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La identidad en la lengua

Por: Sergio Alvez

Con más de 15 años de vigencia, la modalidad pedagógica sigue exponiendo limitaciones y desafíos urgentes, que asoman entre avances sostenidos por el esfuerzo desmedido de la docencia y las comunidades. Una mirada desde la provincia de Misiones, donde más de 3500 nutren la matrícula indígena en casi 80 núcleos de la EIB.

La última vez que una escuela de la Educación Intercultural Bilingüe (EIB) acaparó la atención masiva y nacional de los medios de comunicación, fue en junio de 2016, a partir de un episodio malinterpretado, que los propios medios bautizaron “el abanderado descalzo”. Todo surgió a raíz de la divulgación de una fotografía que mostraba a Lorenzo, un adolescente de la comunidad mbya Ñamandu, abanderado de la Escuela Intercultural Bilingüe 948 (Ruiz de Montoya, Misiones), portando justamente el asta y la bandera argentina de ceremonia, en el marco de un acto por el Día de la Bandera. El detalle: Lorenzo estaba descalzo.

La imagen recorrió el país, acompañada de un mensaje lastimero, paternalista, pero sobre todo, plagado de desconocimiento y etnocentrismo. Desde un lugar de indignación, los medios relacionaron directamente la descalcez de Lorenzo con la miseria, obviando otro detalle: esa descalcez no era a consecuencia de carencias sino de costumbre. Es absolutamente natural ver a las y los estudiantes de las escuelas interculturales lucir sus pies descalzos en clase, como en la mayor parte del tiempo de su vida cotidiana. Se trata de una práctica cultural que no guarda relación con la pobreza o la abundancia. Sin embargo, desde los centros urbanos más grandes del país, comenzaron a llegar donaciones de zapatos para “los pobres indiecitos de Misiones”.

Fue el propio Aty Ñeychyro, organización tradicional y política de la Nación Guaraní en Misiones, la que salió a aclarar los tantos ante semejante representación. “Tratar de hacer creer que el problema indígena es el de la pobreza es pretender tapar el monte, el que aún nos dejaron, con un dedo. La demarcación de territorios, una educación bilingüe donde seamos participes de su contenido –como establece la Constitución Nacional y las leyes internacionales que la Argentina ha firmado-, que se respete nuestra espiritualidad, estos son nuestros intereses y por los que queremos ser tapa de diarios y noticias en radio y televisión”, expresó el Aty en un comunicado.

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Por contar con la presencia de una población con más de diez mil habitantes del Pueblo Mbya – distribuida en 110 comunidades- y casi 80 núcleos educativos enmarcados dentro de la Educación Intercultural Bilingüe, la provincia de Misiones sigue siendo un punto interesante para observar desde y hacia dónde va esta variante pedagógica, que para los pueblos indígenas constituye un derecho inalienable, pero que en el país lleva más de 15 años de dispar aplicación.

El mapa de la EIB

Sancionada en 2006, fue la Ley Nacional de Educación (N° 26206) la que introdujo el reconocimiento a la EIB como una modalidad educativa destinada a las infancias y adolescencias indígenas. Inicialmente, la EIB fortaleció la escolarización en el nivel primario, dejando el nivel Secundario y el Inicial para etapas posteriores. Asimismo, cada provincia aplicó el sistema según sus especificidades y las de los pueblos indígenas residentes. Por supuesto, la implementación estuvo y está sujeta a procesos políticos y voluntades gubernamentales.

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Actualmente, la modalidad EIB alcanza a un universo de más de 3500 niños y niñas de las distintas comunidades guaraníes de Misiones. Jorge Acosta (*), educador indígena, le cuenta a Pelota de Trapo que “los beneficios de la educación bilingüe son realmente amplios para nosotros, los Pueblos Originarios. Entre esos aspectos positivos, destacamos el fortalecimiento de la lengua materna, mantener los saberes culturales, aprendiendo a escribir y leer en nuestra propia lengua mbya guaraní”.

A la hora de las deudas, Acosta observa que “falta que se creen más cargos y horas a los docentes indígenas, y contar con una dirección dentro del Consejo General de Educación específicamente abocada a las necesidades de las comunidades y escuelas bilingües”.

El mapa de la EIB en Misiones se divide entre aquellos núcleos destinados a la educación primaria y Nivel Inicial – casi medio centenar -, los establecimientos de educación secundaria y los institutos terciarios o universidades en los cuáles existe matrícula guaraní (actualmente ocho instituciones). Se trata de un bloque absolutamente heterogéneo, en el que la infraestructura, los recursos disponibles y las dinámicas curriculares son disímiles.

La experiencia de Aníbal González, un joven integrante de la Comunidad Perutí (municipio de El Alcázar) que hoy es Licenciado en Trabajo Social por la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), aporta pistas acerca de la rispidez que encuentran en su camino educativo, las infancias y adolescencias mbya.

“Terminé la primaria en la escuela que está en nuestra comunidad, sin problemas. Pero para ir a la secundaria, la única opción era la escuela del pueblo, que no es intercultural. Repetí tres años seguidos, porque me costaba mucho la expresión, el resumen, sentía una falta de acompañamiento total. Tuve que dejar de ir” recuerda Aníbal.

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Tras esa frustración – habitual en los estudiantes mbya que arriban al nivel secundario – Aníbal intenta cursar en una institución educativa de Pueblo Illia (Dos de Mayo), pero la falta de recursos para mantenerse en la residencia, lo llevaron nuevamente a la deserción escolar. “Nos cerraron la puerta, no pudimos terminar la secundaria faltando muy poco. Ahí decidí probar en Posadas, y me inscribí en un bachillerato donde pude terminar la secundaria con bastante dificultad” contó el trabajador social.

Sobre su vida universitaria, indicó que “mi idea era estudiar Arquitectura, pero la única posibilidad era una institución privada. Entonces opté por una tecnicatura, pero la cantidad de recursos que nos pedían y yo no tenía, especialmente computadora, me hizo abandonar. Así llegué a la UNaM para estudiar Trabajo Social, dónde puede recibirme”.

Hoy, Aníbal ayuda y acompaña a estudiantes mbya en sus periplos académicos, y pide que “se fortalezca una política integral que promueva y ayude a sostenerse en el sistema universitario a los estudiantes que provienen de comunidades guaraníes”.

Desde una mirada profesional, la doctora en Antropología Social, Yamila Nuñez, que integra un equipo interdisciplinario abocado a analizar el paso de los estudiantes guaraníes por la universidad pública, señala que “el reconocimiento a la diversidad cultural comenzó muy tardíamente en Argentina”. Cuenta, a su vez, que las prácticas tendientes a incorporar a la población indígena, por ejemplo, en el sistema educativo formal, “no se llevaron a cabo de manera homogénea, sino que en diferentes momentos y bajo modalidades diferentes Hoy hace falta mucho material pedagógico en todos los ámbitos, para que en nuestra educación formal la interculturalidad esté cada vez más presente”.

Regresión

 Jorgelina Duarte, cuyo nombre mbya es Jachuka Rete, es la máxima autoridad de la Comunidad Tamandua, y en 2019, participó de la 42° Sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, realizada en Ginebra, Suiza.  Lo hizo junto a miembros de Comunidades Guaraníes en Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay que conforman el Consejo Continental de la Nación Guaraní (CCNAGUA). En su exposición, Duarte expresó que “el Pueblo Mbya Guaraní de la Provincia de Misiones, es uno de los pocos Pueblos que todavía habla su lengua, entonces queremos defendernos ante las amenazas de debilitación, mediante diversas políticas públicas que se implementan en nuestras Comunidades. En las escuelas no se está poniendo en práctica debidamente la educación bilingüe e intercultural, por más que está establecida en nuestra Constitución Nacional”.

En sintonía con esta visión, un informe especial del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA), trabajado a partir de los encuentros de educadores indígenas que promueve la organización, se titula “A medias tintas” e indaga en “el Estado de la EIB en Argentina”.

Dentro del análisis de los últimos años, el informe enuncia que “en 2017 el por entonces Ministro de Educación de la Nación Esteban Bullrich anunció en un acto en la provincia de Río Negro, que se daba inicio a una ‘nueva Campaña del Desierto, pero no con la espada sino con la educación’, expresiones ampliamente repudiadas por todo el arco indígena, académico y movimientos de Derechos Humanos. Al mismo tiempo se producen modificaciones importantes que desjerarquizan a la EIB en la estructura ministerial, así el Programa de EIB se convierte en un equipo de trabajo que se encuentra dentro de la Dirección de Políticas Socio-Educativas, con tendencia a acciones más bien focalizadas, provocando una regresión en las políticas en la materia”.

Profundizar

En 2018, a los 25 años, Anselmo Fernández egresó del Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya, como el primer Profesor de Educación Secundaria en Lengua y Literatura oriundo de una Comunidad Mbya Guaraní. Hoy dicta clases en diferentes escuelas interculturales de la provincia. Ante la consulta, Anselmo sostiene que “las escuelas tienen que dar más espacios para trabajar materias base desde una perspectiva intercultural, porque eso no aparece, sino que se le da lugar a la cultura mbya desde otros lugares e incluso con actividades extracurriculares”.

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Anselmo Fernández.

Esto implicaría, para Fernandez, la posibilidad de “profundizar dentro del aula, un ida y vuelta entre teorías y prácticas y que los chicos se puedan interesar aún más por estas temáticas”.

Situado en Cerro Moreno, municipio de Gobernador Roca, el Instituto de Educación Intercultural Bilingüe Tajy Poty, es el único núcleo intercultural que además adopta la forma de Escuela de la Familia Agrícola Guaraní. Actualmente acuden allí 119 adolescentes y jóvenes- de entre 14 y 30 años- proveniente de 20 comunidades ubicadas en 9 municipios diferentes.

Su rector, Diego Dávalos, afirma que se trata de “un sistema pedagógico de alternancia, donde los alumnos pasan periodos semanales entre la escuela y sus comunidades. Seguimos notando que los beneficios de la educación intercultural bilingüe son la inclusión y acceso de las comunidades a la educación formal, el fortalecimiento de la Lengua madre y de las prácticas culturales ancestrales, partiendo desde un reconocimiento de la cosmovisión espiritual y la interacción con en medio ambiente natural”.

En simultáneo, Dávalos reconoce que “hay que mejorar la formación docente en la modalidad, profundizar la formación de Auxiliares Indígenas, el acceso a bibliografía bilingüe, y el conocimiento de la lengua y cultura Mbya”.

Estudiantes mbya del Instituto, se encuentran participando del concurso nacional promovido por una empresa, “Fruteá tu escuela”, cuyo primer premio es el abastecimiento de frutas frescas a la escuela durante todo un año. Para ver y apoyar la producción audiovisual concursante, realizada en el marco de la EIB,  se puede ingresar al siguiente link: https://bit.ly/3Lu6bZt.

Volviendo a las necesidades y desafíos, Ramón F. (17), estudiante de la comunidad Comunidad Mbya Mbokajatay, de San Ignacio, subraya que “es importante tener computadoras y conectividad. Hay algunas escuelas y comunidades donde hay, pero en la mayoría no y eso es un gran problema”.

Extractivismo: una amenaza constante

Al igual que la salud, la espiritualidad, la cultura y el bienestar general, para las comunidades Mbya, la educación también depende de un aspecto fundamental: el acceso al territorio y la naturaleza. Sin monte y sin tierra, nada es posible de llevar a cabo. Entonces, ¿qué sucede con la educación en los pueblos indígenas cuando el modelo extractivista vulnera derechos territoriales en las comunidades?

El caso de la Puente Quemado 2, comunidad ubicada en el municipio de Garuhapé, sirve para esbozar una respuesta. Desde la ruta nacional hasta la comunidad, hay un dificultoso tramo de 20 kilómetros terrados. El paisaje muestra por momentos, esplendorosas fracciones de selva paranaense, interrumpidas abruptamente por los pinares. En enero de este año, a raíz de los incendios de los pinares que rodean el territorio de la comunidad, se quemaron 330 hectáreas de la aldea. “Perdimos monte, medicina, cultivos y viviendas. Los pinares son de la empresa multinacional Arauco, que está invadiendo nuestro territorio desde hace años” denuncia el cacique Santiago Ramos.

Aquí en Puente Quemado, funciona un aula satélite de la Escuela Intercultural Bilingüe 657. Todos los días, la docente Ana Isabel Lagos transita los aventureros 20 kilómetros hasta Puente Quemado 2, donde desde junio del año pasado es la única docente a cargo. En la comunidad no hay agua potable ni luz. Son 27 los alumnos y alumnas de entre 6 y 17 años, que cursan de primero a séptimo grado. En un salón de madera, con dos pizarrones colgados y el mobiliario básico, la maestra se las ingenió para dividir imaginariamente tres aulas diferentes. Además, todas las tardes al terminar las clases, Ana junto a un grupo de madres, les sirven la merienda a los estudiantes descalzos.

“Estamos ante un gran desafío, por eso necesitamos urgentemente mejorar las condiciones, empezando por la infraestructura. Está en juego el futuro de estos niños y jóvenes. Necesitan oportunidades. Hasta ahora sólo cuatro alumnos terminaron la primaria, pero no tienen chances de seguir cursando el nivel secundario, por la distancia.  Es necesario generar esa herramienta. También pedimos que se incluya nivel inicial, que se sume otra docente, y que podamos contar con un tinglado” solicita la maestra.

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Santa sueña con ser maestra.

Sobre el episodio del incendio y la lucha que la comunidad lleva adelante en defensa de su territorio, el cacique Ramos asegura que “nuestros niños y jóvenes luchan con nosotros, ellos conocen la importancia de defender sus derechos y tienen un sentido muy grande de pertenencia a la comunidad. Pero es necesario que el Estado nos garantice el territorio y a nuestros jóvenes la posibilidad de terminar la secundaria e ir a la universidad; ese es el futuro que ellos quieren, poder estudiar y que la comunidad esté en paz en su territorio, en el monte”.

Santa, tiene 13 años, está en quinto grado y quisiera ser maestra.  Ariel, de 17, anhela ser ingeniero y hacer construcciones innovadoras en su comunidad. Daniel, cumplió catorce, va a sexto grado y desea ser profesor de educación física. Las voces infantiles de Puente Quemado 2 se multiplican alrededor del cronista ante la pregunta. Medicina, Arquitectura, Informática, Abogacía, Deportes. Los sueños se esparcen de a docenas en las suaves voces guaraníticas. Para que eso ocurra, la EIB debe superar todas sus limitaciones, profundizar sus procesos y eliminar toda barrera que impida el acceso y la permanencia de jóvenes indígenas en todos los niveles del sistema educativo formal.

(*) Jorge Acosta es además referente del Consejo Educativo Autónomo de Pueblos Indígenas (CEAPI) y miembro del área de Educación Intercultural Bilingüe (AMEIB) que funciona dentro del Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología (MCECyT) de la provincia.

Fuente de la información e imagen: https://desinformemonos.org

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Identidad, Pedagogía y Cultura

Por: Ixchel Galicia

En el aula, ya sea física o virtual, nos encontramos frente a la diversidad de sentires y pensares de cada uno y una de nuestras estudiantes. Reconocerles en su diversidad representa un gran desafío, pues implica valorar y dar espacio a su  identidad y cultura.

Del latín “identitas”, la palabra identidad se define como el conjunto de rasgos propios que diferencian a un individuo o una comunidad. A partir de la identidad definimos nuestras banderas y nuestras características, lo cual nos permite responder a las preguntas ¿quién soy? y ¿quiénes somos?

La identidad es un proceso de constante descubrimiento, nos contradice para  deconstruirnos y reconstruirnos de forma permanente: podríamos decir que es nuestra variable constante, valga el oxímoron. En la búsqueda de nuestra identidad, nos encontramos con aquellos que comparten rasgos similares, creencias, valores, ideales, formas de ver la vida, tradiciones y costumbres, esto nos brinda una sensación de tranquilidad al sentirnos parte de algo más grande, al sentir que pertenecemos.

La cultura es este encuentro, es la construcción colectiva del ser. La cultura nos brinda reconocimiento como individuos que forman parte de un grupo, nos abraza en el sentido de pertenencia para asumirnos como propios y dividirnos como extraños. Nuestra identidad cultural se nos hereda al nacer y, conforme vamos creciendo, comenzamos a apropiarnos de estos saberes y significados, y a cuestionar algunos otros. Somos seres en constante transformación y descubrimiento.

Por esta razón, es importante valorar la identidad y la cultura de cada persona, porque al reconocerla, abrazamos su pasado y sus costumbres, comprendemos sus creencias y podemos acompañar sus procesos hacia el futuro.

En ese sentido, hay que apostar por una educación que fortalezca la identidad de cada individuo, reconociendo su historia, la de su familia y la de su comunidad. Necesitamos una educación que valore y abrace la diversidad, que integre los saberes ancestrales que no están en los libros de historia pero que conforman el pasado cultural de los pueblos, pasado que esconde la fuerza y determinación de nuestros libertadores y libertadoras sin nombre.

Como docentes, valoramos la identidad y cultura de cada estudiante a través del diseño de experiencias de aprendizaje que les inviten a cuestionar y reflexionar sobre sus orígenes, y que a la vez sean capaces de reconocer la existencia de otras culturas, de tal forma que ante lo diverso y lo ajeno sean capaces de respetar todas las miradas y todas las perspectivas de quienes les rodean.

Educar a partir de una Pedagogía Basada en la Cultura es educar en el encuentro, es reconocer que no estamos solos en el aula y que las prácticas de la educación bancaria —a la que bien se refiere Freire en su Pedagogía del Oprimido—, ya no pueden cohabitar en nuestros espacios educativos. Ya no podemos pensar que los y las estudiantes sólo están en el aula para ser “llenados” de conocimiento, negando su participación activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Esto implica que, como docentes, debemos ceder el protagonismo para que ellos y ellas  se apropien de su proceso de aprendizaje. Debemos reconocerles como sujetos del proceso educativo, y no como objetos de la educación. Como sujetos, tienen espacio para decidir, tienen herramientas para hacer, tienen ideas que compartir, tienen sueños que lograr: ser sujeto es existir. En cambio, cuando son vistos como objetos, sólo reciben, no comparten, no crean, no existen y por eso sus voces se pierden en el aula donde el o la docente no les escucha y no les mira.

Educar a partir de una Pedagogía Basada en la Cultura es reconocer que los y las estudiantes tienen algo que decir, tienen mucho que compartir, tienen experiencias de vida, tienen mucho que aportar al aula, porque cuando creemos en ellos y ellas, la puerta hacia el aprendizaje se abre y nos reúne. Para educar basados en la cultura, podemos incorporar las costumbres de los estudiantes, compartir las recetas de las abuelas, pedir que las familias compartan alguna leyenda consabida por generaciones, indagar sobre sus intereses, conocer sus sueños, conocer sus valores. También, es mirar al estudiante desde una perspectiva integral, es mirarlo a los ojos y reconocer el universo en su mirada, entender que en ella viene codificada toda su historia personal.

Esta educación nos permite caminar hacia una transformación social que reconozca quiénes somos y de dónde venimos, que nos permita seguir sumando historias, recuperar y cuestionar nuestras creencias e ideologías; nos permite construir una educación que integra, valora y fomenta la experiencia de aprendizaje desde la amorosidad.

Fomentemos una Pedagogía Basada en la Cultura que nos recuerde quiénes somos: hijos e hijas del maíz, danzantes del viento, caminantes de los bosques y montañas, protectores de la tierra; nietos y nietas de la Ilustración, de la Revolución Industrial, nietos y nietas de quienes nos dieron patria y libertad; somos el futuro de la humanidad que no olvida, pero que se construye para transformarse.

Acerca de la/el autor

Ixchel Galicia es Coordinadora en Proyecto Nuevo Maestro, una iniciativa de Radix Education, donde diseña experiencias de aprendizaje para docentes y directivos de diversas comunidades educativas de México y América Latina desde una perspectiva humanista e integral.

Actualmente, cursa la Maestría en Pedagogía del Sujeto y Práctica Educativa en la Universidad Campesina Indígena en Red y es Maestra en Educación y Liderazgo.

Fuente de la información e imagen:  https://www.educacionfutura.org

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La Privacidad Como Instrumento De Resistencia Colectiva

Por: Carissa Véliz

El punto de partida de este texto es invitar al lector a imaginar que dispone de una llave maestra, única y especial, que da acceso a los ámbitos más íntimos de su casa: a su dormitorio, sus armarios, su archivo, su diario personal, sus datos médicos, a la correspondencia o los mensajes que ha intercambiado. ¿Sería razonable sacar infinitas copias de esa misma llave y regalársela a todo aquel que nos cruzáramos por la calle –o, aún peor– a todo aquel transeúnte que mostrase un alto interés por usarla en nuestra ausencia? Muy probablemente, la respuesta sería no, ya que sería solo cuestión de tiempo que alguien abusase de nuestra ingenuidad. Entonces, ¿cómo se explica nuestra cándida disposición a regalar nuestros datos personales a todo aquel que nos los pide?

La tesis de este texto es que nuestra privacidad actúa en cierto modo como la citada llave, ya que protege los aspectos más íntimos y personales de los individuos, los que los singularizan, y también los que los hacen más vulnerables. La privacidad nos sirve para cobijar nuestras fragilidades y nuestras pasiones, fantasías, miedos y también aquellos recuerdos que preferiríamos olvidar. Salvaguarda el mapa de los resortes, conscientes e inconscientes, que mueven nuestras acciones, pasiones y emociones.

Al entregarle esa llave –la privacidad– a un ser querido, generamos cercanía con esa persona, quien, de manera cómplice, usará la llave para ayudarnos, orientarnos y aumentar nuestro bienestar. Parte de lo que significa la cercanía emocional con alguien es compartir lo que nos hace vulnerables; revelar nuestro talón de Aquiles y confiar en que el otro no aprovechará dicha ventaja para herirnos o sacar provecho. Las personas que nos quieren bien pueden usar nuestra fecha de nacimiento para organizarnos una fiesta de cumpleaños sorpresa; anotarán nuestros gustos y tendrán presentes nuestros miedos más oscuros para mantenernos a salvo. Sin embargo, no todos usarán el acceso privilegiado a nuestra vida personal para favorecernos: los estafadores pueden usar esos mismos datos para suplantar nuestra identidad y cometer un delito; las empresas pueden usar nuestros gustos para atraernos a un mal negocio; nuestros enemigos pueden usar nuestros miedos para amenazarnos y extorsionarnos. La privacidad es importante porque nos hace más libres; cuando se desvanece, otros pueden ganar poder sobre nosotros.

¿Quién puede interesarse en mí y qué tenemos todos que perder?

Podríamos pensar que como personas comunes y corrientes no tenemos nada que ocultar, nada que temer. Este postulado es erróneo, a menos que uno desee exponerse a la suplantación de identidad, discriminación, desempleo, humillación pública y al riesgo del totalitarismo, entre otras desgracias. Planteemos pues la tesis a la inversa; si esta información no fuera relevante (y reveladora) las empresas y los gobiernos no dedicarían tantos esfuerzos y recursos de todo tipo al desarrollo de tecnologías invasivas y de control masivo de los datos.

Las empresas quieren saberlo todo sobre ti para saber cómo distraerte, aunque ello signifique que pases menos tiempo con tus seres queridos

Como individuos, un capital del que disponemos aún es el de la presencia mental, el objeto en el que fijamos nuestra atención. Sin embargo, existe una pugna creciente por atraerla a todo tipo de medios y aplicaciones –que monetizan el tiempo y la audiencia– y con ello, cuantificar esa atención y presentarla como ganancia. Las empresas quieren saberlo todo sobre ti para saber cómo distraerte, aunque ello signifique que pases menos tiempo con tus seres queridos, o que no atiendas a necesidades básicas como el sueño.

Los proveedores de contenidos (que hoy incluyen a las empresas audiovisuales, pero también a los influencers individuales o a los youtubers) pugnan por tener el máximo número de subscriptores. Los hackers ansían obtener información o imágenes sensibles con las que llevar a cabo extorsiones y secuestros de identidades digitales y de servidores en red. Las compañías de seguros también anhelan ganar nuevos clientes, siempre y cuando estos presenten un riesgo mínimo, en una evaluación que es mucho más efectiva si disponen de datos personales, en particular los relativos a la salud. También las empresas desean tener acceso a información reservada de sus potenciales nuevos trabajadores, como por ejemplo su implicación en la defensa de los derechos laborales.

Pero la ambición de traspasar el muro de la privacidad tiene impactos que van más allá del individuo singular. Todos tenemos contactos personales. Somos un nodo en una red de relaciones humanas: somos la hija/o de unos padres, el vecino de una vecina, el maestro, la abogada o el barbero de otros. A través de cada uno de los nodos, pueden llegar a todos los integrantes de la red. Ese es el motivo de que las aplicaciones soliciten el acceso a los contactos. También tenemos una voz, un perfil en redes sociales que todo tipo de agentes querrían poder controlar para convertirnos en portavoces de sus objetivos y de su visión del mundo, en los medios sociales y más allá. También disponemos de un voto; agentes extranjeros y nacionales pugnan por poder interferir y aumentar los apoyos al candidato que mejor defienda sus intereses. Aun tomados individualmente, somos personas muy importantes. Somos fuentes de poder.

La naturaleza del poder

A estas alturas, la mayoría de las personas son conscientes de que sus datos valen dinero. Pero estos datos no son valiosos exclusivamente porque pueden ser comercializados. Técnicamente, Facebook no vende los datos de sus usuarios. Tampoco Google. Lo que venden es el poder de influenciar en las decisiones de sus usuarios. Venden el poder de mostrarte anuncios y el poder de predecir tu comportamiento. Google y Facebook no están realmente en el negocio de los datos; están en el negocio del poder que les confieren los datos. Más que un beneficio económico, los datos personales otorgan poder a quienes los recogen y los analizan, y eso es lo que los hace tan codiciados.

Facebook y Google no venden los datos de sus usuarios, venden     el poder de influenciar en las decisiones de sus usuarios

Este poder tiene dos vertientes. La primera es la que el filósofo alemán Rainer Forst ha definido como «la capacidad de A para motivar a B a pensar o hacer algo que de otro modo B no habría pensado o hecho». Los medios a través de los cuales los poderosos ejercen su influencia son diversos. Abarcan desde los discursos motivadores, las recomendaciones, las visiones ideológicas del mundo, la seducción y la presentación de amenazas creíbles. Forst argumenta que la fuerza bruta o la violencia no es un ejercicio de poder, pues las personas sometidas no «hacen» nada, sino que es a ellas a quienes se les hace algo. Pero claramente la fuerza bruta sí es un ejemplo de poder. Es contraintuitivo pensar que alguien que nos tiene sometidos mediante la violencia carece de poder. Es el caso, por ejemplo, de un ejército que oprime a la ciudadanía, o el de un grupo mafioso o criminal que aterroriza a una comunidad. En Economía y Sociedad (1978), el economista político alemán Max Weber describe este segundo aspecto del poder como la capacidad de las personas y las instituciones para «llevar a cabo su propia voluntad a pesar de la resistencia».

En resumen, las personas e instituciones poderosas nos inducen a actuar y pensar en formas en las que no actuaríamos y pensaríamos si no fuera por su influencia. Y si con eso no es suficiente, pueden ejercer la fuerza sobre nosotros y hacernos lo que nosotros mismos no haríamos. Hay diferentes tipos de poder: económico, político, militar, etc. El poder es como la energía: puede tomar muchas formas diferentes, y estas pueden transformarse. Una empresa rica a menudo puede utilizar su dinero para influir en la política a través del cabildeo (lobbying), por ejemplo, o puede influir en la opinión pública a través del uso de la publicidad.

El que gigantes de la tecnología como Facebook y Google sean poderosos no sorprende a nadie. Sin embargo, una exploración más profunda de la relación entre privacidad y poder debería permitirnos una mejor comprensión de cómo las instituciones acumulan, ejercen y transforman el poder en la era digital, lo que a su vez puede darnos herramientas e ideas para la resistencia frente a este tipo de dominación, que resulta de las violaciones de nuestro derecho a la privacidad.

Sobre la relación entre poder, conocimiento y privacidad

Hay una estrecha conexión entre el conocimiento y el poder. El primero es, como mínimo, un instrumento de poder. El filósofo francés Michel Foucault va aún más allá y argumenta que el conocimiento es en sí mismo una forma de poder. Hay poder en el conocer. Al proteger nuestra privacidad, evitamos que otros puedan tener un conocimiento sobre nosotros que pueda ser utilizado en contra de nuestros intereses.

Cuanto más sepa alguien sobre nosotros, más podrá anticiparse a cada uno de nuestros movimientos e influirnos. Una de las contribuciones más importantes de Foucault a nuestra comprensión del poder es la idea de que este no solo actúa sobre los seres humanos, sino que construye sujetos humanos (lo que no impide que podamos resistirnos al poder y luchar por construirnos a nosotros mismos). El poder genera ciertas mentalidades, transforma las sensibilidades, trae consigo formas de estar en el mundo. En ese sentido, el teórico político británico Steven Lukes argumentó en su libro Power (1974) que el poder puede alumbrar en las personas deseos que van en contra de sus propios intereses. Y cuanto más invisibles sean los medios del poder, más poderosos serán. Por ejemplo, el poder crea preferencias cuando usa lo que sabemos sobre el sistema de la dopamina para diseñar aplicaciones adictivas, o cuando se personalizan los anuncios políticos en base a información personal (como hizo Cambridge Analytica en varias campañas electorales en EEUU, en Argentina, o el referéndum del Brexit). El poder que surge como resultado del conocimiento de los datos personales de un individuo es un tipo de poder muy particular. Al igual que el poder económico y el político, el que da la privacidad permite a quienes lo detentan la posibilidad de transformarlo en otros tipos de poder. Es, además, la quintaesencia del poder en la era digital.

Cuanto más sepa alguien sobre nosotros, más podrá anticiparse a cada uno de nuestros movimientos e influirnos

En el año 2000, dos años después de su creación y pese a su gran popularidad, Google todavía no había desarrollado un modelo de negocio sostenible y diferencial del resto de startups. Todo cambió con el lanzamiento de AdWords (actualmente Google Ads), que dio el pistoletazo de salida a la explotación económica de los datos producidos por las interacciones de los usuarios, en este caso de Google, con el objetivo de vender anuncios. En menos de cuatro años, la compañía logró un aumento del 3.590% en sus ingresos.

Ese mismo año, la Comisión Federal de Comercio había recomendado al Congreso de los Estados Unidos que se regulara la privacidad en línea. Sin embargo, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York, la preocupación por la seguridad primó sobre la privacidad, y se abandonaron los planes de regulación. La economía digital pudo despegar y alcanzar la magnitud de la que goza hoy en día porque los gobiernos tenían interés en tener acceso a los datos de la gente. Desde el principio, la vigilancia digital se ha mantenido gracias a un esfuerzo conjunto de instituciones públicas y privadas.

La recopilación y el análisis masivo de datos personales han dotado de nuevos poderes tanto a los gobiernos como a las empresas que espían. Los gobiernos saben, ahora más que nunca, las interioridades de los ciudadanos. La Stasi (el servicio de seguridad de la República Democrática Alemana), por ejemplo, solo consiguió tener archivos de un tercio de la población, aunque aspiraba a tener información completa sobre todos los ciudadanos. Las agencias de inteligencia tienen hoy en día mucha más información sobre toda la población. Una proporción significativa de personas ofrece voluntariamente información privada en las redes sociales. Como dijo la cineasta estadounidense Laura Poitras en una entrevista con The Washington Post en 2014, «Facebook es un regalo para las agencias de inteligencia». Entre otras posibilidades, este tipo de información da a los gobiernos la capacidad de anticiparse a las protestas, e incluso de arrestar preventivamente a las personas que planean participar en ellas. Tener el poder de conocer la resistencia organizada antes de que esta se manifieste, y ser capaz de aplastarla a tiempo, es el sueño de cualquier tirano.

El poder de las empresas tecnológicas está constituido, por un lado, por el control exclusivo de los datos y, por otro, por la capacidad de anticiparse a cada uno de nuestros movimientos, lo que a su vez les da la oportunidad de influir en nuestro comportamiento y vender esa influencia a otros. Las empresas que obtienen la mayor parte de sus ingresos a través de la publicidad han utilizado nuestros datos como una ventaja competitiva que ha hecho imposible que las empresas alternativas desafíen a los titanes de la tecnología. El motor de búsqueda de Google, por ejemplo, es tan efectivo en parte porque su algoritmo tiene muchos más datos de los que aprender que de los que disponen cualquiera de sus competidores. Con la cantidad de datos a los que tiene acceso, Google puede saber qué es lo que te mantiene despierto por la noche, qué es lo que más deseas y qué planeas hacer mañana. La empresa susurra esta información a otros entrometidos que quieren mostrarte anuncios personalizados.

Los mercaderes tecnológicos quieren que pensemos que las innovaciones que sacan al mercado son inevitables

Las empresas también pueden compartir nuestros datos con agentes de datos (data brokers) que crearán un archivo sobre nosotros basándose en todo lo que ya saben (o, mejor dicho, en todo lo que creen saber), y luego lo venderán a quienes estén dispuestos a comprarlo: aseguradoras, gobiernos, posibles empleadores e incluso estafadores. Los buitres de datos son increíblemente inteligentes en el uso de los dos aspectos del poder discutidos anteriormente: nos hacen renunciar a nuestros datos, de forma más o menos voluntaria, y también nos los arrebatan, incluso cuando intentamos resistirnos. Las tarjetas de fidelización son un ejemplo de poder que nos lleva a hacer ciertas cosas que de otra manera no haríamos. Cuando te ofrecen un descuento por fidelidad en tu supermercado local, lo que te ofrecen es que esa compañía te vigile y luego influya en tu comportamiento a través de empujones o nudges (descuentos que te animarán a comprar ciertos productos). Un ejemplo de cómo el poder actúa en contra de nuestra voluntad se da cuando Google graba nuestra ubicación en un teléfono Android, incluso cuando le hemos dicho que no lo haga.

Ambos tipos de poder también operan a un nivel más general en la era digital. La tecnología nos seduce constantemente para que hagamos cosas que de otra manera no haríamos, desde perdernos en una cola de reproducción de vídeos en YouTube, hasta jugar a juegos sin sentido, o revisar nuestro teléfono cientos de veces al día. La era digital ha traído nuevas formas de estar en el mundo que no siempre mejoran nuestras vidas. De forma más subrepticia, la economía de datos también ha logrado normalizar ciertas formas de pensar. Las compañías tecnológicas quieren que pensemos que, si no hemos hecho nada malo, no tenemos ninguna razón para oponernos a que almacenen nuestros datos. También quieren que pensemos que tratar nuestros datos como una mercancía es necesario para la tecnología digital, y que la tecnología digital es progreso, incluso cuando parece más un retroceso social o político. Y lo que es más importante, los mercaderes tecnológicos quieren que pensemos que las innovaciones que sacan al mercado son inevitables. Son progreso, y el progreso no se puede detener.

Ese relato es complaciente y engañoso. Como señala el geógrafo económico danés Bent Flyvbjerg en Rationality and Power: Democracy in Practice (1998), el poder produce el conocimiento, las narrativas y la racionalidad que conducen a construir la realidad que ansía. Pero una tecnología que perpetúa las tendencias sexistas y racistas y que agrava la desigualdad no constituye ningún progreso. Las invenciones están lejos de ser inevitables. Tratar los datos como una mercancía es una forma de que las empresas ganen dinero, y no tiene nada que ver con la creación de buenos productos. Acumular datos es una forma de acumular poder. En lugar de preocuparse solo por ganar tanto dinero como sea posible, las empresas de tecnología pueden y deben preocuparse por diseñar el mundo en línea de manera que contribuya al bienestar de las personas. Tenemos muchas razones para oponernos a que las instituciones recopilen y utilicen nuestros datos de la manera en que lo hacen.

Una de esas razones es que con ello las instituciones atropellan nuestra autonomía, nuestro derecho al autogobierno. Aquí es donde la vertiente más dura del poder entra en juego. Hasta ahora, la era digital se ha caracterizado en que las instituciones hagan lo que quieran con nuestros datos, pasándose por alto y sin escrúpulos nuestro consentimiento cuando creen que el objetivo lo merece. En el mundo analógico, ese tipo de comportamiento se describiría como «robo» o «coerción». El hecho de que no se llame por su nombre en el mundo digital es otra prueba del poder de la tecnología sobre las narrativas dominantes.

¿Existe margen para la resistencia?

Afortunadamente no todo son malas noticias. Ciertamente, las instituciones en la era digital han acumulado mucho poder mediante el abuso de nuestra privacidad, pero podemos reclamar los datos que almacenan y limitar la recolección de nuevos datos. En términos de Foucault, aún tenemos la posibilidad de resistir al poder y construirnos a nosotros mismos. El poder de las grandes tecnológicas parece muy sólido. Pero el castillo de naipes está construido en parte sobre mentiras y sustracciones. Es posible ponerle fin a la economía de datos. Los poderes de la tecnología no son nada sin nuestros datos. Un pequeño esfuerzo de regulación, un poco de resistencia de los ciudadanos, unas pocas empresas que empiecen a ofrecer privacidad como una ventaja competitiva, y todo podría evaporarse.

La democracia que das por sentada podría convertirse en un régimen autoritario que actúe en tu contra

Las propias empresas de tecnología son más conscientes que nadie de su vulnerabilidad. Es por eso que están tratando de convencernos de que les importa nuestra privacidad después de todo (a pesar de lo que sus abogados digan en los juzgados). Por eso gastan millones de dólares en lobbying. Si estuvieran tan seguros del valor de sus productos para el bien de los usuarios y de la sociedad, no tendrían que presionar tanto a los gobiernos. Las empresas de tecnología han abusado de su poder, y es hora de resistirse.

En la era digital, la resistencia al abuso de poder ha sido calificada de techlash (reacción negativa frente a la tecnología). La historia nos recuerda que el poder debe conocer límites y contrapesos para que sea una influencia positiva en la sociedad. Incluso un entusiasta acérrimo de la tecnología, convencido de que no hay nada malo en lo que las empresas de tecnología y los gobiernos hacen con nuestros datos, debería querer ponerle límites al poder, ya que nunca se sabe quién será el próximo en ostentarlo. La evidencia dicta que las empresas de tecnología han ayudado a los regímenes totalitarios en el pasado, y no existe una distinción clara entre la vigilancia gubernamental y la corporativa. Las empresas comparten datos con los gobiernos, y las instituciones públicas comparten datos con las empresas. Este ha sido un punto especialmente controvertido durante la pandemia global de coronavirus, durante la cual algunos estados han facilitado enormes volúmenes de datos personales –y sanitarios– de sus ciudadanos a grandes corporaciones privadas (como Palantir).

Debemos exigirnos, por lo menos, oponer resistencia a la economía de datos. Abstenerse de usar la tecnología por completo es poco realista para la mayoría de las personas, pero existen multitud de opciones intermedias. Por ejemplo, respetar la privacidad de los demás y no exponer a otros ciudadanos a través de Internet. No fotografiar a personas sin su consentimiento, y no compartir imágenes en las que estas aparezcan. Minimizar la cantidad de datos que se entregan a instituciones que no tienen derecho a reclamarlos. Como señalan los expertos en medios de comunicación Finn Bruton y Helen Nissenbaum, existe también la opción de la ofuscación. Si una compañía de ropa nos pide el nombre para vendernos ropa, demos un nombre diferente –por ejemplo, Dr. Información Privada, para que reciban el mensaje. No les demos a estas instituciones pretextos que sugieran que estamos de acuerdo en que se lleven nuestros datos. Dejemos claro que no lo consentimos libremente.

La privacidad es importante porque nos hace más libres; cuando se desvanece, otros pueden ganar poder sobre nosotros

Cuando descarguemos aplicaciones y compremos productos, elijamos aquellos productos que favorezcan la privacidad. Usemos extensiones de privacidad en los navegadores. Desactivemos los servicios de Wi-Fi, Bluetooth y localización del teléfono cuando no los necesitemos. Usemos las herramientas legales a nuestra disposición para pedir a las empresas los datos que tienen sobre nosotros, y también pidámosles que los eliminen. Cambiemos nuestra configuración para proteger la privacidad. Abstengámonos de usar uno de esos kits de pruebas de ADN en casa, no valen la pena. Olvidémonos de los timbres inteligentes que violan nuestra privacidad y la de los demás. Escribamos a nuestros representantes políticos compartiendo nuestras preocupaciones sobre la privacidad. Tuiteemos sobre ello. Aprovechemos las oportunidades que se nos presenten para informar a las empresas, los gobiernos y otras personas que nos preocupa la privacidad, que lo que se están haciendo con nuestros datos no está bien.

No cometamos el error de pensar que estamos a salvo de los daños que pueden ocurrir a raíz de una pérdida de privacidad. Tal vez seas joven y tengas salud. Podrías pensar que tus datos solo pueden ir a tu favor y nunca en tu contra, si has tenido suerte hasta ahora. Pero es posible que tu salud falle, y no serás joven para siempre. La democracia que das por sentada podría convertirse en un régimen autoritario que actúe en tu contra.

Además, nuestra privacidad no es algo que nos atañe solo a nosotros. La privacidad es tanto personal como colectiva. Cuando exponemos nuestra privacidad, nos ponemos a todos en riesgo. La privacidad es necesaria para la democracia, para que la gente vote de acuerdo con sus creencias y sin presiones indebidas, para que los ciudadanos protesten anónimamente sin miedo a las repercusiones, para que los individuos tengan libertad para asociarse, decir lo que piensan, leer sobre lo que despierta su curiosidad. Si vamos a vivir en una democracia, el grueso del poder debe estar con la ciudadanía. Si la mayor parte del poder reside en las empresas, tendremos una plutocracia. Si la mayor parte del poder reside en el Estado, tendremos algún tipo de autoritarismo. La democracia no es algo dado, sino algo por lo que tenemos que luchar todos los días. Y si dejamos de construir las condiciones en las que prospera, la democracia dejará de existir. La privacidad es importante porque empodera a la ciudadanía. Protégela.

Fuente de la información e imagen:  https://ethic.es

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La identidad negra y el racismo

Por: Emmanuel Sogah

Introducción

Tabla 1 – Censo Estadounidense sobre un sistema de categorización étnica y racial

Alrededor del mundo, los nativos africanos y las Personas de Ascendencia Africana (PAD por sus siglas en inglés) o las personas de tez oscura se identifican como «negros». Y no es de sorprenderse, yo personalmente vi que los estadounidenses de tez oscura en las Filipinas y otras partes de Asia son comúnmente etiquetados como «negros americanos». Como tal, este artículo intenta abordar este calificativo racial y corregir el concepto erróneo de la identidad de los africanos y las personas de ascendencia africana, así mismo, educar al mundo de una manera que deconstruya la mentalidad racista sobre esta identidad de color de los pueblos étnicos de África.

El artículo describe de manera clara la calificación que experimentó un africano en Estados Unidos y argumenta en contra del racismo que existe hacia las personas de ascendencia africana (PAD por sus siglas en inglés) como «negras».

La primera experiencia de racismo de un Africano en Estados Unidos

En las primeras semanas de mi llegada a los Estados Unidos en la década de 1990, me encontré con un requisito grosero al tener que volver a identificarme como «negro», ya que tenía que llenar los formularios de inmigración y tarjeta de identificación y así sucesivamente. En cada formulario que tenía que llenar había una sección para la raza o etnia como se ilustra a continuación:
 Blanco;  Negro; Indio nativo ;  Isleño del Pacífico; Hispano/Latino;  Asiático;  Birracial/Otro____.

Naturalmente, al ver que ninguna de las categorías se aplica a mí, marqué la opción de «otro» y luego escribí «Africano». Después de llenar el formulario se lo presenté a la señora en el mostrador, era afroamericana. Ella tomó mi formulario, miró brevemente, tachó mi opción seleccionada de «otro» y marcó la categoría para «Negro». Así que pregunté en voz de protesta:

«Señora, ¿Por qué tachó lo que marqué? Soy africano, no soy negro”.

Ella me dio una mirada de desagrado y me preguntó: «¿Qué quieres decir con que no eres negro? Eres tan negro como mi negro trasero”.

Yo estaba tan sorprendido por su respuesta que no supe qué decir, además de guardar silencio. Esta situación me causó horas de tiempo de espera y al menos 2 días de ir y venir, ya que puso mi formulario debajo de la pila de otros formularios y me hizo esperar durante horas mientras procesaba los formularios de otros que estaban detrás de mí en la cola. Finalmente, después de 3 días de ir y venir obtuve mi licencia de conducir.

En la escuela de Teología en Washington DC, yo era el único africano en una clase de americanos, europeos y australianos «totalmente blancos». Muchos de mis compañeros de clase me esquivaban y, aunque algunos eran amigables, se debía a su curiosidad de que yo fuera africano y estudiara en una escuela de postgrado americana y que tenga aptitud académica y un inglés fluido.

Al final del primer semestre una de las profesoras me invitó a almorzar en un restaurante no muy lejos del campus. Mientras comíamos, me di cuenta de que me estaba mirando con entusiasmo mientras comía. Así que la miré y pregunté:

«¿No comes?»

Ella me miró por un segundo y me preguntó:

«¿Puedo hacerte una pregunta ignorante?»

«Por favor», dije.

«¿Comes en un entorno como este en África? Me refiero, ¿en un comedor con mesa, sillas, platos, tenedores, cuchillos y cucharas como esta?», preguntó señalando el arreglo de la mesa.

«Sí, lo hacemos», respondí. «Aunque en la mayoría de las casas, las familias se sientan alrededor de una mesa más pequeña y comen todos del mismo plato con las manos. Pero algunos otros comen en un ambiente occidentalizado exactamente como este”.

No soy Negro; Soy Africano-Una Realidad Antropológica

No soy negro, soy Africano

En el campo de la antropología, un aspecto muy básico y esencial de toda persona es la identidad humana. Esta define el origen de una persona y afirma su dignidad, valor, cultura y etnia. Además, la identidad humana no se define por la apariencia de una persona.

Como se puede ver en la «Tabla 1» anterior, la Oficina del Censo de los Estados Unidos ha estructurado las categorizaciones raciales y étnicas en su sistema estadístico, imponiendo el racismo sistémico.

El hecho es que nosotros, los nativos africanos, no nos identificamos como «negros» más de lo que los coreanos, los japoneses o los chinos se llegasen a identificar como «amarillos». Voy a explicar esto más a fondo.

En África Occidental, los Yoruba y los Igbos de Nigeria se refieren a los europeos y a otros occidentales como «Oyimbo» (oh-yeem-bow” y “Oyibo” (oh-yee-bow) respectivamente; lo cual significa «foráneo»; y los Hauses de Ghana y Nigeria se refieren a ellos como «Bature» [bar-too-ray] que significa, «el de ultramar» respectivamente. De manera similar, los Gãs y Akans de Ghana, se refieren a ellos como «Blorfonyo» (blaw-foe-gnow) y «Obroni» (oh-bro-nee) respectivamente, también significando, «uno de más allá de los océanos». Del mismo modo, los Wolofs de Gambia y Senegal se refieren a los europeos como «Tubab» (Too-bab), un «extranjero», y los Congos de África Central se refieren a ellos como «Ibam», (ee-bam), «externo» o «extranjero».

No existe un concepto de identificación racial o de «división de color» de la persona humana debido a la sombra o tez de la propia «piel» dentro del contexto cultural africano.

Sylviane Anna Diouf, una ardiente historiadora africana, expone en su libro bien investigado y muy aplaudido, Dreams of Africa in Alabama; The Slave Ship ‘Clotilda‘ y the Story of The Last Africans Brought to America, detalles de la terrible experiencia del último grupo de africanos secuestrados y contrabandeados por barco a los Estados Unidos como esclavos, a mediados de la década de 1860, incluso después de la abolición de la esclavitud, y su eventual libertad después de casi cinco años de trabajo esclavizado. En el libro, la Dra. Diouf señaló el hecho de que la comunidad de africanos de Clotilda Ship se esforzó por preservar su identidad como africanos —no «negros» — y trató de regresar a África, pero fracasó en todos sus esfuerzos por regresar. Como resultado, construyeron un asentamiento llamado «Pueblo Africano» no lejos de la ciudad de Mobile, Alabama, (Diouf, 2007, pp ii-ix).

¿Cómo y cuándo fueron los Africanos etiquetados como «negros» se impuso como su identidad?

A mediados del siglo XV (alrededor de 1445) el Príncipe Enrique, Navegante de Portugal, bajo el patrocinio colaborativo de su padre, el rey Juan I de Portugal y su sobrino, Juan II de Aragón (España), primo del Príncipe Enrique y su equipo de navegantes españoles y portugueses se dispuso a explorar la Costa Oeste de África, después de haber conquistado el Reino de Ceuta en Marruecos, en el Noroeste de África a principios de 1400. En un ensayo de 1866, «On The Physical and Mental Characteristics of The Negro», John Crawfurd, un escritor, abogado y explorador inglés, afirma que el encuentro de los portugueses con los nativos africanos y su descripción grosera de los mismos fue que los africanos eran «seres humanos peculiares con el cabello de la cabeza y otras partes del cuerpo siempre negros, y más o menos de la textura de la lana, con una piel negra de varios tonos» [De las Transacciones de la Sociedad Etnológica de Londres, Vol. 4 (1866), pág. 212].

Este desafortunado primer encuentro de los exploradores europeos con los nativos africanos y su descripción grosera de ellos resultó en que los exploradores crearan un «prejuicio» racial y la categorización contra África como seres humanos inferiores, lo que llevó a su posterior secuestro y esclavitud.

Una descripción No es una Identidad

Aunque la esclavitud fue formalmente abolida en los Estados Unidos por una Ley del Congreso aprobada el 31 de enero de 1865 y ratificada el 6 de diciembre de 1865 como enmienda 13 a la Constitución de los Estados Unidos de América. La generación esclavista de comerciantes y propietarios transmitió a sus generaciones futuras la percepción socio económica de los africanos como esclavos-comprados y poseídos como propiedad que proporcionaba el trabajo necesario para la riqueza agrícola e industrial—y por lo tanto como «seres inferiores». (https://www.archives.gov/historical-docs/13th-amendment/: Accessed Dec. 5, 2020).

El asesinato del 26 de mayo de 2020 de George Floyd, un estadounidense de ascendencia africana desarmado, por un oficial de la ley, es claramente indicativo de la percepción negativa en Estados Unidos y en todo el mundo, de las personas de ascendencia Africana como «seres humanos inferiores”. Antes de la muerte de Floyd, el oficial de policía «blanco» persistió en arrodillarse sobre el cuello de George Floyd, hasta su último suspiró impotente y quedando sin vida.

En conclusión, afirmo y sostengo que el racismo nunca existió hasta que los exploradores europeos en el continente africano decidieron que cierta población de la humanidad que se veía diferente de ellos eran seres humanos inferiores y concluyendo así, que deben haber dos clases o dos razas de seres humanos; una raza de seres humanos superiores y la de seres humanos inferiores. De ahí el nacimiento del racismo.

Me gustaría publicar una carga imperativa de responsabilidad humana, a todos los seres humanos para que miremos profundamente dentro de nosotros. Para ver qué es lo que nos hace humanos, la esencia de lo que somos, en lugar de etiquetar a otros seres humanos por su tez de piel o incluso su acento, como inferiores, y por lo tanto dividirnos por el color, como «negro».

NO soy negro. SOY Africano.

Fuente de la información e imagen:  https://www.pressenza.com

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Libro (PDF): Tramas en la historia de la educación desde Córdoba:  Textos y fuentes para aprender y enseñar

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

Esta compilación ofrece un recorrido por diferentes aristas del campo de la Historia de la Educación Argentina estudiada y analizada desde Córdoba, Argentina. La referencialidad en Córdoba invita a construir articulaciones con otros contextos provinciales, nacionales e internacionales que conforman una compleja trama cuyos hilos se intentan dilucidar. Dirigida especialmente a profesores y estudiantes de las instituciones de formación docente, pone a disposición una serie de textos, fuentes e interrogantes que, provenientes del campo de la investigación y centrados en algunas particularidades de los procesos educativos, actores, instituciones, prácticas, se proponen aportar saberes a estos procesos formativos. Las y los autores proponen pensar desde diferentes enfoques teóricos, metodológicos y epistemológicos una serie de problemas que abarcan el periodo que va desde la Conquista hasta el pasado reciente, intentando aportar al desarrollo de una conciencia histórica que posibilite problematizar el presente de la educación en perspectiva interdisciplinaria.

Autoras(es): Eunice Rebolledo. Gabriela Lamelas. [Compiladoras]

Eunice Rebolledo. Gabriela Lamelas. Lucas Palladino. Jaqueline Vassallo. Eda Gelmi. Valentina Ayrolo. José Bustamante Vismara. Yamila N. Gánzer. Luisa Inés Moreno. Sonia Banegas. Olga Bartolomé. Estela Moyano. Marcela María Cena. Carina Bologna. Silvia Roitenburd. Tatiana Zancov. Gonzalo Gutiérrez. Mariana Tosolini. Silvia Servetto. Juan Pablo Abratte. Vanesa López. [Autoras y Autores de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. CIFFYH.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-813-007-1

Idioma: Español

Descarga: Tramas en la historia de la educación desde Córdoba: 
Textos y fuentes para aprender y enseñar

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2401&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1575

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La educación actual inhibe el desarrollo de la identidad

Por:

Los sistemas educacionales han experimentado un gran cambio en los últimos 40 años. Junto con la masificación de la oferta, la educación se ha ido deshumanizando fuertemente influenciada por las lógicas mercantilistas que han asociado la calidad solo con aprendizajes cognitivos. El foco en materias y el abandono de la formación integral inhibe el desarrollo de la identidad.

Las escuelas de hoy se parecen más a una línea de producción que a una comunidad de personas en busca de crecimiento y desarrollo humano. Como toda línea de producción, se busca obtener un “producto” lo más homogéneo posible que permita ser evaluado en los sucesivos controles de calidad que se aplican a lo largo de los años. Por ejemplo, el SIMCE y la PDT.

Un producto homogéneo permite realizar comparaciones que, en el caso de personas, siempre resulta odioso y discriminatorio. La idea de un “producto de buena calidad” en la educación, medido a través de pruebas estandarizadas, ha resultado ser un incentivo perverso para las comunidades educacionales. Docentes y profesionales de la educación han dejado en segundo plano la educación y el desarrollo socioemocional de sus estudiantes. Mamás, papás y apoderados centran su atención en lo que creen será un seguro económico. Y, niñas, niños y jóvenes ven la escuela como una obligación aburrida y limitadora de su creatividad.

En vez de un “producto estándar”, en Fundación Semilla promovemos la formación de personas únicas mediante metodologías de apoyo pedagógico que abren espacios para que niñas, niños y jóvenes avancen en el desarrollo de sus propios e individuales rasgos o características que permitan distinguirla de otras en un conjunto. Es decir, en el desarrollo de sus identidades.

Las escuelas que asumen su rol educativo de manera integral, se convierten en factores protectores porque el desarrollo de la identidad permite valorarse a uno mismo y reconocerse único en el grupo. Sin identidad no hay sentido de pertenencia. Sin identidad se es invisible para los demás.

Siempre que abordo el tema de la identidad y el sentido de pertenencia, me vienen a la memoria testimonios desgarradores como el de un niño: “la primera vez que alguien me dijo que era bueno para algo fue al disparar una pistola y dar en el blanco” o el de una niña: “tener relaciones sexuales me hace sentir que le importo”.

No se trata de desestimar los aprendizajes de matemáticas, lecto escritura u otras materias, pero sí de reducir contenidos para tener más tiempo para humanizar la educación. Contar con espacios para soñar y crear, para conversar y reflexionar, para jugar y cantar y para conocer a otras personas y reconocerse a uno mismo.

Poner a niñas, niños y jóvenes en el centro y en la primera prioridad es mucho más que obtener buenos puntajes en la prueba de transición (ex PSU y ex PAA) y mientras autoridades políticas no cambien su paradigma educacional, la educación continuará inhibiendo el desarrollo de la identidad y el sentido de pertenencia con las nefastas consecuencias que ello implica para la sociedad en su conjunto.

La educación actual inhibe el desarrollo de la identidad

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Libro (PDF): Juventudes indígenas en México : estudios y escenarios socioculturales

Reseña: CLACSO

Este libro pretende mostrar desde disímiles aristas cómo se estudia lo juvenil “indígena” y cómo los jóvenes indígenas viven en el México actual. Ofrece un horizonte investigativo amplio con miradas particulares que documentan la emergencia y las vivencias de estas juventudes entre las etnias contemporáneas. Definitivamente es una propuesta que aportará a la consolidación de los campos de investigación interdisciplinarios, así como a las comunidades epistémicas. Aquí ensayamos una mirada centrada en su movilidad y agencia para reconocer un nuevo modo de estar en el mundo a partir de la voluntad y pertenencia etnojuvenil. Los autores de este libro trabajan con jóvenes indígenas en distintos escenarios y con diferentes condiciones de México, y se enfocan en las transformaciones culturales, en sus anclajes juveniles y en sus vivencias.

 

Autor(es):               López Moya, Martín de la Cruz –   Urteaga, Maritza –   Cruz Salazar, Tania –
 

Editorial/Editor:

 

El Colegio de la Frontera Sur
Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas

 

País de Edición:

 

México

Año de Edición

ISBN :

             2020

 

978-607-543-113-0     y      978-607-8429-99-8

Descarga:                      Libro (PDF): Juventudes indígenas en México : estudios y escenarios socioculturales

Fuente e imagen:         http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/

 

 

 

 

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