Canadá: Qué fue el «genocidio canadiense» por el que murieron y desaparecieron cientos de mujeres

Han pasado casi 50 años desde que Helen Betty Osborne, una mujer indígena que soñaba con ser maestra, fue secuestrada y brutalmente asesinada cerca de Manitoba, una ciudad canadiense profundamente dividida por líneas raciales.En muchos sentidos, la muerte de la joven de 19 años fue indicativa de los casos que estaban por llegar: una adolescente indígena obligada a abandonar su comunidad remota, atacada por cuatro hombres simplemente por su raza, y la larga espera de la familia para que se hiciera justicia.

Hace 15 años, Amnistía Internacional calificó el asalto y el asesinato a la tímida joven como «una advertencia ignorada».

La violencia que enfrentan las mujeres y las niñas indígenas de Canadá está ahora en el centro de atención, cuando una investigación nacional sobre mujeres desaparecidas y asesinadas llega a su fin después de más de dos años de audiencias y testimonios.

Este lunes se publica la investigación. Las primeras conclusiones, filtradas a la cadena nacional de televisión CBC, hablan de un «genocidio canadiense».

El informe, de 1.200 páginas, acusa de la desproporcionada violencia contra las mujeres indígenas al colonialismo fuertemente arraigado y a la inacción del Estado.

Se desconoce el número exacto de víctimas, pero hay reportes de que podrían ser miles.

«Se tardó 40 años en llegar a este momento y solo porque las mujeres indígenas han estado en el terreno haciendo ruido», afirma Robyn Bourgeois , académica y activista que investiga el activismo indígena en Canadá, a Jessica Murphy , periodista de la BBC en Toronto. «Sin ellas no estaríamos aquí» , dice.

Entre las activistas hay familiares de víctimas que han hecho campaña incansablemente por los seres queridos que perdieron, y activistas de base como Beverley Jacobs y Terri Brown, quienes también perdieron a miembros de su familia.

Para Jacobs, el asesinato en 2008 de su prima Tashina General, de 21 años, fue un punto de inflexión en su trabajo. Para Brown, cuya hermana de 41 años, Ada Elaine, murió en 2001, la pérdida continúa atormentando a la familia, que dice que fue asesinada y que su caso fue mal manejado.

Jacobs, abogada mohawk, fue la investigadora principal del informe de Amnistía sobre discriminación y violencia contra las mujeres indígenas, y pasó meses viajando por todo el país reuniéndose con las familias de mujeres que habían desaparecido o habían sido asesinadas.

«En ese momento, eran las familias las que estaban haciendo todo el trabajo», dice. «Fueron las que hicieron los carteles y las búsquedas, pasándolo mal con la policía, y sin obtener respuestas».

Su esfuerzo comenzó justo cuando un caso horrible estaba a punto de aparecer en los titulares de todo el mundo.

La policía había arrestado a Robert Pickton, un asesino en serie que había asediado a mujeres del distrito de Downtown Eastside, en el centro de Vancouver , durante años, siendo muchas de sus víctimas indígenas y marginadas.

Las autoridades habían negado durante mucho tiempo que hubiera un patrón en las desapariciones, o que pudieran estar vinculadas.

Pero una investigación local posterior dejó al descubierto el fracaso sistémico y el sesgo que permitieron a Pickton asesinar a mujeres durante años sin ser atrapado.

Pickton fue finalmente condenado a cadena perpetua por el asesinato de seis mujeres. Inicialmente había sido acusado de matar a 26 mujeres de un total de 69 que habían desaparecido durante los años 80 y 90.

Su juicio de alto perfil hizo que activistas como Jacobs pensaran que lo que había ocurrido en el estado de Columbia Británica, cuya principal ciudad es Vancouver y donde las mujeres indígenas eran una parte desproporcionada de las mujeres reportadas como desaparecidas o asesinadas, se vería también a nivel nacional.

«Ese [caso] fue un punto de inflexión», dice Bourgeois.

También fue donde Jacobs, la abogada mohawk , comenzó su trabajo. «Lo primero que pensé que tenía que hacer era ir a Downtown Eastside porque Pickton acababa de ser arrestado», explica.

Las mujeres que habían estado trabajando durante años para llamar la atención sobre lo que estaba pasando la llevaron a la granja de cerdos del asesino, el sitio donde había cometido los asesinatos.

«Fue horrible. Fue antes de cualquier juicio, no estoy segura de que se hubieran presentado cargos todavía. Pero [los investigadores] ya estaban cavando en el suelo», cuenta Jacobs.

Posiblemente incredulidad o miedoBrown, activista indígena desde hace mucho tiempo y, como Jacobs, expresidenta de la Asociación de Mujeres Nativas de Canadá (NWAC, por sus siglas en inglés), fue fundamental para alertar sobre el «horripilante número de mujeres» que estaban desapareciendo en Vancouver.

Bajo su liderazgo, el NWAC colaboró con grupos como Amnistía Internacional; Kairos, un grupo religioso; y las iglesias anglicana para crear una campaña de sensibilización nacional.

Pero Brown dice que fue una repetición de lo de Vancouver: a menudo se encontraban con indiferencia. También había interrupciones significativas en los registros, lo que dificultaba obtener una imagen completa del problema de la violencia.

Se estaba llevando a cabo un conteo no oficial de los desaparecidos. En Toronto, Amber O’Hara, una mujer del grupo anishinaabey activista contra el SIDA, comenzó a compilar una base de datos en línea.

Y según Brown, las mujeres en Downtown Eastside «estaban haciendo un gran trabajo, contabilizando a las mujeres que se estaban perdiendo».

«Las familias venían y decían: ‘No la hemos visto en semanas’. Y la policía contestaba: ‘Tal vez esté de vacaciones en algún lugar’. ‘Bueno, discúlpeme, nunca dejaron esa cuadra del Eastside».

Brown, quien entonces dirigía la Asociación de Mujeres Nativas de Canadá, decidió que debía haber una compilación formal de los datos.

«Quería ponerle números a esto porque nadie nos creía», rememora. «Pero no teníamos los recursos, hice mi propia investigación y la presenté, pero ellos dijeron: ‘Bueno, ¿cómo sabes que es verdad?’ En ese momento dijimos que había unas 500 mujeres aborígenes desaparecidas y asesinadas».

La asociación consiguió fondos federales para fundar la campaña Sisters in Spirit («Hermanas en Espíritu»), que investigó y sensibilizó sobre las altas tasas de violencia contra las mujeres indígenas. Para el año 2009, habían recopilado 520 nombres.

Aún así, Brown recuerda haber llevado las estadísticas a reuniones con funcionarios del gobierno, incluso algunos líderes indígenas, y dice que «lo más extraño» fue el presentar los datos «a personas que se sentaban allí y te miraban, no te respondían, no te decían nada, no te alentaban, no te daban su apoyo de ninguna manera «.

«Inexpresivos. Posiblemente incredulidad o miedo. No lo sé».

Las estadísticasHasta el día de hoy, la falta de datos sólidos significa que nadie sabe exactamente cuántas mujeres y niñas indígenas han sido asesinadas o han desaparecido en las últimas décadas. Pero algunas estadísticas sí han sido compiladas.

• El 10% de todas las mujeres reportadas como desaparecidas son indígenas y representan el 21% de las víctimas de homicidio. Los indígenas canadienses representan alrededor del 4% de la población.

• La mitad de los homicidios fueron cometidos por un miembro de la familia, pero las mujeres indígenas también tienen 1,4 veces más probabilidades de ser asesinadas por alguien con quien no tienen una relación cercana.

• En 2014, la Real Policía Montada de Canadá identificó casi 1.200 casos sucedidos entre 1980 y 2012.

• Las mujeres indígenas tienen un mayor riesgo de sufrir agresiones físicas y sexuales, incluso cuando se toman en cuenta otros factores de riesgo, y experimentan más violencia por parte de sus parejas.

Bourgeois y Jacobs intentaron tomar una dirección diferente. Fueron al escenario internacional. Brown comenzó a plantear el tema en reuniones de la ONU y en otros lugares.

«Dondequiera que iba, lo mencionaba», explica. «No es que a alguien le importara. Pero pensé que en algún momento alguien escucharía».

Jacobs dice que sabían que Canadá no estaba haciendo nada. «Y sabíamos que los foros internacionales atraerían la atención contra Canadá», afirma. «[A nivel internacional] No hay mecanismos de imposición. La única forma es causar vergüenza al país».

Luego, en agosto de 2014, 43 años después del asesinato de Osborne, otro caso, esta vez la muerte de una estudiante de 15 años llamada Tina Fontaine, comenzó a aparecer en los titulares de todo Canadá.

Su asesinato provocó una indignación colectiva y feroz y consolidó los pedidos de que se abriera una investigación nacional.

Para 2015, la ONU estaba presionando para que hubiera una investigación pública, al igual que un informe canadiense histórico sobre la reconciliación con los pueblos indígenas.

El primer ministro, Justin Trudeau , lanzó oficialmente una investigación al año después de ganar las elecciones generales de 2015.

Para entonces, Brown y Jacobs se habían alejado del activismo por este tema. Ambas dicen que les afectó emocionalmente, especialmente dado que ambas habían perdido a sus seres queridos.

«Sentí que ya no podía hacerlo. Me enojé demasiado», dice Jacobs. «Desde el momento en que empecé [después de la muerte de mi prima] sentí que estaba golpeando mi cabeza contra la pared, sentí que no se estaba logrando nada».

También han sido críticas con la investigación.

Jacobs asegura que nunca logró realmente ganarse la confianza de muchas familias que perdieron hermanas o madres o hijas, y muchas no fueron incluidas en las audiencias públicas.

Según Brown, «hablaron con muchas familias, abrieron muchas heridas. Pero al final, ¿alguien fue arrestado?»

«Tiene que haber justicia. Esos hombres tienen que ir a la cárcel. Si no lo hacen, todo el dinero gastado y todo lo que hablamos no vale la pena, porque no hay justicia».

También advierten que, si bien la investigación pudo haber terminado, los índices de violencia se mantienen altos.

La verdadera curación vendría de parte de los canadienses indígenas que reclaman su cultura, idioma y tradiciones, dice Jacobs.

Afirma que Canadá debe tomar pasos concretos hacia la reconciliación y responsabilizarse de políticas que han sido perjudiciales para las mujeres indígenas.

En estos días, Brown va a las vigilias organizadas para las mujeres desaparecidas y se siente reconocida.

«Alguna joven, inevitablemente, en algún momento viene y empieza a informarme sobre el tema y yo solo pienso: ‘Sí, hay esperanza para nosotros ahora'».

«Porque conocen el problema, pueden nombrar el problema, tienen la fuerza para hablar sobre ello».

El informe finalEl camino hacia la publicación del informe final de la investigación nacional no siempre ha sido fácil.

La investigación, con un costo de US$68 millones, se inició en 2016 con un mandato para profundizar en las causas sociales, económicas, culturales, institucionales e históricas subyacentes de la violencia contra las mujeres y las niñas indígenas.

Se llevaron a cabo 24 audiencias en todo Canadá, con el testimonio de casi 1.500 personas, incluidos familiares de mujeres desaparecidas o asesinadas y sobrevivientes de violencia. También se escuchó a decenas de expertos y se revisaron los archivos policiales e institucionales.

Ha habido renuncias, retrasos, críticas relacionadas con la transparencia y las comunicaciones, y preocupaciones sobre su alcance. Los comisionados lucharon para obtener una extensión de dos años, pero recibieron solo seis meses adicionales del gobierno federal.

Fuente de la Información: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256845&titular=qu%E9-fue-el-%22genocidio-canadiense%22-por-el-que-murieron-y-desaparecieron-cientos-de-mujeres-

 

 

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Guatemala Indignación selectiva

Por: Ilka Oliva Corado
Lo primero que uno se pregunta ante la situación crítica que vive el país, es: ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo el pueblo seguirá soportando (solapando)? La respuesta, tristemente es: hasta siempre. En Guatemala la cosa es de tal sociedad, tales gobernantes.Hablar de la corrupción en Guatemala, del posicionamiento de la impunidad ante la justicia, del asalto de las clicas criminales al gobierno del país, es hablar del ADN de la sociedad en sí. En Guatemala estamos hechos de mediocridad, de hipocresía, de tibieza y de descaro.

Jimmy Morales no dio ningún golpe de Estado como el de Temer a Dilma en Brasil, ni engañó a las masas como el traidor Lenín Moreno en Ecuador, él fue puesto ahí por la mayoría de quienes fueron a manifestar por corrupción los sábados de ir a broncearse, cuando estaba la bullaranga de destituir al genocida Otto Pérez Molina. Es decir: los majeados por la oligarquía, el ejército y la embajada de Estados Unidos en el país. Fueron esas marionetas que son maniobrables para beneficio de quienes tienen el sartén por el mango en esa fincona que aún no llega a país, las que pusieron a ese truhán de presidente.

Analicemos a profundidad a esa parte de la sociedad que se ha resistido a la corrupción de Jimmy Morales. Hablo de esos ciudadanos cultos, preparados, dignos, trabajadores y honestos que se manifiestan en redes sociales y salen a manifestar los sábados de ir a broncearse (o mojarse ahora que es invierno) frente a la plaza central: ¿por qué no salieron a manifestarse cuando el gobierno de Jimmy Morales violó y quemó vivas a 41 niñas del Hogar Seguro? ¿Acaso la vida de esas 41 niñas no importa lo más mínimo como les importa la corrupción? ¿Qué es lo indignable entonces para esta parte de la población? ¿El robo de dinero pero no los feminicidios ni las violaciones sexuales que vivieron estas niñas? ¿Por qué no fueron capaces de reaccionar como lo hacen por la corrupción? ¿Por clasistas, homofóbicos, machitas, misóginos e indolentes? ¿Qué temática, qué hechos son los que tienen la capacidad de despertar en esta parte de la sociedad la indignación colectiva? ¿Solo cuando se ven tocados en sus bolsillos?

¿Por qué a esta parte de la población no le indignan las muertes de familias completas en los deslaves de los basureros? Que se alimenten de la basura, que viven en la basura, que mueren en la basura. ¿Por qué no les indigna ver en cada esquina del país, bares y casas de citas y que ahí se golpee, se viole sexualmente y se asesine a niñas, niños, adolescentes y mujeres?

¿Por qué no los indigna la existencia de maquilas donde se explota hasta despellejar a miles de parias? ¿Por qué no les indigna la cantidad de niños picando piedra para sobrevivir? ¿Los miles de niños lustrando zapatos en las calles y parques del país? ¿Las limpiezas sociales en los arrabales? ¿Por qué solo les indigna cuando un monigote como Jimmy Morales llega a robar y a solapar el saqueo de las clicas criminales?

¿Por qué no les indigna la explotación que viven miles de indígenas a quienes se les niega todo, hasta el derecho a la vida? ¿A los miles que se pudren en las fincas cortando café, caña, algodón, frutas y verduras? ¿No les indignan esos miles durmiendo en galeras, sin agua, sin luz, sin servicio sanitario, sin un pago laboral justo? ¿Los miles que se ven obligados a migrar sin documentos? ¿El abuso, la exclusión y las muertes de personas de la comunidad LGBTI?

¿Por qué si les indigna la injusticia, en plenas manifestaciones se apartan de los parias y de los Pueblos Originarios porque ni siquiera en la búsqueda de justicia quieren verlos? ¿Por qué no se unen a las manifestaciones entre semana que realizan los Pueblos Originarios? ¿Por qué no les indigna con el mismo fervor que la corrupción las cantidades de abusos sexuales, embarazos y partos en niñas y adolescentes? ¿Por qué no les indigna con la misma ira las cantidades de feminicidios en el país? ¿Por qué no les indigna que no exista una educación y un Estado laico en el país? ¿Por qué no les indigna el robo de mercadería, los golpes y el encarcelamiento de vendedores ambulantes por parte de la policía?

¿Por qué no les indigna que el Congreso busque criminalizar a las mujeres que abortan espontáneamente? ¿Por qué si odian la injustica no apoyan el derecho al aborto? ¿Acaso por cachurecos, machistas y misóginos? ¿Por qué es tan importante revolcarse y sacar espuma por la boca para llamar la atención frente a la cámara de un medio de comunicación en las manifestaciones? ¿Acaso para fingir decencia e indignación? ¿Por qué no se revuelcan de dolor y sacan espuma por la boca con la cantidad de niñas abusadas y embarazadas por familiares y desconocidos?

En Guatemala todo es oportunismo, hasta la indignación selectiva. Una llamarada de tuza que dura lo de un flash de fotografía. En donde todo seguirá tal y como está, porque la explotación del paria y mantener el sistema intacto beneficia a todo aquel que descansa placentero sobre los lomos curtidos de quienes aunque griten jamás serán escuchados. Pero llegará el día que esos miles de parias despertarán en rebelión y no habrá plaza de sábado de ir a broncearse ni indignaciones selectivas que puedan detenerlos: será la insurrección de la alcantarilla.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

@ilkaolivacorado

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