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Nuevas posibilidades en la revisión de los discursos educativos

Jurjo Torres Santomé

Universidade da Coruña (UDC)

En Thomas S. POPKEWITZ: Los discursos redentores de las ciencias de la educación

Morón (Sevilla). M.C.E.P. – Kikiriki Cooperación Educativa, 1998, págs. 9 – 29

 

Uno de los motores que impulsan la revisión de los discursos educativos contemporáneos es el de tratar de conocer mejor cómo son hoy nuestras realidades escolares. El presente es vivido con un grado notable de desconcierto, no acabamos de entender bien qué es lo que realmente ocurre, a qué es debido y cómo se puede incidir o participar significativamente en nuestras sociedades y, más en concreto, en el ámbito de la educación.

Llevar a cabo esta tarea de explicar el presente de las instituciones sociales y, por tanto, también de las escolares, pasa por revisar el pasado, por analizar cómo se fueron conformando las interpretaciones de la realidad, sus alternativas y valoraciones. Averiguar las verdaderas razones de ser de los discursos y prácticas pedagógicas actuales obliga a examinar aspectos claves como son: sus raíces, sus orígenes, momentos, lugares y comunidades que desempeñaron un papel decisivo en su conformación.

En esta tarea de inspeccionar el pasado para llegar a una comprensión más provechosa de lo que acontece en la actualidad las nuevas concepciones filosóficas que durante este siglo emergieron desempeñan un papel destacado. Entre éstas, a mi modo de ver, las perspectivas que gozan en la actualidad de mayor atención son el modelo genealógico de análisis foucaultiano y el deconstructivismo derridiano.

Estas nuevas perspectivas de investigación social comienzan por diseccionar las nociones comunes, los conceptualizaciones y modos de recoger información; por revisar las epistemologías dominantes, ver sus puntos fuertes y débiles y, lo que es más importante, comprobar de qué manera nos condicionan a la hora de interpretar qué está aconteciendo; por qué en la actualidad determinadas explicaciones y modos de razonar gozan de mayor aceptación que otros y, en consecuencia, por qué se opta por determinadas estrategias para intervenir en la realidad y no por otras; por qué incluso existen grandes dificultades para razonar y explicar la realidad sin tener que recurrir a discursos tan globalizantes y omnicomprensivos.

En esta obra, La administración de la libertad, Thomas S. POPKEWITZ recurre al modelo foucaultiano para revisar la razón de ser de lo que él llama, los discursos redentores en el ámbito de las Ciencias de la Educación. Constata que los modelos más convencionales para el análisis de las cuestiones sociales no permiten llegar a comprender el actual estado de la cuestión en cualquiera de los ámbitos de análisis que se elija; ya sea el actual sistema educativo o el sentido de otras instituciones sociales o de las propias relaciones interpersonales. Tales modelos más convencionales, para interrogarse sobre la génesis de las ideas y condiciones específicas que dieron lugar a conceptos y modelos que en el presente gozan de mayor aceptación, acostumbraron a recurrir a modelos de investigación en los que desempeñaban un papel capital nociones como opresión, explotación, dominio, etc.

El autor arranca con el objetivo de profundizar y averiguar de qué manera se construyeron los principales eslóganes y discursos que han venido articulando la tradición occidental en el ámbito de la educación. Pretende sacar a la luz los conflictos que hubo en su génesis, por quién fueron promovidos los principales discursos teóricos y reformas escolares y con qué finalidades. Las “prácticas discursivas”, según palabras textuales del propio Michel FOUCAULT (1990, pág. 198), podemos considerarlas como el “conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio que han definido en una época dada, y para un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de ejercicio de la función enunciativa”.

Se trata de comprender mejor los saberes del presente descubriendo aspectos de tiempos anteriores, avatares y contextos que nos han venido pasando desapercibidos. Estos discursos no son producidos desde un único espacio y en un único momento temporal, ni por una única comunidad social; por el contrario, tienen diversos orígenes y discontinuidades, coinciden y se contradicen de distintas y variadas maneras también en diversos momentos históricos y lugares geográficos.

Desde la perspectiva de análisis de la que parte el autor, se piensa que en esta construcción del pensamiento hegemónico educativo hay aspectos a los que se les prestó poca atención; cuestiones que hasta el momento eran consideradas como decisivas y prácticamente como los únicos motores de tales discursos ahora, con la mirada dirigida hacia nuevos lugares, cobran menos peso, incluso se eluden o minusvaloran por algunos autores y autoras que comparten modos de análisis semejantes. Así, por ejemplo, podemos constatar como aspectos clave que los análisis marxistas y neomarxistas consideraban decisivos en la conformación de los actuales sistemas escolares, como los procesos económicos y las clases sociales, ahora son dejados algo más al margen.

Una de las peculiaridades de las posturas postestructuralistas y, en general, postmodernistas es la de otorgar mayor pluralidad a los agentes sociales. Estos agentes ya no son sólo la clase trabajadora y los propietarios de los medios de producción, sino también otros colectivos sociales organizados (mujeres, personas de etnias marginadas o sin poder, grupos nacionalistas, colectivos de homosexuales y lesbianas, etc.) que, día a día, a través de sus movilizaciones y luchas inciden en el desarrollo de la sociedad. Incluso, las personas aparecen ahora no con identidades fijas, sino múltiples y, por lo tanto, también contradictorias.

Al igual que Michel FOUCAULT, Thomas POPKIEWITZ considera necesario replantearse la manera de hacer la historia. Algo que ya había ocupado a Emmanuel KANT en 1798 cuando publica su famoso trabajo “Reiteración de la pregunta de si el género humano se halla en constante progreso hacia lo mejor”. De hecho Michel FOUCAULT, en uno de sus cursos en el Colegio de Francia en 1983 en el que comenta este famoso texto (aunque él lo ubica o confunde con otro trabajo seminal de ese mismo autor de 1784: “Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?”), destaca su importancia al considerarlo como el primer trabajo acerca de “la cuestión de la actualidad: ¿qué es lo que ocurre hoy?” (Michel FOUCAULT, 1985, pág. 198); pero también subraya que en este mismo texto subyace la cuestión de la teleología inmanente a todo proceso histórico. Así lo expresa KANT en ese trabajo de 1798, en el que, a propósito de un conflicto surgido entre la Facultad de Filosofía y la de Derecho y estimulado por los efectos de la Revolución Francesa, vuelve a ocuparse de la filosofía de la historia, tratando de reflexionar sobre las posibilidades del ser humano como ser social y moral, acerca de las probabilidades de mejorar. “Ahora bien – escribe Emmanuel KANT (1964, págs. 200 y 202) -, aun sin espíritu profético, y de acuerdo con los aspectos y signos precursores (Vorzeichen) de nuestros días, afirmo que puedo predecir que el género humano logrará esa meta y también que sus progresos hacia lo mejor ya no retrocederán completamente. … El género humano siempre estuvo progresando hacia lo mejor y [que] seguirá avanzando en el porvenir”.

La razón ilustrada es la construcción que se pensaba que permitiría enfrentarse con más eficacia al dominio de la Iglesia y liberarse de un mundo de verdades reveladas que no podían ser puestas en duda ni, en buena lógica, ser negadas, sino únicamente y, en el mejor de los casos, someterse a interpretación. Con la Ilustración aparece la posibilidad de la libertad de pensamiento y de crítica. El ejercicio de la razón ilustrada ayudaría a transformar el mundo y a emancipar a los seres humanos.

Esta idea que caracteriza a la modernidad va a ser una de las que se van a convertir en blanco de ataque para los críticos de la modernidad y, de manera especial, para las perspectivas englobadas bajo el paraguas de la postmodernidad.

Numerosos sucesos en este siglo sirvieron para cuestionar esas ideas fuerza de la modernidad que confiaban en que la razón ilustrada y el progreso tecnológico, al que darían lugar muchas de sus aplicaciones, tendrían como resultado la eliminación de creencias y conocimientos tradicionales que sólo servían para legitimar formas privilegiadas de vida para unas pocas personas y, por consiguiente, para explicar y perpetuar formas de opresión y dominación. La postmodernidad trató de explicar y denunciar que estas relaciones de dependencia entre razón y progreso no siempre van unidas. Como subraya Alain TOURAINE (1993, págs. 239-240.), “si la modernización asoció progreso y cultura, oponiendo culturas o sociedades tradicionales y culturas o sociedades modernas, explicando cualquier hecho social o cultural por su lugar en el eje tradición-modernidad, la posmodernidad disocia lo que había estado asociado”.

El éxito económico no tiene por qué ser síntoma de progreso, máxime si aquel se concentra en muy pocas manos. Esta misma falta de correspondencia se deja notar en las aplicaciones tecnológicas del conocimiento construido bajo perspectivas que compartían los ideales de la modernidad.

Desde la postmodernidad se constata asimismo la inadecuación de dualismos rígidos que impiden comprender dinámicas más complejas. Dualismos del tipo opresores – oprimidos, o la definición de la clase trabajadora como portadora de intereses progresistas, frente a las clases altas como conservadoras, no siempre nos permiten comprender de manera adecuada las dinámicas sociales.

Una de las quejas comunes de quienes participan de las concepciones postmodernistas hace referencia a esos deseos de progreso y de buenas intenciones que están detrás del proyecto de la modernidad y del conocimiento y tecnología a que da lugar. Aquí el nombre de «Auschwitz» pasa a convertirse en uno de los ejes vertebradores de las críticas. Algo que ya había hecho antes Theodor W. ADORNO (1998), cuando se interroga por el tipo de personalidades tecnológicas que surgieron en este último siglo, capaz de preocuparse por aplicar todos los conocimientos científicos disponibles para construir “un sistema de trenes para llevar las víctimas a Auschwitz, sin interferencias y del modo más rápido posible” (Theodor W. ADORNO, 1998, pág. 88).

Las tecnociencias y sus aplicaciones militares, el empobrecimiento del tercer mundo debido a la expoliación de sus recursos naturales, la barbarie humana y los genocidios que se dejan ver en las numerosas guerras de este siglo, el desempleo y pobreza a que da lugar la aplicación de las teorías empresariales de mayor actualidad, etc. pasan, de este modo, a ser vistas por los críticos de la Modernidad como el fracaso de las ideas de progreso y emancipación que preveía la Ilustración.

De acuerdo con Jean-François LYOTARD, la modernidad se caracteriza por “grandes relatos” legitimadores de un proyecto de sociedad, basados en ideas de emancipación y el poder de unas determinadas formas de racionalidad. Los grandes relatos, al igual que los mitos, desempeñarían una “función de legitimación, legitiman instituciones y prácticas sociales y políticas, legislaciones, éticas, maneras de pensar, simbolismos. A diferencia de los mitos, estos relatos no encuentran su legitimidad en actos originarios «fundantes», sino en un futuro que se ha de promover, es decir, en una Idea a realizar. Esta Idea (de libertad, de «luz», de socialismo, de enriquecimiento general) posee un valor legitimatorio porque es universal. Da a la modernidad su modo característico: el proyecto, es decir, la voluntad orientada hacia un fin” (Jean-François LYOTARD, 1992, pág. 61).

Michel FOUCAULT reacciona contra una concepción de la historia basada en la idea de continuidad y progreso; para ello construye una metodología de investigación que permite captar estas discontinuidades, rupturas y reapariciones de discursos y prácticas, así como las relaciones de poder que atraviesan esas prácticas y sus contextos; es el famoso método genealógico-arqueológico[1].

“La arqueología – escribe Michel FOUCAULT (1990, pág. 233)- pretende definir no los pensamientos, las representaciones, las imágenes, los temas, las obsesiones que se ocultan o se manifiestan en los discursos, sino esos mismos discursos, esos discursos en tanto que prácticas que obedecen a unas reglas”. Su pretensión es examinar no sólo los aspectos políticos de las normas y regulaciones internas de las prácticas discursivas, sino también sus relaciones con los discursos prácticos en los que éstas se aplican y con las prácticas institucionales que tienen lugar en centros escolares, instituciones penitenciarias, hospitales y demás servicios sociales

Cada sociedad tiene su régimen de verdad y la genealogía lo que trata es de averiguar cómo se construye la “verdad”, de que forma su producción condiciona y explica cómo nos gobernamos a nosotros y a los demás.

Aquí es importante no olvidar la concepción de poder y saber que mantiene este autor, pues una de las notas idiosincrásicas del pensamiento foucaultiano es que el poder no es contemplado con notas negativas, o sea, como un modo de dominación, de coerción, debiendo recurrir a mentiras y falsas ilusiones, distorsionando y engañando. El poder no tiene por qué ser represivo, puede ser positivo y productivo. Lo que también importa es que el poder más que poseerse por alguien en exclusiva, se ejerce por múltiples personas y a través de diferentes prácticas.  Así, por ejemplo, en las instituciones escolares no únicamente tienen y ejercen poder las profesoras y profesores, sino también el alumnado y sus familias.

Sin embargo, casi desde los primeros momentos en los que estas nuevas concepciones del conocimiento comienzan a salir a la luz, surgen también furibundos ataques contra todo este nuevo modo de investigar e interrogarse acerca de la construcción de los discursos sociales y científicos; contra aquellas propuestas dirigidas a revisar en profundidad las categorías de análisis y los sistemas de significación dominantes. Tanto desde posturas políticamente conservadoras como progresistas estas posiciones teóricas postmodernistas y postestructuralistas son objeto de toda clase de diatribas e insultos.

Es llamativo, por ejemplo, el ataque que contra las nuevas escuelas postmodernistas de literatura dirige el conservador Allan BLOOM (1989, págs. 391-392): “La literatura comparada ha caído en gran medida, en manos de un grupo de profesores que se hallan influidos por la generación postsartriana de heideggerianos parisienses, en particular, Derrida, Foucault y Barthes. La escuela recibe el nombre de desconstruccionismo y es la última, predecible, etapa en la supresión de la razón, y la negativa de que exista una posible verdad en nombre de la filosofía”.

Pero también desde posiciones de un positivismo duro y de personas que militan en organizaciones políticas de izquierdas salen críticas muy severas acerca de la inadecuación académica, científica y social de estas nuevas concepciones.

Entre los ataques más recientes contra las concepciones postmodernas, cabe destacar el que capitanean el profesor de Física de la Universidad de Nueva York, Alan D. SOKAL, y el belga Jean BRICMONT, también profesor de física teórica en la Universidad de Lovaina, en su obra conjunta: Impostures intellectuelles (1997). En realidad, la polémica de estos autores surge cuando el primero de ellos, Alan D. SOKAL, un profesor políticamente de izquierdas, que había estado colaborando con los Sandinistas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, envía un artículo para ser publicado en la revista Social Text (Duke University Press), que se caracteriza por ser de izquierdas, en concreto neomarxistas, y por su apoyo incondicional a las posiciones postmodernas, especialmente las francesas. Dicho trabajo es aceptado y publicado en 1996, en el número correspondiente a Primavera – Verano, con el título «Transgressing the Boundaries. Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity».

En dicho artículo, este autor comienza por criticar a quienes se dedican a la investigación científica, de manera especial en el campo de la física, por no prestar atención a aquellos trabajos pertenecientes a las disciplinas dedicadas al análisis y crítica de la sociedad y de la cultura. Los investigadores e investigadoras en física “son todavía menos receptivos a la idea de que los fundamentos verdaderos de su cosmovisión debe ser revisada a la luz de tales estudios críticos” (Alan SOKAL, 1996a, pág. 217). Es también ya en el primer parágrafo donde este autor suelta su primer dardo envenenado: «por el contrario, ellos están aferrados al dogma impuesto por la fuerte hegemonía de la postilustración sobre la perspectivas intelectuales de Occidente, que puede ser brevemente resumido como sigue: que existe un mundo exterior, cuyas propiedades son independientes de cualquier ser humano individual e incluso de la humanidad como un todo; que estas propiedades están codificadas como leyes físicas “eternas”; y que los seres humanos pueden obtener un conocimiento fidedigno, aunque imperfecto y provisional, de estas leyes operando con procedimientos “objetivos” y las constricciones epistemológicas prescritas por el (denominado) método científico» (Alan SOKAL, 1996a, pág. 217). A partir de aquí todo el artículo semeja ser un duro ataque contra esta dictadura del positivismo.

Recurriendo a numerosas citas y a una ingente bibliografía, trata de demostrar que el conocimiento científico está lejos de ser tan objetivo como pretende; por el contrario, refleja y condensa las ideologías y relaciones de poder que son típicas de la cultura que promueve y produce tal investigación.

Alan SOKAL deja constancia de que el objetivo de este ensayo es incorporar los resultados de los estudios culturales y de las ciencias sociales, apoyándose para ello en los recientes desarrollos de la gravedad cuántica: “la especialidad emergente de la física en la que la mecánica cuántica de Heisenberg y la relatividad general de Einstein son a la vez sintetizadas y reemplazadas. … Esta revolución conceptual, como demostraré, tiene profundas implicaciones para el contenido de una ciencia liberadora y un futuro postmoderno” (Alan SOKAL, 1996a, pág. 218). En sus conclusiones será todavía más contundente, al explicitar que es preciso tomar en consideración las valiosas aportaciones del feminismo, de los movimientos homosexuales, multiculturalistas y ecologistas; no obstante, considera que antes de nada es preciso asumir que “una ciencia liberadora no puede llevarse a cabo sin una profunda revisión del canon de las matemáticas” (Alan SOKAL, 1996a, pág. 231).

Otra de las líneas de pensamiento con las que aparenta comprometerse en la defensa de una ciencia postmoderna es la de criticar que la única realidad existente sea la física; considera necesario asumir que en el fondo se trata de un constructo social y lingüístico. Asimismo, llega a proponer la necesidad de una “radical reevaluación de los tradicionales conceptos mecanicistas de espacio, objeto y causalidad” (Alan SOKAL, 1996a, pág. 220).

Para dar sensación de una gran seriedad y rigor, todo este ensayo está inundado de citas textuales, de numerosas notas a pie de página y referencias bibliográficas de personalidades del mundo de las matemáticas y de la física, aderezadas con otras de psicoanalistas (de manera especial, de Jacques Lacan a quien, haciéndose eco de algún comentario de Louis Althusser, alaba porque supo expresar en terminología científica el pensamiento de Sigmund Freud y crear los conceptos científicos que esta teoría precisaba; incluso llega a felicitarlo porque sus especulaciones psicoanalíticas han sido confirmadas por los recientes desarrollos de la física cuántica), de feministas, de teóricos de los estudios multiculturales, de la filosofía (de Louis Althusser, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul K. Feyerabend, Thomas Khun, Jean-François Lyotard, Edgar Morin, Boaventura de Sousa Santos, Paul Virilio, etc.), de especialistas en estudios culturales (por ejemplo, de Fredric Jameson), e incluso de pedagogos (en concreto cita a Henry Giroux y a Paulo Freire).

Con la finalidad de tratar de explicitar más su compromiso con las posiciones postmodernas saca también a relucir el valor político de estas opciones. Tampoco le causa rubor llegar a identificar progresismo político y científico con postmodernismo. Para que no quepan dudas de su conversión escribe textualmente: “el contenido y metodología de la ciencia postmoderna proporcionan un apoyo intelectual poderoso para el proyecto político progresista, entendido en su más amplio sentido: la transgresión de los límites, la ruptura de barreras, la radical democratización de todos los aspectos de la vida cultural, política, económica y social” (Alan SOKAL, 1996a, pág. 229).

Este ensayo se publica en un número monográfico dedicado a las “guerras en la ciencia” (Science Wars). Pocos días después de su aparición en el mercado, este autor envía otro artículo a esa misma revista, “Transgressing the Boundaries: An Afterword”, pero ahora éste le es rechazado con razonamientos de que, esta vez, no se adecua a los estándares intelectuales de la revista. Alan SOKAL lo remite a continuación a una revista diferente, Dissent, que lo publica a finales de ese mismo año, 1996, y con una nota en la que se deja constancia de que antes fue enviado a Social Text.

En este nuevo artículo el autor descubre sus cartas y deja claro que su trabajo anterior era una parodia con la que pretendía, por una parte, desenmascarar un notable grado de charlatanería que se oculta bajo los rótulos de postmodernidad y, por otra, tenía como objetivo atacar los excesos de “relativismo epistemológico” que impregnan el campo que se viene denominando como “estudios culturales” (Cultural Studies).

Además, aduce otro argumento para disculpar su travesura: “confieso que soy un descarado viejo izquierdista que nunca entendió bien como la desconstrucción podía ayudar a la clase trabajadora. Y soy un pesado y viejo científico que cree, ingenuamente, que existe una realidad externa, en el que hay verdades objetivas sobre el mundo, y que mi trabajo es descubrir algunas de ellas” (Alan SOKAL, 1996b, pág. 93).

En otro artículo, publicado también en esas mismas fechas, pero en la revista Lingua Franca. The Review of Academic Life, (Alan SOKAL, 1996c), vuelve a insistir en que su intención era publicar un trabajo salteado con disparates, pero que aparentaran un notable grado de rigor y que, al mismo tiempo, halagasen las preconcepciones ideológicas del consejo editorial de la revista Social Text, una revista con un más que notable prestigio académico y político. En este escrito insiste en dejar patente que, al contrario de lo que podría parecer, esta revista tenía demasiados flancos débiles. “La aceptación en Social Text de mi artículo ejemplifica la arrogancia intelectual de la Teoría – esto es, la teoría literaria postmodernista – llevada a su lógica extrema. No me extraña que no se molestaran en consultar con un físico. Si todo es discurso y ‘texto’ entonces el conocimiento del mundo real es superfluo; incluso la física pasa a convertirse en otra rama de los estudios culturales. Si, además, todo es retórica y juegos de lenguaje, entonces la consistencia interna lógica también es superflua: una pátina de sofisticación teórica es suficiente. Incomprensiblemente llega a ser una virtud; alusiones, metáforas y juegos de palabras sustituyen a la evidencia y a la lógica. Mi propio artículo es, si cabe, un modestísimo ejemplo de este género que goza de buena reputación” (Alan SOKAL, 1996c, pág. 63).

No contento con este desafío, saca a la luz en el último trimestre de 1997, junto con otro colega europeo, la obra antes citada, Impostures intellectuelles. Libro en el que insisten en revisar y criticar la mala utilización que hacen algunos filósofos, psicoanalistas y teóricos de las ciencias sociales de determinadas teorías, conceptos y conclusiones de las ciencias físico-naturales. Alan D. SOKAL y Jean BRICMONT ridiculizan el falso hermetismo, el retorcimiento, la extravagancia y la oscuridad en la escritura, así como el exceso de subjetivismo que detectan en las obras de quienes se agrupan y aceptan ser etiquetados como postmodernos. Les llama poderosamente la atención esa obsesión que tienen muchas de las personalidades postmodernas de apoyarse en vocabulario científico de la matemática o de la física, que goza de un gran prestigio, para dar un barniz de rigor y precisión a sus discursos. Entre las cuestiones y terminología que acusan de no entender bien a los postmodernos, ellos destacan: la teoría de conjuntos, el teorema de Gödel, la topología, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica, el teorema del caos, los fractales, etc. Estas teorías y conceptos se estarían importando desde las Ciencias Sociales sin el debido rigor. Según ambos autores, con esta estratagema lingüística y sobre la base de manipular frases desprovistas de sentido que acaban resultando un mero juego de palabras, logran epatar y apabullar a sus lectores y lectoras.

Desde posiciones políticas de izquierda consideran que estas imposturas intelectuales que sobredimensionan el subjetivismo, el escepticismo, el relativismo cognitivo, que dan mucha más importancia a los textos que a los hechos, y que se venden aparentando cientificidad y rigor, son una amenaza para una auténtica liberación social.

Este tratar de poner a prueba una orientación nueva del conocimiento, como es la que lleva a término Alan SOKAL, no fue una idea completamente original, pues un par de años antes, en abril de 1994, otros dos autores norteamericanos, el biólogo Paul R. GROSS y el matemático Norman LEVITT publicaron un libro con un título que condensa claramente sus puntos de vista: Higher Superstition: The Academic Left and Its Quarrels with Science. Con esta obra pretendieron estigmatizar todas aquellas concepciones que estaban poniendo a prueba tanto el paradigma positivista dominante como las concepciones filosóficas que ponían en cuestión el legado de la Ilustración. Ambos autores hacen, asimismo, su presentación declarando su compromiso con la izquierda política. En los Estados Unidos de Norteamérica, el ámbito de los Estudios Culturales y todas las perspectivas teóricas que se abrigan bajo el paraguas del postmodernismo se presentan siempre en público como progresistas, de izquierdas; de ahí que para que nadie les culpe de derechistas y reaccionarios, estos autores hagan explícita su militancia política. Pero, a continuación, lanzan un duro alegato contra todos aquellos autores y autoras del ámbito de las ciencias sociales que desde posiciones de izquierda están poniendo en cuestión los principios y prácticas científicas que en estos últimos 300 años permitieron la construcción de un conocimiento riguroso del mundo y de sus leyes. Entre estos grupos anti-ciencia colocan a feministas, activistas del ecologismo, afrocentristas y anticolonialistas, presentándolos como ideólogos con una gran envidia de la ciencia; que disimulan y embaucan al público recurriendo a citas opacas provenientes de la jerga de determinados ídolos intelectuales. Con estas armas intelectuales, imitando a Don Quijote de la Mancha, se lanzan furiosamente a una lucha con los molinos de viento de la ciencia, y de esta manera es muy fácil que resulten heridos y puedan ser puestos en ridículo.

Según estos dos autores, defensores izquierdistas del positivismo, con su libro trataron de desbaratar a sus enemigos, sobre la base de dejar claro que los teóricos críticos postestructuralistas y postmodernistas hablan de teorías científicas que desconocen o de las que tienen ideas insustanciales, muy vagas; aspiraban a demostrar que las importaciones de vocabulario de la física y matemática a las ciencias sociales se lleva a cabo con un notable grado de imprecisiones y manipulando o alterando el sentido de muchos conceptos y teorías; pretendieron dejar patente que estos términos científicos son utilizados por quienes trabajan desde la filosofía postmoderna para impresionar y apabullar a su público lector.

Sin embargo, tanto la obra de Paul GROSS y Norman LEVITT, como la mofa a la que el físico norteamericano Alan SOKAL pretende someter una prestigiosa revista y, más en concreto, todo lo que en el ámbito científico y cultural representa el movimiento postmodernista, tienen numerosos puntos débiles.

Inmediatamente a la publicación de estos alegatos comenzaron a salir a la luz un buen número de trabajos respondiendo a esta provocación, que hoy es conocida como el “asunto Sokal-Social Text”.

Uno de los intelectuales que sale desde las páginas de Dissent a contestar a esta provocación es Stanley ARONOWITZ (1997). Curiosamente, pese a ser uno de los fundadores de la revista desde la que se inicia todo este asunto, Social Text, y, seguir en su consejo de redacción en la actualidad este autor opta por responder, pero desde la misma revista que publica el artículo en el que Alan SOKAL descubre el éxito de su broma.

Stanley ARONOWITZ en este trabajo, de reducidas dimensiones, le acusa de no entender bien no sólo lo que representa el proyecto de la revista Social Text, sino también de no comprender la obra y orientaciones filosóficas de los autores y autoras a los que Alan SOKAL agrupa y etiqueta como postmodernos.

En su respuesta Stanley ARONOWITZ comenzará argumentando contra las acusaciones de reduccionismo textualista y alejamiento de la realidad material diciendo que “Social Text fue fundada y permanece como proyecto marxista -que, como cualquier persona sabe, es profundamente materialista” (Stanley ARONOWITZ, 1997, pág. 107). No obstante, aclara todavía más, destaca que quienes participan en ese proyecto son sensibles a los desarrollos de la teoría y práctica marxista y reconocen que el marxismo tradicional no supo explicar el papel que puede desempeñar la cultura, que no es una esfera exclusivamente dependiente de la economía, sino que es un espacio con autonomía.

Como marxistas y neo-marxistas son conscientes de que todos los procesos de conocimiento, incluyendo los científicos, están mediados por sus prácticas y éstas no son una categoría mental, sino material.

Desde este mismo artículo se acusa a Alan SOKAL de una cierta confusión e ingenuidad al creer que la razón, la lógica y la verdad no son problemáticas, que basta para ello una rigurosa aplicación de la metodología científica.

Sin embargo, la mediación de intereses humanos reales es bien visible y fácil de documentar aunque sólo revisemos la historia de la ciencia durante este siglo, en concreto los desarrollos y aplicaciones de ciencias como la física y las matemáticas. Ahí está todo un arsenal inconmensurable de armamento y tecnologías destinadas a destruir, concebidas para ser utilizadas en guerras y atentados terroristas. O también, cómo explicar los actuales debates y desarrollos de campos científicos como son los que están dando lugar a lo que ya se denomina como bio-ingenierías; áreas de conocimiento en las que también las aplicaciones y desarrollos perversos están en la mente de una gran parte de la población preocupada por la producción del conocimiento. A nadie se le escapa que las aplicaciones dedicadas a conocer e intervenir sobre los mapas genéticos pueden convertirse en nuevas tecnologías eugenésicas, destinadas a “mejorar” especies vegetales, animales y, lógicamente también, seres humanos. Sólo siendo conscientes de que estamos ante campos del saber que se desarrollan en sociedades concretas y por hombres y mujeres es posible desarrollar mecanismos para impedir utilizaciones criminales y fraudulentas del conocimiento.

Stanley ARONOWITZ dejará claro que el conocimiento científico no es impermeable a las condiciones sociales en las que se promueve y construye; no es inmune a las influencias culturales y políticas dominantes en la sociedad, ni sus métodos pueden en todo momento funcionar como filtros a tales poderes. Por consiguiente, si en la “ciencia se dejan notar las influencias culturales y sociales, sobre sus visiones, revisiones y prácticas y, quizás hasta en lo que es más importante, en sus «compromisos», entonces existe esperanza y posibilidades de una ciencia liberadora” (Stanley ARONOWITZ, 1997, pág. 110).

Alan SOKAL llega a ser acusado también de francofobia, dado que la mayor parte de sus ataques e ironías tienen como diana a los escritores franceses que, en los Estados Unidos, son considerados como los padres del postmodernismo: Michel FOUCAULT, Jacques DERRIDA, Jacques LACAN, Jean-François LYOTARD, Gilles DELEUZE, Jean BAUDRILLARD, etc. Esta obsesión por querer atacar a quienes propugnan concepciones diferentes a las que podemos agrupar bajo el paradigma positivista, le lleva a hacer generalizaciones en las que las inexactitudes son notables. Así por ejemplo, no logra distinguir entre corrientes del pensamiento que él unifica bajo el eslogan de postmodernistas; hace una amalgama en la que mezcla y confunde a postestructuralistas, deconstruccionistas, postmodernistas, feministas, afrocentristas, multiculturalistas, revolucionarios del Mayo del 68 francés, psicoanalistas, a quienes se dedican a estudios culturales, etc.

Sus críticas, además de a los autores antes mencionados, van dirigidas asimismo a filósofos de la ciencia como Thomas KUHN y Bruno LATOUR.

En el fondo, las actitudes de Norman LEVITT, Alan SOKAL y de las personalidades de las ciencias físico-naturales que piensan de manera similar, son signos de una manifiesta arrogancia y de clara oposición a cualquier persona “forastera” que trate de examinar la especialidad de la ciencia en la que ellos son especialistas. Se dedican a juzgar toda una gran tradición de historia de la ciencia, aduciendo que nadie a excepción de los propios especialistas en cada una de las especialidades científicas debería ocuparse en pensar en tales temáticas.

Una cosa es la crítica que se puede y debe realizar al empleo de palabras vacías o a los excesos de hermetismo y de retórica, y otra cuestión es englobar y rechazar como insustancial, sin valor e, incluso como reaccionario todo lo que no es el positivismo.

No podemos olvidar que desde esas posiciones que estos especialistas de la física denuncian es también de donde salen las críticas más contundentes contra un academicismo que basa su poder en construir discursos inaccesibles y sobre los que se arrogan la exclusividad de sus interpretaciones; discursos que, a veces, también no son otra cosa que pura verborrea. Un ejemplo de estas críticas es la que realiza el también francés Pierre BOURDIEU en su muy documentada obra Homo Academicus (1984).

En una sociedad comprometida con la democracia la crítica es imprescindible, pero necesita ser rigurosa. No considero apropiado dedicarse a destrozar y ridiculizar todo un conjunto de posiciones teóricas recurriendo a algunas de las distorsiones o errores que hayan podido cometer algunos de sus defensores en alguna de sus publicaciones.

No obstante, este tipo de críticas, aparentemente demoledoras, son aceptadas sin demasiada preocupación por muchas de las personas que comulgan con alguna de estas concepciones agrupadas bajo el paraguas “post”. Valga a modo de ejemplo, el cómic que una de estas personas tenía en la pared de su despacho, precisamente en el departamento de Curriculum Studies de la Universidad de Wisconsin-Madison en el que trabaja Thomas POPKEWITZ. Se trata de un comic elaborado por Jeff REID en el que se realiza una crítica en la que se ponen de manifiesto tópicos semejantes a los que nos acabamos de referir, en el sentido de pensar que tales concepciones epistemológicas y filosofías viven con una cierta obsesión por inventar términos nuevos y de aspecto críptico; palabras que al final acaban desviando la atención hacia cuestiones intrascendentes, cuando no inventándose realidades inexistentes sobre la base de excesos de subjetivismo (Figura 1)[2].

 

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En el fondo, lo que este tipo de críticas ponen de relieve es también la dificultad de cambiar nuestra forma de mirar la realidad; cómo las tradiciones hegemónicas del conocimiento fueron conformando una modalidad de sentido común, una manera rígida y rutinaria de enfrentarse al análisis y conocimiento de la realidad. Cuando esas mismas personas y comunidades científicas se encuentran con otras maneras de conocer no siempre es fácil manifestar una apertura de mente, una flexibilidad intelectual y personal que facilite tratar de averiguar qué es lo que en realidad esas nuevas posiciones están haciendo y por qué.

Los análisis postestructuralistas y postmodernos lo que hacen es revisar y, por lo tanto, desestabilizar interpretaciones de conceptos y teorías que hasta el momento no eran puestas en cuestión; historizar la validez de formas de pensar; dirigir las miradas en otras direcciones más novedosas o nada frecuentes.

Así, por ejemplo, Thomas S. POPKEWITZ en su libro Sociología política de las reformas educativas (1997) ya nos previene contra los modelos de consenso y armonía a la hora de investigar las reformas e innovaciones en educación; nos propone, en cambio, “oponerse a los lugares comunes y al sentido común académicos” (Thomas S. POPKEWITZ, 1997, pág. 265). Considera que es preciso sacar a la luz los conflictos y enfrentamientos que son consustanciales a la producción del conocimiento y, lógicamente, a su aplicación. Los problemas, cuestiones y conceptualizaciones de las ciencias sociales constituyen respuestas a los variados y múltiples movimientos sociales existentes en un determinado momento histórico y contexto social. Es preciso, por lo tanto, llevar a cabo un trabajo de epistemología social, mediante el que podamos situar los acontecimientos, pensamientos y personas en el marco de las situaciones sociales en las que se desenvuelven, sacar a la luz los sistemas de reglas que imponen los modos en que puede hablarse sobre ellos. Para realizar esta tarea es de gran utilidad la genealogía foucaultiana pues con esta metodología se facilita el “poner a prueba las categorías de conocimiento instituidas en el llamado campo científico y, más concretamente, en las ciencias humanas y sociales”. (Julia VARELA, 1997, pág. 37).

En este libro, La administración de la libertad, se nos ofrece una interpretación novedosa al énfasis que se pone en las actuales reformas y discursos educativos en las tecnologías de autorregulación y autogobierno, tal y como podemos denominarlas desde perspectivas foucaultianas. Tecnologías cuyas raíces se localizan en el siglo XIX, en el momento en que se establece una nueva relación entre las prácticas de gobierno del Estado y los comportamientos y disposiciones individuales. Un fenómeno que Michel FOUCAULT explica con el concepto de “gubernamentalidad” (1979), o sea de qué manera y por qué razones la población y su bienestar se van convirtiendo en objeto de preocupaciones y atención por parte de los gobiernos.

Ahora el Estado ya no se dedicará a un ejercicio violento del poder que posee el soberano, sino que este dominio se ejercerá de modo más silencioso, incidiendo en el desarrollo de determinadas capacidades y en el conocimiento que tienen las personas sobre sí mismas; creando, a su vez, instituciones que colaboren en la dirección y orientación de las conductas de personas y grupos, en el gobierno de los cuerpos, de las familias, de las comunidades, de las personas enfermas, de los niños y niñas, etc., o sea, recurriendo a instituciones como el ejército, los hospitales, manicomios, cárceles y escuelas. Las personas aprenden a conocerse y a autorregularse en estas instituciones disciplinarias; en ellas se les facilita el acceso a un conocimiento y destrezas con poder para moldearlas, para crearles actitudes y comportamientos apropiados para asegurarse la obediencia política y el compromiso con los intereses de las élites gobernantes. En resumen, la gubernamentalidad hace referencia a la gestión y control de una población tanto desde los niveles macro (el Estado) como en el micronivel. Estos niveles están incrustados en una matriz de aparatos, lógicas, técnicas y, por supuesto, de controles, lo que Michel FOUCAULT denomina “dispositivos”.

En realidad, estamos ante nuevas formas de reflexión que nos deben permitir analizar de manera más atenta cómo se construyen nuestras “verdades” y qué relaciones de poder vehiculan. “La verdad es de este mundo – subrayará Michel FOUCAULT (1979b, pág. 187) -; está producida aquí gracias a múltiples imposiciones. Tiene aquí efectos reglamentados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su «política general de la verdad»: es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero”. Este tipo de cuestiones nos lleva a poner sobre la mesa la necesidad de prestar atención a las personas que participan en este proceso, las personas intelectuales; se convierte en necesario desvelar sus posiciones de clase, al servicio de quien está su trabajo; no olvidar tampoco tomar en consideración sus condiciones de vida y de trabajo derivadas del ejercicio de su función intelectual, pues estas cuestiones van a influir y explicar las política de verdad existentes en cada sociedad y sus conflictos y resistencias.

No obstante, creo que podemos decir también que el postmodernismo, en su sentido más general, han llegado a ser un gran espacio de luchas ideológicas, en cuyo seno existe una notable diversidad de grupos, tanto progresistas como conservadores, con la consiguiente variedad de discursos conflictivos entre sí.

Es difícil por lo tanto concebir estas concepciones de una manera tan unitaria como sus críticos hacen. La enorme variedad de autores y autoras que son englobadas bajo este paraguas, así como la diversidad de sus producciones creo que debe servir para evitar reduccionismos simplistas y, al mismo tiempo, abrirse a un diálogo, pues los retos de nuestras sociedades son enormes y ya nadie puede considerarse en posesión de la verdad.

Asimismo, considero necesario destacar que tampoco hay coincidencia en que desde posiciones postmodernistas exista, ni mucho menos, una renuncia a propuestas de emancipación. Las críticas desde estas posiciones se refieren a una concepción de la modernidad o un uso de los modelos de racionalidad en los que las exclusiones y silencios sobre determinados grupos humanos son notables. Así, frente a los excesos de una modernidad que acabó, en numerosas ocasiones, reduciendo exclusivamente sus fines a los de procurar unos valores basados en una uniformidad y universalismo, quienes coinciden en la postmodernidad constatan y asumen la existencia de un mundo plural y diverso, en el que es imprescindible trabajar por la convivencia, democracia, justicia y respeto defendiendo todas aquellas características idiosincrásicas de los distintos colectivos humanos, fruto de decisiones tomadas en libertad.

El peligro en nuestras sociedades son los fundamentalismos y cada comunidad científica puede estar adoptando tales comportamientos en la medida en que la defensa de sus posiciones le lleva a atrincherarse y a negar posibilidades de debate e intercambio con quienes no coinciden a la hora de pensar y en el modo de construir el conocimiento.

Es desde estas posiciones de apertura intelectual, como incluso autores que no comulgan con concepciones postmodernistas, como Terry EAGLETON, no dudan en subrayar la importancia de los efectos producidos por esta corriente “post”, de manera especial, cómo contribuyeron a sacar a la luz los problemas de numerosos colectivos sociales marginados y cuyas situaciones de opresión no aparecían apenas a la luz pública. El postmodernismo es, “entre otras cosas, la ideología de una época histórica específica de Occidente, cuando los grupos discriminados y humillados están comenzando a recuperar algo de su historia y de su identidad. Esta es, como ya he argumentado en otros momentos, su realización más destacada” (Terry EAGLETON, 1996, pág. 121).

No quisiera terminar sin aclarar también a las lectoras y lectores que hacer toda esta reflexión anterior me obligó a enfrentarme a un buen montón de prejuicios, que se vienen propagando contra quienes trabajaban con algunos de estos modelos. No me veo con la lucidez necesaria para tomar ningún partido, pero sí para recomendar el aventurarse en estos nuevos caminos intelectuales y sociales.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

ADORNO, Theodor W. (1998). Educación para la emancipación. Madrid. Morata.

ARONOWITZ, Stanley (1997). «Alan Sokal´s “Transgression”». Dissent. Vol. 44, Nº 1 (Winter), págs. 107-110.

BLOOM, Allan (1989). El cierre de la mente moderna. Barcelona. Plaza & Janés.

BOURDIEU, Pierre (1984). Homo Academicus. Paris. Éditions de Minuit.

EAGLETON, Terry (1996). “Where do postmodernists come from?”, en Monthly Review, Vol. 47, Nº 3 (Julio – Agosto), págs. 59-70.

FOUCAULT, Michel (1979). “La gubernamentalidad”, en Michel FOUCAULT y otros: Espacios de poder. Madrid. La Piqueta, págs. 9-26.

FOUCAULT, Michel (1979b). Microfísica del poder. Madrid. La Piqueta, 2ª edic.

FOUCAULT, Michel (1985). “¿Qué es la Ilustración?”, en Michel FOUCAULT: Saber y verdad. Madrid. La Piqueta, págs. 197 -207.

FOUCAULT, Michel (1990). La arqueología del saber. Madrid. Siglo XXI, 14ª edic.

GROSS, Paul R. y LEVITT, Norman (1994). Higher Superstition: The Academic Left and its Quarrels with Science. Baltimore. Johns Hopkins University Press.

KANT, Emmanuel (1964). Filosofía de la historia. Buenos Aires. Nova, 2ª edic.

LYOTARD, Jean-François (1992). La posmodernidad (explicada a los niños). Barcelona. Gedisa, 2ª edic.

POPKEWITZ, Thomas S. (1997). Sociología política de las reformas educativas. Madrid. Morata – Fundación Paideia, 2ª edic.

SOKAL, Alan D. (1996a). «Transgressing the Boundaries. Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity». Social Text, Nº 46-47, Vol. 14 (Spring-Summer), págs. 217- 252.

SOKAL, Alan (1996b). «Transgressing the Boundaries: An Afterword». Dissent. Vol. 43, Nº 4 (Fall), págs. 93-99.

SOKAL, Alan (1996c). «A Physicist Experiments With Cultural Studies». Lingua Franca. Vol. 6, Nº 4 (May-June), págs. 62-64.

SOKAL, Alan (1997). «Alan Sokal Replies [to Stanley Aranowitz]». Dissent. Vol. 44, Nº 1 (Winter), págs. 110-111.

SOKAL, Alan y BRICMONT, Jean. (1997). Impostures intellectuelles. Paris. Odile Jacob.

TOURAINE, Alain (1993). Crítica de la modernidad. Madrid. Temas de Hoy.

VARELA, Julia (1997). Nacimiento de la mujer burguesa. Madrid. La Piqueta.

•••••••••••••

[1] Aunque existen algunas diferencias entre estos dos conceptos, no considero necesario matizar sus diferencias, dado el contexto de este trabajo.

[2] Nota del autor: el comic original está en inglés, pero la copia que poseo no especifica ni el lugar ni la fecha de su publicación.

 

 

Fuente del Artículo:
http://jurjotorres.com/
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Tecnología en las aulas: los celulares ya no son el peor de la clase

Argentina / 5 de noviembre de 2017 / Autor: Rubén Valle / Fuente: MDZ

Aunque hay docentes y directivos que los consideran «elementos distractivos», los teléfonos inteligentes se incorporan a la enseñanza. Las contundentes estadísticas del uso en niños y adolescentes justifican el replanteo.

Montada en la consigna «si no puedes contra ellos, úneteles», la educación empieza a abrirle -tardíamente- la puerta a los teléfonos inteligentes en lugar de echarlos del aula como al revoltoso de la clase.

Después de mucho debatirse, sobre todo de este lado del mundo, ahora se llega a la conclusión de que esos aparatejos tan seductores como adictivos sirven para mucho más que sacarse cientos de selfies o interactuar con fruición en las redes sociales.

La realidad de este fenómeno es demasiado contundente como para seguir omitiéndola. Según el estudio Kidditos, realizado por la consultora Markwald, La Madrid y Asociados, 7 de cada 10 niños de entre 4 y 5 años ya usan el celular para jugar con aplicaciones, escuchar música y ver videos.

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En cuanto a chicos y adolescentes, una investigación de Unicef asegura que en Argentina hay más de 13 millones, de los cuales 6 de cada 10 se comunican por celular y 8 de cada 10 usan internet. «Es irrefutable que la tecnología atraviesa su existencia, impacta en sus modos de conocer, aprender, expresarse, divertirse y comunicarse», apunta María José Ravalli, especialista en Comunicación de esa organización.

El estudio Kids Online/Chic@s Conectados. Investigación sobre percepciones y hábitos de niños, niñas y adolescentes en internet y redes sociales concluye que la mayoría de los adolescentes se conecta a Internet a través del celular, utiliza las redes para intercambiar mensajes con amigos y en el 80% de los casos recurre a ese medio para hacer tareas escolares.

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Por ser un canal natural de los chicos para conectarse con el mundo e interactuar con los demás, «actividades como jugar en línea, chatear, buscar y compartir información y contenidos, son acciones cotidianas en sus vidas y, en definitiva, del ejercicio de su ciudadanía digital», destaca Ravalli.

El teléfono móvil es el dispositivo al que más apelan para navegar por la web, antes que a la computadora de escritorio, las tablets o las notebook.

 

Atentos a esta tendencia imparable, la UNCuyo impulsó recientemente el curso «Teléfonos Inteligentes, cómo aprovecharlos en el aula» para que los docentes reflexionen sobre la integración de los celulares en las clases, capitalicen las posibilidades que ofrecen las diferentes aplicaciones y puedan gestionar contenidos en estos u otros dispositivos tecnológicos.

Perdón, ¡vuelvan!

Una clara señal a favor de dejar atrás la demonización de los teléfonos se vio el año pasado en Buenos Aires, cuando el gobierno derogó una resolución de 2006 que impedía el uso de dispositivos tecnológicos en las aulas de escuelas públicas y privadas. Desde entonces quedó a a criterio de cada establecimiento escolar dejar entrar o no a las aulas no sólo celulares sino también notebooks, tablets y otros aparatos. Eso sí, «con fines pedagógicos», se aclaraba a pie de página.

«Vamos a cambiar el paradigma de cómo se enseña en el aula», prometía entonces el titular de la educación bonaerense, Alejandro Finocchiaro, a la vez que lanzaba el plan oficial Traé tu propio dispositivo al aula.

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En Mendoza, las aguas se dividen. Todavía hay instituciones y autoridades escolares que consideran al celular como un elemento que distrae al alumno (al comienzo de la actual gestión de la DGE se planteó una fuerte avanzada para sacarlos de las aulas), docentes que los utilizan convencidos de que aporta al aprendizaje y colegios que ya lo incorporaron como material didáctico. Este es el caso de la escuela José Vicente Zapata que hizo un relevamiento interno que concluyó en que el 95% de sus alumnos tienen teléfonos inteligentes. A partir de este dato, docentes, padres y alumnos acordaron un protocolo para darle un uso pedagógico al celular. Ahora lo aprovechan para la búsqueda de contenidos e imágenes en la web hasta para realizar trabajos puntuales, como por ejemplo reflexionar acerca del ciberbullying.

La inclusión digital

Para Unicef es fundamental avanzar en una política nacional de alfabetización digital que garantice el acceso equitativo a la información y al conocimiento. No contemplar que se está ante auténticos nativos digitales es un error que todavía se puede revertir con planes que sí o sí deben incluir una urgente capacitación de los docentes «analógicos».

Un paso más, tal vez el próximo, sea el del «aprendizaje ubicuo» que plantea el filósofo de la educación, Nicholas Burbules. Para este investigador estadounidense, si la tecnología no respeta fronteras, ¿por qué la enseñanza debería desarrollarse sólo entre paredes y no moverse con el portador de un dispositivo? ¿Por qué no unir la educación formal con la informal sin importar el contexto? ¿Por qué el aprendizaje y el entretenimiento tienen que considerarse como actividades separadas? Por estos pagos, todavía quedan demasiadas materias por aprobar hasta llegar a ese grado de ¿evolución?
La aldea global nos está llamando. Que no nos encuentre sin señal.

 

 

 

 

Fuente del Artículo:

http://www.mdzol.com/opinion/763684-tecnologia-en-las-aulas-los-celulares-ya-no-son-el-peor-de-la-clase/

 

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Reseña de Libro: Voces de la filosofía de la educación .

Irazema Edith Ramírez Hernández. [Compiladora]

Irazema Edith Ramírez Hernández. Mauricio Beuchot. Alcira B. Bonilla. Ángel Casado. Carlos A. Cullen. Pablo da Silveira. Tomás Domingo Moratalla. Silvio Gallo. Mario Magallón Anaya. Enrique Martínez. Gerardo Ramos Serpa. Héctor Samour. [Autores de Capítulo]

ISBN 978-607-8371-83-9
CLACSO. Ediciones Del Lirio. Escuela Normal Superior Veracruzana “Dr. Manuel Suárez Trujillo”. Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”.
México D. F..
Octubre de 2017

Voces de la Filosofía de la Educación pone en práctica lo que alude en su título: dialogar, escuchar, exponer, criticar, oponer, manifestar, expresar, etc., lo que tienen que decir diversas voces en relación con la Filosofía del de la Educación. Es precisamente la pluralidad de perspectivas que abordan el tan traído y llevado tema de la educación, lo que aquí desea resaltarse. La Filosofía de la Educación, campo muy trabajado y tal vez no reconocido en ciertos círculos de la academia, demuestra que tiene pleno derecho como disciplina filosófica, gracias a los abordajes que en esta obra se exponen.

Fuente:  http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20171013112316/Voces_filosofia_educacion.pdf
Imagen: http://www.clacso.org.ar/clacso/novedades_editoriales/img_tapas/1291_Tapa.jpg
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Oman’s education philosophy approved

Oman/23 may 2017/by ONA/Source/http://timesofoman.com

His Majesty Sultan Qaboos bin Said has approved the education philosophy which includes the main sources and the general aim and principles for education in the Sultanate, said Minister of the Diwan of Royal Court and Chairman of the Education Council.

The strategy will serve as a constructive reference for building national education policies and for guiding the development of all stages and types of education.

The Education Council on Monday held its second meeting of the year under the chairmanship of Sayyid Khalid bin Hilal Al Busaidi, Minister of the Diwan of Royal Court and Chairman of the Council.

The Council reviewed the measures taken with regard to pathways for the education system in the Sultanate and decided to continue study on this issue.

The Council also discussed the need for female teaching staff at the first cycle of basic education and means of meeting such needs, such as opening bachelor degree programme for this cycle, as well as take necessary measure to initiate this programme for preparing teachers for institutions in the Sultanate.

Within the framework of the efforts made to develop technical education and vocational training and enhance the level of its programmes to meet the economic needs of the Sultanate, the Council approved amending the names of vocational training centres to vocational colleges and change the name of the Fishermen Rehabilitation Institute in Al Khabourah’ to a professional college for maritime technologies and sciences.

The Council also discussed a proposal to provide children suffering from autism with high quality education and rehabilitation services that make them more adaptable with school environment.

The Council delegated the Ministry of Education with the task of taking necessary measure in this regard.

It also discussed providing private education and training institutions that are in the first category, as well as the training units at the higher education institutions with the licence to provide vocational diploma programmes. The Council gave instruction to complete necessary procedures in this regard.

Source:

http://timesofoman.com/article/109597/Oman/Government/Oman’s-education-philosophy-approved

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“Sin Filosofìa en las aulas, formamos a autómatas y no a personas autónomas y libres «

Entrevista 10 de noviembre de 2016/Fuente/ insurgencia magisterial or: Karen Estévez. Diario de Avisos

El filósofo Jordi Pigem intenta encontrar la respuesta a una pregunta: ¿Por qué la sociedad con mayor acceso a la información es la que está rompiendo con la base de su subsistencia, la naturaleza? En esa búsqueda ha dado forma a una decena de libros, el último, publicado este año, se ha convertido en un referente dentro del mundo de la filosofía en la actualidad: Inteligencia vital. Una visión postmaterialista de la vida y la conciencia. El hombre y su relación con la ecología son su fuerte, por eso, el autor estuvo presente en dos jornadas sobre sostenibilidad y medio ambiente propuestas el pasado lunes y martes por la Universidad de La Laguna.

-Empezó siendo periodista en una publicación sobre ecología y lo dejó, ¿por qué?
“Al terminar de estudiar filosofía, entré a trabajar en el mundo del periodismo ecológico con la revista Integral, que acabé coordinando, pero, en efecto, lo dejé. Constaté que por más que divulgáramos lo que ocurría, cómo estábamos destruyendo el equilibrio ecológico, no cambiarían las cosas; de hecho, en los últimos 25 años todos los parametros ecológicos han ido a peor. Tenemos más información que nunca y, sin embargo, lo hacemos peor que nunca. Lo dejé porque quería comprender por qué la sociedad con mayor acceso a la información estaba rompiendo la base de su subsistencia: la naturaleza. Entonces volví al mundo de la filosofía”.

-¿Cuál es para usted el principal problema que debe enfrentar el hombre actual?
“El mayor problema es encontrarle sentido a la vida contemporánea, buscarle una razón a nuestra participación en el cosmos, en la realidad. Necesitamos saber que no formamos parte de un mundo mecánico, sino que cada uno es importante. Tenemos que darnos cuenta de que somos cocreadores y participantes de una realidad mucho más prodigiosa de lo que pensábamos”.

-Sus libros suelen girar en torno a la relación del ser humano y la naturaleza. ¿Existe una ruptura en esa relación?
“En el proceso de convertirnos en modernos perdimos por el camino la sensación de participación en la realidad, que sí tenían nuestros antepasados. Esta sociedad nuestra pasa de trabajar en el campo, en contacto con la naturaleza, a formar parte de un mundo donde se viene a consumir y a producir, donde las cosas pierden su sentido. Hemos perdido esa sensación de participación en el cosmos. Formamos parte de una sociedad consumista y materialista donde tenemos más que nunca y, sin embargo, el nivel de satisfacción de la gente está más bajo que nunca”.

-Cada año suenan más alto las amenazas de acabar con la asignatura de Filosofía en los institutos…
“Querer acabar con la asignatura de Filosofía en los institutos es un gran error. A este mismo sistema que nos lleva a ser materialistas y competitivos le interesa que la gente no piense por sí misma, que sea obediente y que solo se dedique a consumir. La filosofía, que es una invitación a pensar por ti mismo y tener criterio propio, es una verdadera amenaza. Retirar la filosofía es una manera de formar autómatas más que formar a personas autónomas”.

-¿Considera que a la clase política actual le hacen falta algunas clases de filosofía?
“Muchísimas clases. Lo que aquí predomina es la mentalidad materialista e individualista en la mayoría de los partidos políticos, por desgracia y en todas partes. A muchos políticos solo les interesa crecer dentro de su partido y tener más poder. Si pones eso por delante de tus ideales, te estás traicionando a ti mismo y  a la sociedad. La clase política y todos necesitamos tener la posibilidad de sentarnos y de pensar. Para eso necesitamos silencio y, en cambio, estamos en un ajetreo constante de comunicaciones y de presiones que hacen muy difícil tener un espacio para pensar”.

-¿Somos la sociedad de la información menos informada?
“Tenemos más información y menos conocimiento. Menos conocimiento y menos sabiduría. Para tener sabiduría no hace falta tener mucha información, solo hace falta tener la mirada limpia, clara. El exceso de información puede saturar e impedir que se vean las cosas con claridad. Hay una gran cantidad de información trivial que flota en los medios y en las redes, eso impide que estemos concentrados en nuestras vidas. Las nuevas tecnologías nos permiten acceder a la información como nunca antes, pero tienen un potencial deshumanizador, lo vemos en las cafeterías, cuando la gente no separa la vista de la pantalla del móvil”.

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Fuente: http://diariodeavisos.elespanol.com/2016/10/sin-filosofia-las-aulas-formamos-automatas-no-personas-autonomas-libres/

Fotografía: eltiempo

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A favor de la Filosofía

Autor: Carlos Andradas

Europa/España/Julio de 2016

La polémica de la filosofía
No, la Filosofía no sobra. La respuesta a la pregunta que hacen Fernando Savater, José Luis Pardo y otros insignes filósofos en EL PAÍS del viernes 1 de julio, es clara y contundente: necesitamos la Filosofía. Creo que el “más Platón y menos Prozac”, el “pensar antes de hablar” son hoy, donde la inmediatez, el vértigo de la velocidad y los titulares marcan nuestros ritmos, más importantes que nunca. No hay oscuros propósitos para acabar con la Filosofía en la Complutense, una disciplina, metodológicamente diferenciada y con el mismo estatuto científico que otras y, desde luego, no menos importante que ellas.
El Plan de Reestructuración de la Complutense habla de otra cosa y así como no conviene confundir el contenido con el continente, ni la calidad de un objeto con la del envoltorio que lo contiene, no debemos confundir una disciplina con la organización administrativa y académica de la Universidad. Algo no hemos conseguido explicar adecuadamente cuando tan ilustres y respetados pensadores piensan que la Filosofía puede verse amenazada, y les agradezco la oportunidad de intentar arrojar un poco de luz sobre el asunto.
Coincido plenamente en que el objetivo fundamental de la Universidad es la enseñanza y la investigación. Por eso sorprende la extraordinaria atención que se presta a la estructura externa, al “envoltorio”. Las preguntas importantes son: ¿Dónde están hoy los mejores filósofos de nuestro país y del mundo? ¿Qué podemos hacer para traerlos a la Complutense? Algunos de los firmantes del artículo del 1 de Julio conocen bien mi preocupación, y mis iniciativas, en torno a estas cuestiones. ¿Cómo mejoramos la investigación en Filosofía en la UCM? ¿La estructura que tenemos nos ayuda a ello?
La Filosofía existe en casi todas las Universidades del mundo, pero en muchas de ellas no hay una Facultad de Filosofía. En Harvard existe un Departamento de Filosofía en la Faculty of Arts and Sciences (exactamente igual que ocurre con Matemáticas, por cierto). Lo mismo ocurre en Stanford, donde el departamento de Filosofía se encuadra en la School of Arts and Humanities, o en Berkeley. Cambridge y Oxford sustituyen el departamento por la Facultad de Filosofía, encuadrada en la Escuela de Artes y Humanidades. En la Sorbona, la Filosofía constituye una UFR (Unidad de Formación e Investigación) que sustituye a la Facultad y al Departamento. En La Sapienza (Roma) existe una Facultad de Filosofía y Letras integrada por ocho departamentos, uno de los cuales es el de Filosofía. También en la Humboldt (Berlín), el departamento de Filosofía es uno de los que integran la Facultad de Artes y Humanidades I. Como se va viendo, los modos de organización son diversos, pero prácticamente todos tienen una cosa en común: la Filosofía constituye una única estructura (normalmente llamada departamento) que suele encuadrarse en una estructura más amplia, en forma de Facultad o Escuela de Artes y Humanidades.
La Filosofía existe en casi todas las Universidades del mundo, pero en muchas de ellas no hay una Facultad de Filosofía
En nuestra propuesta, en lo referente a Filosofía, el cambio que planteamos es tan “revolucionario” que podría pasar desapercibido para cualquier alumno o profesor. Ninguna titulación se ve alterada, los planes de estudio siguen siendo los mismos, los alumnos van a cursar las mismas asignaturas, en las mismas aulas, con los mismos profesores, que van a seguir en sus mismos despachos. Lo que proponemos es crear una Facultad de Filología y Filosofía (o viceversa, u otro nombre) que aúne las actuales Facultades de Filosofía y Filología. Parece un juego de palabras pero no lo es. No se trata, por tanto, de cerrar la Facultad de Filosofía para transformarla en un Departamento de Filosofía dentro de una Facultad de Filología.
Pero, efectivamente, el cambio supone transformaciones organizacionales importantes: una única Junta de Facultad, reducción de cargos académicos y una estructura organizativa única de varios servicios, ahora duplicados, a pocos metros unos de otros. Lo cual permitirá dedicar recursos administrativos y docentes a necesidades ahora sin atender, o hacer una gestión más racional de los espacios, evitando que aulas o laboratorios por estar asignados a una facultad o departamento puedan estar sin utilizar al 100%, mientras que en otros existen necesidades.
Los números sirven para medir e introducir indicadores que ayuden a una mejor organización y, de paso, a una distribución más equitativa del trabajo y los recursos. Se nos achaca que la propuesta de reestructuración supone un ahorro de apenas un 1% del presupuesto de la Universidad y que aún no hay una memoria económica exhaustiva. La habrá. Pero ese “apenas” 1% de ahorro son 5 millones de euros. Nada menos que el coste de 100 catedráticos de Universidad. O de 200 contratos pre o posdoctorales. Recursos que podremos reinvertir en docencia e investigación y que ahora se van en gastos de administración y organigrama.
El proyecto supone un ahorro del 1% del presupuesto de la Universidad: cinco millones de euros (el coste de 100 catedráticos)
Pero volvamos al ámbito académico, que es, sin duda, lo más importante. La preocupación natural, que comparto, es cómo compaginar el hecho de vivir en estructuras más amplias, con que la toma de decisiones, la planificación de lo relativo a la Filosofía, sea hecha, esencialmente, por los filósofos. Contamos con ello, está contemplado en la propuesta y será objeto de desarrollo. Es cuestión de definir claramente cómo y quién tiene las competencias para las decisiones pertinentes.
Por supuesto que no se pretende que los especialistas en ética impartan literatura, o los filólogos ingleses den clases de italiano. A nadie se le ocurriría. Pero, eso no significa que áreas afines no puedan convivir en una misma estructura departamental que, entre otras cosas, incite al diálogo. La configuración de muchos de los grados, másteres y doctorados actuales podría haber presentado una estructura más transversal, interdepartamental e internacional, que mejoraría aún más la calidad de los estudios. Mi experiencia es que la excesiva compartimentación en que vivimos (heredera de las obsoletas áreas de conocimiento y de nuestra historia anterior) resta capacidad de atracción de talento externo, reproduce esferas y escuelas de pensamiento a veces poco abiertas y desatiende las necesidades que surgen en los temas que caen en la frontera de dos departamentos y, por lo tanto, en ninguno. Por ejemplo, todos defendemos la importancia de la Historia de las Matemáticas en la formación de los estudiantes y, en sí misma, como objeto de investigación. Pero, ningún departamento va a “sacrificar” una de las plazas de su área para dotar una plaza en Historia. Seguramente, la situación cambiaría si hubiera un único departamento de Matemáticas. Imagino que otro tanto ocurrirá en otras disciplinas donde surgirán nuevos ámbitos derivados de las nuevas tecnologías, del vuelo de los drones o del derecho de los mercados financieros, por ejemplo, con ramificaciones en varias áreas pero que no caen plenamente en ninguna y terminan no existiendo.
Termino como empecé. Todo mi aprecio, valoración y defensa de la Filosofía. Pero estamos hablando de otra cosa: de diseñar cómo organizarnos académica y administrativamente. Queremos hacerlo con el máximo sentido institucional y escuchando a la comunidad universitaria. Sin excluir ninguna posibilidad ni siquiera la de avanzar hacia una única Facultad de Ciencias, otra de Humanidades, etc. si pareciera más conveniente. De momento el debate está sobre la mesa y, en particular, se habla de las enseñanzas de Filosofía en la Complutense, en la que hay magníficos filósofos. Por eso, animo a todos los estudiantes interesados en la Filosofía a matricularse en la UCM. Como ven, dinamismo y dialéctica no le faltan.
Foto: El campus de la Universidad Complutense de Madrid. KIKE PARA
http://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2016/07/06/opinion/1467806527_988913_1467810304_noticia_normal_recorte1.jpg

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/07/06/opinion/1467806527_988913.html

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Hacia una filosofía de la educación a distancia

Por: 

Latinoamérica no necesita más establecimientos escolares
para universalizar la educación.
Esto suena ridículo porque estamos acostumbrados
a pensar en la educación como un producto de la escuela,
y porque estamos inclinados a presumir
que lo que funcionó en los siglos XIX y XX
necesariamente dará los mismos resultados en el XXI.
De hecho, ninguna de las dos suposiciones es cierta.
              Ivan Illich

Después de haber sido invitada a construir el concepto de filosofía de la educación a distancia, para el Sistema Nacional de Educación a Distancia en México, me pareció que podía compartir algunos de los resultados de mi investigación y reflexión.

Para contribuir con la construcción del concepto de filosofía de la educación a distancia propongo tres momentos: 1) la crítica filosófica a la escuela; 2) la interpretación del concepto de filosofía de la educación a distancia y 3) la construcción de un concepto de filosofía de la educación a distancia. Tres instantes en el marco de la globalización y las telecomunicaciones, en compañía de Illich, Foucault, Cassin, García Aretio, Peters, Holmberg y Wedermeyer, entre otros.

La enseñanza por correspondencia nace desde la antigüedad, cual semilla de la educación a distancia. Las epístolas de Platón a Dionisio, las 124 cartas de Séneca (Epistolario a Lucilio) y las de San Pablo, forman parte de la historia de la educación a distancia. Desde la Universidad de Londres de 1858, la educación a distancia se abre paso en la historia de la cultura. Y en 1971 se funda la British Open University paradigma de la expansión de la educación a distancia en el mundo contemporáneo (García Aretio, Educación a distancia hoy, Madrid, UNED, 1994:24-27).

Los países del primer mundo dicen tener resuelta la enseñanza básica y media, pero la educación de adultos y la actualización no cuentan con una institución para la sociedad industrial. Los países en desarrollo no pueden satisfacer las necesidades básicas, menos las educativas. Por ello, es necesaria una crítica filosófica a la escuela, como lugar donde se reciben en grupo las enseñanzas de los maestros, para formarse como seres humanos y hacerle frente a la vida.

Recordemos que Ivan Illich critica el cúmulo de escuelas que se sembraron por todo el continente latinoamericano, para impulsar la riqueza de las naciones en la primera época industrial, y que ahora son reliquias obsoletas en una sociedad que pasa de una agricultura primitiva a la Era de la Globalización y la Internet. La escuela es producto de la ideología de la alfabetización universal, la vaca sagrada de Iglesia colonial y después la panacea del buen ciudadano del siglo XIX, que sabía leer y escribir, un logro comparable al bautizo del siglo XVII y al descubrimiento de la electricidad, pues todos los niños eran alumbrados por las letras y los números en la escuela. Más tarde, la educación escolar y universitaria, es identificada por el título universitario, la movilidad social y la propiedad de un automóvil. Pero la escuela no generó riqueza cultural y humana, que exigen nuestras naciones, azotadas por la pobreza de valores, el autoritarismo, la corrupción, la violencia social, la impunidad y el desempleo. Illich refuta el mito escolar, por su infantilización, despotismo y currículo oculto, fe inquisitorial: extra acholam nulla est salus (fuera del rito no hay salvación). Sin embargo, la debacle escolar es prometedora. Lo espera Illich: “[…] la tecnología propiamente controlada podría proporcionar a cada hombre la habilidad para comprender mejor su ambiente, conformarlo poderosamente con sus propias manos, para permitirle una intercomunicación que antes era imposible (Illich, En América Latina ¿para qué sirve la escuela? Buenos Aires, Búsqueda, 1985:60).

El nacimiento de la educación a distancia destaca las circunstancias económicas, sociales y políticas, pero olvida el deseo de autoformación, la complejidad de la vida, el embarazo y el matrimonio tempranos, las circunstancias geográficas y la vejez, además del rechazo a la sociedad moderna disciplinada, autoritaria y despótica, como la fábrica y el ejército, cual técnicas de dominación (Foucault, Dits et écrits III, París, Gallimard, 1994:395). Porque la escuela es el dispositivo para instituir los mecanismos de poder que se ejercen de manera consciente o inconsciente, pues no sólo es una forma de aprender a leer y escribir, sino una estrategia para imponer. Por ello, desde el siglo XVII se desarrolla en las colonias occidentales, técnicas para dominar a los escolares: formarse en fila, frente al profesor, como en el ejército (Foucault, Dits et écrits III, París, Gallimard, 1994:586).

Como la crítica a la Universidad requiere revisar a Foucault, Morin, Derrida y Lacan, baste la crítica a la Universidad, como paradigma la de las sociedades en desarrollo, por su masificación, disfuncionales instalaciones, falta de recursos económicos para contratar personal de primer nivel, produce universitarios deficientes y obstaculiza la movilidad social, que la desacredita. Como el panorama actual es crítico, es preciso ofrecer una salida, cuando es imperioso aceptar la coexistencia del estudio con el trabajo.

Los móviles de la educación a distancia pueden ser: 1) cultural y de educación permanente: deseo de profesionalización y movilidad social (Holmberg, Distance education a survey and bibliografy, London, Kogan Page, 1977:18); 2) sociopolítica: explosión demográfica y democratización de la educación; 3) ausencia de políticas públicas para atender a la población (Faure, Aprender a ser, Madrid, Alianza, 1980:211); 4) perspectiva económica: altos costos de los sistemas formales de educación (Harbison, “Recursos humanos y educación no formal”, Brembeck y Thomson, Nuevas estrategias para el desarrollo educativo, Buenos Aires, Guadalupe, 1976:86); 5) visión pedagógica: erradicar la dureza de la formación convencional; 6) aspecto técnico: acción multimedia que permite la educación a distancia (Jamison y McAnany, Radio for education and developmente, Sage Publications, 1978).

No olvidemos que Barbara Cassin escandalizó al mundo con su libro Googléame, donde critica a la Internet como imperio de la información, el comercio global, el poder y la moral, a través de un navegador que se presume universal, cultural y democrático: “Dicho de una manera brutal, Google es un campeón de la democracia cultural, pero sin cultura ni democracia. Porque no es un maestro ni en cultura (la información no es la paideia) ni en política (la democracia de los clics no es democracia) […] somos aristotélicos cuando hablamos, lo queramos o no; somos estadounidenses cuando googleamos, lo queramos o no (Cassin, Googléame. La segunda misión de los Estados Unidos, F.C.E., 2008:156).
Barbara Cassin cuestiona la doxa (opinión), porque no busca la verdad (Episteme). Google promueve la política distante de lo universal y de la paideia (pais, niño), la cultura, el lenguaje, el diálogo y la formación. Uno más uno no es demos (pueblo), sino grupo privado de la res-pública, la cosa pública, la República. Cliquear no es participar en el gobierno (cracia). Google intenta saberlo todo y poner a disposición cualquier técnica para acceder al conocimiento y la verdad (Cassin, Googléame. La segunda misión de los Estados Unidos, F.C.E., 2008:154).

Después de la crítica a la escuela y la Universidad, a pesar de que no es fácil elaborar teorías en este campo (Bruner, Towaed a theory of instruction, Harvard University Press, 1971:40), existen varios intentos de construir una filosofía de la educación a distancia:

I) Teoría de la autonomía e independencia de Charles Wedemeyer, que postula el derecho de todos los seres humanos a aprender: pobres, marginados, enfermos, etc. Condiciones de libertad para escoger el tipo de estudio, ritmo, medios didácticos y evaluación. Los efectos de la industrialización, la reivindicación de los derechos y libertades humanos, fundamentalismos políticos, inquietudes juveniles de los 60s, nuevos estilos de vida y demanda creciente de educación, exigen un nuevo horizonte para la educación de los adultos, que cuando las instituciones no apoyan sus demandas de aprendizaje, ellos buscan la educación no presencial: escritura, invención de la imprenta, educación por correspondencia, teorías democráticas para eliminar los privilegios, teorías de la enseñanza programada y telecomunicación, posibilitan la educación a distancia (Wedermeyer, Learning at the back door, Reflecctions on non-traditional learning in the lifeapan, University of Wisconsin Press, 1981). Autonomía e independencia irrenunciables, pues la educación también se sostiene en el desconocimiento, porque una de sus metas es el conocimiento, para liberarnos de las cadenas de la ignorancia, que nos hace esclavos hasta del maestro, cuando se asume como guía moral de los educandos. Ivan Illich lo advierte: “El profesor-como-moralista reemplaza a los padres, a Dios, o al Estado. Adoctrina al alumno acerca de lo bueno y lo malo, no sólo en la escuela, sino en la sociedad […] Los maestros de escuelas y los curas son los únicos profesionales que se sienten con derecho para inmiscuirse en los asuntos privados de sus clientes al mismo tiempo que predican a un público obligado […] el maestro pontifica como pastor, profeta y sacerdote —es a un tiempo guía, maestro y administrador de un ritual sagrado (Illich, La sociedad desescolarizada, Seix-Barral, 1974:48-49).

II) La Teoría de la industrialización, para Peters, en su tratado alemán, está fundada en que todas las personas implicadas en la educación deben comprender que existen dos formas de enseñanza: la tradicional cara-a-cara, fundada en la comunicación interpersonal y la enseñanza industrializada, basada en las formas técnicas de comunicación (Peters, “Theoretical aspects of correspondence instruction”, The changing world of correspondence study, university Press, 1973:310). Los principios que justifican la teoría de la producción industrial en la educación a distancia son: 1) los estudios a distancia están basados en la industrialización (trabajo en equipo de especialistas de las distintas áreas, división del trabajo como en la industria y radical cambio de las funciones docentes tradicionales); 2) producción masiva como los bienes de consumo, urbana y rural, con expansión geográfica; 3) organización racional del proceso y formalización de todas sus fases, con el modelo industrial; 4) planificación de los cursos como la producción industrial; 5) control de calidad cual proceso productivo industrial, para la eficacia, el mejor uso de las personas y del tiempo; 6) desplazamiento de la subjetividad propia de la educación presencial, por funciones objetivadas; 7) centralización y monopolización de la producción, para hacer rentable el sistema y 8) cursos redactados por eminentes catedráticos y técnicos en educación a distancia, que aseguren el éxito de la educación a distancia.

Peters reduce la educación a distancia a una pragmática cuyos desaciertos se pueden apreciar en las escuelas y universidades del mundo actual. Su enseñanza industrializada se reduce a la manipulación de los grupos marginados que deben entrar al Mercado Global, por razones económicas y con el modelo del trabajo industrial, cual bien de consumo. Una pragmática para empresarios, pero no para pedagogos o filósofos de la educación. Pero, como advierte Mario Vargas Llosa: “La verdad es que el formidable desarrollo de los medios audiovisuales en nuestra época, que, de un lado, han revolucionado las comunicaciones haciéndonos a todos los hombres y mujeres del planeta copartícipes de la actualidad, y de otro, monopolizan cada vez más el tiempo que los seres vivientes dedican al ocio y a la diversión, arrebatándolos de la lectura, permite concebir, como un posible escenario histórico del futuro mediato, una sociedad modernísima, erizada de ordenadores, pantallas y parlantes, y sin libros, o, mejor dicho, en la que los libros —la literatura— habrían pasado a ser lo que la alquimia en la era de la física: una curiosidad anacrónica, practicada en las catacumbas de la civilización mediática por unas minorías neuróticas. Ese mundo cibernético, me temo mucho, a pesar de su prosperidad y poderío, de sus altos niveles de vida y sus hazañas científicas, sería profundamente incivilizado, aletargado, sin espíritu, una resignada humanidad de robots que habrían abdicado de la libertad (Vargas Llosa, “Literatura, vida y sociedad, Adela Cortina (coord..), La educación en valores, 2000:134-135).

III) La teoría de la interacción y la comunicación (Holmberg, Distance education a survey and bibliografy, Kogan Page, 1977: 31-32), que propone como método la buena conversación didáctica orientada a través de varios momentos: 1) la relación personal entre estudiantes y profesores, que promueve el placer de estudiar; 2) un sentimiento que puede fomentarse a través de materiales de autoinstrucción y una comunicación a distancia por feed-back; 3) el placer intelectual y la motivación en el estudio, para favorecer el aprendizaje; 4) conversación amistosa; 5) mensajes dialógicos, comprensibles y memorables que faciliten el aprendizaje; 6) una conversación que permita óptimos resultados y 7) una planificación del trabajo, elaborada por la institución y por el estudiante, en el marco de un estudio organizado y finalista:

El sistema a distancia implica estudiar por uno mismo, pero el estudiante no está  solo; se vale de un curso y de la interacción con instructores y con una organización de apoyo. Se produce así una especie de diálogo en forma de tráfico en ambos sentidos, con intercambios escritos y telefónicos entre estudiantes e instructor u otros elementos que pertenezcan a la organización de apoyo. Ya se está produciendo indirectamente un diálogo a través de la presentación del tema de estudio, puesto que este tráfico unidireccional hace que los estudiantes analicen los contenidos consigo mismos. El diálogo es así tanto real como simulado. (Holmberg, Distance education a survey and bibliografy, Kogan Page, 1985:13). Holmberg rescata la filosofía de la educación clásica griega (Paideia), para nuestro presente, a través de un tema tabú en la educación: el amor, condición de todo posible saber y conocimiento. El amor al maestro, al que como en el diálogo El Banquete, se le ama porque se le supone el saber que el discípulo cree no tener. Lorenzo García Aretio lo define así: “La enseñanza a distancia es un sistema tecnológico de comunicación bidireccional, que puede ser masivo y que sustituye la interacción personal en el aula de profesor y alumno como medio preferente de enseñanza, por la acción sistemática y conjunta de diversos recursos didácticos y el apoyo de una organización y tutoría, que propician el aprendizaje independiente y flexible de los estudiantes” (García Aretio, Educación a distancia hoy, UNED, 1994:50).

Finalmente, hacia un concepto de filosofía de la educación a distancia, propongo que es el fundamento de una modalidad educativa que tiene por imperativos posibilitar a los hombres y las mujeres elevarse por encima de su condición animal, superando la ignorancia, accediendo al aprendizaje por sí mismos, para que prevalezca la inteligencia y la creatividad por encima de la irracionalidad y la esterilidad, además de la libertad en lugar de la servidumbre, la democracia por sobre el autoritarismo, la independencia y la autonomía contra la dependencia, a través de una enseñanza flexible, tolerante, abierta, valiosa, vital, revolucionaria, cosmopolita y hospitalaria, con igualdad sustantiva, innovadora y de calidad, gracias a nuevos métodos y tecnologías, que les permitan a los estudiantes transformar el mundo y transformarse a sí mismos, preservando el fin último de la educación: “conservar y transmitir el amor intelectual a lo humano” (Fernando Savater, El valor de educar, Ariel, 1997:180).

Fuente del artículo: http://michoacantrespuntocero.com/hacia-una-filosofia-de-la-educacion-a-distancia/

Fuente de la imagen: http://i.vimeocdn.com/video/476798089_1280x720.jpg

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