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Palestina: Otra mujer palestina asesinada por militares israelíes en la ciudad de Jenin

Otra mujer palestina asesinada por militares israelíes en la ciudad de Jenin

La joven de 23 años falleció a raíz de disparos de munición real cuando militares israelíes allanaron una casa vecina. En otro incidente un joven fue herido por disparos de los militares. según testigos, la victima fue asesinada a sangre fría por los soldados cuando trataba de proteger a sus dos hijos de las balas y las bombas lacrimógenas.

El Ministerio palestino de Salud informó el deceso de la joven Dalia Smoudi  de 23 años, como resultado de las graves heridas sufridas por balas vivas, disparadas por militares israelíes en la madrugada de hoy viernes, en el área de Jabriya en Jenin.

La joven Smoudi recibió disparos en el pecho, afectando el hígado, el páncreas y la aorta. A pesar de ser sometida a una intervención quirúrgica de urgencia, no se pudo salvar debido a las graves heridas y pérdida de órganos vitales informaron los médicos a los medios locales.

Los hechos sucedieron cuando las fuerzas de ocupación irrumpieron en el barrio de Jabriya donde vive la víctima para allanar la casa del prisionero recién liberado Khaled Suleiman Abu Hassan, para interrogarlo después de amenazar con llevarlo detenido, lo que provocó la ira de los vecinos que fueron reprimidos por los militares, durante los cuales los soldados de la ocupación dispararon balas de guerra, bombas de sonido y gases lacrimógenos en contra de los vecinos.

Testigos locales informaron a los medios de prensa que la victima fue asesinada a sangre fría por los soldados cuando trataba de proteger a sus dos hijos de las balas y las bombas lacrimógenas que los militares lanzaban en forma discriminada.

En otro enfrentamiento, un hombre de 23 años fue herido con una bala en su pierna y docenas de palestinos fueron asistidos por los servicios de salud a raíz de la fuerte represión del ejército de ocupación durante la marcha semanal contra los asentamientos y la confiscación de las tierras de la aldea Kafr Qaddum.

Fuente: Corresponsal de PalestinaLibre.org en Jerusalén ocupada

Fuente: Palestina Libre

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/otra-mujer-palestina-asesinada-por-militares-israelies-en-la-ciudad-de-jenin/

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COVID-19: ¿qué ha hecho América Latina para evitar más feminicidios?

En Alemania, España o América Latina, la pandemia de la violencia de género y su extremo, los feminicidios, ya precedían a la del COVID-19. ¿Cómo se ha enfrentado hasta ahora esta «otra pandemia»?

Cada día, en Alemania, una mujer sufre un intento de asesinato por parte de su pareja o expareja. Cada tres días, lamentablemente, más de un agresor lo consigue. El problema se conoce desde mucho antes de esta pandemia de coronavirus. Pero «no se está haciendo lo suficiente» para proteger la vida de estas mujeres, afirmaba un reporte de la cadena pública MDR en junio pasado.

¿Qué debería hacerse, además de reforzar líneas de ayuda y servicios de asesoría y refugio que ya existen, aunque insuficientes? En Alemania, como en la mayoría de los países europeos, falta prevención sistemática y efectiva a nivel nacional, alertan expertas como la socióloga Monika Schröttle, coordinadora del European Observatory on Femicide (EOF).

Según el EOF, la violencia contra las mujeres ha aumentado en todo el mundo en tiempos de confinamiento. Hay países donde los casos han llegado a triplicarse. En Alemania, algunos políticos locales corrieron a alistar plazas de refugio temporal adicionales, por ejemplo, en hoteles vacíos.

Pandemia antes de la pandemia

Ya desde antes de la pandemia, esta potencia europea apenas disponía de datos sobre feminicidios que no fuesen cometidos por parejas o exparejas, así como de asesinatos de mujeres trans o trabajadoras sexuales. Falta, por tanto, información. Falta una red y mecanismos de prevención del delito, para identificar y dar seguimiento a casos de alto riesgo. Y faltan proyectos vecinales, o en instituciones educativas, enumeran Schröttle y otras estudiosas y activistas a la prensa local.

Ya desde antes de la pandemia, Alemania apenas disponía de datos sobre feminicidios que no fuesen cometidos por parejas o exparejas.Ya desde antes de la pandemia, Alemania apenas disponía de datos sobre feminicidios que no fuesen cometidos por parejas o exparejas.

En España, el observatorio y portal de información y periodismo de datos con perspectiva de género feminicidios.net ha registrado ya 51 «feminicidios y otros asesinatos de mujeres» este 2020. De ellos, 42 en el primer semestre. En 2019, los casos ascendieron en total a 99. El observatorio incluye «feminicidios íntimos», «familiares», «infantiles», «por prostitución», «por robo» y «por violencia comunitaria», además de casos «sin datos suficientes».

Pero, «al menos en España, un problema precisamente son los datos de personas fallecidas durante esta pandemia. Y en el cribado de esos datos tenemos que incluir los que corresponden a feminicidios. El gobierno no está siendo todo lo claro que debería. Precisamente uno de los problemas importantes es cómo se cuentan las muertes ocurridas durante estos meses. Eso está siendo objeto de polémica», comenta a DW Chaime Marcuello, uno de los coordinadores del EOF en el país.

Al otro lado del Atlántico, entretanto, «aún no tenemos datos sistematizados sobre el impacto de la pandemia y las medidas de confinamiento en los femicidios o feminicidios, que nos permitan llegar a conclusiones sobre tendencias o hacer comparaciones regionales», explica a DW Yeliz Osman, de la oficina regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.

«Lo que sí sabemos es que las cifras ya eran de niveles pandémicos antes de la crisis porque el problema de la violencia contra las mujeres no es debido a COVID-19, sino por la desigualdad y discriminación de género, así como las masculinidades nocivas aún vigentes en nuestras sociedades», insiste la experta.

Los últimos datos que registra el Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL se remontan a 2018 o, incluso, 2017.Los últimos datos que registra el Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL se remontan a 2018 o, incluso, 2017.
México: recortes, pese a más feminicidios

En el caso concreto de México, sin embargo, sí hay datos que apuntan a un incremento en los feminicidios, confirman Osman y sus colegas de ONU Mujeres México, apoyados en datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública. 1.932 mujeres han sido asesinadas entre enero y junio de 2020 -más de 10 cada día, o una cada menos de 2 horas y media-, si se suman presuntas víctimas de homicidios dolosos y feminicidios. Y esto representa un aumento de casi un 5% respecto a las 1.842 víctimas de ese mismo período en 2019.

En este marco, el número específico de presuntas víctimas de feminicidio aumentó en un 9.2%: pasó de 448 de enero a junio de 2019, a 489 en igual período de 2020, confirma ONU Mujeres, de acuerdo con los datos oficiales mexicanos. Vale aclarar que, en México, la tipificación del delito de feminicidio incluye «privar de la vida a una mujer, por razones de género», independientemente de la relación de la víctima con su agresor.

No obstante, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha minimizado estas cifras. «Las mujeres mexicanas nunca han estado tan protegidas como ahora», ha dicho AMLO a periodistas, mientras el Instituto Nacional de las Mujeres enfrenta un recorte del 75% de su presupuesto y se habla de retirar la financiación a los refugios de mujeres gestionados por ONG, como parte del programa de austeridad del Gobierno frente a la pandemia.

Confinadas con su agresor

Obviamente, la pandemia ha generado «riesgos adicionales para mujeres víctimas-sobrevivientes de violencia de género», reconoce la experta de ONU Mujeres. Servicios esenciales de justicia, salud y servicios sociales han sido interrumpidos. Y el hecho de que las autoridades se concentren en hacer frente a la crisis y hacer cumplir medidas de distanciamiento social, «puede generar mayor impunidad para los perpetradores y, al mismo tiempo, puede resultar en un aumento en la severidad y en la frecuencia de la violencia contra las mujeres», advierte.

Esta es, justamente, una de las conclusiones a las que ha llegado «La pandemia invisible», una investigación colaborativa y trasnacional, en 21 países de habla hispana y Brasil, con apoyo de medios de Nicaragua (La Lupa), México (Expediente Político), EE. UU. (Te lo cuento News), Guatemala (La Cuerda), Venezuela (La Tribuna de Todos) y El Salvador (La Brújula): quedarse en casa no solo aumentó el riesgo de sufrir violencia, sino que se expresó en «un incremento de los niveles de crueldad y letalidad por parte del agresor contra las mujeres».

En Perú, durante los dos primeros meses de cuarentena nacional, decretada el16 de marzo, se registraron 12 feminicidios y 26 tentativas de feminicidio, según la Defensoría del Pueblo. Sin embargo, durante los tres meses y medio que duró la cuarentena, hasta el 30 de junio, 915 mujeres desaparecieron. Un dato significativo si se toma en cuenta que Perú registró 166 feminicidios en 2019, y una décima parte de ellos fueron primero catalogados como desapariciones.

En Argentina, 92 mujeres fueron asesinadas en cuatro meses de confinamiento desde el 20 de marzo, reporta el observatorio La Casa del Encuentro. En Paraguay, en lo que va de año, el Observatorio del Ministerio de la Mujer ha registrado 16 feminicidios, aunque la Fiscalía contabiliza, hasta la segunda semana de julio, 18 causas de feminicidios y un total de 21 víctimas.

Bolivia cerró el primer semestre del año con 59 feminicidios, luego de que las mujeres permanecieran al menos tres de esos meses en sus hogares por la cuarentena. La cifra fue menor que la registrada en similar período de 2019, cuando estos asesinatos de mujeres llegaron a 65, un tope que ya se ha alcanzado, sin embargo, en este mes de julio, según registros de la Fiscalía.

Encerradas con el agresor: violencia de género en Bolivia

Una parte importante de estos feminicidios, en las condiciones de aislamiento, ha ocurrido a manos de familiares, parejas o personas cercanas, convivientes con las mujeres. «Se ha continuado verificando que los hogares son o pueden ser un lugar inseguro» para ellas; que son necesarias políticas específicas para afrontar, como problema público, la violencia contra las mujeres, los niños y las niñas en los hogares, comenta a DW la académica y activista feminista Ailynn Torres Santana, radicada entre La Habana y Quito.

«Otra pandemia»

En esta situación, no siempre han aumentado las denuncias, porque también las mujeres están en peores condiciones para hacerlas, para salir de sus casas, aclara. Lo que sí tiende a haber en todos los países es «un aumento en las llamadas de auxilio, o en las consultas a las líneas institucionales dedicadas a este asunto», precisa Torres Santana.

Esta psicóloga, comunicadora e investigadora social llama a prestar atención, además, a indicadores de aumento de la violencia contra mujeres en el espacio público: especialmente contra trabajadoras informales (sector donde ellas son mayoría en América Latina) y contra trabajadoras de los llamados «servicios esenciales».

«En una cuarentena que se supuso un beneficio general, muchas mujeres se encontraron solas, o con niños y niñas, encerradas con su agresor», resume «Violentadas en cuarentena». Esta otra investigación colaborativa de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes y la comunidad global de mujeres en medios de comunicación Chicas Poderosas da cuenta también de las acciones estatales para enfrentar la violencia contra las mujeres por razones de género durante la cuarentena por COVID-19, en 19 países de América Latina.

¿Qué hacer?

«En la región, hemos visto algunas buenas prácticas o prácticas promisorias. Por ejemplo, en Argentina y Uruguay se están prorrogando automáticamente las medidas cautelares para víctimas de violencia de género que vencieron o que vencerán dentro del periodo de la cuarentena», ilustra la experta de ONU Mujeres.

Los distintos países reaccionaron «en el marco de sus legislaciones», y no todas contemplan la violencia contra la mujer o el concepto de género, subraya «Violentadas en cuarentena». Entre los que aún no cuentan con legislación específica ni línea telefónica nacional de ayuda para estos temas, destaca Cuba.

Sin embargo, la isla acaba de anunciar un paso en el tratamiento gubernamental más sistemático al tema: la aprobación de una guía para implementar una línea de atención telefónica específica para casos de violencia de género, señala Torres Santana. Según la corresponsalía de IPS en Cuba, la isla ha registrado al menos siete feminicidios en 2020, cinco desde el inicio de las medidas de aislamiento.

En algunos países, se han generado alianzas con hoteles para brindar espacios gratuitos a mujeres víctimas-sobrevivientes y sus hijas e hijos, cuando no hay acceso a refugios o casas de acogida. «En Chile, Argentina, Colombia entre otros, se han puesto en marcha canales alternativos para realizar denuncias o reportes de violencia por ejemplo a través de WhatsApp, o en farmacias o supermercados. Y en múltiples países se han implementado campañas para generar conciencia y difundir información y números telefónicos sobre los servicios de atención», destaca Yeliz Osman, desde ONU Mujeres.

Sin embargo, para evitar el aumento de feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres se requieren estrategias integrales de mediano y largo plazo enfocadas en la prevención y acompañadas por una inversión adecuada, advierten expertas de todas las latitudes.

De ahí que ONU Mujeres insista en el llamado a todos los actores a priorizar la prevención, atención y sanción de la violencia contra las mujeres y niñas. ¿Cómo? Desde Panamá, Osman enumera estrategias a DW:

Garantizar el acceso a servicios esenciales de atención (de justicia, salud, psicosociales y asesoría legal). Trabajar estrechamente con organizaciones de la sociedad civil y redes de mujeres defensoras de derechos humanos, y fortalecer sus capacidades y recursos. Generar tolerancia cero hacia la violencia contra las mujeres, asegurando que los servicios policiales y judiciales prioricen su atención y sanción. Involucrar a la comunidad. Aumentar la inversión en la prevención a través de programas de educación, campañas públicas, programas para empoderar a las mujeres y niñas y programas que buscan transformar las masculinidades nocivas o las normas sociales que fomentan o toleran la violencia contra las mujeres y niñas.

Fuente: https://www.elmostrador.cl/braga/2020/07/30/covid-19-que-ha-hecho-america-latina-para-evitar-mas-feminicidios/

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Mazotti: «La problemática de violencia de género, sexual y maltrato infantil es alarmante»

Por: Entrevista 930 en radio Monte Carlo.

La directora de Inmujeres Mariela Mazotti dijo que en Uruguay «nos tenemos que preocupar muchísimo» por los temas de violencia de género y sexual porque la problemática «es alarmante y no se mitiga comparándolo con otros países de América Latina».

«En Uruguay la problemática de violencia de género, doméstica, sexual y maltrato infantil es alarmante y no se mitiga comparándolo con otros países de América Latina. Nos tenemos que preocupar muchísimo, por eso queremos impulsar un plan de emergencia nacional. El mundo está pasando por un momento de extrema violencia social, que también es violencia de género, porque el uso del poder tiene connotaciones de autoritarismo que se asocia a la cultura patriarcal, y en la vida privada de las personas se expresa en la violencia contra niñas, niños, adolescentes, mujeres y personas mayores», dijo Mazotti.

Para la directora de Inmujeres «aumentar las penas, definir al femicidio como un homicidio especialmente agravado coloca e identifica el problema» y considera que no se puede renunciar al objetivo del «femicidio cero» aunque «sea una utopía».

Habló de llevar adelante una política integral que empiece por la prevención, que tiene que ver con la educación de mujeres y hombres, aunque consideró que la campaña educativa en estos temas «es un debe» a pesar de que se han hecho cosas, «pero todavía insuficientes».

«El fenómeno de la violencia sexual en niñas, niños y adolescentes es un secreto, una realidad oculta, porque justamente ocurre en el ámbito familiar, en personas muy cercanas a las víctimas. Hay situaciones de riesgo en la calle para las que también tenemos que prepararnos y actuar, pero el porcentaje altísimo de violencia, abuso y maltrato a la infancia y adolescencia está en vínculos cercanos, personas de confianza», dijo en Entrevista 930.

Mariela Mazotti comentó que «la sumatoria de femicidios que se dan en departamentos del interior y pequeñas localidades es un fenómeno que empieza a ser observado hace dos o tres años» y que tiene que ver con la no realización de denuncias y porque «en los lugares más alejados a las mujeres les da vergüenza, la violencia de género muchas veces genera culpa».

Fuente de la entrevista: https://www.radiomontecarlo.com.uy/2019/09/07/entrevista-930/mazotti-la-problematica-de-violencia-de-genero-sexual-y-maltrato-infantil-es-alarmante/

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Feminicidio galopante en el capitalismo, las mujeres dicen BASTA

Por: Cecilia Zamudio

Sobre como avanza el feminicidio en un sistema como el capitalista. El caso de México.

Varios policías se llevan a una adolescente y la violan. No es la primera vez que pasa algo similar. El feminicidio(1) avanza moliendo vidas, por todo el planeta: el feminicidio se incrementa al amparo de un sistema, el capitalismo, que promueve misoginia a través de su industria de alienación cultural; un sistema en el que los medios de comunicación están en manos de un puñado.

La clase explotadora usa los medios para alienar a la clase explotada, inyectando machismo y racismo porque son paradigmas de sumisión y explotación, de división de la clase explotada. 

El feminicidio galopa desenfrenado al amparo de un sistema, el capitalismo, profundamente patriarcal, racista y clasista, que banaliza la explotación y la tortura porque sobre ellas se yerguen fortunas, galopa en un sistema que produce violadores a granel. 

Millones de niños son hoy educados en la misoginia, en el porno y la banalización de la injusticia y la crueldad, marinados en machismo y bombardeados por la industria de alienación masiva (televisión, cine, publicidad, video juegos, productos de la industria musical profundamente misóginos, etc): una educación que lesiona la capacidad de empatía y genera violadores en masa.

El feminicidio galopa en un sistema, el capitalismo, en el que las mujeres son utilizadas como «chivos expiatorios» de toda la rabia que genera un sistema de explotación, por su carácter injusto y maltratador. 

La clase explotadora promueve misoginia, racismo, xenofobia, banalización de la tortura, para desviar la rabia de las y los explotados, para que esa rabia nunca llegue contra los grandes capitalistas, que son quienes explotan a las y los trabajadores y saquean el planeta hasta la médula, que esa rabia se quede estallando entre la misma clase explotada pulverizada, desmembrando vidas, comunidades y toda posibilidad de organización para subvertir este abyecto sistema de explotaciones concatenadas.

El feminicidio galopa en un sistema, el capitalismo, en el que el aparato judicial beneficia siempre a la clase explotadora y a sus matones, dejando en impunidad a los ladrones de cuello blanco mientras se ceba contra quien roba un pan, dejando en impunidad a los banqueros que desahucian familias enteras mientras encarcela a quien busca un techo, dejando en impunidad a las multinacionales que saquean montañas y ríos, mientras encarcela durante décadas a las y los campesinos e indígenas en lucha.

El feminicidio galopa en un sistema, el capitalismo, cuyo aparato judicial deja en impunidad total o parcial a los violadores de mujeres y niñas (en total impunidad o con penas ínfimas por violar y destruir vidas). El feminicidio galopa cuando los militares, los policías y demás encargados de reprimir a los pueblos y salvaguardar al Capital, son cobijados de impunidad por las violaciones que cometen…

A los capataces del capital se les paga también con prebendas que incluyen impunidad por las torturas cometidas. Los policías violadores resultan en la mayoría de los casos impunes. Los militares gozan también de impunidad. Los militares estadounidenses gozan de total inmunidad en ciertos países, cuyos gobiernos títeres han firmado convenios que los eximen de ser perseguidos por las violaciones sexuales que cometan (por ejemplo, el gobierno colombiano firmó un convenio que les otorga inmunidad a los militares estadounidenses, incluso por violaciones sexuales. Hay decenas de niñas que fueron llevadas a bases militares y violadas, que han sido incluso filmadas, que no obtendrán «justicia» alguna en virtud de este convenio).

En México las mujeres dicen ¡BASTA!

Las mujeres toman las calles hastiadas del feminicidio; y los medios de alienación titulan que «las mujeres son violentas y destruyen monumentos», pero guardan silencio sobre la impunidad casi absoluta que desde siempre y estructuralmente cobija a las fuerzas represivas, incluso en casos de violaciones sexuales, torturas y desaparición forzada…

A la clase explotadora, propietaria de los medios de comunicación, le parece más «violenta» una pintada callejera que la violencia cotidiana y brutal contra las mujeres, o que la violencia impune ejercida por los aparatos represivos contra la población. A los medios, propiedad de la burguesía, siempre les parecerá más violenta la persona que protesta contra la injusticia, que la injusticia en sí, porque de un sistema profundamente injusto sacan sus privilegios.

Varios policías se llevan a una adolescente y la violan. Otro policía viola a una adolescente en un baño de un museo. En México, cada 18 segundos violan a una mujer, y cada día 9 mujeres son asesinadas por violencia machista.

En el mundo se estiman en no menos de 6 feminicidios cada hora en el ámbito familiar (asesinatos perpetrados predominantemente por la pareja o expareja) sin contar los feminicidios que ocurren fuera del ámbito familiar. El 60 % de las 87.000 mujeres que fueron asesinadas en 2017 en todo el mundo fueron víctimas de un crimen machista cuyo perpetrador fue su expareja o un familiar, según denuncia un informe de naciones Unidas (2).

El informe arroja que 15 millones de muchachas adolescentes (de entre 15 y 19 años) de todo el mundo han sido obligadas a relaciones sexuales forzadas en algún momento de sus vidas. Según los datos recogidos en 30 países, solamente el 1 por ciento de ellas ha buscado ayuda profesional.

Las cifras de violaciones intrafamiliares o extrafamiliares son elevadísimas, y aún así, no reflejan sino una pálida punta del iceberg de una realidad brutal. El empobrecimiento por saqueo capitalista aboca a la aberrante explotación de la prostitución a las mujeres más empobrecidas de la clase explotada mundial (coacción económica). La cifras de la Trata (tráfico de seres humanos y prostitución con coacción violenta), arrojan que los proxenetas capitalizan más de 32 millones de dólares al año: más de 4 millones de mujeres y niñas víctimas, en su inmensa mayoría mujeres de la clase explotada (cifras en aumento). 

El feminicidio es una realidad tangible, que cabalga al amparo de un sistema que promueve incesantemente misoginia a través de su aparato cultural, que cabalga en un sistema de explotaciones concatenadas.

Las mujeres toman las calles hastiadas de tanta barbarie, del feminicidio galopando, de la impunidad que cobija a los policías violadores, de las injusticias y agresiones cotidianas y continuadas que padecemos las mujeres bajo este sistema criminal que promueve misoginia y feminicidio.


Notas:

(1) Feminicidio no es únicamente el homicidio contra una mujer por violencia machista; en un sentido integral el feminicidio es también el asesinato del derecho a la integridad, las violaciones sexuales y todas las violencias ejercidas contra las mujeres. El feminicidio como realidad social se compone de todo el ámbito de la barbarie misógina y crece de manera dramática en el capitalismo.

(2) Ending violence against women, facts and figures, UN WOMEN, 2018

Fuente: Blog de la autora: www.cecilia-zamudio.blogspot.com

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España: Mil asesinadas, el mapa de la vergüenza

Video: blob:https://www.diariosur.es/f1cf6fe7-001e-4c6c-af4f-aa5b5696ee9c

Cada víctima de violencia de género es un fracaso de la sociedad, aseguran dos supervivientes ante el millar de víctimas mortales en 16 años

Pudo ser una de las mujeres que aparecen en el triste listado de víctimas que empezó a visibilizar la violencia de género en 2003. Hace doce años Carmen Benito huyó del maltrato que sufría en su propio hogar. Sin denunciar. Sin ninguna red de seguridad. «En cuanto al maltrato, lo he tenido todo», asegura. «Cuando estás ahí es complicado salir. Sobre todo por el enganche emocional y porque no sabes lo que hay detrás de la barrera». Dos años de terapia gratuita con las estudiantes de la Universidad Complutense cada martes la ayudaron a dar el paso de fundar la Asociación de Mujeres Unidas contra el Maltrato, donde «todos los días entra un nuevo caso», dice. «A cualquiera la puede pasar, pero no hay que normalizarlo».

Casi dos años después de enumerar a las mujeres muertas en manos de los hombres con los que mantenían una relación sentimental se promulgó la Ley contra la Violencia de Género (diciembre de 2004) y dejó de ser un «delito invisible». Los recursos para la protección de la mujer han calado lentamente en la sociedad. Los primeros años del trágico listado, los asesinatos se mantuvieron por encima de 70 mujeres entre 2003 y 2010, a excepción de tres periodos. Entre 2011 y 2014, la cifra se mantuvo entre 50 y 55. En 2015 subió a 60. Desde entonces, la cifra de asesinadas se ha mantenido por debajo de las 52. Nunca ha habido menos de 47. El máximo, 76. Un millar de mujeres han sido asesinadas en 16 años, según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.

Víctimas de la violencia de género

Hace doce años escapó de la red del crimen machista otra mujer que podría haber engrosado la vergonzosa estadística de la violencia de género. Después de pasar en los tribunales una década con un procedimiento abierto por cada una de las 16 denuncias interpuestas como imponía la legislación anterior, Ana Bella analiza por qué, a pesar de «tener ahora la mejor ley del mundo y un pacto de Estado ejemplarizante», se mantiene este tipo de agresiones. «Gracias a la ley yo estoy viva y si sirve, aunque sea para ayudar a una sola mujer, vale la pena. Imagina que es tu hija o tu hermana, qué no darías por salvarla», reflexiona la directora de la Fundación Ana Bella. «Ahora tenemos que cambiar la sociedad. El silencio nos hace cómplices. Hay que alzar la voz y hablar con las que no pueden hablar».

Cada víctima mortal muestra el fracaso de la sociedad en su conjunto, coinciden ambas supervivientes volcadas en la ayuda a otras mujeres que pasan por lo que ellas pasaron. Pero faltan pasos por dar, como garantizar la seguridad de la víctima. Toda mujer que requiera ayuda oficial está obligada a denunciar, aunque no esté preparada, frente a un juez que será quien decida si ha habido maltrato, «algo que debería ser determinado por un psiquiatra forense», solicita Carmen Benito. «Debe existir la garantía de que la vida de la mujer que se atreve a denunciar sea mejor, y no un calvario», ratifica Ana Bella. Como homenaje, por cada víctima mortal no hay que hacer un minuto de silencio. Todo lo contrario. Hay que repetir cada nombre.

*Los datos del gráfico han sido proporcionados por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.

Fuente de la Información: https://www.diariosur.es/sociedad/mujeres-asesinadas-parejas-mil-violencia-machista-20190611172911-ntrc.html

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Qué fue el «genocidio canadiense» por el que murieron y desaparecieron cientos de mujeres

Redacción: MSN Noticias

Han pasado casi 50 años desde que Helen Betty Osborne, una mujer indígena que soñaba con ser maestra, fue secuestrada y brutalmente asesinada cerca de Manitoba, una ciudad canadiense profundamente dividida por líneas raciales.

En muchos sentidos, la muerte de la joven de 19 años fue indicativa de los casos que estaban por llegar: una adolescente indígena obligada a abandonar su comunidad remota, atacada por cuatro hombres simplemente por su raza, y la larga espera de la familia para que se hiciera justicia.

Hace 15 años, Amnistía Internacional calificó el asalto y el asesinato a la tímida joven como «una advertencia ignorada».

La violencia que enfrentan las mujeres y las niñas indígenas de Canadá está ahora en el centro de atención, cuando una investigación nacional sobre mujeres desaparecidas y asesinadas llega a su fin después de más de dos años de audiencias y testimonios.

Este lunes se publica la investigación. Las primeras conclusiones, filtradas a la cadena nacional de televisión CBC, hablan de un «genocidio canadiense».

El informe, de 1.200 páginas, acusa de la desproporcionada violencia contra las mujeres indígenas al colonialismo fuertemente arraigado y a la inacción del Estado.

Se desconoce el número exacto de víctimas, pero hay reportes de que podrían ser miles.

«Se tardó 40 años en llegar a este momento y solo porque las mujeres indígenas han estado en el terreno haciendo ruido», afirma Robyn Bourgeois , académica y activista que investiga el activismo indígena en Canadá, a Jessica Murphy , periodista de la BBC en Toronto. «Sin ellas no estaríamos aquí» , dice.

Entre las activistas hay familiares de víctimas que han hecho campaña incansablemente por los seres queridos que perdieron, y activistas de base como Beverley Jacobs y Terri Brown, quienes también perdieron a miembros de su familia.

Para Jacobs, el asesinato en 2008 de su prima Tashina General, de 21 años, fue un punto de inflexión en su trabajo. Para Brown, cuya hermana de 41 años, Ada Elaine, murió en 2001, la pérdida continúa atormentando a la familia, que dice que fue asesinada y que su caso fue mal manejado.

Jacobs, abogada mohawk, fue la investigadora principal del informe de Amnistía sobre discriminación y violencia contra las mujeres indígenas, y pasó meses viajando por todo el país reuniéndose con las familias de mujeres que habían desaparecido o habían sido asesinadas.

«En ese momento, eran las familias las que estaban haciendo todo el trabajo», dice. «Fueron las que hicieron los carteles y las búsquedas, pasándolo mal con la policía, y sin obtener respuestas».

Su esfuerzo comenzó justo cuando un caso horrible estaba a punto de aparecer en los titulares de todo el mundo.

La policía había arrestado a Robert Pickton, un asesino en serie que había asediado a mujeres del distrito de Downtown Eastside, en el centro de Vancouver , durante años, siendo muchas de sus víctimas indígenas y marginadas.

Las autoridades habían negado durante mucho tiempo que hubiera un patrón en las desapariciones, o que pudieran estar vinculadas.

Pero una investigación local posterior dejó al descubierto el fracaso sistémico y el sesgo que permitieron a Pickton asesinar a mujeres durante años sin ser atrapado.

Pickton fue finalmente condenado a cadena perpetua por el asesinato de seis mujeres. Inicialmente había sido acusado de matar a 26 mujeres de un total de 69 que habían desaparecido durante los años 80 y 90.

Su juicio de alto perfil hizo que activistas como Jacobs pensaran que lo que había ocurrido en el estado de Columbia Británica, cuya principal ciudad es Vancouver y donde las mujeres indígenas eran una parte desproporcionada de las mujeres reportadas como desaparecidas o asesinadas, se vería también a nivel nacional.

«Ese [caso] fue un punto de inflexión», dice Bourgeois.

También fue donde Jacobs, la abogada mohawk , comenzó su trabajo. «Lo primero que pensé que tenía que hacer era ir a Downtown Eastside porque Pickton acababa de ser arrestado», explica.

Las mujeres que habían estado trabajando durante años para llamar la atención sobre lo que estaba pasando la llevaron a la granja de cerdos del asesino, el sitio donde había cometido los asesinatos.

«Fue horrible. Fue antes de cualquier juicio, no estoy segura de que se hubieran presentado cargos todavía. Pero [los investigadores] ya estaban cavando en el suelo», cuenta Jacobs.

Posiblemente incredulidad o miedo

Brown, activista indígena desde hace mucho tiempo y, como Jacobs, expresidenta de la Asociación de Mujeres Nativas de Canadá (NWAC, por sus siglas en inglés), fue fundamental para alertar sobre el «horripilante número de mujeres» que estaban desapareciendo en Vancouver.

Bajo su liderazgo, el NWAC colaboró con grupos como Amnistía Internacional; Kairos, un grupo religioso; y las iglesias anglicana para crear una campaña de sensibilización nacional.

Pero Brown dice que fue una repetición de lo de Vancouver: a menudo se encontraban con indiferencia. También había interrupciones significativas en los registros, lo que dificultaba obtener una imagen completa del problema de la violencia.

Se estaba llevando a cabo un conteo no oficial de los desaparecidos. En Toronto, Amber O’Hara, una mujer del grupo anishinaabey activista contra el SIDA, comenzó a compilar una base de datos en línea.

Y según Brown, las mujeres en Downtown Eastside «estaban haciendo un gran trabajo, contabilizando a las mujeres que se estaban perdiendo».

«Las familias venían y decían: ‘No la hemos visto en semanas’. Y la policía contestaba: ‘Tal vez esté de vacaciones en algún lugar’. ‘Bueno, discúlpeme, nunca dejaron esa cuadra del Eastside».

Brown, quien entonces dirigía la Asociación de Mujeres Nativas de Canadá, decidió que debía haber una compilación formal de los datos.

«Quería ponerle números a esto porque nadie nos creía», rememora. «Pero no teníamos los recursos, hice mi propia investigación y la presenté, pero ellos dijeron: ‘Bueno, ¿cómo sabes que es verdad?’ En ese momento dijimos que había unas 500 mujeres aborígenes desaparecidas y asesinadas».

La asociación consiguió fondos federales para fundar la campaña Sisters in Spirit («Hermanas en Espíritu»), que investigó y sensibilizó sobre las altas tasas de violencia contra las mujeres indígenas. Para el año 2009, habían recopilado 520 nombres.

Aún así, Brown recuerda haber llevado las estadísticas a reuniones con funcionarios del gobierno, incluso algunos líderes indígenas, y dice que «lo más extraño» fue el presentar los datos «a personas que se sentaban allí y te miraban, no te respondían, no te decían nada, no te alentaban, no te daban su apoyo de ninguna manera «.

«Inexpresivos. Posiblemente incredulidad o miedo. No lo sé».

Las estadísticas

Hasta el día de hoy, la falta de datos sólidos significa que nadie sabe exactamente cuántas mujeres y niñas indígenas han sido asesinadas o han desaparecido en las últimas décadas. Pero algunas estadísticas sí han sido compiladas.

• El 10% de todas las mujeres reportadas como desaparecidas son indígenas y representan el 21% de las víctimas de homicidio. Los indígenas canadienses representan alrededor del 4% de la población.

• La mitad de los homicidios fueron cometidos por un miembro de la familia, pero las mujeres indígenas también tienen 1,4 veces más probabilidades de ser asesinadas por alguien con quien no tienen una relación cercana.

• En 2014, la Real Policía Montada de Canadá identificó casi 1.200 casos sucedidos entre 1980 y 2012.

• Las mujeres indígenas tienen un mayor riesgo de sufrir agresiones físicas y sexuales, incluso cuando se toman en cuenta otros factores de riesgo, y experimentan más violencia por parte de sus parejas.

Bourgeois y Jacobs intentaron tomar una dirección diferente. Fueron al escenario internacional. Brown comenzó a plantear el tema en reuniones de la ONU y en otros lugares.

«Dondequiera que iba, lo mencionaba», explica. «No es que a alguien le importara. Pero pensé que en algún momento alguien escucharía».

Jacobs dice que sabían que Canadá no estaba haciendo nada. «Y sabíamos que los foros internacionales atraerían la atención contra Canadá», afirma. «[A nivel internacional] No hay mecanismos de imposición. La única forma es causar vergüenza al país».

Luego, en agosto de 2014, 43 años después del asesinato de Osborne, otro caso, esta vez la muerte de una estudiante de 15 años llamada Tina Fontaine, comenzó a aparecer en los titulares de todo Canadá.

Su asesinato provocó una indignación colectiva y feroz y consolidó los pedidos de que se abriera una investigación nacional.

Para 2015, la ONU estaba presionando para que hubiera una investigación pública, al igual que un informe canadiense histórico sobre la reconciliación con los pueblos indígenas.

El primer ministro, Justin Trudeau , lanzó oficialmente una investigación al año después de ganar las elecciones generales de 2015.

Para entonces, Brown y Jacobs se habían alejado del activismo por este tema. Ambas dicen que les afectó emocionalmente, especialmente dado que ambas habían perdido a sus seres queridos.

«Sentí que ya no podía hacerlo. Me enojé demasiado», dice Jacobs. «Desde el momento en que empecé [después de la muerte de mi prima] sentí que estaba golpeando mi cabeza contra la pared, sentí que no se estaba logrando nada».

También han sido críticas con la investigación.

Jacobs asegura que nunca logró realmente ganarse la confianza de muchas familias que perdieron hermanas o madres o hijas, y muchas no fueron incluidas en las audiencias públicas.

Según Brown, «hablaron con muchas familias, abrieron muchas heridas. Pero al final, ¿alguien fue arrestado?»

«Tiene que haber justicia. Esos hombres tienen que ir a la cárcel. Si no lo hacen, todo el dinero gastado y todo lo que hablamos no vale la pena, porque no hay justicia».

También advierten que, si bien la investigación pudo haber terminado, los índices de violencia se mantienen altos.

La verdadera curación vendría de parte de los canadienses indígenas que reclaman su cultura, idioma y tradiciones, dice Jacobs.

Afirma que Canadá debe tomar pasos concretos hacia la reconciliación y responsabilizarse de políticas que han sido perjudiciales para las mujeres indígenas.

En estos días, Brown va a las vigilias organizadas para las mujeres desaparecidas y se siente reconocida.

«Alguna joven, inevitablemente, en algún momento viene y empieza a informarme sobre el tema y yo solo pienso: ‘Sí, hay esperanza para nosotros ahora'».

«Porque conocen el problema, pueden nombrar el problema, tienen la fuerza para hablar sobre ello».

El informe final

El camino hacia la publicación del informe final de la investigación nacional no siempre ha sido fácil.

La investigación, con un costo de US$68 millones, se inició en 2016 con un mandato para profundizar en las causas sociales, económicas, culturales, institucionales e históricas subyacentes de la violencia contra las mujeres y las niñas indígenas.

Se llevaron a cabo 24 audiencias en todo Canadá, con el testimonio de casi 1.500 personas, incluidos familiares de mujeres desaparecidas o asesinadas y sobrevivientes de violencia. También se escuchó a decenas de expertos y se revisaron los archivos policiales e institucionales.

Ha habido renuncias, retrasos, críticas relacionadas con la transparencia y las comunicaciones, y preocupaciones sobre su alcance. Los comisionados lucharon para obtener una extensión de dos años, pero recibieron solo seis meses adicionales del gobierno federal.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256845&titular=qu%E9-fue-el-%22genocidio-canadiense%22-por-el-que-murieron-y-desaparecieron-cientos-de-mujeres-

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