Por: Amnistia Internacional
Los países ricos no cumplen con su obligación de ayudar a los miles de personas refugiadas que han llegado a Uganda huyendo de la muerte, las violaciones y otros abusos contra los derechos humanos que se comenten en Sudán del Sur, ha manifestado Amnistía Internacional en un abrumador informe presentado en vísperas de la cumbre de la donantes de alto nivel convocada en la capital ugandesa, Kampala, los días 22 y 23 de junio.
Mas de 900.000 personas han huido del conflicto brutal de Sudán del Sur y han buscado refugio en Uganda, pero la falta de financiación hace que muchas de ellas no reciban servicios básicos como alimentos, agua y cobijo. Al menos el 86% son mujeres y niños y niñas.
“Uganda ha seguido mostrándose receptiva y generosa en un momento en que muchos países están cerrando sus fronteras a las personas refugiadas,pero está sometida a increíble tensión, porque los fondos se están agotando y siguen llegando a diario miles de personas de Sudán del Sur”, ha explicado Muthoni Wanyeki, director de Amnistía Internacional para África Oriental, el Cuerno de África y los Grandes Lagos.
“Los donantes, en especial Estados Unidos, los países de la UE, Canadá, China y Japón, deben intensificar su apoyo a Uganda garantizando la llegada a tiempo de los fondos necesarios para atender las necesidades a corto y largo plazo de la población refugiada. Las personas refugiadas no deben convertirse en las últimas víctimas de una vergonzosa falta colectiva de cooperación internacional.”
Una delegación de Amnistía Internacional ha realizado visitas de investigación a asentamientos de personas refugiadas de cuatro distritos del norte de Uganda –Adjumani, Moyo, Yumbe y Arua– y ha visto por sí misma los efectos de estos problemas de financiación. Las personas refugiadas y los organismos de ayuda humanitaria hablan de una falta desesperada de comida, agua, cobijo y otros servicios básicos debida a la financiación insuficiente. Hay también una grave falta de apoyo a grupos vulnerables como los menores no acompañados, las personas con discapacidad y las personas ancianas.
Nunu, mujer de 24 años y con un hijo, con quien Amnistía Internacional habló en el asentamiento de personas refugiadas de Bidi Bidi, distrito de Arua, explicó: “Conseguir agua es un problema. Y hay también problemas con la comida […] No comemos comida de verdad en esta casa.”
Amina, que vive con su esposo y sus hijos en el asentamiento de Pagyrina, distrito de Adjumani, contó: “Lo peor aquí es el agua y la falta de comida. Antes daban comida, pero ya se ha acabado. El agua en un gran problema […] La población en enorme, pero sólo traen una vez al día.”
Tortura , homicidios y violaciones en Sudán del Sur
Las personas refugiadas de Sudán del Sur huyen de una de las peores situaciones de violencia que sufre el sur de la región de Ecuatoria desde que el país quedó sumido en un conflicto armado en diciembre de 2013. Han muerto miles de personas, y cerca de 1,8 millones se han visto obligadas a exiliarse.
La delegación de Amnistía Internacional habló en Uganda con más de 80 personas refugiadas, todas las cuales contaron historias terribles de tortura, homicidios indiscriminados, violaciones y saqueos generalizados.
Joyce, de 37 años, vio a unos soldados asestar múltiples puñaladas a su esposo, hasta matarlo. “Después de detenerlo, no gastaron una sola bala, sino que utilizaron cuchillos para apuñalarlo hasta que murió”, explicó.
Jane, de 28 años, fue violada por tres hombres de uniforme que irrumpieron en su casa y mataron a tiros a su esposo. “El motivo de que me fuera es que […] mataron a mi esposo. Entraron en la casa, le dispararon y empezaron a violarme” , dijo.
Patrick, de 19 años, contó a Amnistía Internacional que a su hermano y a él los habían encerrado en un contenedor junto con otros dos hombres en un cuartel militar de la localidad de Nyepo. “Todas las noches nos sacaban uno a uno con los ojos vendados, nos interrogaban y nos golpeaban. Tenían pinzas […] para pellizcarnos y retorcernos los dedos”, explicó.
Patrick consiguió al final escapar, pero no ha averiguado aún si su hermano continúa vivo.
Debido a la falta de fondos, no se presta en general ayuda a largo plazo a estas personas refugiadas sometidas a altos niveles de trauma, ni siquiera apoyo psicosocial.
En mayo de 2017 sólo se habían recibido el 18% de los fondos que necesita la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, para atender a la población refugiada sursudanesa de Uganda. El ACNUR, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y 57 agencias de ayuda humanitaria han hecho posteriormente un llamamiento para que se entreguen más 1.400 millones de dólares con que prestar asistencia esencial, incluidos alimentos y cobijo, antes del final de 2017.
“A pesar de haber una necesidad tan grande de fondos y de los múltiples llamamientos de Uganda y la ONU para que se aumenten, los donantes siguen sin responder. Al no asumir la responsabilidad junto con Uganda, los países donantes no están protegiendo la vida de miles de personas refugiadas, algo que tienen la obligación de hacer según el derecho internacional. La Cumbre de la Solidaridad de Uganda es una oportunidad para cambiar esta situación”, ha afirmado Muthoni Wanyeki.
Información complementaria
La política sobre refugiados de Uganda es una de las más progresistas del mundo, pues concede a las personas refugiadas libertad relativa de circulación, acceso a servicios básicos como educación y atención de la salud, y libertad para trabajar y tener un negocio.
El 22 al 23 de junio tendrá lugar en Kampala la Cumbre de Solidaridad con los Refugiados de Uganda, convocada por la ONU y Uganda para movilizar apoyo mundial a la población refugiada sursudanesa.
El conflicto de Sudán del Sur comenzó en diciembre de 2013, tras acusar el presidente Salva Kiir al vicepresidente, Riek Machar, de tramar un golpe de Estado. Todas las iniciativas tomadas posteriormente para encontrar una solución diplomática al conflicto han fracasado, por lo que se han producido nuevos estallidos bélicos.
El conflicto ha tenido efectos devastadores en la población civil, incluida hambruna, violencia étnica y, según informes, posible genocidio. También ha dado lugar a la mayor crisis de refugiados de África y a la tercera mayor del mundo tras las de Siria y Afganistán.