Grupo de Expertos de la OEA del caso Ayotzinapa pide ayuda al gobierno de España

Ante obstáculos de FGR, GIEI pide ayuda a gobierno español

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) del caso Ayotzinapa denunció que la Fiscalía General de la República (FGR) ha obstaculizado no solo la indagatoria que lleva a cabo, sino la de su propia unidad especial creada para investigar el crimen.

Al presentar su último informe sobre el caso el jueves pasado, expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos revelaron algunos de los “obstáculos” que ha enfrentado la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa.

Los especialistas señalaron a la Dirección General de Laboratorios Criminalísticos de la FGR de obstaculizar la indagatoria, pues revelaron que dicha área “no diligenció favorablemente una solicitud de pericias de voz, por lo que la unidad solicitó apoyo al gobierno español.

“Los peritos españoles dieron el match voz entre la prueba indubitada y la que era objeto de la pericia, con los mismos elementos. Cabe mencionar que estos son quienes capacitaron a los mexicanos”.

También destacaron el caso de una funcionaria, de quien no revelaron su nombre, que participó en la detención del presunto integrante de Guerreros Unidos, Felipe Rodríguez Salgado, El Cepillo.

“Fue quien respondió una solicitud de la Unidad en una investigación por tortura de Rodríguez Salgado. Es integrante de una de las unidades que depende de la Coordinación de Métodos de Investigación”, detalla el documento.

Criticaron que la Unidad Especial se creó en 2019, pero, pese a estar adscrita a la oficina del titular de la FGR, debió esperar hasta 2020 para que le entregaran facultades de investigación.

También señalaron que la unidad es la “responsable de concluir los procesos penales vinculados” con el crimen, pero la que judicializó la carpeta de investigación contra el ex procurador Jesús Murillo Karam fue un área distinta.

Milenio

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Opinión: La desvalorización de los expertos en tiempos de COVID

Por: Sofía García-Bullé

El problema no es dudar del conocimiento experto, es descartarlo por completo en favor de la experiencia y perspectiva individual.

 

Cuando los primeros casos de COVID-19 comenzaron a presentarse al final del año pasado en Wuhan, China y las medidas de contingencia comenzaron a aplicarse, nadie imaginó que la situación de emergencia se extendería tanto. En artículos anteriores hemos hablado de diferentes impactos psicológicos y sociales que la pandemia está causando, como el estrés, la ansiedad, así como formas de sobrellevar diversos aspectos del aislamiento y navegar responsablemente para cuidar nuestra salud emocional.

Bajo este contexto, uno de los aspectos más críticos que ha disparado la pandemia es una creciente falta de confianza en la ciencia y los expertos. La democratización de contenidos puede ser algo positivo cuando se busca aprender o desarrollarse en alguna disciplina establecida, pero puede tener implicaciones peligrosas si el objetivo es informarse sobre una situación con alto nivel de incertidumbre, como lo sería el avance de esfuerzos para detener la pandemia.

La red contiene una enorme cantidad de información sobre la pandemia y las medidas para protegernos de esta, y en muchas ocasiones, esta es contradictoria, polarizada o proviene de fuentes poco confiables. Todo lo anterior ha provocado una tendencia de confusión y desconfianza tanto a la información sobre la pandemia, como hacia quienes producen los datos.

Este patrón ya existía desde el 2016, con la llegada al poder de varios líderes derechistas como Donald Trump, en Estados Unidos y Jair bolsonaro, en Brasil. La opinión pública estribó hacia el cuestionamiento y la depreciación de las élites sociales y políticas. Ambos mandatarios construyeron su campaña presentándose como los voceros de una minoría social engañada por los poderes sociales y políticos establecidos, hicieron su camino a la presidencia de sus respectivos países sembrando esta semilla de desconfianza que se extendió más allá de las clases políticas y sociales dominantes, alcanzando a la academia.

Tom Nichols, autor del libro “La Muerte de la experiencia”, explica porqué no solo la desconfianza, sino la desacreditación del conocimiento establecido y quienes lo comunican, es un retroceso social de alto riesgo en un mundo post COVID-19.

De acuerdo con Nichols, el problema real es más complejo que simplemente no confiar en un discurso científico; cuando eso sucede, simplemente se pueden buscar más fuentes que corroboren aquel discurso que no nos convence, de la misma forma que buscaríamos una segunda opinión cuando queremos confirmar un diagnóstico médico; pero lo que sucede no es esto. Para una porción importante del público en general no es una cuestión de que no estén del todo convencidos de la veracidad de la información que reciben, sino que piensan que la forma en que buscan, procesan y aprenden de la información obtenida los vuelve igual o más versados que los expertos reales.

“Escribí el libro porque el público general comenzó a aleccionar a expertos dentro del campo que dominan, es algo que vemos aún más ahora”.

El académico y autor, publicó su libro en 2017, mucho antes del caos de comunicación e información consecuente de la pandemia, y el ensayo en el que el libro está basado es aún más viejo, data del 2014. En su texto, Nichols menciona la idea de los gatekeepers (o porteros) en su forma más pura y desvinculada con las acepciones negativas con las que hoy los conocemos.

Rubros como la cultura popular y la arena de la justicia social, han usado el término para referirse a personas que regulan hostilmente el acceso a un grupo de afición o intereses comunes. Esa acepción ha tomado mucha tracción en la última década, pero antes de eso, en la academia, los gatekeepers eran quienes tenían un alto nivel de conocimiento en determinada disciplina de estudio. Este nivel de conocimiento les permitía ser moderadores en la conversación y validadores de cualquier información nueva que surgiera dentro de su campo epistemológico.

Nichols expresó, más de una vez, su fe en que una crisis ambiental como el cambio climático o de salud, como la pandemia, ayudará a quienes abogan por la democratización del conocimiento a hacer las paces con quienes lo producen. Pero no fue así.

“No contaba con que habría una infraestructura política y de medios completa con un serio interés en no ayudar al público a salir de un estado de desconocimiento”.

Nichols explicó que su suposición de que la sociedad se uniría para avanzar en una sola dirección, y que sistemas de poder gubernamental y mediático los ayudaran en este avance, resultó ser ingenua. “No contaba con que habría una infraestructura política y de medios completa con un serio interés en no ayudar al público a salir de un estado de desconocimiento”, mencionó el académico. El individualismo incentivado por estas estructuras se convirtió en algo más importante que los hechos.

¿Cómo resolvemos un problema de desinformación como este en tiempos de pandemia? El primer paso sería entender que no se trata de un problema de desinformación, sino más bien uno cognitivo. Si tenemos arraigada la idea de que nuestras investigaciones personales en la red tienen más peso que el trabajo de científicos y médicos expertos en su campo, no importará cuántas ni cuáles las fuente que usemos, dado que buscaríamos aquellas que confirmaran esta falacia.

El siguiente paso sería comprender que la ciencia no es un interruptor que acallará nuestras inquietudes y nos brindará una solución rápida. El trabajo de los científicos es estudiar la situación, generar hipótesis de cómo solucionarla y probar estas hipótesis hasta encontrar una que funcione. La incertidumbre, el ensayo, el error y el acierto, son parte de su día a día.

Es esta incertidumbre la que nos motiva a investigar por nuestra cuenta y llegar a nuestras propias conclusiones. Es crucial tener presente que si bien estas conclusiones nos pueden traer paz mental al pensar que tenemos entendimiento y quizás algo de control sobre determinada situación que nos angustia (como la pandemia), este conocimiento no se equipara al de personas que han dedicado años de carrera al estudio de disciplinas como la medicina, la virología y los protocolos de salud.

Distinguir la diferencia entre nuestra experiencia, la opinión que se genera de esta y los hechos comprobables que se producen a través de la investigación científica, no solamente podrían ayudarnos a tener una base más firme para procesar el panorama actual, sino a tomar decisiones informadas e inteligentes que juegen un papel importante en el combate a la pandemia.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/desvalorizacion-expertos

 

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