Varios de mis amigos y sus familias viven allí. La mayoría de ellos tuvieron que abandonar la ciudad de Gaza y el campo de refugiados de Jabaliya, en el norte de la Franja de Gaza, hace unos seis meses. Otros eligieron vivir allí hace 20 o 30 años.

Los árboles y la vegetación de la zona fueron sustituidos gradualmente por casas de hormigón de todos los tamaños. Las y los jóvenes del campo de refugiados de Shabura [cerca de Rafah] trabajaron duro, ahorraron un centavo tras otro y se endeudaron para poder comprar un terreno y construir una casa para salir de las estrechas callejuelas y las casas superpobladas de un campo de refugiados sin rayos de sol.

Hoy en día, a los habitantes de al-Jneineh se les unen sus familiares, que han sido desarraigados por segunda, tercera o incluso cuarta vez. En los últimos siete meses, desde el comienzo de la guerra, han tenido un poco de suerte, aunque en al-Jneineh, como en otros barrios de Rafah, los ataques aéreos han destruido casas y matado a personas que residían allí.

Los habitantes de al-Jneineh aún lograron quedarse en sus casas en lugar de vivir en tiendas de campaña, y tenían todo lo necesario para la casa, como mantas, ropa, colchones y utensilios de cocina. Nunca tuvieron que esperar en colas de 300 a 400 personas para usar los baños, como es el caso de las escuelas convertidas en refugios. Para ellos, este número oscila entre 10 y 30 personas, dependiendo del tamaño de la familia.

¿También se convertirán en una estadística, incluida en las cifras de los habitantes de Gaza que han perdido sus casas, esta semana? ¿Encontrarán una tienda? ¿Deberán dormir afuera?

Sus padres eran niños cuando fueron expulsados de sus pueblos o de Majdal, ahora Ashkelon, o de Isdud (Ashdod) en las regiones que se convirtieron en el Estado de Israel. Algunos de estos refugiados siguen vivos. No han olvidado que fueron desarraigados y perdieron su casa. Necesitan cuidados especiales y esperan morir para no ser una carga para sus hijos y nietos.

Las familias de dos amigos, Dalia y Yakub, viven a 200 o 300 metros una de la otra. El lunes, Dalia dijo que estaban “dentro del mapa”, lo que significa que su casa abarrotada, donde se quedaron sus hijos y la familia amplia de su marido, estaba dentro de la zona a evacuar. Así que tuvieron que empaquetar lo poco que tenían y huir.

Yakub dijo el lunes que su casa, donde viven cuatro familias, no estaba en el mapa y que estaba esperando a ver qué pasaba. Añadió que no creía que la casa de Dalia estuviera en el mapa, por lo que Dalia y su familia no tendrían que huir. O no todavía.

Pero el único hospital de Rafah, Yousef al-Najjar, está en el mapa. Yakub se pregunta si toas y todos los pacientes, la gente desplazada que se aloja allí y el personal médico tendrán que irse, y si todos la gente que permanezcan será asesinada y enterrada en una fosa común.

Dalia dice que no está segura de que Yakub tenga razón al decir que la casa de los padres donde se encuentra está fuera del mapa, y de todos modos nadie entiende realmente el mapa. No saben qué hacer, si hacer el equipaje, qué llevar y cómo transportar a la abuela de la familia.

“Estamos a 500 metros”, dice Dalia, hablando de la zona donde se evacua a la gente. ¿Qué es 500 metros? Cuando hay disparos de proyectiles o bombardeos, los fragmentos de proyectiles nos alcanzan. No sabemos a dónde ir. Pensamos en ir al centro de la banda, pero no hay un camión para llevarnos. Ya no sabemos lo que podemos hacer.”¡

Nuestra conversación telefónica ha sido interrumpida, pero en un mensaje de voz Dalia explica que la recepción de los teléfonos móviles es muy mala y que escuchan constantemente bombardeos y disparos de artillería. En la noche del lunes al martes, mientras el ejército israelí ocupaba el lado palestino del punto de paso de Rafah, los disparos de artillería y los incesantes bombardeos no permitieron a la familia dormir ni un momento, escribe.

Nuestro amigo común Saleh, que fue trasladado hace unos seis meses del campo de refugiados de Shati, no podía soportar la incertidumbre y el miedo constante de una invasión terrestre israelí. Hace dos meses se mudó a un barrio al norte de Khan Younès, donde había relativamente pocas casas.

“No quería que nos pasara lo que sucedió la primera vez que nos echaron, cuando huimos de casa en medio de la noche dejando todo atrás, incluidas las mantas y los colchones”, dijo.

Al principio, su esposa tenía miedo de instalarse en su cabaña de vacaciones porque los baños no estaban en la casa. Temía que los operadores de drones israelíes decidieran que cualquiera que estuviera fuera de la cabaña, por la noche, fuera un activista de Hamás y que la mataran. Pero los temores de una invasión de Rafah tienen ahora más importancia que el ataque de un dron.

La cuestión no es que estemos vivos. Esto no es vida. Las calles están llenas de aguas residuales y basura. No tenemos agua en la cabaña ”, dijo Saleh. [Los controles israelíes sobre los convoyes humanitarios han dado lugar a la confiscación de las tabletas de cloro utilizadas para la desinfección y purificación del agua, lo que tiene implicaciones sanitarias desastrosas.]

Incluso para alguien que todavía recibe un salario, no es posible sacar dinero de un banco y hay que gastar casi una cuarta parte de la suma en gastos de cambio. Una botella de gas cuesta 400 shekels [108 dólares]. Nosotros no trabajamos. Los niños no van a la escuela. Sólo existimos, y en cualquier momento, cualquiera puede ser asesinado. El infierno es el mismo, ya sea aquí, en Rafah o en Gaza City”.

Artículo publicado en Haaretz (8/05/2024) traducción al francés: A l’Encontre)


Tres habitantes de Gaza describen la vida en Rafah

Heba Farouk Mahfouz

Mohamed Khaled, 22 años:

La seguridad solo viene de Dios. Los israelíes han anunciado los sectores en los que iban a entrar. Actualmente estoy al lado de estas áreas, así que cuando llegue nuestro turno, tendremos que irnos, si todavía estamos vivos para entonces.

Ya no encontramos un lugar a donde ir. Ya no hay a dónde ir. La gente está dispersa, cada uno yendo en una dirección. Los bombardeos son constantes, lo juro. No es fácil irse. El transporte es extremadamente caro para nosotros. Rezo para que mañana pueda encontrar un lugar al que ir.

Mohamed, 32 años [pide anonimato]:

Estoy en Mawasi [zona junto al mar creada por los ocupantes], Rafah. Hay bombardeos a nuestro alrededor. Hace una hora, el ejército evacuó un edificio frente a nuestra casa. Los israelíes llamaron a los lugareños por teléfono, les preguntaron cuántas personas había dentro y cuáles eran sus nombres. Luego pidieron a los habitantes, por su seguridad, que se movieran a una distancia de 5 kilómetros. Soy de la ciudad de Gaza y me han trasladado a la fuerza tres veces al interior de Gaza. Una vez estuve en casa de mi hermana y hubo un ataque aéreo. Mi madre y yo fuimos heridos, así como mi hermana y su marido. Entonces fuimos al hospital al-Shifa, pero también hubo ataques, así que nos dirigimos a la ciudad central de Deir al-Balah, pero fue evacuada, así que vinimos a Rafah, donde nuevamente bombardearon, y ahora estamos en Mawasi.

Hace una semana, mis hermanas fueron a Egipto y uno de sus maridos las acompañó. Mi otro cuñado fue rechazado porque es sirio, así que estoy aquí con él y mi madre. Mi madre fue inscrita en la lista para irse, pero se negó a dejarme atrás. Mi nombre fue rechazado porque se confundió con otro nombre… Nos alojamos en una casa con otras cuatro familias, es decir, 34 personas en total. Es una casa, pero no es muy grande. Tenemos tiendas de campaña para refugiarnos dentro de la casa, porque la mayoría de sus partes no tienen techo.

Un trabajador médico de 42 años en Rafah:

Están evacuando las partes orientales. No tengo miedo, me entrego en manos de Dios. Si no hay acuerdo hasta el viernes, tendré que dejar Rafah. Hay [drones] por todas partes en Rafah. Esto es muy peligroso en general. Iré a Deir al-Balah. Mi amigo tiene un terreno donde hay agua. Nos quejamos ante Dios. Casi una cuarta parte de las personas que a mi alrededor, viviendo en tiendas de campaña, se han ido. ¡Es el éxodo! No hay un lugar seguro. Y ahora el hospital Abu Youssef al-Najjar ya no está en servicio. Si alguien está herido, solo le puede salvar Dios.

(Entrevistas publicadas en el Washington Post (8/05/2024) traducción al francés: A l’Encontre)

https://alencontre.org/moyenorient/palestine/lenfer-est-le-meme-que-ce-soit-ici-a-rafah-ou-a-gaza-city.html

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

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