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“Es necesario promover la bibliodiversidad»Entrevista al crítico literario David Becerra Mayor

09 Julio 2016/Autor: Enric Llopis/Fuente: Rebelion

Dado que toda literatura es, de manera conciente o inconsciente, ideológica, ya que reproduce y legitima lo quiera o no una determinada concepción del mundo, resulta imprescindible promover la “bibliodiversidad”, un concepto que surge en la década de los 90. Esta diversidad en los libros implica “combatir la estandarización y homogeneización del pensamiento que promueve la sociedad capitalista”, opina el crítico literario David Becerra Mayor, quien recientemente ha coordinado la obra “Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual” (Tierradenadie). Prueba de esta uniformidad literaria es que si se observan los suplementos culturales de los diarios “El País” o “El Mundo”, puede comprobarse que una veintena de editoriales concentran el 70% de la visibilidad. La conclusión es que proliferan lo que David Becerra Mayor ha llamado “novelas de la no-ideología”, funcionales al relato dominante y conformes en que hoy se vive en el mejor de los mundos posibles. Este joven crítico literario es autor de los libros “La novela de la no-ideología”, “La guerra civil como moda literaria” y coautor de “Qué hacemos con la literatura”. También ha realizado las ediciones críticas de “La mina”, de Armando López Salinas, y “La consagración de la primavera”, de Alejo Carpentier.

 

-¿Existe actualmente debate literario en España? ¿Te has visto envuelto en condenas o rifirrafes por tus posiciones críticas respecto a la literatura dominante?

Para que exista el debate, y por extensión la polémica, previamente tienen que existir las condiciones que hagan posible ese debate. Es lo que Terry Eagleton denomina -siguiendo a Habermas- “esfera pública discursiva”. Esa esfera, que según Eagleton surgió entre el siglo XVII y XVIII, en el contexto de la Ilustración, está habitada por “sujetos discursivos” que se reconocen a sí mismos como interlocutores válidos y legítimos, con los que se puede contrastar ideas, confrontar argumentos, exponer razones. Como en España no hubo Ilustración -o mejor dicho: la Ilustración que tuvimos fue borrada de la Historia, por considerarse “el siglo menos español de la Historia de España” (como decía Ortega)- esa “esfera pública discursiva” habitada por sujetos igualmente discursivos nunca se llegó a constituir del todo. Por eso no hay posibilidad de debate. Las voces críticas con el sistema -y con la narrativa dominante- son invisibilizadas, al no considerarse como legítimo su derecho a disentir. Como no existimos, como nos invisibilizan, no pueden discutir con nosotros. No se discute con quien no existe. Prefieren borrarnos. Cuando publiqué La Guerra Civil como moda literaria, un ensayo donde cuestiono el modo en que la novela actual ha despolitizado un conflicto que no puede entenderse, en mi opinión, sino desde lo histórico y lo político como fue la Guerra Civil, a las pocas semanas un novelista escribió en El País un artículo donde cargaba contra aquellos críticos que les exigen a las novelas una interpretación histórica y política de la Guerra Civil. Desde su punto de vista, la Guerra Civil no es sino un espacio lejano, y por lo tanto mítico, que ya no nos pertenece, y que por lo tanto solo podemos extraer de la Guerra Civil una lectura épica pero no política. Frente a las tesis materialistas que yo exponía en mi libro, el novelista reivindicaba una visión mítica del conflicto bélico. Evidentemente, la alusión era clara, y el debate hubiera podido ser productivo, pero no pudo existir el debate porque lo que pudo ser un debate se inició negando al interlocutor. Al no nombrarme no pude responder. La negación del otro forma parte de la estrategia de dominación. Sin embargo, otros autores sí me nombraron en textos publicados en sus blogs o en redes sociales (nunca en medios de comunicación tradicionales), cuando comprobaron que la lectura que de sus novelas se hacía en mi ensayo ponía de manifiesto las estrategias de reproducción y legitimación ideológica de sus textos. Pero sus comentarios, que podrían haber sido muy útiles para construir esa esfera pública discursiva, tampoco sirvieron para abrir un debate, porque no me consideraban interlocutor válido; sus comentarios estaban destinados a deslegitimarme por medio del insulto. Además de “sectario”, que es como siempre se cataloga a quien se opone al poder desde concepciones materialistas, me insultaban llamándome “joven” y “marxista”. En España “joven” y “marxista” funcionan todavía como insulto, lo cual demuestra lo envejecida que está la sociedad y su élite intelectual, pero también lo conservadora que sigue siendo. En estas condiciones es muy difícil el debate.

-En 2013 participaste con Raquel Arias Careaga, Marta Sanz y Julio Rodríguez Puértolas en la obra colectiva “Qué hacemos con la literatura” ¿Cuál fue la conclusión? ¿Tienen sentido hoy la literatura realista y las novelas de 900 páginas?

En Qué hacemos con la literatura nos preguntábamos no solo para qué sirve la literatura sino también -y sobre todo- a quién sirve la literatura. Porque la literatura no es -como así se construye desde el pensamiento dominante- un discurso inocente y neutral, autónomo respecto a la historia y la sociedad, y capaz de trascender el momento histórico en que se produce. La literatura -activa o pasivamente, consciente o inconscientemente- interviene en la sociedad, tanto para cuestionarla como para legitimar y reproducir la ideología dominante. Ese discurso que hemos convenido en denominar “literatura” nace -y esto lo explica mejor que yo Juan Carlos Rodríguez en Teoría e historia de la producción ideológica– como un instrumento de la burguesía para legitimar su asalto al poder contra una clase social (la nobleza) y unas estructuras sociales (el feudalismo) que impiden el desarrollo de sus fuerzas productivas. Entender eso nos parecía básico para bajar la literatura de las nubes y entenderla como un discurso histórico que participa en la transformación de los procesos asimismo históricos.

Respecto a la segunda parte de tu pregunta, no sé si tienen sentido hoy las novelas de corte realista y de 900 páginas. De hecho, ni siquiera estoy seguro de que la novela en sí misma -o más ampliamente: la literatura- tenga sentido hoy. No estoy seguro; y precisamente por eso, porque no estoy seguro, creo que es necesario seguir haciendo literatura, seguir hablando de literatura y seguir exigiéndole a la literatura que se comprometa, por si acaso una novela o unos versos pudieran llegar a tener un impacto, por mínimo que sea, en el cuestionamiento del estado de las cosas actual y en la posibilidad de imaginar otro mundo posible.

-También has escrito sobre la novela de la “no-ideología”. ¿Qué caracteriza a estos textos? ¿Qué autores y obras pondrías como ejemplo de este tipo de narrativa?

Denominé “novelas de la no-ideología” a aquellas novelas que, desde 1989 hasta hoy, son funcionales al relato dominante. Son novelas que asumen que vivimos en el mejor de los mundos posibles, en un mundo que se sitúa en el tantas veces proclamado “Fin de la Historia”. Son novelas que asumen que no hay posibilidad de construir un mundo mejor, que no hay horizonte de transformación política y social posible. Además, interpretan que todos nuestros conflictos son siempre individuales, nunca se entienden desde lo histórico, lo político o lo social. Son novelas que hablan del yo y nunca delnosotros. Como dirían Balibar y Macherey, son novelas que desplazan las contradicciones radicales del sistema -esas contradicciones ante las que nos sitúa el capitalismo todos los días- a favor de unas contradicciones asumibles por ese mismo sistema. Todo conflicto se explica desde nuestro interior, desde el yo, nunca desde el exterior, desde el sistema capitalista. Son novelas que se presentan como no-ideológicas, pero claro que son ideológicas y además los efectos políticos que producen son inmediatos: nos tratarán de convencer de que no hace falta cambiar el sistema para cambiar nuestra situación individual, lo que tengo que hacer es cambiar yo, adaptarme a la situación, para resolver el conflicto. Son discursos nada inocentes.

¿Qué autores y obras incluyo en La novela de la no-ideología?

Analizo a autores como Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Javier Marías, Juan José Millás o Javier Cercas, entre otros. El caso de Javier Cercas es paradigmático. Al asumir el autor que vivimos en un mundo aconflictivo, perfecto y cerrado, parece que en esas condiciones es muy difícil escribir una novela. Como vivimos en un mundo en el que no pasa nada –“sin épica”, dice Eduardo Mendoza; “aburrido y democrático”, dice Almudena Grandes-, ¿de qué van a hablar las novelas? Almudena Grandes acudirá a la Guerra Civil para poder armar una trama -entonces sí pasaban cosas interesantes, no como ahora, dirá ella o su inconsciente ideológico, en el epílogo que cierra su novela Inés y la alegría-. Javier Cercas hace lo mismo en Soldados de Salamina, pero El móvil, una novela corta anterior, trata de lo siguiente: El móvil es una novela sobre un novelista sin inspiración que quiere escribir una novela, pero no le sale, al vivir en un mundo donde no pasa nada interesante, digno de trasladar a una novela (en verdad, es el argumento de todas las novelas de Cercas). La realidad, vacía y anodina, le impide al escritor escribir una gran novela, y el protagonista finalmente se verá obligado a cometer un asesinato para poder extraer de la realidad una trama, con la suficiente dosis de intriga, para escribir una novela. Ese es el móvil que anuncia el título: la posibilidad de escribir una novela en un mundo que se ha quedado sin épica, cuando la realidad como materia novelable -que diría Galdós- se ha quedado sin trama. El móvil de Cercas muestra, de forma muy transparente, cómo se ha interiorizado el discurso de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, sin conflictos ni contradicciones.

-Como crítico literario, ¿consideras que las reseñas y críticas se caracterizan por una cierta jerga retorcida y un punto oscura, que las hace de difícil acceso para los no iniciados? ¿Se cae en ocasiones en un amaneramiento que envuelve de retórica el puro sentido común?

Depende del medio. Por ejemplo, en las páginas culturales y los suplementos de la prensa generalista, las reseñas y las críticas no son más -o para no ser injustos: no suelen ser más- que textos informativos sobre el contenido del libro. Apenas hay reflexión o argumentación, apenas análisis crítico, simplemente exposición de contenido y pinceladas sobre la forma (siempre separados, como si de dos cosas distintas se tratara). No son más que noticias de la novedad literaria. Pero quizá esa falta de profundidad derive de que el medio y el formato reseña/crítica no sea el más apropiado para hablar de literatura. En el ámbito académico, es cierto que a veces la crítica tiende a servirse de esa “jerga retorcida y un punto oscuro” de la que hablas, utilizando un lenguaje solamente comprensible para aquellos que forman parte no del gremio académico, sino de la escuela teórica a la que pertenece el crítico. Sin embargo, en el ámbito académico español, que se mueve entre el positivismo y el más tradicional enfoque filológico, sucede incluso lo contrario: hay un absoluto rechazo a la teoría. Se reivindica una lectura transparente del texto, sin la mediación de discursos teóricos que acaso podrían alejarnos del sentido real del texto -argumentan. Claro que este discurso también tiene implicaciones ideológicas, porque, como decía Louis Althusser, un vacío teórico es siempre un lleno ideológico. Habría que estudiar con qué ideología se llena el vacío teórico de los discursos críticos que salen de la universidad.

-Eres fundador y director de la “Revista de crítica literaria marxista”. ¿Qué diferencias separan a la crítica convencional de inspirada en el marxismo? ¿Qué rasgos destacarías desde esta perspectiva en obras como “La Celestina” o “El Quijote”, que has analizado en tu condición de crítico literario?

La crítica literaria marxista, a diferencia de otros acercamientos teóricos o críticos a la literatura, concibe el texto como el resultado de unas condiciones históricas -sociales, políticas, etc.- específicas. La literatura no es algo que surja porque sí ni es el resultado de un genio creador e inspirado, tocador por una varita mágica; la literatura es un producto de lo que Juan Carlos Rodríguez denomina la “radical historicidad”. La crítica literaria marxista observa cómo el texto contiene las contradicciones ideológicas de una época, cómo reproduce una ideología concreta y cómo legitima una concepción del mundo y no otra. La función del crítico es siempre analizar esos discursos públicos llamados «literatura», y en el caso de un crítico literario marxista, observar su potencial emancipador o, al contrario, la capacidad inmovilizadora de esos discursos.

La Celestina o El Quijote son, por ejemplo, dos obras que representan muy bien las contradicciones que surgen entre un mundo que está en descomposición -el feudalismo- y otro mundo que emerge -el primer capitalismo en España. Esos dos mundos -vale decir: modos de producción- coexisten en el momento histórico en que esas novelas se escriben -se producen- y esa contradicción entre dos sistemas en pugna no solo se refleja en el texto, sino que determina el propio texto. El personaje de don Quijote contiene elementos residuales y emergentes -la terminología es de Williams- de ambos mundos. Don Quijote es un hidalgo que, con la descomposición del feudalismo, ha perdido su razón de ser, su función social. Su disfunción le conduce a esa nostalgia de querer vivir en un mundo que ya no existe, y que quizá no ha existido nunca, el de las novelas de caballerías. Pero sería erróneo entender que en la ideología don Quijote solo late una nostalgia por un mundo perdido; para convertirse en caballero, don Quijote tiene primero que acudir al mercado (vender sus tierras para comprar los libros de caballerías que a la postre le harán enloquecer) y seguidamente concebir, como solo se puede concebir en el capitalismo (nunca en el feudalismo), que la identidad depende del yo, no de la sangre, del linaje. Y don Quijote se cambia de nombre, y afirma aquello de “yo sé quién soy y sé quién puedo ser”; es decir, que él mismo va a construir -a escribir- su propia vida, no como sucede en el feudalismo, donde la vida está previamente escrita y es reflejo de la verdad celestial. En el feudalismo, no es posible elegir qué pasos dar, porque el destino ya está escrito. Frente al destino, El Quijote habla de libertad, de una libertad que depende enteramente del yo. Don Quijote no podría haber existido si previamente no surge el yo-libre capitalista (véase para un acercamiento marxista a la novela de Cervantes el libro El escritor que compró su propio libro. Para leer “El Quijote” de Juan Carlos Rodríguez).

-Estudiar con detalle los planos narrativos, la coincidencia de personajes y espacios en diferentes obras de un autor, el estilo, las expresiones o los reflejos autobiográficos en un texto, ¿supone (este trabajo de crítica) “desguazar” una obra literaria, “despiezarla”, arrebatarle el misterio que comparten el autor y el lector de un libro?

A mí la noción de “autor” me interesa poco. No creo que el autor sea dueño del sentido de su texto. La noción de “autor” puede resultar útil para un acercamiento positivista a la literatura en el que pretendamos construir el sentido del texto como reflejo de la biografía de su autor. Pero creo que el sentido del texto escapa del control del autor. Por eso, prefiero analizar un texto literario como el resultado de unas condiciones históricas concretas y objetivas, sin detenerme a analizar -aunque a veces pueda resultar también interesante y por supuesto útil- cuál era la intención del autor al componer ese texto. El autor puede ser dueño del “proyecto” literario, pero no lo es siempre de su “resultado”. En el resultado final de la obra operan otras mediaciones, entre las cuales también está, obviamente, la del autor, pero no creo que sea la que más peso tenga.

Luego, al poner en cuestión la noción de “autor” se pone de inmediato en cuestión esa definición neohumanista de lectura como un diálogo o comunión de almas, que se encuentran en el libro, y se identifican en el libro, a pesar de que les separe una distancia de siglos o kilómetros. En ese diálogo/comunión sería posible encontrar el “misterio” de la literatura, que, como lectores, nos permite vernos reflejados en todos los textos. Pero la identificación es una trampa ideológica que nos impide tomar conciencia de la historicidad de los textos, nos impide reconocer que lo que hay en el texto no es algo eterno e inmutable, sino algo radicalmente histórico.

-En septiembre de 2015 te encargaste de la coordinación del ensayo “Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual”, publicado por la editorial “Tierradenadie”. ¿Qué obras y autores actuales convocan al “fantasma” del capitalismo, lo nombran y muestran sus vergüenzas?

El título del libro proviene de una cita de Belén Gopegui. En su última novela, El comité de la noche, un personaje dice que “escribir es convocar al fantasma”. Se trata, claro, del fantasma del que hablaron Engels y Marx en El manifiesto comunista. En este libro colectivo tratamos de analizar las novelas actuales que, desde nuestro punto de vista, son críticas con el sistema capitalista, lo nombran y, en algunos casos, tratan de superarlo. En el libro se analiza la obra de autores como Belén Gopegui, Marta Sanz, Isaac Rosa, Rafael Chirbes, Rafael Reig, entre otros, por citar solamente algunos de los más conocidos.

-¿A qué autores y textos literarios “clásicos” de la Literatura Española incluirías si se te permitiera agregar un apéndice a “Convocando al fantasma”? ¿Tal vez a Valle Inclán, pese a lo que últimamente señalen algunas interpretaciones “revisionistas”?

El problema es que el canon literario español ha expulsado a aquellos autores que se enfrentaron, desde la literatura, al poder. Estoy pensando en los autores del realismo social de los cincuenta, como Armando López Salinas, Jesús López Pacheco o Antonio Ferres; o autores de la llamada “generación perdida de la literatura española”, novelistas que hoy apenas conocemos porque de su generación solamente leemos a los poetas de la mal llamada “Generación del 27”. Estoy pensando en Luisa Carnés, por ejemplo, autora de una novela interesantísima titulada Tea rooms, que es una novela que describe la sociedad española de la década de los treinta desde la perspectiva de una camarera que trabaja en una cafetería de Madrid. Luisa Carnés ha sido doblemente olvidada, por comunista y por mujer. Pero a veces hay buenas noticias en el mundo literario, y la editorial Hoja de Lata va a publicar este mismo año, por primera vez desde 1934, una nueva edición de la novela de Luisa Carnés.

Pero, si me preguntas por los canónicos, podríamos incluir algunas obras de Valle-Inclán, al Pérez Galdós que, como dice Julio Rodríguez Puértolas, escribe desde la burguesía contra la burguesía, y quizá obras como el Lazarillo, La Celestina o El Quijote, que no convocaban al fantasma de 1848 -no podían hacerlo- pero sí resultan interesantes para entender la formación del primer capitalismo en España.

-Y en el contexto europeo y global, ¿quiénes convocan hoy al “fantasma” capitalista y lo desnudan para que afloren sus contradicciones?

No soy experto en literatura europea y por lo tanto solo puedo responder a esta pregunta como lector interesado en lo que se produce fuera de nuestras fronteras, pero no como especialista. Lo cierto es que la mayoría de novelas extranjeras que se traducen y se publican en España son aquellas que pueden ser bien recibidas por la ideología dominante. Por ello, la mayoría de novelas de autores extranjeros que leemos en España son asimismo novelas de la no-ideología. No obstante, y como no podía ser de otra manera, hay notables excepciones. Por ejemplo, a mí me interesa mucho la narrativa de Lionel Tran, un novelista francés que solamente ha publicado, por el momento, dos novelas cortas: Sida mental y Sin presente (ambas publicadas en España por Periférica). Son novelas que si bien no estoy seguro de que en su proyecto se cuente la idea de convocar al fantasma y desnudar las contradicciones capitalistas para que afloren, son novelas que muestran de una forma tan clara el grado de malestar social que vive la sociedad contemporánea que sacude al lector de tal modo -lo deja con tan mal cuerpo- que sale de la novela de forma distinta a la que había entrado en ella. Es una novela que si bien no imagina una solución política colectiva para resolver el conflicto que describe, ese malestar desborda el texto y nos hace reflexionar sobre la necesidad de cambiar el rumbo de las cosas.

Por otro lado, también me interesa el proyecto Wu Ming en Italia, un colectivo de artistas y escritores que deciden prescindir de la noción “autor” y de este modo enfrentarse, por un lado, a la industria cultural -basada en la idea de “autor” como marca comercial- y por otro lado para proponer otro relato de nuestra historia.

 También me interesa mucho la obra de John Berger, no solo los ensayos que escribe como historiador marxista del arte, como Ways of seeing, sino también sus textos literarios, mezcla de novela y testimonio, donde nos muestra, en algunos de ellos, una perspectiva distinta a la del relato oficial sobre las guerras de Oriente Medio. Estoy pensando, por ejemplo, en From A to X. Berger, sin duda, está en la nómina de escritores que convocan al fantasma.

-¿Por qué la Guerra Civil llegó a convertirse en una “moda literaria”? ¿En qué sentido lo es? ¿Qué autores y novelas se han sumado a esta tendencia y han despojado de su esencia, o incluso interpretado torticeramente, la contienda del 36?

En principio, como lector, uno no puede sino celebrar que de pronto se escriban tantas novelas sobre la Guerra Civil. Teniendo en cuenta de dónde veníamos -los pactos de olvido y silencio de la Transición- no puede sino interpretarse como una buenísima noticia que se empiecen a publicar novelas sobre la Guerra Civil española. Sin embargo, cuando se empiezan a leer y a analizar estas novelas no se puede sino rebajar la euforia. Porque muchas de las novelas que se autoproclaman “novelas de la memoria histórica” en realidad no lo son. En primer lugar, observamos que la Guerra Civil se ha convertido en un atractivo telón de fondo, en un escenario donde ocurren tramas que nada tienen que ver con la Guerra Civil; tramas donde la Guerra Civil funciona como un decorado. En segundo lugar, si entendemos que la memoria -en un sentido político fuerte y de raíz benjaminiana- es un instrumento para traer el pasado a nuestro presente con el objetivo no solo de reparar el pasado sino de transformar el presente con la fuerza de todos los vencidos de la Historia, en estas novelas la memoria brilla por su ausencia. Son novelas que desconectan presente y pasado, que nos muestra el pasado como un tiempo lejano, que no nos pertenece, que no tiene nada que ver con nosotros. Son novelas que funcionan como el espejo reluciente del que hablaba Fredric Jameson: un espejo que desprende un brillo cegador que impide que veamos nuestro rostro reflejado en él. Estas novelas nos deslumbran y entretienen con aventuras de amor y muerte, aventuras que suceden en un lugar que parece remoto y mítico. Al no vernos en el espejo/pasado y, en consecuencia, al concebir el pasado como algo ajeno a nuestra experiencia, no nos comprometemos con él, ni para intervenir en el pasado ni para transformar un presente en el que sigue viviendo el pasado, aquel pasado que ganó la Guerra Civil.

Las modas literarias -los best-sellers en general, que en absoluto son textos solamente entretenidos- no son nada inocentes. Suelen captar cuáles son los temas que interesa al grueso de la ciudadanía, temas que pueden tener un potencial político emancipador o transformador, y se apropian de él para desactivar ese potencial político. Cuando la sociedad española empieza a perder el miedo a hablar del pasado y se empieza a organizar en movimientos de recuperación de la memoria histórica, surgen estas novelas sobre la Guerra Civil donde se habla de la Guerra Civil pero sin mostrar la guerra como un conflicto histórico, político y social, sino -como decíamos antes hablando de las novelas de la no-ideología- como una suma de conflictos individuales y morales. La Historia, en sentido estricto, nunca aparece en las novelas. Son novelas históricas sin Historia. Decía Žižek que en la posmodernidad bebemos cerveza sin alcohol, café sin cafeína, helado sin azúcar y, yo añado, leemos novelas históricas sin historicidad.

¿Qué autores analizo en La Guerra Civil como moda literaria? Hay algunos abiertamente revisionistas como puede ser Manuel Maristany, autor de La enfermera de Brunete, una novela que Planeta describe como la gran novela sobre la Guerra Civil, pero que en realidad es una novela que reproduce todos los mitos de la Cruzada de Franco; a saber: que la República era un caos y que había que introducir un correctivo por el bien de España, como fue el golpe de Estado, que España (sic.) actuaba en legítima defensa ante el terror rojo y que la República no era más que un satélite de la Unión Soviética. Así habla la mejor novela sobre la Guerra Civil según Planeta. Pero también analizo otras como Soldados de Salamina de Javier Cercas, los Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes o La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, y un largo etcétera.

-Estas diferencias entre “apocalípticos” e “integrados”, en terminología de Umberto Eco, ¿se podrían aplicar también a la poesía española de los últimos años? ¿Puedes mencionar ejemplos?

Hay distintos proyectos poéticos en España ahora mismo, pero yo no utilizaría la terminología de Eco, pues él la utiliza básicamente para hablar del posicionamiento del intelectual ante la cultura de masas, y las corrientes poéticas españolas en la actualidad se enfrentan por cuestiones bien diferentes. La poesía que se produce hoy en día y que tal vez sea la más interesante, desde mi punto de vista, es la llamada “poesía de la conciencia crítica”, que por cierto ha analizado de forma magistral Alberto García-Teresa en libro asimismo titulado Poesía de la conciencia crítica. En ella encontramos autores como Jorge Riechmann, Enrique Falcón, Antonio Orihuela, Isabel Pérez Montalbán o María Ángeles Maeso, entre otros. Es una poesía cuya principal característica consiste en que, como señala García-Teresa, “sitúa el conflicto socioeconómico y político que atraviesa la actual coyuntura histórica en el centro y en el eje (implícita y explícitamente) de su creación poética, manifestándolo de una manera crítica”.

También resulta interesante leer la poesía de la otra sentimentalidad (que luego derivó en la llamada “poesía de la experiencia”, hoy mainstream). La poesía de uno de los fundadores de esa corriente, Javier Egea, que en los últimos años se están volviendo a publicar sus versos, resulta a todas luces interesantes, ya que Egea perseguía -y posiblemente lo logró- componer una poesía materialista. Una autora de la otra sentimentalidad que me sigue interesando es Ángeles Mora, poeta materialista y feminista, que escribe desde la subjetividad, pero siendo muy consciente de que el yo desde el cual se escribe está atravesado por un afuera -el capitalismo y el patriarcado- que nos construye. Por lo tanto, cuando decimos yo no estamos hablando únicamente de lo subjetivo, sino de todas aquellas mediaciones que construyen nuestra subjetividad. Como ella misma afirma: “El infierno no son los otros, como decía Sartre, el infierno está en nosotros”. Esta toma de conciencia de que el infierno –i.e.el capitalismo- está dentro de nosotros demuestra aquello que decía Louis Althusser: “para cambiar el mundo de base (y junto a otras muchas cosas) es preciso cambiar, de base, nuestra manera de pensar”. Bien parece que es más fácil luchar contra el capitalismo que contra nosotros mismos.

-Con la crisis han florecido numerosas editoriales pequeñas y escritores noveles que sobreviven a golpe de voluntarismo, que lanzan ediciones muy cuidadas y en las que se exprime al máximo el talento y la creatividad. Tal vez se trate de la libertad que permite el “amateurismo”, ¿pero es posible sobrevivir así mucho tiempo, sin cobrar y sólo armados con la vocación? ¿Es una falta de respeto a estos autores toda la promoción que reciben obras como la última del Premio Nobel Vargas Llosa (“Cinco esquinas”), y sus exquisitas disquisiciones sobre el erotismo y la pornografía?

No es solo falta de respeto, es falta de bibliodiversidad. Creo que es necesario poner sobre la mesa un debate serio sobre bibliodiversidad; este es un concepto que surge en la década de los noventa, en el contexto de la UNESCO, pero que últimamente algunos -como Alfonso Serrano, Eva Fernández y yo mismo- estamos reivindicando en un sentido más político y por supuesto materialista. Creemos que es necesario promover la bibliodiversidad, es decir, la diversidad en el ámbito de los libros, para combatir la estandarización y homogeneización del pensamiento que promueve la sociedad capitalista; una sociedad más bibliodiversa en lo cultural será también una sociedad más activa, más plural y más crítica. Y es necesario trabajar -luchar- para lograrlo. No puede ser que, si analizamos suplementos culturales como Babelia o El cultural de El mundo, los más leídos en este país, observemos que el 70% de la visibilidad la monopolizan no más de veinte editoriales, que siempre son las mismas. En España, como ha sucedido en América Latina, es necesaria una Ley de Prensa que regule el poder de los medios de comunicación privados; en esta Ley de Prensa habría que reservar un apartado para la promoción de la bibliodiversidad.

-Por último, si toda literatura es, de algún modo, política, ¿consideras que determinadas obras de Unamuno, Sábato, Ionesco, Pirandello o Kafka, que plantean conflictos existenciales y no ponen directamente el foco en la lucha de clases, le hacen el juego al sistema?

No creo que toda literatura sea política, sino ideológica. Es importante diferenciar estos dos conceptos. Por literatura política hay que entender -en mi opinión- aquella literatura que sitúa lo político en el centro del texto, que reconoce el conflicto y que reconoce que nuestros problemas, por muy íntimos que sean, tienen su correlato en lo político. Son novelas que, además, son escritas para intervenir en la sociedad. No toda la literatura es, pues, política. Pero sí son todas, consciente o inconscientemente, ideológicas, ya que toda novela asume -y reproduce y legitima- una visión del mundo, aunque no se cuente entre sus objetivos hacerlo (recordemos la diferencia entre “proyecto” y “resultado”). Por lo tanto, si una novela asume una perspectiva existencial y esa perspectiva borra o diluye la lucha de clases es posible que esa novela le esté negando al lector la posibilidad de concebir sus conflictos como conflictos políticamente determinados; luego, sería una novela que, posiblemente, estaría inmovilizando al lector, obligándole a resignarse, haciéndole asumir que vivimos en un callejón sin salida y que por lo tanto no vale la pena organizarse y tratar de superar, de forma colectiva, el problema que retrata. No obstante, y esto es preciso también apuntarlo, hay también novelas que, aunque no imaginen una salida política a una problemática concreta (hemos hablado antes de Lionel Tran), es tanto el malestar descrito en sus páginas que incluso puede llegar a desbordar al propio texto, y un texto que en principio parece que solo sirve para suturar la ideología dominante finalmente termina saturándola. Y nos permite abrir -o imaginar- nuevos horizontes, o al menos nos permite pensar que es necesario imaginarlos para superar ese malestar descrito, ese malestar que no nos permite vivir dignamente.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213936&titular=%93es-necesario-promover-la-bibliodiversidad%22-

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Des-arma la “Tele”: Las armas con que juegan los niños las compran los adultos

Por: Fernando Buen Abad

Esto no es una meditación puramente filantrópica ni un gesto humanitario para quedar bien con los esnobismos de ocasión. Esto es una iniciativa para un movimiento político urgente empeñado en hacer visible una de las mayores amenazas contra la especie humana, en particular contra niñas y niños, que se infiltra en nuestras vidas, incluso disfrazada de “entretenimiento”. Y nos llega por la “tele”. El fetichismo de la mercancía bélica.

Se suma ésta iniciativa a las muchas que ya existen no sólo para engrosar filas sino también para engrosar debates… internos y externos. El mapa ideológico de las muy diversas luchas por el desarme, especialmente por el desarme en y desde los medios de comunicación (usados ellos mismos como armas de propaganda macabra), oscila entre moralinas burguesas para nutrir organizaciones de élite y frentes sociales en los que se entiende con perfección la monstruosidad de las industrias de la guerra (que son la actividad económica más grande del planeta) empeñadas en dominar también la subjetividad de niños y niñas. Videojuegos, pistolitas, metralletas, granadas, bombas y lanzallamas. Counter Strike, Grand Theft auto, Call of Duty.

No hay escapatoria. Eso de usar la televisión (u otros medios concomitantes) como plataforma de seducción para que nuestros hijos consuman el ilusionismo morboso de las armas y todas sus parafernalias bélicas es una monstruosidad. Aunque sea muy “divertido”. Es una monstruosidad que recorre todas las escalas delincuenciales y todas las violaciones posibles a los derechos fundamentales de los niños y las niñas (y de sus madres y padres). Es una monstruosidad que se ha naturalizado en las pantallas de televisión y en los “juegos” tanto como en los supermercados, las escuelas y los centros comerciales de todo el mundo. Monstruosidad de la violencia más irracional que se desliza con disfraces lúdicos y de aventuras heroicas tanto por su objetivación cruda en las imitaciones de armas como en las destrezas criminales para que jueguen las niñas y los niños.

Y ya que las “convenciones internacionales”, las leyes, los reglamentos y la palabrería jurídica nada pueden hacer y nada han hecho… el camino único es la militancia contra los anti-valores macabros en semejante mensaje bélico que con sus intereses mercantiles avasallan las conciencias y los gustos de niños y niñas ante la complicidad (incluso involuntaria) de familias anteras alcahuetes de la violencia en los “medios”.

El muy concreto caso (y delito) del “gusto por las armas” impuesto a niñas y niños es una aberración tan alevosa y tan antihumana que su solo señalamiento debería levantarnos de nuestras sillas para emprender una y mil batallas implacables y dignificadoras de la vida y de la infancia. A toda costa. Pero no es así, para dolor y vergüenza de todos nosotros. El capitalismo nos ha anestesiado y enceguecido ante los daños más terribles que se comenten en nuestras narices y contra nuestros hijos. En “horario con protección” al menor.

Aunque nos hemos demorado absurdamente en reconocer los “Derechos Humanos” de niñas y niños, incluso con sus imperfecciones y ambigüedades, ya tenemos una plataforma con “avales” internacionales para impulsar una corriente social más desarrollada y útil a la crítica de la cultura de masas que necesitamos y útil a la crítica de las armas -así sean juguetes- que se venden adobados con irresponsabilidad mercantil e hipocresía de mercado bélico.

No claudiquemos en las cosas más importantes. Aunque en su vorágine la industria del consumismo haga lo inimaginable para imponernos conductas, valores, “visiones del mundo” y todo tipo de contradicciones con la lógica de la vida y su defensa… sobrepongamos con las fuerza de la crítica y con la claridad de la solidaridad capaces de defender a los niños de todas las incursiones alienantes, pagadas por los comerciantes de armas, para que nos hagamos adictos a lo macabro desde las edades más tempranas. No dejemos que nos derrote la tentación ni la indiferencia, no sucumbamos al plan seductor de los juegos y los juguetes portadores de muerte mercantil y narcóticos “mediáticos”. Niñas y niños están indefensos.

No vamos a arrodillarnos ante las biblias judiciales especializadas en demorar todo malestar y toda voluntad revolucionaria. No dejaremos a las puertas de las escuelas ni de las universidades los principios ni las obligaciones políticas que tenemos ante la infancia y contra todo lo que la acribilla en todos los sentidos. Por eso esta iniciativa debe ser acción política en su sentido más pleno y más cargado de sentido transformador. “Desarmar la Tele” debe ser una tarea obligada, una corriente crítica de la cultura, si queremos un Nuevo Orden Mundial para la Información y la Comunicación con Voces Múltiples… como lo quiso -y quiere- el Informe MacBride. Entre otras muchas herramientas.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=213925

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Entrevista con Massimo Modonesi, profesor universitario y director de la revista MEMORIA Batalla de las ideas en el México neoliberal

02 Julio 2016/Autor: Aldo Fernan Hernandez Solis/Fuente: Analectica

Massimo Modonesi es un intelectual comprometido con las luchas anticapitalistas. Historiador, sociólogo y latinoamericanista, se especializa en el estudio de movimientos socio-políticos en América Latina y en conceptos y debates marxistas. Profesor de la FCPyS de la UNAM, director de la revista OSAL (2010-2015) y actualmente director de la revista MEMORIA. Entre sus libros se encuentran “Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismos y subjetivación política” y “La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana”. En esta entrevista platicamos en torno al campo intelectual y la batalla de las ideas en el México neoliberal.

Profesor vivimos tiempos de cambios y de crisis. ¿Qué encontramos en la batalla de las ideas?

Me voy a referir solo a una rama, a un aspecto, del mundo de las ideas que es infinito. Las ideas que más trabajo yo, o me parecen más importantes, son las que tienen que ver con el cambio, con el conflicto y la lucha. Temas que están en disputa y es importante que estén en el campo de batalla de las ideas. Desde hace tiempo todo un sector de la sociedad, intereses consolidados, clases dominantes, insisten y sostienen que el conflicto no cabe en la sociedad democrática, liberal y capitalista; que los que encabezan expresiones de lucha son perturbadores del orden. Creo que lo que se está disputando, y se logra de cierta manera defender, aunque no sé si se logra ir más allá de la defensa, es que en sociedades como las nuestras, injustas, donde hay explotación y una profunda fractura social, en estas sociedades cabe y es consustancial el conflicto social y la lucha social.

En el terreno de las ideas lo que hay que tratar de defender es la idea de que vale la pena organizarse, vale la pena luchar. Si habrá luz al final del túnel, si existe alternativa, será por medio de la organización y la lucha, y no por la creación de simples canales y mecanismos institucionales, menos aún pasa por mantener o simplemente reformar lo existente, ni por los mecanismos de las elites de reproducción del orden.

Ahí hay una enfrentamiento de ideas, porque no es evidente que este planteamiento sea aceptado o simplemente considerado legítimo, muchas veces se recurre a la lógica de la criminalización, se dice que las luchas son violentas, que perturban lo social, que afectan la libre circulación de las personas, sin pensar en la libre circulación de las ideas. Existen una serie de cuestionamientos que sí son fuertes y calan hondo en una población despolitizada, sometida a medios de comunicación manipuladores y con una educación que cada vez es menos progresista.

Refiriéndonos a México. ¿Considera que las ideas de antagonismo social y de emancipación han resurgido haciendo frente a la hegemonía neoliberal?

En México, por suerte, nunca desaparecieron el conflicto y la lucha, tuvimos picos de visibilidad y de politicidad que de repente nos lograron reposicionar bajo la forma de resistencias y contra-poderes. Tuvimos la insurrección cívica de 1988, el zapatismo en 1994, la lucha contra el fraude en el 2006, después el 2012 y el movimiento #yo soy 132 y en el 2014 el movimiento que desencadenó los terribles hechos de Ayotzinapa. No creo que haya existido un ciclo dónde haya desaparecido del todo la idea de conflicto y de lucha en México. En México no tuvimos, en tiempos recientes, largas temporadas de prolongada y extensa lucha pero, a diferencia de otros países donde hubo décadas más desmovilizantes y despolitizantes, siempre tuvimos episodios que de alguna manera vuelven a refrescar el clima de las luchas democráticas, populares y por la justicia social.

Los intelectuales, de acuerdo con Antonio Gramsci, son orgánicos a una clase social. En la batalla de las ideas de la actualidad, ¿cómo observar en las ideas el enfrentamiento clasista, el eje de clase, que hoy no parece claro?

La cuestión clasista es el trasfondo social de posicionamientos que pueden volverse ideológicos. En la lucha de las ideas se ven los marcos ideológicos que remiten a trasfondos sociales clasistas, que a veces no son evidentes o conscientes, sino escurridizos. El tema de lo clasista es un eje central en el campo de batalla de las ideas, cómo reconstruir perímetros clasistas de acción política, cómo reconocer las dimensiones clasistas más allá de que se ha diluido la conciencia de clases, salvo en las clases dominantes. Ellas, las clases dominantes, tienen una consciencia de clase muy clara, en los sectores populares es donde se pierde muchas veces esta consciencia.

El campo de disputa ideológico como un territorio clasista es algo evidente, sin embargo, la existencia de consciencia de clase que permita activación política de las clases subalternas es todo un tema, es un desafío con el que hemos estado lidiando desde siempre, pero en particular en los últimos treinta años. Los intelectuales juegan un papel fundamental, pero los intelectuales en el sentido gramsciano, no sólo los grandes intelectuales, que escriben libros, sino la intelectualidad de masas que se genera en procesos educativos de formación política, pero también se forma en el calor político, en la lucha y en los marcos de organización.

Yo valoro, a pesar de que no comparto las posiciones de ciertas formaciones políticas, las dinámicas de politización que se producen a escala masiva, me refiero en este caso a MORENA porque a pesar de que no tienen un discurso claramente clasista, operan ciertas dinámicas de activación política, que crean cierta conciencia clasista –aún sea mediada y distorsionada en clave nacional popular- que eventualmente puede pasar cualitativamente a una conciencia política distinta, más prístina, más acorde con sus intereses, yo diría anticapitalista.

Profesor usted ha sido protagonista de un debate muy reciente latinoamericano en torno a los intelectuales y su relación con los gobiernos progresista, a partir de la imagen de intelectuales orgánicos y transgénicos. Cuéntenos de él.

Lo de transgénicos es una expresión irónica para decir que hay un intelectual orgánico que va mutando y va perdiendo sus rasgos principales. No es un debate nuevo, pero se va renovando cada vez que hay momentos de tensión en el campo de la izquierda. La cuestión, como yo la veo, es como ser comprometido con ciertas causas sin dejar de ser crítico. ¿Cuál es el lugar de la crítica, la autocrítica al interior de las experiencias de resistencia y de lucha? Yo ahí defiendo una posición, polémica, sostengo que hace mucho daño una intelectualidad acrítica que acompaña e incluso pretenden dirigir, acomodando la verdad a su antojo, construyendo mitos y relatos homogéneos de que todo funciona correctamente, de que hay que defender ciertas causas sin cuestionar sus contradicciones internas. Creo que este tipo de relación intelectuales-gobiernos/movimientos progresistas es muy dañina. Es una deriva del intelectual orgánico, su perversión en intelectual transgénico.

En el fondo no se está haciendo lo que Gramsci sugería que se hiciera, y no porque lo dijo él sino porque tenía razón en sugerirlo, decía “la verdad es revolucionaria”, y también decía “no hay que ocultarle nada a la clase obrera”. Como intelectuales hay que estar consciente de las contradicciones y los límites, y de lo que se hace bien y de lo que se hace mal. Esa dinámica, que a veces era un ritual, de la autocrítica en los partidos comunistas es muy importante recuperarla, se decía esto está mal, nos equivocamos, hay que cambiar de línea.

Ver todas estas contradicciones es parte del pensamiento dialéctico. Lo que se pierde en una adhesión acrítica a movimientos es la dialéctica, una herramienta fundamental del conocimiento. La crítica y la dialéctica nada más y nada menos. Dos pilares del pensamiento marxista. Los movimientos necesitan intelectuales críticos, eso es lo que creo. Lo cual no quiere decir no estar comprometido, encerrarse en un cubículo, no apoyar determinadas causas, reconocer la contradicción no implica parálisis, reconocer la contradicción implica apoyar una causa por contradictoria que sea.

Esto es más difícil para intelectuales en altas posiciones políticas y de gobierno…

Sí, sobre todo resulta difícil cuando se pide adhesión acrítica, cuando se construyen dinámicas políticas de dirección y de conducción de movimientos. Es muy difícil acompañar críticamente a movimientos que se encierran en ese tipo de procesos. Pero hay que seguir haciéndolo, yo sigo diciendo que los gobiernos progresistas hicieron cosas importantes, reconozco en ellos contradicciones pero me gustaría tener un gobierno progresista en México, del cual yo sería un crítico de izquierda. En esa contradicción no hay que perder la brújula, hay intelectuales críticos que se olvidan del otro lado de la contradicción, que desconocen que hay elementos positivos. Hay un criticismo extremo, que se vuelve aislante y no permite participar. No hay fenómeno puro en la política, no hay nada puro que sea de masas, porque la masa tiene una serie de contradicciones producto de su conformación histórica, de sus atrasos y limitaciones.

Profesor, llegaste a México en 1996 en la época dorada del neoliberalismo a nivel mundial. Cuéntanos de tu llegada y cómo fue tu adaptación al campo intelectual crítico de México.

A nivel mundial existía esa hegemonía neoliberal pero en México estaba el zapatismo. Yo llego de Italia, no huyendo, pero me fui del berlusconismo. En Italia había serios problemas dentro de la izquierda, aun cuando había un reducto en el cual yo participaba, era muy joven y no tenía ninguna trascendencia mi participación, el Partido de la Refundación Comunista, un proyecto de izquierda bastante rejuvenecido que se conectó con el zapatismo y el movimiento altermundista. Fue uno de los partidos que tuvieron algo que ver con esas conexiones mundiales que permitieron el altermundismo, por lo tanto eso me acerca de manera natural con el zapatismo y con México.

Conozco México y me interesan los problemas mexicanos. Encuentro un México con cierta efervescencia del pensamiento crítico y eso, para mí fue un grato descubrimiento, y viéndolo en el ámbito más institucional veo un espacio universitario donde hay una persistencia del pensamiento crítico mucho mayor que en Italia. Por ejemplo, en la UNAM me toca estar en un espacio donde habían pasado y dejado huella una serie de exiliados ilustres, como Ruy Mauro Marini, René Zavaleta, Sergio Bagú y Agustín Cueva, para citar los más destacados. Esto no dejaba de ser algo atractivo y formativo, me formé intelectualmente con un pie en mi educación ítalo-francesa, mis intereses en las izquierdas y los marxismos de aquellos países, y otro en el pensamiento crítico latinoamericanista en México en la UNAM, y al calor del zapatismo como algún disparador coyuntural. No sé si por eso vine, pero definitivamente por eso me quedé.

Te quedas, te haces mexicano, y como intelectual te hemos visto activo en las disputas políticas nacionales. Presente en movilizaciones, eventos, actos. ¿Cuándo empieza esto?

Primero tenía un problema ya que me nacionalizo mucho después, por lo tanto tenía un límite en la participación política, que es el límite del artículo 133 constitucional. Yo obtengo la nacionalidad mexicana en 2005 pero siempre he participado, en forma digamos blanda o de segundo plano.

Participé por ejemplo en la Revista Memoria desde 1999 que fue para mí un espacio intelectual, no académico, de participación en el debate de la izquierda mexicana. Memoria era una revista cercana, sin ser orgánica, al PRD, que era un partido muy distinto al actual, y con ciertos guiños al zapatismo, con raíces fuertes en el marxismo y el pensamiento socialista.

La huelga del 1999 en la UNAM la vi desde cerca sin participar activamente, en 2005- 2006 ya con la nacionalidad apoyo el movimiento contra el fraude, ahí estuve. No participé en la conformación de lo que sería después MORENA por diferencias puntuales, pero al mismo tiempo, considero que esa experiencia y esa fuerza política son algo relevante en la historia política del país. A pesar de mis reservas, de mis críticas.

Hoy en día trato de participar y vincularme con distintas expresiones de movimientos sociales, puntuales de lucha, lo hago a mi manera que es pensando, enseñando y escribiendo, soy un académico, soy universitario, puedo contribuir desde la trinchera intelectual. Por ejemplo, ahora tengo una columna en “Desinformemos” que es una revista y una página web de lucha, no es una revista académica. Yo trato de escribir cosas que tengan cierta relevancia política. Tengo mis escritos más académicos, generalmente trato de escribir libros, y no meterme en revistas de autoconsumo académico que me parecen de escasa relevancia, me doy tiempo para dirigir la revista Memoria que es una revista de crítica militante que también se conecta con las luchas.

 

Las luchas por la hegemonía parecen concentrarse entre una hegemonía liberal y una articulación compleja de progresismo nacional popular. ¿Cómo rescatar un horizonte de reflexión, de consciencia y de proyecto revolucionario, cuáles son las dificultades para ello?

En primer lugar yo creo que los espacios de politización nacional popular son importantes y ahí se generan fenómenos que trascienden los pequeños núcleos de militancia radical. En esos espacios se puede disputar, colocando ciertas ideas, nociones, proyectos y actitudes. Por otro lado, hay coyunturas favorables para que esos espacios se radicalicen. Es todo un tema, la conexión entre lo nacional popular y lo socialista revolucionario pasa por una radicalización, que a veces se da por coyunturas. Le llaman oportunidades políticas en la jerga de los movimientos sociales. Ahora bien, sí uno se queda con eso, con la idea de acontecimiento de Badiou, esperando la divina providencia, se vuelve fatalista. Pero es cierto que algo ocurre, porque también tiene que ver con cuestiones sistémicas, del sistema mundo capitalista, del sistema político, hay crisis políticas, crisis económicas mundiales, que modifican dinámicas sociales.

Son condiciones objetivas, pero el tema subjetivo hay que trabajarlo, poco a poco, en el terreno de la educación no solo formal y escolástica sino en la formación política también. Es en esos espacios donde se pueden colocar instrumentos de formación política, como revistas por ejemplo. Yo estoy muy atento a eso, antes dirigía la revista de OSAL y ahora dirijo la Revista Memoria. No digo que ahí se resuelve todo, pero es un trabajo cultural, contra hegemónico, muy gramsciano en términos de guerra de posiciones.

Profesor háblenos de esta nueva etapa como director de la revista Memoria.

Memoria es mi trinchera de intervención política en la actualidad, con otras cosas, pero es fundamentalmente lo que estoy haciendo. En esa idea de colocar nuevas ideas, por ejemplo la página electrónica de Memoria tiene 6000 entradas mensuales, es mucho, es poco, es lo que es. Tratamos de sostener una perspectiva anticapitalista. Es una revista histórica, está cumpliendo ahora un papel desde cierta ubicación que también tenía antes, que no es orgánica a ninguna organización partidaria, es una revista de izquierda donde hay distintas posturas. Yo mismo soy minoritario con respecto a algunas posiciones, sobre los gobiernos progresistas, por ejemplo, me encuentro en minoría con respecto al sentir mayoritario de los compañeros que están en la revista. En Memoria hay diferencias, pero todos tenemos una preocupación anticapitalista, una perspectiva que va más allá de lo nacional popular.

¿Por qué anticapitalista y no llamarlo revolucionario?

Porque a veces no se entiende si revolución indica la forma o el contenido, revolucionario suena también a acción revolucionaria. Ahora bien, el horizonte de transformación es revolucionario de eso no tengo la menor duda. Creo incluso que la forma tiene que ser revolucionaria. Pero la discusión sobre cómo hacer una revolución está confusa, no genera consenso y ni siquiera está realmente a la orden del día. A pesar de que hay coyunturas y circunstancias que pueden sorprender. El anticapitalismo puede ser de resistencia hoy en día, puede ser revolucionario de vocación pero con prácticas de resistencia, contra- hegemónico, porque es lo que se puede sostener, no hay condiciones revolucionarias en el corto plazo.

Profesor cómo percibe al campo intelectual mexicano actualmente, un campo complejo, dinámico. ¿Perfila nuevas tendencias, recambios?

En el campo de los intelectuales la cuestión generacional es importante.

Fue muy importante el proceso de destape del 2012- 2014 para una nueva generación. Me quedé frustrado con la generación zapatista a la cual yo pertenezco, aunque nunca fui un zapatista orgánico, esa generación no dio tanto, no tuvo tanto vuelo y presencia como se podía imaginar y esperar. No se logró transformar el panorama intelectual, no trascendió. Mientras en los sesentas y setentas, se alcanzó una presencia mayor y además con los exilios se enriqueció el pensamiento crítico. A mí me interesa que esto se asiente, que mi generación pese y que la que sigue y que estoy ayudando a formar, en el aula, en las clases, tenga una trascendencia mayor. Porque hablando de intelectuales orgánicos y de lucha política, contra-hegemónica, hay una tarea fundamental, cómo vamos construyendo capas intelectuales de distintas generaciones, con diversos perfiles, en medios de comunicación, en movimientos, en las escuelas y universidades.

Hacer un balance es difícil, saber en qué punto estamos, si hay un recambio, si hay un cambio de perfil, es todo un trabajo de investigación. Desde la atalaya donde puedo observar ciertos fenómenos, te confieso que no lo tengo del todo claro para darte una respuesta. Habría que hacer una cartografía de las diversas capas de intelectuales y generaciones.

Es un tema que siempre ando reflexionando, ando tejiendo redes en México, América Latina y Europa, para pensar proyectos de construcción de pensamiento crítico, de construcción de posturas a mediano y largo plazo. Con temas en los que a veces se está de acuerdo, a veces no, en el tema de los gobiernos progresistas me alejé de algunos, con otros nos acercamos.

Para la generación de intelectuales más joven el panorama se percibe difícil, con pocos espacios, con una experiencia distinta y con la precariedad como condición.

Eso se ve mucho en Europa, ese perfil es muy estructural, parece irreversible, todavía en México de repente ha habido cierta porosidad en espacios académicos que hace pensar que algunos espacios todavía existen. Pero si es muy claro, te doy un dato, aquí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM somos pocos profesores de carrera y muchos profesores de asignatura. Los de asignatura están en otra situación laboralmente, económicamente, en términos de explotación, ¿cuántas clases tienen que dar para tener un ingreso suficiente?, ¿cuántas clases se pueden dar sin volver mecánico el ejercicio de enseñanza-aprendizaje? Por otro lado las condiciones privilegiadas entre comillas que tenemos los profesores de carrera hace a muchos muy conservadores.

Lo estamos observando ahora mismo, estamos organizando una iniciativa en la UNAM que tiene poca respuesta, porque los profesores, académicos e investigadores de carrera, están muy cómodos en su condición, y aceptan las reglas del juego porque les da condiciones materiales altas. No cuestionan a una Universidad que tiene una estructura de gobierno de Edad Media, la UNAM debería ser un ejemplo de democracia pero es un ejemplo de autoritarismo y verticalismo, de manejo aristocrático y oligárquico. Eso te habla también de que hay una intelectualidad muy acomodada, yo no sé incluso si no hubo una estrategia en los setentas con Echeverría en particular, cuando se abrió la UAM, no sólo de descentralizar el espacio académico sino de aumentar salarios, generar cierto confort intelectual para generar conservadurismo, una inercia conservadora ligada a las condiciones materiales de existencia.

 

Tal vez es un rasgo de clase al ser la pequeña burguesía el lugar de dónde surgen los intelectuales…

Si, la pequeña burguesía es el espacio de origen, pero después la colocación de los profesores de aquí, los que hacen carrera y están en el SNI ya empieza a ser francamente burguesa. En términos de colocación clasista es pequeña burguesía pero muy acomodado muy consumista, muy consumidora. Y tiene también un desprecio respecto de los estudiantes, ya que están separados por una distancia generacional pero también por una distancia clasista.

El optimismo de la voluntad y el pesimismo de la razón. ¿Cómo ve el futuro Massimo Modonesi? ¿Cabe la esperanza en estos tiempos?

No soy muy optimista. Si pensamos en una trasformación sensible de condiciones económicas, de las condiciones sociales, de trasformaciones políticas importantes, no veo gran cosa a corto plazo. No soy optimista con respecto al 2018, en términos de coyuntura electoral, no soy optimista de cómo se va a revertir la configuración de un narco-Estado, de un Estado que además de tener sus propios problemas históricos, de su derechización desde el neoliberalismo, de ser un instrumento de las clases dominantes, y que además adquiere y se cruza con lógicas delincuenciales, de la delincuencia organizada del narcotráfico y la corrupción endémica.

Lo único que puedo sostener como elemento esperanzador es que a pesar de todo hay en México capacidades de resistencia y hay capacidad de construcción de coyunturas críticas. Entonces habrá que fortalecer las trincheras de resistencia y apostar en términos de qué se puede quebrar en el momento que haya una coyuntura favorable. Ahí es donde encuentro destellos de posibles oportunidades. En América Latina así fue como se configuraron, y eso fue lo que permitió ciertos avances. Cuando se veía el escenario argentino a finales de los noventas, no mucha gente habría dicho “hay posibilidades de cambios”, o en el caso boliviano, ecuatoriano y venezolano. No estoy asumiendo que mi pesimismo como lectura de tendencia sea irreversible, incluso en el corto plazo, cuando digo que en el 2018 no veo grandes opciones de trasformación podría equivocarme. Ojalá que me equivoque. La historia de las coyunturas electorales en México es una historia recurrente, donde pasan cosas que nadie previó, la insurrección cívica frente al fraude en 1988, el zapatismo y el asesinato de Colosio en 1994, la alternancia, nos guste o no que haya sido de derecha, en el año 2000, el 2005-2006 el desafuero y el fraude, 2012 el movimiento #yo soy 132, no hay una sola elección desde 1988 hacia acá dónde no pase algo.

¿Cómo se ve Massimo Modonesi en esta lucha contra el neoliberalismo en México?

Yo me veo haciendo lo mismo, defendiendo una trinchera desde la UNAM de educación, de formación en el pensamiento crítico, incluso de cuestionamiento a la UNAM en sus rasgos conservadores. Cumpliendo mi papel académico, yo no enseño cualquier cosa estudio movimientos sociales y conceptos marxistas para el análisis político, mi labor académica es una labor de alta intensidad política, con repercusiones antisistémicas y anticapitalistas. Mis propios textos, libros y clases tienen, según yo, un impacto político. También estoy en la revista Memoria, que está creciendo, recobrando fuerza.

Y bueno acompañando puntualmente movimientos, yo no tengo un espacio de militancia en una organización, ahora por ejemplo simpatizo con la candidatura anti-capitalista a la constituyente de Sergio Méndez Moissen. Es importante que aquí en la Ciudad de México y en la Constituyente haya una voz anticapitalista. Tenemos diferencias, pero creo que es importante, conozco a los compañeros, son gente honesta y combativa, gente que sinceramente cree en lo que hace. Simpatizo también con otras experiencias de lucha local y territorial, en la revista Memoria buscamos darle voz, tengo compañeros y amigos que están muy vinculados a todo tipo de movimientos. Yo trato de fungir como un referente intelectual, cuando se me convoca, cuando se me llama a firmar un documento, a hablar, a escribir algo. Aporto lo que puedo aportar.

Fuente: http://www.analectica.org/articulos/hernandez-modonesi/

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Refugiados y la prueba de la educación

España/19 de Junio de 2016/El Mundo

Por: Ismael Sáez Vaquero

La celebración este año del Día Internacional del Refugiado viene acompañada de movilizaciones a lo largo de todo el Estado español y más allá de nuestras fronteras, que pretenden despertar nuestras conciencias para reclamar a los líderes europeos que se tome de una vez cartas en asunto de manera rápida y humana. Además, urgentemente.

Miles de seres humanos huyen de la guerra en Siria, las víctimas del fanatismo islamista que una torpe política internacional ha fomentado, y se suman al drama de otros miles más que irrumpen a las puertas de Europa acosados por otros tantos conflictos o simplemente por el hambre. Acuden a nuestras fronteras porque esperan participar de las oportunidades que una sociedad opulenta les puede ofrecer, sin que el duro calvario que les espera y conocen les paralice. El paro, la desigualdad, la injusticia que millones de ciudadanos, hombres y mujeres europeos, padecen se convierte en esperanza para quienes vienen perseguidos por el hambre, la enfermedad, la guerra o la muerte.

El espectáculo de los líderes europeos esquivando el bulto, unos más que otros, intentando que la cuota de acogidos sea la menor posible, pone en evidencia que gran parte de la política que motiva a nuestros dirigentes se basa en el cálculo. Creen que los refugiados pueden generar conflictos en sus sociedades y pretenden posicionarse entre sus socios del modo más ventajoso. Opinan que poner en riesgo el bienestar de sus ciudadanos puede dar al traste con sus expectativas de voto y renuncian, si es que los tienen, a los principios más elementales del derecho humanitario. Europa es la cuna de la Ilustración, del imperio de la razón, de la justicia social y del derecho inspirado en tales valores. Los europeos hemos sido capaces de superar atavismos que, bajo la superstición, el fanatismo religioso o la ignorancia, permitían el abuso, la injusticia y la tiranía como sistema social de «convivencia».

En ese trayecto han sucumbido o se han realizado miles de heroísmos, pero el verdadero motor del cambio, la palanca de la acción ha sido la construcción ideológica de un sistema de valores que sitúa la igualdad entre todos los seres humanos en el frontispicio de tal construcción. Esta sido la razón fundamental que nos ha permitido pensar por nosotros mismos liberándonos de dogmatismos y la educación la que ha afianzado en nuestras mentes lo que siempre ha estado en nuestros corazones.

Una sociedad que pone como principal objetivo la generación de riqueza y supedita al mismo, por incómodos, valores esenciales del humanismo, será fuente mundial de tensiones y conflictos cada vez mayores, pues sitúa como regla de juego la ley del más fuerte y traslada el mensaje nítido de que, no ya la justicia, sino el derecho mismo a la vida, debe conquistarse. Cuando no cabe apelar al derecho ni a la razón; cuando los Derechos del Hombre y del Ciudadano son mera literatura, cuando la desesperación nos acorrala y nadie ofrece una salida, cualquier reproche a la deshumanización de los hombres es pura hipocresía.

Cómodamente instalados en nuestros hogares todos nosotros observamos el drama de millones de seres humanos y pasamos sin solución de continuidad a los anuncios publicitarios o a los programas de entretenimiento sin que en se remueva en nuestras conciencias algo más que un leve disgusto.

A veces ese drama se individualiza, como sucedió en la figura de un niño muerto varado en la arena, y somos capaces de entender la inocencia, la alegría, la esperanza y el futuro de una vida humana, tal cual como la nuestra, que han sido abatidas por nuestra culpa y ante nuestros ojos en los medios de comunicación.

No necesitamos políticos gestores, necesitamos líderes que estén dispuestos a enfrentarse contra sus sociedades si hace falta, exigiendo de Europa la solidaridad, la justicia y la igualdad que han definido su buena educación. Necesitamos a quienes creen que el mundo no solo debe, sino que puede ser mejor; en eso confiamos. No para hacer locuras en busca de una Arcadia feliz, sino para hacer cumplir la exigencia ética de una Europa que quiere volver a sentir aprecio por sí misma.

Nuestra sociedad ha pasado durante sus años de historia por episodios similares, no tan lejanos, a los que hoy padece el pueblo sirio; pero no es la memoria de la víctima lo que nos debe mover, sino el honor del que se quiere reconocer a sí mismo en la coherencia entre sus acciones y su educación.

Fuente: http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2016/06/19/57665fe1ca4741d9578b45cd.html

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=Refugiados+y+la+prueba+de+la+educaci%C3%B3n&biw=1024&bih=489&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwjg46_Uo7TNAhUEcT4KHaqNBxEQ_AUIBigB&dpr=1#imgrc=OqlTVXeqjM2TmM%3A

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Política, los partidos y la crisis de representación

Panamá/19 de Junio de 2016/La Estrella de Panamá

Por: FLACSO

Este espectro ideológico político, se configuró desde el conservadurismo al nacionalismo, ambos de naturaleza populista

Como resultado del descrédito que tienen, tanto partidos políticos, como los políticos—y pese a lo que muestran en las últimas décadas las votaciones nacionales a Presidente (cercanas al 75%) —, los actores políticos padecen de una profunda crisis de representación. Este descrédito alcanza a la Asamblea Nacional, y al sistema político del cual forman parte. En esta crisis de representación política, lo que está en la base, aparte de la desconfianza que la ciudadanía tiene por estos ‘operadores’ políticos; es también, la extrema organicidad que estos actores tienen con los grandes intereses corporativos y económicos del país.

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO
  • La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) es un organismo regional, instituido por la UNESCO para impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de las Ciencias Sociales.
  • El Programa FLACSO-Panamá busca dotar a la población de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

Una concepción voluntarista en la explicación de este estado de situación haría responsable a los políticos por su incultura y su proclividad a la chabacanería. Sin embargo, para la teoría política las cuestiones de cultura política se articulan a eso que se denomina sistema político, cuyo componente principal es el régimen político presidencialista panameño. La decadencia del sistema político no solo es ‘cosa’ de individuos es también ‘cosa’ de la arquitectura institucional, que es el lugar donde operan partidos y políticos.

El agotamiento de este encuadre político es una mezcla o contra punto, entre la crisis de legitimidad de los partidos políticos, consecuencia de la falta identidad programática e ideológica; y la de un régimen presidencialista que descansa en instituciones desacreditadas. La consecuencia más grave es quizás, la ausencia de consciencia de esta situación.

DE LAS GRANDES A LAS PEQUEÑAS IDENTIDADES

Las grandes identidades políticas de hoy, en descomposición, se construyeron a fines de siglo en torno a los liderazgos carismáticos fundantes de Arnulfo Arias y Omar Torrijos.

Este espectro ideológico político, se configuró desde el conservadurismo al nacionalismo, ambos de naturaleza populista.

El primero expresó los intereses pre-capitalistas de la pequeña burguesía urbana y rural, en alianza con sectores profesionales de raigambre conservadora.

La segunda, afirmó a la clase media profesional e intelectual progresista, en alianza con sectores obreros y empresariales modernizantes, configurando el primer bloque pluriclasista moderno de la sociedad panameña. Moderno tanto por sus tareas como por su composición.

Desde el siglo pasado nos llegan como ecos, plataformas ideológicas programáticas menores que se insertaron también como referentes: el Partido del Pueblo orientado al mundo del trabajo, y la Democracia Cristiana (hoy Partido Popular) hacia una fracción de los sectores medios profesionales.

Lo crucial de este proceso es la disolución de las viejas e históricas identidades y la emergencia de nuevas, forjadas alrededor de personalidades.

Lo relativamente nuevo es el surgimiento de estas pequeñas identidades que representan a reducidas élites sociopolíticas, carentes de fortaleza programática y de soporte cultural: Varelismo, Mireyismo, Torismo, Torrijismo, Navarrismo, etc. Y de manera reciente, la irrupción de una iniciativa corporativa hecha aparato (Martinellismo) creada con el propósito de forjar un nuevo modelo de dominación política, orientado en la represión, corrupción y mercantilización del espacio público.

Siendo todas ellas expresiones de tiempos políticos distintos, están marcadas por la fragmentación y por una orientación política basada en el poder a toda costa.

Este modelo de hacer política descansa en un soporte cultural de naturaleza egocéntrica que privilegia el protagonismo de un actor cualquiera, cuya orientación o interacción fundamental es con el poder. Es lo que Ángel Flisfisch (politólogo chileno) llamó: ‘paradigma del príncipe’.

En el ámbito de la sociedad civil y del mundo del trabajo la diferenciación socioeconómica, la complejidad étnico-cultural y la propia movilización popular han permitido la emergencia de nuevos actores en la esfera pública.

Estos han construido con mucha dificultad, una agenda política nacional progresista que no pasa por el concepto de partido político de pequeñas y fragmentadas identidades: es el caso del FAD y de la candidatura independiente de Juan Jované.

LA POLÍTICA EROSIONADA

La desconfianza como una manifestación del malestar hacia la política panameña expresa el debilitamiento de los vínculos de identificación que parcialmente gozaron entre los ciudadanos, partidos, políticos e instituciones.

En la base explicativa de este proceso están los deficitarios procesos de socialización que acompañan a la disminuida institución familiar, el contexto de urbanización desordenada propio de una transición hacia una modernidad inconclusa que no termina por realizarse; y esa gran herida abierta con la invasión de 1989, que tensa las aspiraciones democráticas de libertad, participación, inclusión y calidad de vida, con unas políticas neoliberales que además de exaltar el individualismo, se apoyan en una institucionalidad organizada en el clientelismo y en una deficiente acción profesional institucional.

La nueva política —fundamentada en la buena vida y asentada en la responsabilidad individual y colectiva—, requiere de nuevos liderazgos. Liderazgos que se doten de un discurso nuevo, que abandone las tradicionales apelaciones al gobierno y a una política pública basada en acciones individuales.

Se requiere de una política que tenga como referencia al Estado nacional, a la separación de poderes y a sus instituciones, como el espacio de solución de los grandes problemas de la agenda nacional, en articulación con las tareas del desarrollo.

Sostenibilidad y continuidad son conceptos claves en la política pública y en la democracia. Las exclusiones sociales y la desigualdad se erigen en obstáculos para la participación ciudadana. Perpetúan la degradación social y moral, a la par que estimulan la evasión y el clientelismo en la política.

Se instala el principio de Sísifo, donde se retorna siempre al mismo punto; también donde todo esfuerzo de superación individual se ve truncado por severas falencias culturales y educativas. Es el escenario donde prima la impotencia y la percepción de inutilidad de participar con las reglas de la transparencia y del juego limpio, haciendo de bisagra a los grandes intereses económicos.

HIPÓTESIS PARA TRABAJAR

Las acciones políticas no pueden ser analizadas ni valoradas al margen de la cultura política del país, especialmente si están orientadas con prescindencia de ideologías y principios programáticos.

En los sistemas con estructuras partidarias débiles y cuyos énfasis políticos descansan en las figuras o candidaturas individuales, la acción política será proclive a enfatizar los intereses privados, a glorificar personalidades y al financiamiento público más donaciones privadas no reguladas. A diferencia de aquellos sistemas de partidos constituidos por organizaciones partidarias firmes y consolidadas en las experiencias de una cultura política democrática, orientadas a la formación de un ciudadano con capacidad deliberativa, probablemente ejercerán el monopolio de la participación y representación política, y optarán por un financiamiento exclusivamente público y rigurosamente regulado.

‘La desconfianza como manifestación del malestar hacia la política expresa el debilitamiento’,

Fuente: http://laestrella.com.pa/panama/politica/politica-partidos-crisis-representacion/23946450

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Educación, melliza de la Política

República Dominicana/11 de Junio de 2016/Listín Diario

Por: Yvelisse Prats Ramírez de Pérez

Caminar teniendo como horizonte la utopía, no impide, sino al contrario, obliga, a hacer paradas en la ruta. Hay acciones intermedias, meditaciones, oraciones, consultas a la brújula ideológica y reajuste del rumbo.

Cada persona hace esas “paradas” acorde con su visión del mundo (ideología); por su conexión, con esa utopía que persiguen.

En mi caso, lo proclaman mis dos profesiones, maestra y política, esos miradores en que me detengo, son la educación y la política.

Hoy, pienso y escribo sobre la educación, tan mal atendida y administrada en los últimos años en República Dominicana.

Empiezo por recordar que la educación NUNCA es neutral. Ligada a la política como gemela, la educación refleja y a la vez intenta perpetuar, a través de los sistemas nacionales que la rigen, la ideología de los grupos dominantes y gobernantes en un momento determinado de la historia. Para eso se hacen las “reformas”.

En República Dominicana, la más auténtica reforma educativa es la que hizo Eugenio María de Hostos, en los gobiernos del Partido Azul, y no en todos porque Ulises Heureaux la truncó.

Hay situaciones así, en las que se usan tergiversado su naturaleza y su origen el nombre de un partido democrático, para gobernar dictatorialmente y eso lo estamos sufriendo en carne propia con la traición del PLD a los ideales de don Juan.

Otra reforma sustancial. Se produjo durante la Intervención Militar Norteamericana y dejó más sombras que luces.

Esa reforma, en la que participaron “notables” educadores criollos, dejó huellas visibles del invasor. Las más duraderas se mantenían en la Ley de Educación de Trujillo No. 2909-51 con una ausencia absoluta de democracia y participación en los centros docentes, regidos por un Código inflexible de centralismo y de verticalidad.

A través del control de la educación, se ideologiza al pueblo en una devoción al tirano que llegó a competir con la religión: “Dios y Trujillo” fue un letrero que presidia los hogares dominicanos junto al Sagrado Corazón de Jesús.

Una gran reforma educativa que solo llegó a concretarse con el Movimiento Renovador en la UASD, fue concebida en la Revolución de abril de 1965.

Las ideas educativas de la Constitución del 63 inspiraban esa Reforma inserta en la utopía de país que quiso desde las calles de la ciudad heroica: una República donde la ciudadanía era protagonista, los políticos honestos, los poderes independientes, la educación, un servicio público al alcance de todos, y los maestros, actores deliberativos indispensables.

Esa Reforma solo la conocemos por referencias de los que la redactaron. La temible Era de los 12 años que sucedieron a la Revolución, impuso nuevamente una ideología fascista, y el terror en las escuelas, que incluso se tiñeron de sangre magisterial y estudiantil en incursiones policiales.

Una vez más, se comprueba la inextricable unión entre la política y la educación.

Después, algunas llamadas “reformas”, no lo fueron a fondo. Solo consistieron en algunos cambios de niveles o asignaturas sin mucha trascendencia.

Una nota estridente marca en 1970 la debilidad de la política educativa en cuanto a la defensa de nuestra identidad.

Se intentó perforar con un modelo foráneo venido del Norte, nuestros planes de estudios a lo que se opusieron varias instituciones y personas encabezadas por la UASD. Decana en la Facultad de Humanidades en esa época, tuve el honor de participar en esa batalla contra lo que llamábamos “penetración cultural”.

En dos gobiernos sucesivos del PRD, en que se instauró la democracia política, si bien no hubo reforma educativa radical, ese respiro ideológico se reflejó en el sistema educativo nacional.

La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) fue tomada en cuenta, se crearon dos instituciones que persisten y que mostraron una ampliación de horizontes en la educación: CONANI e INFOTEP; se dio participación a las comunidades en programas como el PIDE, el Vaso de Leche Escolar, el Programa de Educación Ciudadana (PEEC) entendió por vez primera la alfabetización de adultos no como campaña pasajera, sino como parte, de la educación permanente y se redactó un proyecto de Nueva Ley de Educación, que los poderes facticos bloquearon.

Otra vez queda demostrado que educación y política son gemelas.

En la primera parada de mi andadura en este nuevo capítulo de la historia dominicana, reflexiono sobre los antecedentes de mi tema, porque mi ideología aconseja “INTERPRETAR EL PRETÉRITO para explicar el presente y visualizar el futuro”.

Este esbozo interpretativo hacia atrás queda hasta aquí, solo disponga de 800 caracteres cada sábado.

En la segunda entrega de este En Plural intentaré el análisis del presente con el Plan Decenal y la Ley 66-97 que marcan, a mi juicio, un nuevo “tempo” educativo y su antítesis, la “Revolución Educativa”. Después, otearé el futuro: la utopía hacia la cual miro constantemente.

Fuente: http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2016/06/11/422702/educacion-melliza-de-la-politica

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=educacion+en+hungr%C3%ADa&biw=1024&bih=489&source=lnms&tbm=isch&sa=X&sqi=2&ved=0ahUKEwjm6aqtiqbNAhUCcz4KHQZ9BMYQ_AUIBigB#tbm=isch&q=educacion+y+politica&imgrc=jhLPZiQtnyz7dM%3A

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La Calidad Educativa ¿La definen las pruebas estandarizadas?

Reflexiones sobre la estandarización jerarquizadora en la evaluación de la calidad de la educación

Venezuela/ Marzo de 2016/ Editores OVE

Iliana Marina Lo Priore Infante

En los últimos años las concepciones neoliberales que impregnan los ámbitos económicos, políticos y sociales, han influido de manera relevante en la orientación de la educación de los pueblos y naciones periféricas a los países hegemónicos. Esta tendencia se ha extendido en todos los continentes y regiones, impulsada por organismos transnacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Las reseñas noticiosas respecto a los resultados más recientes de las pruebas estandarizadas de evaluación de los aprendizajes, tales como las del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA) realizada cada 3 años por la OCDE y las del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce) realizado en América Latina por la UNESCO, provocaron  muchas noticias, de las cuales 3 titulares de noticias que descalifican la educación impartida en las naciones que fueron punteadas por debajo en una escala jerarquizadora, entre éstas, destacan a los países latinoamericanos. Los titulares fueron: Los países de América Latina con peor rendimiento académico (BBC Mundo, 2016); 5 lecciones para América Latina del mayor ranking global de educación (Martins, 2015); ¿Por qué no mejora la educación en América Latina? (Sánchez, 2016). Resaltan estas noticias que esto es un indicador que evidencia las condiciones desfavorecedoras del crecimiento económico de esos países, ya que se parte de la premisa o del supuesto de que la educación en determinadas áreas o disciplinas, es un aspecto determinante en la economía. Por ejemplo, señalan que: “… cuando una gran proporción de la población carece de habilidades básicas el crecimiento económico de un país a largo plazo se ve amenazado… incluso los países con mejor desempeño en América Latina, mucho menos los medios, están muy lejos del mundo desarrollado y muy lejos del lugar donde necesitan estar para competir en la economía global”, (BBC Mundo, 2016).

Incluso llegan a afirmaciones pronosticadoras de la relación causa-efecto, como las siguientes: “…la mala educación de un país hipoteca su economía… Si todos los adolescentes en México fueran a la secundaria y lograran un nivel básico en matemáticas y ciencia, el Producto Interno Bruto, PIB, de México, sería en 80 años 551% mayor que el actual, según el informe. El de Argentina 693% mayor y el de Honduras 2016% más grande” (Martins, 2015). Para reforzar estas consideraciones expresadas en las noticias señaladas, se refiere la opinión de un reputado investigador educativo y participante del informe sobre los resultados de las pruebas estandarizadas: “Eric Hanushek, profesor de la Universidad de Stanford, en EEUU y uno de los académicos más reconocidos en temas de educación, es uno de los autores del nuevo informe que muestra una vez más, la enorme brecha entre los estudiantes latinoamericanos y los del este de Asia”. Por otra parte, además de resaltar las habilidades cognitivas en matemáticas y ciencias como basamento para obtener una educación de calidad, el señalado experto y co-redactor del informe de la OCDE, indica que un aspecto importante para explicar la calidad educativa radicaría probablemente en los valores de la población, como sería el caso de China que junto con Singapur lidera en la tabla de resultados: “Parecen haber convencido a sus ciudadanos de hacer opciones que valoran la educación por encima de otras cosas». (ob.cit.).

Estas noticias explicitan una marcada preocupación por el denominado “estancamiento” de la calidad de la educación en demasiados países de América Latina producto de los resultados de estas pruebas. Sánchez (2015) señala que esto es un problema importante en una economía globalizada, donde las recompensas van a parar a los trabajadores mejor cualificados y más productivos, y donde se le da más importancia que nunca a la educación de “alta calidad”. La masiva expansión del acceso a la educación en la región no es suficiente sin una mejora equivalente en calidad.

OVE 1c estandarFrente a esta perspectiva, se presentan otros discursos alternativos, como el de Rubia (2016) que ante estos juicios valorativos de organismos internacionales, como la OCDE, analiza y evidencia cómo el concepto de “educación de calidad” se ha ido reduciendo al resultado de las pruebas y esto ha modificado la manera de entender y concebir la educación. Las pruebas condicionan los conceptos de forma reduccionista, lo que se entiende por un “buen currículo”, un “buen colegio” o un “buen alumno” dependerá básicamente de los resultados obtenidos. Hay otro cambio fundamental y es que el alumno queda subordinado a la escuela y no la escuela al alumnado, es decir, los centros seleccionan al alumnado que potencialmente va a dar buenos resultados y rechaza a los que considera que le van a perjudicar. Todo ello puede provocar además, la desaparición de las ya reducidas experiencias innovadoras pues los centros se verán obligados a poner en marcha metodologías de aprendizaje diferentes, de carácter tradicional, para que sus alumnos no se vean perjudicados en los exámenes estandarizados.

Esto supondrá según este autor:
“ el retorno a modelos aún más memorísticos …en estas pruebas, nadie comprueba si el alumno es capaz de aplicar sus conocimientos a situaciones reales de la vida cotidiana, nadie comprueba su capacidad creativa para mostrar nuevas dimensiones de un problema, nadie comprueba su capacidad de reflexionar y ampliar contenidos, nadie comprueba su capacidad crítica y de análisis..” (ob.cit., p.9)
En esta misma tónica crítica Angélique del Rey (2013) advierte los peligros de estos señalamientos al indicar que las pruebas en cuestión evalúan las matemáticas y la lectura, razón por la cual los centros dejan de lado otros contenidos como la música, las artes, etc. para centrarse en lo único que va a ser valorado, enseñando así solo para la prueba, de manera sistemática pero rutinaria.

Es así, como reivindicamos críticamente lo señalado por otros investigadores con base en las consecuencias de asumir instrumentalmente la concepción de la calidad educativa reduciéndola a los resultados de dichas pruebas, cuando se hacen pronósticos lineales futuristas arbitrarios, de causa-efecto, entre habilidades cognitivas y crecimiento económico, que como se sabe es una postura por demás simplificadora ante la multidimensionalidad de aspectos que envuelven al desarrollo de una nación.

Asimismo, se evidencia una estrategia discursiva de legitimación ideológica en las noticias sobre el informe de la OCDE, al presentar juicios avalados por la opinión de un experto educativo que es a la vez miembro del mismo organismo que emite el informe. Experto que cae en contradicciones que pone en entredicho sus mismos juicios, cuando dudosamente asoma, para el caso de China, en la entrevista citada en la noticia, deja entrever que la calidad de la educación con base en los resultados de las pruebas hechas, dependería mucho más de la incitación o promoción del contexto o valoración sociocultural a la educación en la sociedad.

Entonces, ¿Cuáles son los significados ideológicos relevantes de esta estandarización jerarquizadora?

  1. Inducir la aceptación de escalas estratificadoras socioculturalmente en la educación que se correspondan con la división social y jerárquica que reproduce la sociedad capitalista.
  2. Sobre la base de una jerarquización de los resultados de las pruebas, se pretende que los países que presuntamente salieron rezagados en las posiciones “deben” imitar en sus políticas y prácticas educativas a los países que resultaron mejor ubicados, con base a las orientaciones de la OCDE.
  3. Inducen a una significación de “alta calidad educativa” con base en desempeños y logros operacionales de las habilidades cognitivas expresados en las pruebas en función del mercado laboral. Al valorarse dichas habilidades en relación con los requerimientos del mundo laboral capitalista se privilegia la calificación tecnocrática de la fuerza de trabajo a través de la educación escolar.
  4. Se asimila a la educación la noción de capacitación, la educación no se ve como un proceso holístico, integral, global, humanizado.
  5. Invisibilizar los avances de inclusión educativa en algunas regiones, como es el caso de América Latina, al sobrevalorar sus criterios de calidad tecnocráticos de la educación.

Por todo lo anteriormente expresado, es pertinente trascender la visión tan reductora del enfoque neoliberal en la educación que significa reducir la calidad educativa a los resultados de las pruebas estandarizadas, excluyendo de ello las valoraciones culturales de los pueblos como indicadores contextualizados de dicha calidad  en la institución escolar.

La calidad educativa reclama la discusión de procesos pedagógicos adecuados, de debates curriculares que superen la fragmentación de elementos y procesos, de su pertinencia en relación con los fines y metas de cada sociedad, y por ende de una evaluación que se resignifique en los criterios señalados para potenciar el bienestar humano.

Referencias:
BBC Mundo (2016).Los países de América Latina «con peor rendimiento académico». En:http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160210_paises_bajo_rendimiento_educacion_informe_ocde_bm.

Angélique del Rey (2013). La tyrannie de l’evaluation. París: La Découverte.
Martins, A. (2015). 5 lecciones para América Latina del mayor ranking global de educación.En:http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/05/150513_educacion_mapas_am.
Rubia, F. () El Futuro de la Educación en un Contexto Neoliberal. Revista de la Asociación de Inspectores de Educación de España. No. 19. En: http://www.adide.org/revista/images/stories/revista19/ase19_mono03.pdf.

Sánchez, G. (2015). ¿Por qué no mejora la educación en América Latina? En: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/04/150409_economia_educacion_en_america_latina_finde_bd.

Fuentes de las fotos:

http://laeducacionquenosune.org/eagles/wpcontent/uploads/2014/07/EducacionMercado.jpg

http://www.laresistencia.mx/wp-content/uploads/2013/02/estandar.jpg

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