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Economía en la universidad, una pieza más de la superestructura hegemónica

Ecuador – España / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Christian Orozco / Fuente: Nueva Revolución

Una sociedad que sustituye bienestar por beneficio es el exponente de una sociedad en grave decadencia.

José Luis Sampedro

¿Alguien está a favor de dejar de enseñar a Copérnico o Newton en las facultades de física? ¿Alguien pensaría que es lógico dejar de explicar la Teoría de la Evolución de Darwin en una carrera de biología? ¿Alguna persona osada creería que en las aulas de las facultades de filosofía no se debería transmitir a los estudiantes los planteamientos de Platón o Aristóteles con el argumento de que éstos son anticuados?

Pues muy bien, como cabría esperar, cualquier persona con un mínimo de sentido común respondería que no, respondería que es un disparate descomunal descartar de los programas académicos a verdaderas eminencias en sus respectivos campos. Lo que a todas luces es un despropósito en ámbitos como la física, la química, la biología o la filosofía; no ocurre lo mismo con la carrera de economía. A todos aquellos que la hemos cursado (y padecido) bien sabemos que hay autores, corrientes, doctrinas económicas que en el mejor de los casos se ocultan, y en el peor se vierten anatemas contra ellos desde el desconocimiento absoluto de los mismos. Casualmente, dichos autores, corrientes y doctrinas generalmente plantean formulaciones alejadas del dogma neoliberal y keynesiano. La Universidad, y especialmente las facultades de economía se han ido convirtiendo con el paso de los años en importantes centros de adoctrinamiento ideológico capitalista, incluso las instituciones públicas no se han escapado de este proceso. Nada nuevo bajo el sol, parafraseando a Marx, las teorías económicas dominantes no son más que las teorías económicas de una clase dominante.

¿Y qué decir de los exámenes y trabajos académicos? Para poder aprobar hay que mentir, y para mentir hay aprenderse muy bien los argumentarios económicos de la derecha reaccionaria o de la izquierda descafeinada

Tener un pensamiento crítico con el sistema económico vigente es “peligroso” en estos lugares. Plantear que la economía es una ciencia que debe buscar el máximo bienestar de las personas, especialmente de las más empobrecidas no está bien visto. Palabras como marxismo, feminismo o ecologismo son ajenas, salvo contadas ocasiones, entre las paredes de estas facultades. ¿Quién se va a estar fijando en el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares cuando con unas sencillas formulas podemos maximizar los beneficios y minimizar los costes de una empresa? ¿Para qué?

¿Y qué decir de los exámenes y trabajos académicos? Para poder aprobar hay que mentir, y para mentir hay aprenderse muy bien los argumentarios económicos de la derecha reaccionaria o de la izquierda descafeinada. Así pues, unas inteligibles fórmulas a los ojos de un lego en la materia, nos dicen, dan como resultado las siguientes conclusiones, todas ellas científicas, sin mácula de contaminación ideológica alguna: tanto el salario mínimo como los sindicatos destruyen empleo puesto que crean rigideces al mercado de trabajo. Hay que privatizar la sanidad porque todos los centros públicos son ineficientes. Hay que avanzar hacia un sistema privado de pensiones porque el sistema público es insostenible. Los mercados de competencia perfecta existen, y en ellos todos los empresarios son precio-aceptantes… Suma y sigue.

Estructuralmente el cambio ha sido paulatino, pero no se ha detenido, siendo el Plan Bolonia una de los hitos más destacables de este deterioro, los programas académicos cada vez pretenden tener una imagen más científica y apolítica, sin embargo, lo son a un más, pero siempre en defensa de los intereses de las oligarquías. Así, donde antes se hablaba de clases sociales ahora hay robinsoncrusoes autónomos e independientes, donde antes había asignaturas de Economía Planificada ahora hay tres asignaturas de finanzas, donde antes se estudiaba El Capital de Karl Marx ahora se ha sustituido –en el mejor de los casos– por El Capital de Thomas Piketty, donde antes había Sociología e Historia del Pensamiento Económico ahora hay asignaturas de Emprendimiento y Marketing. El utilitarismo y el individualismo metodológico recorren las facultades de economía, y las perspectivas no son halagüeñas. Ni siquiera la terrible crisis que ha experimentado el mundo desde 2008 ha hecho que los programas académicos se modifiquen ni en una sola coma. La Universidad presenta una ceguera avanzada y parece que se agrava.

Afortunadamente, no solo en España sino también a nivel mundial se han conformado distintos proyectos, asociaciones y agrupaciones[1] de estudiantes (principalmente), profesores, investigadores críticos con este modelo de pensamiento único. Un movimiento imparable que solo busca una cosa: máxima pluralidad en la enseñanza de la economía. Simplemente afirma que de la misma forma que un científico que se precie debe conocer la Teoría de la Relatividad de Einstein o el Principio de Incertidumbre de Heisenberg; un científico social, un economista completo en este caso, debe saber que es la tasa de plusvalía, como se han conformado las cadenas globales de cuidados, o que es la huella ecológica.


[1] Uno de los principales colectivos internacionales que persiguen este objetivo es International Student Initiative for Pluralism in Economics (ISIPE), el cual agrupa a más de setenta asociaciones de estudiantes de económicas repartidas por más de treinta países distintos, y según afirman es su página web: “No es sólo la economía mundial la que está en crisis. La enseñanza de la economía también está en crisis, y esta crisis tiene consecuencias que van más allá de la universidad. Lo que se enseña en la universidad moldea la mentalidad de las próximas generaciones de políticos y, por tanto, da forma a la sociedad en que vivimos.”

Fuente del Artículo:

Economía | Economía en la universidad, una pieza más de la superestructura hegemónica

ove/mahv

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Los profesores ‘comodín’ de España: ¿un fraude educativo?

España / 2 de diciembre de 2018 / Autor: Adrián Argudo / Fuente: Eco Diario

  • El progresivo cierre de grupos humanísticos en España afecta a un 20% de centros
  • Los docentes de estas materias son reconvertidos y se amortizan las plazas
  • El Ministerio de Educación les acaba de confirmar una cita de trabajo

En el I.E.S Abdera de Adra, en Almería, la asignatura de Griego desapareció el curso pasado. No se trata del único caso, ni mucho menos. Sin embargo, sí es el que sentó el precedente. En cierta forma, es el germen que ha desencadenado en una lucha, docente y estudiantil, para reivindicar la presencia de las asignaturas clásicas, donde se encuentra también el latín, en los centros educativos, que con el paso de los años ven por parte de las administraciones «una desprotección absoluta y desinterés». En 2017, en torno a los 1000 alumnos se quedaban sin cursarlas al no contar en sus institutos con cupo suficiente, cifra que oscila entre los 10 y 15, según la comunidad autónoma. Este descenso supone que un 20% de los centros españoles no consiguieron, pues, abrir grupo, según los datos que ofrecen a elEconomista.es desde la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Por descontado, esto afecta a los puestos de trabajo y a su especialización. En un principio, no se pierden, se reconvierten y también se amortizan plazas. ¿A dónde van exactamente estos docentes? ¿Por qué se habla de fraude educativo?

Siete alumnos se quedaban en el almeriense centro de Secundaria de Abdera sin poder cursar griego, correspondiente a la elección de un itinerario humanístico en Bachillerato. El padre de una de las chicas, también en representación de las demás familias afectadas, abanderaba una corriente, sin saberlo, al no asumir esta tesitura y, por tanto, remar en contra de su «fulminación». Este progenitor mandó una carta a la consejera competente de la Junta de Andalucía reclamando poner remedio a dicha realidad. A su petición se adhirieron diversas entidades y académicos. No tuvo el efecto deseado.

A partir de ahí, se originó una espita y docentes de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, cuyo presidente es Jesús de la Villa, fueron recibidos el pasado febrero por el Ministerio de Educación. No conllevó ninguna mejora. Tras la moción de censura y la subida al poder de Pedro Sánchez, lanzaron otra comunicación a la nueva titular de Educación, la socialista Isabel Celaá. Además, hace tan sólo unas fechas, coincidiendo con el inicio del presente ejercicio, se concentraban a las puertas del ministerio. Esta misma semana les han confirmado que se serán convocados a una reunión.  De hecho, en estos momentos, mientras Jesús de la Villa atiende a elEconomista.es, se encuentra diseñando nuevas acciones y preparando el encuentro ministerial. No dejarán de insistir ante, tal como afirma, «este peligro de extinción de la rama humanística en nuestro país». Aunque las competencias en materia educativa están transferidas en su mayoría a las administraciones regionales, su interés en el Ministerio es porque «hace de nexo entre consejeros, convoca a la Comisión Sectorial y es muy importante de cara a la vía legislativa».

La Lomce y la profecía autocumplida

Para conocer la raíz del asunto, conviene remontarse a la aprobación de la Lomce hace cinco años. «Empeoró la situación al poner a estas materias, especialmente el griego y latín, en una opcionalidad más difícil. Pero, no sólo esto, sino que todo el itinerario de Humanidades se está reduciendo de forma drástica porque pueden prescindir de éste por completo. En decenas de institutos de España ya no existe esta ruta de elección», explica de la Villa al tiempo que asevera que «existe una práctica que se va extendiendo desde los propios centros. Disuaden a los alumnos de cogerlas. Les dicen que es muy posible que la rama no salga o que sea minoritaria. Y se convierte en una profecía autocumplida. Esto supone al final un atentado contra el conocimiento y el alumnado con vocación humanística». Y es que esta ley otorga poder a los directivos de los centros para no abrir grupos.

Pero, ¿de dónde subyace ese efecto disuasorio de los propios centros? «Es muy fácil usar a estos profesores de comodín para dar otras clases», avanza Óscar Martínez, presidente de la delegación en Madrid de la SEEC y profesor de Griego y jefe de Estudios de un instituto del Sur de Madrid. Martínez cuenta el caso de un centro donde no barajaba abrir grupo porque las 20 horas semanales de docencia de la profesora de Clásicas «les venía mejor para dar Historia», y agrega que «no sabemos hasta qué punto la utilización a esa conveniencia del personal puede estar provocando que no salgan grupos. A veces, les viene mejor usarlos como ‘parches’ para otras materias, aunque vaya en detrimento de hacer desaparecer éstas».

¿Qué ocurre con los puestos de trabajo?

Y aquí surge un problema notable. No se pierden los puestos laborales, sino que hay una reconversión. Esto significa que nos encontramos con personal que pasa a desempeñar una docencia para la cual no fueron examinados en su día. Cierto es que hay materias más afines a las protagonistas de estas líneas, en el mejor de los casos, pero tal como refleja de la Villa, «los hay que hasta han pasado a dar tecnología. O conozco el caso de un profesor que le pusieron a dar francés. No tenía ni idea y el día de antes se estudiaba lo que iba a dar. Es un fraude educativo de pleno, para alumnos y profesionales». Además, cuando esa plaza se queda vacante, bien por traslado o bien por jubilación, ya no la vuelven a convocar, provocando que «en los últimos siete años en España se haya perdido más de 2.000 puestos docentes de latín y griego», según la Sociedad Española de Estudios Clásicos, que al alimón se subraya que «esto encamina a una desaparición progresiva de las Humanidades en España».

¿Una menor demanda ha de inferir en su oferta?

¿Cuál es la demanda real? ¿Este dato interfiere en la oferta pública? Las fuentes consultadas por este medio admiten que el número de peticiones para cursar estas materias, actualmente, oscila entre los cinco o nueve alumnos. «Efectivamente, siempre fueron menos que los estudian otras opciones, de las que nada tenemos en contra. Pero la cuestión es que hay otras materias que se siguen ofreciendo. Y tengo que decir que mientras para estudiar Latín o Física sí se exige una cifra mínima no es así para Religión, aunque esto tenga connotaciones políticas». En esa misma línea, Martínez entiende que la clave está en «apostar por esto desde los centros y las administraciones. Y hay ‘cuatro’ alumnos cuando les dices que la asignatura no va a salir. Habría más demanda si se deja crecer. Así un año serían seis, otro, ocho… Pero, hay que ser garante de la oferta. Además, no he visto otras asignaturas que se ponga más en cuestión el tan manido tema de la utilidad».

De igual forma, este jefe de Estudios aclara que siempre que se esté por debajo del número exigido, por ejemplo de los 10 en Madrid, y haya un profesor en plantilla se puede enviar un escrito a Inspección y se debería impartir». Por ahí, esta misma semana, un profesor de la localidad madrileña de Fuenlabrada ha recurrido ante Inspección por suprimir estas asignaturas, pese a existir demanda. Según ha podido conocer este periódico, en este centro, desde sus responsables, se mantuvo que no había matriculaciones suficientes, mientras que sí dispone de efectivos que podrían, por las horas, hacerse cargo de su impartición.

En cualquier caso, aseguran que continuarán realizando acciones en las próximas fechas en pos de mantener viva la formación en la lengua de Sócrates o de Séneca y su cultura y cuyo personal especializado no devenga en meros ‘comodines’.

Fuente de la Noticia:

https://ecodiario.eleconomista.es/noticias/noticias/9404373/09/18/Los-profesores-comodines-de-Espana-un-fraude-educativo.html

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Libro: La física del tiempo, ante las grandes cuestiones

Reseña: Richard A. Muller ofrece bases científicas para obtener respuestas

En su libro Ahora. La física del tiempo, Richard A. Muller plantea la existencia del libre albedrío, los límites del fisicalismo, la existencia de un alma que trasciende la realidad física y se enfrenta a las últimas preguntas: Dios o el sentido. No da respuestas, pero ofrece bases sólidas para obtenerlas. Por Juan A. Martínez de la Fe.

 “Ahora”, este momento preciso, es la unidad de creación temporal más compleja y fascinante a la que la mente humana puede enfrentarse. Richard Muller ha decidido analizar todo el potencial de ese instante aparentemente inasequible y que sin embargo conforma nuestro tiempo presente. Sus trabajos acerca del papel de la energía oscura en la aceleración del universo le han permitido aportar una visión distinta del tiempo y de cómo se constituye. Cómo el discurrir del tiempo aumenta el desorden en el universo. Cómo el futuro afecta al pasado. Son algunos de los aspectos que Muller desgrana con una claridad expositiva extraordinaria, muy poco habitual en el intento de la física, la filosofía e incluso de la religión por asir conceptualmente ese momento resbaladizo y crucial: el ahora.

La editorial Pasado & Presente ha publicado, hace ya algún tiempo, una excelente obra. Se trata del libro de Richard A. Muller Ahora. La física del tiempo que, aunque aparecida en Barcelona en 2016, mantiene total vigencia. Es el autor un profesor de física en la universidad de Berkeley, por lo que su estudio tiene una base eminentemente apoyada en esa ciencia, pero que da un paso más planteándonos cuestiones que la trascienden acercándonos a una meta-física o una filosofía, entendidas estas en los parámetros que define el autor; unas definiciones que no se ajustan exactamente con las que usamos habitualmente aplicadas a estas disciplinas.

¿Qué es el ahora? Se trata de una cuestión abordada por filósofos y por físicos; entenderla requiere conocer la relatividad, la entropía, la física cuántica, la antimateria, el viaje hacia atrás en el tiempo, el entrelazamiento, el Big Bang y la energía oscura. Gran variedad de conocimientos que, quizás, ajenos a algunos posibles lectores, les aparten de la lectura de la obra. Pero este supuesto inconveniente queda en gran medida resuelto gracias a la destreza del autor para explicar didácticamente cuestiones complejas. Huye a lo largo de sus páginas, en la medida de lo posible, de la aplicación de enrevesadas fórmulas matemáticas o físicas, que relega a uno de los varios apéndices que contiene, de manera que quien las maneje con facilidad pueda recorrerlas y comprobarlas, mientras que los no especialistas sean capaces de discurrir sin grandes dificultades por los capítulos que comprende.

Muller nos ofrece desde la primera página cuál es el objetivo que se propuso cuando decidió escribir su ensayo: “Mi propósito es recopilar en este libro la física esencial, juntando piezas como en un rompecabezas, hasta obtener una imagen clara del ahora. Para que el proceso sirva a su propósito tendremos también que localizar y desplazar piezas del rompecabezas que han sido erróneamente colocadas”. Y se trata, además, del único libro específico sobre el tiempo, escrito por un físico muy implicado en trabajos experimentales, proponiendo ciertas reflexiones sobre los retos y frustraciones que tal ocupación implica.

Cinco etapas

El autor nos propone cinco etapas para acceder a la intelección del ahora. Una primera etapa se denomina Tiempo asombroso, del que nos dice: “El mensaje más importante de la parte I es que entendemos bastantes cosas sobre el tiempo y que el comportamiento de este no es sencillo, pero está bien establecido”.

Flecha rota es la denominación que aplica para la segunda parte o etapa. Alude a la flecha del tiempo que Eddington relacionó con la entropía. El control de los itinerarios de la entropía es esencial para comprender el ahora.

La tercera parte es Física horripilante, donde aporta otro elemento esencial para la concepción de ese ahora: la misteriosa ciencia de la física cuántica, en la que el pasado ya no determina el futuro, al menos no del todo. En esta física surge el entrelazamiento cuántico, que “sugiere que la capacidad limitada para predecir el futuro seguirá siendo para siempre un punto débil de la física”.

Una exploración sobre los límites de la física se aborda en la parte cuarta de la obra, Física y realidad. En ella se presta especial atención al fisicalismo, esa negación de las verdades no físicas, no matemáticas que, paradójicamente, se basa en la fe y presenta las mismas trampas que la religión.

Ahora, como no podía ser de otra manera, es el título de la quinta y última parte de este más que interesante estudio. Ahora es el filo expansivo de vanguardia del tiempo. “Experimentamos el nuevo momento de forma distinta del precedente porque es el único en que podemos ejercer la opción, o libre albedrío, para afectar y alterar el futuro”. Sabemos que el libre albedrío es compatible con la física. “Podemos influir sobre el futuro utilizando no solo conocimiento científico, sino igualmente conocimiento no físico (empatía, virtud, ética, amabilidad, justicia) para encauzar el flujo de entropía y provocar un reforzamiento de la civilización o su destrucción”. Y la solución a esta problemática la encuentra Muller en el enfoque de un Big Bang en 4D.

Lo que sabemos y no sabemos del tiempo

Más en detalle. En la primera parte, nos encontramos con que el concepto del tiempo trajo de cabeza a los grandes filósofos, pero la física ha abierto esperanzas a su comprensión. Y de eso va este libro: sobre lo que sabemos del tiempo y lo que no.

Muller nos ofrece un conciso y acertado recorrido sobre la frustración de pensadores para comprender el ahora. Aristóteles, San Agustín, Einstein, Arthur Eddington y hasta Stephen Hawking. “Luchar a brazo partido con el concepto del ahora nos llevará a un viaje a través de la abstracta y asombrosa física, de la física del tiempo, del significado de la realidad y de un análisis actualizado sobre el libre albedrío”. Y aquí el autor aborda la siempre actual cuestión de si es posible desplazarse hacia atrás en el tiempo.

Un amplio capítulo se dedica a estudiar los planteamientos de Einstein y su teoría de la relatividad, de la deceleración del tiempo, con lo que implica de posibilidad de viajar hacia atrás. Porque si se cambian los sistemas de referencia, se producen saltos discretos en el tiempo de los sucesos distantes.

Por las páginas del libro discurre el espacio comprimido, junto al experimento de Michelson-Morley y el descubrimiento de la masa, como fuente desconocida de energía, cuya característica principal es la de su conservación. Velocidad de la luz y agujeros negros ayudan a arrojar claridad en las cuestiones que Muller plantea.

No podían faltar las paradojas; la relatividad parece inconsistente desde un punto de vista lógico, hasta que se la analiza de cerca y atentamente. Tres paradojas son las analizadas aquí: la del poste en el granero, la de los gemelos, uno de los cuales emprende un viaje al espacio, y el asesinato del taquión.

Como dice Muller, “no hay paradojas en el mundo regido por las ecuaciones de la física causal. El escenario presenta un problema solo si se piensa que las personas poseen libre albedrío”. Cree él en su libre albedrío, aunque reconoce la posibilidad de que sea una ilusión y que él solo sea un conjunto de complicadas moléculas que reaccionan a impulsos y empujes locales. Es curioso que este libre albedrío sea falsable científicamente, al menos en la manera en que él lo plantea, algo que no ocurre con otras teorías, como la del diseño inteligente.

¿Es posible superar la velocidad de luz? Para Muller, la distancia entre objetos cambia más rápido que la velocidad de la luz;  las distancias, medidas en sistemas de referencia acelerados, cambian con una alta velocidad arbitraria. Esto tiene repercusiones cosmológicas, en particular, según la formulación estándar de la teoría del Big Bang, por el hecho de que las galaxias no se mueven pero la distancia entre ellas va en aumento. El autor postulará que la expansión del espacio va acompañada de una expansión del tiempo y que dicha expansión explica el fluir del tiempo y el significado del ahora.

En el fondo, aquí se trata de la gravedad como aceleración, indistinguible una de la otra. Y lo que aportó Einstein fue la unificación de espacio y tiempo. Y Muller aborda el tiempo imaginario, el tema de los números irracionales e imaginarios, así como el espacio-tiempo en 4D. No da de lado a la extendida teoría de cuerdas, de la que dice que no es la solución de lo que se busca; con ella se han hecho muchas predicciones, ninguna correcta; pero la observación refleja el hecho de que esta teoría requiere la existencia del campo gravitatorio relativamente débil, comparado con otras fuerzas.

¿Y qué decir de los agujeros negros? Afirma que el tiempo próximo a ellos es mucho más extraño de lo que la gente se imagina. Por ejemplo, no atraen ni absorben, sino que se puede orbitar a su alrededor igual que lo haría en torno a cualquier otra masa. Es más, afirma: “no ha habido tiempo suficiente (desde nuestro sistema referencial propio) para que la materia caiga en la distancia infinita que caracteriza un auténtico agujero negro”. Aborda Muller, también, el asunto de los agujeros de gusano, negando que el hecho de atravesar uno de ellos permita viajar hacia atrás en el tiempo. Con lo que pasa a la segunda parte de su obra, Flecha rota, a fin de tratar por qué el tiempo fluye hacia adelante en lugar de hacia atrás.

PublicDomainPictures.

La flecha del tiempo
Este tema, el de la flecha del tiempo, la llama el autor flecha de confusión. Analiza con detenimiento la propuesta de Eddignton, que postulaba que un incremento de la entropía explica por qué el tiempo corre hacia adelante. Nos dice, desde el inicio, que “el tiempo no solo es una cuarta dimensión del espacio. Es intrínsecamente distinto: avanza. Además, el pasado es muy distinto del futuro”.

Por supuesto, para destripar la propuesta de Eddington hay que profundizar en el conocimiento de la entropía, que Muller pretende desmitificar mediante sus planteamientos de la entropía del flujo de calor y la entropía de mezcla, para desembocar en lo desconcertante que es y, por supuesto, en la física cuántica. Y se pregunta: “la entropía aumenta. El tiempo progresa. ¿Están correlacionados, o hay una relación causa-efecto?” Desde luego, para Eddington, el tiempo se mueve hacia adelante porque nuestro estado actual es altamente improbable, lo que deja mucho margen a la entropía.

Para que aumente la entropía, como requería Eddington, el universo actual tiene que tener una entropía baja. Aquí Muller se detiene en los estudios de Georges Lamaître y de Hubble, que parecen apuntar a que el Big Bang no fue una expansión de materia en el espacio, sino la expansión del propio espacio. ¿Existía antes del Big Bang el espacio? El autor se inclina por la negación, pero no tiene respuesta para la pregunta de dónde salió, sino que se podría asumir que “allí” hay una quinta dimensión desconocida por el humano.

El espacio no es un vacío, sino como una substancia no material, sino algo más fundamental que vibra de muy diversos modos: en forma de materia o de energía. “La creación de espacio es lo que hizo posible la materia. Antes de la creación del espacio no existía ninguna de las cosas que creemos ‘reales’”, nos dice Muller, aunque reconoce que estas ideas no forman parte de la ciencia, sino que son fruto de las meditaciones de un científico.

El universo entra en erupción, titula a su análisis de la naturaleza del Big-Bang. En él, recorre el principio cosmológico, según el cual el universo es homogéneo, que considera erróneo, así como el descubrimiento del fondo de microondas de la explosión inicial, sin el cual toda la teoría del Big Bang habría sido refutada. Se lanza a la búsqueda del principio del tiempo, una búsqueda que nos ha llevado, si no al principio, sí a tan solo medio millón de años después del principio, lo que nos ha permitido vernos como éramos, cómo era el universo, hace algunos miles de millones de años.

Y, sabiendo lo que ocurrió hace catorce mil millones de años, ¿qué se puede decir sobre los próximos cien mil millones de años? ¿Se seguirá así hasta el infinito o se producirá un Big Crunch? Esto lleva a Muller a ir ahora en busca del final del tiempo. Recorre el descubrimiento de que la expansión del universo se acelera, con lo que descarta el Big Crunch: “El espacio continúa para siempre, igual que el tiempo a menos que, por supuesto, quede otro fenómeno por descubrir”. No pasa por alto el error de Einstein en relación con su constante cosmológica y se detiene en la teoría de la inflación o de la creación de espacio intermedio entre puntos inmensamente alejados.

No soslaya sus reparos a la teoría de Eddington sobre la entropía como causa de la flecha del tiempo, ya que, a medida que el universo se expande, las microondas llenan más espacio, pero pierden energía, con el resultado de que su entropía permanece constante. Y llega hasta la partícula divina, el bosson de Higgs. Entonces, si la entropía no establece la flecha del tiempo, ¿qué lo hace? Ha habido varias alternativas: la flecha del agujero negro, la flecha asimétrica del tiempo, la de la causalidad, la de la radiación, la psicológica, la antrópica,  la cuántica o la cosmológica. Todas ellas son objeto de análisis por parte de Muller. De su análisis se desprende la necesidad de profundizar en la física cuántica, lo que en la tercera parte de su obra titula Física horripilante.

Física cuántica

Se trata, como dice el autor, de una introducción a la física cuántica empezando por el ejemplo más absurdo y más conocido, el del gato de Schrödinger, a raíz del cual desarrolla el concepto de medición y la que se ha dado en llamar la interpretación de Copenhague, finalizando este apartado con la idea de que la teoría cuántica vulnera la relatividad.

Muller aborda, como no podía der de otra manera, la misteriosa cuestión de la medición y lo mal que se puede probar la función de onda cuántica, asunto ya planteado por Einstein cuando sugirió la dualidad de la onda-partícula, lo que le lleva a desarrollar el principio de incertidumbre de Heisemberg, la longitud de Planck, el caos y su incertidumbre. Y comenta: “Toda teoría escrita sobre estos temas no pasa de ser una especulación fantasiosa. No es así como se desarrolló la física en el pasado. Puede que haya muchas fuerzas adicionales detrás de las cuatro fuerzas tradicionales (la electromagnética, la nuclear, la de la radioactividad, llamada también fuerza débil, y la gravedad”. Lo que sí parece tener claro es que algo causa el colapso de la función de onda mucho antes de que nos llegue a nosotros, pero que no sabe lo que es.

Einstein se equivocó en lo referido a la física cuántica. Pensaba que el electrón tiene en todo momento una posición real pero oculta y que la física cuántica, simplemente, no sabía lo que era. Estudia Muller este planteamiento y desemboca en el entrelazamiento, que acaba con esa variable oculta; más allá, piensa que toda la física, incluida la cuántica, y toda la ciencia son fundamentalmente incompletas, algo que aborda detenidamente más adelante. Pero sí profundiza en la computación cuántica, para la que no demuestra mucho optimismo.

Otro importante apartado es el que dedica a la observación del viaje hacia atrás en el tiempo. Feynman y su postulado de que un positrón es un electrón que recorre ese trayecto inverso ocupan varias páginas del libro; aunque se muestra poco receptivo a la idea de que el ser humano pueda hacerlo, ya que, se pregunta, de qué vale discurrir hacia el pasado si no se pueden cambiar las cosas; además, si todo en el futuro y en el pasado está determinado de antemano, ¿qué utilidad tiene ese viaje? Y concluye que, quizás, algún día alguien funde una religión basada en la idea de Wheeler: al morir, el alma vuelve hacia atrás en el tiempo, se dispersa y se convierte en un alma que se mueve hacia adelante en otra persona; tal vez haya una sola alma en el universo, con lo que adquiere valor la regla de oro, cualquier cosa que hagamos a los demás nos la hacemos a nosotros mismos.

Se llega, así, a la cuarta parte de la obra, Física y realidad, en la que se profundiza en las limitaciones de la física y del fisicalismo. Arranca con el teorema de Gödel, que reza que todas las teorías matemáticas son incompletas, lo que significa que cualquier sistema matemático que se idee, encerrará verdades indemostrables, que no pueden identificarse como verdades. Habrá afirmaciones verdaderas que no puedan verificarse ni demostrarse que son ciertas. La clonación y la teletransportación también son consideradas aquí.

Apasionante resulta la lectura de los apartados que dedica a la ciencia y a la existencia de un conocimiento al margen de la realidad física, algo que ya manejaban los pitagóricos. Y se pregunta si el ahora existe en el cerebro o solo en la mente. Lógicamente, su análisis se detiene necesariamente en el fisicalismo, que afirma que las observaciones no cuantificables son ilusiones; a lo que Muller contrapone que no todo requiere ser verificado empíricamente, pero podemos verificar sus consecuencias. Dice: “La ciencia dice que no tenemos libre albedrío. Tonterías. Esa afirmación está inspirada en la física, pero no tiene justificación en física”. Aborda, también, el problema de Dios, estudiando con más detenimiento los planteamientos de Dawkins; aunque reconoce que los fisicalistas tienen una razón práctica para negar el conocimiento no físico, pues, una vez que se admite, se abren las puertas al espiritismo, la pseudociencia y a la religión.

Repetidas veces se ha referido el autor al tema del libre albedrío y ahora lo aborda en mayor profundidad. Piensa que él lo tiene, pero no está totalmente seguro, porque aunque no podemos llegar a la conclusión de que existe, no hay nada en la ciencia que lo excluya. Y esto, naturalmente, lo lleva a tratar el tema de la ética y de su fundamento.

El Ahora

Todo el camino recorrido hasta aquí nos conduce hasta la quinta y última parte del libro, que toma su título del que figura en su cubierta: Ahora. Propone Muller que, a la par que el Big Bang crea nuevo espacio, crea también nuevo tiempo y ese nuevo tiempo es la clave del ahora. Siendo verdad que el Big Bang es una explosión del espacio en tres dimensiones, una asunción más razonable, más próxima al espíritu de la unificación espacio-tiempo, es que es una explosión del espacio-tiempo en dimensión 4.

A cada momento, el universo se agranda un poco más y hay un poco más de tiempo, siendo ese filo rector del tiempo lo que llamamos el ahora. El futuro no existe aún, se está creando; el ahora está en la frontera, en la vanguardia, es nuevo tiempo que sale de la nada, filo rector del tiempo. Pero no todos los ahora son simultáneos en todo el universo.

El tiempo, pues, está vinculado al espacio-tiempo, es su cuarta dimensión y, por lo tanto, cabe esperar que si aquel, el espacio-tiempo, se acelera, también lo haga el tiempo. Y por fluir del tiempo se entiende la continua adición de nuevos momentos, que nos confieren el sentido de que se mueve hacia adelante en una continua creación de ahoras.

Y este capítulo se cierra con una profundización en sus críticas al fisicalismo, al análisis de la empatía y al libre albedrío.

La obra culmina con una serie de apéndices, su mayoría dedicados a exponer fórmulas y ecuaciones que fundamenten los contenidos del libro, destinados a lectores con mayores conocimientos en estas materias. Así, el primero está dedicado a la matemática de la relatividad, el segundo a tiempo y energía, el tercero a demostrar la irracionalidad de la raíz cuadrada de 2, y el quinto a la matemática de la incertidumbre. El apéndice cuarto es una especie de poema sobre la creación, mientras que el sexto y último aborda el tema de la física y Dios.

En este último apéndice no elude aportar su opinión sobre el particular; quizá, se pueda resumir con estas líneas del texto: “¿Por qué hubo un Big Bang? Hay quien ha invocado el principio antrópico y otros invocan a Dios. No veo una respuesta clara. Si hubiera Dios, ello no da respuesta a la pregunta de si merece la pena adorar al Dios creador. ¿Veneramos a un Ser Supremo solo porque dispuso unas ecuaciones físicas y prendió la mecha? Yo no. Si adoro, adoro al Dios que se preocupa por mí y me da fuerza espiritual”.

Nos hallamos frente a un libro muy interesante. Aborda y nos pone al día sobre los problemas de la cosmología y de la física y lo hace con gran maestría y un considerable esfuerzo por hacer inteligibles cuestiones que no son fácilmente accesibles a quienes no están habituados a moverse en terrenos de fórmulas matemáticas y ecuaciones; y no rehúye el aportar las fórmulas que son necesarias por vía de un apéndice destinado a quienes están más habituados a recorrer estos senderos. Por otro lado, va más allá de la física, la meta-física, exponiendo conclusiones ya fuera de los límites de lo cuantificable para entrar en terrenos filosóficos; y lo hace con sencillez y humildad, reconociendo las fronteras hasta las que puede llegar, dejando un amplio campo de opciones para que el lector pueda optar por las que considere más fundamentadas.

En un rápido esbozo, podemos resumir algunas de las ideas que discurren por la obra, al margen de lo relacionado con el tiempo y el ahora: 1. La existencia del libre albedrío, con las consecuencias que tiene en los campos de la moral y la fundamentación ética; 2. Reconocer los límites del fisicalismo, abriendo la vía a la existencia de realidades no mensurables; 3. La existencia de un “alma”, no en sentido religioso, sino como algo que trasciende la realidad física. 4. Enfrentarse a las últimas preguntas, Dios o el sentido.

No es un libro religioso, evidentemente. Pero no cabe duda de que ofrece unas bases sólidas sobre las que asentar una postura con una robusta base conceptual.

Fuente: https://www.tendencias21.net/La-fisica-del-tiempo-ante-las-grandes-cuestiones_a44868.html

 

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Darío Villanueva: “Si un profesor escribe con faltas se desautoriza”

España / 11 de noviembre de 2018 / Autor: Elisa Silió / Fuente: El País

Darío Villanueva, director de la RAE, no es partidario de memorizar sino de la lectura

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Nuño Domínguez: “Si existiera otra inteligencia en la galaxia ya nos habría dominado”

Redacción:  El País/Entrevista

El científico busca en los agujeros negros la gran teoría unificadora de la física

A la teoría de la relatividad le falta una pieza crucial: explicar cómo actúa la fuerza de la gravedad en el mundo de las partículas elementales, las piezas más pequeñas e indivisibles de la materia. En ese universo diminuto las normas de la física con las que estamos más familiarizados se desbaratan y entran en vigor las de la mecánica cuántica. Quienquiera que conecte ambos mundos tendrá la codiciada teoría de todo, explica Gerard ‘t Hooft (Países Bajos, 1946), físico teórico y ganador del Nobel de Física en 1999. “Ahora lo importante es hacer las preguntas adecuadas y en esto es en lo que más puedo contribuir”, explica durante una reciente visita a Madrid para impartir la conferencia Cómo los agujeros negros nos pueden ayudar a encontrar una teoría del todo en la Fundación Ramón Areces.

Respuesta. No, el universo es ciertamente complejo. Todo comenzó con un punto extremadamente pequeño que se expandió muy rápido, formó estrellas, planetas, lunas, gas, nébulas, galaxias… Algunos de estos planetas tienen vida, y la vida es en sí una de las cosas más complejas que podemos concebir. Debería ser posible describir toda esta complejidad extrema con ecuaciones de extrema sencillez, la mayoría de los físicos teóricos lo pensamos. Pero ni siquiera sabemos cómo empezar a formularlas, ni hablar de resolverlas. El modelo estándar de la física de partículas, que es por ahora lo mejor que tenemos, contiene muchas cosas que no entendemos. Comprendemos el idioma, pero hay palabras que no conocemos ni sabemos de dónde vienen. Si tuviéramos una buena teoría de la gravedad cuántica tal vez lo supiéramos.

Creo en el progreso a través de la diversidad

P. ¿En qué consiste su propuesta?

R. La teoría de gravedad dr Einsteinpredice que si hay suficiente materia concentrada en un volumen pequeño, ese objeto se atraerá tanto a sí mismo que se convertirá en un agujero negro. Los físicos comienzan ahora a obtener por primera vez señales directas de las fuerzas de gravedad que causan dos agujeros negros al chocar. En estos casos se trata de agujeros negros muy grandes, pero en principio existen también agujeros muy pequeños con efectos al nivel de las partículas elementales, los agujeros negros cuánticos. Si existen, es interesante saber cómo se comportan, y yo estoy convencido de que mi teoría, mis respuestas a estas preguntas son correctas.

P. ¿Menciona la vida en otros planetas, cree que los humanos la encontraremos?

R. Lo dudo muchísimo. Las condiciones para la vida son tan difíciles de encontrar que me sorprendería mucho si se dieran en muchos planetas. Por supuesto hay planetas en los que sucede y eventualmente los descubriremos, pero pueden pasar cientos de miles o millones de años. No creo que se encuentre pronto.

P. ¿Cree que contactaremos con otras inteligencias?

R. Si hubiera muchas inteligencias en nuestra galaxia deberíamos haber sabido de ellas ya. De hecho si existieran estaríamos totalmente controlados, seríamos como animales en un zoo. Esto no ha pasado, lo sabríamos si hubiera sucedido. Una vaca en un prado sabe que existen humanos que de una forma u otra la dominan. Los humanos somos como vacas, pero en nuestro prado no hay más que naturaleza y otras vacas, ninguna inteligencia superior a nosotros.

P. ¿Qué tipo de experimentos serían necesarios para demostrar que su teoría es correcta?

R. Tenemos que pensar en el mayor número de experimentos diferentes posible. Intentar cosas arriesgadas, locas. La historia nos muestra que siempre ha habido alguien dispuesto a hacer un experimento aparentemente absurdo y consigue grandes resultados. Creo en el progreso a través de la diversidad.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/11/08/ciencia/1541689166_432513.html

 

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Siete artículos científicos que fueron rechazados y ganaron un premio Nobel

Redacción: El Espectador

Incluso los más galardonados investigadores han experimentado un rechazo por parte de las revistas indexadas. Se estima que alrededor del 78 % de autores en el mundo ha vivido una decepción al intentar publicar su paper por primera vez.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/ciencia/siete-articulos-cientificos-que-fueron-rechazados-y-ganaron-un-premio-nobel-galeria-812306

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El granero ruso de los Nobel

Redacción: El País

El Instituto de Física y Tecnología de Moscú, una de las universidades más prestigiosas, lucha para frenar la fuga de cerebros

A las afueras de Moscú, cerca de la fábrica de misiles de Dolgoprudny, se alza el Instituto de Física y Tecnología de Moscú (MIPT), posiblemente la institución académica más prestigiosa del país y también a la que más difícil es acceder por sus exigentes exámenes de ingreso.

En 1946, Nikolái Semiónov, Lev Landáu y Piotr Kapitsa —futuros Nobel de física en 1956, 1962 y 1978, respectivamente— pidieron al Gobierno crear una nueva institución educativa para atraer a las mentes más brillantes de la Unión Soviética para que estudiasen matemáticas y física. Algunos de ellos acabaron trabajando en el programa de armas nucleares mientras otros se convirtieron en los mejores científicos de sus respectivos campos. El instituto cuenta con 10 premios Nobel en ciencia entre sus catedráticos y antiguos alumnos y es una de las 21 universidades seleccionadas por el Gobierno de Vladimir Putin dentro de un programa cuyo objetivo es colocar cinco universidades rusas entre las 100 mejores del mundo.

Geim y otros antiguos alumnos han resaltado la importancia que tuvo el MIPT para explicar sus posteriores éxitos académicos. “Como estudiantes nos forzaban a encontrar lógica en todo lo que estudiábamos en lugar de aprender hechos y fórmulas”, destaca Geim, que en 1982 entró al MIPT de rebote tras ser rechazado en otra universidad de menor prestigio porque sus examinadores consideraron que podía ser judío.

El MIPT afronta el reto de transformarse en una universidad moderna sin abandonar el modelo de educación pública heredado de su origen comunista. El 85% de los estudiantes que acceden a este centro no pagan ni un rublo por sus estudios, ni por su manutención ni alojamiento. Incluso los peores estudiantes, que sí tienen que pagar por sus matrículas, dejan de tener que hacerlo si sus calificaciones pasan a ser lo suficientemente buenas. “Si eres un estudiante brillante, aquí te damos una oportunidad de tener una carrera”, resume Nikolay Kudryavtsev, rector del MIPT desde 1996 e impulsor del giro de la institución para ganar mayor proyección internacional y mejores colaboraciones con las empresas de alta tecnología. Hace unas semanas, El País fue invitado a visitar el MIPT junto a un grupo de periodistas europeos y estadounidenses.

El MIPT afronta el reto de transformarse en una universidad moderna sin abandonar el modelo de educación pública heredado de su origen comunista

Una de las razones por las que el MIPT no aparece en los principales ránkings internacionales es que no realizaba investigación en su sede. En tiempos de la URSS el MIPT colaboraba con “más de 100″ instituciones, recuerda Kudryavtsev. La mitad eran “los mejores institutos de investigación de la Academia de Ciencias Rusa” y la otra mitad “centros de investigación de las industrias estatales”. Los estudiantes pasaban la mitad de todo su tiempo investigando en esos centros. La caída de la URSS supuso el colapso de este sistema. En esos años muchos de los cerebros más brillantes del MIPT abandonaron Rusia hacia Europa o EE UU. Es el caso de Andre Geim y su compañero de Nobel por el descubrimiento del grafeno,  Konstantin Novoselov, que emigraron a Europa, donde siguen trabajando en la actualidad.

Uno de los objetivos del MIPT es recobrar parte de ese talento perdido. La institución, con un presupuesto anual de unos 95 millones de euros, ha establecido sus propios departamentos de investigación multidisciplinar que abarcan desde la fotónica hasta la biología básica del cáncer y su objetivo es aumentar el número de docentes extranjeros, que actualmente solo suponen el 5%, según Vitali Bagan, vicerrector de la institución.

El MIPT está entre las 50 mejores del mundo en física y en astronomía, según el ránking de THE. El MIPT intenta además reconvertirse en una universidad que prepare a sus alumnos para trabajar en las mayores empresas de alta tecnología. La institución colabora con grandes bancos y empresas tecnológicas de dentro y fuera del país, aunque quedan importantes asignaturas pendientes que reflejan los problemas generales del sistema de I+D en Rusia. El gasto en investigación, desarrollo e innovación del país en 2018 fue del 1,09% de su PIB, según la OCDE, y el 75% de todos los fondos provienen del sector público, según el BERD, lo que sitúa a Rusia en el vagón de cola de los países más avanzados en este terreno.

Otra de las dificultades históricas son las trabas oficiales para crear empresas, que siguen frenando la capacidad del país para aprovechar el talento que genera. Un caso paradigmático son Ratmir Timashev y Andrei Baronov, dos antiguos alumnos, explica Kudryavtsev. «Trabajan en servicios de computación en la nube” y juntos “tienen una fortuna de unos 1.000 millones de dólares”. “La mayoría de sus negocios están en EE UU y Suiza, solo el 3% se ha quedado en Rusia”, lamenta el rector. “Cuando hablamos con nuestros antiguos alumnos que han tenido éxito emprendiendo en el sector tecnológico nos dicen que Rusia no tiene un sistema de impuestos favorable para crear este tipo de empresas. Creen que no es provechoso y además no tienen la confianza de que si crean una empresa podrán obtener buenos resultados, así que se van a EE UU o Europa”. “Quizás esta sea una herencia del régimen anterior. Yo le pido a los gobernantes que simplifiquen el sistema fiscal para que Rusia sea más atractiva para las empresas. Creo que la situación cambiará, despacio pero cambiará”, concluye.

AL ASALTO DE LOS ‘RANKINGS’

En 2012, el Ministerio de Educación ruso puso en marcha el plan 5-100, un programa que otorga financiación adicional a 21 universidades rusas para conseguir que al menos cinco de ellas estén entre las 100 mejores del mundo en 2020. El MIPT es una de las participantes —por el momento ha pasado de estar entre las 600 mejores universidades del mundo a colarse entre las 300— entre las que también destaca la universidad ITMO de San Petersburgo. Ambas se están esforzando por ganar mayor presencia internacional e intentar atraer talento de otros países. Aunque el propio Gobierno de Vladimir Putin ha reconocido que el programa no tiene suficiente financiación, su dotación ha aumentado y dedicará unos 648 millones de euros entre 2018 y 2020, según University World News.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/08/06/ciencia/1533560745_947357.html

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