Selena Pizarro: Una escuela de circo en Palestina para resistir contra la ocupación israelí

Llega media hora tarde y con la cara preocupada, se propuso hacer maqluba para cenar pero reconoce que nunca cocinó para 30 personas y aquí las especias son diferentes. Viste una camisa blanca y se cubre los hombros con una kufiya. Es la primera vez que visita Rivas y cuenta que lo que más le gusta es la calma. Admite que ha sido difícil decidir viajar pero que “es nuestro deber estar aquí”.

 

A Mohammad Al-Azza le llaman Mosa, tiene 35 años y es originario de Beit Jibrin, una aldea destruida por el ejército israelí en las colinas del oeste de Hebrón. Trabajó como videógrafo y fotoperiodista para varios medios, llegando a ser disparado en la cara por los soldados israelíes mientras ejercía su profesión. Asumió la dirección del Lajee Center tras el fallecimiento de Salah Ajarma en 2021. Este centro está en Aida, entre Belén y Beit Jala. Es uno de los 19 campos de personas refugiadas gestionados por UNRWA en la zona de Cisjordania. Allí viven más de 5.000 habitantes rodeadas por el muro del apartheid, una enorme base militar, más de siete torres de vigilancia y unas 20 cámaras de seguridad. “Toda nuestra vida está controlada por estos francotiradores”, cuenta Mosa.

 

Mosa, director del Lajee Center en el campo de personas refugiadas de Aida (Palestina). SELENA PIZARRO

 

Tras varios años de relación entre Lajee Center y la asociación Pallasos en Rebeldía decidieron crear la primera escuela de circo en un campo de refugiadas. En el año 2020, justo unos días antes de que empezara la pandemia se creó en Aida la Rebel Circus School. “Hicimos la inauguración oficial y nos llamó el consulado para decirnos que había que volver a España. Se paralizó todo. La idea era estar yendo cada mes para darles recursos. Teníamos que formar a la gente para que luego dieran las clases. Para nuestra sorpresa, cuando abrieron de nuevo las fronteras y fuimos, la escuela estaba llena de niños”, explica Gonzalo Ruiz, portavoz de Pallasos en Rebeldía. La Rebel Circus School se había convertido en un espacio de juego para las niñas y niños del campo.

 

Desde 2015, Pallasos en Rebeldía junto al Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, organizan un campo de trabajo juvenil en el que 15 jóvenes ripenses viajan a Palestina para realizar actividades con infancia y juventud palestina. En 2024 debido a la situación actual, tras el inicio del genocidio en Gaza, se decidió crear el Campo de Trabajo Inverso. 12 niñas y niños de la Rebel Circus School, de entre 8 y 16 años, han viajado a Rivas para llevar a cabo el campamento de circo del 22 de junio al 10 de julio.

 

“La gente piensa que en un campo de refugiados hay que tener una vida de refugiados y no podemos ser creativos. Nosotros decimos que no, que podemos hacer todo lo que queramos soñar”

 

Los objetivos del Campo de Trabajo Inverso van más allá del espectáculo y la diversión. Se trata también de generar un espacio de aprendizaje y reflexión para la población de Rivas sobre lo que ocurre en Palestina, entender cómo es la vida de las más pequeñas bajo la ocupación, la colonización y el apartheid israelí. “La gente piensa que en un campo de refugiados hay que tener una vida de refugiados y no podemos ser creativos. Nosotros decimos que no, que podemos hacer todo lo que queramos soñar”, defiende Mosa.

 

Doce niñas y niños de la Rebel Circus School, un proyecto en Palestina del Lajee Center y Pallasos en Rebeldía, han viajado a Rivas para llevar a cabo el campamento de circo. SELENA PIZARRO

 

El derecho fundamental a jugar

Amani Asad empezó en Lajee Center cuando tenía 10 años dentro del grupo de danza dabke. Ahora forma parte del Comité Administrativo y trabaja allí. Junto a Mohamad Romi, el coordinador de la Circus Rebel School, son responsables de las 12 niñas y niños en este viaje a Rivas. Sin quitarle el ojo al campo de fútbol de donde vienen los gritos de euforia de su alumnado, explica al detalle el proyecto haciendo hincapié en el jardín.

 

«En el centro tenemos un jardín. Lo abrimos para todos los niños porque no teníamos espacios en Aida para que pudieran jugar. En 2014 hicimos un campo de fútbol y venían todos los días. Después acabamos creando un vínculo con el Celtic de Glasgow que decidieron apoyarnos, de hecho nuestro equipo se llama Lajee Celtic, y ahora nos han invitado a ir a Sudáfrica a jugar al fútbol”, cuenta Amani.

 

A través de la escuela de circo, Lajee Center y Pallasos en Rebeldía defienden el derecho fundamental al juego de todas las niñas y niños de Palestina. Para Gonzalo, “la cultura es una herramienta de transformación social y les puede servir como arma terapéutica para dejar a un lado todos los traumas que les hace vivir el ejército de ocupación, pero también como un arma para resistir y expresar al mundo cuál es su día a día y poder utilizar el circo como mecanismo de difusión de la causa palestina”.

 

“Aprender circo es un empujón para que seamos más fuertes. Pero también para enviar nuestros mensajes a otras ciudades u otros países, por eso estamos en Rivas”, cuenta Amro, de 15 años.

Mosa se pregunta si alguna vez la población palestina practica algún derecho y cuenta qué le respondieron las niñas y niños cuando llegaron a Rivas: “Uno de los chicos me dijo que en el albergue al abrir la ventana veía el patio y las zonas verdes, mientras que en el campo solo ve el apartheid. Otro decía ‘cuando pongo la cabeza en la almohada sé que ningún soldado invadirá mi casa’. Aquí practicamos nuestros derechos como humanos”.

 

“El derecho a jugar lo tomamos, no lo tenemos. Esta es la diferencia. En Palestina los niños siempre están preguntando si pueden jugar o moverse, porque saben que no siempre pueden”, defiende Amani mientras llama con las manos a dos jóvenes que no tienen ninguna intención de soltar el balón.

 

Dareen de 13 años y Amro de 15 viven en el campo de Aida y forman parte de la Rebel Circus School. SELENA PIZARRO

 

Dareen Faraj tiene 13 años y Amro Ezia 15. Ambos forman parte de la Rebel Circus School. A ella le encanta bailar dabke y a él jugar en el Lajee Celtic. “Aprender circo es un empujón para que seamos más fuertes. Pero también para enviar nuestros mensajes a otras ciudades u otros países, por eso estamos en Rivas”, cuenta Amro. Para Dareen lo más importante del centro ha sido la oportunidad de “descubrir lo que nos gusta hacer y poder hacerlo”.

 

“Nosotros le enseñamos a vivir a los niños con todas las dificultades. Por eso no venimos a representar el campo de refugiados de Aida, representamos a los palestinos”.

 

Para Mosa la escuela de circo se ha convertido en una forma más de resistencia para las más jóvenes del campo porque dentro pueden ejercer su derecho a moverse libremente. “Pueden saltar, trepar y bailar. En la escuela viven su infancia. Encontrando momentos para ser creativos. Nuestra vida no es solo sufrimiento. Estas actividades nos animan a continuar, a vivir por la esperanza de volver a nuestros pueblos de origen. Porque no deberíamos estar viviendo en un campo de refugiados. Esta oportunidad de venir a Rivas nos permite contarle a la gente que los palestinos no somos los terroristas que piensan, nosotros le enseñamos a vivir a los niños con todas las dificultades. Por eso no venimos a representar el campo de refugiados de Aida, representamos a los palestinos”.

La vida en Cisjordania también ha empeorado

 

Desde el 7 de octubre, en la zona de Cisjordania el gobierno de Israel dio luz verde a los colonos para armarse y disparar. Esto provocó que en un principio se parara la actividad en el Lajee Center por la seguridad de las niñas y niños. Después de dos meses decidieron reanudarlo todo porque “la mayoría de los niños estaban traumatizados por las imágenes que veían en televisión”.

 

“La ocupación”, responden Dareen y Amro, a la vez y sin dudarlo, a la pregunta sobre qué cambiarían en Palestina si pudieran. Amro se enfada cuando habla de su rutina y lo difícil que es para él y sus amigos poder jugar en el campo de fútbol. “Tenemos siempre el tiempo justo para volver a nuestras casas por culpa de la ocupación y porque algunos tienen miedo. A veces los soldados entran en el campamento, empiezan a gritar y nos tiran gas. Otras veces escuchamos los sonidos de las bombas”.

 

Dareen de 13 años, está preocupada por la situación en Gaza, “allí los niños están comiendo las ramas de los árboles porque destruyeron sus cultivos”.

 

Dareen le molesta que siempre le pregunten por qué huelen a gas y por qué la gente muere sin motivos. Recuerda perfectamente el día que mataron a un hombre en uno de los puestos de control y tardaron dos horas en conseguir llevarlo a un hospital. Desde el 7 de octubre está preocupada por la situación en Gaza, “allí los niños están comiendo las ramas de los árboles porque destruyeron sus cultivos”. La vida en Aida también ha empeorado desde que empezó el genocidio.

 

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Inmediatamente después del 7 de octubre, cientos de soldados empezaron a invadir las casas en mitad de la noche. Dispararon a los detenidos, más de siete jóvenes recibieron disparos en las piernas. Mataron a un chico de 17 años mientras estaba dentro de su casa, un francotirador le disparó en el pecho. Era el hermano de Amro. Además, al menos 60 jóvenes fueron detenidos. Algunos de ellos niños y niñas. No tenían ninguna causa en su contra y les mantuvieron en prisión bajo detención administrativa”, cuenta Mosa.

Israel es el único gobierno del mundo que juzga sistemáticamente a menores en tribunales militares, según Unicef. En noviembre de 2023 Netanyahu y Hamás llegaron a un acuerdo para liberar a 50 rehenes israelíes y 150 personas prisioneras palestinas, en su mayoría mujeres y menores. “En ese acuerdo liberaron a un niño de 13 años y una chica de 22 del campo de Aida. Ambos fueron arrestados de nuevo y ahora siguen en prisión”, explica Mosa.

Crecer en Palestina no era fácil antes ni después de que empezara el genocidio en Gaza. Desde muy pequeñas están obligadas a reclamar cada día sus derechos y a recordarle a las personas adultas que son niñas y niños. Tal vez por eso Dareen con 13 años tiene claro que quiere estudiar para ser jueza: “Quiero defender a los niños y jóvenes palestinos que Israel encarcela sin haber hecho nada”. Mientras que a Amro le gustaría ser profesor de circo. Ambos tienen claro que el juego es una gran arma para resistir contra la ocupación y seguirán usándola.

 

La actuación final del campamento de circo contó con la participación de jóvenes ripenses junto a los niños y niñas del campo de Aida (Palestina).
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En la actuación final de la Rebel Circus School las niñas y niños denunciaron el lanzamiento de gas frecuente del ejército israelí contra el campo de personas refugiadas en Aida.
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Amro, alumno de la Rebel Circus School, Amani, miembro del Comité Administrativo y trabajadora en el Lajee Center, Dareen, alumna de la Rebel Circus School, y Gonzalo, portavoz de Pallasos en Rebeldía.
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Dareen de 13 años y Amro de 15 viven en el campo de Aida y forman parte de la Rebel Circus School.
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Romi, coordinador de la Rebel Circus School, junto a su alumno Mustafa antes de salir al escenario en la actuación final en Rivas Vaciamadrid.
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Rowan de 8 años y Layan de 12 años viven en el campo de Aida y forman parte de la Rebel Circus School.
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Las niñas y niños de la Rebel Circus School, un proyecto del Lajee Center y Pallasos en Rebeldía, realizaron una actuación final de circo en la que denunciaron la situación de la infancia en Palestina bajo la ocupación israelí.

 

https://www.elsaltodiario.com/palestina/una-escuela-circo-palestina-resistir-ocupacion-israeli-visita-rivas-vaciamadrid

 

 

 

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