Colombia / 1 de julio de 2018 / Autor: Camila Londoño / Fuente: Eimlearning
En un artículo publicado en el diario Neuron, los neurobiólogos Blake Richards y Paul Frankland explican que el olvido no es un proceso de pérdida gradual de la información que sucede a pesar del esfuerzo por retenerla. Según los científicos, el objetivo de la memoria no es solo almacenar información con precisión, sino también optimizar la toma de decisiones en entornos caóticos que cambian de una forma rápida. En este modelo o entendimiento de la cognición, el olvido se entiende como una estrategia evolutiva y un proceso útil –que sucede en el fondo de la memoria– que evalúa y descarta información que no aporta a la supervivencia de la especie. ¿Qué quiere decir esto? Que bajo esta mirada, olvidar no es necesariamente una falla de la memoria, sino que, según lo explican Richards y Frankland, el olvidar puede ser una estrategia.
Según otros expertos, la memoria no es como una librería a la que accedemos cuando necesitamos información, sino que es más como una telaraña que recolecta información y la distribuye en millones de neuronas que están conectadas.
Entonces, cuando un estudiante aprende algo nuevo en clase, el material se codifica a través de estas redes neuronales y así, la experiencia de aprendizaje se convierte en una memoria. Olvidar es la némesis de este proceso; Según se explica en Edutopia, el psicólogo Hermann Ebbinghaus descubrió esto en la década de 1880. Ebbinghaus fue pionero en la investigación de la retención y el aprendizaje, y descubrió algo a lo que llamó “curva del olvido”, una medida de cuánto olvidamos en el tiempo. Lo que descubrió en sus experimentos es que sin ningún refuerzo o conexión con el conocimiento previo, la información se olvida rápidamente: aproximadamente el 56 % en una hora, el 66% después de un día y el 75% después de seis días.
Toda esta información evidencia que efectivamente los estudiantes pueden olvidar lo que aprenden.
Pero también, como explica el investigador Youki Terada en Edutopia, hay estrategias que se pueden aplicar para que todo el esfuerzo detrás de cada clase no se pierda y esto sucede porque un mismo circuito neuronal está involucrado con el olvido y la memoria. Terada comenta que un grupo de neurocientíficos del MIT explicó los mecanismos para el fortalecimiento sináptico en un artículo de 2015 también publicado en Neuron. Lo que ellos dicen es que, cuando las neuronas se disparan con frecuencia, las conexiones sinápticas se fortalecen. A esto se le llama plasticidad sináptica y esto es lo que explica por qué algunos recuerdos persisten y otros se desvanecen. En otras palabras, un acceso constante y repetido a la memoria almacenada que se está desvaneciendo, puede revivir la red neuronal que contiene la memoria para codificar un aprendizaje profundamente.
Otro dato interesante que vale la pena rescatar es que no todos los recuerdos se crean de la misma manera. Terada ofrece el siguiente ejemplo para explicar lo que dicen los científicos: sin un lector que habla español se enfrenta a las palabras NPFXOSK Y NARANJAS, recordará mucho más fácil la segunda palabra. Esto sucede porque ésta tiene un conjunto de letras más memorables. Es decir, las letras NPFXOSK parecen aleatorias, mientras que la palabra NARANJAS está relacionada con un contexto lingüístico ya codificado o aprendido. Además, la palabra NARANJAS invoca una memoria sensorial ligada a el olor, el sabor e incluso el color.
Entonces, ¿cómo lograr que los estudiantes recuerden lo que aprenden?
En un proceso de aprendizaje, los alumnos hacen nuevas conexiones sinápticas. Sabiendo esto, las formas de ayudarles a retener información es generando la mayor cantidad de conexiones posibles para ampliar esa telaraña de conexiones neuronales o accediendo a la memoria de forma constante y a lo largo del tiempo.
Hay cinco estrategias efectivas que según explica Terada, están validadas por la ciencia y son útiles para lograr este objetivo:
1) Las explicaciones entre pares: los estudiantes explican lo que han aprendido a sus compañeros.
2) El efecto de espaciar: en lugar de cubrir un tema y luego continuar, es clave revisar las ideas claves que se han trabajado a lo largo del año escolar.
3) Pruebas de práctica frecuentes: esta es una forma de impulsar la retención a largo plazo y, como beneficio adicional, ayudar a reducir el estrés, que a menudo afecta el rendimiento de la memoria. Esto puede hacerse a través de juegos como Kahoot.
4) Intercalar conceptos: cuando se agrupan problemas similares, los estudiantes no tienen que pensar en qué estrategias usar pues automáticamente aplican la misma solución una y otra vez. Por eso, intercalar obliga a los estudiantes a pensar y codificar el aprendizaje de una forma más profunda.
5) Combinar texto con imagen: las ayudas visuales son una buena forma de recordar la información más fácil. Los expertos dicen que es más fácil recordar lo que se ha leído y visto.
Estas estrategias, además de estar validadas por la ciencia, son simples y muy prácticas. Aunque el cerebro está conectado para olvidar, cualquier profesor puede implementarlas en el aula y esto, sin duda, puede marcar una diferencia en la forma como aprenden los estudiantes.