Por: Roberto Patiño
Uno de los factores necesarios para el desarrollo de cualquier sociedad es la existencia de un acuerdo de convivencia entre los distintos actores que la componen. Cuando un grupo se impone sobre los otros de manera violenta, este acuerdo se rompe, imposibilitando la mínima coexistencia y el bienestar común.
En nuestro país, la imposición de un esquema empobrecedor, criminal y autoritario, ha propiciado una crisis sistémica profunda de un costo humano imperdonable.
Los ciudadanos quedan en orfandad institucional y los cuerpos de seguridad y gubernamentales amenazan, hostigan o ignoran a las personas. A través de sistemas de control social el régimen instrumentaliza las necesidades básicas de alimentación, salud o vivienda para mantenerse en el poder.
Enfrentar esta realidad, ahora agravada a raíz de la pandemia de COVID-19, implica la búsqueda de nuevas formas de acción social y política, necesarias para este contexto de cooptación de vías democráticas y masivas violaciones de derechos humanos desde el Estado.
En el movimiento Caracas Mi Convive creemos que el cambio empieza por el restablecimiento de lazos convivenciales básicos en la sociedad civil.
Iniciativas como Alimenta la Solidaridad o Monitor de Víctimas, vinculan comunidades, organizaciones, aliados y voluntariado alrededor de graves problemas compartidos como la violencia o la crisis alimentaria. Quienes son afectados directamente por el problema se convierten en factores determinantes de su solución, generando procesos de vinculación y empoderamiento individual y colectivo. La generación de confianza y el trabajo mancomunado de comunidades y liderazgos locales se vuelve primordial.
En estas nuevas formas de organización los objetivos comunes de dar respuesta al colapso y la emergencia inmediatos, derrumban muros ideológicos o partidistas. En nuestras iniciativas participan personas de diferentes tendencias políticas y los modelos de trabajo son replicables en diversos ámbitos. Alimenta la Solidaridad, por ejemplo, funciona articulado con diferentes organizaciones y comunidades a nivel nacional, con una red que produce almuerzos diarios para más de 15.000 niños.
Este modelo convivencial se viene desarrollando en medio del agravamiento progresivo de la crisis venezolana y, ahora, en medio de la cuarentena mundial, con graves problemas de abastecimiento de electricidad, gas y combustible. Las iniciativas han seguido trabajando, asumiendo los complejos procesos de adaptación surgidos a partir de la nueva emergencia de COVID-19.
Estos logros muestran la posibilidad real de encuentro aún en medio del ambiente de conflictividad, incertidumbre y desconfianza que propicia el sistema fragmentador autoritario. Y también la importancia de la construcción de una nueva convivencia para una nueva Venezuela.
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Fuente: https://www.elnacional.com/opinion/construyendo-una-nueva-convivencia-2/