Por: Hector G. Barnés
Entre el 7 y el 9 de junio ha tenido lugar en el país asiático el ‘gaokao’, célebre por su dificultad, y que es una de las pocas maneras de prosperar socialmente en dicho país.
Es probable que esta semana haya oído hablar del ‘gaokao’ (Examen de Entrada Nacional a la Educación Superior), el equivalente chino de nuestra Selectividad, acompañado de la coletilla “el examen más difícil del mundo”. La coincidencia de fechas de este año ha dado lugar a odiosas comparaciones: hay quien lamenta, de manera un tanto apocalíptica, el bajo nivel del sistema educativo español, y ofrece como ejemplo esta exigente prueba en la que los adolescentes chinos deben, por ejemplo, responder preguntas tan abstractas como “¿tienen color las alas de la mariposa?” o “¿a quién admiras más, a un investigador de biotecnología, a un ingeniero técnico o a un fotógrafo?”
Es una comparación un tanto improcedente, sobre todo porque lo que se interpreta como la expresión máxima de la cultura del esfuerzo oriental puede ser en realidad una manifestación de las grandes dificultades de ascenso social que aún caracterizan a China, donde la mayor parte de la población proviene un entorno rural. Para cientos de miles de los 9,4 millones de estudiantes que este año 2017 han realizado el examen, es la única posibilidad que tendrán en su vida de abandonar el pueblo y estudiar en una de las 2.236 facultades situadas en las grandes ciudades.
Una escuela de Hebai instaló vallas en las ventanas de las habitaciones de los estudiantes después de que dos alumnos saltasen al vacío
Una situación que pone a muchos de los alumnos al límite, hasta el punto de que en el año 2014 tuvieron que instalarse barreras antisuicidio en algunos centros para evitar que los estudiantes acabasen son su vida, como ocurrió en una escuela de Hebai, que instaló vallas en las ventanas de las habitaciones de los alumnos después de que dos de ellos saltasen al vacío durante los meses anteriores a la realización del ‘gaokao’. Algo que no hemos visto ni probablemente veremos en las pruebas de acceso a la universidad española, que a pesar de condicionar igualmente el futuro del estudiante, no resultan ni de lejos tan estresantes.
Como puso de manifiesto el Libro Azul de la Educación chino publicado en 2014, el 93% de los 79 suicidios de los estudiantes estaban relacionados con la presión ejercida por padres y profesores para que sacasen buenas calificaciones. Que se llegue a dichos extremos dice mucho tanto de la configuración del sistema educativo chino como de su sociedad, puesto que estos casos no solo se dan entre aquellos que están a punto de realizar el examen a los 18 años, sino también a una edad mucho más temprana. En julio de 2016, un niño se arrojó al tráfico después de discutir con su madre acerca de los deberes.
La industria del ascenso social
No es por lo tanto sorprendente que se haya erigido alrededor del ‘gaokao’ una industria del engaño que, desde la distancia, parece pintoresca, pero que examinada con mayor atención revela el drama asociado a estas pruebas, en las que ni la mitad de los que se presentan (3,7 millones de 9,4) conseguirán acceder a una universidad. Pero debido a la gran diferencia que existe entre los mejores centros y los peores, no se trata únicamente de la posibilidad de disfrutar de estudios superiores, sino de matricularse en centros como la Universidad de Tsinghua, la de Pekín o la de Fudan, las mejores del país, que puede garantizar por sí mismo el futuro de los estudiantes.
Los padres son capaces de pagar una gran cantidad de dinero a estudiantes aventajados para que hagan el examen en lugar de sus hijos
De ahí que la astucia de los alumnos y, sobre todo, de sus padres, se haya agudizado a medida que las autoridades públicas han intentado hacer frente a esta picaresca. La táctica más escandalosa quizá sea la que reportó el ‘Global Times’: padres que pagan miles de yuanes (cantidades que rondan los 4.000 euros) a otros adolescentes más habilidosos para que se hagan pasar por sus hijos y realicen los exámenes en su lugar, una estrategia habitual en la región de Jiangxi investigada por el Ministerio de Educación. Ello ha provocado que desde el pasado año hacer trampas en el examen se considere un crimen. También se ha prohibido mudarse para hacer el examen en una de las regiones “fáciles”, donde la competencia con otros estudiantes es menor.
No ha sido la única estrategia establecida con el objetivo de conseguir unos puntos más en el examen. La adopción de la tecnología de última generación (móviles, pinganillos en la oreja y relojes inteligentes) han provocado que se instalen detectores de metales a la entrada de los centros donde se realizan los exámenes. El año pasado se llegaron a introducir drones para detectar señales inalámbricas y pruebas dactilares para identificar a los posibles suplantadores. En algunos lugares se proporcionan píldoras contraceptivas a las niñas para retrasar su regla e inyecciones a los niños para ayudar a que se concentren.
Algunas ciudades, como Maotanchang, montan “campamentos” en los que 20.000 estudiantes se preparan para el examen por una cantidad que ronda los 7.000 euros. La disciplina bordea lo militar, y no se permiten ni aparatos electrónicos ni ninguna clase de distracción: el ambiente es de estudio extremo. Otro recurso habitual es que los padres de las familias más pudientes contraten a una especie de carabinas-profesores que acompañen a sus hijos durante los últimos días de preparación para resolver sus dudas al mismo tiempo que les ayudan con los quehaceres diarios (cocina, limpieza, etc.).
La barrera final
Consciente de la importancia que esta prueba tiene –y el estrés que causa entre aquellos alumnos que deben realizarla–, el pasado verano Stephen Hawking publicó en Weibo una nota de apoyo a los estudiantes. “La culminación de este trabajo duro marca el principio de vuestros brillantes futuros”, explicaba. “Ya queráis ser médicos, profesores, científicos, músicos, ingenieros o escritores, no sintáis miedo al perseguir vuestras aspiraciones. Sois la próxima generación de grandes pensandores y líderes que darán forma al futuro para la generaciones venideras”. Unas palabras de aliento que probablemente serían un alivio para algún que otro alumno estresado.
Sin el ‘gaokao’, millones de niños de entornos rurales como yo no habríamos tenido ninguna esperanza
Muchos de ellos, provenientes de las zonas más desfavorecidas del país. Es lo que ocurrió con Yu Minhong (también conocido como Michael Yu), fundador de New Oriental Education & Technology Group, uno de los grandes conglomerados de educación privada chinos. “Es un camino muy estrecho, pero fue la única manera que tuve para abandonar el campo y prepararme para el mundo”, explicaba. “El ‘gaokao’ presenta muchas oportunidades para los niños, tanto en zonas rurales como urbanas. Sin él, millones de niños de entornos rurales, incluido yo, no habríamos tenido ninguna esperanza”.
Durante los últimos años, el gobierno chino ha hecho un esfuerzo especial para que esa esperanza no se convierta en una obsesión. El descenso demográfico ha sido de particular ayuda, ya que ha provocado que el récord alcanzado en 2008 con más de 10 millones de alumnos se haya relajado en casi dos millones menos para repartirse las plazas disponibles. Este año, ‘China Daily’ recordaba que los colegios preparaban métodos heterodoxos para aliviar el estrés, como golpear muñecos de plástico, pero que ya no incluyen romper libros, que también ha sido prohibido.
El ‘gaokao’ está compuesto por tres asignaturas obligatorias (Chino, Matemáticas e Inglés) y una optativa, dependiendo de si los estudiantes han seleccionado el itinerario de letras (Ciencias Políticas, Geografía e Historia) o el de ciencias (Física, Química y Biología). Esa es otra de las críticas habituales al sistema educativo chino, el hecho de que cuando un alumno selecciona una asignatura al entrar al instituto deja de lado por completo las de la rama opuesta. Son nueve horas diarias de examen, el gran salto adelante para muchos jóvenes que, de no superar el examen, tendrán que volver a su casa familiar, viendo cómo pasa por delante de sus narices el que quizá sea el último tren que les podría haber llevado a una nueva vida.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-06-10/gaokao-examen-china-lado-oscuro_1396787/