Alicia Delibes
En un importante discurso pronunciado en la British Academy de Londres, la Primera Ministra británica, Theresa May, ha abierto el curso escolar con la promesa de apoyar y extender en el Reino Unido las casi desaparecidas Grammar Schools o, como las ha llamado en su discurso, Selective Schools. Las Grammar Schools son centros estatales de educación secundaria muy exigentes en las que, para poder matricularse, los alumnos deben pasar un examen de selección a los 12 años.
Para conocer el origen de las Grammar hay que remontarse al sistema tripartito que estableció en el Reino Unido la Ley de Educación de 1944, ley aprobada por el gobierno de coalición que Winston Churchill presidió en plena Segunda Guerra Mundial. Aquella Ley establecía la obligatoriedad de la escolarización hasta los 15 años en dos etapas: Primaria de 6 a 11 años y Secundaria de 11 a 15. Al finalizar la Primaria, a los 11 años, todos los niños debían pasar un examen que se llamó Eleven Plus (11+). De acuerdo con los resultados obtenidos en este examen, los niños iban a una Grammar School, a una Technical School o a una Modern School.
Las Grammar estaban destinadas a preparar para el ingreso en las universidades. A ellas solamente podían ir los niños que aprobaran el examen 11+. Como las Technical no llegaron a desarrollarse nunca del todo, la gran mayoría de los alumnos que no superaban el examen 11+ acudía a una Modern School.
Aquella Ley contemplaba, además, la posibilidad de abrir otro tipo de centros escolares que se llamaron Comprehensive Schools y que ofrecían una enseñanza secundaria que integraba las tres opciones sin necesidad de pasar ningún examen. Estas escuelas se abrían sobre todo en las zonas rurales con escaso número de alumnos.
En 1956 se publicó en Inglaterra un libro que ha llegado a tener una gran influencia en la historia de la educación británica, The Future of Socialism. Su autor, el laborista Anthony Crosland (1918-1977), pertenecía a una familia de la aristocracia británica, había estudiado en los mejores y más elitistas colegios y universidades de Inglaterra y combatido heroicamente en la Segunda Guerra Mundial. En su libro Crosland sostenía la necesidad de una revisión profunda del pensamiento socialista de los laboristas británicos en una línea claramente izquierdista. En una sociedad moderna y democrática, mucho más importante que nacionalizar la industria, decía Crosland, era dirigir y controlar la educación de los ciudadanos.
En aquel libro Crosland cargaba contra el elitismo intelectual y la discriminación social de las Grammar que, según él, creaban aún más desigualdades sociales al dar la oportunidad de prosperar en la sociedad a los hijos de familias sin recursos solo si eran buenos estudiantes. Apostaba Crosland por un sistema de enseñanza que fuera uniforme, no selectivo ni elitista. Consciente de la imposibilidad de cerrar las tradicionales public Schools, Crosland abogaba por la eliminación de las selectivas Grammar y por la generalización del modelo de las Comprehensive.
La coexistencia de los modelos se mantuvo mientras los conservadores ostentaron el poder. En 1965, tras el triunfo electoral de los laboristas, el nuevo Primer ministro, Harold Wilson, nombró Ministro de Educación a Anthony Crosland que, fiel a sus principios, pocos meses después de ocupar su cargo, publicó la Circular 10/65, que obligaba a todas las autoridades locales a modernizar sus escuelas con el sistema “comprensivo”. En los años siguientes sólo se abrieron Comprehensive Schools, y las autoridades educativas obligaron a integrar los tres modelos, Grammar, Technical y Modern School, en uno único, el de las Comprehensive.
En los años sesenta se fueron abriendo cada vez más Comprehensive en las que se incorporaban todas las experiencias pedagógicas con caché de progresistas e innovadoras de la época. Por el contrario, la enseñanza de las Grammar se seguía caracterizando por ser disciplinada, exigente y tradicional.
Más tarde, cuando en 1970 el conservador Edward Heath ganó las elecciones, Margaret Thatcher, nueva Ministra de Educación, suspendió la aplicación de la Circular 10/65. Thatcher contaría en sus Memorias que ya por entonces la situación era irreversible, que la filosofía igualitaria y la pedagogía progresista estaban tan extendidas en la educación que hasta los conservadores creían en la superioridad moral del modelo de escuela comprensiva. La selección, la competencia, el reconocimiento del mérito escolar, la disciplina y el esfuerzo eran expresiones asociadas a un elitismo académico que se consideraba perjudicial para la educación de los futuros ciudadanos de una sociedad democrática.
A finales de los ochenta del siglo pasado, cuando Thatcher encaraba su tercer mandato como primera ministra, decidió emprender una reforma sustancial de la educación británica. En 1988 se aprobó la Education Reform Act que contemplaba, esencialmente, un nuevo plan de estudios, el National Curriculum. Pero el asunto de las Grammar quedó en el aire. No estaban prohibidas pero tampoco se destinaba presupuesto especial para extenderlas.
Tony Blair, cuyas promesas electorales en 1997 fueron “Education, Education, Education”, continuó la política educativa de Margaret Thatcher. En sus Memorias explica los motivos que le llevaron a mantener la línea marcada por los conservadores y critica con dureza la política de Crosland, al que incluye en el grupo de esos intelectuales de izquierdas que se preocupaban del pueblo sin sentirse como él. Allí, califica de “vandalismo académico” la forma en que se suprimieron las Grammar Schools, “selectivas pero excelentes” y se implantaron las Comprehensive, “no selectivas y a menudo no excelentes, y en ocasiones realmente espantosas”.
Ni Thatcher, ni Blair, los dos grandes reformadores de la educación británica, se atrevieron a decir lo que May acaba de prometer en su discurso ante la British Academy, que apoyará y extenderá las Grammar Schools porque son buenos colegios que permiten que los niños más capaces puedan “llegar tan lejos como su trabajo y su talento se lo permitan” y porque no discriminan por el dinero sino por la capacidad académica de cada niño. Son, asegura, colegios apropiados para un país donde se quiera valorar el mérito por delante de los privilegios.
En el Reino Unido existen todavía 170 Grammar Schools de las que padres y directores se sienten orgullosos y desearían que otras escuelas copiaran su modelo. “¿Por qué entonces –se pregunta May- restringir las Grammar? ¿No será porque hay políticos que ponen los dogmas por delante de los intereses de la gente?”
Theresa May recibirá muchas críticas, de dentro y de fuera de su partido, porque desde hace ya muchos años, en el mundo educativo de gran parte de los países occidentales, la palabra “selección” está maldita. Es posible que, a la hora de la verdad, se abran pocas Grammar en el Reino Unido, pero solo con su discurso ya ha puesto la nueva Primera Ministra británica el dedo en la llaga de la enferma educación occidental.
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