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Estado De Excepción Y Estado De Emergencia

Por: Giorgio Agamben

 

Un jurista al que una vez tuve algún respeto, en un artículo recién publicado en un periódico alineado, trata de justificar con argumentos que quisieran ser legales el estado de excepción declarado una vez más por el gobierno. Retomando, sin confesarlo, la distinción schmittiana entre una dictadura comisionada, que tiene por objeto preservar o restaurar la constitución actual, y una dictadura soberana que tiene por objeto establecer un nuevo orden, el jurista distingue entre emergencia y excepción (o, como sería más preciso, entre estado de emergencia y estado de excepción). El argumento, de hecho, no tiene fundamento en el derecho, ya que ninguna constitución puede prever su subversión legítima. Por eso, con razón, en su documento sobre Teología Política, que contiene la famosa definición del soberano como el que «decide sobre el estado de excepción», Schmitt habla simplemente de Ausnahmezustand, «estado de excepción», que en la doctrina alemana e incluso fuera de ella se ha impuesto como un término técnico para definir esta tierra de nadie entre el ordenamiento jurídico y el hecho político y entre la ley y su suspensión.

Recalculando la primera distinción de Schmitt, el jurista afirma que la emergencia es conservadora, mientras que la excepción es innovadora. «La emergencia se utiliza para volver a la normalidad lo antes posible, mientras que la excepción se utiliza para romper la regla e imponer un nuevo orden. El estado de emergencia «presupone la estabilidad de un sistema», «la excepción, por el contrario, su desintegración que abre el camino a un sistema diferente».

La distinción es, según todos los indicios, política y sociológica y se refiere a un juicio personal sobre el estado de cosas del sistema en cuestión, sobre su estabilidad o su desintegración y sobre las intenciones de quienes tienen la facultad de decretar una suspensión de la ley que, desde el punto de vista jurídico, es sustancialmente idéntica, porque se resuelve en ambos casos en la suspensión pura y simple de las garantías constitucionales. Cualquiera que sea su finalidad, que nadie puede pretender valorar con certeza, sólo existe un estado de excepción y, una vez declarado, no hay ninguna instancia que tenga la facultad de comprobar la realidad o la gravedad de las condiciones que lo determinaron. No es casualidad que el jurista tenga que escribir en un momento dado: «Que hoy nos encontramos ante una emergencia sanitaria me parece incuestionable». Un juicio subjetivo, curiosamente emitido por alguien que no puede reivindicar ninguna autoridad médica, y al que es posible oponerse a otros que son ciertamente más autoritarios, tanto más cuanto que admite que «las voces discordantes provienen de la comunidad científica», y que por lo tanto es en última instancia quien tiene el poder de decretar la emergencia. El estado de emergencia, continúa, a diferencia del estado de excepción, que incluye poderes indeterminados, «incluye sólo los poderes destinados al propósito predeterminado de volver a la normalidad» y, sin embargo, concede inmediatamente después, tales poderes «no pueden ser especificados de antemano». No es necesaria una gran cultura jurídica para darse cuenta de que, desde el punto de vista de la suspensión de las garantías constitucionales, que debería ser la única relevante, no hay diferencia entre los dos estados.

La argumentación del jurista es doblemente capciosa, porque no sólo introduce como jurídica una distinción que no es tal, sino que, para justificar a toda costa el estado de excepción decretado por el gobierno, se ve obligado a recurrir a argumentos fácticos y discutibles que están fuera de su competencia. Y esto es tanto más sorprendente cuanto que debe saber que, en lo que para él es sólo un estado de excepción, se han suspendido y violado derechos y garantías constitucionales que nunca se habían puesto en tela de juicio, ni siquiera durante las dos guerras mundiales y el fascismo; y que no se trata de una situación temporal, lo afirman con firmeza los propios gobernantes, que no se cansan de repetir que el virus no sólo no ha desaparecido, sino que puede reaparecer en cualquier momento.

Es quizás por un residuo de honestidad intelectual por lo que, al final del artículo, el jurista menciona la opinión de quienes «no sin buenos argumentos, sostienen que, aparte del virus, el mundo entero vive más o menos permanentemente en estado de excepción» y que «el sistema económico-social del capitalismo» no es capaz de hacer frente a sus crisis con el aparato del Estado de derecho. Desde esta perspectiva, admite que «la infección pandémica del virus que mantiene a sociedades enteras bajo control es una coincidencia y una oportunidad imprevista, que debe aprovecharse para mantener bajo control al pueblo de los subyugados». Deberíamos invitarle a pensar más detenidamente en el estado de la sociedad en la que vive y recordar que los abogados no son sólo, como desgraciadamente lo son desde hace tiempo, burócratas que sólo tienen que justificar el sistema en el que viven.

Fuente e imagen:  https://ficciondelarazon.org/2020/07/30/giorgio-agamben-estado-de-excepcion-y-estado-de-emergencia/

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Confluencia de virus en América Latina (II)

America Latina/20/05/2020/Autor y Fuente:  .anred.org

La pandemia altera el escenario de restauración conservadora y rebeliones populares. La derecha extiende la militarización y divulga argumentos negacionistas para resguardar las ganancias. Exalta ese lucro en desmedro de la vida y justifica el ajuste en plena emergencia. El experimento criminal de Bolsonaro es el gran test regional de los reaccionarios. El rumbo sanitario progresista de Argentina se extiende a otros planos sin zanjar una tónica definitiva. La comparación con México esclarece el curso de ambos gobiernos. En plena emergencia del coronavirus, Venezuela afronta con éxito la agresión imperial y Cuba ha recuperado un significativo protagonismo internacional por su labor solidaria. El repliegue estadounidense y la introspección europea desconciertan a las elites, mientras aumenta la gravitación de China ante la parálisis de los organismos latinoamericanos. Se ha introducido un paréntesis en la lucha social, en un marco de gran confluencia de reivindicaciones populares con cuatro debates en la izquierda. El humanismo socialista recobra significado. Segunda Parte – Por Claudio Katz1

 

Leer la Primera Parte

La pandemia reordena el contexto regional de los gobiernos reaccionarios, progresistas y radicales. También modifica el marco de las rebeliones populares que desafían la restauración conservadora.

Todos los mandatarios derechistas utilizan la cuarentena para militarizar sus gestiones. Han generalizado el estado de excepción y el protagonismo de las fuerzas armadas. En Colombia hay toque de queda y asesinatos de líderes sociales en sus propios hogares. En Perú se instauró una ley de gatillo fácil, que exime a los gendarmes de responsabilidades en el uso de sus armas. Pueden vulnerar con total impunidad el principio de proporcionalidad en sus respuestas represivas.

En Chile se ha postergado el plebiscito y aumenta el uso de un garrote, que ya provocó 45 asesinatos, centenares de heridos, miles de detenidos y 545 casos de pérdida parcial o total de la visión. También en Bolivia se pospusieron las elecciones e impera un gobierno pro-dictatorial, que intenta impedir con las botas el retorno de Evo. En Ecuador rige la misma brutalidad y una descarada manipulación de la justicia contra los opositores. En El Salvador el autoritarismo sanitario ha coronado la irrupción de los soldados en el parlamento y en Guatemala la cuarentena funciona en contubernio con el crimen organizado.

EL DESCARO NEOLIBERAL

Los derechistas despliegan todos los argumentos del negacionismo. Suelen exigir el fin de cualquier cuarentena subrayando su efecto demoledor sobre la economía. Con sorpresiva preocupación por los humildes, describen cómo las reglas sanitarias frenan el nivel de actividad afectando a los pobres. Pero omiten que la ausencia de esa paralización convertiría a los desamparados en las principales víctimas de la infección. Lo ocurrido en Europa y Estados Unidos ha corroborado ese impacto social diferenciado del coronavirus.

Los voceros del capital también señalan que la región carece de recursos, para implementar el freno de la economía que dispusieron algunos países de Europa2. Pero registrando justamente esa limitación, los gobiernos que protegen la salud pública han impulsado un aislamiento social más estricto.

La contraposición entre salud y economía que difunden los derechistas es totalmente falsa. Frente a una pandemia los cursos de resguardo deben ser definidos por los sanitaristas. A los economistas sólo les corresponde evaluar opciones de cumplimiento de esas reglas. No existe una pugna de primacías entre ambas disciplinas.

En el caso de Argentina, muchos exponentes del gran empresariado valoran la centralidad oficial asignada a los epidemiólogos, pero cuestionan la falta de una presencia equivalente de los economistas. Ignoran que el consenso entre los sanitaristas para actuar en una pandemia, no se extiende a convergencias similares en el manejo de las crisis sociales. En este terreno hay visiones invariablemente contrapuestas, para dirimir cómo se reparten los costos de las medidas adoptadas para contener la infección.

Los negacionistas encubiertos levantan la voz contra el autoritarismo y el manejo estatal discrecional de la pandemia3. Exceptúan de esta crítica a los mandatarios neoliberales que reparten palos entre los pueblos y apuntan su dedo acusador contra el “populismo”. Esa desventura es señalada como la invariable causa de todas las desgracias latinoamericanas4. Pero olvidan que el coronavirus se extendió especialmente en las administraciones neoliberales, como consecuencia del resguardo de las ganancias a costa de la salud pública. El fantasma del populismo no explica nada.

Tampoco es cierto que la pandemia disolvió las ideologías, imponiendo la vigencia de conductas pragmáticas entre mandatarios de distinto signo5. Si hubiera imperado esa equivalencia los resultados serían semejantes y no contrapuestos. Es evidente que Bolsonaro y Fernández o Lenin Moreno y Díaz Canel no transitan por el mismo sendero.

Algunos analistas resaltan la validez de la tesis pragmática, exhibiendo encuestas de aprobación indistinta a todos los gobiernos. Pero esos sondeos sólo aportan dudosas fotografías del momento. Además, la manipulación de la información socava la credibilidad de esas evaluaciones. Los grandes medios suelen desechar los informes que contrarían sus mensajes, con el mismo descaro que impugnan las cifras de la pandemia de los gobiernos hostilizados.

INDIFERENCIA FRENTE A LA VIDA AJENA

Los mensajes del neoliberalismo han asumido un inédito correlato de crueldad. El manifiesto que suscribieron todos los próceres regionales de la reacción sintetiza esa brutalidad6. Proclaman la primacía de la Bolsa frente a la vida humana (salvo la de ellos), exaltando las facetas más anti-humanistas de su credo. La prometida felicidad del consumo ahora ocupa un lugar secundario.

Esta nueva retórica es coherente con el comportamiento de la clase capitalista regional, que en los períodos de auge económico usufructúa de los subsidios del estado. En las crisis también reclama esas subvenciones, pero sin aportar ninguna contribución a la emergencia. Ese egoísmo retrata especialmente a las burguesías locales internacionalizadas, que se han distanciado por completo de sus precedentes nacionales.

La actitud adoptada por Techint ilustra esa conducta. Se transformó en la primera fortuna de Argentina lucrando con subsidios, privatizaciones y contratos y no dudó en disponer el masivo despido de operarios en medio de la cuarentena. Chantajeó a los trabajadores y al gobierno para imponer ese terrible atropello, que ha repetido en Guatemala, Colombia, Canadá, Brasil y Japón. La empresa fue directamente artífice del crimen social de Bérgamo, forzando la continuidad de labores en plena expansión del coronavirus. De esa forma actúan las multinacionales que se han autonomizado de los mercados internos, estableciendo sedes en ignotos paraísos fiscales.

Ciertamente la pandemia aportó una tabla de salvación a todos los gobiernos derechistas corroídos por las protestas del año pasado. Pero recuperaron la iniciativa en una coyuntura muy excepcional y les resultará difícil conservar el oxígeno logrado en esta crisis.

En muchos países la oposición ya recupera protagonismo (Ecuador, Colombia) y en otros la derecha ensaya andanadas, sin forjar proyectos o liderazgos (Argentina). La propia gestión de la pandemia exige un tipo de intervención estatal, ajeno al neoliberalismo mercantil que endiosan todos los reaccionarios. El gran test del futuro se procesa en Brasil.

LOS PERFILES DEL FASCISMO

Bolsonaro no se detiene ante la aterradora escalada de muertes que provoca su decisión de forzar la inmunización de la población ante el virus. Esa indiferencia retrata un experimento atroz, que ningún gobernante del capitalismo central finalmente se atrevió a ensayar en la práctica.

La alocada conducta y la lunática ideología del presidente brasileño ilustran su performance fascista. Mientras invoca a Dios y denuncia el “corona-comunismo”, tantea la viabilidad de un golpe autoritario para disolver el Congreso. Multiplica las provocaciones tosiendo en público y exhibe una maldad que combina los delirios retóricos, con la agenda clásica de la derecha neoliberal.

La necro-política que implementa frente a la pandemia es una variante la violencia fascista. Sin recurrir a la acción paramilitar propicia la muerte de los desamparados. Pero frente a la adversidad de los escenarios que afronta, aún está lejos de consumar su proyecto troglodita.

Bolsonaro ha instalado un discurso criminal pero no monopoliza el poder político. Mantiene una base social muy insuficiente y la influencia de su camarilla sobre los militares es una incógnita. Por estas razones cabe la posibilidad de un amoldamiento de su gobierno al patrón conservador clásico. También puede prevalecer su desplazamiento, si se crea una situación de ingobernabilidad.

La salida de Moro ha ilustrado por el momento la ruptura de la coalición con el establishment político, judicial y mediático. No se sabe si el ejército arbitra, tutela o depende de Bolsonaro. Las fuerzas armadas comparten su estratégica alianza con Trump y lucran con todas las prebendas corporativas que ha introducido el desequilibrado ex capitán.

Algunos analistas estiman que Bolsonaro afianza su predominio, forzando renuncias, desafiando el impeachment y negociando con militares, que a diferencia del pasado carecen de un proyecto propio de gobierno. Además, se presenta ante los poderosos como el único freno al retorno de Lula, con capacidad para imponer en el Parlamento las leyes del ajuste7.

La biblioteca opuesta resalta la inédita turbulencia política que generan las fosas de muertos y la economía en picada. El desbocado presidente pierde aliados y acumula un récord de denuncias para su eventual destitución8. Si esas tensiones convergen con una reactivación de las protestas por abajo, el gran anhelo de “Fora Bolsonaro” podría convertirse en el nuevo dato de América Latina.

VARIANTES DEL PROGRESISMO

La pandemia ha definido parcialmente el cariz del gobierno de Fernández, al frente de una coalición de vertientes conservadoras y progresistas del peronismo. Las primeras medidas y las figuras incorporadas a su administración ya presagiaban la preeminencia de los sectores centroizquierda. Ese anticipo ha sido confirmado en el manejo de la pandemia.

El tipo de protección sanitaria impulsado por el oficialismo expresa una visión progresista, pero muy alejada de propósitos radicales. Por eso se gestiona el control de la infección mediante acuerdos con el poderoso sector privado de la medicina prepaga. Se negoció con esas empresas la continuidad del servicio sin subir las cuotas y con cierta centralización de los recursos de las clínicas.

La postura progresista se verifica en un discurso anti-negacionista, que choca con la exigencia de levantar la cuarentena. Ese planteo ha contribuido a crear una importante conciencia colectiva del peligro que entrañan los contagios. Se ha producido una sorprendente aceptación de las restricciones, en un país reacio al acatamiento de esas normas.

El gobierno ha manejado las reglas del encierro hogareño sin ninguna militarización. Es cierto que abundan las denuncias de apremios, abusos e incluso represiones de las fuerzas de seguridad. Pero a diferencia del grueso de la región, esos actos no se inscriben en un marco de estado de excepción o toque de queda.

El contraste con las administraciones derechistas es notorio en varios terrenos y las diferencias con Brasil son abismales. Nunca los dos vecinos estuvieron tan distanciados en la gestión de una misma crisis. Ambos países recibieron los primeros fallecimientos por coronavirus en la misma fecha y al cabo de dos meses, la divergencia de resultados es abrumadora9.

Pero la reinvención progresista de Fernández frente al coronavirus será corroborada o desmentida, en su conducta frente a una crisis económica de gran arrastre recesivo y potencial cesación de pagos. Hasta ahora transitó por un sendero contradictorio. Por un lado, propicia suspender los pagos de intereses de la deuda por tres años, promueve medidas de control local de los precios, demanda a los bancos la tramitación veloz de los socorros a las empresas y anticipa un impuesto a las grandes fortunas.

Por otra parte, mantiene el encadenamiento al FMI y al futuro endeudamiento mediante canjes de títulos. Además, no implementa el freno efectivo de la carestía, convalida la obstrucción bancaria de los auxilios crediticios, tolera los despidos y la caída del salario. Habrá que ver cómo concluye la propuesta de gravar a los acaudalados. Fernández suele decir que “prefiere un 10% más de pobres que 100 mil muertos”, pero omite en esa ecuación a los ricos. Si los penaliza con impuestos significativos introducirá una variable que modificará el dilema presidencial.

La comparación con López Obrador permite evaluaciones ante otro referente de la centroizquierda latinoamericana. AMLO también transita por un camino intermedio, que lo enfrenta con la belicosa derecha mexicana. Pero mantiene buenas relaciones con Trump, elogia al ejército y negocia sin pausa con la gran burguesía.

Ha comandado una gestión más extensa que su par argentino, con magros resultados en la reducción de la violencia y la reactivación de la economía. Sostiene además cuestionados mega-proyectos de refinerías y transportes que afectan los tejidos sociales comunitarios.

Frente al coronavirus adoptó un curso de protección de la salud y ha ratificado que no despilfarrará los recursos públicos en el rescate de los grandes capitalistas. Pero López Obrador no evalúa la revisión de la deuda externa y tampoco la implantación de un tributo a las grandes fortunas. Ese gravamen es tan imprescindible en México como en Argentina, puesto que los diez principales potentados acumulan riquezas próximas a los 125 mil millones de dólares10. En un escenario económico que no presenta la gravedad de Argentina, AMLO ha optado por una variante más moderada del progresismo.

DEFENSA EJEMPLAR Y PROTAGONISMO SOLIDARIO

La recuperación de Venezuela y la nueva centralidad de Cuba aportan los dos datos singulares del eje radicalizado en la crisis del coronavirus. El régimen bolivariano actuó con gran decisión para controlar la infección. Afronta la pandemia junto a bloqueos económicos y agresiones militares cotidianas. Esa batalla en dos frentes realza el logro de haber limitado los contagios. Ningún otro país debe implementar la cuarentena en medio de una gran movilización defensiva, contra los paramilitares que alberga Colombia y entrena el Pentágono.

En plena pandemia Venezuela debió disponer el toque de queda en dos provincias fronterizas para repeler el ingreso de bandas terroristas. Activó la preparación de los milicianos, repelió una provocación desde la costa y desarticuló una operación mercenaria de la CIA, que intentaba tomar el principal aeropuerto. El mayor éxito fue la captura de miembros de las fuerzas especiales estadounidenses, que conspiraban bajo la pantalla de la empresa contratista (Silvercorp).

Esa privatización de la agresión con el uso de mercenarios ilustra la abrumadora ilegitimidad de la incursión escuálida. Retoma las formas más primitivas del bandolerismo y la piratería. Al no poder implementar una invasión en regla Trump propicia ese tipo de incursiones. Pero ya comienza a experimentar la misma derrota, que sufrieron sus antecesores en Cuba (Bahía de los Cochinos) y Nicaragua (captura de aviadores espías).

La derrota de la operación mercenaria acentúa el aislamiento de Guaidó que firmó el contrato de invasión con los forajidos, prometiendo remunerar sus acciones criminales con petróleo. La división de la derecha se acrecienta, además, en medio de brutales disputas internas por el manejo de las dádivas que provee el Departamento de Estado.

Maduro está ratificando una actitud de resistencia que evita la repetición de lo ocurrido en Bolivia. También recupera autoridad regional, con la recepción de los migrantes que retornan del exilio. Los derechistas que denunciaban esa masiva expatriación, ahora silencian la salida forzada que padecen muchos venezolanos para volver a su país. Los gobiernos que utilizaron ese flujo migratorio para denigrar el proceso bolivariano han archivado sus campañas “humanitarias” y se desembarazan de una incómoda masa de extranjeros.

El repunte político de Venezuela empalma con el nuevo protagonismo de Cuba. En el perdurable centro de las transformaciones revolucionarias latinoamericanas se ha controlado la pandemia con pocos recursos. La isla continúa lidiando con un bloqueo, que recientemente impidió la llegada de una donación de reactivos y barbijos enviado por el empresario chino Jack Ma.

Pero lo más llamativo es el renovado papel internacional de país. No sólo se acrecienta la utilización de un conocido antiviral cubano para combatir la infección (Interferón Alfa 2B). La solidaridad es el rasgo dominante en un gobierno que atendió de inmediato a los primeros turistas contagiados en los cruceros.

El papel descollante de los médicos cubanos ha enervado a todos los reaccionarios. Bolsonaro, Lenin Moreno y Añez repatriaron a esos contingentes, a pesar de su insustituible papel en la contención de los desmadrados contagios. En Argentina irrumpió una disparatada campaña contra médicos extranjeros “que tienen poca formación” y actúan como “agentes de inteligencia”. Este cúmulo de tonterías incluye descalificaciones profesionales y exóticas acusaciones de manejo estatal fraudulento de los honorarios11.

La ceguera anticomunista impide a los denunciantes registrar que la fama de los médicos cubanos, obedece a su especialidad en curaciones de campaña en riesgosos frentes sanitarios. Esa labor ha sido realizada en un centenar de países lidiando con el dengue, el cólera y los terremotos.

Basta comparar la función que cumplen estos brigadistas, con la nefasta acción desplegada por los partícipes de las “intervenciones humanitarias” que comanda Washington. Haití ofrece un nítido ejemplo de ese contraste. Mientras que los médicos cubanos socorren víctimas, los emisarios del imperialismo manipulan gobiernos, abortan elecciones, amparan la corrupción y han colocado a dos ONGs al frente del manejo actual de la pandemia.

En los últimos dos meses Cuba desplegó una extraordinaria labor de auxilio en Italia, Andorra, Jamaica, Venezuela, Nicaragua, Surinam, Belice y Granada y ha colaborado estrechamente en operativos dentro de China. Lo más impactante es su participación en socorros de países de alto desarrollo12.

La experiencia de estas brigadas para manejarse en escenarios de calamidades naturales suscita generalizados elogios. Su labor puede ser interpretada como una continuidad del proyecto internacionalista inicial de la revolución cubana. El legado de esa epopeya adopta un nuevo perfil en el escenario actual.

MUTACIONES GEOPOLÍTICAS

El encierro de Estados Unidos frente a la pandemia ha profundizado el declive del sueño americano entre sus vecinos del Sur. Las clases dominantes de la región están desorientadas por el agudo pasaje del “América first” al “América alone”. La sensación de abandono se ha intensificado frente cada improvisación de Trump.

La decisión de privar de fondos a la OMS en el pico de la infección ha sido particularmente impactante. La secretaría de CEPAL resumió ese desasosiego al proclamar que “no podemos contar con Estados Unidos”, que “requisa material médico para cubrir sus propias necesidades” y “ha perdido todo sentido de comunidad”13.

Los desubicados neoliberales desconocen este escenario, cuando propician el endeudamiento latinoamericano directo con la Reserva Federal, para afrontar la crisis en ciernes14. No registran la nueva reticencia del coloso del norte a retomar sus viejos auxilios.

El resentimiento de la región se acentúa, además, por la persecución que afrontan los indocumentados. Trump alienta ahora la expulsión de los inmigrantes contagiados, extendiendo a los latinos su furia contra China. Busca desesperadamente culpables de un virus que está devastando el sistema sanitario estadounidense.

El ataque a Venezuela sería la coronación de esa agresividad. Por eso despliega ridículas acusaciones de narcotráfico y ofrece 15 millones de dólares por la captura de los líderes chavistas. Pero una aventura bélica en regla es improbable en medio del uso de los portaaviones y las carpas de campaña para lidiar internamente con la infección. El ocupante de la Casa Blanca busca crear pánico con sus amenazas twiteras, pero sólo genera más repudios en toda geografía latinoamericana.

También la postura distante de la Unión Europea frente a las necesidades sanitarias de la región impacta en los grupos dominantes locales. Las viejas solidaridades frente a las catástrofes ya forman parte del pasado. Ahora prevalece el encierro del Viejo Continente en su propia y fallida batalla contra la pandemia. Las imágenes diarias de fallecidos en España han impacto en todo el universo iberoamericano. El fracasado manejo del coronavirus en ese país intensifica la erosión del padrinazgo peninsular sobre el Nuevo Mundo.

China ha quedado ubicada en la vereda opuesta. Los auxilios sanitarios consolidan su impresionante avance en la región. Salta la vista el contraste de actitudes con Estados Unidos y Europa. En lugar de emitir insultos o exhibir indiferencia, el gigante asiático ha ofrecido socorros. Hasta el propio Bolsonaro afronta problemas para consumar su sometimiento a Trump, ante la creciente influencia de China en los negocios de Brasil.

La gravitación de la nueva potencia en la crisis del coronavirus también confirma que China no es un simple jugador del “Sur Global”. Forma parte del selecto club de grandes colosos que definen la geopolítica mundial. La postura frente a la crítica situación que se avecina en el endeudamiento latinoamericano clarificará su posicionamiento real frente la región. La solidaridad coyuntural frente la pandemia puede quedar ratificada o anulada en esa estratégica definición.

Como cualquier pronóstico es muy prematuro, conviene evaluar con sobriedad las futuras relaciones sino-latinoamericanas. En lugar de emitir ingenuos elogios o recurrir a fantasmales prevenciones, corresponde recordar la imperiosa sociedad con China que necesita la región, para lidiar con el tradicional dominador estadounidense.

Pero los distintos replanteos afrontan el enorme vacío geopolítico creado por la pandemia. Los alineamientos derechistas están enmudecidos. El desorden que impera en Washington ha dejado sin brújula a sus peones de la OEA y el Grupo de Lima. También las alternativas forjadas en la década pasada están desarticuladas y en medio de una crisis monumental la CELAC y UNASUR no funcionan. El interregno del coronavirus ha creado un provisorio paréntesis en el ajedrez político regional.

RESISTENCIAS Y CONVERGENCIAS

La lucha social ha quedado muy afectada por el encierro impuesto con la pandemia. La imposibilidad de movilizaciones callejeras interrumpe la continuidad de las grandes protestas que emergieron durante el año pasado. Pocos días antes de la cuarentena, la conmemoración del día de la mujer suscitó enormes manifestaciones, en las principales ciudades de América Latina. La reclusión hogareña corta una secuencia, que debería recomenzar cuando finalice el peligro de los contagios.

Ese reinició afrontará un contexto económico-social terrible. Los anticipos de esas acciones populares ya se avizoran, en los movimientos que han mantenido activos los cacerolazos (Brasil) y el clamor vecinal (Bolivia, Colombia).

Las demandas más acuciantes involucran la protección sanitaria. Pero también crecen las exigencias frente a las distintas situaciones de imposible cumplimiento de la cuarentena. El llamado a “quedarse en la casa” no funciona en viviendas precarias, con heladas en invierno y sofocaciones en verano. Allí gana espacio la auto-organización, para implementar el aislamiento comunitario (“quedarse en el barrio”).

Las demandas de salarios compensatorios y alimentación son igualmente dominantes en varios países (Haití, Colombia o Bolivia). En todas partes las modalidades tradicionales de la huelga han quedado obstruidas y otro tipo de protestas informales se hacen oír. Un primer paro de repartidores de comida contra la precarización laboral y la falta de seguridad sanitaria despuntó en Argentina y tuvo eco en otros seis países. Los jóvenes bicicleteros promueven importantes iniciativas de organización sindical.

El eje democrático ocupa también un lugar central en la resistencia contra los gobiernos que militarizan su gestión. La organización de la batalla colectiva contra estos atropellos empalma con el gran espíritu de solidaridad que ha emergido frente a la infección. Son incontables las iniciativas de voluntarios que se anotan para ayudar a los enfermos, contagiados y adultos mayores. Esa oleada ilustra una creciente disposición a la acción colectiva.

Este escenario ha creado muchos terrenos para la convergencia de corrientes de izquierda con propuestas semejantes. Todas coinciden en fortalecer los sistemas de salud pública a escala nacional y en batallar a nivel global contra la mercantilización de los medicamentos, anulando los regímenes de propiedad intelectual.

La defensa de los derechos sociales se ubica al tope de esta agenda con exigencias de pago íntegro del salario, prohibición de los despidos e instauración de un ingreso universal garantizado. La cuarentena actualiza, a su vez, la demanda de alimentación suficiente y saludable, mediante la jerarquización de la agricultura cooperativa. La vivienda digna con servicios básicos garantizados se ha tornado tan imprescindible, como la suspensión de los desalojos y las moratorias de deudas a las familias asfixiadas por los pasivos.

Como todos los países necesitan financiar los gigantescos gastos públicos que exige la paralización de la economía, se ha tornado insoslayable la suspensión del pago de la deuda externa y su auditoria. Ante el desmoronamiento de la recaudación se impone la introducción de los impuestos a las grandes fortunas, con el modelo de una “tasa Covid” ya debatida en varios países15.

La defensa de los derechos democráticos exige el uso de mecanismos de prevención y no de represión. Es urgente la protección de los líderes y militantes perseguidos y la implementación de medidas efectivas para contener la violencia machista. Las cuarentenas han incrementado en forma exponencial la desprotección doméstica de las mujeres amenazadas.

Finalmente el rechazo de las provocaciones y los embargos imperiales contra Cuba y Venezuela es tan decisivo, como el sostén de la ayuda humanitaria internacionalista. Las coincidencias de toda la izquierda en estos programas facilitan las respuestas colectivas, pero no diluyen las controversias en curso.

CUATRO DEBATES

Para revertir la asfixia del endeudamiento externo hay varias propuestas de condonación del pasivo con los organismos multilaterales y negociación de moras o quitas con los acreedores privados. Estas alternativas permitirían un respiro en los pagos del tributo, pero no eliminarían la continuidad ulterior de la carga. Esa eternización de las transferencias a los banqueros mantendría el grillete financiero, que impide el desenvolvimiento con igualdad de la economía latinoamericana.

Por esa razón es más acertado demandar la suspensión inmediata de los pagos y la auditoria de todos los pasivos, situando en un mismo plano los compromisos con los bonistas privados y los organismos multilaterales. No existe ninguna justificación para disponer quitas en un caso y condonaciones en el otro. Esa distinción legitima un segmento del pasivo con idénticas sospechas de fraude que la otra porción.

Los reclamos de investigación de la deuda contradicen especialmente la convalidación de las acreencias con el FMI. Este organismo adoptó últimamente un disfraz de institución bondadosa, para desactivar los cuestionamientos a su conocido rol artífice del sufrimiento popular. Es una ingenuidad contribuir a esa mascarada, abriendo el camino para el próximo retorno del Fondo a su habitual papel de auditor del ajuste.

La segunda discusión involucra la forma de implementar los programas. Como la protección frente a la pandemia ha ratificado el rol protagónico de todos los estados frente a cualquier emergencia, las estrategias políticas que propugnan soslayar esa centralidad estatal afrontan renovados problemas.

Algunos partidarios de esa orientación describen cómo la crisis del coronavirus ha confirmado la necesidad de forjar el “buen vivir” y recuperar la armonía con la naturaleza. Pero no definen cuáles son los instrumentos políticos para alcanzar esos objetivos. La pandemia ha demostrado la insuficiencia de los senderos meramente cooperativistas. Sin protagonismo del estado no serían factibles las cuarentenas y los auxilios de la salud pública. Muchos teóricos autonomistas eluden esta conclusión o la aceptan en forma implícita sin conceptualizarla.

En la coyuntura actual esa divergencia contrapone el fomento de resistencias centradas exclusivamente en la auto-organización popular, con las estrategias que privilegian también las demandas al estado (salarios, impuestos, deuda). Sólo este segundo camino permite construir alternativas políticas significativas.

El tercer debate gira en torno a las modalidades de lucha en el nuevo escenario de militarización. En muchos países la pandemia es el pretexto utilizado por la restauración conservadora para instaurar gobiernos cuasi-dictatoriales. La resistencia a semejante autoritarismo exige superar el horizonte meramente electoral.

La batalla contra el totalitarismo de Añez, la represión de Piñera, el fascismo de Bolsonaro o las agresiones de Lenin Moreno no será eficaz, si queda atada a las anteojeras institucionales, que habitualmente guían la política del progresismo.

Esa corriente mistifica las reglas formales del republicanismo, sin notar cómo las clases dominantes tienden vulnerar esos principios. Las ingenuidades institucionalistas generan dramáticas consecuencias en el duro escenario que impera en la región.

La cuarta discusión en la izquierda involucra la insoslayable distinción entre los gobiernos derechistas y progresistas. Resulta indispensable reconocer la diferencia cualitativa, que separa a un mandatario como Bolsonaro de otro como Fernández. Ese reconocimiento es la condición para actuar con realismo, en sintonía con las esperanzas populares.

Los reaccionarios, neoliberales y fascistas conforman un bloque de enemigos acérrimos de los trabajadores. Sus adversarios progresistas, reformistas y desarrollistas exhiben limitaciones e incurren en capitulaciones e insuficiencias. Ambos sectores son muy distintos y el desconocimiento de esa divergencia enceguece a la izquierda. Un abismo separa el negacionismo criminal de la protección sanitaria frente a la cuarentena, y la misma distancia se verifica entre el estado de sitio y los acotados controles de la gendarmería.

Las corrientes sectarias suelen omitir estas diferencias recurriendo a conceptos ambiguos, que se aplican indistintamente a las administraciones progresistas y derechistas (capitalistas, bonapartistas, etc). Olvidan que esos genéricos presupuestos, no anulan las distinciones entre ambos tipos de gobiernos. El desconocimiento de este hecho conduce al auto-encierro en proyectos sin futuro.

ESTRATEGIAS E IDEALES

Una política de izquierda basada en dinámicas de radicalización permite evitar las ingenuidades autonomistas, las vacilaciones institucionalistas y las miopías sectarias. En la crisis generada por la pandemia esa orientación tiene muchas expresiones en programas, movimientos sociales y organizaciones políticas.

Esos espacios alientan el protagonismo popular para construir un proyecto anticapitalista. Apuestan a dilucidar a través de la experiencia cuáles serían las reformas posibles y propician abiertamente el avance hacia el socialismo. Promueven, además, articulaciones internacionales y acciones parlamentarias o callejeras, para forjar hegemonías políticas coronadas con rupturas revolucionarias. Ponderan especialmente la voluntad de lucha como una cualidad indispensable, en contraposición al florecimiento actual del escepticismo y la resignación.

En la convulsión global generada por el coronavirus se ha tornado particularmente relevante la contraposición entre humanismo y codicia. El primer principio protege a la población con cuarentenas y la segunda actitud condena al deceso a los sectores vulnerables. En un polo se ubica la defensa de la vida y en otro la indiferencia ante el sufrimiento y la muerte. Esa misma simetría se extiende a las conductas de solidaridad o agresión. Nunca ha sido tan transparente el contraste entre las provocaciones militares del Pentágono y los gestos de hermandad de Cuba.

El socialismo sintetiza esos principios de humanismo. No implica solamente un proyecto de largo plazo de justicia, democracia e igualdad. Supone ya mismo la defensa prioritaria de la vida. Los socialistas protegen la salud pública frente a capitalistas que sólo enaltecen sus ganancias.

BIBLIOGRAFÍA

-Marcelo Silva de Sousa  El virus se ensaña con Manaos 2 may. 2020https://www.lanacion.com.ar/

-Raúl Kollmann. Techint y el coronavirus: ajuste y apriete a escala mundial .. 19 abr. 2020 https://www.pagina12.com.ar/260612

-Arruda Sampaio Jr -“A generosidade com o capital contrasta com o absoluto descaso pelo ser humano” 01/04/2020 ww.correiocidadania.com.br/72

-Valerio Arcary Tres hipótesis sobre la dinámica política 7 abr 2020 https://correspondenciadeprensa.com/

-VVAA, Frente a la pandemia del Covid-19: ¡avancemos hacia la reconstrucción integral de México! 22 abr. 2020 – https://abarloventoinforma.com/

-Marco Teruggi  Venezuela: repelen incursión marítima procedente de Colombia. 4 may. 2020

-Arnold Antonin Radiografía de la crisis haitiana4 ene. 2020 –https://ladiaria.com.uy/periodista/arnold-antonin/

-Foro Patriótico de Papaya denuncia la total ineficacia del gobierno para enfrentar la pandemia”, 20 de abril de 2020 https://www.business-humanrights

-Emir Sader  La crisis del imperio y un mundo nuevo. 21 abr. 2020

-Claudio Katz. Los protagonistas de la disputa en América Latina. 20/11/2019 | https://vientosur.info/spip.php?article15321

-Instituto Tricontinental – Del 8M a las crisis del coronavirus: Movilización social, gobiernos en tensión y neoliberalismo en tiempos de pandemia, 9 abr. 2020 https://kaosenlared.net/america-latina

-Alfredo Serrano Mancilla, Guillermo Oglietti y Nicolás Oliva Consenso para la transición económica. 26 abr. 2020 https://www.pagina12.com.ar/262213

-Maristella Svampa  Reflexiones para un mundo post coronavirus. https://www.nuso.org/articulo/reflexiones-para-un-mundo-post-coronavirus14 abr. 2020 https://latinta.com.ar/

-Pablo Solón: El capitalismo del caos. 2 abr. 2020https://systemicalternatives.org

-VVAA Declaración internacional: Por un sistema único de salud público, gratuito y universal https://mst.org.ar/2020/04/30

-Tricontinental. A la luz de la pandemia global, pongamos la vida antes que el capital 21 mar. 2020 https://www.sinpermiso.info/textos

-VVAA- Llamamiento de los pueblos originarios, afrodescendientes y las organizaciones populares de América Latina 2 abr. 2020. . https://www.cadtm.org/

José Seoane*.  Potenciación de las crisis, fracaso neoliberal y desafíos populares. 15 abr. 2020 – https://notasperiodismopopular.com.ar /

NOTAS

1 Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz

2 Eduardo Levy Yeyati; Andrés Malamud. Coronavirus: ¿Cómo y cuándo salir de la cuarentena? La Nación, 29 de marzo de 2020.

3 Laura Di Marco, “Amagues autoritarios en medio de la pandemia” 10 abr. 2020. La Nación

4 Andres Oppenheimer, El populismo irresponsable, 20-3-2020 La Nació

5 Isabella Cota América Latina trata de aparcar las ideologías para priorizar los planes económicos,17-4-2020 https://elpais.com/noticias/america

6 Vargas Llosa Mario, Macri Mauricio, Aznar, José María Aznar y otros. Que la pandemia nos sea un pretexto para el autoritarismo” 23 abr. 020 https://www.clarin.com

7 Lincoln Secco, A famiglia no poder 08/04/2020 https://aterraeredonda.com.br David Maciel Bolsonaro aposta no caos  19 de abril de 20201 https://contrapoder.net/colunas

8 Dario Pignotti La renuncia de Moro puso a Bolsonaro contra las cuerdas 25 abr. 2020 https://www.pagina12.com.ar,/ Eric Nepomuceno Bolsonaro liquidado, o casi  25 abr. 2020 https://www.pagina12.com.ar/

9 A principios de mayo Argentina duplicaba el número de decesos cada 15,4 días y Brasil cada ocho. En el primer caso había 4,7 fallecidos por millón de habitantes y en el segundo 24. Las mismas diferencias se verifican en las emergencias hospitalarias. Raúl Kollmann Coronavirus: un análisis comparativo entre Brasil y Argentina, 4 mayo, 2020. https://www.pagina12.com.ar/

10 Manuel Aguilar Mora AMLO y el bonapartismo autista, 17 abr. 2020 https://www.sinpermiso.info/

11 Andrés Oppenheimer Coronavirus: médicos cubanos para la Argentina, La Nación, 29 abr. 2020

12 Katu Arkonada Cuba se escribe con S de solidaridad, 25 abr. 2020 https://www.jornada.com.mx Luiz Bernardo Pericás Cuba e o coronavírus  09/04/2020 – https://teoriaedebate.org.br/

13 Cepal: “Latinoamérica no puede contar con EE.UU. en la crisis del coronavirus”

7 abr. 2020 https://www.efe.com/efe/america/

14 Alejandro Izquierdo, Martín Ardanaz. Cómo puede financiar América Latina el combate al virus 15 abr. 2020, La Nación.

15 Hay proyectos en Argentina, España. Rusia, Italia, Suiza e Inglaterra, Alemania, Brasil, Ecuador, Chile, Bolivia y Perú, 29 abr. 2020, www.pagina12.com.ar/262701

Fuente e imagen: https://www.anred.org/2020/05/17/confluencia-de-virus-en-america-latina-2/

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Entrevista a Carlos Skliar: «Un mundo en estado de excepción no puede pedirle a la educación normalidad»

Entrevista/14 Mayo 2020/Autor: Pablo Gutiérrez del Álamo/eldiariolaeducacion.com

El escritor y pedagogo Carlos Skliar se muestra algo excéptico sobre los aprendizajes que puedan sacarse de esta crisis del Covid-19 que vivimos. El sistema de mercado, dice, es capaz de reponerse de las crisis y la sociedad, en muchos casos, se muestra acrítica con lo que ocurre. Un ejemplo puede ser el modo en el que los sistemas educativos siguen queriendo funcionar con «normalidad» en donde ya no queda nada «normal».

Carlos Skliar es muchas cosas: escritor, pensador, investigador y pedagogo. También es investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Argentina, CONICET, e investigador del Área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Argentina. Desde hace años tiene la vista puesta en la infancia y en las diferencias. Ha desarrollado lo que ha dado en llamar pedagogía de las diferencias, de hecho, y reflexiona sobre el papel que estas tienen en el mundo. Hablamos con él para saber cómo está viviendo estas semanas y para reflexionar sobre la educación en estos momentos de pandemia.

La contraposición habitual entre contenidos y competencias la evita para hablar de la necesidad de otros contenidos y formas de hacer, no solo ahora sino en general en la educación. Dar cabida a temas que implican una conversación sobre la vida y la realidad, dejando a un lado aquellos que parecen sacados de «los informativos de la televisión o a las formas superfluas de opinión de influencers y coachings en las pantallas».

¿Cómo está pasando este tiempo en Buenos Aires? ¿Cómo está siendo allí la pandemia, el confinamiento?

En Buenos Aires en particular, y en Argentina en general, hemos tenido la suerte de un Estado presente desde el comienzo, atento a la experiencia dramática de otras partes del mundo y, aun viviendo una situación de pauperización que se venía arrastrando desde hace un tiempo, consciente de que la dicotomía entre salud y mercado es falsa. El confinamiento sigue siendo estricto desde hace más de un mes, en general se lo ha respetado, pero suenan algunas alarmas a propósito de las violencias de género, las violencias hacia niñas y niños, y las difíciles condiciones económicas de quienes no pueden buscar su sustento diariamente,

En España, después de casi dos meses de encierro, niñas y niñas han salido a la calle ¿Cómo está siendo en la Argentina?

Todavía hoy, a fines de abril, las niñas y niños no han podido salir a la calle y ya hay una serie de medidas que indican que pronto lo harán. Se percibe ese aire enrarecido en las calles cuando, al salir por un trámite o una compra o para ayudar en algún centro educativo u hospitalario, no se ven ni niñas, ni niños, ni ancianos. El extrañamiento, para mí, es mayúsculo: el paisaje ciudadano está despojado de sus edades más frágiles, más esenciales.

Durante estas semanas de confinamiento, y las que quedan, aquí se intenta que el curso siga con cierta normalidad. Parece que darlo por terminado (quedan dos meses por delante) es excesivo, injusto. ¿Cómo lo ve usted?

Tengo una opinión desde los márgenes al respecto. Un mundo en estado de excepción, una vida puertas adentro, una sociedad amenazada y el distanciamiento social no pueden pedirle a la educación ni “normalidad”ni “habitualidad”. Por un lado creo que lo que nos salva es cierta ritualidad, sí, pero no una determinada repetición. Me da la sensación que dada la contingencia inesperada es hora que la educación revierta su tendencia dócil y adaptativa a las exigencias de la época anterior (el conocimiento lucrativo, la aceleración del tiempo, la híper-tecnología, el vínculo utilitario entre competencias y mercado, etc.) y pueda concentrarse en dos dimensiones poco reconocidas o bien abandonadas: por un lado la conversación a propósito de qué hacer con el mundo y qué hacer con nuestras vidas, justamente ahora que el mundo vuelve a estar en riesgo y que las vidas se han visto confinadas; por otro lado, el hacer cosas juntos que nos devuelvan el tiempo liberado: la narración, el arte, la lectura, el juego, la filosofía.

¿Cree que en este tiempo se está mirando correctamente a la infancia? ¿Hay margen para un cambio de perspectiva, más cercana a la de sus derechos?

Desde hace un tiempo vengo pensando que la época anterior a la pandemia había ya producido una separación dolorosa entre niñez e infancia, es decir, que la mayoría de los niños habían perdido la posibilidad de una experiencia de tiempo de intensidad, no sometida a la lógica de las finalidades, las utilidades, a la exigencia de rendimiento. No solo la niñez habría perdido su infancia sino la humanidad en general. La solución por los derechos me parece una parte del problema, quizá su carácter más enunciativo, pero creo que hay algo más: insisto en que buena parte de la actividad pre-escolar y escolar debería tener como condimento esencial el “devolver” infancia la niñez, esto es para mí lo más formativo, lo que se recordará con el paso tiempo, lo que hará que una nueva generación no se “adultice” tan rápida y dolorosamente.

En su pensamiento está presente la dicotomía entre vida y mercado, entre lo que es la educación y lo que debería ser. La situación actual, el interés de los gobiernos porque los contenidos curriculares sigan, a pesar de las carencias y dificultades de muchas familias y niñas y niños, ¿qué le parece?

Si entendiéramos por contenidos aquellas preguntas, cuestiones, problemas, encrucijadas que a cada momento pone sobre la mesa educativa, si pudiésemos comprender que esos contenidos no pueden solo parecerse a los informativos de la televisión o a las formas superfluas de opinión de influencers y coachings en las pantallas, si creyéramos de verdad que los contenidos configuran en realidad una conversación serísima sobre el mundo y sobre la vida, sean o no curriculares, dar continuidad tiene un aspecto de ritual que a mi modo de ver debe sostenerse. Pero quizá este procedimiento se ha vuelto obsesivo y poco interesante, reduciéndolo todo a sus formas más banales: dar tareas, exigir su cumplimiento, evaluar, y todo a través de mecanismos virtuales. Entiendo la situación de emergencia y la desorientación que nos provoca. Pero: ¿a esto queda reducida la forma –siempre informe, siempre por hacerse- de la escuela? ¿Y la conversación que debería acontecer, por ejemplo, durante y después de una lectura, de un juego, de una información determinada? ¿Y la compañía de los educadores y de pares? El mercado siempre parece encontrar respuestas a sus crisis, pero la educación no puede someterse a esa lógica ni hacer de cuenta que todo sigue tal cual era. Por el contrario, si hubiera alguna oportunidad en este tiempo, es aquella de mostrar esa “anormalidad”y las causas que la produjeron.

Hace unos días leía una entrevista que le hacían en Página 12. Decía en ella: “Dado el agobio de lo real, ¿qué espacio de libertad se puede crear?”. Hoy, dado el agobio generalizado, ¿qué se respondería a usted mismo?

Los espacios de libertad son siempre condicionales o condicionados, y quizá la palabra libertad hoy suene absurda o esté pisoteada. Cuando pienso en la experiencia de libertad lo relaciono con cierta imagen de apartarse, de refugiarse, de cuidarse de ciertos hechos horrorosos que el mundo viene provocando en las vidas; pero no lo hago en términos individuales, auto-referenciales, solo para quienes pueden ejercer una práctica libertaria personal. En educación esta palabra, como también igualdad o solidaridad, no puede ser sino una idea colectiva, y se refiere a la posibilidad de encontrar en las instituciones esos espacios liberados del trabajo y del peso que supone ser adulto en este mundo. En términos más acotados me parece que se puede oponer esa imagen de experiencia de libertad con la exigencia de rendimiento. Una actividad, que en sus orígenes es ofrecida como experiencia de libertad común y enseguida pasa a tener un aire a exigencia de rendimiento, pierde su sentido de presente y de trascendencia.

¿Cree que en estas semanas se ha revalorizado la relación entre maestros y alumnado o que puede afianzarse la idea de que la educación es posible sin docentes?

Había leído tiempo atrás que en cierta literatura especializada ya se anunciaba la educación sin educadores, y me resultaba curiosa la idea, por no decir absurda. La vida en general, no solo la vida escolar, sería impensable sin maestros, sin aquellos con quienes hacernos preguntas, sin aquellos con quienes pensar en voz alta, sin poder escuchar la narración de lo ancestral y no solo de las novedades, sin tener otras referencias adultas fuera de los padres, sin reunirse alrededor de lo público, sin aprender los modos artesanales en que se construyen los saberes, sin ser cuidados y sin la experiencia de la igualdad. Esto define no solo la necesidad de una figura sino también la necesidad de un espacio como las escuelas. Ahora bien: en esta contingencia los educadores están agotados, están trabajando mucho más que antes, deben preparar incluso lo que no puede prepararse de antemano, sin olvidar que en este lado del mundo las condiciones de esa labor siguen siendo precarias, tanto material como simbólicamente.

Tengo la sensación que durante la pandemia de lo que se trata en educación es solo de hacer hacer, de mantener ocupados a los niños y los jóvenes

¿Cuál puede ser el papel de maestras y maestros estos días?

Los partidarios del vínculo unívoco y absoluto entre educación y nuevas tecnologías, como única forma válida de transmisión en el reinado de las sociedades del aprendizaje, están de parabién.

Las escuelas, los colegios y las universidades están vaciadas –y llenas de fantasmas– en sus espacios pero no en sus dictados: todo se hace a distancia, como era de prever, sin olvidar que antes de la cuarentena buena parte de los sistemas educativos tendían a ello o deseaban hacerlo de una buena vez. La tecno-educación ya había invadido las aulas en buena parte de las prácticas y el mercado había apostado decididamente por la creación de una posibilidad cierta de hacer de las instituciones de formación salas virtuales, salvo bellas y contadas excepciones.

Cuánto de lo humano ya era en sí tecnología es algo que puede y debe discutirse, pero la invasión en estos tiempos críticos de recursos, formas, estrategias, diseños, herramientas, buenas prácticas, todos ellos afiliados a la idea de virtualidad es una preocupación que me resulta insoslayable. ¿Qué queda del educador que toma la palabra y la democratiza a través de los sinuosos caminos de las miradas y las palabras de los estudiantes? ¿Qué queda de las formas conjuntas de hacer arte y artesanía, de tocar la tierra, de jugar, bajo la forma tiránica de la pantalla siempre-encendida?

Tengo la sensación que durante la pandemia de lo que se trata en educación es solo de hacer hacer, de mantener ocupados a los niños y los jóvenes, de replicar horarios y rutinas. Como si pudiéramos reconcentrarnos en un mundo que está en aislamiento y olvidarnos de lo que nos angustia y conmueve. Así vistas las cosas, así condensadas, es factible que la imagen del educador quede completamente desdibujada, sea una suerte de parodia de sí misma, o bien ofrezca a algunos desapasionados por la formación la salida tan buscada a su propio hartazgo. Hay una confusión, deliberada o no, de medios y metas, de lo cerrado y lo abierto, del ejercicio y su posible trascendencia, de la tarea y del arte, del aprender por medio de, a aprender con alguien qué, de la conectividad y del contacto.
Hoy, ahora mismo, si hubiera una potencia en el educador ella es la del cuidado, la compañía, la conversación a propósito del mundo y de la vida, y la hospitalidad. No se trata de contenidos sino de continentes, no es una cuestión de formato sino de urgente presencia. Y no es un problema de estar-ocupados sino de estar-juntos.

Han quedado al descubierto las enormes diferencias en las condiciones de acceso a la educación de la infancia… ¿cree que aumentará la preocupación de los gobiernos una vez que termine el confinamiento?

Casi toda la infancia ha sido ahora dividida entre quienes acceden a internet desde sus casas y quienes no lo hacen y, de aquí, ya se ha vislumbrado una relación con el aprendizaje porvenir. Los gobiernos tienen y tendrán por delante una difícil tarea que es la reconstrucción desde las cenizas. Sin olvidar que los sistemas públicos de salud, de educación, de cultura, ya estaban comprometidos o desahuciados en buena parte del mundo, en estas latitudes habrá una niñez literalmente mucho más empobrecida que antes y habrá que imaginar y reinventar políticas de urgencia.

¿Qué habremos de aprender para salir de esta crisis con sociedades más fortalecidas?

Soy algo escéptico al respecto, porque podría ser que el sistema económico actual se haya visto herido en esta pandemia, y acelere sus procesos de desigualdad para compensar las pérdidas. También es cierto que se escucha por todas partes la idea de que estamos frente a una oportunidad. Que todo esto, cuando acabe, si es que acaba, nos hará mejores. Puede ser, ojalá, incluso me gustaría contribuir y participar en ello. Pero en este momento uno debería ser mucho más cauto o evitar, al menos, ser negligente: hay gente que se ha muerto y otra que se morirá, sobre todo ancianos, y no parece que morirse sea una oportunidad. En todo caso espero que la experiencia de pérdida de confort y seguridad, que la experiencia del hilo tenue que separa la vida de la muerte, que la experiencia de tantas y tantos que han hecho de este tiempo doloroso un tiempo de solidaridad, generosidad y responsabilidad, se imponga por sobre la mezquindad deshumanizante del mercado.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/11/un-mundo-en-estado-de-excepcion-no-puede-pedirle-a-la-educacion-normalidad/

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De la seguridad al coronavirus

Por: Raúl Zibechi

Desnudos ante el poder: Si aceptamos el confinamiento y la decisión unilateral del ejecutivo de restringir libertades y de imponer formas de conducta como el distanciamiento social; si las mayorías las aplauden mientras condenan a quienes las transgreden, es porque la sociedad ha sido ablandada y modelada por décadas de políticas de seguridad.

Los institutos de opinión pública uruguayos detectaron un cambio abrupto en la percepción de la población respecto a los problemas principales que enfrenta. Así, el diario La República titula en su edición del 23 abril “La salud desplazó a la inseguridad y ahora es la primera preocupación de los uruguayos”

La directora de Equipos Consultores, Mariana Pomiés, asegura. “Nos llevamos una sorpresa porque hace años la principal preocupación era la inseguridad y ahora se desplomó”. En su evaluación, la preocupación por la seguridad cayó del 58 al 5%, siendo desplazada por la salud y la economía, por ese orden.

La serie histórica que Equipos presentó el 14 de abril de la mano de Ignacio Zuasnábar, en canal 12, no deja lugar a dudas. Desde 2008 la seguridad y la delincuencia desplazaron a la desocupación como tema excluyente de los uruguayos. El año pasado, el 72% lo consideraron el problema principal en sus vidas.

Son datos relevantes ya que la serie histórica recorre más de una década, desde 2007, atravesando casi todo el período de los gobiernos progresistas. La seguridad es el dato central que permite explicar los resultados electorales de octubre y noviembre, o sea la derrota del Frente Amplio y el triunfo de una coalición multicolor que llevó a Luis Lacalle a la presidencia, pese a no existir nada que se parezca a una crisis económica en Uruguay, a diferencia de otros países de la región.

Aunque los datos son reales e indiscutibles, el enfoque me parece desacertado. La pandemia de coronavirus no desplaza a la seguridad como tema principal, porque se trata del mismo fenómeno social. El coronavirus es la expresión, en este período, de la preocupación ciudadana por la inseguridad, excusa para la aplicación de las políticas de seguridad desplegadas en los últimos 20 años, no sólo en Uruguay sino en toda América Latina.

Estamos ante una construcción política que está íntimamente ligada a lo que el filósofo Giorgio Agamben denomina como “estado de excepción”, devenido en el “paradigma de gobierno” en el período actual*. En su estudio sobre el origen el estado de excepción se remonta al “estado de sitio” durante la revolución francesa, ligado a la guerra contra enemigos externos que enfrentaba la Asamblea Constituyente en 1791. Posteriormente, a lo largo de los siglos XIX y XX, el estado de sitio se emancipa de la situación bélica que lo generó, “para ser usado como medida extraordinaria de policía frente a desórdenes y sediciones internas, deviniendo así de efectivo o militar en ficticio o político” (p. 29).

Insiste, mal que nos pese, en que fue la tradición democrático-revolucionaria y no la absolutista, la creadora del estado de excepción. Los “plenos poderes” que asume el poder ejecutivo supone en los hechos un vacío de derecho. Lo sucedido durante las dos guerras del siglo XX, con el ascenso del nazismo en el seno de regímenes democráticos, llevó a Walter Benjamin a decir que “el estado de excepción…ha devenido la regla”.

Agamben registra que la ampliación de los poderes del ejecutivo va mucho más allá de las conflagraciones bélicas, cuando todos los países en guerra aplicaron el estado de excepción. Bajo esa tendencia inexorable, “es la totalidad de la vida político-constitucional de las sociedades occidentales lo que comienza progresivamente a asumir una nueva forma, que quizá sólo hoy ha alcanzado su pleno desarrollo” (p. 43).

¿Cuáles son los mecanismos que llevaron a que el estado de excepción se haya convertido en el paradigma de las democracias? La mutación principal, consiste en que “la declaración del estado de excepción está siendo progresivamente sustituida por una generalización sin precedentes del paradigma de la seguridad como técnica normal de gobierno” (p. 44).

El filósofo sostiene, en una reciente entrevista, que el control a través de videocámaras y teléfonos celulares, “excede, por mucho, cualquier forma de control utilizada bajo regímenes totalitarios como el fascismo o el nazismo” y que las medidas que limitan nuestra libertad “nunca se habían aplicado en la historia de nuestro país”.

Si aceptamos el confinamiento y la decisión unilateral del ejecutivo de restringir libertades y de imponer formas de conducta como el distanciamiento social; si las mayorías las aplauden mientras condenan a quienes las transgreden, es porque la sociedad ha sido ablandada y modelada por décadas de políticas de seguridad.

Porque nos hemos acostumbrado a que el poder decida, con la sola aprobación de “técnicos” y “especialistas”, una gama cada vez más amplia de decisiones: quiénes son pobres y quiénes indigentes, quiénes pueden recibir ayudas y subvenciones, qué empresas están exentas del pago de impuestos y cuáles pueden vulnerar la soberanía nacional, y un largo etcétera. Hasta llegar a decidir en qué lugares debo usar tapabocas, cuántos pueden estar en un almacén y a qué distancia de otras personas debo sentarme.

¿Quién decidió que la pandemia es una guerra que debe ser enfrentada con métodos y modos militares? Los gobiernos, sin el menor debate público, argumentando la urgencia, la salvación de la población, el bien público, y otros similares. Todo ello sin que mediara el menor debate en la sociedad. Porque la fruta de la militarización de la sociedad fue madurando durante décadas de gestión de la seguridad con políticas de control policial.

El Estado/policía toma las decisiones y aplica las penas luego de marcar la falta, aunque en muchos casos el policía sea sustituido por un asistente social. La sociedad queda, de ese modo, desnuda ante el poder. Una desnudez, como dice Agamben, que es “una producción específica del poder y no un dato natural”.

* Giorgio Agamben, Estado de excepción, Adriana Hidalgo, 2004.

Fuente  : https://zur.uy/de-la-seguridad-al-coronavirus/

Imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/digital-crime-by-anonymous-hacker-1095422036?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Fseguridad%2F

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Última hora: Protestas por todo Santiago de Chile (Audios)

América del Sur/Chile/18-10-2019/Autoras(es) y Fuente: Colaboradores de Otras Voces en Educación (OVE)

Miles de jóvenes, estudiantes y comunidades de Santiago de Chile protestan en las calles en repudio al aumento del precio del boleto del metro.

A continuación tres reportes (audio) y un vídeo sobre la situación en Santiago de Chile desde las 20:00 horas.

 

 

 

 

Fuente: Colaboradores de Otras Voces en Educación (OVE)

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Ecuador levanta estado de excepción y toque de queda en Quito

América del Sur/ Ecuador/ 15.10.2019/ Fuente: www.telesurtv.net.

 

El jefe del Comando Conjunto de Ecuador, general Roque Moreira, confirmó el fin del estado de excepción en el país, impuesto por la protestas que sacudieron la semana pasada a la nación suramericana.

Ecuador levantó el estado de excepción a nivel nacional, y el toque de queda en Quito, informó este lunes el jefe del Comando Conjunto, Roque Moreira, después de que el movimiento indígena y el Gobierno del presidente, Lenín Moreno, llegaron a un acuerdo.

Moreira, confirmó el fin del estado de excepción en el país, impuesto por la protestas que sacudieron la semana pasada a la nación suramericana tras las medidas económicas decretadas por el Gobierno de Quito.

El toque de queda, también anulado este lunes, fue decretado solo para Quito el 12 de octubre.luego de las acciones represivas de las fuerzas del orden contra los miles de manifestantes reunidos en las inmediaciones del centro histórico de la capital.

Patricia Villegas Marin

@pvillegas_tlSUR

. Jefe del comando conjunto, general Roque Moreira, informó que terminó el Estado de Excepción y en consecuencia el ‘Toque de queda’.

Desde el 2 de octubre, Ecuador se vio convulsionado por una serie de protestas en contra de las medidas económicas anunciadas por el Gobierno.

En la noche del domingo, tras casi cinco horas de negociación, la dirigencia del movimiento indígena y el Gobierno de Moreno llegaron a un acuerdo para dejar sin efecto el decreto mediante el cual se eliminó el subsidio a los combustibles para reemplazarlo por otro.

Comisiones de las dos partes trabajan desde el domingo en el nuevo decreto, del que aún no se han dado detalles

Fuente de la noticia: https://www.telesurtv.net/news/Ecuador-levanta-estado-de-excepcion-y-toque-de-queda-en-Quito-20191014-0016.html

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Amnistía Internacional insta a Turquía a respetar los derechos humanos

Moscú/Juio de 2016/ Amnistía Internacional

El estado de emergencia en Turquía no es motivo suficiente para ignorar las obligaciones en materia de derechos humanos, declaró la organización Amnistía Internacional.

El estado de excepción, declarado por Turquía, no puede convertirse en una excusa para ignorar las obligaciones en la esfera de los derechos humanos», afirma un comentario del organismo publicado en su cuenta en Twitter.

La intentona golpista del pasado 15 de julio causó 232 muertos y más de 1.500 heridos, según los datos oficiales.

Después de sofocarla, el Gobierno respondió con una oleada de purgas en la que fueron detenidas o suspendidas decenas de miles de militares, agentes, jueces, funcionarios públicos y docentes.

El vice primer ministro de Turquía, Numan Kurtulmus, anunció este jueves que, mientras en el país esté vigente el estado de excepción, queda suspendida la Convención Europea de Derechos Humanos.

Fuente: http://mundo.sputniknews.com/europa/20160721/1062295576/ddhh-amnistia-caso-golpe.html

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