Imaginario
Entrevista a Fernando Gómez: Pandemia, encierro y psicología: ¿Qué nos depara el futuro?
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Cuando el COVID-19 llegó en febrero del 2020, no sabíamos que íbamos a permanecer la mayor parte del año en nuestros hogares. La pandemia y su consecuente cuarentena han modificado nuestros hábitos. Cambió el trabajo, cómo estudiamos, nos relacionamos y hasta desarrollamos nuestros hobbys y momentos de ocio. Por lo tanto, en esta ocasión, entrevistamos a Fernando Gómez, psicólogo rosarino. Él nos cuenta de qué modo podemos superar las distintas situaciones que estamos atravesando en esta pandemia.
Fernando Gómez, una breve presentación
Fernando Javier Gómez es rosarino y psicólogo graduado de la Universidad Nacional de Rosario (2002). Es docente universitario, desde el año 2004, en la Facultad de Psicología (UNR). En el ámbito público, trabaja para la Dirección Provincial de Salud Mental en un Equipo de Salud Mental. Dicho equipo forma parte de un Programa de Protección a Testigos y Querellantes en Causas por Delitos de Lesa Humanidad en nuestra provincia. Por otro lado, en el ámbito privado, practica el psicoanálisis en su consultorio. Trabaja con grupos y, en algunos casos, supervisa la práctica de jóvenes colegas. Además, es miembro del Colegio Estudios Analíticos, con sede en Buenos Aires. Finalmente, en el último año, formó – junto a otros profesionales de la salud – un Equipo interdisciplinario que aborda el difícil tema de las Alergias Alimentarias Infantiles.
¿De qué modo impactó la pandemia y su consecuente cuarentena en tu trabajo?
“El mayor impacto, en el caso de mis pacientes, fue el pasaje del consultorio a las sesiones por videollamadas. De todos modos, rescato la posibilidad de incorporar algunas herramientas tecnológicas a nuestro campo. Antes, sólo las utilizaba con pacientes de otras provincias (o en el exterior del país) pero siempre por tiempo limitado”, explica Fernando. Por supuesto, también ha cambiado mucho y significó un gran esfuerzo continuar con la docencia a través de las distintas plataformas virtuales. Esto se observa en todos los niveles educativos.
Pero no todo es negativo. Fernando reconoce qué estrategias y herramientas continuará usando postpandemia: “la virtualidad me permitió crear o reforzar vínculos con colegas (u otros profesionales) de todo el continente. La virtualidad, paradójicamente, nos acercó bastante”.
Durante el último tiempo, ¿qué tipo de consultas son las que más recibís?
“En este tiempo y en relación con la pandemia, ha subido el nivel de angustia en general. El aislamiento ha sensibilizado a mucha gente. En estos casos, la preocupación por el futuro y cierta sensación de incertidumbre angustiosa han sido motivo de consulta. Por supuesto, las pérdidas y la difícil situación de no poder velar a familiares o seres queridos afectó a mucha gente. Con la cuarentena, se exacerbaron también muchos conflictos pre-existentes”. Durante este tiempo, Fernando – junto a un grupo de profesionales – ha estado trabajando en un Taller para Familias. “La virtualidad nos permitió sumar participantes de varias provincias. Sinceramente, no sé si esto hubiera sido posible fuera de este contexto”.
¿De qué modo influyó la pandemia en el comportamiento y la psiquis humana?
“Es claro que ciertos comportamientos han cambiado abruptamente. Se ha transformado el lugar, el escenario de nuestra vida. No sólo por el aislamiento, sino que – al salir – ese mundo, que conocíamos, ya no es el mismo. Creo que hay razones para tener miedo pero no para paralizarse. El miedo al contacto con el otro no puede dejar a nadie indiferente. Todos necesitamos de la cercanía de nuestros afectos y eso se cortó de golpe. Al respecto, creo que hubo múltiples reacciones. He escuchado bastante negación al principio. Luego, se ha podido trabajar y cambió bastante, pero no deja de ser preocupante”.
“Preocupa la imagen del mundo que puedan hacerse los niños”
La situación de los niños no es menor. Muchos bebés han nacido en plena pandemia y no conocen más que las cuatro paredes de sus hogares. “Creo que se debería mirar más de cerca lo que pasó en casa, con los niños y niñas. Es decir, cómo vivieron y qué efectos podrían esperarse de la experiencia del confinamiento. Sobre la pandemia y el virus, cuenta no sólo lo que hayamos podido explicarles, sino de qué modo lo internalizaron. Preocupa, en principio, la imagen del mundo que puedan hacerse. A mí me impresiona que, en el inicio, si dos nenes se encontraban en la calle, era algo confuso para todos. Uno debía explicarles que no se toquen y que mantengan distancia. Me sorprende y me preocupa el tema de perder el contacto. Es algo así como una sobreadaptación”.
La educación también se vio afectada
Cuando en marzo, las escuelas debieron adaptar la modalidad presencial a la virtualidad, se modificó la relación de los niños y jóvenes con sus compañeros y docentes. “En ese momento, se cortó la posibilidad de encuentro con sus pares y maestros. Todo el trabajo de crear vínculos se complicó mucho. Esto es fácilmente racionalizado por los adultos. Pero no puede considerarse – sin caer en el error – que los niños tienen las mismas posibilidades elaborativas que los mayores. Esto se dificulta no solo para los gobiernos sino también para la sociedad en general. Quizá, la escuela debe orientarse a pensar los aspectos emocionales. El futuro de muchas instituciones estará gravemente afectado por problemáticas ligadas al confinamiento”.
¿Cómo puede ayudar la psicología en la “nueva normalidad” y/o “post pandemia”?
“Nosotros ya estamos ayudando, somos parte de esa ‘primera línea de batalla’ ya que estamos en el sistema de salud, tanto público como privado. Hay colegas trabajando en sesiones virtuales pero también acercando viandas o medicación a quienes se ven imposibilitados de movilizarse hasta los distintos efectores. La palabra es vehículo para la elaboración de estas situaciones que podemos llamar ‘catastróficas’. En el futuro inmediato, habrá muchas tareas para nuestro campo. Mucha de la angustia y el temor tiene que ver con cierta falta de ‘puesta en palabras’ de algunas situaciones traumáticas. Tenemos que aportar en el sentido de ayudar a transitar y a configurar ese futuro tan difícil que parece esperarnos en el post pandemia”.
Por último, Fernando, ¿qué consejos les darías a nuestros lectores?
“Les diría que por favor se sigan cuidando. Es importante que miren dentro de cada uno. Intenten encontrar aquello que más les preocupa y traten de hacer algo con eso. Les diría que también miren a su alrededor y traten de re vincularse con aquellos que tienen cerca. Muchos están sufriendo. Los podemos ayudar con una palabra de aliento o escuchándolos. Ayudar o acompañar a otros, en estas circunstancias, puede ser reparador para uno mismo”.
Fuente: https://rosario.italiani.it/pandemia-encierro-y-psicologia-que-nos-depara-el-futuro/
Originalmente fue escrita esta nota para itRosario
El imaginario de lo político-pedagógico en la protohistoria de los pueblos originarios. Apuntes para el debate contemporáneo
Por: José Carlos García Ramírez
El imaginario de lo político-pedagógico en la protohistoria de los pueblos originarios. Apuntes para el debate contemporáneo
The imaginary of the political-pedagogical in the protohistory of the original peoples. Notes for the contemporary discussion
Resumen
El presente artículo pretende cuestionar la idea eurocéntrica de que los pueblos amerindios no tienen nada que decir, ni aportar a la historia mundial, pues de hace quinientos años fueron considerados, en el imaginario peninsular, salvajes y primitivos. Reconstruir las fuentes políticas de América Latina a partir del proceso protohistórico de los pueblos originarios y descubrir el sentido pedagógico del arte de gobernar así como la importancia de los relatos mítico-simbólicos, son tarea a desarrollar en la presente contribución. Descubrir cómo operan, ciertos referentes universales dadores de sentido y de legitimación de estructuras metapolíticas, pueden coadyuvar a comprender las funciones de las instituciones prehispánicas expresadas en los topónimos. Los imaginarios de poder y política son conceptos estratégicos en la historia de los pueblos originarios. Dichos términos pueden, además, ayudar a entender los problemas de la violencia y la pérdida de valores comunitarios del mundo contemporáneo.
Palabras clave
Amerindia, política, imaginario, poder, educación.
Abstract
This article has the purpose put in question the Eurocentric idea which believes that the original peoples have nothing to say, nor contribute to world history: five hundred years ago, they were considered, in the peninsular imaginary, as wild and primitive. To reconstruct the political sources of Latin America from the protohistoric process of the original peoples based on the pedagogical sense of the art of governing and the mythical-symbolic stories, are a task to be developed in this contribution. Discovering how certain universal referents that give meaning and legitimization of metapolitical structures operate can help to understand the functions of the pre-Hispanic institutions expressed in the toponymy of those regions. The imaginary of power and politics are strategic concepts in the history of original peoples. These terms can also help to understand the problems of violence and the loss of community values of the contemporary world.
Keywords
Amerindian, politics, imaginary, power, education.
Introducción
Para los fines de este artículo, utilizo la categoría de protohistoria como referencia a los procesos de comunicación oral que algunas civilizaciones del neolítico experimentaron antes de convertirse, algunas de ellas, en pueblos con escritura propia. Las sociedades ágrafas no necesariamente son culturas rupestres, atrasadas o salvajes: forma, estilos y sobretodo cosmovisiones expresadas a través de lenguaje pictográfico, ideogramas, códices o relatos estampados en la arquitectura o en la alfarería, por ejemplo o bien, relatos transmitidos de generación en generación por algunos portavoces de la comunidad (los más sabios de las comunidades), es otro punto de partida histórico-cultural relevante en la historia mundial, (Wallerstein, 1979: 23, 67, 124-45; Battcock y Limón, 2017: 12-15, 43).
Hablar de América Latina, a través de la génesis constitutiva de las primeras comarcas y ciudades fechadas desde el 1200 a.C. (como lo fue la civilización Olmeca, en Veracruz), implica de manera necesaria aludir al concepto náhuatl de Cem Anáhuac el cual desde hace más de 2000 años se refería al Continente de América, o bien desde hace 1500 años al término de Abya Yala que en lengua kuna, tradición Aimara, también se refiere a las tierras de América. De esa manera, Amerindia, en cuanto que región multiétnica, constituye una columna central en el devenir de los pueblos originarios.
En la literatura filosófica, antropológica y de estudios culturales, “pueblos originarios» es una denominación colectiva aplicada a las comunidades originarias de América. Corresponde a los grupos humanos descendientes de culturas precolombinas que han mantenido sus características culturales y sociales, lingüísticas y jurídicas, filosóficas y simbólicas. Los términos de “culturas aborígenes”, “pueblos indios”, “comunidades autóctonas”, son terminajos que esconden un sentido colonial y eurocéntrico ya elucidado desde las batallas anticoloniales (Fanon, 1961: 23-29; Leff, 2019: 7-15).
Por tal motivo, la estructura metodológica del presente material inicia interpelando las perspectivas eurocéntricas a través de la cuales se excluyeron o invisibilizaron narrativas históricas de pueblo no-europeos o de regiones colonizadas, como es el caso de los pueblos originarios o amerindios. Después, el presente estudio retoma las cosmovisiones de algunas experiencias de culturas (como la teotihuacana o la inca), de alto nivel racional. Esas experiencias histórico-culturales fueron recreadas desde los imaginarios colectivos, en cuanto que matrices nativas dadoras de sentido, rigurosidad, valores morales, legalidad y orden sociopolítico. Son el caso de las categorías de política y poder como horizontes estratégicos de reproducción de las instituciones prehispánicas y ejes direccionales de la identidad y los relatos históricos y cotidianos: desde la administración de los rituales, pasando por el ejercicio de la política y la guerra, hasta los juegos y la recreación (López-Austin, 2018: 7).
Por eso, las últimas partes de esta investigación, se enfoca a la elucidación de las instituciones y la forma en que éstas eran legitimadas a partir de la palabra (diálogo o consenso) y el buen entendimiento.
Amerindia en la historia mundial
Paralelamente al hegemonismo o centralismo histórico de la subjetividad moderna europea de Kant (1992: 45-56), Hegel (1972: 234-238) y de O’ Gorman (1999: 53,67-70), es tarea fundamental reconstruir las fuentes históricas de América Latina de manera crítica y más allá del hegemonismo epistemológico eurocéntrico (Dussel, 1992: 14-39). Para tal cometido es urgente reorientar los postulados eurocéntricos excluyentes de modos de vida históricos distintos. Más allá del solipsismo y egocentrismo que han definido la identidad moderna europea, considero importante afirmar las múltiples identidades (tan racionales y legítimas) de los pueblos en sus más variados y diversos devenires en la historia mundial. En efecto, tal afirmación no sólo implica el reconocimiento multicultural, sino también, el respeto y la tolerancia de sus sistemas organizativos, simbólicos, políticos, económicos y normativos.
Bajo la óptica interrelacional de las distintas culturas, las áreas de contacto marcan un profundo acercamiento en la que cada una de ellas se define por su particularidad. Así tenemos que Amerindia, en tanto que columna de las Culturas del Océano Pacífico de América, constituye un modo histórico, social y político, fundamental en las grandes culturas del neolítico.
Al igual que Fenicia, Mesopotamia, Egipto-bantú, India y China, las culturas azteca, maya e inca, siguiendo los comentarios de José de Acosta (1940: 39-42), en su célebre obra de 1638, Historia moral y natural de las indias, ocupan un lugar racional e históricamente central en la historia de la humanidad. Y no simples modos de vida reducidos, por la cultura hispana, a estados naturales primitivos e infantiles.
Existen dos áreas latinoamericanas de gran trascendencia: la región mesoamericana (Kirchhoff, 2019: 5-7) que culmina con mayas y aztecas y la andina del sur, posteriormente inca. No olvidemos que Mesoamérica y lo que después será el imperio incaico, se constituyeron en aquel proceso por el cual habitantes del Este de Asia penetraron desde hace unos 40 mil años en América por el Estrecho de Bering. 35 mil años después los nómadas comenzaron asentarse en diversas geografías del continente para luego dar origen a las comunidades agrícolas. A partir de esa larga tradición autóctona con influencia neolítica de los navegantes de Polinesia, aparecieron en el extremo oriental las culturas urbanas amerindias en las zonas montañosas: de las cordilleras mexicanas hasta los Andes. Fueron culturas con sistemas políticos altamente desarrollados.
La complejidad urbanístico-política de esas regiones representó no sólo diseños arquitectónicos con profundas orientaciones cósmico-religiosas, calendarios astronómicos que trazaban los ciclos agrícolas organizadores de la vida privada y pública, registros simbólicos que definían los rituales del poder, las fiestas y las guerras, sino también, estructuras formalizadoras de sistemas administrativos (tributarios) controlados por lo que hoy llamaríamos Estado ( y en el que se manifestaron unidades sociales diferenciadas: el calpolli (clan intrafamiliar), el tlatoque (gobierno colectivo) o calmécac (escuela de sabios), para el mundo azteca (Milbrath, 1975: 36, 45-48; Florescano, 1998: 34-55). Mientras que para los incas fueron la pataychaqra (comunidad agrícola), el tampu-ayllu (casa del ejército) y el callalli (casa de la escritura o escuela de sabios), según la literatura incaica (De la Vega, 1995: 13, 22, 67-89).
En efecto, de Alaska a Tierra del Fuego, Amerindia representa no sólo un momento específico de la sabiduría crítica milenaria, sino también, una línea creadora y propositiva de lo político y de sus formas de organización social. Pues considero que así como son importantes en la historia de las ideas políticas textos clásicos como La República (Platón) o el Ensayo sobre el gobierno civil (J. Locke), también lo son los códices políticos de los tlamatini aztecas o los amautas incas, filósofos de aquellas épocas. Si para Platón el mito fundante de la República estriba en el consenso secreto de los sabios según el cual es necesario construir estructuras de creencia en la que los miembros de la polis acepten el orden y la norma como producto emanado de la divina tetractys o del orden cosmogónico y transmitido por oráculos (Platón, 2012: 45-67), así también ocurre con la fundación con el Mul tepatl o Estado teocrático maya, por ejemplo.
La creencia de que un poder transmundano “exige” el orden del espacio ocupado por los mortales para bien de ellos y de la reproducción del cosmos, constituye la narrativa mítica de cualquier orden político. Locke, desde una perspectiva secularizada en la Europa del siglo XVII, también señalaba que todo orden social debe estar sometido a un poder político constituyente. A diferencia de la “cosmopolítica” de Platón o de aztecas y mayas, Locke interpreta la organización social como un producto humano, en que los particulares le conceden a un gobierno, emanado por ellos mismos, la tarea de administrar las libertades particulares, pero todo en función también de un orden ineluctable.
Si para la tradición Amerindia el orden social, político, religioso, económico, dependen de “discursos” expresados en topónimos, códices y actos pedagógicos orales, por su parte para Platón y posteriormente Locke, la estructuración de la sociedad es regulada por dispositivos discursivos escritos a través de normas, leyes y Constituciones que tienen inspiración divina (creencia que va de Hesíodo, pasa por Anaximandro y llega a Platón) y humana (perspectiva lockeiana, aunque hay ciertas hipótesis que señalan un secularismo político aparente, pues, Locke también piensa que el entendimiento humano está organizado por cierta divine inspiration).
La matriz nativa
¿Dónde está la ciudad de los dioses?, ¿cómo es el gobierno de éstos?, ¿se gobierna en nombre del orden divino por miedo al caos? Los dioses viven donde habitan los seres humanos y los tratos que éstos tienen con aquellos no son sino aspectos de los tratos consigo mismo. Donde hay una proyección humana existe una subjetivación mítica, arquetipal. Por eso las historias de los dioses son historia humana (Voloshinov, 1976: 9-14).
Amerindia, al igual que las diversas civilizaciones del neolítico, está atravesada por cadenas discursivas cuya pretensión es interpelar los orígenes y fundarlos en redes de significancias simbólica, genealógica, lingüística, política y económicas. Fundar el orden político en la parusia de los dioses es producto de una racionalización altamente conceptualizada que desarrollaron los profesionales del conocimiento y del poder político de aquellas épocas. Así, la vida privada y pública de las extensas comunidades azteca, maya e inca, son comprendidas a partir de un cosmopolitismo complejo y provocador.
Tenemos que en el periodo preclásico (de 1800 al 100 a.C.) fueron los Olmecas, en las zonas tropicales del Golfo de México quienes fincaron plataformas elevadas de un kilómetro de extensión. Se trata, en ese caso, de la Montaña Verdadera donde se celebraba el origen del universo, se practicaban los cultos pero, sobre todo, representó el lugar público-político por excelencia pues allí se iniciaban guerreros y se consagraban príncipes. De la misma manera sucedió con los mayas en Palenque, donde recientemente se descubrió al rey Pakal en el Templo de la Cruz, descifrándose toda una iconografía de la guerra y el poder político fundados sobre estructuras universo celeste (Florescano, 1998: 67-69).
Así también aconteció en Teotihuacán, el complejo urbanístico más poblado de Amerindia, que en el año 47 d.C comienza la construcción de la Calzada de los Muertos y que es abandonada en el 750 d.C. Teotihuacán, fue considerada la gran ciudad ideal donde la organización política no dependió de autoridades visibles. La organización comunal, la economía de los cultos, el comercio y la normatividad estaban en manos de sacerdotes y guardianes de los teocalli (recintos religiosos de legitimación política) y del Omeyocan (referencia simbólica que alude a la región celeste).
Es importante resaltar que tanto Ometéotl, esencia primigenia o dualidad divina de los aztecas, Alom-Qaholom, Madre-Padre creacionales de los mayas o Cuniraya Huiracocha, Gran Arquitecto de los amautas, constituyen no sólo la genealogía que fundamenta a cada identidad cultural en sus determinaciones etnocéntricas o las racionalizaciones hermenéuticas sobre los diversos fenómenos empíricos (ciclos agrícolas, mediaciones astrales, interpretaciones de los sueños y recuerdos colectivos) públicos y privados sino también y, principalmente, el orden y el poder a partir de la fundamentación mítico-normativa (vivida cotidianamente en los usos y costumbres).
A continuación examinemos dos citas que revelan los contenidos mítico- fundacionales de la matriz nativa (de paso recordemos que quienes lograron la inteligibilidad de la palabra proveniente de las iconografías que tematizaron los momentos cumbres creacionales, fueron los tlamatini y los amautas, los viejos filósofos aztecas e incas): «madre de los dioses, el Dios viejo, yaciendo en el ombligo de la tierra, metido en su encierro de turquesas. El que está en las aguas color de pájaro azul, el que está encerrado en nubes, el Dios viejo el que habita en las sombras de la región de los muertos, el señor del fuego y del año” (León-Portilla, 1979: 93).
En efecto, el «Dios viejo» es Ometéotl, primer principio originario dual. Es Madre y Padre, que en los Códices también se le denomina Abuelo y Abuela (García, 2003: 32-34). Es dualidad desplegada en tonal (coyote y tlacuache), potencia/género (masculino-femenino), dimensión espacial (cielo-tierra), dimensión temporal (oscurecer-amanecer), dimensión agrícola (maíz-fríjol), dimensión astral (sol-luna), dimensión económica (siembra-cosecha), dimensión política (gobernante-gobernado). Ometéotl «yace en el ombligo de la tierra» y vive en la palabra constituida como costumbre. Sin él no es posible comprender la lógica de universo, ni tampoco es posible gobernar sobre la tierra, ni mucho menos recordar a los muertos, pues él es «verdad sobre la tierra (neltiliztli tlalticpac)», en otras palabras, la cosmovisión es el origen de la eticidad del espíritu amerindio.
Lo mismo sucede con la descripción que realizan los amautas del Gran Arquitecto inca, Cuniraya Huiracocha o también llamado Pachacámac: «el gran hacedor del universo, del mundo, el que tiene cuanto es posible tener. Suyas son las chacras, suyo es el hombre: yo” (Duviols, 1979: 93). Para los filósofos incas Huiracocha es, metafóricamente, el ave solar que funda los entes o seres comprendidos en la totalidad. Es el principio generativo del universo. Pachacámac es el orden cosmogónico y «ontoteológico» que siendo unidad divina se despliega polimórficamente sobre sus horizontes de constitución.
Supremo significa divinidad; «fuego» es renovación; «totalidad» es curvatura del universo (es una interpretación parecida a los aztecas cuando hablan del Cemanáhuac o anillo del universo); «tierra» es el lugar de las relaciones intersubjetivas y que define la identidad de la continuidad imperial, política. La tierra es el lugar geopolítico donde se estructuran los mecanismos de interacción social, institucional y de poder; “agua” expresa metafóricamente lo que alimenta la vida humana, pues se dice que Huiracocha “habla con palabras de agua». Sintetiza la relación entre lo inmanente y lo trascendente, lo sacro y lo social.
Las construcciones discursivas de los mitos fundacionales amerindios descubren expresiones que revelan modos de vida en la que sus miembros y usuarios de las cadenas de significancias míticas y metafóricas transmiten creencias y costumbres, comunican normas, alimentan memorias pero, ante todo, reflejan determinada actividad humana, real, sensorial, práctica, objetiva. Efectivamente, eso es lo que constituye la racionalidad del modo de vida de las costumbres y de la actividad política mesoamericana e inca, por ejemplo.
Política de los imaginarios: la guerra y el poder
Los discursos de los imaginarios simbólicos de Amerindia se componen de íconos, glifos y en algunos casos numerales y alfabetos. Los registros indican los lugares y fechas de asentamientos urbanos trazados en figuras humanas y de animales, flora y objetos que están presentes en la cotidianidad. Los dispositivos simbólicos que se encuentran impresos en las tabletas de los Códices y en los tallados de basaltos muestran el orden cosmogónico y de pertenencia. Es importante recalcar que la compleja red de símbolos, suelen ser las fuentes históricas que definen la identidad de cada particularidad cultural de Amerindia. Pero no sólo eso, también dan cuenta de la organización de comarcas, confederaciones y Estados mutiétnicos. Narran guerras, describen movimientos poblacionales y fundamentan los usos y costumbres.
Los Códices son registros que, entre otras cosas, ayudan a historificar las grandes epopeyas de la construcción de comarcas e imperios. Ahí se encuentran los sistemas de administración de justicia, las normas comerciales (tributarias) y, ante todo, se destacan los momentos propicios para la consagración de los príncipes, las formas de conservar el poder político y las estrategias de expansión y lucha militar. Así tenemos que entre los aztecas, mayas e incas las estructuras simbólicas eran racionalizadas y reseñadas analítica y estéticamente en los grandes Códices para después “normativizar” las relaciones intersubjetivas, cotidianas, de los diversos participantes sociales.
Con justa razón, dice Enrique Florescano, que «la reelaboración mexica de los mitos desembocó en una reconstrucción retrospectiva de su pasado, hecha cuando los aztecas contemplaron sus orígenes desde la cúspide del poder adquirido y decidieron rescribir ese pasado, con un sentido que correspondiera el presente glorioso a un futuro aún más prometedor” (Florescano, 1998: 123-128). Sentirse el pueblo escogido implicaba reconstruir el pasado que dignificara su identidad. El primer dispositivo mítico-simbólico que utilizaron para justificar su epopeya migratoria fueron las figuras mitificadas de Aztlán, lugar norteño que encubría su pasado al que pertenecían históricamente y Chicomóztoc (lugar de las siete cuevas) que representa el origen de las diferentes tribus chichimecas a las que pertenecieron los mexicas o aztecas. Al lograr la fundación de México-Tenochtitlán se echó mano de efemérides gloriosas de la cultura tolteca, diciéndose provenir los mexicas de la ciudad política ideal (Teotihuacán).
Es muy importante recordar que una de las deidades importantes es Huitzilopochtli, pues fue quien los condujo a la tierra prometida. Esa deidad se caracterizó por su belicosidad y su deseo de dominio (de ahí su enfrentamiento constante con Quetzalcóatl (serpiente emplumada) máxima representación del poder político teotihuacano). Los aztecas se inspiraron en esa deidad (Huitzilopochtli). México-Tenochtitlán se funda, por tanto, en las aporías míticas del destino y al amparo de su dios protector. Sin embargo, históricamente, los aztecas la fundan no por inspiración divina, sino como resultado del conflicto y del tortuoso peregrinar por la periferia de la comarca tenochca, soportando desprecios y humillaciones de los gobiernos de Azcapotzalco, Tezozomoc, Colhuacán, Xaltocan, Chalco y Xochimilco (Florescano, 1998: 35-47).
Las interrelaciones de los diferentes gobiernos se deben a las políticas de demarcación geográfica en el que la guerra constituyó la pieza clave, pues gracias a ella se reorganizaron las diferentes unidades políticas, se determinaron los linajes, el alto mando militar, la comunidad intelectual (los tlamatini), las instituciones educativas y se establecieron las reglas distributivas del trabajo y la producción. Las mercancías fueron administradas de dos maneras: primero, aquellas que servían para la satisfacción de las necesidades (alimentos), segundo, las que fueron ornamento y cuya función principal fue de tipo religioso-político. Las plumas de quetzal y artesanías realizadas en oro, jade y obsidiana, por ejemplo, eran utilizadas en los rituales de iniciación-ascensión al poder político. Caracoles y pieles de animales [ocelotl (tigres) y quauhtlin (águilas)] expresaban el poder militar.
Sin temor a equivocarme, Tenochtitlán fue fundada en el lugar de la piedra de agua alusiva a la tierra vacía, la tierra a colonizar, al nopal (cuyos frutos son los corazones humanos), el águila (representante del poder celestial sobre la tierra) y al atl tlachinolli, símbolo de la guerra sagrada (algo así como la llamada Casa de Guerra de los musulmanes) que nutre al sol y asegura el equilibrio cosmopolítico. Ese símbolo guerrero presupone la referencia del origen fundacional de México-Tenochtitlán (Florescano, 1998: 12-19). Cabe señalar que la piedra de agua no sólo denota una expresión metafórica que indica un proceso de la urbanización, sino ante todo, las instituciones. Tenemos que la partícula atl significa agua y tepetl expresa tierra sólida. Por lo tanto, Altépetl hace referencia al pueblo asentado en un lugar. Dicho lugar es un espacio público-privado donde se estructuran los mecanismos institucionales, administrativos, coercitivos del mundo de vida azteca.
Bajo esas condiciones apodícticas de la fundación se constituyó la institución Estado teocrático gobernado por el sacerdocio. Lo religioso estaba al servicio de lo político, como se advierte con toda claridad ente los mayas y los zapotecos de la época clásica. En todos esos casos «la religión y sus funcionarios son una parte del aparato de legitimación y de gobierno, pero nunca un poder autónomo” (Códice Ramírez, 1989: 37). Por autonomía política debe entenderse la capacidad libre y autosuficiente, capaz de darse leyes a sí mismo. Esa definición de autonomía no era aplicable para los azteca pues no olvidemos que el poder político (aunque estuviese centralizado en un individuo) estaba limitado por las Confederaciones que no eran otra cosa sino la coordinada alternancia de los gobiernos distintos (Mul tepal).
De manera independiente a las complejas estructuras de poder administrativo, “legislativo” (la cláusula del código de Motecuhzoma, por ejemplo, restringía la participación pública del soberano) y jurídico (las leyes del Estado), nunca se soslayó el papel simbólico-religioso. Pues la habilidad de gobernar dependía de las virtudes que deberían ser desarrolladas eficientemente por los responsables del orden comunitario.
De la misma manera sucedió con la formación del imperio incaico que se sustentó en fundamentos cosmo-teológicos. La ciudad de Cuzco se inicia cuando es proclamada por el Padre Sol, Pachamarca (Pueblo del Universo). Huiracocha, Gran Arquitecto o Ave del Cielo, Pachamarca son uno y el mismo. La fundación de K’osk’o (Cuzco) dependió de una especie de teología solar fundadora de los entes que conforman la totalidad cósmica. Los primeros gobernantes sobre la tierra fueron los Reyes quienes, por órdenes de Huiracocha, distribuyeron a los seres humanos en diversas regiones. Más sólo pocos tuvieron el privilegio de habitar la «tierra con el arco del sol” o sea una especie de tierra prometida. Pero no solamente repartieron sobre la faz de la tierra la vida humana, sino también animales y vegetales, montañas y lagos, ríos y mares. En esa distribución natural, también se distribuyeron los oficios y los modos en que los humanos habrían de organizarse y gobernarse.
En la labranza varones y mujeres aprendieron a organizarse y a distribuir el trabajo. El trabajo agrícola constituyó la primera experiencia de participación política. A partir del trabajo comunal se diversificaron las múltiples funciones sociales. A las instituciones educativas representadas por los amautas o filósofos se les nombró Callalli. En ese sentido, se produjeron diferenciaciones de unidades sociales dando origen al aparato del poder político que, además, era legitimado por narrativa mítico-solar (Krumpel, 2015: 39).
Existe poca información que permita la reconstrucción sistemática de las reglas del poder político (a excepción del sistema de vasallaje, judicial y educativo). Lo importante para entender los juegos simbólicos del poder incaico es puntualizando, por ejemplo, la ceremonia de entronización del Inti raimi o el futuro gobernante elegido. Es muy importante recalcar que lo privado era un momento constitutivo de lo público. No había tal divorcio. En efecto lo privado, representado por lo familiar y religioso, superado estaba cuando el primero, gracias a los rituales, se convertía en asunto público, en fiesta del pueblo y, además político. El espacio público-político era administrado por la casta hegemónica incaica.
Instituciones y comunidad de participación
Los organigramas de las estructuras políticas en el mundo amerindio están sustentados por una compleja teología arquitectónica del poder. Para los mexicas (aztecas antes de convertirse en el principal poder imperial mesoamericano) la dialéctica entre ellos y los dioses está representada por el Huey tlatoani (el gobernante-sabio) y Cihuacóatl (pareja del gobernante). Las iconografías del Códice Borgia (2019: 18, 22, 51-53) revelan constantemente diálogos entre él y ella (la pareja siempre dual: día-noche, sol-luna, maíz-frijol) aunque la mayor responsabilidad está cargada sobre los dioses y sus mensajes (destino) para el Huey tlatoani. En los topónimos es interesante observar que dichos diálogos siempre acontecen en espacios o recintos privados. Es en el espacio público donde el varón gobernante aparece como figura central. Cihuacóatl, bajo la simbología mítico-política, es la mujer serpiente o también se le conoce como la Diosa Madre (madre del género humano) que daba siempre a luz gemelos.
Es importante resaltar que Cihuacóatl, según Garibay (Hieden, 1988: 40-42) era el principio femenino del pueblo. Su vínculo material a éste es a través de la serpiente la cual hace referencia última a la tierra (de ahí su parentesco con la Coatlicue, que en la época colonial será llamada Tonantzin-Guadalupe). Pero Cihuacóatl no solamente simboliza la unión del pueblo con el tlatoani, sino que también actúa como eje ordenador de la comunidad por medio del aparato militar. Ella hace referencia a la unidad filial. Ambos constituyen un doble principio de cohesión e identidad. La milicia, juega así, un papel central en todos los procesos del orden coercitivo de la sociedad mexica y, representa también, un dispositivo guardián de las fronteras imperiales. En ese sentido, el mito del poder militar encarna en tlacaélel, poderoso señor del ejército azteca.
Por medio de los diagramas del poder público-privado del reinado azteca, se puede comprender el orden celestial. Aquí cabría señalar la importancia de la “cosmopolitéia” del México-Tenochtitlán. Pues si los dispositivos mítico-simbólicos permiten legitimar estructuras histórico-sociales concretas, entonces, se trata de la ley (divina) en la tierra. Si es así, es comprensible el por qué los aztecas creían en su destino delineado por inspiración divina. Eso permitió que las estructuras del poder político se sustentaran en cadenas complejas de topónimos teológicos. No obstante, es completamente inteligible cuando los funcionarios (sacerdotes) más cercanos al Tlatoani recién investido le indicaban lo siguiente: «ya salió el sol (el soberano) (…) este día se tomó a encender la candela y la antorcha que ha de ser luz de México (…) y has de salir a ver las estrellas para conocer los tiempos y signos de ellas y sus influencias y lo que amenazan. Y saliendo, hagas la ceremonia de bañarte y limpiar y luego contemplar los lugares escondidos de los cielos y los nueve dobleces de él, y juntamente has de descender al centro de la tierra, donde están tres casas del fuego” (Hieden, 1988: 44-46).
En efecto, las «tres casas de fuego» representan los tres niveles sociales del orden político institucional: a) el Huey teocalli que es el espacio público-político por excelencia donde solamente participan el Huey tlatoani, los sacerdotes, y el consejo de ancianos. Es un especie de amalgama que podríamos denominar clase política; b) el Tlacatecalli o fuerzas militares que representan el poder coercitivo y c) el Altépetl considerado célula básica del orden socio-económico. Este último hace referencia a la ciudad. Es el espacio público donde converge el pueblo en general. La «primera casa» administra los poderes político, económico, comercial y simbólico. La «segunda casa» ordena coercitivamente a la comunidad y representa, de manera formal, la constitución del reinado o Estado y sus “normas” morales. La «tercera casa de fuego» no solamente hace referencia al pueblo a través de los calpolli, sino también, a la forma en que son reproducidos en los colectivos comunales los juegos reales del mando y la obediencia.
Existe una polémica a saber: ¿el Huey tlatoani es un emperador –semejante al César– o es un monarca absoluto -a la manera de Hobbes-, en el que se concentra el poder total? o bien, ¿su poder es limitado a través de las confederaciones que, en un sentido estricto, son el poder del pueblo representado por unidades populares calpolli? No olvidemos que el Altépetl se organizó con base al calpolli (grupos interfamiliares) que, a su vez, cada uno de éstos tuvieron su tlatoani o rey local elegido por ellos. El grupo de los tlatoani conformaban la gran Confederación.
Así, los calpolli y sus representantes fueron una especie de poder social representativo frente a los administradores del poder político. Tanto en los Anales de Cuauhtitlan y los Anales de Tlatelolco, el poder del gobernante no era absoluto, sino que estaba mediado a través de los órganos populares de participación (Florescano, 1998: 66). En segundo lugar las Confederaciones constituían, a su vez, otros dos órganos centrales importantes: una especie de asamblea electoral y el consejo de ancianos (asesores del Huey tlatoani). La primera tenía como misión nombrar al supremo gobernante y al jefe del ejército (tlacatecuhtli). Por su parte el consejo, además de reservarse la consultoría al gobernante, podía nombrar a doce miembros vitalicios que por su responsabilidad pública, honorabilidad, edad y sabiduría, eran seleccionados. En el Códice Boturini aparecen esos doce sabios consultados por el supremo gobernante. Se trata, en efecto, de los doce tlamatini o profesionales del saber filosófico: la comunidad intelectual (Durán, 1979: 22-28, 64, 88).
Sin embargo, ¿cuáles eran los mecanismos de la política imperial azteca en relación con las demás comarcas o reinados? Su estrategia militar fue de extraordinario proceso de ejecución. En efecto, la primera relación que tuvieron, previo a su asentamiento y después de él, fue de amistad-enemistad. Esta relación era definida por las guerras floridas pues a través de éstas se procesaban los conflictos comunitarios y se reagrupaban las diversas fuerzas o unidades políticas (Monjarás-Ruiz, 2016: 241-248). La política entre los aztecas era entendida en términos de guerra, coercitividad, subordinación y exigía, de los sometidos, reconocimiento al poder imperial. La dialéctica del «imperio-comarca» («amo y esclavo» -recordando a Hegel-) predominó cerca de 250 años, según la crónica de Monjarás-Ruiz (2016: 250-252). Pero volvamos al interior de las estructuras institucionales del poder en los aztecas.
El espacio público-político era el Huey teocalli (lugar que equivaldría a la Sala de Maat entre los egipcios) en el que solamente participaban gobernante, órganos consultivo y electoral, nobles y sacerdotes. Es también interesante observar que existen dos teocalli: uno dedicado a Huitzilopochtli (en forma de colibrí) y otro a Tláloc que por su simbología también podría ser Quetzalcóatl. Lo interesante de ambos diseños es que sobresale y se impone Huitzilopochtli por encima de las otras deidades. Se trata de la lucha entre dioses. Uno representa el poder sobre la tierra y los otros (que además eran venerados por las comarcas sometidas) sus vasallos. El mito de copil expresa perfectamente cómo Huitzilopochtli o águila imperial se postra sobre el tlepetlque o pueblo.
Un paso más, al conjunto de las «tres casas de fuego» (gobernantes, ejército y Pueblo –a través de representantes del calpolli–) formaban el Estado en el que las decisiones eran resultado de un ejercicio participativo entre los diferentes grupos sociales. En los Códices constantemente aparecen encuentros dialógicos entre los miembros de la casta política representada por el gobernante, sacerdotes, militares y representantes populares. Esa especie de pragmática comunicativa simbólicamente era dibujada en forma de cruz, la cual no solamente reflejaba una simbología mítica, astral y geográfica, sino también, expresaba la cartografía del poder político. Seguramente los responsables del Estado sabían que la educación, basada en una especie de consenso participativo, era condición necesaria para la conservación de la «comunidad de vida” (Altbach, 2015: 152).
En cuanto al mundo político de los incas se refiere, su forma de gobierno también adquirió notable desarrollo de convivencia comunal donde nuevamente la relación entre teología y política fue bastante estrecha. Un pilar del imperio era Sepa-inca, es decir, el gobernante supremo descendiente directo de Inti, el dios Sol, de cuya divinidad participaba profundamente. Se le llamaba también «Hijo del Sol, bueno y amigo de los pobres». A su vez el Inca (el gran gobernante) era acompañado por la nobleza formada por los viejos linajes ubicados en las inmediaciones de Cuzco.
El calendario político era un calendario cosmogónico (Florescano, 1998: 22). Si así como al Huey tlatoani azteca en su momento de entronización era desnudado, bañado con aceites y flores y separado de la vida pública (durante 22 días), en efecto, también acontecía con el Inti raimi. Acompañado por sacerdotes y nobles era conducido a la Puerta del Sol y allí rendía culto a los Antepasados, especialmente a Huiracocha. Posteriormente era transportado a una cueva o caverna, lugar de los espíritus (Huacas) y de la luz (contrariamente al mito de la caverna de Platón donde habitan las penumbras, la ignorancia y el mal). Finalmente era puesto frente a la Pakarina (piedra sagrada), la cual simbolizaba al Antepasado (humano, animal o vegetal -o quizá todos-). Dicha piedra también era conocida como markayok. La pleitesía alcanzaba su máxima expresión cuando éste dirigía un discurso al pueblo.
Las diversas instituciones político-sociales, económicas y educativo-religiosas estaban fuertemente enlazadas con el campo o ayllu. La tierra no solamente representa el lugar del asentamiento urbano para construir la ciudad y en ella la producción y reproducción de las instituciones y del mundo de vida, sino también, expresa su fuerte atracción simbólica y religiosa. Sin la integración equilibrada entre las fuerzas humanas y las naturales no era posible concebir un orden cosmopolítico (López-Austin, 2002: 10-22; Krumpel, 2015: 19).
Conclusiones
De los aproximadamente 60 millones de habitantes que se calcula había en América en 1492 se eliminó a las dos terceras partes en los primeros 50 años. Pensar no es solamente revalorar y tematizar procesos históricos proveedores de claves para entender el presente, sino también para representar adecuadamente las realidades históricas que ayuden al debate teórico y a la resignificación crítica de aquellas historias borradas por el relato hegemónico excluyente con el que inicia el sistema-mundo colonial capitalista (Wallerstein, 2016: 11).
Hablar de las fuentes históricas de Amerindia y del papel de “lo imaginario” de las concepciones de lo político, el poder, la educación (en términos de relato oral o testimonio empírico) permite ofrecer herramientas de análisis para entender el pasado y cuestionar el presente. El nacimiento de las ciudades-Estado en casi todas las civilizaciones del neolítico, está en estrecha relación con una especie de culto religioso expresado con dispositivos mítico-simbólicos reguladores de la vida público-política. Pienso que las sociedades amerindias se instauraron sobre las bases de una forma de integración del conjunto de componentes sociales reunidos sobre el territorio. La organización del culto fundó las grandes ciudades.
Con los santuarios o teocalli, por ejemplo, el culto se estabilizó el ritual hundió sus raíces en el suelo y se convirtió en el lugar de arraigo y en mediación dialéctica entre humanos-dioses, pueblo-gobernante, unidos a una territorialidad concreta o lugar mítico-histórico de pertenencia e identidad (León-Portilla, 1996: 45, 67). Las sociedades amerindias se consolidaron gracias al poder convocatorio de los imaginarios simbólicos administrados por sacerdotes y gobernante, principalmente. Justamente, los mitos, expresados en cultos, fueron capaces de reunir a grupos errantes y comarcas geográficamente lejanas bajo una perspectiva religiosa dominante. Así tenemos que la figura mítica de Quetzalcóatl, por ejemplo, de procedencia teotihuacana y subsumida por el imperio azteca, se extendió por varias regiones del norte del país y alcanzó a influir incluso en el sur maya.
Por tanto, la cohesión social y territorial fue obra del culto a través de juegos de conflictos y alianzas. Sólo por mediación de los rituales se pudieron lograr acuerdos, repartos y exclusiones que configuraron las fronteras espaciales y sociales de los complejos urbanos amerindios. Algo similar también ocurrió en otras civilizaciones, por ejemplo, los griegos de la época clásica llamaron al territorio donde se asentaron los habitantes ónfalos (ombligo de la casa). Ese lugar era un símil del espacio donde habitaban Zeus y todos los dioses inmortales. El ónfalos es lo común a todos (ta koiná). Por tanto, ese lugar es donde todas las cosas comunes se debaten por todos los miembros de la comunidad de ciudadanos (demos). Ahí también no sólo rigió la isonomía o igualdad entre los ciudadanos de la polis, sino también, los motivos mítico-cósmicos: la divina tetractys griega (González, 2004: 26-29).
Es importante resaltar que lo político no sólo fue considerado como un monopolio del poder, la coacción (a través de tributos de las comarcas al imperio) y la violencia (por medio de las guerras), sino también como un oficio respetable y responsable del gobernante con respecto a sus gobernados. Aunque los pueblos amerindios no construyeron la terminología de lo político, en el sentido “moderno” que hoy entendemos, sin embargo, se deduce su significado a partir de otros elementos conceptuales (“servir”, “hacer justicia”, “posee las cosas de los hombres”, “cuida lo que es común de todos”) siempre referidos a la organicidad de la vida, de comunidad y a la reproducción simbólica de la política a través de la educación (De la Torre, 2019: 58-66).
Para ir concluyendo, quiero citar un párrafo que denota una visión altamente desarrollada sobre el acto político-pedagógico que tuvieron los fundadores originarios de América. Se trata de una censura realizada por el consejo ancianos de la comunidad Cúes al noreste de Michoacán y que data pocos años antes a la destrucción de México-Tenochtitlán (1521). La censura tiene que ver con la responsabilidad ética e histórica del gobernante. Dice así: «Sé obediente y trae leña para los Cúes (…) entra en la casa de los papás a tu oración y retén los vasallos de nuestro dios Kuricaveri que no se vaya a otra parte, y no comas tú sólo tus comidas, más llama a la gente del común y dales de lo que tuvieres; con esto guardarás la gente y la regirás (…) papá mayor, Señor mío, mirad cómo os a honrado vuestros caballeros y vasallos; pues ya sois señor confirmado, habéis de tener mucho cuidado de ellos (…) habéis de mirar que no sean agraviados (…) los habéis de amparar y defender y tener en justicia, porque todos sus ojos están puestos en vos. Sois los que los ha de regir y dar cosas en las cosas de guerra, tengás mucho cuidado, has andar al sol y a la tierra” (Relaciones de Michoacán y Motolinía, 1972: 10, 23, 25).
A partir de la cita textual anterior, como bien señala Enrique Florescano (1998, 34-42), el acto político-pedagógico entre la mayoría de los pueblos originarios, tenían como fundamento organizacional cosmogonías dadoras de sentido simbólico, moral e histórico. No podía entenderse relaciones históricas de vida, si no existían referentes mítico-simbólicos los cuales organizaban la vida social, bélica, productiva de las comarcas amerindias. Ese proceso organizacional estaba sustentado en prácticas pedagógicas comunitarias. El proceso educativo era central no solo para reproducir las relaciones históricas entre los gobernantes y gobernados (pueblo, el Altépetl –azteca–), sino también para darle sentido a las prácticas cotidianas de la comunidad. El respeto a la otredad, la conservación de la vida comunitaria, el equilibrio entre la vida natural y comunal y la justicia, en términos de respeto, diálogo y participación equitativa del pueblo en los asuntos públicos, representan, sin duda, claves del pasado que pueden servir hoy en día para discutir el rumbo o el sentido de la humanidad en un mundo contemporáneo donde la violencia y la incertidumbre prevalen a escala mundial.
Referencias
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Fuente: El autor escribe para OVE
* Licenciado y maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctor en Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana. Escritor e investigador en las líneas de envejecimiento poblacional, epistemologías críticas e investigación educativa tecnológica. Profesor en el Tecnológico de Estudios Superiores de Chimalhuacán, México e Instituto McLaren de Pedagogía Crítica. Correo electrónico: mzen357@yahoo.com.mx
Juventud, rock e imaginario social crítico en Latinoamérica y el caribe, 1950 y SS
Por: Luis B. Saavedra M
Nos pidieron un texto «académico» pero como no gustó el «estilo» o que su contenido no se adecuaba a lo demandado, lo ofrecemos sin embargo por este medio para distracción de cualquier «desocupado lector» como decía el historiador Manuel Caballero (Barquisimeto, 1932-Caracas, 2010); de entrada advertimos que su estructura es desigual pero agradable, tal vez porque fue escrito «a la diabla» (o forma de escritura automática) saliendo lo que a continuación se ofrece, así evito además que luego vayan a plagiar de todas formas el texto enviado por incauto, revelando al final la inmensa riqueza cultural de esta región que adapta a su modo expresiones artístico musicales foráneas y las «hace propias» expresando los «modos de vida» que nos caracterizan entre lo que no es menos nuestro amor a la libertad e indignación por la injusticia.
I
El siglo xx desde su medianía, 1950 en adelante, se puede decir que es el siglo de la cultura de masas. Su principal factor viene a ser la televisión. Este medio o instrumento impulsó un fenómeno de particular interés, a saber, la estética visual, con el sonido de armonías precisas de altos decibeles en la guitarra eléctrica y una lírica recitada con desenfado que, a su vez, representa una proposición nueva sobre el hombre y la mujer en el tiempo contemporáneo y actual, cuyo tejido social fue devastado ácratamente, tanto con la II Guerra Mundial como con los demás conflictos bélicos llamados regionales.
En ese contexto la juventud buscó reconfigurar sobre nuevos planos filosóficos la existencia. Su ser, sus valores y organización social e institucional, esto es, busca nuevas claves de razón práctica. Todo lo cual es recogido con bastante fidelidad por la Carta Fundacional de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, además la canción «Imagina» de Los Beatles, entre otras recogió ese nuevo imaginario social crítico con una propuesta de paz universal.
Sin embargo, la cultura de masas es también la de la publicidad de base psicológica conductista. Esto es, que modifica conductas, genera necesidades, sensaciones y expectativas que supuestamente encuentran su «realización plena» en el mercado de consumo de cualquier tipo de productos industriales, materiales y simbólicas. Una de estas es la música, que según Kant como tal tiene un fin en sí misma: reflexionar, elevar el intelecto, contemplar o acompañar diversas actividades productivas, comerciales, políticas, reconstruir eventos épicos o bélicos. Como también entretener. Evadirse del mundo harto conflictivo y/o recrear imágenes fantasmagóricas, ya que recordando a Nietzsche un mundo sin música sería monstruoso, aunque el bueno de Platón pensaba lo contrario, a saber, que los poetas no hacen sino recrear la realidad del mundo, pero no la describen de manera precisa en sus leyes fundamentales (República, libro X). Sin embargo, ya en su tiempo el teatro y la poesía interpretaban dimensiones muy precisas del universo moral mejor que cualquier otra vía del conocimiento.
En ese sentido, el rock constituye un género de nuevas estéticas y con múltiples funciones psicológicas, sociológicas y hasta políticas, reafirmación de identidad personal, formación de subculturas, crítica social o simplemente hecha por gusto y fines mercantilistas (mercancía para las masas). Al respecto el investigador español-francés Ignacio Ramonet (en entrevista dada en 1993) acota que de ello se pudiera derivar una cierta teoría social de alcance medio sobre la cultura de masas: la que describe un modo de vida urbano-industrial occidental; sobre todo a partir de la semiótica de espacios como «La estética de los noticieros de televisión», donde el espectáculo es un tópico fundamental «con sus ficciones de masas en el cine y la televisión en la década de 1980» (p. 21) que definen un estilo de vida: el de los famosos como ideal a seguir.
Así, la juventud después de la II Guerra Mundial y dese los años de la década de 1960 comenzaron la construcción de una nueva identidad juvenil que tomó como factor determinante la estética, ética y política del rock. Esto es, como filosofía de la práctica. Muy en relación a lo que Villena (1975) sugiere como una operación de doble vínculo. A saber, la de negación y afirmación al propio tiempo. En este caso, negación de la cultura formal tradicional pero como «afirmación de valores opuestos o nuevos» (p. 11).
Valores políticos, morales y estéticos-literarios que aspiran superar ciertas nociones muy ancladas del cientificismo de tradición positivista o empírico-analítico, junto con el taylorismo de la razón instrumental de las organizaciones modernas, que padecen el efecto del reduccionismo antropológico: la del hombre organizacional o de masas; una visión fragmentaria de la realidad social y humana, por la que todo se reduce al pragmatismo, la utilidad marginal de la ganancia monetaria, bajo lo cual se esconde el egoísmo como pulsión básica. El puritanismo, la moral familiar y la piedad fingida, son sus otros elementos subrepticios pero que esconden el prejuicio de la imposición de gustos de la élite, impuestos como «verdades únicas». Al respecto, de Villena (1975) sostiene que:
«Delinear el origen del actual estado de cosas del mundo occidental, supondría investigar raíces históricas muy profundas. Y no es este el propósito de este libro. Supondría (digamos de forma muy somera) mencionar la concepción cientifista del mundo, que se inauguró casi con el Renacimiento. Y el cientifismo, aunque supone una paradoja, puede estar muchas veces reñido con la ciencia. Y mencionar también la tradición puritana y mercantilista, que tantas veces se ejemplifica con estampas de la Inglaterra victoriana, o con alfombrados salones de la próspera burguesía de tantas ciudades (incluso españoles) de finales del siglo XIX. Supondría, además, mencionar la continua insensatez de la guerra. Pero con esto estamos ya en realidades más cercanas. El terrible cataclismo de la II Guerra Mundial, supuso, por un lado, la inauguración de buena parte de las tensiones actuales (terror atómico, política de bloques, etc.), pero supuso, por otro, el primer embrión de desengaño, y la primera sacudida para algunas conciencias» (Pp. 11-12).
Un ejemplo de lo anterior dicho sobre el sacudimiento de conciencias y la cultura de masas, sus desafíos estéticos y crítica en sus proposiciones viene a ser Mercury Quenn, una estrella del rock que en 1981 presentó una serie de cuatro conciertos cuyos videos fueron presentados del 27 de julio al 2 de agosto de 1991 en la casa Rómulo Gallegos, en Caracas, en un evento denominado «Tertulia Queen». Estos cuatro conciertos fueron: We will rock you, rock in río, magic queen live in Budapest, rock very magic live at Wembly’ 86.
Según Alfonso (1992) al comentar esa actividad aprecia que tales conciertos: «Todos con excelente imagen y sonido. El primero resume de algún modo la gira europea del grupo en 1981, año de las presentaciones en los países latinoamericanos» (p. 81). Por su parte, la alusión a la estética que subvierte lo establecido se destaca cuando Freddie canta «love of my life», «We will rock you» y «We are the champions», en especial esta última composición cuyas estrofas «Ustedes me dieron fama, fortuna y todo lo demás/ Se los agradezco», hace delirar a la audiencia ya ambientada con la invitación de Freddie a quitarse las ropas, tras estos otros versos: «He venido a venderles mi cuerpo/ Les puedo mostrar buena mercancía», de la canción «Le me entertain you» (ídem).
II
Todo esto no es sólo una puesta en escena. Es una metáfora, la de la desnudez con fines establecer un rompimiento de las normas cívicas y morales del establishment en lo físico y moral; una operación realizada desde la afectividad humana y las estructuras cognitivas, la emoción y la razón. Conforma una experiencia sensible y de ahí los conciertos para tal fin constituyen performance única, de sonido, interpretación en vivo y videos que envuelven los sentidos al extremo, en el límite entre lo apolíneo y lo dionisiaco.
En ese orden los conciertos de este género musical son los herederos de los iniciáticos espectáculos de Woodstock 3 días de música por la paz (1970-71), de la época que Quenn llama «The Fundations» y que comprende los períodos La banda, Primera Época, Realizando los Videos y En el Estudio, a lo que Alfonso (1992) agrega lo siguiente: «Desde la irrupción de la Queenmanía en su primer Tour japonés en 1974 hasta la presentación de la banda al frente del Festival del Rock más largo del mundo, 35 mil personas en Río de Janeiro, 1985, este volumen sigue el desarrollo de Queen como banda de conciertos con películas de shows nunca antes vistos» (p. 82).
Es la realización completa de la cultura de masas que define perspectivas en varios planos del conocimiento racional abstracto en la episteme moderna y la experiencia emocional ética y estética, una especie de umbral entre la vigilia y el sueño o la ensoñación, lo que hace parte de la creación poética y literaria en general, ya que como sostiene Linton (1959):
«Puesto que los demás individuos constituyen un elemento del medio ambiente del hombre, las condiciones que pueden conducir al registro de esta necesidad son casi continuas. Por otra parte, los seres humanos nos encontramos tan sujetos y condicionados por la presencia de los demás que tenemos una poderosa propensión a proyectar este factor humano hasta sobre las situaciones en que dicho factor no existe» (p. 99); de donde se tiene que la cultura desempeña un importante papel en la constitución de la personalidad, siempre diversa según los patrones fundamentales, por eso concluye el referido autor que:
«Todos los antropólogos que han llegado a conocer íntimamente los miembros de las sociedades no europeas están de acuerdo, en lo fundamental, sobre ciertos puntos, que son: 1) Los patrones de personalidad difieren según las sociedades; 2) los miembros de toda sociedad siempre muestran una gran variabilidad en cuanto a personalidad; 3) en todas las sociedades se encuentran casi al mismo campo de variabilidad y casi los mismos tipos de personalidad. Aunque los antropólogos basen estas conclusiones en observaciones informales, parece que los resultados de ciertas pruebas mentales objetivas las corroboran. Las series de Rorschach, procedentes de diferentes sociedades, revelan patrones distintos para dichas series, consideradas como todos. Pero también revela un amplio campo de variabilidad individual dentro de cada serie y bastante yuxtaposición entre ellas. Aun careciendo de esta prueba, el consenso de opinión de los expertos en estas cuestiones no puede desecharse fácilmente. A falta de informaciones más completas y exactas, está justificado aceptar estas conclusiones como ciertas y tomarlas de punto de partida para nuestra investigación del papel que desempeña la cultura en la formación de la personalidad» (Pp. 132-133).
La distinción o separación como también dice Linton (ob cit) entre el temperamento constitutivo natural y la personalidad adquirida mediante el proceso cultural parece ser muy tenue, pero constituye una «configuración dinámica cuyas partes guardan una relación recíproca tan íntima, en tal interacción constante, que es muy difícil saber dónde se encuentran las líneas de demarcación» (p. 92).
III
En secciones previas se ha intentado realizar una aproximación general al asunto que se anuncia en el título de este texto, a saber, la juventud, la música rock y la construcción personal y social de la identidad cultural del segmento juvenil en el tiempo histórico que va de mediados del siglo XX a lo que va del XXI en Latinoamérica y el Caribe de habla hispana específicamente, aunque se hacen las conexiones a que haya lugar con el taxón inglés o francés por ser raíz lingüística de la expresión musical del rock desde los primeros años de la década de 1950. El propósito viene a ser: comprender la relación entre la cultura regional y nacional, en tanto que subcontinente conformado por una pléyade de estados nacionales en la mediana y la larga duración, que de acuerdo con Braudel (1978) es el tiempo cultural, por ser fenómenos que impactan la conciencia de las personas y sociedades en períodos de cincuenta o más años, que van calando de forma casi imperceptible.
En la elaboración de esta nueva sección se procede, como es propio del discurso histórico y sociológico, a saber, describir narrativamente los procesos socioculturales a que se aluden de manera concreta; en particular, la producción de bienes culturales: piezas musicales, su circulación y consumo, proceso típico de los productos culturales (Rojas, 1995) en el marco de la industria cultural en la trama de un mundo globalizado, potenciado por los medios de comunicación que han convertido al todo el mundo en una aldea de gustos similares (Mcluham, 1963); axioma que habría de cumplirse aún para las creaciones inicialmente contraculturales pero luego son asumidas por las estructuras formales del marketing comercial. Es este un asunto complejo, como reconoce tempranamente Linton (1959) en una obra considerada ya clásica en estos menesteres denominada «Cultura y personalidad» (Breviarios EFE 145).
IV
Es un tema difícil y de muchas aristas porque, en sus palabras, se trata de estudiar precisamente las interrelaciones sutiles entre el individuo, la sociedad y la cultura que textualmente:
«… es el proceso más reciente que ha logrado el hombre en su viejo esfuerzo de entenderse a sí mismo. Este estudio versa sobre el punto de contacto de tres antiguas disciplinas científicas, a saber: la psicología, la sociología y la antropología. Cada una ha seleccionado una serie determinada de fenómenos, ha desarrollado sus propias técnicas y actualmente puede exhibir un buen número de resultados positivos. Sin embargo, cada vez tórnase más evidente que existen ciertos problemas cuya solución no puede darla una sola de estas disciplinas. Se ha utilizado deliberadamente la expresión «ciertos problemas», pues toda disciplina abarca un amplio campo y se ocupa de problemas de muy diversa índole y magnitud» (p. 11).
En verdad estudiar la relación música rock, cultura e identidad en la juventud comporta el compromiso de abordar aspectos de la psicología de la personalidad en sentido estricto peor es un objetivo que escapa a la presente investigación. Se menciona solo para dejar constancia de la complejidad del asunto sobre el que discurre en este informe de investigación, cuestión a la que se refiere Linton (1959) como parte de la «… complejidad de los problemas planteados y de la necesidad de exponer con más claridad algunos de los conceptos que fue necesario emplear para tratarlos» (p. 9); porque, en sí, se trata de describir las relaciones de mutua dependencia entre el individuo, la sociedad y la cultura (ob cit., p. 11), porque los estudios culturales se pueden considerar interdisciplinarios y, en consecuencia, se hallan ligados a puntos comunes entre varias disciplinas propias de las ciencias humanas y sociales; por lo que se requiere de la colaboración de los investigadores, sus teorías, métodos y técnicas al describir y comprender la conducta humana desde varias perspectivas. Por eso el autor que hasta ahora se ha seguido aquí concluye que:
«Los estudios de los antropólogos que versan sobre el proceso y la integración de la cultura han llegado hoy a tal punto que ya todo adelanto requiere la utilización de los descubrimientos de la psicología de la personalidad. Toda sociedad participa de la cultura, la perpetúa y modifica; pero, en último análisis, toda sociedad no es sino un grupo de individuos. Estos son los que constituyen la incógnita que las técnicas antropológicas no pueden resolver por sí solas» (ob cit., p. 12).
La cultura venezolana, latinoamericana y caribeña se desenvuelve en ese contexto y ha sido abordada por autores de la región desde diversas perspectivas teóricas-metodológicas y en épocas también diferentes pero que sin embargo mantienen una continuidad temática, a saber, el asunto identidad personal y colectiva a partir de la descripción geográfica e histórica de la conformación como pueblos indo-americanos, lo cual ha dado lugar a su vez, a creaciones originales en las bellas artes conjugando elementos disímiles, síntesis abigarrada de la totalidad concreta que es la dinámica de «los hombres en el tiempo» (Bloch, 1986).
Cronistas de Indias con su trasunto de mentalidad medieval que miraron con ojos europeos el Nuevo Mundo, como reconoce Uslar Pietri (1998) en su «Globo de colores», memorialistas y anticuarios con su perspectiva nostálgica, poetas de florida imaginación, ensayistas de sutiles requiebres argumentales e investigadores de modernos métodos fenomenológicos-hermenéuticos, etnográficos, histórico-crítico, documental y diseño no experimental y la miríada de teorías literarias; sin olvidar los aportes de quienes ejercen el periodismo cultural en páginas evanescentes de los diarios que reseñan eventos y/o hacen crítica de las pocas, continuas o discontinuas actividades artísticas, publicaciones periódicas, libros y música que recrean el mundo del espíritu, conforman un universo de particular significación en el campo de las representaciones y cuyo mayor instrumento de acción ha sido la producción artístico cultural.
Al respecto Barzun (2005) en su monumental «Del amanecer a la decadencia. Quinientos años de vida cultural en Occidente» (Taurus Historia), al referirse a la creación cultural en la transición del medio evo a la modernidad, su reproducción y circulación en Europa, acota que:
«Ansiosas de novedad en todas las cosas, confiadas de poseer enormes cantidades de conocimientos nuevos, orgullosos de sus nuevos métodos tanto de trabajo como de otras cosas, las generaciones humanistas, armadas de la imprenta, se aprestaron a educar al mundo en todas las artes y las ciencias. Desde la anatomía a la aritmética, desde la pintura a la metalurgia, las imprentas no cesaban de emitir tratado tras tratado. Cuanto más tardía la fecha, menor la probabilidad de que estuviera en latín; la lengua común de cada país era más fácil para los impresores, y el público lector no era ya exclusivamente clerical» (p. 121).
Parte de tal situación cultural fue introducida al Nuevo Mundo Hispanoamericano y en la medida que se amplió el proceso de conquista y colonización también se profundizó en los elementos conformantes de lo que algunos autores como Fagúndez y Marcano (2015) en el opúsculo «Simón Bolívar 1815: Carta de Jamaica» (Ediciones Monte Sacro) dan en llamar las antinomias de los movimientos colonizadores e independentistas, cuyo debate va a estar en el mundo de las ideas e imaginarios que definen representaciones sociales de sujeción a la metrópolis española o libertad en las instituciones o identidades, que van a calar hondamente en «… toda la Sur América» (p. 11); en tanto que nuevo espacio de alteridad o de lo otro-nuevo cuya imagen es la cultura transicional entre la continuidad y la ruptura, en consideración a las condicionantes geo-históricas concretas y/o particulares que definen tipologías específicas, que en general son recogidas en creaciones literarias en diversos géneros.
Por ejemplo, las tesis del antropólogo inglés Peter Wade, autoridad en los estudios culturales en Latinoamérica y el Caribe hace una aproximación crítica sobre el dilema «colonialidad» del pasado y el presente; pero eventualmente por ello mismo se pudiera pensar si estamos cayendo en la falacia de autoridad, nos preguntábamos cuando seguíamos la escolaridad del Doctorado en Cultura Latinoamericana Y Caribeña en la UPEL-IPB, que contrario a lo que algunos piensan, si es que piensan, también se realizan estudios críticos; además, si no constituía un precario expediente echar mano de grandes «Popes» del extranjero cuando se quiere examinar cuestiones de cultura e identidad de América Latina y el Caribe. ¿Es que no hay autores como José Martí en su obra «Nuestra América» que reflexionan con sobrada pertinencia acera de los procesos conformantes de nuestras patrias mestizas? ¿O como canta el gran Darío que rezan a Jesucristo y hablan español? ¿Siempre hay que pagar tributo al eurocentrismo?
Es este el entorno actual polarizado la academia universitaria no ha escapado a ello, si no que al contrario suele ser un ambiente entrecruzado de susceptibilidades y pigmentado de ideologías tenidas por criterios científicos; no todo es malo, sin embargo. Así, se ha establecido, andando el tiempo, una amplia amalgama sincrética pluri y multicultural, qué antes que ser ideología o falsa conciencia y mundo fantasmagórico que oculta desigualdades de índole económico y social, representa un factor identitario y de identidad. En todo caso, ¿cómo leer estos autores que se introducen en el ambiente socio-cultural de América Latina y el Caribe sin genuflexión, como decía Domingo Alberto Rangel que es propio de aquellos indianos que aún tienen el alma sumida en el fango del neocolonialismo?
¿Autores como Wade, tal diría Alexander Moreno, qué tipo de actividad intelectual realizan? ¿Hacen ciencia o ideología? Si es ciencia o ideología, ¿al servicio de quién o quiénes está? En el contexto de los estudios avanzados autores como Wade ciertamente no se deben ignorar, pero sus tesis no cabrían tomarse al modo de verdades reveladas desde la mentalidad euro céntricas, si se considera que la ciencia constituye un saber ampliamente socializado en las comunidades de investigación, por eso en este texto al final se deja abierta la posibilidad de que estas inquietudes no podrían ser sino parte de una aproximación personal y una apuesta nuestra con fines de impulsar la discusión.
Decíamos que este ensayo breve, «como la clara luz de los faroles» (Williams Ospina, dixit), se construyó como participante de la cátedra en el ya mencionado programa doctoral conducida por el Profesor Dr. Luis Paradas, a quien queremos hacer reconocimiento por su buen tino para procesar las diferencias; se propone examinar una tesis del antropólogo inglés Peter Wade acerca del mestizaje, entendido como una especie de parapeto o mampara ideológica para ocultar las diferencias étnicas, en el marco jurídico-político de los estados nacionales de la repúblicas liberales; y se aborda ello desde la perspectiva de la historia de las mentalidades y las ideas, corrientes que abarcan imaginarios sociales y determinan conductas ceñidas a los valores fundamentales del hombre y la mujer en lo moral y civil, base de la actividad socioeconómica y cultural.
Esa mampara ideológica involucra actitudes antagónicas (neocolonial y/o autonomista) que influyen en la comprensión e interpretación de los procesos históricos, demográficos y étnico culturales que establecen ontoguiaturas (Alexander Moreno, diría), con elementos físicos y espirituales intangibles. Todo lo cual se definen y expresan en las formaciones económica-sociales, con sus particulares modos de vidas (tradicionales y modernas), que se yuxtaponen con planos referenciales dispares. Pero persisten ambas en un mismo tiempo y espacio. Aunque un modo de vida, el más fuerte y dinámico, suele imponerse por sobre el otro. Lo anterior algunos autores como Wade consideran que ese estado de cosas es signo de contradicción, lucha y división social.
El antropólogo inglés, reconocido académico de los estudios undergaound acerca de la relación de las etnias en América Latina y el Caribe en los procesos conformantes de los estados nacionales, cuyo factor fundante viene a ser el pueblo mestizo, junto a los fenómenos de la cultura, donde aún se habla español y se reza a Jesucristo (Rubén Darío, dixti); en el marco de lo que Savater (1995, en El Valor de Educar) denomina complejos culturales. Que, con su lengua, lenguaje y los intercambios simbólicos de la psicología y actitudes colectivas, (con el resto de las raíces étnicas), hacen que a pesar de la diversidad de las regiones y climas haya una cierta unidad.
A pesar también de que han sido las élites liberales de mentalidad etnocéntricas las que han conducido los procesos económicos y políticos; debajo de los cuales subsiste la más variada diversidad étnica y socio-cultural, lucha de clases y hasta racismo; de esto último se ocupa el susodicho académico Wade; quien parece que no tiene más oficio que molestar las buenas conciencias de nuestras élites y sacudir a las capas medias profesionales en sus orgullos banales, poniendo en alerta al campesinado, indígenas y negros. Pues, hace ver con facilidad que, en nuestras flamantes democracias modernas, con ciudades principales y risueñas puede haber prácticas de racismos soterrados. Verdaderamente parece un tipo detestable para el statu quo, ya que pone de bulto nuestras miserias y mejores realizaciones políticas y culturales. Juro que cuando el Dr. Luís Paradas me lo hizo leer noté que era un tipo pesado y malasangre e intenté escribir un ensayo académico refutándolo.
En realidad, esa vez no lo entendí. O sería a mi buen profe Paradas que no entendí y era él quien me caía mal, no lo sé. Pero eso no importa a los efectos presentes, en esta segunda lectura. Efectivamente, junto a los procesos productivos de la economía de plantación, industria y comercio y la correspondiente organización jurídico-política moderna, los aspectos anteriores étnico-culturales, comunican sentido de pertenencia, identidad y actitudes de querencia y voluntad de permanecer en estos espacios territoriales a los habitantes de estas naciones.
Sin embargo, Peter Wade, el señalado antropólogo ingles de Manchester, argumenta que el mestizaje, entendido como la confluencia de diversos factores: tales como elementos biogenéticos o filogenéticos de etnia o «raza» (anacronismo que él usa), que crea un nuevo ser o producto (el pueblo mestizo latinoamericano y caribeño, un nuevo género humano que dijera Simón Bolívar, el Libertador; o la raza cósmica de José Vasconcelos); pero el mestizaje, según Wade, representa una falsa conciencia. Esto es, una imagen deformada o fantasmagórica de nuestra identidad. De las anteriores premisas, mayores y menores, como diría mi profesor Heraclio Zaraza en las primeras clases del pregrado en la especialidad en Ciencias Sociales, mención Historia de la UPEL-IPB, 1990-95, cabría concluir que en Latinoamérica y el Caribe no había unidad nacional alguna, por su conformación étnica tan diversa; sino un proceso de balcanización o atomización, ya que hasta el clima es diverso, sus costumbres y modos de vida, de donde se concluiría que: «No hay unidad nacional ni regional posible» y debemos integrarnos a cualquier discurso y práctica política dominante de las naciones y clases dominantes…Ergo, hemos sido territorios neocoloniales porque la civilización occidental se ha universalizado e impuesto como la única posible.
V
Pero eso puede hacerse más notorio en el micro-clima social de una ciudad como Barquisimeto, estado Lara, que al decir de una de sus cronistas tendría una sociología pintoresca, hecha de elementos tradicionales y modernos; con indígenas con sus animales de recuas que a principios del siglo xx aún se dejaban ver por la calle del comercio o Av. 20 (don Hermann Garmendia, en «Barquisimeto hasta 1900»), o con sus campesinos mestizos en tareas domésticas en casas de las familias «aristocráticas» o tradicionales «mantuanas», en cuyos principales templos católicos como la iglesia San Francisco, tenían asientos apartados. Y realizaban «sufragios piadosos» para el descanso de sus almas cristianísimas, (según ha revelado en sus estudios sobre Barquisimeto el Dr. Oscar Barragán Abreu, en revista Tierra Firma, n. 101, mar. 2008).
En efecto, el señalado autor señala:
«Los sufragios piadosos y el sentido de la muerte, en la Nueva Segovia de Barquisimeto (1770-1830), en realidad son dos facetas distintas de una misma cara. Ellos se refieren a la actitud del ser humano ante un problema válido para todas las épocas, como lo es, en palabras de Heidegger, la posibilidad de todas las posibilidades, aquella que nos asoma ante nuestra conciencia la posibilidad del no ser. Es decir, la posibilidad de la muerte. Ante dicho problema, cada época sume posturas diversas; e inclusive, dentro de cada una de ellas, cada grupo social debe asumirlas personalmente, de acuerdo con las circunstancias específicas y radicales. Decidimos abordar aquí, de cara a las condiciones fácticas de las castas de indígenas, pardos, negros libertos y esclavos, a las personas que conformaban, en cierto momento, -1770-1830-, a los principales de la ciudad, en un momento que decidió el destino de todos nosotros: el paso de una sociedad tradicional a un nuevo orden precapitalista y liberal, en el cual, sin darnos cuenta se conformarían nada más y nada menos que los patrones y códigos con que nos juzgamos en la problemática central, exponemos en esta primera parte la perspectiva metodológica y las condiciones fácticas de la ciudad, en relación con las prácticas de los sufragios piadosos y en sentido de la muerte», (Los sufragios piadosos y el sentido de la muerte en la Nueva Segovia de Barquisimeto, 1770-1830…).
En cuanto al problema central que nos ocupa, Oscar Barragán Abreu (op cit) acota que «Es por ello que, para comprender a los grupos principales y, a partir de ellos, a la sociedad barquisimetana, durante el período de dominio hispano desde dentro; teniendo como marco referencial a las redes sociales y el problema educativo y generacional inherente a toda época, – aspecto que, por cierto, este último, en que lo sagrado como modelador de códigos axiológicos y teleológicos, es fundamental que pensemos que era necesarios profundizar en el papel de la religión, así como la manera en que su variación determinó el destino de una época», (ídem).
Por eso cierra esta parte de la siguiente manera: «La Nueva Segovia de Barquisimeto era así, una sociedad que, aunque con una forma de ida muy ruralizada, con prejuicios inherentes a la posesión de la tierra, a la ascendencia blanca y, unido a ello, a la limpieza de sangre y al sentirse perteneciente a lo más puro de la religión católica, proselitista y jerarquizada, imponía la diferenciación; no tanto física, pues los mismo blancos preferían vivir en el campo; sino un aspecto vital político-religioso que definía una posición en la ciudad, cercana o lejana al centro, donde se ubicaban las instituciones; y en la iglesia, un espacio que era definido por la cercanía o lejanía con respecto al altar y al sagrario, dividido inclusive por tramos a la hora de la muerte…», (ídem); en las estancias del Convento de San Francisco y la iglesia Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción.
Las interrogantes al respecto pueden ser varias, y, aunque no se vayan a responder necesariamente y de manera definitiva, se dejan aquí formuladas. Pues bien, se dice en filosofía que las preguntas son más interesantes que las repuestas mismas; y que, como actitud filosófica, son un instrumento de trabajo intelectual, al modo de un taladro, a objeto de penetrar la realidad. Nos preguntamos entonces, sin ambages, y de forma intempestiva, ¿por qué en ambientes académicos de estudios avanzados poco se discuten estos temas de la conformación étnica de nuestras ciudades? ¿Será que se teme herir susceptibilidades o es que no ha calado lo suficiente en los sectores intelectuales e ilustrados la conciencia acera de la importancia de la historia regional y local, como factor de identidad? En cambio, parece preferirse en nuestros centros académicos no sólo el pincel extranjero, como decía el poeta Andrés Eloy Blanco, sino también las ideas de científicos sociales foráneos, como Peter wade que nos hablan de nuestras fisuras antiguas en la piel social, como discursos disgregadores.
Aunque, claro, reconocer la existencia de tales costuras sociales mal zurcidas es problemático. La tesis, si cabe el término, que se opone es del siguiente tenor. A saber, puede ser un argumento académico que trasluce un posicionamiento político ideológico que pretende, abierta o soterradamente, hacer explosionar las ideas que dan sustento a la existencia de lo que Jorge Abelardo Ramos (en libro de 1973) ha dado en llamar «La nación latinoamericana»; y por tanto, constituye una posición disolvente, que en último análisis apuesta por el neocolonialismo institucional, donde el ciudadano y la ciudadana sean sujetos, precisamente, del neocolonialismo, parafraseando así a Luis Antonio Bigott (1978, en El educador neo colonizado). Aunque no se niega que, siguiendo a Michel Vovelle (1978, en Ideología y mentalidades), lo anterior es «…un cuestionamiento que podría ser ingenuo», (P. 7).
Un corolario provisional podría ser que, deslastrados de nuestra historia romántica, de florilegios montunos, los procesos sociales observados descarnadamente no son para cantar canciones, sino que imponen tareas para construir espacios de tolerancia, como pide ahora todos los sábados en el diario El Universal el teólogo Félix Palazzi.
Se considera en este aparte bajo la voz «Lascivia brevis» el adjetivo relativo a «…Vagabundo, de movimiento blando y libre, juguetón, alegre», ya que la primera refutación a la cuestión aquí considerada (Quaestio) dice relación con el adjetivo «Lascivia»; pues, con perdón si alguien se ofende, se toma la tesis de Peter Wade acerca de que el mestizaje constituye una ideología que homogeniza el ser de la nación latinoamericana (ontología o la naturaleza del ser de los entes nacionales, en lo humano, cultural, económico, jurídico-político, entre otros); decimos, pues, ideología esta del mestizaje que oculta la exclusión racista.
Esta idea peregrina parece propia de un vagabundo, juguetón y alegre, con pretensiones de «ablandar» la idea-fuerza de la unidad latinoamericana, ya que según los versos de Lino Gallardo «América toda existe en nación»; y cuyos elementos vendrían a ser la lengua española, el cristianismo y otras expresiones atinentes al sincretismo étnico-religioso, con diversos epifenómenos de mariofonías y religiones afroamericanas, también presentes en la ciudad de Barquisimeto, con La Divina Pastora; que a partir de 1853 en su procesión une a toda la población sin distingo alguno.
Todo ello, sin embargo, en su diversidad son fuente de identidad y pertenencia en lo que Ramos (1973) considera es la conformación de la nación latinoamericana, con un pueblo mestizo que habita en un territorio, con sus riquezas materiales e inmateriales; además se denuncia que la tesis de Wade padece de un vicio lógico. A saber, el deseo irrefrenable y obsceno de atentar contra la patria mestiza. Pues con el cantor Alí Primera en su metáfora sobre Simón Bolívar, Venezuela y Latinoamérica y el Caribe: «…La patria es una mujer/ y él regresó para amarla/ contra los que se desvelan / tan solo por disfrutarla/ y en vez de darle caricias/ lo que hacen es manosearla/ Vámonos pa´allá vamos a su encuentro/… (Sangueo para el regreso, fragmento).
Pero algunos académicos foráneos, que a veces se consideran autoridades en ciertas áreas del conocimiento, suelen ser leídos en esa comunidad de indagación como impolutas e ínclitas autoridades, cuando en realidad no son otra cosa que un recurso a la falacia, (Falatia ad baculum). Es decir, un argumento cuya validez deriva de la fuerza del bastón de autoridad; por ejemplo, considerar que como el socorrido Wade sea un investigador británico su tesis, (Argumentum ad consequentiam), es necesariamente verdadera; siendo que en realidad, subrepticiamente, esconde una actitud colonialista y se burla (burla burlando, como quien no quiere la cosa), de los «esencialismos», como la cultura mestiza e híbrida que distingue y da identidad al subcontinente latinoamericano y caribeño. Peter Wade, entonces al escarbar revela cosas desagradables, cae mal, el pobre, es inglés, con poco sentido del humor, pues, o de humor inglés que llaman, que sólo ellos dizque entienden. Con ese cielo siempre oscuro y una lluvia pertinaz, por eso siempre cargan con un paraguas, qué incómodo. Aquí me parece que los que venden paraguas por la 20 no les va muy bien, a menos que haya vaguada en la zona de convergencia intertropical.
No obstante, no se está negando que, por supuesto, y, precisamente, el neocolonialismo de antaño y ogaño nos ha convertido en regiones geo-económicas dependientes de los centros de poder mundial. Y ser, además, naciones-estados con sociedades (pueblos) asimétricos, con marcada división de clases y escenarios de luchas intestinas; ya que volviendo a citar al poeta y cantor venezolano Alí Primera: «…En mi pueblo los hombres/ han tomado partido/ algunos por la vida/ y otros contra ellos mismo/ Pero la tierra agreste/ Va pariendo un camino/ en todos los pasos llevan un solo ritmo/» (Alí Primera. Mi pueblo me hace cantar, fragmento. Recuperado en acordes.la cuerda.net/ali-primera/mi…).
De allí que esta refutación intempestiva (e ingenua), ya que aunque no seamos pares académicos de figurones (o figurines) del jet set como Peter Wade ni hablamos inglés (como canta Juan Luís Guerra y su 4-40 en El Niágara en Bicicleta), creímos que, tal vez como parte de una reacción airada o intempestiva, (se dice en Latín: «Ira furor brevis est»), podíamos expresar este recado breve de un lector ocasional (o lector in fábula) como diría Umberto Eco, para la discusión.
Por su parte, en el lector in fabula viene a ser un estado o situación donde se produce la cooperación de tipo interpretativa entre el texto mismo y el lector, en una hermenéutica de sentido, (Eco, 1979, Apocalípticos e integrados). Con el agregado de que en palabras de Gisela Kozak Rovero (2008, en su obra Venezuela, el país que siempre nace), la nación más allá de la entelequia institucional y jurídica-política, está hecha de memoria y subjetividad, (P. 27).
El corolario de este aparte es que, junto a las estructuras objetivas de la economía y la política, como cosa pragmática o empírica, hay una geografía de la sensibilidad y cuerpos narrativos que exaltan y cantan la nación. A la herencia histórica de variado tenor desde la historia romántica y su cancionero popular, aunque con dolorosas heridas sangrantes hacen parte de un legado que informan o comunican unidad al conjunto societal; de lo contrario seremos, recordando a Don Miguel de Unamuno respecto de la España del 1889, naciones invertebradas. Es lo que Peter Wade da en llamar homogenización nacional que oculta una realidad de exclusión: ciudades sin centro y ni polis céntricas, sin memoria e identidad; dejada a la recreación de ciertas élites. Siendo que en realidad el mestizaje y el sincretismo implican una dimensión ontológica permanente en cuanto a que al ser de estas entidades políticas e históricas están marcadas por la diversidad; pero la vida no pasa en el tiempo y el espacio como un rebaño de pueblos dispersos, semejante a aquel cuento de Antonio Arráiz: «Todos iban desorientados».
Wade describe tal situación siguiendo la metodología de estudios de casos; pero tal vez como investigador que expresa «la mirada del otro» parafraseando así a los historiadores Elías Pino Iturrieta y Pedro E. Calzadilla, no siente que tiene la responsabilidad de proponer también una salida; que viabilice un sistema histórico-pedagógico y que haga visible a los sectores excluidos, en un paisaje donde, no sólo afloren las diferencias. Sino también, y principalmente, afloren las confluencias. Pero no, Wade se conforma con realizar un diagnóstico con neutralidad valorativa, y describe las variables de conjunto que a su parecer están involucradas, como quien se solaza en diseccionar un cuerpo inerme
Su autor, Peter Wade, es del taxón inglés según decía mi maestro de cuarto grado hacia 1980 en la Escuela Ciudad de Maturín, en el popular barrio San José de Barquisimeto, y propiamente pertenece al Department of Social Antropology , University of Manchester, Reino Unido; institución fundada en 1824 en esa ciudad de Manchester, Inglaterra, que en 2004 se fusiona con el Manchester Institute of Social Science and Technology; en su frontispicio, se lee según una fuente electrónica la siguiente frase latina: «Cognitio, Sapintia, Humanitas». Y se localiza en Oxford Road, Manchester y en la actualidad cuanta con la segunda mayor matrícula del Reino Unido: 29 mil estudiantes, después de la Universidad de Londres, (recuperado en Página Google. Places).
Es desde allí que parte la mirada de este investigador hacia Latinoamérica; Wade es Doctor en Antropología Social, egresado de la Universidad de Cambridge y, como ya se ha reseñado pertenece al claustro de la Universidad de Manchester, siendo su área de interés «…los procesos de discriminación racial, identidad negra y movimiento social negro, incorporando también la sexualidad a sus temas de investigación». Algunos de sus libros son: Raza y etnicidad en América Latina; Música, Raza y Nación; Gente Negra. Nación Mestiza.
Así se tiene que las credenciales que adornan al personaje eventualmente pueden deslumbrar a las almas piadosas que tienden a reverenciar y postrarse de hinojos ante el Magister dixit y los PhD del mundo tenido por desarrollado, pero para los (des)formados en la «Escuela de la sospecha» y la Dialéctica negativa, que tienden a adentrarse en lo que está oculto y desvelar, hacer «ver» lo oculto; ciertos investigadores confunden como cualquier hijo de vecino ciencia con ideología y quieren hasta meter gato por liebre, con perdón, y no se ofenda el señor, pues, probablemente haya sido yo quien no lo haya entendido.
VI
Con todo lo señalado caven varias conclusiones y aquí se opta por una apoyada en cierta reflexión de alguien que extiende la mirada en el recorrido histórico de Venezuela, también como estudio de caso y muestra sociológica. Así hemos de destacar que compartimos el criterio del escritor José Balza (en su obra Pensar a Venezuela, Caracas, 2008), cuando afirma que para el caso particular «La rigidez colonial reemplazó el disperso mundo indígena», (P. 6), agregando que:
«Se trata de una forma de unidad social que sostiene el habla hasta la familia, desde la sexualidad y la percepción del paisaje, los engranajes económicos y religiosos hasta el amor y la alimentación. Un magma paralelo a las leyes y los ministerios, a las noticias y las ideologías. Algo que emerge desde las sombras de la más remota tradición indígena, negra o blanca y va reflejándose en todas las instancias de la sociedad para nutrirse de sus voces, costumbres, intimidades e imaginaciones», (P. 7).
E allí pues una respuesta. Nos parece a la tesis de Peter Wade, la diversidad no niega la unidad. Paradojas de Latinoamérica y el Caribe. Igualmente, es plausible lo que José Balza en su prosa ensayística, al Pensar a Venezuela, denomina la integración de sangres a partir de 1492 converge también en el dominio de la cultura, ideas, actitudes y mentalidades. Vendría a ser de acuerdo con Vovelle (op cit) expresión de la «relación dialéctica entre las condiciones objetivas de la vida de los hombres y la manera como la cuentan y aún en la que viven», (P. 19); de allí que decir sin más que el mestizaje es una ideología que encubre las exclusiones y solazarse en ello, al menos es un simplismo abrumador, sobre todo ante el pensamiento complejo de Edgar Morín (en La vía, 2012); además de que considerar el mestizaje como retórica nacionalista constituye un argumento ad homini pues descalifica a un grupo humano que como pueblo tiene como seña de identidad el elemento mestizo.
Aunque hay que reconocer a Peter Wade que ciertamente existen múltiples procesos de mezclas e identidades mixtas en Latinoamérica y el Caribe, que da lugar al sintagma pluri y multiculturalidad. Pero sin renunciar a la unidad nacional. ¿Se da cuenta usted amigo/ga lector/ra que todo el cuestionamiento de la tesis central de Peter Wade al final parece un cuestionamiento ingenuo y que la ira furor brevis est?
Pero lo que no deja de ser interesante es que semejantes disputas también puedan verse reflejadas en la micro historia de una ciudad como Barquisimeto, que no parece que hay uno solo sino varios, según se viva el este, el centro o el oeste, sur o norte, pero lo cierto es que todos somos mestizos tanto en lo físico como en la música y la comida, por decir algo banal.
Aborda un ambito cultural donde muestra tradiciones que nos dejaron eso antepasados, el autor resaltar la etnologia de todo un ámbito de las viejas y nuevas generaciones siguen el mismo parametro, pues, estudian las interacciones en y con la sociedad, especificamente relacionar el comportamiento del ser humano con la cultura en la que está inserto.
Su método de investigación consiste en la observación de los grupos sociales y los procedimientos culturales, a veces teniendo que investigar desde el centro mismo de los grupos sociales y culturales. La etnografía está bastante ligada a la Etnología, que no es otra cosa que la ciencia encargada de estudiar la comparación entre los pueblos y culturas del mundo antiguo, relacionándolas con el mundo actual.
La cultura involucra al conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta, no cabe duda que la ciencia, es también parte de nuestra cultura, de la misma manera que las artes o las humanidades. Sin embargo no siempre se la ve de esta manera. Suele considerarse que las ciencias deben ser dominadas por los especialistas. Pero la cultura científica ha de ser un elemento fundamental de la educación de la población en general con la finalidad de lograr una ciudadanía que no solo valore el desarrollo del conocimiento, sino que fundamentalmente lo utilice para comprender y participar en el mundo en que vivimos.
Cada pintor o músco expresa lo que siente en una pieza,siendo esta obra de arte parte de la sociedad en un pais creencias como herencia de nuestros antepasados, por su parte la cultura es todo aquello material o inmaterial (creencias, valores) que identifica a un determinado grupo de personas ,y surgen de las vivencias en una determinada realidad. Dicho de otro modo, la cultura es la menera como los seres humanos desallorramos nuestra vida y construimos el mundo o parte donde habitamos, tales aspectos los recoge el artista en sus creaciones de diverso tipo.
En este texto se pretende abordar, grosso modo, algunas de las contradicciones más flagrantes del mundo actual como sistema-mundo capitalista y en Venezuela, donde a partir de la gestión de Chávez se iniciaron un conjunto de transformaciones que aún no cuajan, sino que la tradición del viejo sistema-mundo capitalista continúa tanto en las relaciones sociales generales y objetivas de la economía y la política, como en el plano subjetivo y las preferencias éticas y estéticas.
En tanto que estructura económica, política, social y cultural dominante en la modernidad, el capitalismo campea, sólo los funcionarios vociferan la existencia de una revolución en la que la mayoría de ellos no cree, por cierto; pero también es un mundo en general y en Venezuela en Particular, donde también se asoman otras alternativas de relacionamiento hombre-naturaleza y con otros hombres en sus creaciones culturales y con sus tecnologías sociales.
Esto es, la postulación de nuevas formaciones sociales y modos de vida, sistemas de producción con economías equivalentes y comercio justo; cuestión en la se detuvo el comandante Hugo Chávez desde aquella cumbre de Seatle hasta el Plan de la Patria, o al modo de lo que Cortazar (1970) en su cuento «Continuidad de los parques» da en llamar: «… las ceremonias de una pasión secretan, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos» (en: Ceremonias. 1970 p. 12).
En efecto, el horizonte de futuro de los humanismos utópicos, materialistas o religiosos, con sus filosofías optimistas o los estudios de prospectiva fundamentados en los aportes de las ciencias sociales, principalmente la filosofía de la cultura y los estudios culturales, ya que de acuerdo con Kung (1977, «Ser cristiano») y Francés (1989) la aproximación al trazado de «un sueño posible para Venezuela» y todo el «universo-mundo» (o de la humanidad toda, en términos de «agenciar» los distingos de una nueva civilización) pasan por denunciar la contradicciones del mundo que impone numerosas sujeciones y obliga a los trabajadores, sobre todo, a renunciar a derechos humanos fundamentales ( Marcuse y Morin, 1971, en «La nueva imagen del hombre», p. 38).
VII
Las conclusiones que se puedan extraer de las anteriores proposiciones están en relación al tipo de hermenéutica que se pueda hacer y la crítica abierta de muchos aspectos en los que se requiere profundizar más allá de la cosmética de las ideologías acomodaticias y arbitrarias, con su repertorio de mínima dogmática que, antes que abrir, nublan el entendimiento y la práctica consecuente del legado de Chávez; de donde se tiene que no es este un ejercicio vacuo, propio de diletantes en tertulias de café. Sino parte de una actividad militante.
La metodología empleada en este escrito guarda relación con los estudios de naturaleza documental sobre un tema teórico, acerca del que se reflexiona fundamentado en el manejo de un cuerpo de información expos facto, esto es: la selección de un repertorio biblo-hemerográfico, documental y/o testimonial ( Manual de trabajos de grado…Upel, 2006); y la complementación, ampliación del conocimiento existente al respecto o también puede ser que haya una complementación o ruptura a que se pueda arribar en las consideraciones finales va a depender de la perspectiva filosófica que se asuma, aún a sabiendas como recuerda Gadamer (1999, «¿Quién soy yo y quién eres tú?) que en «…la osada empresa de nuestra comprensión, sólo constataría que aún falta mucho camino por recorrer para comprender lo suficiente» (p. 151).
En este caso, se parte de una posición antrópica (Francisco Zambrano, dixit), en el sentido de que se asume la perspectiva de la antropología pragmática en el marco del racionalismo crítico para luego incursionar en el ámbito de la historia actual, en la «borden line» de la relación presente-pasado; apoyados en los métodos de la historia como como ciencia y de la filosofía, en tanto disciplina rigurosa cuyas proposiciones se ubican por encima de la mera lógica formal y avanzan hacia las demostraciones de los hechos sociales y sus interpretaciones, en consonancia con «la rectitud científica» (Kung, 1977, op cit., p. 25).
La asunción de esta perspectiva, en lo personal, obedece al consenso a que se arribó luego de algunas consultan realizadas a colegas de reconocida experticia en el campo de las ciencias sociales y la filosofía, quienes coincidieron al menos en dos aspectos fundamentales (a) que para abordar asuntos como el que ocupa convenía hacerlo desde algunos clásicos de la teoría crítica (Ricardo Galindez, Henri Montero, Corteza Galindez) y (b) que los clásicos del marxismo-leninismo estaban bien pero que sin embargo cualquier otro autor contemporáneo y actual puede ser útil a los efectos del presente ensayo, a condición de que se asumiera una hermenéutica filosófica rigurosa (Francisco R. Zambrano Cano); colegas a quienes quien esto escribe agradece sus aportes.
Tanto como a otro grupo que animaron la discusión con el humor propio de los guasones, recomendando que leyera a Nostradamus o al historiador Manuel Caballero (1932-2010), por aquello de las profecías auto cumplidas o que si la historia enseña algo es que no enseña nada, negando a Cicerón cuando afirma que «La historia magistra vitae est testi temporum», «La historia es maestra de la vida y testigo de los siglos», (en: latin.dechile.net/?Ciceron=21). Y cada persona y sociedad en su tiempo debe capear los temporales como una experiencia única e intrnasferible, ya que como señala Marc Bloch (1986, «Apología de la historia o el oficio del historiador») las personas se parecen más a su tiempo que a sus padres.
Ergo, siempre hay que actualizar la interpretación elaborada del pasad en la coyuntura actual, pues la acción de las generaciones adultas sobre las más jóvenes de que habla Durkheim (1977, «Educación y sociología»), en tanto que parte del proceso de socialización, no siempre alcanza a penetrar las conciencias como se desearía; y la validez de los meta relatos en general suele ser limitada, ya que el conocimiento es históricamente situado, pues al final, es siempre una apuesta fenomenológica, cual vuelve a decir Gadamer (ob cit):
«¿Qué será lo opuesto a fenomenológico? ¿Qué las palabras son sólo palabras? ¿O que no se debe pensar nada ante las palabras aisladas, pero no respecto a la unidad de sentido del poema? Habrá que contestar diciendo que las palabras nunca tienen sentido por sí solas y que sólo mediante su tal vez múltiple significado constituyen ese sentido único que, en los múltiples lazos de las líneas de sentido que vibran al mismo tiempo, mediante sin embargo la unidad del conjunto del texto del discurso» (p. 150).
Las nuevas generaciones pueden recrear tales discursos porque no siempre les satisface en su contexto de vida, tanto en su dimensión descriptiva como axiológica y teleológica, por eso Caballero (2007, «La peste militar. Escritos polémicos 1992-2007) acota, burla burlando, que si la historia enseña algo es que no enseña nada y cada generación ha de habérsela con la historia-acontecimiento y la historia-conocimiento, reinterpretar el pasado en función de las inquietudes del presente, porque «La conciencia nacional es ante todo una conciencia histórica», (P. 12).
VIII
Pero eso no niega los grandes relatos no tengan validez general, sino que hay que reubicarlos en la perspectiva del presente, con sus «rasgos apofánticos» o proposiciones que contienen ciertas verdades; pero que «L comprensión más precisa puede ser limitada y aproximada…», (Gadamer, 1999, p. 152) dado el estado del arte de las ciencias humanas y sociales actuales puede ser eventualmente complementados, ampliados o hacer rupturas en el bosquejo del pensamiento de lo social, contenido en cierta literatura especializada y «traducida» en el lenguaje de quienes, parafraseando a Horkheimer, se pudiera llamar realizan un diagnóstico de nuestro tiempo.
Con su dialéctica negativa Horkheimer ofrece una mirada no contemplativa de la acción social e inaugura de esa suerte la denuncia de la insensatez de la razón instrumental, donde en sus palabras «…todos nuestros inventos y todo nuestro progreso» parecen desembocar en la contradicción flagrante que describe la imposibilidad de la realización de la libertad propuesta por Hegel y la felicidad plena del hombre que entraña la idea de progreso y modernidad; o de la paz perpetua de Kant; produciéndose una contradicción en los términos entre «el sujeto que contempla y la verdad contemplada», ya que ello debía estar mediada por la experiencia; de donde se tiene que la respuesta a las preguntas últimas del hombre se hallan no en la metafísica o dogmas religiosos sino en la práctica histórica, ya que la relación teoría-praxis constituye una de las aporías o contradicciones irresolubles de mayor calado, tanto en plano individual como societal.
Ese aspecto aporético deviene de que las metas e ideales que imponen las generaciones adultas, que se suponen realizadas, tanto en términos de tener cubiertas las necesidades básicas y existenciales, según la teoría de Maslow, como en el establecimiento de ciertas cotas muy altas según las medidas de las élites mundiales, con morales efectivas o efectivamente practicadas, cuya superación exigen esfuerzos físicos o ascéticos bastante exigentes; y que al no lograrse generan frustración. Al respecto Sánchez (2007) analiza que:
«Vivimos en la contradicción, nuestros valores morales están muy arriba de nuestra posibilidad de llevarlos a cabo. No hay nada más crudo que te díganlo que se encuentra detrás de la cotidianidad. Muchas ONGs, colectivos de artistas y activistas se encargan de recordarnos quiénes producen las telas de nuestra ropa, los transgénicos de nuestra comida y las marcas que deseamos. La decisión de cambio es individual, el buen salvaje no existe no existe, tampoco hay un afuera del capitalismo, lo que sí permiten este tipo de acciones es una consecuencia sobre el consumo y la forma de vida que llevamos. Dentro de este flujo se encuentran las ilustraciones del artista español Luís Quiles»; así, una de sus caricaturas es un hombre en el estadio del Real Madrid en cuyo cuerpo lleva tatuados los logotipos de todas las marcas más sobresalientes de las corporaciones mundiales: Mcdonals, C: K:; Siemen, Adidas, entre otras y muestra una mirada «vacía» e igualmente presenta a una mujer con múltiples brazos que sostienen sendos celulares para estar conectada a las diversas redes sociales y cuya interpretación es que de esa manera muestra al ser humano alienado o enajenado.
Véase, pues, cómo puede expresarse tanto en un registro utópico como en lo concreto lo que se viene señalando en este aparte metodológico, escrito no para aburrir al posible lector sino para advertir la vista desde el punto de donde se mira, acotando con ello tanto las posibilidades como las limitaciones, en atención a que uno de los aspectos fundamentales de la historia como proceso social es el cambio, lo cual se expresa tanto en el horizonte del paisaje, la demografía, la economía o los mecanismos de los intercambios simbólicos de la cultura (Santana Pérez, 2013, p. 235).
Cortazar (1970) en su cuento «Las armas secretas» recogido en la obra «Ceremonias» ofrece unas metáforas luminosas para la aproximación a la noción principal que ocupa, a saber, mundo contradictorio y multiforme, véase:
«El mundo se asemeja a un cilindro de caucho que cabe en la mano; girando apenas a la derecha, todos los árboles son de un solo árbol tendido a la vera del camino; entonces se hace girar una nada a la izquierda, el gigante verde se deshace en cientos de álamos que corren hacia atrás, las torres de alta tensión avanzan pausadamente, una a una, la marcha es una cadencia feliz en la que ya pueden entrar las palabras, jirones de imágenes que no son las de la ruta, el cilindro de caucho gira a la derecha, el sonido sube y sube, una cuerda de sonido se tiende insoportablemente, pero ya no se piensa más, todo es máquina, cuerpo pegado a la máquina y viento en la cara como un olvido…».
La cita de Julio Cortazar (1914-1984) pudiera considerarse una metáfora de las diversas perspectivas de la que pudiera valerse el investigador que se detiene en las contradicciones del mundo desde un prisma epistemológico cuyos ases vendrían a reflejar los diversos colores o jirones de imágenes que reportan su ruta investigativa; pero, a veces, como reza el dicho, el árbol ideológico no deja ver el bosque, ya que se vive, por así decir, con el cuerpo y la mente pegada a las máquinas de la modernidad, a un «presentismo» donde antes que hacer florecer el espíritu lo marchitan y empequeñecen. Flagrante contradicción ya en sí mismo es un abismo.
Cortazar (op cit) ilustra tal contradicción, precisamente, de la siguiente manera:
«El domingo al levantarme oí que mamá hablaba por el alambrado con el señor Negri. Me acerqué a decir buen día y el señor Negri estaba diciéndole a mamá que en el cantero de las lechugas donde salía el humo el día que probamos la máquina, todas las lechugas se estaban marchitando. Mamá le dijo que era muy raro porque en el prospecto decía que el humo no era dañino para las plantas, y el señor Nefri le contestó que no hay que fiarse de los prospectos, que lo mismo es con los remedios que cuando uno lee el prospecto se va a curar de todo y después a lo mejor acaba entre cuatro velas…» («Los venenos», en op cit., p. 31-32).
El mundo entendido como red extensa o de la historia natural o red de pensamiento, propuesta por Descartes en su «Discurso del método» (trad., 1970) y susceptibles de ser conocidos por medio de la razón, que en sus palabras es un recurso parejamente todos creen tener muy bien distribuido:
«En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y por tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él» (p. 49).
El mundo, entendido como todo lo real dado físico y social, se rige por leyes que es común están ocultas y que es preciso descubrir, poner en evidencia; porque revelan las estructuras fundantes de la dinámica propia de los elementos; todo lo cual ha dado lugar en el campo de las ciencias sociales, a la economía política, la filosofía de la historia y los estudios culturales c cuyo objeto de estudio es el hombre en sentido colectivo, autor de su historia, «hacedor» o también su «destructor».
En ese sentido, Marx (Trad., 1975) en su obra «Los dieciocho brumarios de Luís Bonaparte» establece un criterio que demuestra lo que Zambrano, citado de memoria páginas atrás da en llamar «postura antrópica», esto es, una reflexión sobre la acción de los hombres en el tiempo (Bloch, 1986, dixit) que permite establecer las contradicciones típicas de los sistemas sociales y que en Marx a la letra dice:
«Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre albedrío, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado. La tradición de todas las generaciones muertes oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos», (p. 15), de tal suerte que las contradicciones del pasado, muchas veces son similares a las de hoy, en ese sentido recuerda que: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se reproducen, como si dijéramos, dos veces. Pero olvidó agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa» … (Ídem).
Pero, con todo lo dicho hasta aquí a modo de advertencia metodológica, previa a la reconstrucción histórica del «alojamiento donde uno habita», (Descartes, 1970, p. 43), con el acopio de los materiales necesarios, ¿cuáles son algunas de las contradicciones más flagrantes en el mundo actual y cómo se expresan? ¿A qué conclusión podemos arribar, desde la perspectiva que se ha adoptado? Porque en ese proceso gnoseológico se padece otra contradicción, esto es, que lo sentido por los sentidos también está sujetos a la ilusión, error y engaño (Morin, 2001); como ya lo señalara Descartes:
«Pero si hay algunos que están persuadidos de que es difícil conocer lo que sea Dio, lo que sea el alma, es porque no levantan nunca su espíritu por encima de las cosas sensibles y están acostumbrados a considerarlo todo con la imaginación –que es un modo de pensar particular para las cosas materiales- que lo que no es imaginable les parece no ser inteligible. Lo cual está bastante manifiesto en la máxima que los mismos filósofos admiten como verdadera en las escuelas, y que dicen que nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en el sentido…», (52).
A manera de síntesis, en el mundo moderno, es decir, el capitalismo, la contradicción fundamental es aquella referida al «enfrentamiento de las clases antagónicas», o «Concretamente, el choque del proletariado naciente y en desarrollo, con la burguesía consolidada en el poder y decidida a defender, a cualquier precio, un «orden» que garantizaba su dominio. Europa asiste al crecimiento impetuoso del proletariado y comienzan a estallar batallas en que éste actúa como una clase capaz de la iniciativa histórica, en realidad, la única consecuentemente revolucionaria, en condiciones incluso de arrastrar tras de sí a importantes capas pequeño burgueses de la ciudad y del campo, de las que va diferenciándose más y más», (op cit., p. 5).
La consolidación del sistema-mundo capitalista luego del aniquilamiento de las revueltas campesinas por la propiedad parcelaria frente a los terratenientes franceses, permite que se consolide la industria y el comercio, las concesiones ferroviarias y los manejos especulativos en la bolsa de valores, hace que el lumpemproletariado bonapartista se enriquezca y se genera una anarquía en nombre del orden, de donde se tiene que «las contradicciones del hombre explica las contradicciones del gobierno (de Bonaparte)», ya que tenía que lidiar con interese irreconciliables.
Estas contradicciones han avanzado en el tiempo y se han permutado al presente hasta derivar en lo que From (1964, citado por Rodríguez Rojas 2012) dan en llamar «una sociedad enferma», cuyos indicadores serían del siguiente tenor:
La paradoja de que la abundancia no trae aparejada la felicidad, como hace creer cierta publicidad de base conductista que creara estímulos y cree hallar recompensa sólo en los objetos materiales y no en el sentido más profundo en el ámbito de la existencia, un consumismo compulsivo al contario arroja vicios como el despilfarro, consumo innecesario, las ideas prejuiciosas de que la pobreza sea sinónimo de violencia, como se suelen hacer aparecer a los barrios o los latinos o negros en Estado Unidos; lo que no quiere decir que ser rico sea malo sino que cada familia y persona debe contar con lo necesario y para ello requiere educación, trabajo digno, vivienda, hábitat; pero el hombre y la mujer en la sociedad industrial no es más feliz que un campesino que con sus labranzas ha tenido una relación amigable con la naturaleza.
Aunque esa relación ha estado siempre mediada por cierta tecnología, ya que es esta la que permite alcanzar sus objetivos, pues en palabras de Rodríguez Rojas (2012) «No son las condiciones instintivas genéticas las que determinan su accionar, sino las condiciones sociales en las que vive», de donde se tiene que las bondades de la ciencia y la técnica modernas son muy necesarias pero la sociedad moderna se ha desarrollado bajo el paradigma fragmentario, sin una visión sistémica que integre las mayoría de los elementos.
Lo fundamental vendría a ser encontrar un modo de vida donde los avances tecnológicos alcancen atender a todos, los del norte del mundo desarrollado, los del sur en vías de desarrollo y atienda los bolsones de miseria aún en áreas que se consideran de amplio desarrollo humano, urbano e industrial, así se tiene por ejemplo que volviendo a citar a Rodríguez Rojas:
«Durante los últimos 50 años, la esperanza de vida aumentó casi 20 años», de 45 en 1950 a 65,2 años en 2002 y 78 años para mujeres en países en desarrollo, pero en África subsahariana disminuyó a 46 años, principalmente por la epidemia del VIH/ SIDA, pero si hubiera un acuerdo entre los países más desarrollados ese escenario pudiera ser otro más optimista, como el que hizo el presidente Chávez en Venezuela donde se pudo avanzar bastante en el cumpliendo de las metas del milenio, mientras el mundo estuvo envuelto en guerras, algunas promovidas por Obama, que es un Premio Novel de la paz.
IX
En artículo reciente Bernardo Kliksberg (en «Hambre en América Latina», El Universal, Caracas, 25 de marzo de 2015) señala que: «América Latina es la única región del planeta que cumplió con la meta del milenio fijada por la ONU de reducir en un 50 % las personas que sufrían hambre desde 1990 al 2015», (p. 1- 8), «…los hambrientos cayeron de 69 millones en 1990-92 a 37 millones en el 2012-14»; sin embargo, es de hacer notar que no es un problema de producción de alimentos o bienes sino de acceso, sobre todo en América Latina «…que produce alimentos para tres veces su población, y que sin embargo presentaba vastos sectores en desnutrición, como los 45 millones que tenía Brasil, cuando Lula inició su presidencia», (ídem).
Sin embargo, en el caso de Brasil y toda la región se presentan serios desafíos, como la potenciar a los sectores campesinos con créditos y asistencia técnica que fortalezca su capacidad de concientizarse, organizarse y movilizarse en función del desarrollo sustentable, tanto económica y social como desde el punto de vista ecológico, lo que se llama desarrollo duradero; en ese sentido, dice Kliksberg puede jugar un papel muy importante la «Responsabilidad Social Empresarial y la sociedad civil en todas sus expresiones», por otra parte, «La Oficina Regional FAO elaboró un plan para alcanzar hambre cero en América Latina en el 2025, en el que las políticas de acceso son un pilar centrar. Fue aprobado por todos los gobiernos en el Celac (enero 2015)», (ídem).
Sin embargo, sigue diciendo este autor: «Se necesita más que nunca profundizar políticas contracíclicas en lo social» …. No se ha avanzado hacia transformaciones más profundas en los estilos y modos de vida, ha continuado la corrupción, el burocratismo, clientelismo e ineficiencia; o cuando intentan cambiar ese estado de cosas aún no han producido lo efectos esperados.
Es el anterior un contexto socio histórico concreto donde se dan las diversas manifestaciones musicales, entre éstas el rock y que recogen flagrantes contradicciones como bien se expresa en la siguiente cita de Londoño (2013):
«Estoy muy solo y triste acá en este mundo abandonado, tengo una idea, es la de irme al lugar que yo más quiera. Me falta algo para ir pues caminando yo no puedo, construiré una balsa y me iré a naufragar», así inicia La Balsa (1967), canción compuesta por Litto Nebbiay Tanguito (José Alberto Iglesias) e interpretada por Los Gatos, y considerada como una de las mejores de la música argentina y la abanderada de un movimiento que años más tarde se tomaría todo un continente: el rock argentino.
Los ochenta y noventa sin lugar a duda fueron la época dorada en la que, por coyunturas sociales, políticas y culturales, la música propia, en especial el rock en español, tomó fuerza. Las diferentes dictaduras del continente, principalmente la chilena y la argentina, así como la Guerra de Las Malvinas entre Argentina y el Reino Unido, desataron una prohibición de todo tipo de productos, como la música que proviniera de esos países con los que había enemistad. Las personas tenían que consumir lo de su país, no podían poner música de otro lado y paradójicamente favoreció al fortalecimiento de la música local».
Sin embargo, antes de este auge, ya estaban Charly García con sus bandas: Sui Géneris, La máquina de hacer pájaros y Serú Girán. También Luis Alberto «El flaco» Spinetta con Almendra, Pescado Rabioso, Spinetta Jade y Spinetta y los Socios del Desierto. Miguel Abuelo, de Los Abuelos de la Nada; Pappo, Sandro:
«México y Argentina son la cuna del rock latinoamericano, pero sin lugar a duda los argentinos nos marcaron mucho más. Pero ese fenómeno se extendió, tocando otros países vecinos y llegando con más fuerza a Chile y Colombia. Comenzaron los nombres de bandas y solistas que llenaron estadios de cánticos enardecidos de fanáticos que aún los siguen. Luca Prodan (Sumo), Jorge González (Los Prisioneros), Fito Páez, Rubén Albarrán (Café Tacuba), Roco (Maldita Vecindad), Vicentico (Los Fabulosos Cadillascs), Saúl Hernández (Caifanes), Elkín Ramírez (Kraken), Andrea Echeverry (Aterciopelados), Gustavo Cerati (Soda Stereo), el Indio Solari (Los Redonditos de Ricota), Andrés Calamaro (Los Abuelos de la Nada y Los Rodríguez) y seguramente muchos otros con gran trascendencia quedan por fuera, solo se trata de un panorama para entender el inmenso repertorio de talentos que marcaron la historia de un rock que fue completamente nuestro: la representación no solo de sonidos, sino de las realidades de cada país».
Ahora, es bastante claro que desde hace años, con la muerte de varios de los mencionados, la separación de algunas agrupaciones, los nuevos rumbos que varios de estos artistas les han dado a sus carreras y, por supuesto, la introducción de nuevas propuestas a la escena musical, hicieron que esa pasión que generó el rock latinoamericano, incluso llenando estadios, como lo hizo Soda Stereo, hoy solo lo logren las presentaciones de grandes bandas mundiales como The Rolling Stones, Guns N’ Roses o Metallica, o con festivales que reúnan a varios artistas en un solo espacio como lo es el Lollapalooza y en nuestro caso, el Estéreo Picnic.
«En países como Argentina y México me parece que hubo un estancamiento, respecto de lo bueno que hubo en los ochentas y noventas, y radica en que se acabaron los ídolos. Los ídolos no se reinventaron y las generaciones más jóvenes no suplieron esos vacíos, no hubo en Argentina quién se aventurara a retomar el legado de Calamaro o Spinetta, o un nuevo Soda Stereo, vivieron de una buena cosecha del pasado, pero no supieron reinventar el presente», expone el periodista y experto en rock, Jacabo Celnik.
Es allí donde surge la duda: ¿Qué pasó con el rock latinoamericano?, ¿se estancó, renovó o acabó?
«Diría que es uno de los mejores momentos, guardando las distancias de las épocas de Soda, Aterciopelados, Caifanes… Lo que hay es un relevo generacional, ese relevo no se quedó con el sonido del pasado, el clásico», expresa Diego Londoño.
La Vida Bohéme, de Venezuela, Eruca Sativa, de Argentina, Diamante Eléctrico y Telebit, por Colombia, son las agrupaciones que considera hacen propuestas interesantes en el panorama de América Latina. Sin embargo, es consciente de que a muchas personas les cuesta adaptarse a esta nueva generación musical, «porque aprendieron a querer tanto un sonido, una banda y no consideran que llegue otra», agrega.
Mientras para Jacobo Celnik, depende del país donde se mire: «Se ha avanzado bastante en el tema y Colombia es un ejemplo de un momento de desapego al rock, si bien todavía hay rock, las bandas aquí están más allá, hay más convergencias, más fusiones, más posibilidades que el clásico ritmo del rock and roll».
También considera que como parte de esa evolución hay solistas y bandas que resaltan, en su caso, tres: Monsieur Periné, Diamante Eléctrico y Edson Velandia (Velandia y La Tigra). «Ellos tres son el reflejo, cada uno a su manera, de lo que significa hacer música en estos días, pero no la encasillo como rock», puntualiza.
Por otro lado, hablamos con Juan Antonio Agudelo, coordinador de extensión cultural de la Eafit y conocedor del tema. «El referente que teníamos ha cambiado y seguramente ya no hay todo ese boom, pero hay gente que viene haciendo cosas importantes en la música latinoamericana. En Colombia se están consiguiendo experiencias muy interesantes, lo que se puede llamar la nueva música colombiana».
Así como Celnik, considera que Edson Velandia es un artista talentoso, porque «es un interesado por la literatura, por la escritura de sus canciones y la poesía».
Afirmativamente, asume que el rock se ha renovado, lo que ha traído tanto buenas figuras emergentes, como algunos desaciertos. «La generación de hoy está haciendo lo suyo, hacen las cosas a su manera con sus propias maneras de leer la sociedad», concluye.
A lo anterior se suma la voz de Chucky García, periodista y coordinador de Rock al Parque. Para él «la infraestructura que en un momento permitió que las bandas latinoamericanas fueran agrupaciones muy grandes y llegaran a un punto de vender muchas copias y llenar estadios, cambió definitivamente».
Nos explica que antes las bandas latinoamericanas, en su gran mayoría, eran fichadas por multinacionales discográficas, sonaban en las emisoras y un punto fundamental en esa consolidación, fue la llegada de MTV Latino, «porque les terminó de meter un superempujón a estas bandas y entonces llegó un momento en que tuvimos una camada de agrupaciones como Maldita Vecindad, Café Tacuba, Molotov, Fabulosos Cadillacs, Babasónicos… entre mal contadas teníamos 10 y 20 agrupaciones capaces de convocar miles de personas».
Ahora, las actuales, tienen un perfil más emergente y no tienen la capacidad de mover tantos espectadores. «Lo que creo es que hoy en cuanto al tema estilístico y de variedad vivimos un momento como nunca, antes había un solo eje temático, porque más o menos se parecían, pero hoy es lo contrario, lo que hace que la paleta de opciones se haya ampliado muchísimo».
No siente que el rock latinoamericano se haya estancado, simplemente encontró otras raíces, fusiones que van desde el folclor y jazz, hasta la música indie y el folk.
En su concepto hay muchas buenas propuestas en el país: Bomba Estéreo, Diamante Eléctrico, Los Petit Fellas, Monsieur Periné, Esteman.
Aunque cree que «el rock latinoamericano de hoy es música alternativa», pues sobresalen muchas banderas, desde las causas indigenistas, las feministas, la comunidad LGBTI, hasta la conservación del planeta, resalta algo que pasa desapercibido: «Hay algo tan obvio que a veces se pasa por alto y es que la música se trata de canciones y eso es lo que tenían las bandas de rock clásico, un repertorio de canciones que viven al tiempo».
En conclusión, el rock como lo conocíamos cambió, evolucionó, ahora lo podemos ver en una o muchas agrupaciones, depende de afinidades, pero las letras de esas canciones que marcaron alguna época de la vida siempre estarán ahí y no es cursilería, están en YouTube, Spotify, Deezer y el sinfín de plataformas que tenemos a la mano.
Jofre Leal (2012) sostiene que de 1950 a 1960 es cuando se desarrolla «la producción de rock en Latinoamérica, las bandas realizaban interpretaciones en español de éxitos de las agrupaciones más destacadas en Estados Unidos» siendo en esa cronología histórica musical:
«México uno de los primeros países con bandas que cantaban en español esos éxitos, pero hubo una en 1960 que tuvo gran influencia en América Latina y España, Los Teen Tops, que versionaron al español grandes hits para la época como La Plaga y Pototitos que han perdurado en el tiempo. La primera canción de rock escrita en español que consiguió convertirse en un gran éxito fue La Bamba y la interpretó Ritchie Valens en 1958. Valens era (México-americano). El segundo rocanrol en español que alcanzó la fama fue Tequila del también mexicano Danny Flores, quien se convirtió en el padre del rock latinoamericano. En 1959 un grupo mexicano que cantaba versiones en inglés llamados Los Locos del Ritmo tendía a mezclar su repertorio con música de su autoría y de allí salió el primer gran éxito del rock en español, compuesto por una banda iberoamericana, titulado Yo no soy un rebelde. Para comienzo de los 60, gracias a la radio y la televisión el rock es tomado como una moda por la juventud de la clase media mexicana y así nace el primer gran movimiento de rock en castellano, como un fenómeno pop mediático creado por los medios de comunicación. En esa misma época, en otros países bajo la influencia de la música de Bill Haley & his Comets, así como de Elvis Presley, comenzaron a conformarse bandas de rock. Mr. Roll y sus Rocks, Billy Cafaro, Los Gatos Salvajes, Sandro y los de fuego, Los Dukes (primera banda en la que tocó Tanguito), Los Gatos, en Argentina; Los Shakers, Los Mockers y Los Walkers, en Uruguay; Los Daro Boys, The Speakers, The Flippers, The Young Beats, en Colombia, fueron algunas de ellas. En los 60 el guitarrista mexicano (después naturalizado estadounidense) Carlos Santana, tocaba en clubes norteamericanos canciones en español e inglés, hasta llegar a tocar en 1969 en el mítico concierto de Woodstock al lado de otros grandes del rock mundial como Jimmy Hendrix y Janis Joplin. Santana se convierte en el primer mexicano y latinoamericano en dar a conocer el rock latinoamericano y en español en el mundo. El cock comienza a ser censurado por los mismos medios que ayudaron a su auge y durante los 70 pierde fuerza en la región. Para mediados de los 80, el rock resurge en Latinoamérica con el fenómeno denominado Rock en español y por primera vez la industria de la música ve al género como un producto».
Más adelante agrega que «Para esta época la influencia llega desde España, gracias al movimiento de rocken español (avalado por el pionero del rock español Miguel Ríos) y por el fenómeno musical «La Movida madrileña». De allí surgieron bandas con una gran proyección internacional como Alaska, El último de la Fila, a las cuales les seguirían otras como Héroes del Silencio, los Hombres G, Cómplices, La Unión, entre otras». Por su parte «En Latinoamérica se empiezan a conformar bandas musicales que dejarían huella en el rock en español como Miguel Mateos y Zas (quienes se convierten en los primeros en ser apoyados por grandes disqueras), Charly García, Soda Stereo, Los Enanitos Verdes, en Argentina» y cuyas principales expresiones se dieron:
«En México Caifanes, Maldita vecindad, Café Tacuba, los Enemigos del Silencio, Fobia, Maná, entre muchas más, firmaron con sellos discográficos multinacionales especialmente BMG Ariola y Sony Music. En 1997 las bandas que ya vendían un gran número de álbumes dentro de sus países empezaron buscar la internacionalización. En Argentina lo consiguieron Charly García, Soda Stereo y Andrés Calamaro. Por Venezuela bandas como Sentimiento Muerto, Zapato 3, Caramelos de Cianuro y otras con un movimiento de rock independiente que presentaron propuestas con una fusión de ritmos como Los Amigos Invisibles con estilos denominados funk folclórico. Cada 13 de julio se conmemora el Día Mundial del Rock. Esa fecha fue la elegida tras el concierto «Live Aid» celebrado en 1985 de manera simultánea en el estadio Wembley en Londres y en el estadio JFK de Filadelfia. Este concierto recaudó en ese entonces casi 40 millones de euros y se recuerda como mágica la actuación de Queen, catalogada hasta el momento como la mejor actuación del rock en el mundo» (ídem).
Galván (2012) resume la historia del rock latinoamericano de la siguiente manera y en un contexto contemporáneo y actual que conviene citar sin mayores intervenciones para dejar que la narración fluya en el tono periodístico que asigna su autor. En efecto,
«Latinoamérica posee una gama extensa de sonidos, de tendencias musicales, de cultura sonora. Desde Tijuana hasta la Patagonia abundan las formas, los estilos, las interpretaciones, los sonidos; con cada uno de ellos se vislumbra una interpretación de la vida, una asociación interminable entre el sujeto que escucha y la onda sonora que se manifiesta. Los latinos hemos generado muestras musicales propias, asociamos nuestros entornos y los volvemos tangibles y simbólicos a través de distintos ritmos. Latinoamérica le ha dado al mundo sonidos tan emblemáticos como la samba, la cumbia, el son, la salsa, el reggae, el danzón, la chicha y el ska. Sin embargo, también hemos adaptado uno de los ritmos más significativos del siglo XX: el rock El rock nació en Estados Unidos como una representación del mestizaje cultural: la cultura de sobrevivencia de los afroamericanos, la rebeldía de los blancos hijos de la gran represión y las condiciones sociales de cambio de la posguerra impulsaron la cultura musical que marcaría tendencia en las décadas posteriores».
Más adelante agrega que así:
«Nacía el rock and roll; se levantaba la cultura rebelde, de protesta, de reclamos y de darle presencia a los jóvenes y hacerlos partícipes de algo. Mientras eso sucedía en Estados Unidos, en Latinoamérica empiezan a surgir pequeños movimientos, auspiciados por el mass media, que buscan emular parte del discurso «rockero» norteamericano. En México se importó todo un modelo y se suavizó en las voces de Angélica María, Alberto Vázquez, Cesar Costa y Enrique Guzmán. En Sudamérica, el rock empezó a tomar dos vertientes: una más ligada al subterráneo como Los Saicos de Perú y otra, mucho más ligada a la estética norteamericana, como Sandro en Argentina. Con el paso de los años y con la expansión musical que gracias a The Beatles se dio en el mundo, el rock latinoamericano fue tomando forma. La llegada de las dictaduras militares fue una pausa para el desarrollo de la mentalidad protestante del rock. A pesar del clima de represión, la actitud simbólica del rock tomó otras formas en las voces de Chico Buarque, Violeta Parra y Víctor Jara en Chile».
Esa propuesta estética musical, pero de contenido político rebelde trajo algunas consecuencias tanto en el plano social como en la forma de expresarse social misma su lírica de rasgos míticos y prohibidos, según sigue contando el relato siguiente:
«En toda la región, la represión provocó que se fueran generando los míticos «hoyos funkies» donde empezaron a surgir agrupaciones legendarias y la música se pasaba de uno en uno, cual producto prohibido y reprimido. El rock se volvió subterráneo, las juventudes de los sesentas y los setentas tenían que ver de lejos los grandes movimientos musicales que venían de Inglaterra y Estados Unidos; adiós al punk, adiós al metal, adiós al progresivo. La modernidad musical venía suavizada con la balada y los grandes dramones musicales. Ante este clima, la juventud latina encontró formas de escape, los grupos musicales comenzaron a importar los movimientos culturales anglosajones; iniciaba el mestizaje musical. Con la llegada de los años ochenta y de la instauración de la televisión como el medio masivo por excelencia, el movimiento de rock en español tomaría fuerza. La semilla que plantaran las voces de Charlie García y Three souls in my mind; las guitarras de los Dug Dugs y Los Lobos; la fuerza de Vox Dei y Álvaro Peña, florecería en esta década. El surgimiento del movimiento del «Rock en tu idioma» trajo consigo la masificación del rock latinoamericano, surgieron Soda Stereo, Caifanes, Enanitos Verdes, Miguel Mateos, Paralamas, Ekhymosis. Las grandes disqueras pusieron sus ojos —y temibles garras—sobre las agrupaciones latinoamericanas. Surgía un mercado musical, un proyecto que explotar y vender. La actitud e ideología del rock se diluía con el poder de las grandes corporaciones: el rock murió en los ochentas, pero dejó un legado que provocó su posterior resurgimiento» (ídem).
El rock como género musical
Sostiene también el autor anterior que «En nuestra región continental surgió algo maravilloso: podemos hablar del rock como género musical, pero también podemos hablar del rock como una actitud. El rock no sólo es la forma, también es el fondo; la música va más allá de las fronteras puritanas que encasillan las notas musicales», agregando que se trata de una expresión hibrida al referir que:
«El mestizaje musical se ha hecho presente, la semilla importada desde Estados Unidos floreció en las tierras del sur del continente; la flor cambió y se enriqueció. La música combinó las guitarras con las jaranas, el folclor latino se apoderó del género musical y lo hizo nuestro: le dio cara y cuerpo latino, le dio forma y sonido, un nuevo génesis se vislumbraba. Las fusiones musicales empezaron a tener éxito, tanto a nivel comercial como a nivel creativo: Café Tacvba conquistó el continente con una mezcla de ritmos folclóricos; Illya Kuryaki and The Valderramas levantaba el puño a ritmo del hip hop mestizo sudamericano; Aterciopelados rescataba la canción de protesta en un nuevo contexto globalizado; Los Fabulosos Cadillacs ponían nuevamente los oídos de todo el continente en Argentina. Todos eran parte del nuevo rock latinoamericano.En pleno siglo XXI, la avanzada musical vino otra vez desde Inglaterra, la camada de agrupaciones «indies» nos enseñaron que la música también era autogestiva. Muchos grupos decidieron aventurarse hacia el movimiento de «hágalo usted mismo»; el resultado ha sido sorprendente y alentador: empezamos a vislumbrar un cambio generacional en el movimiento musical latinoamericano».
En lo que se refiere a México acota con orgullo que:
«la situación musical es de bonanza: tenemos festivales, público y agrupaciones en cantidad. Poco a poco agrupaciones como Zoé, Chikita Violenta, Austin TV, Panteón Rococó, Kinky y Nortec Collective: Bostich Fussible, han hecho el relevo generacional y se convirtieron en los nuevos estandartes del rock nacional. Nuestro país se ha vuelto una centralita de difusión de propuestas musicales, un polo donde los músicos latinoamericanos buscan un espacio, con un público vasto y en su idioma. México hoy representa el mejor mercado para el rock latino, muestra de ello es el Festival Vive Latino que, tras 12 ediciones, se ha consolidado como el lugar ideal para recibir y exponer propuestas musicales de toda Latinoamérica».
Por su parte, señala algo muy particular en lo atinente al sur, así acota que:
«Un caso especial se vive en Chile, en los últimos diez años ha surgido una generación de músicos que están haciendo muy bien su labor. Los músicos chilenos se encuentran en una época de bonanza: Javiera Mena, Francisca Valenzuela, Lucybell, Pedro Piedra, Perrosky, Los Bunkers, Fernando Milagros, Gepe, Astro, Dënver, y la lista puede continuar. Sin duda Chile se ha vuelto un polo artístico y en la actualidad son el gran importador de propuestas musicales independientes del continente. El otrora gran vanguardista del rock latino, Argentina, se encuentra en una fase de renovación. Los grandes monstruos argentinos se encuentran en receso y dan paso a la consolidación de otros tantos: Bersuit se provocó un revulsivo y empieza una nueva historia sin la voz de Gustavo Cordera; Los Auténticos Decadentes celebran 25 años de vida y se convierten en la punta de lanza de la nueva generación de músicos argentos; Kapanga y Los Caligaris levantan la mano para marcar una historia propia en la grandeza musical de Argentina. La música independiente argentina se encuentra preparando el paso para una nueva generación de artistas, aquellos que regresarán, en algún momento, el geocentro del rock latinoamericano al sur del continente».
La cuestión en la zona del caribe y los andes es diferente respecto a esta propuesta musical y destaca en concreto que:
«En otras regiones de Latinoamérica también se están gestando movimientos de rock independiente de gran interés. Venezuela levantó la mano con Los Amigos Invisibles, una avalancha de funk folclórico que ha logrado internacionalizarse; Los Telecaster siguen siendo la una de las agrupaciones de rock más interesantes de la región y Los Mentas completan la avanzada de agrupaciones de este país. Ecuador nos heredó a Eljuri, una mujer con el temple suficiente para elevar un solo de guitarra hasta el mismo cielo. Colombia es la casa de Dr. Krapula y Bomba Estéreo, ambas propuestas muy interesantes del nuevo sonido latinoamericano. Uruguay pone a El Cuarteto de Nos y No te va a gustar como los nuevos representantes de la escena independiente nacional. Paraguay tiene en Kchiporros a los elegidos para llevar la bandera del movimiento urbano, música que refleja lo que ocurre en las calles y que da esperanza y genera conciencia en sus escuchas. Un caso muy particular viene desde Puerto Rico: Calle 13. La agrupación de música urbana se ha convertido en los nuevos abanderados de las causas sociales del continente. En su música buscan generar diferenciadores que hagan un poco de conciencia de lo que pasa en toda la región. Sin duda, son hoy la agrupación estandarte de la región; su voz tiene alcance mediático y no tienen miedo de defender el orgullo latinoamericano en cualquier lugar que se presentan» (ídem).
Al hacer una proyección el autor que aquí se sigue acota que la música popular urbana adoptada al contexto latinoamericano y caribeño como el rock ha venido adquiriendo ciertas características que conservará y replanteará en el futuro, o como él denomina «Cuando el futuro nos alcance»; así acota que:
«Si volteamos a nuestro alrededor, encontraremos en el rock latinoamericano nuevas formas, nuevas maneras, nuevos conceptos; sin embargo, mantienen el mismo fondo: la rebeldía, la protesta y la inclusión. Hoy el «rock» ha mutado, se ha fusionado con la sangre latina. Podemos hablar de una actitud «rockera», de una ideología común entre estilos, pero también podemos hablar de una comunión cultural que se está dando en nuestra región. El día de hoy encontramos una amplia gama de proyectos musicales originarios de Latinoamérica; la independencia es la nueva panacea de la región. Los países sudamericanos viven una bonanza artística, México posee las mejores plataformas para la proyección y la venia musical regional parece estar en su mejor momento. Las propuestas de calidad empiezan a ser más numerosas, los millones de jóvenes están esperando por escucharlos; solo esperamos que esa actitud y dinamismo del rock latino siga presente, perpetuo. Que crezca, que cambie, que continúe vivo; que las manifestaciones musicales no paren, el rock es un sueño que poco a poco se vuelve realidad. ¡Despiértame cuando pase el temblor! En Sudamérica, el rock empezó a tomar dos vertientes: una más ligada al subterráneo»
Por su parte, Montiel Cupelo (2002) al realizar una periodificación de esta expresión musiscal destaca que:
«El Rock de Latinoamérica, que no debe ser confundido con el género rock latino, es el término usado por los especialistas para designar a la música rockque se ha hecho en Hispanoamérica, el Caribe de habla no española, Brasil y en la comunidad latina de los Estados Unidos. Este término abarca más que rock en español realizado en Hispanoamérica ya que no discrimina a las bandas que interpretaban en inglés como La Revolución de Emiliano Zapatade México así como al rock de Brasil, el ska jamaiquino o la soca caribeña. Las primera manifestaciones de una rocka iberoamericana se generaron en la región que integran México y California (Estados Unidos). Por un lado apareció el hit mundial de «La Bamba«, adaptación de una canción tradicional mexicana realizada por Ritchie Valens, alías del californiano-chicano Ricardo Valenzuela que originó el llamado rock chicano, del que emergerían luego figuras mundiales como Carlos Santana y Chris Montez. La repentina muerte de Valens en un accidente de aviación, truncó la posibilidad de que existiera una figura latina desde el origen mismo de mainstream del rock internacional. En el Perú el grupo «Los Saicos«, crea el punk, destacando entre sus temas Demolition. Simultáneamente en Uruguay, México, Brasil y Argentina comienzan a aparecer figuras locales que interpretan rock and roll. Pero fue México donde se produjo el primer «boom», con el apoyo de la radio, la televisión, las compañías discográficas, la prensa, el cine y el público. Luego del éxito temprano de Gloria Ríos, surgieron una serie de agrupaciones como Los Teen Tops, Los Sinners, Los Blue Caps, Los Black Jeans, Los Locos del Ritmo, Los Hooligans, Los Loud Jets, Los Crazy Boys y muchísimos otros».
De seguidas agrega que:
«Existe una polémica sobre la verdadera relevancia de esta época para las décadas posteriores. Algunos dicen que lo único que fueron es convertirse en productores de refritos, es decir, ponerle letras en castellano a los hits de los rocanroleros estadounidenses Elvis Presley, Chuck Berry, Bo Diddley, Little Richard, Jerry Lee Lewis, Buddy Holly o Fats Domino. El argentino Kay Galifi, uno de los integrantes de la banda Los Gatos, se refiere así al momento en que le apareció la pasión por el rock, cuando la banda mexicana Los Teen Topsse encontraban de gira en Argentina, en 1962: (Fue) allá en Rosario. Bueno, una vez oyendo radio en el comercio de mi papá escuché un grupo mexicano… Los Teen Tops, exactamente. Cuando oí aquel sonido de Strato, quedé loco. El timbre era brillante. Fui a verlos tocar en el auditorio de la radio. No conseguí. Había mucha gente. Conseguí verlos después en un club. Cuando vi a los tipos tocando en el escenario, todo aquel clima, enloquecí y pensé: «es eso lo que yo quiero». Entonces le hice unos agujeros a mi guitarra, le puse dos cositas, un pedazo de hilo y pasé a tocarla como si fuese una guitarra eléctrica.1 Luego aparecieron Sandro (quién terminaría desarrollando una versión latina de Elvis fusionada con la música romántica y una base roquera, que daría origen a la balada romántica) y el Club del Clan en Argentina, cantando en español; Roberto Carlos y su Joven Guardia en Brasil cantando en Portugués; los Shakers en Uruguay; los Los Flippers en Colombia y los Impala en Venezuela«.
Otros aspectos destacables son del siguiente tenor y destaca por la adaptación que se hace del género en el contexto regional continental, lo que introduce una nueva variante en lo referente a la identidad cultural y a la incorporación de otros rasgos culturales en el marco de la modernidad tardía de nuestros países, así expresa que:
«Debido a la influencia de Los Beatles, a mediados de los años 1960 aparece uno de los movimientos más populares denominado «La Nueva Ola«, que era un estilo que seguía el merseybeat combinado con la canción italiana, e incluso, bolero. Bandas como Los Iracundos o Los Ángeles Negros serían las más notables. En la medida que la influencia psicodélica se hacía más presente, las bandas empezaron a incursionar en nuevos experimentos que podía ir desde la estética, la música o la vestimenta. En Argentina, el éxito entre la juventud de La Balsa, interpretada por Los Gatos en 1967, se masificó lo que dio en llamarse «rock nacional» abriendo camino a una generación de bandas y músicos de gran popularidad entre el público juvenil, como Manal, Almendra, Arco Iris, Moris, Vox Dei, Los Abuelos de la Nada, Tanguito, Los Náufragos, Banana, seguidos luego por otras como Pescado Rabioso, Color Humano, Aquelarre, Pappo’s Blues, La Pesada del Rock and Roll y Sui Generis. En Brasil, desde 1967 Caetano Veloso, junto con Gilberto Gil, Gal Costa, Rita Lee y Os Mutantes, dieron forma al «Tropicalismo», uno de los movimientos más originales de la época, donde se trata de modelar una nueva forma de hacer música brasileña a partir de la influencia del rock. En Colombia, estaban Los Flippers, Los Yetis y The Speakers como grupos más destacados. El álbum En el maravilloso mundo de ingeson es considerado como obra maestra de la psicodelia latinoamericana. En Uruguay, aparece El Kinto y luego Tótem, con el candombe-rock, y en Chile, Los Jaivas se convierten en los forjadores del rock con tintes andinos».
Otro aspecto sobresaliente tiene que ver con la identidad lingüística, base de todo registro cultural y elemento de identidad y pertenencia en la que los creadores se la juegan en esos tópicos, pues:
«En México, Los Ovnis, Los Monjes, El Klan sorprenden con composiciones originales y garageras y aparece lo que se denominó «la Onda», con Javier Bátiz, Raul Hitler, Kaleidoscope (banda), Reinaissance (banda), Los Dug Dugs, Love Army, Soul Force, Three Souls In My Mind, Tequila (banda) y Last Soul Division, donde la gran mayoría cantaba en inglés. Se quisieron emular a Woodstock y los grandes festivales como Monterrey Pop o Isla de Wight. En la capital Argentina se hacían los B.A. Rock (Buenos Aires Rock); en la capital Mexicana el Festival Rock y Ruedas de Avándaro que fue por muchos años el máximo festival de Iberoamérica en tamaño y asistencia y un gran parteaguas en la historia contemporánea de México, y en Caracas el Festival del Parque del Este (donde para entrar había que llevar solamente una flor). Todo eso chocó con una sociedad donde veía a los roqueros como drogadictos y una juventud alienada y caótica se veía emerger. Las políticas dictatoriales, ya sean de izquierda o derecha, reprimieron estos focos de diversas maneras, hasta el punto donde en la mayoría de países se detuvo el desarrollo del rock por ese entonces. Los años 1970 fueron una década muy difícil, pero muchos artistas se adaptaron a los tiempos, ya sea tomando posturas menos encausadas o simplemente volver al concepto minimalista de solo la música y nada más. Esa fórmula les sirvió a 2 artistas argentinos que harían una discografía prolija en distintas bandas durante esos años: Charly García y Luis Alberto Spinetta. En México se cuentan por decenas los grupos a inicios de la década del 70, entre los más importantes La Revolución de Emiliano Zapata, El Ritual (banda), Enigma (banda), Náhuatl, Nuevo México (banda) y el importantísimo Three Souls In My Mind. En Colombia la banda más destacada fue Génesis del músico Humberto Monroy, que mezcló los sonidos andinos de su país con el rock».
El hecho de que el rock sea una manifestación de la cultura global tiene vinculaciones con otras expresiones musicales y movimientos culturales en el contexto de la historia contemporánea y actual, veamos cómo la enfoca el autor que seguimos, pues, acota que: «Influenciados por los diferentes movimiento internacionales: el fenómeno Punk, la New Wave, el Postmodernismo, etc., con bandas como The Clash, The Sex Pistols, The Cure, The Police, The B-52’s, Talking Heads, Devo, Depeche Mode y muchos más, en los países iberoamericanos surgen una serie de bandas a la saga del sonido del Nuevo Rock».
El rock como parte de la cultura de masas es caracterizada por Montiel Cupello se expande desde lo local y regional entrando en el circuido del mercado mundial del entretenimiento y los negocios sujetos al marketing comercial típico del capitalismo, en efecto dice que:
«Muchos de los rockeros argentinos firman con las transnacionales y esto les garantiza distribución Latinoamericana. Por su parte, el Rock Español comienza a hacer otro tanto y apuesta a Latinoamérica para expandirse. Ambos movimientos ya presentan propuestas sólidas, interesantes, bien grabadas, etc. Así, una serie de profesionales de la comunicación social (prensa, radio y t.v.) comienza a interesarse progresivamente en el fenómeno de un Nuevo Rock Iberoamericano con grupos buenos, incluso más allá de Argentina y España; y aparece un público que se engancha con esto del Rock Iberoamericano, cantado en nuestros idiomas y acerca de nuestras realidades. Como el caso de Los Prisioneros, por tomar un ejemplo, y la letra de su tema «Latinoamérica es un Pueblo al Sur de Estados Unidos» o el Peruano Miki González y su tema «Puedes Ser Tú» donde se refiere a situaciones de represión estatal, golpes militares y narcoterrorismo. Es decir, música que trata de estar acorde con la realidad de nuestros países y sus actuales situaciones dejando a un lado toda alienación de potencias extranjeras que jamás podrían dar algún tipo de identificación contundente en nuestra juventud».
En cuanto a los giros propiamente técnicos y características estéticas este autor sostiene que ha logrado asumir ciertas características particulares y que están en las siguientes dimensiones sonoridades, ideas y manifestaciones líricas:
«El rock iberoamericano de los 80 comienza a incorporar sonoridades e instrumentos autóctonos, como sucede con Fito Páez y los aires tangueros de «Giros«, las raíces en la sambay la bossa nova de los Paralamas do Sucesso, el Ska y el reggae de Jamaica, el soca trinitario, el zouk martiniqueño, la música negra de Estados Unidos y los sonidos del África madre. En este orden de ideas es interesante recordar unas declaraciones de Fito Páez para la prensa venezolana en octubre de 1987, cuando produjo el primer disco de Sentimiento Muerto: Hay un rock que es distinto al sajón porque se vive en otro lugar. No es lo mismo un tipo que vive en Nueva York que otro que vive en Buenos Aires: hay distintos problemas, vas a distintas carnicerías, panaderías, se habla otro idioma, las chicas son diferentes. A eso se le suma que la manera de cantar de los musicos latinos son únicas y muy peculiares en cada region, ya sea en ritmo de funk o de chacarera. No es como dicen por ahí que el rock es imperialista. Éste es un concepto muy de los sesenta, de los libros… Para fines de la década del 80 lo que se denominaba indistintamente «rock en tu idioma», «rock en español», «rock nacional» o «rock latino» ya era un fenómeno de masas juvenil internacional que abarcaba almenos Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México Perú, Uruguay y Venezuela. Bandas argentinas como Soda Stereo, GIT, Charly García, Fito Páez, Miguel Mateos y Los Enanitos Verdes viajaban por toda América Latina. Los Paralamas do Sucesso de Brasil tocaban en Uruguay, Argentina, Chile, Paraguay y España. Y los discos de Los Prisioneros de Chile eran editados en Perú, Colombia y Venezuela».
Ya en la última década del siglo XX el rock ya contaba con varias generaciones de cultores, forma lo que se ha llamado «cultura rock» compuesto tanto por diletantes como los creadores musicales propiamente, además de los industriales o promotores, véase la narrativa que a continuación se cita:
«La década de 1990 consolidó el estallido del rock iberoamericano como fenómeno internacional juvenil masivo. Las bandas comenzaron a desarrollar nuevos sonidos, experimentando con fusiones de todo tipo, sin abandonar la pretensión de llegar a cada vez mayor cantidad de jóvenes. Entre los ejemplos más notables se encuentran,2 Soda Stereo con sus poderosas letras y potente música siendo una de las bandas más influyentes dentro de la escena del rock no solo en Latinoamérica sino a nivel internacional y Café Tacuba, con sus notables fusiones de fuentes diversas, que integró toda una generación de notables bandas que dominaron en el plano internacional, como los mexicanos Caifanes, Kenny y los Eléctricos, El Tri y Maná quienes domino el rock en México y abrió las puertas a todos los grupos que le siguieron del rock mexicano, en México es considerada como la banda más influyente e importante del país, Caifanes también fue de las bandas más importantes del rock en español junto con Soda Stereo y Héroes del Silencio. Por Chile se destacaron Los Tres, La Ley y Lucybell; y por Colombia Aterciopelados. En esta década también comienzan a instalarse ámbitos comunes para el rock iberoamericano, como la aparición del Premio Latino dentro de los Premios MTV, primero, y luego (ya en los años 2000) la organización de los Premios MTV Latino. La primera década del siglo XXI ha visto como tanto el rockcomo el pop iberoamericano comenzaron a ocupar primeros planos mundiales de manera sistemática y ya no solo como productos exóticos para la cultura anglosajona. Fenómenos como los Premios Oscar que fueron ganados por en el uruguayo Jorge Drexler en 2005 con la canción «Al otro lado del río» de la película «Diarios de motocicleta«, (2006/2007) ganados por el roquero argentino Gustavo Santaolalla, o la popularidad de la banda Mexicana Jaguares a nivel internacional, señalan que el rock iberoamericano ha dejado definitivamente de ser una manifestación local del rock, para afianzarse como una corriente internacional autónoma. Simultáneamente, la música rock «latino-caribeña» en inglés, ha crecido en la consideración del público juvenil internacional, con grupos como The Fugees o géneros como la soca, influyendo asimismo poderosamente en los nuevas composiciones que va desarrollando el rock mundial. El fenómeno no puede ser desconectado de un fenómeno similar (o mayor) para el pop latino, con estrellas globales como la colombiana Shakira , boricua Ricky Martin o la banda Rock Pop Maná, ni de las implicancias culturales del proceso de latinoamericanización de Estados Unidos, que ha generado un enorme mercado internacional para la música iberoamericana».
La historia del rock latinoamericano, sugieren las citas anteriores, presentan una lírica que, a su modo, recoge el estado de la cuestión social y cultural de las sociedades de la región. Un mundo desolado o abandonado, tanto por las tradiciones ancestrales originarias de los pueblos indianos como de los indicadores estándar del progreso moderno; la lírica de José Alberto Iglesias, fundador del rock argentino, expresa en una de sus canciones que: «Estoy muy solo y triste en este mundo abandonado, tengo una idea, es de irme al lugar que yo más quiera. Me falta algo para ir pues caminando yo puedo, construir una balsa y me iré a naufragar», 1967, interpretada por «Los Gatos».
El poeta y compositor musical si bien mantiene una autonomía relativa respecto del entorno sociocultural en el que actúa indirectamente, sintetiza en sus creaciones lo que hemos llamado aquí «la cuestión social», lo que inquieta el espíritu en un contexto histórico concreto. Por ejemplo, la aspiración de huir de un mundo abandonado, hacer una balsa y naufragar o, en todo caso, exponerse a peligros ingentes, ya que en el continente latinoamericano predominaron en las décadas de 1970 y 80 las dictaduras militares y conservadoras que aplicaron políticas de represión frente al diferente e intolerantes frente a los movimientos de inspiración izquierdista marxista, percibidos como enemigos de la nación, la familia y las tradiciones propias del régimen de cristiandad católico o evangélico fundamentalista; ello en el marco general de la llamada Guerra Fría».
La nueva generación musical tuvo al menos tres dimensiones apofánticas del nuevo espíritu reivindicativo del ser, libre y plural, a saber, (a) en el plano psicológico, reafirmación de la dignidad de la persona humana frente al poder de las ideologías de la «Seguridad Nacional» e «Internacional de las Espadas» con su «escuadrón de la muerte» o «Cabalgata» en connivencia con el modelo de neoliberal que se expande desde los centros más dinámicos de la economía capitalista; (b) los movimientos sociales y musicales llevan en sus entrañas una reafirmación de la industria cultural en varias naciones latinoamericanas y caribeñas; (c) tales movimientos sociales, musicales y culturales contienen, a su vez, una propuesta política que reivindica la democracia fundamentada en los Derechos Humanos, la universalidad, la interculturalidad y, en casos más extremos, hasta la anarquía; de tal suerte que la música rock constituye una inserción con un estilete muy cortante en sociedades desiguales e inequitativas, ya que de hecho parece que «los caballeros del sonido y el metal», como denomina Paul Gilman a los rockeros, portan una peligrosa semilla de rebeldía.
Esta corriente musical que es el rock de origen inglés británico y norteamericano, en su evolución en Latinoamérica y el Caribe, al realizar interpretaciones o traducciones de los grandes éxitos sobre todo de grupos musicales famosos de Estados Unidos, incorporan tópicos culturales foráneo, lo que contribuye al llamado fenómeno de la transculturización o pérdida de la identidad regional y local o aún nacional. Piezas musicales como «La Plaga», «Polotitos», «La Bomba» fueron las primeras versionadas, luego realizaron canciones propiamente en español, entre otras canciones aparecen «Tequila», «Yo soy un rebelde», eso en las décadas de 1960, 1970 y 1980; lo que en España dieron en llamar «La movida madrileña», claro, en el marco de la transición dictadura franquista-democracia socialista o popular, una novedosa experiencia que las generaciones antiguas y maduras se mostraban dubitativas y la juventud pedía a gritos. Es parte de lo que del Val Ripollés (2014) denomina «Roqueros Insurgentes, Modernos Complacientes: Juventud, Rock y Política en España (1975-1985)» como se lee en su «Memoria para optar al grado de doctor en la Universidad Complutense de Madrid», donde sostiene en más de quinientas páginas que se trató de un movimiento que expresó los cambios los cambios culturales con los que la juventud vivía la transición en el campo político, uno de cuyos productos vino a ser el rock, ya que textualmente expone que el propósito de trabajo académico fue:
«En resumen, analizar este período de la música popular española puede ser útil para conocer un momento clave de este campo cultural, cuyas dinámicas aún están presentes en España. ejemplo de ello es que de este período surge una «inteligentsia» cultural que todavía hoy sigue teniendo peso en la música, el periodismo, el cine u otras disciplinas artísticas afines, como ha mostrado algunos trabajos de Val, Noya y Colman (2014) acerca del peso que los grupos de la Movida madrileña tienen en la construcción del canon estético del pop-rock español» (p. 10).
También en Latinoamérica y el Caribe el movimiento cultural expresado en el rock retrata una época sociohistórica y un momento político, ya que las reglas del arte comportan una reproducción de las condiciones actuales, junto al anuncio de ciertas condiciones eventuales de las realidades futuras que posiciona conceptos y procesos nuevos, formas y estructuras que si bien se desprenden de anteriores estados de la «cosa social actual» o presente en un tiempo histórico dado, no son su continuidad; esto es, las canciones con sus ritmos y lírica, no son sólo piezas artísticas sino cuerpos y texturas de ideas, representaciones y paradigmas en el hacer intelectual y el sentir emocional. Esto es, que se afectan los planos prácticos-contemplativos, es lo que Bourdieu llama «Campos» (De Val, ob cit, 2014, p. 57), nuevos estilo y expresiones de subculturas que pueden ser formas de resistencia simbólica ante la cultura hegemónica (ob cit., p. 63). O sea, un estilo y formas rituales de consumo de bienes culturales que delimitan identidades individuales y sociales, personales e institucionales.
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Aclaremos que estilo es gusto, preferencia estética, ética y política. Un nuevo modelo de comunicar ideas y sentimientos a través de la música y de consumir productos de la industria cultural que tiene un registro económico expresado en la ecuación patrimonial de la contabilidad y la balanza de pagos, pero incluye también el consumo simbólico que crea o destruye posibilidades de realización humana mediante una representación diacrónica y sincrónica de una vida en un medio urbano-industrial, donde además existen ciertas formas aceptadas de «hacer música» (ob cit., 2014, p. 74); una perspectiva estética que impone los gustos. Así se tiene que el rock constituye una forma discursiva tanto en la música popular como en formas de vida particular en sociedades industriales, urbanas y modernas que requieren renovarse o reinventarse en los referidos planos material y simbólico.
Por otra parte, el creador musical o de otras disciplinas afines de las artes visuales o literarias hace propuestas contra el orden social dado históricamente en sociedades asimétricas, genera rupturas, lo que generalmente se asume como parte de los avances de las vanguardias, que dan lugar a discusiones en entornos convulsos o con los que metafóricamente le «toman el pulso» o la temperatura al nivel del desarrollo social, artístico y político; los creadores son, en síntesis, un indicador del «estado del arte» de la ciencia, la técnica y las humanidades, pues por una parte hace una abierta o soterrada crítica y por la propone que, en el caso de la música, sus letras constituyen una forma de comprender líricamente con la razón sintiente la situación espiritual de una época, de tal suerte que la estética se convierte así en una mordiente posibilidad de conocimiento. O, al menos, en una aproximación doxográfica que describe desde la vivencia subjetiva el movimiento de la dinámica social en un período determinado. En síntesis, también el músico puede ser un cronista político no tan anónimo de la realidad cultural y política sino ser un agitador de las masas populares en cuya voz se expresan ellos, al modo de los rapsodas antiguos o los trovadores medievales.
Ahondando en esto, podemos decir que la poesía lírica presente en las canciones de rock son un lenguaje, una posibilidad de crear realidades o confrontarlas, una vía de modelar un cuerpo social futuro sustentado en libertades, justicia y paz; porque, como ya se ha dicho previamente, existen otras posibilidades de crear saberes en paralelo a los procedimientos tradicionales de la «ciencia normal» en términos de Khum (1963) o modelo empírico analítico. La develación de las estructuras sociales básicas, lo que está debajo o detrás de las apariencias formales, los intereses ocultos, las creencias aviesas y las percepciones fantasmagóricas de las ideologías; o las consecuencias secundarias que afectan a la naturaleza o la vida de las personas humanas debido a la aplicación reduccionista y con visión parcial de las técnicas o productos contaminantes de industrias o las distorsiones comerciales de su comercialización; suelen ser identificadas y mejor descritas por los artistas, aunque no necesariamente orienten sus creaciones bajo la perspectiva del «realismo social»; si no que, per se, sus propuestas estéticas pasan a formar parte de la sociología del conocimiento, ya que como ya se ha dicho la crítica a los modos de hacer ciencia, resolver problemas y vivir en conciencia vigilante, dibujan verdades de acuerdo al contexto y con fines de afirmarlo o subvertirlo, labor esta que el rock ha asumido con denuedo como cultura underground.
En este sentido, Giusti (2014) al abordar la cultura rock sostiene que «este propone prácticas culturales y establece vínculos de identidad y comportamiento social que se enfrentan y/o coexiste con el orden institucional de un modo estético y artístico» (p. 1); en todo caso, el rock es un «sistema discursivo» a medio camino entre la industria cultural o de masas y la contracultura, puede vender gran cantidad de álbumes en el mercado musical, produce riquezas, banaliza asuntos humanos complejos pero, al propio tiempo, muestra ingentes luchas por cambiar el sistema de representaciones y prácticas consuetudinarias en las sociedades modernas occidentales; volviendo al precitado autor él sostiene que las letras de las canciones establecen «entornos reflexivos sobre la discografía y su circulación» (ídem).
Por su parte, Poblet (2016) en su tesis doctoral «El Heavy Metal en España, 1978-1985: Frases de Formación, Cristalización y Crecimiento», presentado en la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que el correlativo:
«El heavy metal es uno de los movimientos socioculturales más extendidos de la cultura occidental. Musicalmente es, además, uno de los géneros más ricos de cuantos conforman el crisol de la música popular urbana, habiendo despertado el interés de sociólogos y musicólogos, fundamentalmente europeos y norteamericanos, que lo han introducido en el currículo académico» (p. 7).
Su carácter principal viene a ser que «… constituye un código que distingue de otras manifestaciones culturales, y que implica una devoción por la música y una lealtad a los principios de la subcultura en la se inserta» (ob cit., p. 14). En este sentido, tanto en España como en Latinoamérica, fue la juventud el segmento demográfico que hubo de manifestar en las décadas de 1960, 70 y 80 gran descontento frente a los regímenes políticos conservadores, con censuras y control social férreo, tanto por parte de las fuerzas policiales y militares como de la jerarquía de la Iglesia Católica (ob cit., p. 14); pero tanto en la «Madre Patria» como aquí en Hispanoamérica, los conatos de rebeldía fueron protagonizados por los grupos estudiantiles, sus protestas de calle, huelgas de paradas y trancazos de vías de tránsito público, su resistencia a la más brutal represión hallaron en este estilo musical del rock su aliado más fiel a los estudiantes y grupos políticos aliados; la poesía rebelde, de denuncia social de un entorno dominado por las imposturas intelectuales y espirituales que más que posibilitar la convivencia civilizada, ahogaron los atisbos de libertad, de forma que de forma y fondo, esta situación aplica tanto para la Península Ibérica como para Latinoamérica y el Caribe.
Fuente: https://www.aporrea.org/internacionales/a275525.html
El cerebro decide lo que es real o imaginario
Por: Tendencias 21
Cuando este mecanismo cerebral se atrofia, las personas viven en realidades inventadas.
El cerebro distingue lo real de lo imaginario antes de que el sujeto sea consciente de un pensamiento o recuerdo. Cuando este mecanismo cerebral se atrofia, las personas viven en realidades inventadas. Y cuando improvisamos una respuesta, el cerebro también la archiva como real y nos lleva a confundir recuerdos con fantasía.
La región cerebral cortico-frontal y sus conexiones es la que asegura que nuestros pensamientos y nuestro comportamiento estén sincronizados con la realidad, incluso cuando nuestra mente divaga con fantasías.
Los estudios realizados en esta universidad han utilizado la electroencefalografía de alta resolución en sujetos sanos para medir la rapidez con la que el cerebro procesa las informaciones.
De esta forma han demostrado que el proceso cerebral de procesamiento de la realidad percibida se desarrolla a una velocidad de entre 200 y 300 milisegundos después de la evocación de un recuerdo o un pensamiento. (Un milisegundo es la milésima fracción de un segundo).
Sin embargo, el reconocimiento consciente de la información recibida se desarrolla más despacio, entre 400 y 600 milisegundos, lo que pone de manifiesto que el sujeto acepta una información como real o falsa después de que el cerebro haya realizado su selección.
Según explica el neurólogo Armin Schnider, director del departamento de Neurociencias de la citada universidad, los pensamientos sufren el filtro de la realidad al mismo tiempo que el cerebro los codifica.
El cerebro almacena por un lado los pensamientos que se refieren al presente (la realidad) y por otro lado los que son imaginarios o fantasiosos. Esta secuencia es la que permite al sujeto distinguir el recuerdo de un hecho real de otro imaginario, según la clasificación que ha hecho el cerebro sin su conocimiento.
Viviendo en una falsa realidad
Por eso, cuando la zona cortico-frontal está dañada, las personas pierden la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, el pasado del presente, y no tienen forma de darse cuenta de que su realidad es falsa.
Ocurre por ejemplo después de un accidente cerebral, que lleva a determinados pacientes a vivir en una realidad paralela que a menudo es una especie de reconstrucción deformada de recuerdos verdaderos, añade Schnider.
Los investigadores de la Universidad de Ginebra han observado que, curiosamente, los pacientes que confunden la realidad no se dan cuenta de que los acontecimientos que ellos esperan no ocurren nunca.
Esta observación confirma los resultados de estudios anteriores que habían identificado ciertas neuronas en la región órbito-frontal que sólo se activan cuando una recompensa espera no se materializa. Si estas neuronas no funcionan bien, los pacientes pueden quedar colgados de una realidad que se repite permanentemente, en bucle.
Esas mismas neuronas están presentes en otras regiones colindantes del cerebro y se activan también cuando las redes neuronales principales se dañan, por ejemplo la región córtico-frontal que marca la diferencia entre lo real y lo imaginario.
Este fenómeno explica por qué sólo el 5% de los pacientes que han sufrido un daño cerebral, como un accidente vascular o un traumatismo, en esta región, desarrollan una confusión entre la realidad y sus confabulaciones: el daño en la región córtico-frontal es compensado por las neuronas de la región órbito-frontal.
Armin Schnider precisa que por este motivo los pacientes que padecen confabulaciones en su mayoría recuperan con el tiempo el sentido de la realidad, gracias a ese mecanismo de compensación de las redes neuronales vecinas a la región córtico-frontal. También señala que, a menudo, persiste la amnesia en estos pacientes.
En psiquiatría la confabulación es una enfermedad mental que consiste en que una persona rellena las lagunas de su memoria con experiencias inventadas que en realidad nunca han ocurrido. La persona no es consciente de que lo que cuenta no es cierto y, además, lo olvida enseguida.
Schnider señala que la confabulación no es exclusiva de las personas con un daño cerebral, ya que la reconstrucción ordinaria de los recuerdos puede también provocar errores. Destaca que cuando se nos pregunta por nuestras experiencias, tendemos inconscientemente, en caso de duda, a inventar nuestras respuestas.
En ese caso, nuestro cerebro guarda esa respuesta improvisada como un recuerdo verdadero, una observación que permite manipular la memoria de una persona, dependiendo de la forma en que se le formula la pregunta. Por eso concluye que estar convencido de la verdad de un recuerdo no es garantía suficiente de su exactitud.
Los resultados de estas investigaciones sobre la realidad, los mecanismos cerebrales implicados en su reconocimiento y en la distinción de la fantasía, fruto de más de 20 años de trabajo, se recogen en un libro cuya segunda edición acaba de ver la luz: “The Confabulating Mind”, publicado en Oxford University Press.
El libro recoge en varios capítulos la historia de la confabulación y su desarrollo en pacientes, así como el tema de los falsos recuerdos, que nos afectan cotidianamente sin darnos cuenta, y aborda casos específicos de manipulación de la memoria, que tiene una importancia especial en casos judiciales.
The Confabulating Mind. How the Brain Creates Reality. Second Edition. Armin Schnider. Oxford University Press. ISBN:9780198789680
Fuente: https://www.tendencias21.net/El-cerebro-decide-lo-que-es-real-o-imaginario_a44335.html
La Significación de la Autonomía Universitaria
Por: Jorge Díaz Piña
La autonomía universitaria es parte de un imaginario social ( C. Castoriadis) adosado por el pensamiento liberal clásico (W. von Humbolt) a la universidad en tanto institución,“el Estado debe permanecer siempre consciente del hecho de que precisamente estos centros llevan a cabo lo que él no es capaz de realizar y que, incluso, su intervención puede llegar a constituir un obstáculo” (Humbolt en La situación de la universidad.) Para entonces, era un alto funcionario del Estado alemán impulsor de la reforma educativa.
Argumentaba que los centros universitarios: “liberados de toda forma estatal, no son más que la vida espiritual de los hombres, a quienes las condiciones exteriores o un impulso exterior empujan hacia la ciencia y a la investigación” (Ob. cit.). Esto se conjugaba con el rechazo a la instrumentalidad: “El Estado no debe tratar a sus propias universidades ni como gimnasios ni como escuelas especializadas, y no debe utilizar a la propia academia como si fuese una comisión técnica y científica” (Ob. cit.), y sostuvo que si alguien producía algo obedeciendo el mandato de otro “podremos admirar lo que hizo, pero despreciaremos lo que es” (Humbolt citado en Chomsky en Sobre democracia y educación)
La autonomía universitaria simbolizó una espacialidad institucional ( no un mero espacio o territorio) que semiotizó una relación “dentro-fuera” con el Estado y la Sociedad Civil (ámbito de los intereses económicos para entonces) que ha operado como identificación institucional de manera imaginaria y mítica : ”espacio que vence las sombras”, “templo del saber y la ciencia”, “territorio libre del pensamiento crítico”, etcétera.
No obstante, esa autonomía inicial la perdió cuando cedió instrumentalmente ante el cerco del Estado burgués que dejó de ser retóricamente liberal, y del mercado laboral que se desarrolló y fortaleció reduciéndola a ser primordialmente formadora de los profesionales o fuerza de trabajo requerida para atender las necesidades reproductivas del capital presentadas como de la sociedad en general.
Necesidades re-productivas del capital que se tradujeron también como pautas de una lógica o racionalidad (la Razón Instrumental) “neutra y aideológica” para pensar y actuar científica y tecnológicamente en las universidades que las aceptaron acríticamente pese a su protección autonómica.
El gesto más simbólico que reivindicó socioculturalmente la autonomía de la universidad para “Latinoamérica” ( mejor Indoafrolatinoamérica) fue la Reforma de Córdoba (1918) en su lucha contra el orden oligárquico-clerical que la sujetaba.
En Venezuela, luego del simbólico decreto del Libertador sobre la autonomía de la universidad para liberarla de su sujeción clerical-colonial, la autonomía es efectivamente reivindicada y legalmente reconocida luego del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez en 1958 por su participación decisiva en esa gesta. Autonomía que es menguada por su posición opositora a los gobiernos de entonces (la oposición de hoy), con la aprobación de la Ley de Universidades en 1970 vigente y, luego reivindicada con rango constitucional en 1999 por el gobierno del presidente Hugo Chávez, para propiciar su reinstitucionalización.
Se pudiera concluir que la vigencia institucional de la autonomía universitaria, en tanto condición imaginaria instituida o reinstituyente de la universidad frente a sus relaciones con el Estado, con los intereses y lógica capitalistas o con los del pueblo, y con la democracia universitaria misma, dependerá de la correlación de fuerzas a favor o en contra de la significación hegemónica contextualizada sociohistóricamente que se le asigne. De aquí la importancia de la lucha por su significación.
Correo: diazjorge47@gmail.com