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¿Alguien puede pensar en las directoras de escuelas?

Los equipos de conducción escolar son los grandes orquestadores de la identidad de una institución. La mayoría están integrados por mujeres: entre un 90 y un 99 por ciento en el nivel inicial y primario y dos tercios en el nivel secundario. Hacen de pivote entre las necesidades de los estudiantes, las familias, les docentes y las bajadas educativas de los gobiernos. Sin embargo, están lejos de obtener un reconocimiento a la altura de sus responsabilidades: garantizar el funcionamiento diario de las escuelas, cada una un mundo, y los derechos de niños, niñas y adolescentes.


Son las dos de la mañana y suena el teléfono. Agustina se despierta sobresaltada y atiende. Habla en voz baja porque su pareja todavía duerme. También sus  hijos de 3 y 7 años en el cuarto de al lado. Se levanta, se cepilla el pelo rubio y ondulado y comienza a vestirse sigilosamente para salir. Todavía no está acostumbrada a estas interrupciones del sueño. Pero desde marzo, a sus 40 años, es vicedirectora de una escuela de nivel inicial de gestión estatal en la costa bonaerense. Y apaga incendios las 24 horas. Esta vez sonó la alarma del jardín y tiene que ir a corroborar que no haya entrado nadie a robar.

—Imaginaba que en un cargo directivo iba a estar más tranquila al no tener que estar en la sala con los niños todo el día, ni planificar cuando llego a mi casa, pero ahora tengo más cansancio mental que físico —dice.

El sujeto docente que está frente a un grupo ocupa gran parte de los debates en torno a la educación: qué contenidos enseña, cómo puede hacerlo mejor, qué pasa con su autoridad hoy. Sin embargo, los equipos de conducción de las escuelas definen gran parte de la identidad de una institución y su funcionamiento. En línea con la feminización de la docencia, la mayoría son mujeres. En el nivel inicial, un 99 por ciento.

Las directoras son las titiriteras de climas, rutinas y proyectos escolares que implican a las docentes de las aulas y a su vez lxs trascienden. Son determinantes en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Tienen a su cargo a decenas de maestras y profesores/as, el vínculo con las carteras educativas jurisdiccionales, con las familias y les estudiantes. Los desafíos de la gestión son enormes, pero en muchas oportunidades quedan postergados por la necesidad diaria de resolver emergencias.

Cuando Agustina se inscribió para ser maestra en el “Sara Eccleston”, un reconocido profesorado de CABA, lo hizo porque creía en la educación como “motor de cambio”. Y eligió el nivel inicial por su potencia artística, lúdica y multidisciplinar “con las infancias como protagonistas”. No se formó pensando en muchas de las tareas que realiza hoy, 16 años después, a 350 kilómetros: completar planillas diarias con la nómina de docentes y auxiliares, hacer rendiciones de los alimentos consumidos en el comedor escolar, gestionar con la municipalidad el corte del pasto del jardín, organizar ferias al plato para comprar cartulinas, plasticolas y goma espuma.

Accedió al cargo como muchas docentes de ciudades pequeñas: porque se liberó el puesto y alguien tenía que hacerlo. Ella trabajaba en la institución hacía 14 años y tenía el mejor puntaje. “Lo hice por amor al jardín”, cuenta. El primer “shock” fue cuando la sumaron a 20 grupos de WhatsApp al mismo tiempo, una dinámica de comunicación que muchas escuelas arrastran desde la pandemia. Agustina funciona como intermediaria. Si una mamá ve que su hijo volvió con el cuaderno roto a su casa, pregunta en el grupo qué pasó y la vice chequea la respuesta con la maestra.

“En otro momento se usaba el cuaderno de comunicaciones. Hoy pasa todo por WhatsApp. También con las maestras. Si una docente te avisa que está enferma el domingo a la noche tenés que ponerte a pensar cómo la reemplazás mañana. La clave es adelantarse a los problemas. A veces me quedo respondiendo mensajes hasta las once de la noche, cuando también quiero estar con mis hijos. Al principio pensé: ‘¿cómo voy a hacer todo esto?’. Después empecé a diferenciar lo urgente de lo que puede esperar”, reflexiona en diálogo con Feminacida.

En el jardín de dos turnos y 150 niñes no hay secretaria a cargo del trabajo administrativo. La sobrecarga de las tareas burocráticas y la falta de personal es uno de los principales problemas que enfrentan. En la escuela hay 13 proyectos de inclusión producto de distintos diagnósticos como el Trastorno del Espectro Autista, pero no la suficiente cantidad de acompañantes terapéuticos ni de fonoaudiólogas o psicopedagogas. Ya sea por hospital público o por obra social,  conseguirlos es una odisea. El trabajo recae solo en el cuerpo de las maestras.

Agustina dice que en su escuela no hay tanto ausentismo docente, pero sí un gran desgaste: “La mayoría de las maestras trabajan doble turno porque no llegan con el sueldo, entonces terminan agotadas. Esa exigencia lleva a que le bajen las defensas y se enfermen. Tenemos una preceptora que puede cubrir salas, pero a veces no alcanza y vamos la directora o yo”. Y si la auxiliar de limpieza no asiste, las propias docentes y directoras limpian las salas y los baños. También plantean una reducción horaria de la jornada. Cada tanto, esto genera malestar en las familias.

A “la vice” le encanta la sala. Aunque no es lo mismo “entrar y salir un rato” que ver de cerca cada día cómo los niños y niñas se afianzan como grupo, enriquecen su vocabulario o expresión corporal. Por momentos, la extraña “un montón”, pero entiende que su desafío es acompañar a otras docentes. Si antes iba a exposiciones de artes visuales pensando qué recurso llevar para sus actividades como maestra, ahora se la pasa recolectando libros de cuentos, canciones y títeres para las 17 docentes del jardín que les permitan trabajar la ESI o la interculturalidad.

“Le insistimos mucho a las familias para que vengan a las actividades de cierre de proyectos a compartir lo que aprendieron sus hijos/as a través del juego. Somos claras: esto no es una guardería, es una institución educativa”, afirma Agustina. Hace poco simularon un cuartel de bomberos con un autobomba de cartón. Los niños y niñas, vestidos de traje y con cascos, debían seguir las medidas de seguridad y recrear una serie de pasos para “apagar el incendio” una vez que sonaba la sirena.

En esas exposiciones, se ve gran parte del sentido del trabajo, aunque en la rutina de este jardín cercano al mar también abunda la belleza. Algunos niños y niñas suelen llegar dormidos. Los más valientes entran corriendo. Otrxs, a upa de sus madres y padres. A veces caminan con fastidio. En ocasiones, con ganas de jugar. Pero al final de la jornada casi todos y todas se van contentos, listos para contarles a sus familias cómo se divirtieron en el jardín.

—Una se queda tranquila de que cumplimos. Las familias trajeron lo más preciado que tienen, sus hijos, terminó el día y ellos aprendieron, jugaron. Pasaron cosas acá adentro.

Por esas “cosas que pasan” en una jornada  de 4 horas  –que terminan siendo 5 o 6 para el equipo directivo sin contar el trabajo en el hogar–, Agustina percibe un sueldo cercano a 700 mil pesos.


Escuela de puertas abiertas

Llueve en Madariaga, provincia de Buenos Aires, ciudad de 18 mil habitantes. Es invierno, los árboles que pueblan las principales avenidas están deshojados y las ramas se mueven con el viento. El pronóstico marca 5 grados de temperatura. Así no dan ganas de ir a la escuela. Pero esta vez, el equipo docente decidió proyectar Intensamente, una película de dibujos animados sobre las emociones, para todo el nivel secundario. Los adolescentes celebran que hay pochoclos. Martín, estudiante de Sexto año, llegó temprano. Se acerca a Sheila, la directora.

—Shei, tengo dos primos de mi edad que me dijeron: “Qué bueno que van a ver Intensamente, yo no la vi”.
—Deciles que vengan.
—¿En serio?
—Sí, que venga ahora que ya empieza. ¿Dónde están?
—Enfrente de mi casa. Ahí les digo.

Martín abre WhatsApp y les escribe.

—No me creen que pueden venir —jura el chico.
—¿Cómo se llaman?
—Víctor y Javier.

Sheila le pide un momento el celular y les manda un audio. La voz es aguda y alegre.

—Hola, Víctor y Javier… Chicos, los estamos esperando, salgan ya antes de que arranque la película.

“Ahí los tenías, pibes de 17 y 18 años muertos de risa con una película de Pixar. Jóvenes a los que tal vez nunca llevaron al cine, al teatro o a un concierto. A los que quizás no les leyeron jamás un cuento. Otros directores no dejarían entrar a nadie de afuera. Pero Víctor, que había dejado otra escuela hacía tres meses, se acercó y pidió la vacante. La película fue una puerta de entrada”, describe Sheila a Feminacida.

Además de dirigir la Escuela Secundaria Nº1 de gestión estatal en Madariaga hace casi dos décadas, Sheila Acosta Anzalone, de 55 años, es militante feminista, comunicadora social y escritora. En 2021 publicó La escuela y la alegría, una compilación de cuentos inspirados en la realidad de muchxs docentes que, durante la pandemia, redoblaron sus esfuerzos por hacer llegar la escuela a casa y evitar la deserción escolar.

Para Sheila, uno de sus mayores desafíos como directora es reducir la estigmatización que recae sobre el estudiantado de su escuela, que hasta 2006 fue un bachillerato para adultos. Hoy acuden adolescentes, la mayoría de barrios populares, hijos de trabajadores de la economía informal o de trabajadoras de casas particulares, que en su mayoría perciben ingresos de algún plan estatal, como la Asignación Universal por Hijo.

—Me interesa que la escuela sea el lugar donde los estudiantes puedan encontrar palabras para decir y comprender. Y si no las tenemos, las buscamos.

Sheila vive a 40 kilómetros de la escuela. Viaja en auto todos los días. Si llueve mucho, la ruta “es complicada”. Algunos días empieza a las seis de la mañana porque también da clases. A la mañana o al mediodía, dependiendo del día, inicia su trabajo de ocho horas como directora. Las puertas de la dirección siempre están abiertas a los estudiantes, que van con sus reclamos e inquietudes. “Acá no somos Tronchatoro”, comenta Sheila entre risas. Sus anteojos rojos le hacen juego con el color de pelo y el labial.



Hoy, la jornada inició con un conflicto de convivencia escolar: hubo reunión con los estudiantes para conversar porque ayer rayaron varios bancos. En otras ocasiones, las peleas estallan en las redes sociales y se abren paso en el aula: “¡Andá, pelo duro, que si no venías a mi casa a lavarte con shampoo te lo lavabas con jabón blanco!”.

—Con la crisis se dan cada vez más estas agresiones por dificultades en el acceso a productos básicos. De hecho estamos pidiendo mercadería para todos. Y ahí hay que remarla otra vez, conversar que es muy feo burlarse de eso.

Después, el equipo de conducción se encerró a leer. Falta poco para la reunión del ciclo “Conversaciones pedagógicas” entre directores de la jurisdicción que propone el gobierno provincial. Van a discutir el nuevo régimen académico. “Hablamos de cómo se puede incluir a pibes que quedan afuera del sistema si se flexibiliza la norma”, repone Sheila. Ella ya empezó a insistirle a los estudiantes que tienen varias “materias previas” para que las rindan.

Trescientos estudiantes. Cien docentes. Tres turnos. Hablar. Insistir. Recordar. Acompañar. Uno por uno.

En el recreo, con micrófono en mano, Sheila contó la historia de Fausto Maldonado, un joven de 20 años que cayó de un quinto piso al vacío mientras trabajaba en un edificio en construcción en Pinamar. No fue solo un accidente: la obra no cumplía con los protocolos necesarios de seguridad. Sheila no deja de pensar en sus alumnos. Muchos están a punto de egresar y aplicar a empleos similares como el de Fausto en la costa bonaerense. “Buscamos poner en conversación con la comunidad cómo no se cuida a nuestros pibes en el trabajo”, explica.



A la tarde tocó preparar la merienda porque faltó la auxiliar de cocina: leche chocolatada, pan con dulce de leche o mermelada.

―¿Y la hiciste vos?
―¡Pero claro! A las directoras no se nos caen los anillos por nada.

Sheila es orquestadora de iniciativas de todo tipo. Hace poco inauguraron un “salón de mujeres argentinas” con músicas, artistas visuales y activistas travestis. “Me fui a Mar del Sur a buscar un cuadro de una galería en homenaje a Eva Perón que nos donó una artista plástica”, cuenta.

Frente a la preocupación por la salud mental en los jóvenes, invitó a un jefe de los equipos de salud del hospital de Tandil para conversar sobre los cortes en la adolescencia. También, a una joven sobreviviente de suicidio que empezó a escribir poemas. “Me parecía interesante que contara la experiencia de tramitar ese dolor a través del arte”, explica.

En la pandemia, hasta se le ocurrió armar una radio. Sheila le pidió a los docentes que relataran sus historias personales. Ella contó la suya: fue mamá adolescente, como varias estudiantes de la escuela. Rindió quinto año libre, se anotó en Derecho, dejó de estudiar y tuvo que pensar en una carrera en el distrito en el que vivía. “El objetivo era que los chicos entendieran que las trayectorias no son lineales”.

La Sheila que no deja de contar proyectos escolares con entusiasmo no parece ser la misma que ya presentó su trámite jubilatorio. Pero lo es.

―Son muchas horas y fueron muchos años. Quiero descansar, mirar una serie, tal vez estudiar Psicología. Aunque la escuela va a ser siempre mi otra casa.


Una rectora que escucha reguetón 

Cuando era chica, a Analía no le gustaba “jugar a la mamá”. Agarraba sus muñecas, les ponía una lapicera en la mano y un papel enfrente y jugaba a darles clase. Para su cumpleaños, pedía como regalo un pizarrón y borradores. El destino docente era claro. Lo que no supo hasta sus 47 años es que también sería rectora de la escuela a la que fue toda la vida como estudiante. Una secundaria privada y laica en el barrio porteño de Villa Urquiza a la que acuden sectores medios.

―Nunca me interesó la gestión educativa ni hice un solo curso sobre eso en Escuela de Maestros ―jura.

Analía, profesora de Ciencias naturales, se había perfilado como especialista en Educación Sexual Integral. El impulso se lo dieron sus propios estudiantes en 2018, cuando la alentaron a abrirse, junto a una psicopedagoga, la cuenta de Instagram @consultorioesi que hoy tiene 67 mil seguidores. “Ana” también participó en el ciclo audiovisual “Seguimos educando” del Ministerio de Educación de la Nación en la pandemia dirigido a estudiantes de todo el país. Pelo corto marrón oscuro y carré, cara angulosa, tatuaje de flores en el hombro izquierdo, voz didáctica y asertiva. “La profe de ESI”.

En la escuela, Ana muchas veces recibía críticas de otros docentes por su militancia política y feminista. “Tenía un perfil muy combativo”, señala. En los últimos años, por momentos, no la pasaba bien. Hasta que gran parte del equipo directivo renunció o inició su jubilación y las autoridades de la institución le pidieron que fuera la próxima rectora. El desafío era “dar vuelta la secundaria”. Llenarla de chicos. Dotarla de sentido.

Analía empezó en 2022 la transición como directora de estudio y desde junio de este año es rectora. En el nivel medio, dos tercios de estos roles son ocupados por mujeres. Una cifra inferior a la del nivel primario e inicial. A su vez, Ana integra el 5,4 por ciento de directoras noveles de escuelas privadas de todo el país, según el Observatorio Argentinos por Educación. De acuerdo al sindicato Ademys, las rectoras de CABA que no tienen antigüedad en el cargo cobran un piso de $1.392.113 por la jornada completa. En cambio, quienes llevan más de 20 años en ese rol pueden llegar a los $2.206.940.

Para Ana, el trabajo colectivo junto a su equipo de conducción es fundamental en la gestión de la escuela. Otro mandamiento: “Antes del primer mate, nada”, dice entre risas.  El primero que llega a la dirección carga agua en el termo. Después, ponen un meme en el vidrio de la oficina para que los estudiantes lo vean mientras van subiendo la escalera. Cada día, uno distinto. También, música en  los parlantes: Charly García, Los Redondos, reguetón, ¿por qué no? “De golpe los pibes no pueden creer que suena Bad Bunny en la oficina de la rectora a las 7:30 de la mañana”.

Analía aprovecha cualquier información importante a comunicar para entrar a las aulas. La mayoría de los estudiantes de los últimos años la conocen porque la tuvieron como docente. Las chicas le piden toallitas en el recreo. A Ana le gusta esa complicidad. “Nosotros trabajamos principalmente para los pibes”, asegura. También habla de la necesidad de límites desde lo que llama la “pedagogía del cuidado”.  Casos como la toma de fotos a los docentes en clase para burlarlos en las redes sociales –hechos frecuentes en las escuelas– requieren sanciones claras.

El cuidado hacia los 50 profes de la institución es parte nodal de la tarea. Para Ana, un desafío es la recuperación de su motivación, muy horadada después de la pandemia. “La semana pasada lloraron tres docentes con mayor o menor antigüedad por el comportamiento de los pibes. No nos puede pasar que profes que entran al aula con unas ganas bárbaras de enseñar el Teorema de Thales salgan queriendo bajar los brazos. Ahí hay que acompañar al docente y hablar inmediatamente con el curso”, insiste.

¿Y las familias? “Un mundo”. Desde mapadres que se acercan a pedir un cambio de curso de su hijo porque “es el único varón del grupo”, a pesar de que eligió esa orientación, hasta otres que no quieren mandar a sus hijos de 17 años solos a las prácticas de aproximación al mundo del trabajo –obligatorias por resolución– porque nunca tomaron un colectivo. “No quiero ser injusta, estos planteos no son mayoritarios. Pero suceden. Y a veces salen con cada cosa que no lo podés creer. Yo a veces les digo que tal vez se equivocaron de institución. Es imposible hacer una escuela a imagen y semejanza de los deseos e intereses de cada uno”, advierte Ana.

Pero eso no es todo. A esa combinatoria hay que sumarle las modificaciones ministeriales del formato escolar, el régimen académico o los contenidos curriculares. “La burocracia muchas veces termina llevándose puesto el trabajo pedagógico. Después está la corrección política del lenguaje. ‘No es recuperatorio, es intensificación de aprendizajes’. ¡¿Me estás jodiendo? No hay manera. Para los pibes es recuperatorio”.

La palabra de los estudiantes aparece todo el tiempo en la voz de Ana: “Es mentira que no les interesa nada. Vino la Cruz Roja a dar un taller de RCP y les encantó. Otro día hubo un taller de matemagia y no podían creer los cálculos mentales que hacía el matemático, hasta sacaban la calculadora para contrastarlos. Estaban chochos. Pronto haremos murales. De lo que se trata es de salir de la típica feria de universidades y ofrecerles otra cosa”.

Al igual que Sheila y Agustina, Ana se siente más cansada que antes. “Es mucha energía. Subo y bajo escaleras todo el día. Puedo tener al mismo tiempo un piquete de quinto año porque quieren que los dejemos tomar mate en el aula, a una docente que pide que llamemos al médico porque un chico se lastimó, al preceptor pidiéndome urgente una reunión”, ilustra.

Ana podría jubilarse en 9 años. Pero en su cálculo contempla, más que nada, una variable.

—El día que no me entienda más con los chicos. Cuando eso ocurra, tarde o temprano, me voy.

Fuente de la información e imagen:  https://www.feminacida.com.ar

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El recreo y el aprendizaje

Por: Manuel Alberto Navarro Weckmann

“El juego permite a los niños usar su creatividad mientras desarrollan su imaginación, destreza y fuerza física, cognitiva y emocional”. Asociación Americana de Pediatría.

El recreo no es simplemente un tiempo para que las niñas, niños y adolescentes se desahoguen o un espacio para que sus maestros tomen un respiro. Es, en realidad, una parte crucial del día escolar que beneficia a los niños tanto a nivel físico como psicológico y social. Aquí, los niños exploran, crean, resuelven problemas, construyen relaciones y, en última instancia, aprenden.

En primer lugar, debemos entender que el recreo contribuye al desarrollo físico esencial de las niñas, niños y adolescentes. En una época en la que la obesidad infantil es un problema de salud pública, el recreo ofrece la oportunidad de que se muevan, quemen calorías y fortalezcan músculos y huesos. Más allá de esto, también fomenta la coordinación motora y el equilibrio, habilidades necesarias para la vida diaria.

En términos de salud mental, el recreo es una oportunidad para que los estudiantes reduzcan el estrés y la ansiedad que a veces pueden acumularse en el aula. Este tiempo libre también puede mejorar el estado de ánimo y la autoestima, aliviando la presión de las tareas académicas y permitiendo a estudiantes volver a las aulas con una mente renovada y lista para aprender.

El recreo también es un espacio vital para el desarrollo social. Aquí, en un entorno menos formal y estructurado, los estudiantes aprenden a compartir, a resolver conflictos, a negociar y a cooperar con otros. Estas son habilidades esenciales para la vida que a menudo no se enseñan de manera explícita en el aula, pero son igualmente importantes para su futuro.

Es en el recreo que los niños tienen la oportunidad de explorar y aprender a través del juego. Este tipo de aprendizaje lúdico, lleno de estrategia, memoria y habilidades motoras, complementa el aprendizaje formal que ocurre en el aula, ofreciendo a los niños un contexto práctico y agradable para aplicar y desarrollar nuevas habilidades.

Es importante destacar que el recreo fomenta la creatividad y la autonomía. Los niños son libres de inventar sus propios juegos, crear historias, practicar la toma de decisiones y asumir responsabilidades. Estos son factores esenciales para el desarrollo de la creatividad, la resiliencia y la capacidad para manejar situaciones nuevas.

Por todo lo anterior, es vital entender que eliminar o reducir el recreo, ya sea por castigo, por trabajo o por presiones de cualquier tipo contraproducente. En lugar de mejorar el rendimiento académico, puede terminar perjudicándolo. Los niños necesitan descansos para recargar energías, renovar su concentración y absorber la información que se les enseña.

Así, es fundamental comprender la importancia del recreo y defender su lugar en el día escolar. El recreo no es un lujo, es una necesidad para el desarrollo integral y saludable de nuestras niñas, niños y adolescentes. Juntos, podemos trabajar para asegurar que el recreo sea valorado como una parte esencial de la educación de nuestros hijos. Porque la educación es el camino…

https://manuelnavarrow.com

manuelnavarrow@gmail.com

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Escuela y salud mental pos-COVID

Por: Julio Leonardo Valeirón Ureña

Las secuelas dejadas por la COVID-19 y de manera particular por el encerramiento provocado, aún están presentes en todos nosotros, puestos de manifiesto en la pérdida de hábitos, pero sobre todo en el surgimiento de temores, ansiedades, estrés, frustraciones y muchos duelos “mal cumplidos”.

2020, año del cual se hablará como un antes y un después luego que la pandemia por el virus SARS COVID-19 impactó toda la vida económica y social, y de manera particular, la escuela. Nos vimos sumergidos en un mar de incertidumbres que puso y aún mantiene en jaque nuestro bienestar y nuestra salud física y mental.

Fue un hecho inevitable, que como plantea H. Gardner en su libro Mentes flexibles[1], pudo constituirse y quizás aún podamos hacerlo, en una oportunidad sinigual para generar cambios mentales que hagan posible el surgimiento de nuevas maneras de enfrentar, comprender y actuar ante la realidad, pero, sobre todo de valorar, en su justa medida, la vida.

Las secuelas dejadas por la COVID-19 y de manera particular por el encerramiento provocado, aún están presentes en todos nosotros, puestos de manifiesto en la pérdida de hábitos, pero sobre todo en el surgimiento de temores, ansiedades, estrés, frustraciones y muchos duelos “mal cumplidos” que continúan abonando situaciones insospechadas en nuestra estructura mental generando muchas otras secuelas psico-emocionales.

Escuela y nuevas estructuras mentales

El autor de las inteligencias múltiples pone de relieve la importancia de lo que él llama factores o “Palancas de Cambio”, para el desarrollo de nuevos y más eficaces aprendizajes, tanto sociales como desde la escuela. Identificó siete: la razón, la investigación, la resonancia, las redescripciones representacionales, los recursos y recompensas, los sucesos del mundo real y las propias resistencias a los cambios, las que pueden constituirse en oportunidades para aprender generando nuevos esquemas mentales.

La escuela como el espacio fundamental para la socialización y los aprendizajes, puede jugar un rol primordial para la adquisición de nuevos aprendizajes, como nos propuso Jacques Delors a mediados de la década de los noventa en su importante obra La educación encierra un tesoro[2], y que magistralmente resume en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás, y aprender a ser, los cuales los armoniza proporcionándole a la educación una doble misión en ese sentido: el descubrimiento del otro y la búsqueda de objetivos comunes. Todo ellos, aprendizajes que apuestan a la vida, cuestión esta fundamental en la situación que actualmente vivimos como producto de la pandemia y sus secuelas.

Construir nuevos relatos

Poniendo en diálogo creativo ambas propuestas, se trata de construir nuevos relatos interpretativos de la realidad vivida que posibiliten al mismo tiempo la generación de nuevas explicaciones y estados emocionales que al tiempo que contribuyan con el desarrollo de nuevas actitudes y comportamientos personales y sociales.

Así, haciendo uso de la razón, del pensamiento analítico y crítico, de la investigación del evento que nos conmocionó, la pandemia y sus secuelas, posibilite entonces la re-descripción representacional de la realidad vivida a través del dibujo, la representación gráfica, los juegos, la poesía, el teatro, la música, el cuento y la anécdota, el ensayo, etc., incentivando la creatividad para producir nuevos relatos que contribuyan con superar los miedos y las incertidumbres, apostando por nuevas maneras de ser y nuevas maneras de vivir juntos, en que deberes y derechos ciudadanos se armonicen en la búsqueda del bienestar y la salud personal-colectiva.

Unidad razón-emoción

La contención emocional que generó la pandemia y el encerramiento puede y debe ser enfrentado desde la unidad razón-emoción, a través de estrategias y actividades lúdicas, como de proyectos, que vinculen a estudiantes y maestros en la construcción de nuevas realidades subjetivas, provocadoras al mismo tiempo, de nuevas maneras de sentir, de pensar y de actuar. Lo lúdico, en el amplio sentido de la palabra, procurará facilitar y promover en la escuela relaciones más cálidas y solidarias, de mayor entusiasmo como deseo y compromiso por aprender, por experimentar nuevas maneras de hacer las cosas, posibilitando aprendizajes significativos y generadores de nuevos conocimientos y emociones positivas.

A este propósito Gardner en su obra El desarrollo y la educación de la mente[3] señala: “En la mayoría de los países, la escuela a lo largo de su historia ha centrado el interés casi exclusivamente en el lenguaje y la lógica. La educación formal ha ignorado prácticamente otras formas de representación mental: formas artísticas (musicales), atléticas (corporales), de relaciones personales (conocimientos de los otros y de uno mismo); conocimiento del mundo natural; conocimiento de grandes cuestiones. Todas estas “estructuras de la mente” están ahí para ser utilizadas”.

La escuela no puede seguir funcionando de espalda a la vida, como si nada ha pasado. Todos sus contenidos prescritos en el currículo deben estar puestos a la generación de nuevos relatos, de nuevas maneras de entender y representar las cosas, desde la perspectiva del bienestar colectivo, abriéndonos hacia formas de vida más expansivas y saludables, más cargadas de optimismo y esperanza, de solidaridad, de empatía y compasión, temas estos tan importantes en el momento que vivimos.

Antes que nada, se trata de formar seres humanos que respeten la vida y aprendan a cómo vivirla en armonía consigo mismo, los demás y la naturaleza.

Como institución para aprender, la escuela debe ser organizada para hacer posible que los estudiantes, en sus diferentes edades, desarrollen y aprendan las competencias y habilidades que los prepare para el ejercicio de una ciudadanía responsable en todas las dimensiones de la vida. Que desde la sensibilidad de la vida infantil y transitando hacia el desarrollo del lenguaje y cuanto ello nos permite para pensar, construir y expresar nuevas realidades, se estructure en proyectos colectivos en que el “la responsabilidad y el respeto por la humanidad” se constituyan en valores fundamentales.

La escuela debe prefigurar la sociedad que queremos vivir todos juntos.

[1] Gardner, H. (2004). Mentes flexibles. El arte y la ciencia de saber cambiar nuestra opinión y la de los demás. Paidós. México.

[2] Delors, J. y et al: (1996). La educación encierra un tesoro. Ediciones UNESCO. México.

[3] Gardner, H. (2012). El desarrollo y la educación de la mente. Espasa Libros, S. L. U. España

Fuente: https://acento.com.do/opinion/escuela-y-salud-mental-pos-covid-9105257.html

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La mitad de los alumnos con altas capacidades ha sido víctima de acoso escolar

Por: ABC

Una investigación liderada por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) señala que es tres veces más probable que un alumno con altas capacidades sea victimizado por sus compañeros que otro sin altas capacidades.

La mitad de los alumnos diagnosticados con altas capacidades en España ha sido víctima de acoso escolar, frente a uno de cada cuatro alumnos sin altas capacidades, según concluye el estudio llevado a cabo por el grupo de investigación Ciberpsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) con la colaboración de más de 50 asociaciones de alumnado con altas capacidades del país . Según esta investigación es tres veces más probable que un alumno con altas capacidades sea victimizado que otro sin altas capacidades. Asimismo, plantea que los alumnos con altas capacidades son susceptibles de padecer mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión a causa del acoso por parte de sus compañeros.

El estudio, realizado en colaboración la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), comparó la prevalencia de victimización y perpetración de acoso escolar entre una muestra con alumnado con altas capacidades y sin ellas. Participaron 449 adolescentes diagnosticados con altas capacidades de todo el territorio nacional y 950 estudiantes, sin diagnóstico de altas capacidades, de 14 centros de siete comunidades autónomas. Los resultados señalan que el alumnado con altas capacidades presenta una prevalencia de victimización significativamente mayor. Un 50.6% está implicado en problemas de victimización, frente a un 27.6% en alumnado sin altas capacidades. De esta forma, es tres veces más probable que un alumno con altas capacidades sea victimizado que otro sin altas capacidades.

Por el contrario, el número de agresores en ambas muestras no presenta diferencias estadísticas (un 1.1% en alumnado con altas capacidades y 2.4% en alumnado sin altas capacidades ). Además, el estudio sugiere que ser víctima, tanto para el colectivo de altas capacidades como aquellos que no lo son, supone altos niveles de estrés, ansiedad, depresión y una menor calidad de vida relacionada con salud . No obstante, las víctimas que presentan altas capacidades reportaron significantemente mayor estrés que las víctimas sin altas capacidades.

«Estos hallazgos son especialmente pertinentes en el ámbito educativo y social, ya que ponen de manifiesto que este importante colectivo sufre los envites de la violencia de una forma especialmente relevante . Es tarea de todos los estamentos trabajar en pro de un entorno escolar seguro. Debemos seguir trabajando para reducir la discriminación dentro de las aulas (ya sea por orientación sexual, religiosa o cualquier otra característica particular) y por una verdadera integración de todo el alumnado», indica Joaquín González-Cabrera, autor principal del estudio e investigador principal del Grupo Ciberpsicología de UNIR.

Por su parte, el experto nacional en altas capacidades Javier Tourón, profesor emérito de UNIR y corresponsable del estudio, señala que «estos resultados ponen de manifiesto la urgente necesidad de apoyar el desarrollo del talento y la salud psicosocial de este grupo de estudiantes al que es preciso, como exige la ley, identificar de manera temprana a fin de poder establecer las medidas educativas adecuadas para su progreso personal, pues constituye el capital social más importante de este país».

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-mitad-alumnos-altas-capacidades-sido-victima-acoso-escolar-202207010010_noticia.html

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‘El Juego del Calamar’: por qué los menores no deberían verla

La popular serie está catalogada para mayores de 16 años. Sin embargo, muchos menores ya la han visto y se están dando casos de estudiantes de Primaria que reproducen los juegos de la ficción en el patio de los centros. Docentes y expertos hablan del efecto negativo de la serie sobre los menores.

La serie surcoreana ‘El Juego del Calamar’ está siendo todo un éxito en la plataforma Netflix. Pero, ¿cuáles son las razones para que 130 millones de usuarios la hayan visto desde su estreno el pasado septiembre?

Quizá es el argumento: 456 desconocidos aceptan participar en una competición con una millonaria recompensa económica (que solo puede ganar uno) y que aliviaría las deudas que tiene cualquiera de los participantes. Quizá son las pruebas a las que se somete a los protagonistas, todas ellas inspiradas en juegos infantiles: luz roja, luz verde (basada en el escondite inglés), la cuerda, el juego de las canicas, las galletas de azúcar, el puente de cristal y el juego del calamar (al que se debe el título de la ficción y que se trata de un conocido juego de los años 70 en Corea del Sur). O quizá es la violencia extrema a la que exponen a los competidores (los jugadores que pierden son literalmente ‘eliminados’) y por la que la serie ha sido catalogada para mayores de 16 años.

Lo cierto es que la ficción no solo está enganchando a adultos de todo el mundo. También está teniendo mucha repercusión entre los niños desde los 7 u 8 años que ven la serie y, en algunos casos, se lanzan a ‘imitar’ en la vida real los juegos de la serie.

¿‘El Juego del Calamar’ en los colegios?

Y para comprobarlo sólo hay que ver que las ya famosas pruebas a las que se enfrentan en la serie de ficción se están haciendo virales en forma de retos a través de redes sociales como TikTok (como este o este otro) y los estudiantes son los que, principalmente, los llevan a cabo. Tanto es así que ‘reproducen’ los juegos en los propios patios de los centros. Y así lo comentan distintos docentes en la red social Twitter:

El Juego del Calamar ha llegado a los patios de la escuela. Juegan al pica-pared de toda la vida, pero si alguien se mueve le disparan con pistolas y se quedan tendidos en el suelo hasta que termina la partida. Hay que revisar los referentes de los niños y niñas del siglo XXI. Tenemos trabajo!”

Anna Martori es docente en la Escuela de Educación Infantil y Primaria FEDAC de Montcada i Reixach (Barcelona) y hace unos días se dio cuenta de que un grupo de 15 estudiantes de segundo de Primaria (entre seis y siete años) estaban jugando a ‘luz roja, luz verde’ (es decir, al escondite inglés), pero reproduciendo la versión de la serie. Tal y como comenta para el periódico Nius: “Había un niño que la ‘paraba’ y otros dos que vigilaban y, cuando uno se movía cuando no debía, simulaban dispararle con sus manos imitando una pistola, y este se quedaba estirado hasta acabar el juego».

Esta otra maestra destaca que estudiantes de 3º y 4º de Primaria también estaban jugando a esa misma prueba en el patio, lo que les obligó a investigar cómo habían llegado a conocer la serie. Así lo señala en el hilo de este tweet: “Decidimos indagar hasta dónde llegaba el tema y de forma aparentemente casual preguntamos en clase qué película o serie habían visto últimamente. Al salir ‘El juego del calamar’ y preguntar quién la había visto, más de la mitad lo había hecho… Al preguntar cómo la habían visto, la mitad dijo que la había visto solo en su móvil. La otra mitad la han visto ¡CON SUS PADRES! “

Otro docente se muestra ‘impotente’ al comprobar que la mayoría del alumnado ha visto la serie y cómo le está afectando (a los que no la han visto) para socializar con los demás, ya que no pueden ser partícipes de los juegos.

“Impotencia de ver a todos los alumnos en el patio jugando a “Línea roja, línea verde” (Que no al pollito inglés, que hasta hace 4 días era “muy infantil para nosotros”)…  De ver un alumno con un triángulo pintado en la frente… De ver a una alumna llorando porque no le dejan jugar, ya que los abuelos y las mujeres son débiles y no se les quiere en su grupo. De ver como ya piden en Halloween poder disfrazarse de los seguridades que vigilan a los jugadores”.

¿Moda pasajera?

Pero este fenómeno no solo ocurre en los colegios españoles. En Bélgica son varios los centros que se han alarmado al comprobar que los estudiantes estaban recreando algunas de las escenas de la ficción (incluso haciendo uso de la violencia). Y no únicamente en las escuelas. En Reino Unido se ha detectado una serie de mensajes en redes sociales que animan a participar en una prueba similar a la que aparece en la serie y en la que el perdedor puede ser disparado en la cara con una pistola de aire comprimido.

El juego del calamar

No obstante, voces como las de Toni Solano, docente y director del IES Bovalar de Castellón de la Plana, consideran que será una moda pasajera, como tantos otros fenómenos televisivos. “Seguramente en unos meses tendremos otra serie de la que no pararán de hablar, como ya hemos visto con ‘La Casa de Papel’ y otras similares”. Y apunta dónde se encuentra el verdadero ‘peligro’: “Es sorprendente que esto levante tanto revuelo cuando muchos niños de 12 años reconocen que se meten con el móvil en su habitación y pasan horas sin control, incluso de madrugada. Por ello, me preocupa mucho más el impacto de la publicidad sexista en casi todos los contenidos adolescentes o infantiles, que reproducen modelos machistas o en los que aparece implícita la violencia hacia las mujeres” ¿Pero cómo se gestiona esta situación? “Desde casa, donde cada familia debe ocuparse de filtrar el contenido según la edad o madurez de sus hijos”, destaca el docente.

Ansiedad, estrés y miedo

Al hilo de lo comentado por Solano en relación al control por parte de las familias, la psicóloga Rocío Rivero ofrece tres claves a tener en cuenta cuando se trata de contenidos violentos o dirigidos exclusivamente al público adulto.

  • Evitar que los menores la visualicen. “Una serie de este tipo, con alto contenido violento, no debería verla ningún menor ya que puede generar ansiedad, estrés y miedo. Los niños cuentan con pocos recursos para gestionar esas emociones”.
  • Tener en cuenta los problemas que una ficción de este tipo le puede acarrear a un menor a largo plazo. “Puede que estos efectos (el miedo, la ansiedad o el estrés) no sean inmediatos, pero sí son acumulativos si los menores que ven esta serie también ven otras del mismo estilo o juegan a videojuegos violentos, por ejemplo”.
  • Saber diferenciar entre realidad y ficción. “Los niños aprenden por imitación y, por tanto, van a reproducir las conductas que vean a su alrededor. Además, les cuesta diferenciar entre realidad y ficción. Esta serie no solo refleja un alto grado de violencia, sino que además lo han asociado a los juegos propios de la infancia”, concluye.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/el-juego-del-calamar/

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¿Qué es la inteligencia emocional y por qué necesitamos enseñarla?

Por: 

Entender y gestionar nuestras emociones en una forma que aminore el estrés se ha vuelto más que necesario.

Las habilidades para el autoconocimiento, gestión de las emociones y la comunicación eficiente se han vuelto una necesidad crítica en tiempos de pandemia. Hay mucha información nueva que procesar cada día. Síntomas sociales propios del estado mundial actual, entre los que se cuentan el doomscrooling, las cámaras de eco y la radicalización, nos obligan a replantear la forma en que enseñamos a razonar y comunicar, especialmente si las interacciones no son cara a cara.

¿Qué necesitamos para navegar esta nueva normalidad de forma inteligente, empática y humana? Además del pensamiento crítico, el auto cuestionamiento y la comprobación de hechos, sería importante considerar una habilidad que podría ser crucial para adaptarse a una realidad en la que terminamos conviviendo más detrás de una pantalla que presencialmente, necesitamos prestar atención y aprender sobre los beneficios de la inteligencia emocional.

La importancia de gestionar las emociones

Cuando hablamos de inteligencia emocional (IE), nos referimos a la habilidad de entender, usar y administrar nuestras propias emociones en formas que reduzcan el estrés, ayuden a comunicar efectivamente, empatizar con otras personas, superar desafíos y aminorar conflictos.

Un nivel alto de inteligencia emocional nos permite forjar relaciones sanas y equilibradas dentro del núcleo familiar, en la escuela y en el trabajo. También es la herramienta básica para la autocrítica positiva, un recurso muy útil para aproximarnos sin juicio a nuestras propias cualidades y áreas de oportunidad con un propósito de mejora.

Pero ¿qué es la inteligencia emocional? La IE consta de cinco pilares fundamentales cuyo objetivo es proveer de mecanismos para entender la raíz de las emociones, aprender a navegar a través de ellas y establecer las bases para una comunicación efectiva.

Los cinco pilares de la inteligencia emocional

Elaine Houston, investigadora de psicología positiva y especialista en ciencias de la conducta escribió para positivepsycology.com sobre los cinco elementos de los que se compone la inteligencia emocional. Estos elementos fueron mencionados por primera vez por el autor Daniel Goleman en 1995.

La autoconciencia es el escalón de donde parte toda la estructura de la inteligencia emocional, se trata de la habilidad de reconocer y comprender nuestras propias emociones y cómo estas impactan a otros. Es el primer paso para generar una introspección de auto evaluación para identificar aspectos de conducta o emoción en nuestro perfil psicológico que sería positivo cambiar, ya sea para estar más en paz con nosotros mismos o para adaptarnos a determinada situación. La autoconciencia también cubre la necesidad de reconocer lo que nos motiva y nos provee de realización.

Una emoción por sí sola no es algo negativo, lo que pudiera ser disruptivo o detrimental es un mal manejo de la emoción, para evitar esto existe la autorregulación. Esta se centra en el desarrollo de la capacidad para manejar sentimientos adversos y adaptarse a cambios. Las personas que dominan la autorregulación son buenas para la resolución de conflictos, la rapidez de reacción y la gestión de responsabilidad o liderazgo.

La motivación es una pieza clave para alcanzar nuestras metas. La inteligencia emocional nos da las herramientas para automotivarnos, con un enfoque a la realización y satisfacción personal, moviendo a un segundo plano la necesidad de reconocimiento o recompensa externa. Bajo este contexto, el compromiso que se asume por y para uno mismo es más fuerte que el que depende de las reacciones y perspectivas de otras personas.

La capacidad de reconocer y entender cómo se sienten otras personas y tomar en cuenta estas emociones antes de continuar una interacción se conoce como empatía. Esta nos permite comprender las dinámicas que influencian las relaciones que gestionamos tanto en la esfera familiar, como la escolar y la profesional.

Para que la empatía cumpla su propósito de relacionarnos mejor, es esencial que vaya de la mano con un autoconcepto sólido, bien construido y positivo. El autoconcepto es a grandes rasgos la imagen que tenemos de nosotros mismos. Una percepción individual, generada por la autoconciencia, de nuestras capacidades, particularidades y demás aspectos que nos hace la persona que somos.

Las habilidades sociales son la última pieza del rompecabezas, se conforma de los mecanismos necesarios para entender las emociones de otros, establecer una distancia entre estas y las nuestras al mismo tiempo que construimos un canal de comunicación para conectar con la gente con la que interactuamos. En el ejercicio de estas facultades se obtienen habilidades como la escucha activa y la comunicación asertiva verbal y no verbal.

¿Por qué la inteligencia emocional es indispensable?

Las habilidades académicas y la experiencia profesional nos habilitan para realizar determinado trabajo. La inteligencia emocional nos da la capacidad de hacer ese trabajo de forma más eficiente y alcanzando mejores niveles de rendimiento, gracias a que toma en consideración las medidas para conocer más sobre nuestra salud mental y física, así como la de otras personas.

En un contexto en que el trabajo en equipo y la interacción a distancia se están volviendo la norma, las habilidades para funcionar mejor en grupo y comunicarnos claramente sin la ventaja de una dinámica presencial, ya son asignaturas básicas a considerar hoy en día y en un mundo post pandemia.

¿Habías escuchado antes sobre inteligencia emocional? ¿La has aplicado en clase o en tu espacio de trabajo? ¿Piensas que comprende facultades necesarias para navegar las comunicaciones en el mundo actual? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/inteligencia-emocional

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Confinamiento, teletrabajo y estrés

Por: Manuel Bernales

¿Qué pueden hacer las organizaciones para ayudar a sus trabajadores frente al estrés y la presión laboral?

Me frustra mucho en la noche, cuando quiero acompañar a mis hijos a acostarse, tener que estar atendiendo cosas “urgentes” del trabajo, mientras mis hijos me esperan y yo no llego.

Padre

Acabo de terminar otro taller más sobre “Estrategias de Bienestar frente al Escenario de Presión Laboral” para un organismo de Naciones Unidas. Hace poco hice otros similares para el equipo del Tribunal Constitucional y otras organizaciones privadas también. ¿Qué han tenido en común estos talleres? Que la organización reconoce que su equipo humano está siendo impactado negativamente por el confinamiento y el teletrabajo. Esto causa estrés y buscan ofrecer herramientas para fomentar el bienestar de su personal.

Información básica, herramientas e intercambio

Ejercicio, alimentos, amistades y sueño.

La información que brindo en estos talleres incluye elementos básicos, tales como, nutrición, sueño, deporte o socializar con los amigos. También incluye consejos prácticos para esta situación especial que estamos enfrentando producto del Covid-19. Pero, el valor principal es lograr, durante una hora o dos, crear un espacio en el cual nos escuchamos. En esos minutos las personas se abren y sienten que el problema con sus hijos, con sus parejas o con su madre no es algo solo de ellos. Se comparten experiencias y se apoyan entre sí. Hay que recordar que el soporte social, es decir, el apoyo de la familia, amigos o colegas de trabajo es una vacuna poderosa contra el estrés, así como un mecanismo de alivio para enfrentar eventos negativos.

Cuatro pilares

Una herramienta que suelo presentar está referida a los cuatro pilares: familia, amigos, trabajo y pareja. Estos deben ser pilares de bienestar. Y si uno está mal los otros deben ser puntos de apoyo. No podemos darnos el lujo de tener dos o más pilares como fuentes de problema. Eso nos pasará una factura emocional y física.

Los cuatro pilares para nuestro bienestar

Y es a partir de este esquema que los participantes pueden hacer una breve evaluación de sus pilares de bienestar. Para ello utilizamos la siguiente herramienta:

Con esta matriz puedes evaluar tus pilares de bienestar

Conociendo a nuestros colegas

Pero, lo más valioso, tal como les decía, es la oportunidad de escucharnos. Por lo general, al hablar de teletrabajo y estrés pensamos en las mujeres que tienen roles de madre que deben de compatibilizar con su trabajo, que sin duda es una situación generalizada en nuestra sociedad y frente a la cual debemos de ser sensibles. Este espacio nos permite redescubrir a nuestros colegas. Algunos que cuidan de su madre o padre de edad avanzada; padres que quieren aprovechar el tiempo con sus hijos y se les hace difícil lograrlo por lo que experimentan frustración, personas que deben además estar doblemente alerta por sus condiciones de salud tales como hipertensión, diabetes, migraña u otros. Todas estas situaciones nos hacen ver a nuestros compañeros de trabajo en una dimensión integral que normalmente no percibimos. Darnos este tiempo nos permite tener una mejor disposición para construir un mejor clima laboral.

Separando espacios

Los consejos prácticos no pueden dejar de faltar en este tipo de reuniones. Aprovecho mucho de escuchar las prácticas que los propios participantes ejecutan para enfrentar algunos problemas difíciles. Y resulta aleccionador escucharlas. Tal como decía una persona hoy: “no hay recetas mágicas” pero sí funciona cuidarnos a nosotros mismos para, con ese bienestar, poder cuidar mejor a nuestros colegas y familia.

USAR AUDÍFONOS MÁS VISIBLES AYUDA A QUE VEAN CUANDO NECESITAMOS PRIVACIDAD EN NUESTRO TRABAJO

Un consejo que ofrezco con regularidad es evidenciar cuando no podemos ser interrumpidos. Avisar sobre este horario y usar, por ejemplo, audífonos más grandes ayuda a que sea fácil para nuestros familiares en casa darse cuenta cuando necesitamos privacidad. Pero, del mismo modo que exigimos privacidad para nuestro trabajo, corresponde tener un tiempo para la familia, como puede ser los almuerzos y cenas, o el momento de acostar a los pequeño para quienes tienen hijos menores, o la hora de las cartas para quienes les gusta disfrutar con sus padres de esta actividad.

Finalmente, instalar rutinas saludables ayudará mucho a cuidar y desarrollar nuestro bienestar. Las rutinas harán que nuestro esfuerzo se instale y se normalice. Haga su plan personal.

Fuente de la información e imagen: https://transforma.lamula.pe/

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