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El desmedido “anacronismo evaluador” de la SEP

Por: Abelardo Carro Nava

 

Se trata de hacer las cosas diferentes para tener resultados diferentes, pero ni la SEP ni su actual Secretaria están listos para ello.

Hay instituciones que se niegan a cambiar o transformarse, aunque en ello les vaya la vida. Sea por tradición o costumbre, difícilmente se desplazan o mueven hacia otros escenarios independientemente de que la sociedad, el entorno o el mundo entero así lo exija o demande. La Secretaría de Educación Pública (SEP), anacrónica por naturaleza, es un clarísimo ejemplo de ello.

Si esto no fuera cierto, cómo explicar que con la emisión del Acuerdo 10/09/23 por el que se establecen las normas generales para la evaluación del aprendizaje, acreditación, promoción, regularización y certificación de las alumnas y los alumnos de educación preescolar, primaria y secundaria, esta Secretaría perdió la oportunidad de pasar a la historia dando un paso gigantesco hacia una evaluación formativa que pudiera ir más allá de una cultura donde la calificación se ha vuelto más importante que la evaluación propiamente dicha; cultura que, como sabemos, desafortunadamente se ha arraigado hasta los huesos en el Sistema Educativo Nacional (SEN). Y es que, si se revisa con detenimiento los Acuerdos que anteceden a éste, uno podría cerciorarse que mucho ha cambiado para que todo siga igual… o peor. Veamos por qué afirmo esto.

La historia en este rubro, sin trasladarnos a un pasado muy lejano, puede situarnos en la década de los noventa con el Acuerdo 165 (08/24/92) por el que se establecieron las normas de evaluación del aprendizaje en educación primaria, secundaria y normal; en tal se consideraba a la evaluación del aprendizaje de los educandos como continua y sistemática, porque permitía conocer con oportunidad el aprovechamiento de éstos, determinando los aspectos en los que debían ponerse mayor empeño, dando certeza sobre la frecuencia con la que debían formularse las calificaciones, y facilitando a directores y demás autoridades educativas la revisión de los registros respectivos.

En esa misma década, pero en el año de 1994, se dio a conocer el Acuerdo 200 por el que se establecieron las normas de evaluación del aprendizaje en educación primaria, secundaria y normal; documento sencillo donde se consideraba a la evaluación prácticamente en los mismos términos que el que le antecedía; en este Acuerdo se señalaba, que ésta comprendía la medición en lo individual de los conocimientos, las habilidades, las destrezas y, en general, del logro de los propósitos establecidos en los planes y programas de estudio, por tanto, debía ser una evaluación permanente y sistemática, dado que le permitiría al docente orientar a los alumnos durante su proceso de aprendizaje y, además, asignar calificaciones parciales y finales conforme a su aprovechamiento.

Años después se conoció o conocimos el Acuerdo 648 (14/08/2012) por el que se establecieron las normas generales para la evaluación, acreditación, promoción y certificación en la educación básica; Acuerdo que, si se revisa con detenimiento, señala que la evaluación comprendía la medición en lo individual  de los conocimientos, habilidades, destrezas y, en general, del logro de los propósitos establecidos en los planes y programas de estudio, para ello, las instituciones debían informar periódicamente a los educandos y, en su caso, a los padres de familia o tutores, los resultados de las evaluaciones parciales y finales, así como, de haberlas, aquellas observaciones sobre el desempeño académico de los propios educandos que permitan lograr mejores aprovechamientos; obviamente que, bajo esta tesitura, dicha evaluación debía ser permanente y sistemática, lo que posibilitaría asignar calificaciones parciales y finales conforme a su aprovechamiento.

Un año después, por el mismo Diario Oficial de la Federación, se publicó el Acuerdo 696 (20/09/2013) por el que se establecieron las normas generales para la evaluación, acreditación, promoción y certificación en la educación básica; acuerdo en el que la misma evaluación era considerada prácticamente de la misma forma del que le antecedía, es decir, ésta comprendía la medición en lo individual de los conocimientos, las habilidades, las destrezas y, en general, del logro de los propósitos establecidos en el plan y los programas de estudio, para ello, las instituciones debían informar periódicamente a los alumnos y, en su caso, a los padres de familia o tutores, los resultados de las evaluaciones parciales y finales, así como aquellas observaciones sobre el desempeño académico; por tanto, esta evaluación debía ser permanente y continua con la finalidad de asignar calificaciones parciales y finales conforme a su aprovechamiento.

Para el 2018 podría pensarse que la concepción de la evaluación que tenía la SEP podría cambiar un poco, sin embargo, la emisión del Acuerdo 12/05/18 por el que se establecieron las normas generales para la evaluación de los aprendizajes esperados, acreditación, regularización, promoción y certificación de los educandos de la educación básica evidenció todo lo contrario, porque mantuvo prácticamente toda la idea plasmada en los Acuerdos 648 y 696; insisto, prácticamente en los mismos términos en los que era planteada en dichos Acuerdos.

Unos meses después, ya en pleno régimen lopezobradorista, se conoció el Acuerdo 11/03/19 por el que se establecieron las normas generales para la evaluación del aprendizaje, acreditación, promoción, regularización y certificación de los educandos de la educación básica que, palabras más palabras menos, consideraba a la evaluación de la misma forma que en los Acuerdos 648, 696 y 12/05/18. ¿Mucho había cambiado para que todo siguiera igual entonces?

Y bueno, curiosamente, hace unos días, se conoció el Acuerdo 10/09/23 por el que se establecieron las normas generales para la evaluación del aprendizaje, acreditación, promoción, regularización y certificación de las alumnas y alumnos de la educación preescolar, primaria y secundaria; Acuerdo del que se esperaba mucho, sin embargo, la realidad es que causó más decepción que una posible esperanza; esto, debido a que en este documento se concibe que la evaluación comprendería la valoración de los conocimientos, habilidades, destrezas y, en general, el logro de los propósitos establecidos en los planes de estudio, por lo que las instituciones deberían informar periódicamente a los educandos y a las madres y padres de familia o tutores, los resultados de las evaluaciones parciales y finales, así como las observaciones sobre el desempeño académico y conducta de los educandos que les permitan lograr un mejor aprovechamiento; para ello, se establecieron 3 periodos (casi igual que antaño) con la finalidad de que los docentes asienten las calificaciones obtenidas por los estudiantes; dichas calificaciones, según este documento, serán parciales y finales.

Bien se dice que si se espera obtener resultados diferentes habría que hacer las cosas de manera diferente; es decir, de qué manera espera la SEP que los resultados sean diferentes en el SEN si esta misma sigue haciendo lo mismo. Y es que, cuando hablamos de evaluación formativa, tal y como se plantea en el Plan de Estudios 2022 por ejemplo, significa trabajar con el error de los estudiantes, en una estrategia didáctica para interpretar el sentido del error y acordar una estrategia de acción, en virtud de que no se trata de contabilizar las tareas que entrega el alumno, el número de sus asistencias, el porcentaje de requisitos que cubrió, ni el número de exámenes que aprobó; se trata de juzgar si lo que hizo el estudiante estuvo bien o no a partir de la comprensión de lo que no se ha hecho bien y plantear acciones para resolver, mejorar o profundizar un tema, proyecto o una situación de la vida diaria, o mejorar los métodos didácticos empleados (pp. 81-82); en sentido estricto, se trata de hacer las cosas diferentes para tener resultados diferentes, pero ni la SEP ni su actual Secretaria están listos para ello.

Quedaría pendiente saber, si la sociedad estaría lista para un cambio de esta naturaleza. Esta cultura evaluativa que termina en una calificación y no en una evaluación propiamente dicha, y que la misma SEP se ha encargado de profundizar en la sociedad mexicana, demuestra que por más que se quieran hacer las cosas diferentes, hay instituciones arcaicas, viejas, anacrónicas que nada más, por su propia cultura, se niega a cambiar. Por ello es que reafirmo lo que en varios escritos he venido sosteniendo: mucho ha cambiado para que todo siga igual… o peor.

Al tiempo.

Si se desean consultar los acuerdos, aquí dejo los enlaces:

Fuente de la información e imagen:  https://profelandia.com

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5 maneras de evaluar el aprendizaje en línea

Por: Helen Colman*

“Las evaluaciones en línea ofrecen métodos nuevos y atractivos que podemos implementar en nuestras clases para que los alumnos demuestren su aprendizaje”.

La COVID-19 provocó el cierre de escuelas y universidades en todo el mundo, las cuales se vieron prácticamente forzadas a adoptar un modelo de aprendizaje remoto. Los maestros tuvieron poco tiempo para adaptarse al aprendizaje en línea y continuar las clases desde casa. Aunque la tecnología ha evolucionado rápidamente facilitándonos hacer varias cosas de nuestro día a día, el cambio a una educación en línea no ha ocurrido de manera fluida como quisiéramos. En este artículo discutiremos los desafíos de la evaluación para el aprendizaje y cómo implementarla en un ambiente en línea.

Las evaluaciones son usadas para determinar el conocimiento de los estudiantes y su dominio en un tema, así como también para identificar áreas de mejora. Las evaluaciones se agrupan típicamente en dos categorías generales:

  • Las evaluaciones formativas son revisiones informales sobre el conocimiento o desempeño de los estudiantes a lo largo del curso. Sirven para ajustar la instrucción y los procesos educativos con el fin de alcanzar los objetivos de aprendizaje, dando a los estudiantes la oportunidad de demostrar lo aprendido. La retroalimentación del maestro sirve para que los aprendices tengan la oportunidad de hacer cambios o mejoras en ciertas áreas.

  • Las evaluaciones sumativas son más formales y son usadas como puntos de chequeo al final del año o del curso para evaluar cuánto del contenido los estudiantes aprendieron en general. Estas evaluaciones cubren todo lo que los estudiantes han estudiado durante el año o el curso. Se pueden proveer comentarios de retroalimentación, pero los aprendices pueden no tener otra oportunidad para hacer los cambios.

Ambas evaluaciones, formativa y sumativa pueden ser usadas en cursos presenciales o en línea. Para este último, existen formatos más atractivos que podemos utilizar para evaluar de forma innovadora dando oportunidad a los estudiantes para que se desempeñen, apliquen el contenido que han aprendido, y que realmente demuestren su conocimiento en formas que no son posibles con una prueba tradicional de opción múltiple.

Las herramientas de autor tales como iSpring Suite Max permiten a diseñadores instruccionales y profesionales en educación crear cursos online y evaluaciones en cuestión de minutos. A través de plantillas preconstruidas y métodos de evaluación es fácil personalizar cursos con contenido de tu elección. A continuación, te presento 5 prácticas para evaluar el aprendizaje en línea.

5 prácticas para evaluar el aprendizaje en línea

1. Cuestionarios en línea

Una característica única de los cuestionarios en línea es que, el orden de las preguntas y las opciones de respuestas se pueden presentar de forma aleatoria, para que los estudiantes no reciban el mismo cuestionario. Cualquier cuestionario usado en una clase tradicional puede ser fácilmente adaptado en un cuestionario en línea. Las actividades de calificar los cuestionarios y comparar el desempeño de los estudiantes son muy fáciles de hacer, ya que se llevan a cabo de forma automática por el sistema. También se pueden incluir preguntas de “práctica sin puntaje” así como agregar comentarios personalizados para cada pregunta u opción de respuesta. Algunos tipos de preguntas son: opción múltiple, rellenar el espacio en blanco, correlación y secuencias, entre otros.

A continuación, un ejemplo, cuando selecciona una respuesta incorrecta, aparece un mensaje de retroalimentación donde muestra el procedimiento correcto que debe seguir para determinar la dosis correcta.

Imagen 1: Cuestionario de opción múltiple con retroalimentación automática.

Imagen 1: Cuestionario de opción múltiple con retroalimentación automática.

2. Preguntas tipo ensayo

Las preguntas de tipo ensayo dan a los estudiantes la oportunidad de demostrar un dominio más profundo de un tema, crear respuestas únicas bien pensadas, así como escribir reflexiones personales. Esta participación requiere de ellos un grado más alto de pensamiento que otro tipo de preguntas. Este tipo de evaluación cualitativa es posible en el aprendizaje en línea con el uso de campos de entrada de texto. Las respuestas no pueden ser calificadas por la herramienta de autor o el sistema de gestión de aprendizaje, así que los instructores deben calificarlas manualmente. En la Imagen 2 podemos ver el siguiente ejemplo:

Imagen 2: Pregunta tipo ensayo de un cuestionario sobre la metodología de investigación.

Imagen 2: Pregunta tipo ensayo de un cuestionario sobre la metodología de investigación.

3. Actividades de arrastrar y soltar

Este formato es particular del aprendizaje en línea. Da a los estudiantes un método práctico para demostrar su conocimiento. En este tipo de evaluación, se le pide a los aprendices que clasifiquen elementos en categorías, arrastrándolos a través de la pantalla y soltándolos en un lugar indicado. Esto se puede realizar con imágenes o texto. Es una manera excelente de evaluar cómo los estudiantes manejarían escenarios de la vida real, fuera del curso.

Las herramientas de autor típicamente proveen plantillas que te permiten crear evaluaciones de arrastrar y soltar sin requerir código. Simplemente necesitas subir tus imágenes, introducir tu texto, y definir cuáles objetos son arrastrados y a dónde. En la imagen 3 podemos ver el siguiente ejemplo:

Imagen 3: Cuestionario sobre clasificación y reciclaje de residuos.

Imagen 3: Cuestionario sobre clasificación y reciclaje de residuos.

4. Simulaciones de diálogo

Las simulaciones de diálogo permiten a los aprendices practicar conversaciones. Los personajes en el escenario pueden incluir clientes, compañeros de trabajo, entre otros. El desempeño de los aprendices puede ser calificado basado en cuán exitosamente ellos pueden navegar la conversación y llegar al resultado ideal. Este tipo de evaluación provee un espacio seguro para practicar antes de intentar estas conversaciones en la vida real.

Una herramienta de diálogo simulado usualmente funciona de la siguiente manera: primero necesitas subir tu personaje(s) y fondos o elegirlos de la librería de contenido, luego introducir el diálogo y los comentarios de retroalimentación que los aprendices recibirán por sus respuestas correctas e incorrectas. En la imagen 4 podemos encontrar el siguiente ejemplo:

Imagen 4: Juego de roles sobre una entrevista de trabajo en línea.

Imagen 4: Juego de roles sobre una entrevista de trabajo en línea.

5. Encuestas en línea

Las encuestas son evaluaciones formativas maravillosas, permiten a los instructores modificar la instrucción basada en los comentarios de los aprendices. Durante las presentaciones en vivo en línea, las encuestas son una manera rápida y efectiva de dividir la clase y mantener la atención de la audiencia. Este tipo de evaluación informal permite capturar comentarios de los estudiantes instantáneamente. Típicamente son usadas para registrar reacciones. Las encuestas pueden ofrecer información sobre lo que los aprendices piensan o por qué toman ciertas decisiones.

Si realizas conferencias en línea, puedes incorporar herramientas para conducir encuestas. Existen plataformas especializadas en línea que permiten crear, enviar, y analizar encuestas. También puedes crear una encuesta con herramientas de autor de eLearning, por ejemplo, crear una escala Likert que ayudará a los aprendices a reflejar mejor su opinión sobre una oración. En la imagen 5 podrás ver un ejemplo:

Imagen 5: Encuesta a estudiantes al finalizar un curso de matemáticas.

Imagen 5: Encuesta a estudiantes al finalizar un curso de matemáticas.

En Resumen

La evaluación es una práctica necesaria en el proceso de aprendizaje ya que muestra si los aprendices han ganado o no dominio del contenido y si los objetivos educativos se han cumplido. Las evaluaciones en línea ofrecen métodos nuevos y atractivos que podemos implementar en nuestras clases, tales como encuestas en tiempo real, interacciones de arrastrar y soltar, simulaciones de diálogos con ramificaciones que permiten a los aprendices navegar múltiples caminos a través de una conversación, etc.

Con el uso de herramientas de autor rápidas, la creación de cuestionarios en línea puede hacerse en cuestión de minutos simplemente subiendo y pegando el contenido. La actividad de calificar se realiza de manera sencilla, ahorrando horas de calificaciones manuales para la mayoría de los tipos de evaluaciones. Con las opciones que te presento en este artículo, te invito a cumplir el reto de implementar métodos de evaluación innovadoras que hacen posible el aprendizaje en línea.

Acerca de la autora

Helen Colman (helen.colman@ispringsolutions.com) es Editora y Estratega de Contenido en iSpring. Disfruta de combinar la investigación rigurosa con su experiencia en la industria de eLearning.

Edición por Rubí Román (rubi.roman@tec.mx) – Observatorio de Innovación Educativa

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/cinco-maneras-de-evaluar-el-aprendizaje-en-linea

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Evaluación del aprendizaje en tiempos del COVID-19

Por: Rubí Román Salgado

“El examen no es una intención, es un mecanismo. El examen sigue siendo una buena herramienta, pero no es la única. Los exámenes no van a desaparecer”. —Katherina Gallardo.

La evaluación del aprendizaje es un tema sensible que detona reflexiones sobre su ejercicio. Más ahora que las condiciones de trabajo que se tenían en el aula ya no existen en este tiempo de confinamiento. Ante esta situación, la educación en línea está cobrando relevancia para garantizar la continuidad académica en diferentes niveles educativos. Revisar los procesos de la evaluación en esta modalidad virtual se vuelve un proceso reflexivo y de acción indispensable, así lo explicó la Dra. Katherina Gallardo en nuestro webinar de junio.

En esta sesión nos acompañaron alrededor de 1200 asistentes en vivo. Si no tuviste oportunidad de asistir puedes consultar el video aquí en cualquier momento. Fueron 50 minutos de presentación y 35 minutos de la sesión de preguntas y respuestas de la audiencia. La Profesora Katherina compartió aspectos prácticos que te llevarán de manera sencilla y clara al abordaje de cómo proceder desde la planeación, la instrumentación y el ejercicio de los principios éticos de la evaluación en esta nueva realidad en los escenarios educativos.

“La modalidad virtual exige mucho más de los profesores, pero también nos permite ser más estratégicos al priorizar lo que aprenderán los alumnos, en el caso de la evaluación, son los procesos de aprendizaje que tendrán que ejercitar los estudiantes y los mecanismos adecuados para lograrlo”.

A continuación, te comparto un resumen de lo que se comentó en el webinar. Sin embargo, te invito a consultarlo para que no pierdas ningún detalle de esta interesante charla. De acuerdo con la Dra. Gallardo es importante abordar con docentes, directivos y personal educativo en general una apreciación holística de los aspectos de la evaluación que cambian en la educación remota o virtual, así como aquellos que se conservan en el marco de esta nueva modalidad.

Una aproximación holística a la evaluación

  • La evaluación del aprendizaje es un ‘arte’. Así lo considera la Dra. Gallardo ya que son diversas variables que se deben tomar en cuenta para la evaluación del aprendizaje. Por ejemplo, la materia que se imparte, la disciplina a la que pertenece, dónde se ubica la materia en el plan de estudios, las regulaciones institucionales, el modelo educativo de la escuela, las intenciones formativas, los mecanismos de evaluación y hasta las creencias personales del profesor sobre lo que es y para qué sirve la evaluación.

  • La evaluación tiene tres intenciones y no cambian en un formato virtual. Independientemente de la modalidad en que trabajemos, presencial o virtual, estas tres intenciones de la evaluación no cambian, se mantienen. Antes se les conocía como los ‘tipos de evaluación’:

    • Intención diagnóstica. Sirve para conocer los conocimientos previos de los estudiantes.

    • Intención formativa. Son los procesos que seguiremos durante el aprendizaje para que los alumnos alcancen de manera eficaz o eficiente los objetivos o competencias.

    • Intención sumativa. Es un panorama final con una visión holística de cómo finaliza el alumno al término del periodo escolar.

  • La planeación sí cambia en un formato remoto o en línea. No podremos repetir lo que hacíamos en la clase presencial tenemos que priorizar y pensar en otras alternativas.

  • La aplicación de la evaluación sí cambia en un formato remoto o en línea. No solo cambia de papel a un formato digital. Hay muchas herramientas con las que se puede facilitar o enriquecer el proceso de evaluación. No se trata de replicar lo que se hace de forma presencial a través de una cámara.

  • La retroalimentación no cambia en un formato remoto o virtual. La retroalimentación es un proceso que ha evolucionado desde la década de los 70 a la fecha. Sin embargo, se debe seguir dando puntualmente a los alumnos para mantenerlos informados con respecto al alcance de los objetivos esperados.

  • Lenguaje para dar una retroalimentación, momentos para dar una retroalimentación y medios. Está relacionado con las palabras y verbos que mejor comprenden los alumnos y que sí funcionan, así como aquellas que no debemos utilizar. Los momentos más adecuados para dar una retroalimentación dada la pandemia y los mejores canales o medios de información y los formatos disponibles.

  • Elabora una tabla de especificaciones. En el video podrás encontrar un ejemplo real para una clase de mecánica de noveno semestre de nivel licenciatura. La tabla de especificaciones describe lo que serán capaces de hacer los alumnos (objetivos específicos o elementos de la competencia), los temas que se cubrirán, el nivel taxonómico, la intención formativa y la intención sumativa.

  • Estándares de ética de la evaluación por parte de los profesores. Está relacionada con los principios éticos de la evaluación en esta nueva realidad en los escenarios educativos. Desde la planeación se debe de considerar la evaluación y no dejarse hasta el último momento.

De esta manera, se espera contribuir a que los docentes tomen mejores decisiones para evaluar el aprendizaje desde su planeación, ejecución y emisión de resultados para la mejora continua de la práctica educativa, considerando las condiciones actuales de confinamiento y estudio en casa.

Katherina Edith Gallardo Córdova es directora del programa de doctorado en innovación educativa de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde el 2014. Su línea de investigación se enfoca en la evaluación del aprendizaje.

Si tu idioma nativo no es el español puedes activar la traducción instantánea subtitulada de YouTube incluido en este artículo. Para activar esta opción selecciona en YouTube la opción Subtítulos (aparecerán los subtítulos en español) posteriormente selecciona la opción Configuración ->Subtitulos -> Traducir automáticamente y selecciona el idioma que prefieras.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/evaluacion-del-aprendizaje-en-tiempos-de-covid19

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Evaluar en un contexto de aprendizaje diferente

Por: Juana M. Sancho

En estos tiempos de pandemia, en los que el alumnado está aprendiendo de forma diferente en contextos diferentes, resulta más pertinente si cabe promover un sistema de evaluación del aprendizaje con la plena participación del alumnado. Y que permita al profesorado conocerlo mejor, descubrir facetas desconocidas y calibrar de forma más conveniente cómo plantear el próximo curso.

No me cansaré de repetir, una vez más, con D. C. Phillips, que el aprendizaje es contextual, involucra a personas reales que viven en contextos sociales reales y complejos de los que no se pueden abstraer de manera significativa. Por difícil que parezca para algunos investigadores, responsables de políticas educativas y educadores -quizás porque nos pasa como a los peces que si estudiasen su medio ambiente lo último que descubrirían sería el agua, los aprendices están contextualizados. Pertenecen a un género, tienen una orientación sexual, un nivel socioeconómico, son parte de una etnia, de una cultura de origen; tienen intereses -y cosas que les aburren; pueden o no haber desayunado; y viven en barrios con o sin frecuente violencia, les atraen (o se enfrentan con) la personalidad de sus docentes, etc. Pero, sobre todo, no solo aprendemos en la escuela, el instituto o la Universidad, si no, ¿cómo podríamos explicar los desarrollos humanos hasta la aparición de estas instituciones? Aprendemos en cada uno de los momentos de nuestra vida, desde que nos conciben hasta que desaparecemos. Y la mayoría de nuestros aprendizajes son subliminales (Mlodinow), suceden sin que seamos conscientes de ellos. Y, poco a poco, van modelando nuestra forma de ver el mundo, nuestros marcos de pensamientos y emociones, nuestros estereotipos, prejuicios y nuestra apertura o cerrazón a otras formas de explicarnos, entender y acercarnos al mundo.

La educación formal es sumamente importante, mucho más en el mundo actual, sobre todo para quienes no están en condiciones de “salir de su casa educados”. Todas las personas que hemos tenido acceso a ella sabemos de su importancia. Y contamos con innumerables pruebas, como la del premio Nóbel de Literatura Albert Camus, quien al acabar la ceremonia de entrega envió una carta a su maestro, el Sr. Germain, en la que manifestaba: “Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto”. O la de Malala Yousafzai, premio Nóbel de la Paz, que estuvo a punto de morir por defender su derecho y el de todas las niñas a la educación formal. Un derecho recogido, hace 72 años, en artículo 26.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Un derecho que, según Oxfam Intermon, se le sigue negando a más de 1.000 millones de personas que sufren pobreza extrema y no tienen acceso a agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación. Y que, incluso en los países que garantizan el acceso a todos los ciudadanos a la educación, estos la disfrutan en condiciones de gran desigualdad. Algo que se está evidenciando, una vez más, en nuestro país en estos momentos de pandemia, en los que más del 10% del alumnado no tiene acceso a recursos digitales. E incluso algunos que disponen de ellos, no cuentan con las condiciones físicas, emocionales y culturales para seguir las indicaciones de los centros para seguir con la docencia.

Pero sin educación formal, no hay justicia social y esto, para mí, como para otras muchas personas es un gran reto.

Cuando el alumnado llega a la escuela, no llega como una vasija vacía, como demasiado a menudo la forma de planificar y poner en práctica la enseñanza parecen pensar. Cuando entran por la puerta de la escuela, no se dejan su cuerpo, sus experiencias, emociones, afectos, cultura, contexto socioecómico, etc., en la puerta. No llegan solo como un cerebro para ser modelado, sino como entramado de conocimientos, habilidades, destrezas y carencias, al que a partir de ahora se suma la Escuela. Comienza un devenir en el que la centralidad de la institución formal desdibuja la importancia de los diferentes ecosistemas por lo que transitamos las personas a lo largo de la vida. “En los ecosistemas humanos, la perspectiva ecológica considera a las personas en sus entornos físicos, sociales y virtuales como un sistema unitario que vive dentro de un contexto cultural e histórico particular, consumiendo, reciclando y produciendo recursos, incluyendo información y conocimientos, y cambiando (aprendiendo y desarrollando) a través del proceso de interacción” (Jackson, 2013, p. 2). Por lo que, en estos momentos, aunque el alumnado no pueda asistir a las aulas, no por eso está dejando de aprender. Porque de alguna manera sigue conectado con su entorno, especialmente el virtual, y porque siguen aprendiendo día a día en situaciones totalmente imprevisibles. Siguen aprendiendo, pero otras cosas y de otras formas.

Esta argumentación para plantear dos cuestiones. La primera discutir algunas voces “avisando” que se “está perdiendo el curso”, que el alumnado dejará de aprender el 11% de lo que debía aprender. La segunda, la necesidad de aumentar la imaginación pedagógica y aprovechar este tiempo de incertidumbre explorar formas de aproximarnos al “aprendizaje auténtico”.

A la primera he dedicado toda la primera parte de este texto. A la segunda dedico la segunda parte.

¿Cómo explorar lo que estamos aprendiendo?

Aquello que se denomina enseñar y aprender es sólo recordar. Platón.

La necesidad de mejorar los sistemas de evaluación para garantizar que nos permiten pronunciarnos mejor sobre el aprendizaje del alumnado, más allá de su capacidad para responder a un examen de papel y lápiz, cuenta con una larga trayectoria. Los movimientos de cambio educativo, se vienen refiriendo a la importancia de transformar la evaluación del aprendizaje en la evaluación para el aprendizaje (Stoll, Fink y Earl, 2004). En un proceso que permita al alumnado sentirse más implicado, conocer mejor sus modos de aprender, sus logros y sus dificultades. Y al profesorado comprender mejor el proceso del alumnado y estar en mejores condiciones de acompañarlo

En estos tiempos de pandemia, en los que el alumnado está aprendiendo de forma diferente en contextos diferentes, resulta más pertinente si cabe promover un sistema de evaluación del aprendizaje con la plena participación del alumnado. Y que permita al profesorado conocerlo mejor, descubrir facetas desconocidas y calibrar de forma más conveniente cómo plantear el próximo curso.

Una investigación de este tipo podría plantear al alumnado la elaboración de una “ecología” de su aprendizaje que fuera conectando todo lo que va aprendiendo y reflexionando sobre sus modos de aprender, en tiempos de confinamiento. En función de las condiciones de cada estudiante, se podría sugerir que utilizasen todos los medios de los que disponen para irse respondiendo a una serie de preguntas de aquí a final de curso (también pueden continuar en verano). Podrían crearse un blog o utilizar cualquier recurso a su alcance o que vayan descubriendo y distintos alfabetismos (oral, visual, audiovisual, musical, multimedia,…).

La propuesta sería. En este tiempo en el que han cambiado de forma significativa tus entornos de aprendizaje y socialización, pregúntate:

  • ¿Qué he aprendido sobre mí mismo?
  • ¿Qué he aprendido sobre mi familia?
  • ¿Qué he aprendido sobre mis amigos?
  • ¿Qué he aprendido sobre la situación excepcional que vivimos?
  • ¿Qué he aprendido sobre el mundo en general?
  • ¿Cómo lo relaciono con lo que voy aprendiendo con lo que estaba aprendiendo en la escuela?
  • ¿Qué me preguntaría o me he preguntado?

Las respuestas, que pueden ir progresando, se pueden ir entrelazando. El profesorado las podría ir compartiendo periódicamente y extraer importantes conclusiones orientadas a la mejora.

Un proceso así aumentaría la implicación del alumnado en su aprendizaje y su capacidad para detectar sus fortalezas y debilidades.

Sé que no es fácil. Pero, como educadora, no dejo de pensar que la “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes” (frase atribuida a Albert Einstein y a Rita Mae Brown en Sudden Death, 1983). ¡Intentemos algo diferente para unos tiempos y contextos de aprendizaje diferentes!

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/04/28/evaluar-en-un-contexto-de-aprendizaje-diferente/

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¿Por qué se pide el aprobado general?

Por: Jaume Carbonell

Hay razones pedagógicas y de equidad que justifican la aplicación de esta medida excepcional en una situación igualmente excepcional.

El aprobado general suscita bastante consenso en la educación obligatoria, aunque se hable de promoción automática de curso o de no suspender a nadie -que viene a ser lo mismo- y bastante oposición en el bachillerato, la selectividad y la enseñanza universitaria. Los posicionamientos son lógicamente distintos en función de la visión educativa que se tenga y del menor o mayor compromiso para transformarla. Se echa en falta, no obstante, un debate en profundidad sobre el sentido y la trascendencia de esta medida. Abundan más las meras declaraciones que las argumentaciones, y algunas de estas son de escasa consistencia. Veamos un par de ejemplos recientes, en boca de dos destacadas autoridades educativas.

La primera afirma que eso del aprobado general es algo antiguo y obsoleto y que lo que toca es hablar de evaluación continua. Ambas opciones no son necesariamente antagónicas sino que pueden ser complementarias, pero conviene recordar que, al menos en España, la evaluación continua la introduce el franquismo mediante la Ley General de Educación de 1970, mientras que el aprobado general se plantea y se logra parcialmente en el curso 1974-75, como resultado de las luchas del movimiento estudiantil y del profesorado no universitario para conseguir su estabilidad.

Bien es verdad que sobre la evaluación continua existen las más variadas versiones tradicionales, tecnocráticas y renovadoras, aunque también lo es que, sobre todo cuando el alumnado alcanza la enseñanza secundaria y la universitaria, salvo excepciones, se impone el examen puro y duro, y que la cantidad de trabajos individuales y grupales que se realizan -algunos ciertamente interesantes- adquieren un peso menor y/o están sujetos a la aprobación de las pruebas parciales y finales.

La segunda declaración, circunscrita a la universidad, se muestra muy crítica respecto a la posibilidad de aplicar un aprobado general a todos los estudiantes, porque sostiene que sería muy injusto para los que “se están esforzando mucho” por continuar adquiriendo conocimientos en esta situación. Quizás también sería justo considerar que habría que ser solidario con aquellos que a pesar de intentar esforzarse -¡cómo vamos a evaluar esto con precisión a distancia!- son incapaces de hacerlo debido a una serie de condicionamientos tecnológicos, emocionales y familiares. Pero, más allá de estas consideraciones éticas, conviene precisar dos cuestiones.

La primera es que el aprobado general no significa que todo el alumnado vaya a obtener esta misma calificación, pues habrá que tener en cuenta la que obtuvieron anteriormente durante el período presencial y, además, también podrán realizar una serie de trabajos para mejorar la nota final.

La segunda es que el aprobado general no significa que se da el curso por terminado, sino que se pueden y se deben planificar actividades no evaluables pero sumamente atractivas que pueden enganchar al alumnado -en absoluto banales y de mero entretenimiento-, que disciplinan su mente, promueven la cooperación y conectan con la realidad y con las experiencias que están viviendo. Actividades, en suma, que desarrollan contendidos altamente significativos y sustanciosos. Más adelante ilustraremos esta propuesta con algunos ejemplos.

El mensaje -y pienso que tanto estudiantes como familias lo pueden entender, pues durante este confinamiento están dando pruebas de gran madurez- es que todo esto que aprendan ahora les va a ser extraordinariamente útil para cuando regresen a las aulas en septiembre, durante lo que podría calificarse de trimestre puente o de transición entre los dos cursos. En síntesis, no se opta por una evaluación del aprendizaje actual sino por una evaluación para el aprendizaje de futuro. Y, esto, obviamente, supone un cambio radical respecto a la educación convencional, en la teoría y en la práctica.

La reivindicación del aprobado general conlleva, por tanto, una actitud de protesta y de impugnación del sistema educativo actual. Este es el propósito que nos movió a cuatro colegas a publicar hace un par de semanas en estas mismas páginas el “Manifiesto por otra educación en tiempos de crisis. 25 propuestas”, en el que, entre otros puntos, se destaca la obsesión burocrática por las notas, las calificaciones y los resultados y no por la permanencia de los aprendizajes que sirven para una vida digna. En esta línea quisiera enfatizar dos de las razones que nos llevan a considerar esta medida de la promoción automática o del aprobado general –tanto monta- aplicable a todas las etapas educativas, con algunas excepciones relativas a las pruebas específicas de acceso a la universidad o a la realización de algún tipo de prácticas que tendrán que hacerse más adelante. La primera razón tiene que ver con la equidad y la segunda con el modelo pedagógico.

A nadie se le escapa, y se ha argumentado de mil maneras, que las desigualdades sociales y educativas se acrecientan en situaciones difíciles, excepcionales y prolongadas como la del actual confinamiento, hasta que no sea posible el retorno a las aulas. Tiene que ver con la brecha digital: con la dificultad de disponer de las herramientas tecnológicas, de conexión suficiente, de saberlas usar adecuadamente, de tenerlas que compartir con otras personas,.. Pero con ser esto relevante hay otros aspectos tanto o más determinantes como son las condiciones de habitabilidad, el clima familiar debido a incertidumbres y problemas económicos, laborales o de salud que padecen y al capital cultural de los padres y madres a la hora de apoyarles en la realización de cualquier tarea, orientarles en una lectura o un visionado o ayudarles a comprender la situación que están viviendo. Precisamente el alumnado con más dificultades es el que más necesita la escuela presencial, porque es allí donde encuentra la atención para poder progresar a partir sus necesidades específicas Y si el temario sigue, como si nada hubiera ocurrido, con inflación de deberes, aún se descuelga más. Vaya, que en estos casos es cuando la hipotética enseñanza online menos sirve para sustituir la escuela. Puesto que no se dan las mismas condiciones entre el alumnado no nos parece adecuado, ni por razones éticas ni pedagógicas, hacer ningún tipo de evaluación al uso, salvo que sea para mejorar la nota.

Respecto a las razones pedagógicas, en esta misma publicación se han dado a conocer, durante este periodo excepcional, materiales y experiencias de carácter renovador muy creativas y rigurosas que ponen en el centro el valor del proceso de enseñanza para desarrollar las diversas dimensiones de la inteligencia y para observar, conocer e interpretar mejor la realidad más próxima y lejana. En ellas también se trabaja, atendiendo a las distintas etapas evolutivas, la autonomía, el pensamiento concreto y abstracto, la colaboración y una serie de valores como la solidaridad, la ayuda mutua, el respeto y la justicia social. Los tres ejemplos que cuento a continuación quizás pueden ayudar a comprender mejor esta nueva -o no tan nueva- pedagogía que promueve una educación con sentido.

El primero es el proyecto “Investiguemos en casa”, promovido por el Foro Otra Escuela-Red IRES de Sevilla, con la participación de profesorado de universidad y de primaria, y estudiantes de prácticas de Magisterio para diseñar y experimentar secuencias de actividades investigativas, conjuntamente con alumnos y familias. Se trabajan centros de interés relacionados con los aparatos técnicos de la casa, el cocinado y la conservación de alimentos, las instalaciones de agua, luz y gas, el arte en la casa, las edades de las personas, las macetas y los animales domésticos, los tipos de viviendas, los virus humanos, la economía de la familia en momentos del coronavirus, por qué estamos encerrados,…

El segundo se inscribe en la filosofía de los proyectos de trabajo donde se indaga en torno a esta pandemia integrando la saberes de distintas disciplinas: salud, ciencia, historia, geografía, economía, matemáticas, lenguaje,… Así, se van compartiendo distintas preguntas e interrogantes sobre lo que se quiere conocer, se bucea en relatos y novelas históricas que cuentan otras epidemias, se consulta en un atlas los países donde se originó el coronavirus y los más afectados, se manejan datos sobre su evolución, se comentan algunas noticias de prensa, se localizan músicas y poesías, se toman fotografías y se filma el nuevo aspecto de la ciudad o del campo, se recogen voces de los diversos protagonistas implicados, se barajan soluciones para afrontar la pandemia, se piensa en el futuro tras el confinamiento: ¿en qué cambiará la sociedad y nuestras vidas cuando regresemos a las aulas? La conversación se va enriqueciendo con nuevas preguntas, hipótesis y conversaciones. Y, al final, se construye un relato conjunto.

El tercero, nace de la iniciativa “ApSdesdecasa”, una invitación a realizar proyectos de Aprendizaje Servicio -que alterna la formación con el servicio a la comunidad- durante la situación de crisis provocada por el Covid-19. Se confeccionan mascarillas, se escriben cartas y se hacen dibujos para el personal sanitario, se leen textos a la gente mayor por vídeo o teléfono, se organizan actividades musicales y lúdicas entre balcones,… Se trata de cultivar valores como el de la solidaridad, la responsabilidad y la ayuda mutua con el fin de estrechar vínculos entre el vecindario y cohesionar la comunidad. Se brindan, así, infinitas posibilidades de enriquecer cotidianamente la educación para la ciudadanía.

Dejemos de evaluar nuevos temas impartidos durante el confinamiento, y pongamos toda nuestra energía en desarrollar un nuevo aprendizaje que a buen seguro va a fortalecer los estudios del alumnado de cualquier nivel educativo cuando regresen a las aulas. Esta obsesión por las pruebas y calificaciones ya la cuestionó hace siglo y medio Francisco Giner de los Ríos, un sabio liberal -que no neoliberal-, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, con estas palabras: “Que pasen los exámenes para que los alumnos puedan volver a aprender”.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2020/04/29/por-que-se-pide-el-aprobado-general/

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10 claves para aprender (de verdad)

España / 16 de junio de 2019 / Autor: Salvador Rodríguez Ojaos / Fuente: El Blog de Salvaroj

«A los ignorantes les aventajan los que leen libros. A estos, los que retienen lo que han leído. A estos, lo que comprenden lo que han leído. A estos, los que se ponen manos a la obra.» Proverbio hindú

Todos sabemos que en la escuela no siempre aprendizaje y aprobado son sinónimos. Y creo que todos estaremos de acuerdo en admitir que ya es hora de que aprender es más importante que aprobar. O, al menos, que ambas cosas fueran lo mismo.

A continuación, me gustaría compartir 10 claves que considero fundamentales para conseguir que los alumnos y alumnas aprendan (de verdad), para que el aprendizaje que adquieren en la escuela les sirva para toda la vida, para que sean no solo creadores de contenido sino de conocimiento:

1. Utilizar las metodologías y los recursos disponibles en función del contenido y de los objetivos de aprendizaje a conseguir, y no al revés. En función de qué queremos que aprendan, debemos elegir la mejor manera de que lo hagan.

2. Por eso, los contenidos deben ser significativos y adecuados para todos los alumnos y alumnas…

3. … Y las tareas y actividades que se propongan deben contemplar distintos niveles de dificultad y distintos procesos cognitivos.

4. Es necesaria (y debe ser exigida) la máxima implicación de los docentes (a nivel individual y como claustro), de los alumnos y alumnas y de las familias. Todo aprendizaje requiere de un esfuerzo, de un tiempo y de un buen grado de atención y concentración.

5. Las tareas que se propongan deben promover en buena medida el trabajo colaborativo. Los alumnos y alumnas deben ser agrupados a los largo de las diferentes tareas siguiendo distintos criterios en función del trabajo a realizar (grupos heterogéneos, homogéneos…).

6. Es muy importante entender que la escuela forma parte de una comunidad, que está condicionada por su entorno y sus circunstancias. La labor que se realiza en las aulas puede y debe tener una incidencia real en la comunidad.

7. No deben menospreciarse las habilidades (blandas y no tan blandas) de los alumnos y alumnas. Valorar las posibilidades de todos y cada uno de los alumnos y alumnas y potenciar su autoestima.

8. Aceptar los currículos oficiales de de manera crítica y entender que en la vida real los contenidos nunca se presentan de forma estanca como sucede con las asignaturas escolares.

9. Es imprescindible que exista un proyecto de centro compartido por toda la comunidad. Solo así la integración de lo que se lleva a cabo en la escuela conducirá a un aprendizaje significativo y será coherente y compartido por todos.

10. Evaluar a diario el proceso de aprendizaje, más allá del examen o el test puntual correspondiente. Evaluar para mejorar el aprendizaje, no para calificarlo.

Fuente del Artículo:

https://www.salvarojeducacion.com/2019/06/10-claves-para-aprender-de-verdad.html

ove/mahv

 

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