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Pacto educativo por una escuela pública, laica e inclusiva

Por: Enrique Díez

Seamos claros. Necesitamos un giro de 180 grados en la política educativa de este país, si queremos una educación para el bien común.

Un cambio de rumbo radical en tres aspectos clave: supresión de conciertos educativos, laicidad en la escuela y blindaje de la financiación de la educación pública por encima del 6% del PIB. A esto se pueden añadir muchos aspectos de mejora pedagógica, metodologías más innovadoras, estabilización de las plantillas del profesorado, formación inicial y permanente mejor y más práctica, medidas efectivas de inclusión educativa y social, de coeducación y feminismo en las aulas y los centros, de ecología y educación para el decrecimiento, potenciar una FP más diversa y dotada, desarrollar el valor de la escuela rural y de la educación de personas adultas, y muchas más propuestas e iniciativas que tenemos en mente y puedan ayudar a construir y asentar una educación más justa, solidaria y mejor en el siglo XXI.

Pero sin las tres primeras, de nada o prácticamente de muy poco servirán. Porque estos tres elementos son la “clave de bóveda” de un sistema público, laico e inclusivo. De poco valen las medidas para remozar o renovar un sistema, si venden, privatizan, deterioran y destruyen el sistema. Porque es a través de estos tres “agujeros negros” por donde se desangra a raudales el actual sistema educativo público. Agujeros negros que se evita abordar de una forma decidida y clara en las propuestas electorales y en las reformas educativas, heredando modelos obsoletos sin cuestionarlos. Agujeros negros que marcan el eje fundamental de una disyuntiva básica: una educación pensada al servicio de todos y para el bien común o centrada en la selección, la segregación y el negocio para una élite.

Porque la educación o es pública, o es segregación por clase social, sexo o ideología. La educación o es laica, o es adoctrinamiento religioso en creencias particulares. La educación o está financiada, o se produce un progresivo deterioro e imposibilidad de una inclusión real con recursos. Es una ecuación bien fácil de entender y de constatar.

Por eso, en una educación pensada para el bien común es necesario y urgente parar y revertir la segregación que supone el sistema de conciertos educativos, una “anomalía española” en el panorama europeo, que sangra las arcas públicas para financiar empresas y opciones privadas. Este modelo de conciertos alienta y naturaliza la selección y la competencia entre la comunidad educativa. Ya no se trata de garantizar el derecho a la mejor educación de todos los niños y niñas, sean propios o ajenos. Ya no se trata de que la comunidad educativa luche conjuntamente para que todos los niños y niñas tengan el mejor colegio público al lado de su casa. Lo que se pretende es normalizar un sistema de consumo competitivo y de mercado, donde cada familia se vea como un “avispado inversor” que ha de seleccionar la mejor “inversión educativa” para el futuro de sus hijos e hijas frente a los demás. Ya no se trata de involucrarse en la asociación de madres y padres del colegio al lado de tu casa, para mejorarlo, pensando en el bien común de todos los niños y niñas del centro, sino en ser un “consumidor inteligente” y adelantarte, buscando la oportunidad, para conseguir colocar a tu hijo o hija, aunque sea al otro lado de la ciudad –si tienes recursos y medios para desplazarte diariamente-, en aquel centro privado en el que te han asegurado que estará con los que son de su clase social o, al menos, que no se mezclará con los que no lo son. Recordemos que los centros privados-concertados solo escolarizan a menos del 20% de la población migrante, de minorías o con necesidades educativas.

El otro gran agujero negro de la educación es la imposición de la religión en los centros escolares y en las facultades de Educación de todo el Estado, herencia nacionalcatólica aún de la dictadura fascista. Esta segunda anomalía histórica, que todavía sujeta con mano de hierro la influencia inexplicable de la jerarquía católica en España, impide respetar la libertad de conciencia de los niños y las niñas, educar sin dogmas y eliminar toda forma de adoctrinamiento en el currículo escolar y en la escuela. Además, impide igualmente garantizar una convivencia plural en la que todas las personas sean acogidas en igualdad de condiciones, sin privilegios ni discriminaciones en función de sus particulares convicciones ideológicas, posibilitando la convivencia entre quienes no tienen las mismas convicciones.

El tercer agujero negro es la financiación de la educación pública. Elemento clave para sentar las bases y los medios para dotar de recursos una educación inclusiva que atienda realmente la diversidad en las aulas y los centros, que permita reducir el número de alumnado por aula en función de las recomendaciones de la UNESCO, que elimine la precariedad del profesorado interino y estabilice plantillas docentes para desarrollar proyectos educativos que necesitan tiempo y persistencia, que impida que 50.000 escolares empiecen el curso en barracones, que se pueda implementar una formación inicial y permanente más práctica, que se potencie una Formación Profesional con recursos y medios, etc., etc.

Si proclamamos que la educación es el futuro de un país, si mantenemos que una sociedad educada es base de la democracia y el desarrollo social y comunitario de la humanidad, si aseguramos incluso que el desarrollo tecnológico y productivo sostenible y respetuoso con el entorno se asegura con más y mejor educación, invirtamos en ella. No hay excusa. No puede haber dilación. En vez de rescatar a bancos, y destinar 60.000 millones de nuestros impuestos a los responsables en buena parte de la crisis, o rescatar autopistas de las grandes empresas y los empresarios de siempre o el Castor…, o tantas barbaridades, destinemos el dinero público a la educación pública. Ha sido voluntad política rescatar a los bancos. Se sacó dinero para ello. Que no nos digan que no se puede blindar la financiación de la educación pública para que, como mínim,o se invierta el 6% del Producto Interior Bruto que producimos anualmente. Y que se blinde constitucionalmente para que ningún gobierno lo pueda modificar. Es cuestión de voluntad política, porque dinero, como se dice tradicionalmente, “haberlo haylo” (si lo hay para rescates o para armamento, no va a haberlo para educación).

Dejemos por tanto de marear la perdiz. Es hora de abordar el futuro educativo en España. Y afrontar de forma clara y decidida el modelo de educación que queremos: pública, laica e inclusiva al servicio del bien común y considerada como un derecho para todos y todas; o concertada y privada, confesional y segregadora al servicio del interés privado y el negocio educativo, al servicio de la selección.

Tras el trabajo de varios años, amplios sectores del mundo de la educación (asociaciones, colectivos y movimientos de renovación pedagógica, sindicatos, organizaciones estudiantiles, confederaciones de asociaciones de familias y partidos políticos), han conseguido consensuar un Acuerdo Social y Político, surgido de la propia comunidad educativa, plasmando en el Documento de bases para una nueva Ley de Educación una alternativa que sirva de base para un Pacto por una Educación Pública, Laica e Inclusiva que dé estabilidad, calidad y equidad al sistema educativo por generaciones. Nunca antes se había logrado un consenso tan amplio en torno al modelo educativo que necesitamos para el siglo XXI.

Solo es necesaria voluntad política para que se lleve a la práctica en torno a la educación como un bien común, un derecho básico universal que solo se puede garantizar para todos y todas en y por la educación pública, laica e inclusiva.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/10/08/pacto-educativo-por-una-escuela-publica-laica-e-inclusiva/

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España: Campaña unitaria “Por una escuela pública y laica. Religión fuera de la escuela»

Campaña unitaria: 

“POR UNA ESCUELA PÚBLICA Y LAICA. RELIGIÓN FUERA DE LA ESCUELA”

PROCESOS ELECTORALES 2019                   

CONTRATO ELECTORAL

 La Campaña “Por una Escuela Pública y Laica: Religión fuera de la Escuela” surgió hace más de dos décadas, como una iniciativa y un compromiso unitario y activo en torno al objetivo democrático de lograr la plena laicidad del sistema educativo.

Ha tenido diversas fases, sin apenas resultados positivos hasta la fecha, pese al creciente respaldo social que, sin embargo, se enfrenta a las obstinadas posiciones confesionales de las Administraciones Públicas y de las principales formaciones políticas.

Gracias a una iniciativa unitaria de la Campaña y a la  presión que venimos ejerciendo desde hace años, con recogida de decenas de miles de firmas y de apoyos sociales y políticos diversos, el pasado 22 de febrero de 2018 en la Comisión de Educación del Congreso se aprobó una proposición no de ley, respaldada por diversos grupos parlamentarios que instaba al Gobierno a:

1-Garantizar el imprescindible carácter laico que debe revestir la Escuela como institución pública, dejando la religión confesional fuera del sistema educativo oficial, es decir, del currículo y del ámbito escolar.

1-Denunciar y derogar los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede, así como los suscritos en el mismo sentido con otras confesiones religiosas, obligando al gobierno a proceder para el cumplimiento de ese mandato.

Moción que,  de momento, ha quedado en vía muerta, dada la disolución de las Cámaras, como ha quedado paralizada una  reforma de la Ley de Educación y el Pacto Educativo.

Ante la nueva campaña electoral y la configuración de un nuevo Parlamento y de un nuevo Gobierno, se plantea otra nueva etapa, en la que trataremos, una vez más, de buscar el diálogo y el compromiso con las distintas formaciones políticas y candidaturas que se presentan a  las elecciones municipales, autonómicas y generales y que deseen promover  la laicidad en el marco escolar.

Hacemos, en consecuencia, un llamamiento a todas las organizaciones y colectivos defensores de una Escuela Pública y Laica a renovar su apoyo explícito y hacer suya esta Campaña, firmando un nuevo CONTRATO de COMPROMISO ELECTORAL


CONTRATO ELECTORAL: POR UN SISTEMA EDUCATIVO LAICO


La actual política educativa está provocando graves consecuencias. Y está actuando en dos frentes: Por una parte, desarrollando diferentes procesos de mercantilización y privatización de la Enseñanza, tanto por vía de precarizar la enseñanza pública, como a través de medidas de apoyo descarado al sector privado, en su mayoría bajo control ideológico de la Iglesia católica. Y por otra parte, manteniendo en los centros escolares a personas designadas por obispos, con la misión de, además de impartir clases de  religión,  cristianizar a la comunidad educativa y hacer proselitismo religioso. A todo ello habría que añadir la  entrada en los centros de personas de religiones minoritarias, también con fines de adoctrinamiento.

Junto a la promoción de las concepciones neoliberales de la economía y de la sociedad, se han retomado elementos nunca abandonados del nacional-catolicismo, haciéndose eco de las presiones de la Conferencia Episcopal,  que para no renunciar a sus privilegios, se ampara en el Concordato franquista de 1953 y los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede de 1979.

Todo ello conlleva un doble grave perjuicio para el alumnado que, por un lado, es segregado por motivos ideológicos, desde edades muy tempranas, vulnerando diversos convenios de la Infancia y, por otro lado, también es segregado por motivos económicos y sociales. La mercantilización/privatización de la Enseñanza está ahondando en las diferencias entre el alumnado, como consecuencia de un Sistema Educativo selectivo e injusto y cada vez más elitista..

Ante el periodo electoral que se abre en las próximas semanas, hacemos llegar a todas las formaciones políticas y candidaturas, el análisis y compromiso explícito en torno a la laicidad que debe presidir el marco escolar, para el desarrollo de la libertad de conciencia que debe respetarse, de una forma más escrupulosa, si cabe, cuando se trata de niños y jóvenes en su periodo de formación.

Muy en particular, aquí y ahora, además del propósito expresado de abogar por la derogación definitiva de la LOMCE (y parte de la LOE), queremos centrar el análisis sobre dos ejes que, por su importancia decisiva y su remisión a simples principios democráticos, deberían figurar en sus programas, con el serio compromiso de proceder a su defensa desde el ámbito propio:

A- Garantizar la plena laicidad de la enseñanza, para ello:

 1-Hay que sacar la religión confesional de la Enseñanza, de forma inmediata.

2-NO financiar -con dinero público- el adoctrinamiento religioso en ningún centro escolar.

3.-Potenciar la Red Pública de Enseñanza, como fundamental para vertebrar el Derecho a la Educación de todos y todas, evitando -de forma progresiva- la desviación de fondos públicos hacia intereses privados de todo tipo.

B- La derogación de los Acuerdos con el Vaticano, por constituir la base “legal” de los privilegios que sigue reclamando la Iglesia, especialmente dentro del sistema educativo y, al mismo tiempo,  haberse  producido un progresivo rechazo social y político a sus contenidos antidemocráticos. De igual forma deberá procederse a la anulación de Acuerdos con otras confesiones en los que se establece la posibilidad de impartir religión en la escuela.


Organizaciones sindicales, sociales y políticas que lo respaldan, hasta el 7 de abril de 2019

Europa Laica / STES. Intersindical / Sindicato de Estudiantes / CEAPA (Confederación Española de AMPAS)  / Federación de Enseñanza de CCOO / STEPV – Intersindical Valenciana  / Confederación Estatal de MRPS /  FETE – Sector Enseñanza de FeSP-UGT / Federación Enseñanza de CGT / Sindicato de Enseñanza de Madrid de CGT / Izquierda Unida  / Izquierda Unida – Madrid / Izquierda Republicana / EHIGE (Confederación de Madres y Padres de la Escuela Pública Vasca)  /  FELAMPA Sierra Pambley – León  / FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales) / Redes Cristianas / Cristianas y cristianos de base de Madrid / Colectivo Infancia / UAL (Unión de Ateos y Librepensadores) / AMAL (Asociación Madrileña de ateos y librepensadores) / MHUEL-Aragón / Laikotasuna (Colectivo para la laicidad de Guipuzcoa) / Asturias Laica / Andalucía Laica / Extremadura Laica / Asociación Laica de Rivas Vaciamadrid / CAUM. (Club amigos de la Unesco de Madrid) / Madrid Laica / Valencia Laica / Asamblea Marea Verde Madrid / Red IRES (Red Investigación y Renovación Escolar) / Plataforma contra la impunidad del franquismo / AMESDE / Fundación Acción Laica / Asociación Manuel Azaña / Alternativa Republicana / Unidad Cívica por la República /  León Laica  / FAPA María Moliner. Albacete / STE-CLM / CCOO Enseñanza Madrid /  Familia Sociedad siglo XXI / Partido Socialista Libre Federación / Partido ACTÚA / CIDESPU (Ciudadanas Defensa Escuela Pública) / PCE (Partido Comunista de España) / Partido PODEMOS / FAPAR – (Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Aragón) / EH BILDU / Esquerra Republicana del País Valencià / STEM-STEsi–Madrid / Coalició COMPROMÍS / FADEA (Fed. Asoc. Estudiantes Aragón) / Asociación Pro Derechos Humanos de España / Católicas Por el Derecho a Decidir / Partido EQUO / Asamblea Feminista de Madrid  /  PEPA (Plataforma Escuela Pública Aranjuez) / APALHU  (Associació per a l’humanisme) /  Movimiento de renovación pedagóxica Nova Escola Galega /  Plataforma Laicista de Jerez  /  Fórum de política feminista agrupación de Córdoba  /   Movimiento Social por la Escuela Pública de Asturias  / Asociación vecinal “Impulsa Montijo”  /  Asociación Lánzate LGTBI de Canarias  /  Lucha Internacionalista

Las organizaciones políticas, sociales y sindicales que lo deseen pueden adherirse al Contrato Electoral, enviado un correo a: escuelalaica@europalaica.org     

También puedes firmar FIRMA: Por una Escuela Pública y Laica. Religión fuera de la escuela. Derogación de los Acuerdos 

Fuente: https://laicismo.org/campana-unitaria-por-una-escuela-publica-y-laica-religion-fuera-de-la-escuela/

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El miedo a la revolución del saber

Argentina / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Eugenio Raúl Zaffaroni / Fuente: Página 12

La ignorancia siempre fue condición del sometimiento: hace doscientos años, en Estados Unidos, se penaba a quien enseñase a leer y escribir a un esclavo; si quien lo hacía era negro, la pena era de azotes.

En la Argentina tuvimos la suerte de que los proyectistas del país oligárquico del siglo XIX montasen un control social homogeneizante del variopinto transporte masivo de población europea, también mediante la enseñanza primaria obligatoria en la escuela pública y laica. Fue una ventaja innegable, por más que estuviese acompañada con una segunda etapa de domesticación de hombres mediante el servicio militar obligatorio y, para los indeseables, la “ley de residencia” del autor de “Juvenilia” y nuestra Siberia de Ushuaia. Con las mujeres no era necesario nada de eso, pues se las controlaba indirectamente mediante el patriarcado.

De toda forma, se repartió instrucción, aunque sin exagerar, porque el nivel universitario seguía estando reservado a una minoría. Con la Reforma de 1918 entró más plenamente la clase media a nuestra vida universitaria. La gratuidad la completó el peronismo en 1949. Sin Yrigoyen y Perón no sabemos cuántos de nosotros no hubiésemos podido llegar a la universidad. Por suerte, la historia no se escribe con potenciales.

Esa apertura a la clase media y a algunos esforzados más humildes, produjo toda clase de profesionales, muchos brillantes, pero no se debe pasar por alto que también salieron de nuestros claustros algunos personajes que Max Weber clasificaría en sus tipos ideales como “especialistas sin corazón”, o sea, quienes saben todo de su especialidad, pero ignoran el resto y tampoco quieren saber al respecto.

Este producto se combinó frecuentemente con el “meritocrático” individualista radicalizado, que alucina que todo lo obtenido se debe a su esfuerzo personal, como si no existiese el Estado, la sociedad, la cultura, el prójimo, o sea, sólo él aislado en un autoclave. De esta ensalada resultó el “medio pelo” que caricaturizaba Jauretche, con las incontables variables de “sonseras argentinas” que siguen hasta el presente. Es decir, que nuestra universidad produjo personas brillantes y lúcidas, pero también contribuyó a sembrar el odio del eterno “gorilismo” argentino, antiyrigoyenista en 1930, antiperonista en 1955 y “anti” todo lo popular y solidario hasta hoy.

De todas maneras, la gratuidad universitaria no era suficiente para abrir las puertas de la vida académica a toda nuestra juventud. Los jóvenes humildes de los conurbanos profundos y los que vivían en las provincias alejados de las sedes universitarias, no podían ingresar a los estudios terciarios, salvo casos excepcionales de casi heroísmo o, al menos, de fuerte empecinamiento por el saber. Los pibes trabajadores debían viajar horas o tratar de sobrevivir lejos de sus familias, además de los inevitables gastos en textos, material, etc.

Fue en las últimas décadas que las nuevas universidades nacionales convocaron a los jóvenes de las clases trabajadoras, no sólo en el conurbano bonaerense sino también de los rincones lejanos de nuestras provincias. El impulso que recibieron esas universidades dio lugar a un espectáculo maravilloso. Hay pibes y pibas universitarios que viven en barrios precarios, en “villas”.  A veces nos emociona hallar al padre –jubilado que compensa su frustración juvenil– junto al hijo en la misma aula. No es cierto que los pobres no van a la universidad, se equivoca la gobernadora, quizá debió sincerar su pensamiento y decir que “los pobres no deberían ir a la universidad”.

Por cierto, no faltan los críticos que observan que “hay mucha deserción”. Es posible, pero al menos esos pibes y pibas llegaron a la universidad, y quienes desertan quizá sean mañana dirigentes sindicales, legisladores, intendentes, gobernadores, algo habrán aprendido, en modo alguno se trata de un esfuerzo o dispendio inútil para el Estado, salvo para quienes piensan que repartir conocimientos –aunque no terminen en un diploma– es algo socialmente negativo.

Lo que molesta al elenco gobernante y al “gorilismo” ancestral es que esta entrada de nuevos estudiantes provoca un cambio cualitativo al que temen los pocos lúcidos del pobre elenco gobernante y que los más, menos lúcidos, se limitan a intuir. Ese piberío de chicos y chicas que entró a la vida universitaria trae consigo sus vivencias infantiles y adolescentes, preguntan y van tomando consciencia de la larga discriminación clasista y hasta racista de que son víctimas los suyos y ellos mismos y, por ende, no se conforman con “especializarse”, sino que quieren saber más y más sobre el resto, sobre la Nación, la historia, la sociedad, el mundo en que les toca vivir.

El elenco gobernante sabe o intuye que estamos enseñando al piberío pobre el “knowhow” que ellos querían monopolizar y que lo aprende rápido, al tiempo que van sabiendo que son víctimas del programa de endeudamiento (o de administración fraudulenta) del actual gobierno y de los que lo precedieron en las anteriores etapas de entreguismo colonialista que sufrió nuestra Nación.

Esto horroriza al elenco gobernante y al eterno “gorilismo”, que con gritos chillones reclaman “la política fuera de la universidad”, como si no fuese función de ella también la de generar buenos ciudadanos y no los “especialistas meritocráticos sin corazón”. La universidad (la “univesitas”, el “universo todo uno”), es por excelencia el lugar donde “todo” debe enseñarse, tratarse y discutirse. Reducir la universidad a una fábrica reproductora de ese producto híbrido de alta peligrosidad social es, sencillamente, pretender que pierda su esencia y su razón de ser que, justamente es lo que se proponen los pedigüeños que, con la escudilla en mano, se sientan en las escaleras del Fondo Monetario Internacional.

Los agentes de este totalitarismo corporativo financiero (sólo enmascarado con la ideología del “neoliberalismo”), saben muy bien que cuando los excluidos dispongan del “knowhow” disputarán con ellos y lo harán con ventaja, porque como son pobres tienen más tiempo que los títeres locales de transnacionales. Saben también que eso es incompatible con su proyecto de sociedad 30 y 70 (70% de excluidos), pero por sobre todas las cosas, algunos de los más lúcidos –pocos por cierto– saben algo que es mucho peor para ellos: el sistema no está hecho para resistir esa inclusión que, de producirse, lo hace estallar y pone en movimiento una nueva dialéctica.

Esa sería la verdadera revolución, la “revolución del saber”, la “revolución pacífica” que no pueden tolerar. Los descendientes de quienes –para escándalo de nuestras oligarquías– en 1916 desataron las caballos del coche que llevaba a Yrigoyen a la Casa de Gobierno, de los que en 1945 refrescaron sus pies en la fuente de la Plaza de Mayo, de los que en 1955 fueron ametrallados en el mismo lugar, van siendo nuevamente incorporados, pero la incorporación en el siglo XXI debe ser por medio del “saber”, del “knowhow”, ahora no basta con adiestrar los brazos, es necesario preparar las neuronas, romper el monopolio del “saber” y empoderarse del conocimiento.

Hoy no se hace una revolución tomando por la fuerza, violentamente, el palacio de invierno y derrocando zares, porque, además de que la violencia provoca violencia y a la larga casi nada más, no hay más zares ni existe un poder concentrado en ningún palacio. El cambio social profundo, inclusivo, la revolución del siglo XXI se hace apoderándose del conocimiento, que la elite se empeña en monopolizar. La persona que carece de conocimiento está destinada a ser subalternizada en la sociedad actual, al igual que la nación que carece de desarrollo científico lo está en el concierto mundial. Las elites saben que financiar universidades nacionales es serruchar la rama en que están sentados. Por eso, tienen miedo.

El miedo impulsa al colonialista elenco gobernante a sostener que hay “demasiadas universidades”, en una versión actualizada de la táctica esclavista bicentenaria norteamericana. Por eso no sólo reducen los presupuestos universitarios, desfinancian el desarrollo tecnológico, desmantelan proyectos, persiguen penalmente a los rectores (con el abuso de poder de algún fiscal de los que “ponen el cuerpo”), sino que incluso quieren acabar con lo rescatable del programa de control social del siglo XIX, insultan y difaman a los maestros y profesores, les retacean aumentos, precarizan escuelas, mandan matones a secuestrar maestras.

Los docentes de todos los niveles nos hemos convertido en un “peligro” para este gobierno que, cada día, parece más cercano a un “régimen” (si es que ya no lo es). Ahora no distinguen entre “esclavos y no esclavos” al penalizar a quienes cometen el tremendo delito de enseñar y a todos nos quieren tratar a los azotes.

En este contexto persecutorio y difamador, el oficialismo incurrió en la hipocresía de querer participar en un homenaje a Alfredo Bravo. Por suerte lo pararon, advirtiendo que Alfredo estaría hoy de “paro”. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo sabemos que no sólo estaría de “paro”, sino que diría cosas irreproducibles, con las que también enseña un buen maestro cuando es menester decirlas. Nos falta Alfredo, Mary Sánchez y otros, pero tenemos maestros, universidades y nuestro piberío haciendo la revolución silenciosa del saber. No podemos detenernos.

Fuente del Artículo:

https://www.pagina12.com.ar/144052-el-miedo-a-la-revolucion-del-saber

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España: Por unas aulas libres de adoctrinamiento y llenas de educación para la igualdad

España/ 29 de mayo de 2018/Por: Eva Garrido/ Fuente: https://www.eldiario.es

Carta abierta al consejero de Educación, Cultura y Deportes, Ángel Felpeto, contra la asignatura de Religión en centros educativos

Son varias las motivaciones que incitan a la Federación de Enseñanza de CCOO a escribir al consejero de Educación.

No hace mucho tiempo, nos hacíamos eco de la noticia que el “Diario de Navarra” publicaba en sus páginas, y que decía así: “La Religión Islámica llegará por primera vez a las aulas a partir del próximo curso”. Parece que esta publicación no ha dejado indiferente a la población. La iniciativa del Gobierno navarro ha sido de gran acogida por los practicantes de esta doctrina, no así por sus detractores.

Desde luego, el anuncio no ha pasado inadvertido. ¿Sorprendidos? Francamente, sí. Aunque, tal vez no debería ser objeto de asombro, dado que la religión católica tiene presencia y peso en nuestro sistema educativo, el hecho de que otras confesiones se hagan un hueco en el mismo tiene su lógica. Y más si tenemos en cuenta la diversidad cultural que predomina en nuestras aulas.

En CCOO creemos firmemente que para avanzar como sociedad se debería comenzar por la ruptura con el Concordato que abre las aulas a la enseñanza de la religión católica, no por otorgar similares concesiones a otras religiones. Como somos conocedores de que la religión es un tema “sensible” y no quisiéramos que las dudas se apoderasen del lector, deberíamos aclarar que el presente escrito no es un manifiesto en defensa, ni ataque, de una u otra religión.

La cosa está clara. No es la primera vez, como tampoco será la última, que CCOO se posiciona en contra de que las creencias religiosas sean inculcadas desde la escuela. Tampoco es una novedad el afirmar que nada tenemos en contra de ningún credo. Nuestra petición, que pasa por hacer de las aulas “espacios libres de adoctrinamiento”, responde únicamente a que consideramos que los aspectos relacionados con la fe deberían quedar relegados a otro ámbito y contexto distinto al educativo.

La escuela no es un lugar de credo. La escuela pública nos pertenece a todas y a todos. Y tenemos la firme convicción de que una de las finalidades de la educación pública ha de ser la de dotar al sujeto de mecanismos a nivel afectivo y cognitivo que posibiliten la integración en la sociedad de cada uno de nosotros como individuos sociales y como personas únicas que somos.

Por no hablar del conflicto que surge en las edades más tempranas cuando nuestros niños y niñas enfrentan religión y ciencia. La presencia de la religión en la escuela favorece que el pensamiento dogmático aventaje muchas veces al pensamiento científico.

Son varias las cuestiones: ¿Por qué se permite la formación religiosa en los centros sostenidos con fondos públicos? ¿Por qué no convertimos las aulas en espacios libres de adoctrinamiento, libres de verdades únicas y excluyentes? ¿Por qué no nos limitamos a potenciar valores que nos sirvan para vivir en una sociedad plural, valores como la solidaridad, la tolerancia, el respeto mutuo, la libertad? ¿Por qué no luchamos por derribar la barrera que supone para la ciudadanía los dogmas de fe? ¿Por qué no se apuesta por el pensamiento libre, por el pensamiento crítico?

Pero como hemos anunciado al inicio, eran varios los motivos que nos incitaban a manifestarnos. La reciente celebración del 17 de mayo, día contra la LGTBIfobia, nos vuelve a recordar que no todas y todos tenemos cabida en nuestra sociedad. Que el amar puede llegar a ser una razón de condena.  Que tu identidad sexual puede convertirte en víctima de la violencia, de la exclusión, del odio, del miedo, de la discriminación. Y la motivación del salvaje ejecutor se basa únicamente en la orientación sexual de aquel o aquella que eligen como presa para desahogar su irracionalidad, para mostrar su intolerancia, su carencia de valores.

«Estamos sufriendo las consecuencias de una gran epidemia, la intolerancia»

 ¿Por qué no nos aventuramos entonces, en un sistema educativo que eduque en la igualdad, en la laicidad, en la corresponsabilidad, que combata la LGTBIfobia, que haga de la diferencia una riqueza? En definitiva, ¿por qué no implantamos de una vez la asignatura que está siendo objeto de pilotaje en nuestra CCAA?

Desde CCOO, invitamos al señor consejero a que apueste de una vez por todas y a que apueste fuerte, por la reducción de las horas asignadas a la materia de Religión y la puesta en marcha de “Educación para la igualdad, la tolerancia y la diversidad” en todos los centros educativos de la región.

Fuente de la Noticia:

https://www.eldiario.es/clm/palabras-clave/libres-adoctrinamiento-llenas-educacion-igualdad_6_775932406.html

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La escuela laica, la escuela única

Por: José Amestoy Alonso

Durante la Segunda República española de 1931 a 1936, se desarrollo una enseñanza y educación que en periodos históricos anteriores estaba mediatizada por los poderes fácticos, sobre todo por la Iglesia. Es ahora con la Segunda República cuando se ponen las bases del laicismo y la la escuela única, igual para todos.

Al proclamarse la II República en abril de 1931, más del 30 por ciento de la población española era analfabeta, la educación estaba en la mayoría de los casos, en manos de instituciones religiosas y era más un privilegio que un derecho. Ante este panorama desolador, el gobierno republicano se fijó como prioridad mejorar la formación de la población de niños y adultos. Para ello dispuso un paquete de medidas entre las que destacó la duplicación del número de las escuelas. 

Un plan quinquenal que quería repartir por toda la geografía nacional un total de 27.151 escuelas para paliar el déficit existente. La ampliación de escuelas llevaba aparejada otra serie de reformas entre las que se inscribían, la reforma de las condiciones económicas de los maestros -6.833 maestros pertenecientes al 2º Escalafón vieron ascendidos sus ingresos-, y el sistema de acceso a la enseñanza, así como la mejora de las Escuelas Normales. Tras el verano de 1931 se procedió a la reforma de las mismas, implantando el denominado “plan profesional” y la unificación de los dos sexos en una sola Normal mixta.

El 31 de agosto de 1931, Marcelino Domingo le pedía a Miguel de Unamuno, presidente del Consejo de Instrucción Pública para que preparase una ley que sustituyese a la obsoleta Ley de Moyano, que databa de 1857. El Ministro le pedía al catedrático de la Universidad de Salamanca que la ley favoreciera el establecimiento en España de la escuela única. El Consejo encargó a Lorenzo Luzuriaga la redacción de un proyecto de ley basado en la escuela única. Según este documento, la educación debía basarse en los siguientes principios:
  1. La educación pública es esencialmente una función del Estado.
  2. La educación pública debe ser laica.
  3. La educación pública debe ser gratuita, especialmente en la enseñanza primaria y media.
  4. La educación pública debe tener un carácter activo y creador.
  5. La educación pública debe tener un carácter social, por lo que se articulará un sistema de participación entre las representaciones sociales diversas y la escuela.
  6. La educación pública debe atender conjuntamente a los alumnos de uno y otro sexo, haciendo de la coeducación un principio pedagógico aplicable a todos los grados de la enseñanza.
  7. La educación pública constituye un sistema unitario.
  8. El profesorado de la educación pública constituye un todo orgánico. Siendo una la función educativa, uno debe ser también el profesorado, lo que significa que debe recibir una preparación equivalente, asumir un trabajo docente similar y análoga retribución.

Estos principios se consagraron en la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 como puede apreciarse en el contenido de algunos de sus artículos:

Artículo 1º: España es una República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia.
Artículo 3º: El Estado español no tiene religión oficial.

Artículo 48. El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y catedráticos de enseñanza oficial son funcionarios públicos.
La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el sentido de garantizar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica,
 hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos.
El artículo 49 hacía referencia a la expedición de títulos y el 50 a la enseñanza en las regiones autónomas, a la inspección del Estado y a la expansión cultural de España en el extranjero.

El reconocimiento constitucional de estos principios desató una guerra escolar abierta y cada vez más encarnizada. La discusión en las Cortes Constituyentes del Artículo 26 de la Constitución, sobre congregaciones religiosas, en el que se establecía, entre otras cosas, la prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza, dio lugar a la primera crisis de gobierno. La oposición de la iglesia española a la República fue cada vez más explícita. Posiblemente en la posición de los legisladores republicanos frente a la Iglesia católica se encuentra la clave de muchas de las resistencias que la República despertó.

Las medidas de mayor repercusión tienen que ver con la ardua cuestión religiosa. El 23 de enero de 1932 se procedía a decretar la disolución de la Compañía de Jesús y, el 2 de junio del año siguiente, se dictaba la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas que era la consecuencia directa de poner en práctica el mandato constitucional.

Tras la victoria del Frente Popular, el Gobierno presidido por Azaña colocaba, nuevamente como ministro de Instrucción Pública, a Marcelino Domingo y como subsecretario a Domingo Barnés, y se asumían los mismos principios que habían permitido la revolución de la enseñanza en el primer bienio, anulándose las decisiones del bienio derechista. Pero poco se pudo hacer porque la sublevación y golpe de Estado del ejército, el 18 de julio de 1936, anunciaba la ruina definitiva de un régimen legítimamente constituido y se daba comienzo al período más oscuro de nuestra historia contemporánea. 

Mirar el pasado no es justificarlo ni emanciparse de él sino intentar encontrar las claves para comprender mejor nuestro propio presente, porque como dice Josep Fontana: “Debemos buscar las reformas que pueden permitirnos construir un futuro de progreso, crecimiento y equidad, como el que querían los hombres de 1931, de cuyos proyectos, ambiciones y sueños somos los legítimos herederos, con todo lo que ello tiene de privilegio y con todo lo que tiene de deber”.

Una escuela pública, obligatoria, laica, mixta,  inspirada en el ideal de la solidaridad humana,  donde la actividad era el eje de la metodología.
Así era la escuela de la II República española.  De todas las reformas que se emprendieron a  partir de abril de 1931, la estrella fue la de  la enseñanza. “Sin ninguna duda, la mejor  tarjeta de presentación de la República fue su  proyecto educativo”, asegura el catedrático de  Historia de la Educación de la Universidad de  Alcalá de Henares Antonio Molero.
“Efectivamente, fue la piedra angular de todas  las reformas: había que implantar un Estado  democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador”, ratifica la doctora en Historia por la Universidad de  Huelva Consuelo Domínguez. Tanto ella como  Molero se han especializado en la enseñanza de  la II República, un ambicioso proyecto que los maestros acogieron con entusiasmo.

En los estudios de enseñanza sobre la Segunda República de Antonio Melero catedrático de  Historia de la Educación de la Universidad de Alcalá de Henares y de la doctora de Historia de la Universidad de Huelva Consuelo Domínguez nos hemos basado para escribir estas líneas.

Fuente: http://diario16.com/la-escuela-laica-la-escuela-unica/

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España: CGT reclama una escuela plural, laica, gratuita, de calidad y pública

España / 12 de noviembre de 2017 / Autor: Manolo Totxa / Fuente: Radio Klara

La Conselleria de educación ha anunciado que de forma experimental se implantará el estudio de la religión musulmana en algunos colegios de la Comunidad Valenciana el próximo curso 2018-2019.

La noticia ha causado revuelo por ambas partes, por la parte de la comunidad musulmana ha sido recibida con alegría porque podrá seguir adoctrinando a sus fieles y esta vez en dos contextos distintos; en la escuela pública y en sus mezquitas y además dar empleo a los docentes de la religión islámica pagados por todos y todas. Por parte de los que piensan que el catolicismo es la única religión con potestad para ser estudiada en el Estado español la noticia no habrá sido tan bien recibida, ahora se han de repartir ese pastel que tenían tan bien distribuido en sedes y centros públicos y el sueldo de los docentes elegidos a dedo por el obispado y que también pagamos todos y todas se va a tener que compartir con los colegas de profesión, aunque no de religión.

No dudamos de que esta medida se toma como una intención progresista por parte del Conseller Marzà, pero hay que tener en cuenta que de este modo se corre el peligro de tener en contra en un futuro tanto al católico como al musulmán si es que se quiere luchar por una escuela laica. Este progresismo aparente conlleva la instauración de la enseñanza no laica y la multiplicación de la aparición de las religiones en la escuela. La medida tendría que ir encaminada a la desaparición de la religión de la enseñanza pública, no incentivarla dado que es inaceptable desde las propias premisas en las que se basa la educación.

CGT opina que no se trata de rescatar una ley que estaba aprobada desde 1992 por el gobierno de Felipe González para contentar a la comunidad musulmana, sino de repensar una ley que probablemente no tiene sentido para otra gran parte de la población. Es de libre elección creer o no creer en Buda, Alá, Dios Todopoderoso o Zeus, faltaría más, pero en el ámbito privado de las familias o sus sedes de culto es en donde se ha de estudiar, no desde la escuela pública que reclamamos como laica.

Desde CGT pensamos que con este tipo de medidas se está intentando normalizar la propagación de creencias privadas y dogmas religiosos que nada tienen que ver con la formación de ciudadanos críticos; en la escuela se enseña, se instruye en materias sometidas al análisis y el pensamiento crítico, científicas y contrastables, no basadas en creencias o intereses particulares. La formación educativa en sociedades democráticas es y debe ser totalmente ajena a credos. Si la escuela es pública no tiene porqué abandonar los derechos de todos y todas por los intereses y privilegios de unos pocos.

¡Desde CGT reclamamos una escuela plural, laica, gratuita, de calidad y pública que defienda los intereses de todos y todas!

CGT Enseñanza Valencia

Fuente de la Noticia:

www.radioklara.org/radioklara/?p_6702

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Religión fuera de la escuela

Por: Enrique Díez

Necesitamos una escuela laica que eduque sin dogmas, en valores humanistas y universales, en la pluralidad y en el respeto a los derechos humanos, en la asunción de la diferencia y de la diversidad y en los valores éticos, no sexistas y democráticos.

Vaya por delante que, como católico practicante y cristiano convencido, defiendo una educación pública, inclusiva y laica, porque considero que la laicidad de las instituciones públicas es la mejor garantía para una convivencia plural en la que todas las personas sean acogidas en igualdad de condiciones, sin privilegios ni discriminaciones. Tanto las católicas como las musulmanas, las ateas, las agnósticas o las protestantes, etc.

La actitud laica tiene dos componentes: libertad de conciencia y neutralidad del Estado en materia religiosa. Cada persona es libre de ser o no religiosa y de abrazar la religión que quiera, mientras que el Estado debe abstenerse y mantenerse al margen de estas creencias y prácticas personales. En este sentido, el laicismo busca separar esferas (el saber de la fe, la política de la religión, el estado de las iglesias), para garantizar la libertad de conciencia y posibilitar la convivencia entre quienes no tienen los mismos credos.

Todas las religiones, incluida la católica, deben ocupar el lugar que les corresponde en democracia: la sociedad civil, no la escuela; que debe quedar libre de cualquier proselitismo religioso. El espacio adecuado para cultivar la fe en una sociedad en la que hay libertad religiosa son los lugares de culto: parroquias, mezquitas, sinagogas u otros.

Pero esta separación iglesia-estado no se resolvió adecuadamente durante la Transición. El paso de la escuela nacional-católica de la dictadura franquista a una escuela laica o aconfesional, como la que propicia la Constitución, se impidió manteniendo unos Acuerdos con el Vaticano, heredados de las postrimerías de esa dictadura franquista, que “obligan” a que se oferte la asignatura de religión en todos los colegios y facultades de formación del profesorado de todo el Estado. El PSOE perdió una oportunidad de oro para derogarlos cuando era posible y deseado por la mayor parte de la sociedad.

No obstante, actualmente, en un Estado aconfesional como el que hemos acordado en la Constitución española, con libertad de culto, se debería impulsar y fortalecer una escuela laica, como instrumento plural, defensor de los derechos humanos y libertades, inclusiva, no sexista.

Por eso, la Escuela Pública ha de ser laica para ser de todos y todas, para que en ella todas las personas nos reconozcamos, al margen de cuáles sean nuestras creencias. Creencias personales que son un asunto privado. Por eso, la religión no debe formar parte del currículo. No por motivos antirreligiosos, sino desde un planteamiento pedagógico y social beneficioso para el desarrollo de la racionalidad del menor de edad, de su independencia y autonomía personal, para la que debe ser educado libremente.

La finalidad de la escuela no puede ser inculcar dogmas, muchos de los cuales además entran en contradicción con la razón, la ciencia y los derechos humanos, como la subordinación de la mujer o el origen mágico de la vida y el universo. Ni la escuela es lugar de exclusión y discriminación en el que niños y niñas sean separados en función de las creencias o convicciones de sus familiares, lo cual es una afrenta a la libertad de conciencia y una grave vulneración de los Derechos de la Infancia, como recoge la Declaración de los Derechos del Niño y de la Niña de 1959 y la Convención de 1989, que rechazan el adoctrinamiento y el proselitismo religioso. Separar al alumnado que comparte toda la jornada escolar, a la hora de las clases de religión, dificulta su convivencia y entendimiento, que es de donde nace el afecto y la solidaridad.

Pero es más grave aún si analizamos la normativa que establece el currículum de la enseñanza de la religión católica en la educación primaria y secundaria actualmente. Ésta convierte la clase de religión en catequesis, pese a que explícitamente afirme que huye de “la finalidad catequética o del adoctrinamiento”. La jerarquía católica, que es quien decide los contenidos de la materia de religión, no acepta la realidad de los nuevos modelos familiares y se empecina en su retrógrada concepción de la sexualidad humana, negando la diversidad sexual reconocida ya por la legislación, el derecho al propio cuerpo, a la libertad sexual y a la anticoncepción. La concepción y la práctica del catolicismo, en donde la mujer es subordinada, que mantiene y justifica un modelo sociedad patriarcal, no es compatible con la educación en igualdad que es un principio pedagógico básico. Hasta el teólogo Juan José Tamayo afirma que “los contenidos son en su totalidad catequéticos con tendencia al fundamentalismo; el pensamiento que se transmite es androcéntrico; el lenguaje, patriarcal; la concepción del cristianismo, mítica; el planteamiento de la fe, dogmático; la exposición, anacrónica”.

La religión católica actualmente tiene una carga horaria superior a la de contenidos tan importantes como la educación física o la educación artística. Es más, las clases de religión restan muchísimas horas lectivas a las demás asignaturas, que sí son importantes y acordadas por toda la comunidad educativa y social. Pero es que la religión católica ya se imparte en la mayor parte de las materias que se estudian a lo largo de la escolaridad. Para analizar el estilo arquitectónico de un templo, para explicar el Camino de Santiago o un cuadro de Velázquez o una partitura de Bach, para adentrarse en la literatura del siglo de oro o el origen de la lengua castellana y, sobre todo, para comprender la mayor parte de la historia de este país, se acude y se explica en clase la religión católica. Es incomprensible, por tanto, este empeño de la jerarquía católica, en exigir, además de los púlpitos los domingos en misa, una asignatura específica en todas las escuelas dedicada a catequesis.

Sumemos a todo ello que, el acuerdo con el Vaticano, heredado del franquismo, impone que en la Escuela Pública haya “profesores y profesoras de religión” pagados por el Estado (es decir, con los impuestos de todos y todas) pero nombrados a dedo por los obispos, que los seleccionan en función de sus creencias, de su fe, sin haber pasado, como todos los demás docentes, por una oposición en igualdad, mérito y capacidad. Más de quince mil de estos verdaderos “delegados diocesanos” figuran como personal laboral (debido a la ley educativa LOE aprobada por el PSOE) en los centros escolares de titularidad pública. Además, los obispos pueden despedirles sin tener que explicar el cese (cosa que suelen hacer en función de avatares de la vida privada de esas personas). De hecho, mientras en las demás asignaturas fomentamos el respeto a todas las personas al margen de su estado civil, la jerarquía católica despide a profesoras de religión porque se divorcian.

En definitiva, la Escuela debe ser lugar para educar en conocimientos científicos universales, en valores cívicos, no para el proselitismo o el adoctrinamiento. La Escuela debe ser neutral en el respeto a la pluralidad de opciones morales e ideológicas. La religión, que es una creencia entre otras muchas, debe difundirse en el ámbito privado de la familia y los lugares de culto.

Por eso debemos negarnos a que con el dinero público se financie ningún tipo de adoctrinamiento religioso. El art. 27.3 de nuestra Constitución recoge el derecho de las familias a que sus hijas e hijos «reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Pero no a que ésta formación sea impartida en los centros educativos, y menos financiada por el Estado. Las familias que quieran que sus hijas e hijos reciban formación de religiosa son muy libres de hacerlo, pero evidentemente al margen del sistema educativo.

No podemos seguir anclados en un nacional catolicismo rancio y obsoleto. Ni seguir educando con dogmas y creencias del siglo XIX a una ciudadanía del siglo XXI. Hasta un país como Irlanda, marcado por una secular tradición católica, va a sacar la religión del horario escolar. Necesitamos una escuela laica que eduque sin dogmas, en valores humanistas y universales, en la pluralidad y en el respeto a los derechos humanos, en la asunción de la diferencia y de la diversidad y en los valores éticos, no sexistas y democráticos. Queremos una escuela donde se sientan cómodos tanto las personas no creyentes, como las creyentes. La escuela un lugar para razonar y no para creer. Debemos abandonar ya la época de la superstición y avanzar definitivamente hacia la racionalidad y la ciencia. Por justicia, por convivencia en igualdad y por respeto a los derechos humanos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/09/29/religion-fuera-de-la-escuela/

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