Cambiar el diseño del aula: clave para el aprendizaje

Según un estudio realizado por varias universidades españolas, 6 de cada 10 docentes creen que variar el diseño de las clases hacia espacios más flexibles y proactivos puede mejorar el desarrollo y aprendizaje del alumnado.

La imagen de varias filas de sillas y pupitres mirando hacia una pizarra junto a la que se sitúa el docente lleva décadas siendo una realidad. Sin embargo, las investigaciones dicen que esa forma de organizar el mobiliario del aula en escuelas e institutos no es la mejor manera de fomentar el aprendizaje. Especialmente si se tienen en cuenta las necesidades de los escolares del siglo XXI, quienes, según la OCDE, precisan de un entorno social que exige autonomía, flexibilidad y capacidad para tomar decisiones y conectar conocimientos por sí mismos o mediante el trabajo en equipo.

Es también la opinión de 6 de cada 10 profesores, que creen que cambiar el diseño del aula es clave para mejorar el aprendizaje. Así lo muestra un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), la Universitat de Barcelona (UB), la Universitat de Vic (UVic) y la Universidad Simón Bolívar (USB) en el que han participado 847 profesores de Infantil, Primaria y Secundaria de 40 centros educativos.

‘Smart learning space’ como alternativa al diseño tradicional

“Asumimos que los espacios tienen que ser así sin demasiada reflexión o sin vincular aquello que estamos innovando en metodología con el lugar en el que lo vamos a poner en práctica”, señala Guillermo Bautista, miembro del grupo de investigación ‘Smart Classroom Project’ de la UOC e investigador principal de este estudio. Por eso es necesario llevar a un escenario real el llamado ‘smart learning space’, “un espacio que responde a cualquier propuesta y necesidad de aprendizaje, flexible, no zonificado, en el que prevalece el bienestar físico y psicológico como base para que la actividad de aprendizaje se plantee con un papel proactivo y autonomía por parte del alumnado”, afirma Bautista.

De los beneficios de un diseño adecuado del aula para el aprendizaje ya han dado cuenta distintos estudios. Fue una de las razones por las que hace unas semanas el Consorci d’Educació de Barcelona comenzó a renovar el mobiliario de 487 aulas, reorganizando además los espacios para conseguir ambientes motivadores que predispongan al descubrimiento. Y es que las necesidades de competencia y aprendizaje de los estudiantes actuales no solo están obligando a reconsiderar las prácticas docentes o la inclusión de recursos digitales, sino que también plantean la necesidad de cambios en los espacios de aprendizaje en general.

Cambiar el diseño del aula

Bautista lo muestra con otro ejemplo: según explica, la ciencia nos dice que colaborando aprendemos más y mejor, y por lo tanto el espacio debe propiciar esta colaboración e interacción, teniendo en cuenta además lo que dicen las investigaciones sobre el aprendizaje colaborativo. Si organizamos la actividad con grupos de cuatro alumnos a partir de un reto o un proyecto, lo lógico sería que el espacio permita que el grupo colabore en un espacio adecuado y también tenga cierta autonomía para usar los recursos que necesite, moverse, buscar, experimentar, autoorganizarse… “Esto implica que no todos los grupos estarán haciendo lo mismo al mismo tiempo, y que no para todos serán necesarios los mismos recursos. La actividad en el aula se diversifica y el espacio tiene que responder constantemente a esta diversidad organizativa, de uso, de recursos, de movimientos”, señala.

Cambios de diseño también en Secundaria

En la actualidad, la mayoría de los docentes valora negativamente la organización del ambiente en su clase. Es uno de los hallazgos del estudio, que señala que se obtuvieron puntuaciones bajas o moderadas en la idoneidad real de las aulas para actuar como espacios integrales de aprendizaje.

Pero hay diferencias entre los distintos niveles de educación, ya que el diseño de espacios de aprendizaje de Infantil  y Primaria generalmente es más flexible, colaborativo y personal, afirman los autores de la investigación, que apuntan una posible causa de este escenario. “Es precisamente en las etapas de Infantil y Primaria donde han estado más presentes y suelen ser más visibles corrientes pedagógicas como las desarrolladas desde inicios del siglo XX, en las que los espacios, su disposición, mobiliario… ya se vinculaban a significados pedagógicos claros”, afirma Angelina Sánchez-Martí, investigadora del proyecto ‘Smart Classroom Project’ y profesora Serra Húnter de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Otro resultado destacable es que el profesorado se muestra especialmente crítico a la hora de valorar la integración de la tecnología en las aulas. Pero, en opinión de los autores, no es un dato sorprendente, ya que “precisamente las tecnologías son las que ponen en jaque los espacios y tiempos y, por lo tanto, exigen una gran flexibilidad y adaptación constante al cambio, además de una reformulación de los espacios de aprendizaje”, señala Sánchez-Martí, que añade que las posibilidades que ofrece la integración tecnológica en cuanto a la creación de nuevas formas de relación y aprendizaje “chocan de pleno con el diseño tan normalizado que emana de que las escuelas deben estar basadas ‘per se’ en aulas, sin que esto tenga que ser necesariamente así”.

 

Fuente e imagen: educaciontrespuntocero.com

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La era del móvil: responsabilidad compartida entre generaciones

Por: Laura Casamitjana García, Santiago Giraldo

Los padres que aprenden de los hijos porque la tecnología (casi) siempre ha sido un asunto de jóvenes. Pero ser un nativo digital capaz de administrar pantallas y likes con solvencia implica también la adquisición de competencias de comprensión crítica en el uso tecnológico

Cuando pensamos en la tecnología se nos suele pasar por la cabeza la imagen de Steve Jobs en alguna de sus presentaciones del iPhone luciendo su típico jersey negro de cuello de cisne. También nos acordamos de Mark Zuckerberg vestido con su clásica camiseta blanca y sus miles de millones de dólares guardados en la cuenta bancaria. Aunque nos parezcan de otra galaxia hay cosas que nos unen de lleno con ellos —además de la ropa barata—.

La tecnología siempre había sido vista como algo de “cerebritos”, esas personas encerradas en talleres oscuros creando cosas que solo ellos entendían. Pero la aparición del internet abierto y de las redes sociales cambió las reglas del juego. La tecnología ahora es concebida como aquello que absorbe a los jóvenes durante horas, por no hablar de los niños que nacen con una tablet debajo del brazo. Hay escepticismo y hay recelo. Los más adultos muchas veces no conciben el motivo por el cual sus hijos pueden estar en Instagram con el móvil, mirando HBO con el ordenador y, mientras tanto, tener la televisión de fondo. Pero también los ya adultos cuentan con el móvil como un órgano más de sus brazos, dedos, ojos y vidas.

La Generación Z —o Centenials, esas personas nacidas entre 1994 y 2010— son los “tecnologizados” por excelencia. Son los que, si dentro de unos años se produjera un remake de la película Cómo conocí a vuestra madre, responderían al unísono: “por Tinder”. Muchos aspectos de nuestras vidas cotidianas se mueven en las redes sociales y el hecho de haber nacido con la tecnología como niñera, pues muchas veces nuestros padres prefieren ver Netflix a jugar con nosotros en el parque, nos ha hecho ser nativos digitales por naturaleza. Hemos aprendido a manejarla y, sobre todo, somos más hábiles que muchos de los adultos —incluidos varios de nuestros profesores— en crear trucos digitales, establecer atajos para saltarse las restricciones escolares de la red o para conectarnos a la red wifi del vecino.

El caso es que la tecnología es nueva para todos. Pero mientras los mayores han tenido que cambiar sus hábitos de consumo, de relaciones, de aprendizaje, de lectura, nosotros, los jóvenes, hemos tenido siempre los mismos hábitos. Todos digitales. Por eso nos suena a chino cuando los profesores nos hablan del telégrafo, la televisión de dos cadenas nacionales, la máquina de escribir o las pantallas de ordenadores en monocromo verdes o naranjas. No sentimos nostalgia por el cambio. Les pasa lo mismo a ellos cuando nos preguntan cómo funciona Snapchat, por qué nos gustan tanto los youtubers, qué es eso de Telegram o por qué llegan tantas cajas a casa con el logo de un señor de nombre Amazon.

El cambio ha sido brusco para todos. Sobre todo, porque aprendemos al mismo tiempo sobre el uso de la tecnología. Por primera vez en la historia nuestros padres no saben más que nosotros en alguna materia de la vida cotidiana. Adquirimos experiencia en el uso de las redes al mismo tiempo que ellos. Pero somos, por naturaleza, más hábiles con las pantallas.

Los errores con la tecnología y con las redes los cometemos todos. Los niños, los jóvenes, los adultos y los adultos mayores. De hecho, como indicó un estudio de empantallados.com y la consultora Gad3 a comienzos de 2019, un tercio de los padres en España se considera un mal ejemplo para sus hijos en el uso de los teléfonos móviles.

La mayoría de los padres usan mal la tecnología

“¿Has visto el stories de Xavi? Tu hijo está aprendiendo a pintarse las uñas, es monísimo”. “Mira qué gracioso el vídeo de Marta, sale su hija bailando Despacito”. “¿Sabes que Jorge y Albert le han abierto un canal de YouTube al niño? Se ve que promociona juguetes y hasta le regalan cosas”.

¿Cómo verán estos menores su imagen de pequeños en redes cuando sean adultos?

Puede que, como una anécdota divertida, o puede que como una vulneración de su derecho a la intimidad personal y a la propia imagen. Hagan memoria, los adultos. ¿Recuerdan cuando su madre sacaba los álbumes de fotografías para mostrarle sus fotos de pequeños a sus amigos del instituto? No molaba, ¿verdad?

La tendencia por parte de muchos padres a subir imágenes y contenidos sobre sus hijos en las redes ha abierto un debate muy importante: ¿tienes derecho a publicar imágenes de quiénes aún no son conscientes de lo que esto conlleva? Según un estudio de la Universidad de Michigan, el 27% de los padres publica fotos inapropiadas de sus hijos. El porcentaje sube hasta el 56% en cuanto a compartir información embarazosa sobre los niños y niñas. Muchos niños y niñas ya han declarado que no les gusta que sus padres suban fotos suyas a las redes sociales.

El fenómeno se conoce como el sharenting. La tendencia a compartir la vida de los hijos en las redes sociales. La práctica está tan extendida que, según el libro American Girls: Social Media and the Secret Life of Teenagers, publicado por Nancy Jo Sales en 2016, más del 90 por ciento de los niños en los Estados Unidos tienen una identidad en las redes sociales a los dos años.

Algunos de los hijos expuestos a la mediatización extrema en las redes han hasta demandado a su padres, como lo recogió el portal de Euronews. Es que, a pesar de que los padres ejercen el derecho de patria potestad sobre sus hijos y declaran que comparten sus fotos porque se sienten muy orgullosos de ellos, los niños pueden ver vulnerados sus derechos a la privacidad. Compartir su imagen y su intimidad no ayuda en nada a su protección.

Un ejemplo concreto del conflicto entre padres que publican las fotos y los niños que no les gusta esta práctica fue protagonizado por la actriz norteamericana Gwyneth Paltrow. La estrella de Avengers compartió una foto en su perfil de Instagram en la que aparece acompañada de su hija Apple en una pista de esquí. Apple no tardó en reaccionar a la publicación de su madre:

«Mom we have discussed this. You may not post anything without my consent.» (Mamá, hemos discutido esto antes. No puedes publicar nada sin mi consentimiento), comentó la niña en la red social.

El comentario y la fotografía recibieron miles de reacciones más en los que se debatía entre las dos posiciones. La discusión, a pesar de la violación de la privacidad de los niños y niñas, sigue abierta.

https://www.instagram.com/p/BvZwEmIhTF_/?utm_source=ig_web_copy_link

Según el estudio realizado por los pediatras Bahareh Ebadifar Keith y Stacey Steinberg publicado en la revista JAMA Pediatrics, los padres no son conscientes de las posibles consecuencias para la salud de sus hijos de las huellas digitales que construyen de los menores. Los autores mencionan que los peligros de las prácticas relacionadas con el sharenting pasan por “el robo de identidad, el intercambio de información pirateada en sitios de depredadores sexuales, la comercialización de información psicosocial que debe seguir siendo privada y la mercantilización de información íntima o vergonzosa para los niños que otros pueden usar indebidamente”. Además, el artículo menciona que aproximadamente el 50% de las imágenes compartidas en sitios de contenido pedófilo son adquiridas a través de los perfiles abiertos de las redes sociales.

El ejemplo es el único camino

Empecemos con el mal ejemplo. Según el II Estudio “Hábitos de seguridad vial de padres e hijos en el coche” realizado por Midas, la empresa demoscópica Ipsos y la Asociación Nacional para la Seguridad Infantil en 2018, el 40 por ciento de los padres utiliza su teléfono móvil mientras conduce en el coche con sus hijos.

Diversos estudios indican que los adultos también usan el móvil en casa durante mucho tiempo e incluso en la mesa, mientras comen con sus hijos. En una investigación realizada por el portal The Conversation, en la que se comparó el tiempo invertido en casa entre los miembros de las familias en el Reino Unido en el año 2000 y en el 2015, se llegó a la conclusión de que los niños pasan más tiempo en casa en 2015 que en el 2000. Sin embargo, el tiempo “extra” en casa no son horas que se pasen con la familia. Es tiempo que los niños pasan solos con las pantallas.

El informe señala también que el uso del móvil en casa interrumpe todas las actividades familiares. El tiempo de dedicación al móvil no varía cuando la familia está junta y se convierte en un elemento distractor de la atención a las actividades familiares. Este comportamiento incluso se intensifica entre los jóvenes de 14 a 16 años. Según el estudio, ellos utilizan el móvil de forma más frecuente y altamente concentrados cuando están más cerca de sus padres.

La investigación realizada llama la atención sobre el impacto del uso del móvil en el espacio destinado a las interacciones familiares. La evidencia sobre la afectación negativa de uso del móvil para la comunicación cara a cara fue demostrada, por ejemplo, en el estudio “Can you connect with me now? How the presence of mobile communication technology influences face-to-face conversation quality”, elaborado por los profesores de la Universidad de Essex Andrew K. Przybylski y Netta Weinstein.

En el estudio, publicado por la revista Journal of Social and Personal Relationships en julio de 2012, se demuestra a través de dos experimentos que la sola presencia del aparato telefónico en una comunicación interpersonal interfiere y determina la calidad de la relación y de la conversación. “En los dos experimentos encontramos evidencia de que pueden tener efectos negativos en la cercanía, la conexión y la calidad de la conversación. Estos resultados demuestran que la presencia de teléfonos móviles puede interferir en las relaciones humanas, un efecto que es más claro cuando las personas están discutiendo temas personalmente significativos”.

Así, el uso del teléfono móvil que llama nuestra atención —así sea por escasos segundos— disminuye la calidad de las relaciones familiares basadas en las conversaciones cara a cara. El ejemplo de los padres resulta fundamental para incrementar la calidad del tiempo en el que se desarrollan la convivencia en la familia.

¿Usar las redes en casa y en clase?

La educación mediática es importante para que jóvenes —y adultos— dispongan de recursos para utilizar las redes con responsabilidad y criterio. Tras el escándalo del tráfico de datos entre Facebook y Cambridge Analytica, parece que la empresa quiere reconducir  —o aparentar que lo hace— la situación y ganar la confianza perdida. Además de crear algoritmos diferentes para combatir las Fake News, la red social por excelencia ha impulsado una biblioteca digital en la que proporcionan diversos contenidos para que los profesores puedan impartir materia sobre educación mediática en sus clases.

El proyecto, enfocado a proporcionar materiales a los educadores que tienen alumnos de entre 11 a 18 años, está disponible en inglés, aunque Facebook pretende impulsarlo en 45 idiomas más. La iniciativa ha sido diseñada por Youth and Media, de la Berkman Klein Center for Internet & Society de la Universidad de Harvard. Hay 18 lecciones diferentes en las que se habla sobre temas como seguridad en Internet, privacidad o respeto y límites. Una de las lecciones es “Redes sociales y formas de compartir contenido”, diseñada para alumnos de los trece a los dieciocho años: es interactiva y entre otros temas trata cómo compartir información de una manera responsable en las redes sociales.

Muchos jóvenes vivimos cómo en los Institutos, cuando teníamos el cambio de clase, teníamos que mirar el móvil dentro del baño porque, si pasaba algún profesor, el aparato era confiscado. Lo mismo pasaba en la hora del patio —aunque hacían bastante más vista gorda—. Era el momento del auge de Facebook: el colegio, en lugar de buscar una estrategia para educarnos en el nuevo mundo que se nos abría, optó una actitud de bloqueo total. Existían y existen aún muchos temores en la relación educación y tecnología que se deben tratar en el aula. Pero entonces el móvil estaba totalmente prohibido. Todas las redes sociales eran inaccesibles en los ordenadores del colegio y, si te pillaban con el móvil y encima estabas en redes, la bronca era triple. Ahora la actitud es distinta: las instituciones educativas empiezan a adoptar una postura de apertura e integración de las nuevas tecnologías dentro de las actividades escolares. Aunque, en cualquier caso, el acceso a los dispositivos y a internet en el espacio educativo no es un sinónimo per se de innovación y progreso.

El marco de pensamiento crítico que existía en la era de nuestros abuelos con los medios de comunicación quizás se haya perdido entre el reguetón de los jóvenes y la adicción al sharenting de nuestros padres. Esta es una de las virtudes de la alfabetización mediática, así suene como una lejana utopía. El acceso a la tecnología y ser un nativo digital capaz de administrar pantallas y likes con solvencia, implica también la adquisición de competencias de comprensión crítica en el uso tecnológico. Sólo con esas habilidades interiorizadas los mensajes que publiquemos en un entorno como el de las redes sociales —incluidas las fotos de nuestros hijos— tendrán una intencionalidad comunicativa más responsable.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com

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Teorías de la conspiración: el peligro de caer en la manipulación y la intolerancia

Artículo original de 

LA SITUACIÓN EMPEORA Y LA IGNORANCIA EN ESTA ERA DE LA INFORMACIÓN SE HA CONVERTIDO EN UNA NORMA, AL TIEMPO QUE EL ESCEPTICISMO Y LA REBELDÍA SE DIRIGEN CONTRA TODO LO CIENTÍFICO.

De esta manera, el sentido de la vida, el origen primigenio de la Humanidad, la muerte… son preguntas transcendentales que se van repitiendo a lo largo del tiempo y en todas las sociedades. Sin embargo, con el surgimiento del método científico y el desarrollo de las ciencias modernas se crea un nuevo paradigma que afronta estos interrogantes a través de un método de investigación, recolección de información, análisis, comprobación y replicación de datos que se ha demostrado ser, al menos de momento, la mejor forma de obtener conocimiento.

Asimismo, gracias a los avances científicos logrados con estas herramientas, se ha arrojado algo de luz sobre las incógnitas más transcendentales que se han ido fraguando con el devenir de las épocas, generando un enorme avance en los últimos cien años. Así, la ciencia moderna ha ido ganando terreno a otras formas que, históricamente, han tenido las culturas de encontrar respuestas.

El auge de las pseudociencias y de la conspiración

Por tanto, podría decirse que existen dos enfoques diferentes que afrontan las cuestiones vitales de la Humanidad. Por un lado, la ciencia; por otro, el pensamiento más subjetivo y abstracto ligado al mito y a la fábula que tiene su máxima expresión en las religiones, pero que puede reflejarse en otro tipo de creencias.

Los científicos, en otras palabras, son cazadores de mitos; se esfuerzan por sustituir imágenes de secuencias factuales, mitos, creencias y especulaciones metafísicas no comprobables sobre la base de la observación de hechos por teorías, es decir, modelos de interrelaciones susceptibles de control, comprobación y corrección mediante observaciones de hechos – Elias, Nortbert (1999), Sociología fundamental, p. 62

Hoy en día, los discursos religiosos han ido perdiendo fuelle en contraposición a una ciencia cada vez más creciente que ha acabado asentándose como hegemónica en las explicaciones sobre el funcionamiento de las leyes físicas, del papel de los seres humanos (y los seres vivos en general) en La Tierra y el propio universo, el origen de las especies, etc.

Reproducción de una calavera con un mapa craneal basado en la frenología, considerada una pseudociencia desde hace décadas
Reproducción de una calavera con un mapa craneal basado en la frenología, considerada una pseudociencia desde hace décadas

En las explicaciones sobre la realidad social, económica y política, también ha ocurrido esto, y las ciencias sociales, jurídicas o económicas se han consolidado como paradigmas predominantes en cuanto a las explicaciones sobre el funcionamiento de la sociedad.

No obstante, la modernidad se caracteriza también por el surgimiento de unos discursos acientíficos o pseudocientíficos, los cuales, han cubierto el espacio que las explicaciones religiosas y míticas antes ocupaban casi en su totalidad. Estos nuevos discursos son altamente flexibles y conjugan diferentes aspectos: místicos, científicos, históricos… y acaban generando un relato que no se apoya en las premisas de comprobación, experimentación y análisis.

En definitiva, no se basan en el método científico, ni están contrastados, ni se apoyan en datos objetivos. De este modo, las conceptualizaciones ligadas al pensamiento abstracto, las fábulas, mitos o leyendas que a través de las metáforas o las moralejas intentan transmitir valores, o en cierto grado, obtener una explicación sobre ciertos fenómenos, no tienen una dimensión negativa en su origen y cumplen una función. Al igual que la ciencia, intentan arrojar luz donde nuestro entendimiento solo vislumbra sombras e incertidumbre.

Los peligros de los discursos pseudocientíficos

Protesta contra el confinamiento en Queen's Park, Canadá, para detener el avance del coronavirus. Negacionistas del coronavirus afirman que la pandemia es una conspiración para reducir las libertades. Autor: Michael Swann, 25/04/2020. Fuente: Flickr
Protesta contra el confinamiento en Queen’s Park, Canadá, para detener el avance del coronavirus. Negacionistas del coronavirus afirman que la pandemia es una conspiración para reducir las libertades. Autor: Michael Swann, 25/04/2020. Fuente: Flickr

La ciencia ha demostrado ser un método mucho más fiable a la hora de acercarse a la verdad y, por tanto, la herramienta más eficaz para perseguir el conocimiento y, en general, mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Por otro lado, los relatos pseudocientíficos actuales se presentan como potencialmente peligrosos, ya que siembran una dosis plena de ignorancia. El efecto de estos es claramente alejar a las personas de la realidad y, además, son en cierto modo más atractivos que los discursos sometidos a la objetividad científica, ya que muchos de ellos ofrecen explicaciones absolutas y simples a problemas altamente complejos.

De esta forma, a través de las nuevas tecnologías su expansión ha sido global, encontrando discursos de estas características no solo en las redes o en Internet (su sitio predilecto) sino también en medios más tradicionales como programas de televisión o de radio.

A pesar de esto, las pseudociencias y discursos basados en la conspiración no son exclusivos de la época actual, ya que fueron usados por regímenes totalitarios.

Tal fue el caso del nazismo alemán en los años 20 y 30 a través de su teoría antisemita, la cual se engloba dentro de la teoría de la conspiración judía y que tiene sus raíces siglos atrás. Un buen ejemplo del antisemitismo en épocas pasadas puede ser la obra de La isla de Monopantos (1650), un alegato antisemita del famoso escritor español Francisco de Quevedo, aunque se pueden encontrar obras similares, incluso más antiguas.

Siguiendo la estela de las conspiraciones en España, hay que mencionar la conspiración judeo-masónica-comunista internacional, la cual fue un discurso fundamental del imaginario franquista y uno de los relatos principales de propio dictador, Francisco Franco, y sobre el que apoyó toda su agenda política y social de clara inspiración fascista.

No obstante, los relatos pseudocientíficos y las creencias basadas en la conspiración no implican únicamente al ámbito político. Personalidades carismáticas, determinados grupos o incluso personajes poco conocidos se han apoyado en estos relatos para aprovecharse de la gente y llevar a cabo complejos timos que no tienen otro objetivo que usar debilidades psicológicas y emocionales por interés personal, ya sea en forma de dinero, adulación, sexo…

Algunos ejemplos de esto último pueden verse en las famosas terapias alternativas, en las sectas o en las estafas piramidales.

Las teorías de la conspiración y la extrema derecha

Seguidor de Trump con una camiseta QAnon roja, la conspiración de moda en Estados Unidos. Autor: Marc Nozell. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).
Seguidor de Trump con una camiseta QAnon roja, la conspiración de moda en Estados Unidos. Autor: Marc Nozell. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).

En la actualidad, existe una discursiva renovada de estas premisas, unos discursos que se expanden a través de Internet y que se entremezclan con bulos y “fake news” y demás productos comunicativos, formando parte de la gran oleada de desinformación y manipulación que azota el mundo hoy en día.

Partidos políticos de extrema derecha han absorbido estos relatos a su favor, unos discursos que les sirven muy bien para completar su argumentación basada en la creación del “chivo expiatorio”, ya que la extrema derecha utiliza un modus operandi en el cual siempre se culpabiliza a uno o varios colectivos a través de la figuración de estos como un “otro, extraño y dañino”.

Por tanto, las teorías de la conspiración le vienen como anillo al dedo para argumentar y generar este relato inculpatorio: así, la culpa de todo la tienen los judíos, los comunistas, los republicanos, las feministas, los musulmanes, los indígenas… el discurso es simple, adaptable y eso lo hace peligroso, ya que, además, cuenta con la baza de ofrecer una verdad absoluta hacia problemáticas sociales complejas y difíciles de comprender.

Es mucho más fácil creer que si no tienes trabajo es culpa de un inmigrante, hacia el cual además ya has generado prejuicios basados en estereotipos racistas, que comprender cómo son las dinámicas económicas, sociales y laborales dentro de la sociedad capitalista y cómo eso puede tener como consecuencia que pierdas tu empleo. Incluso sin necesidad de acudir al argumento sociopolítico: es más fácil echar la culpa a otro que asumir cierta responsabilidad por el hecho de que no encuentres un empleo.

La ciencia es una vacuna contra los charlatanes del mundo que explotarían tu ignorancia – Neil deGrasse Tyson, astrofísico y divulgador científico

Existe, por tanto, una realidad oculta en las grandes teorías conspirativas, ya que en muchos casos pueden parecer inofensivos pasatiempos o deliberaciones. Sin embargo, cuando se utilizan con intencionalidad manipulativa para describir la realidad social pueden ser desastrosas. Un claro ejemplo se ha visto en las manifestaciones de negacionistas del coronavirus que se han dado en multitud de países, como en España, Estados Unidos o en Alemania, y que están poniendo en jaque la estabilidad en Países Bajos.

La utilización de estos relatos para sembrar incomprensión y odio alejan a la ciudadanía de la realidad. Además, perjudican claramente a los sistemas democráticos, ya que una ciudadanía que se guíe a través de estos discursos no va a poder tomar decisiones de manera coherente.

Ejemplo de esto se puede observar en el auge de la ultraderecha en todo el mundo, donde se ha producido una aceptación por un porcentaje importante de la ciudadanía de discursos populistas y anticientíficosDonald Trump (EUA), Jair Bolsonaro (Brasil), Jeanine Áñez (Bolivia), Santiago Abascal (España), (Italia)… son algunos ejemplos de líderes políticos que se apoyan en pseudociencias y en conspiraciones para divulgar sus ideas: racismo, ultranacionalismo, clasismo, machismonegacionismo del cambio climático, etc.

Uno de los ejemplos más célebres y más comentados últimamente es la teoría QAnon, que para algunos se parece cada vez más a un culto sectario, y que defiende que Donald Trump es el héroe que detendrá a una supuesta red de pedofilia encubierta por la élite del Partido Demócrata y progresista de Estados Unidos gracias a un plan maestro. QAnon a asentado las bases teóricas de la línea política de Trump, incluyendo las acusaciones de fraude electoral.

De esta manera, que dichos discursos calen en un porcentaje considerable de la población pone en una situación de posibles riesgos y problemáticas sociales muy graves. Las teorías conspirativas (o, coloquialmente, conspiranoicas) pueden conducir a un estado colectivo de paranoia e irrealidad, a menudo denominado posverdad.

Acontecimientos como el ocurrido el 6 de enero de 2021, con el asalto al Capitolio por parte de grupos de extrema derecha partidarios de Donald Trump, representa un ejemplo de las consecuencias que estos pensamientos pueden tener en la consecución de acciones violentas e irracionales a gran escala.

Sin embargo, el asalto al Capitolio palidece al lado de decisiones políticas que han conducido a la eugenesia o el genocidio y que se han apoyado en falsas creencias deliberadamente difundidas entre la población. Siempre se pone de ejemplo en este caso el Holocausto, pero esto se ha dado en muchas otras ocasiones a lo largo de la Historia.

Confrontando las creencias pseudocientíficas y las teorías basadas en la conspiración

Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante reunión Donald J. Trump, ex presidente de Estados Unidos. Ambos se han apoyado en teorías de la conspiración para obtener apoyo popular. Autor: Alan Santos / PR. Fuente: Flickr (CC BY 2.0.)

Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante reunión Donald J. Trump, ex presidente de Estados Unidos. Ambos se han apoyado en teorías de la conspiración para obtener apoyo popular. Autor: Alan Santos / PR. Fuente: Flickr (CC BY 2.0.)

 

En definitiva, enfrentar este problema pasa principalmente por dos factores fundamentales. En primer lugar, unos medios de comunicación comprometidos con la veracidad. Esto no significa que tenga que haber un recorte en la pluralidad de la información, pero sí que quizá se deberían excluir debates inocuos y absurdos sobre temas hace cientos de años superados: La Tierra no es plana y existen además miles de evidencias científicas que lo corroboran. El debate planteado por el terraplanismo es totalmente vacío y es uno de los ejemplos más evidentes de debates absurdos llevados a cabo por las pseudociencias.

En segundo lugar, más importante si cabe, la educación. No hay herramienta más liberadora que la capacidad crítica de discernir y analizar de una manera objetiva la información, y eso, solo se consigue a través de la educación. Educación en valores científicos, pero también humanísticos, donde las ciencias humanas tienen igual o más que decir sobre esta perspectiva.

Volviendo al terraplanismouna encuesta publicada en 2018 revelaba que solo el 66% de la juventud estadounidense entre 18 y 24 afirmaba con rotundidad que La Tierra no era plana. Es decir, casi 3 de cada 10 jóvenes tenía dudas sobre este hecho. Además, la creencia de que hay una conspiración alrededor de ocultarle a la gente “la verdad” sobre la forma del planeta cada día tiene más adeptos pese a lo absurdo que es.

Por lo tanto, se debe enseñar a la gente a pensar por sí misma. Aunque sea un tópico, sigue siendo utópico. Es más, la situación empeora y la ignorancia en esta era de la información se ha convertido en una norma, al tiempo que el escepticismo y la rebeldía se dirigen contra todo lo científico.

Así pues, hace falta un sistema educativo que no se dedique concienzudamente a educar futura mano de obra, si no a ciudadanos libres con herramientas básicas para saber desenvolverse dentro de la compleja realidad social de la que forman parte activamente.

Hablamos a los niños de Papá Noel y el ratoncito Pérez por razones que creemos emocionalmente sólidas, pero los desengañamos de esos mitos antes de hacerse mayores. ¿Por qué retractarnos? Porque su bienestar como adultos depende de que conozcan el mundo realmente como es. Nos preocupan, y con razón, los adultos que todavía creen en Papá Noel – Carl Sagan, El mundo y sus demonios, 1997, p. 229

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Artículo original de Sociología Inquieta: Las conspiraciones: el peligro de caer en la manipulación y en la intolerancia

– Carl Sagan, (1997), El mundo y sus demonios.
– Elias, Nortbert (1999) Sociología fundamental.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/teorias-de-la-conspiracion-el-peligro-de-caer-en-la-manipulacion-y-la-intolerancia/

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Teletrabajo y Escuela en el siglo XXI: ¿revolución tecnológica o cambio en la organización del trabajo?

Por:  Jesús Zogbe y  Magali Paz


Introducción:

Muchas y calificadas encuestas, como diálogos cotidianos, revelan el “malestar docente” a partir de la instrumentación del Teletrabajo: insomnio, stress, depresión, desconcierto, problemas físicos, entre otros. Al mismo tiempo, diversos “cantos de sirena” en los medios hegemónicos de comunicación edulcoranlas “ventajas”que, en su criterio, proporcionarían las nuevas tecnologías y la organización del trabajo en el hogar: estar más tiempo con la familia, progreso a la altura del Primer Mundo, etc.Todo ello produce en la docencia sentimientos y visiones contradictorias de la cuales, irremediablemente, somos parte.

Desde este artículo, lejos estamos de querer representar los sentimientos de maestras y profesores ya que, sin dudas, muchos ensayos e investigaciones han realizadoobservaciones agudas y han aportado desde distintas dimensiones al problema. Si es la intención, incluso apoyándonos en algunos de dichos ensayos y en nuestra vivencia como docentes, formularnos preguntas con el objetivo de que éstas sean un punto de apoyo para interrogantes mas conducentes.

Cuando marzo fue atrapando a docentes y estudiantes en la red de Whats app, Gmail o Facebook, la secuencia fue de menos a más y nos llevó a un paisaje diferente, a un escenario distinto bajo el manto pendemico: aparecieron Zoom, Meet, programas y capacitaciones para la virtualidad. De tímidos y vacilantes (“lo importante es la comunicación y estar presentes”), lejos estábamos y estamos aun de comprender y dimensionar el proceso y su futuro desarrollo. Así, en este nuevopaisaje cambiante, se nos fueronapareciendo y desapareciendo instrumentaciones al modo de la visión que se tiene desde la ventanilla de un automóvil en movimiento, atrás fueron quedando las primeras vacilaciones, más atrás la presencialidad, para inmediatamente aparecer nuevos componentes del “paisaje virtual”. Lo que parecía episódico por la pandemia comenzó a tener características de permanencia. Lo que comprendíamos como un “aprendizaje digital” puntual adquirido, era reemplazando por un nuevo programa o dispositivo. Los programas computacionales se ajustaron, surgieron las famosas “planillas de seguimiento”, semblanzas, y nuevos plazos para el trabajo docente y del estudiante. Sutilmente, vimos deslizarse un control mayor de nuestro tiempo de trabajo y sobre nuestros alumnos. En este punto, nos comenzamos a encontrar con instrucciones de directivos a primera hora de cada mañana y a última hora nocturnal, edulcorada con un “Buenas noches” en medio de algún que otro whatsapp de estudiantes o llamados de padre y/o madres. Al mismo tiempo, muchas madrugadas, para los docentes, se vieron invadidas por todo tipo de dudas o deincertidumbres e insomnio. Por ello, si de algo no tenemos dudas, esque el cambio es cualitativo y que afecta no solo nuestra organización del trabajo sino al conjunto de nuestras vidas tanto en lo objetivo como en lo subjetivo. Y es que al decir del Hamlet:“The time isout of joint”(“el tiempo está fuera de quicio”).

El vinculo entre educación y la formación económico-social contemporánea

Latransformación educativa es parte de una estrategia que, de alguna manera, es consecuencia de la crisis de Estado de Bienestar, y a su vez, converge con estrategias empresariales hacia los docentes y, mediante ello, al conjunto de la población, en particular a la juvenil.Por estas razones, nos apoyamos en la consideración de que toda esta transformación tiene un marcado carácter de clase social y que desde este punto de vista el teletrabajo no tiene un carácter neutro, pues  ha venido para quedarse y formar parte de un nuevo “dispositivo de dominio” y de mayor explotación del trabajo. Veamos…

Hacia mediados de los años‘70, el modelo keynesiano- fordista se agotó. Atrapado por la creación de supropio monstruo y las luchas obreras (de las cuales en Argentina, el Cordobazo fue un reflejo), el capital huye intentando superar su crisis y disparando en procesos concurrentes. Aquello que dio en llamarse la “Globalización del Capital” implico, básicamente: 1- La primacía del capital financiero, 2- El endeudamiento, que en términos corrientes se tradujo en fabulosas deudas externas de los Estados y en las tarjetas de créditos a los asalariados del mundo,3-En los cambios del “Paradigma de Trabajo”, donde se destacó el“Paradigma Toyotista”; 4- En las Reformas del Estado y la modificación de los roles que ésteasumirá en adelante.Por cierto, endeudamiento y toyotismoinvolucran a la Revolución Tecnológica, es decir, y siguiendo la lógica de Holloway (1988), el capital huye hacia adelante,en general, con endeudamiento y, en particular, con métodos de trabajo que colocan a la Revolución Tecnológica y a la nueva Organización del Trabajo en el centro, pararomper su “dependencia maldita” del trabajo y de la lucha de los trabajadores.

Asimismo, y en reflexiones más actuales, el autor irlandés entiende que estamos frente a una crisis financiera cuya base es una “crisis del trabajo”, es decir, “de la abstracción y explotación de la actividad humana: la acumulación exige una subordinación cada vez mayor de la actividad humana al trabajo abstracto, pero el capital no la logra imponer” (Holloway, 2020).Esto significa que dicha reestructuración no es automática ya que implica una fuerte lucha para reordenar el proceso de producción y el conjunto de las relaciones sociales. Y ello es así porque nosotras/os no queremos y/o no somos capaces de subordinar nuestra actividad suficientemente a la lógica del capital.[1] En sus palabras: “esta falta de subordinación no depende de la organización consciente, aunque sí la organización puede jugar un papel importante. Las expectativas que tenemos de la vida (lo que Marx llama el elemento moral del salario, lo que también se podría entender como civilización) también juegan un papel”. Por estas razones, Holloway observa la situación actual del capitalismo como un “impasse” entre el capital y la humanidad. “Este impasse se expresa en el carácter cada vez más ficticio de la acumulación capitalista. La mayoría de los análisis del llamado neoliberalismo lo ven más bien como triunfo del capital. La idea de un impasse enfatiza nuestra fuerza, a pesar de las apariencias, mientras que la idea del neoliberalismo tiende a presentarnos como víctimas” (Holloway, 2020).

Ahora bien, de modo desigual y en tiempos muchas veces más lentos, queremos señalar que la educación intenta acoplarse y servir a los procesos históricos-sociales que le son contemporáneos, respondiendo a las fases más o menos estables de la formación Económico-Social. Sin dudas, la escuela fue asumiendo características que la vinculan a los procesos económicos y socio- culturales de principios del siglo XX tales como la idea de Progreso, de Civilización,de educar en el disciplinamiento de los estudiantes, articulando estas ideas a las necesidades del mercado laboral del neoliberalismo, hasta llegar a la situación en las que nos encontramos de “educar en la virtualidad”. En esta dirección, podríamos establecer la siguientes fases de la educación en Argentina: desde la “pedagogía del sometimiento” con “requerimiento de obediencia”, pasando por la “pedagogía fundante” y normalizadora hasta llegar al pasaje desde una colonialidad industrial a la actual financiera con su “pedagogía de los resultados” o “pedagogía instrumental”, que ya no habla de la calidad de la educación sino en términos de “calidad de la producción” y la estandarización” (Balvidares, 2019). Sin embargo, lo importante a visualizar es¿hacia dónde va la educación con las nuevas disposiciones del teletrabajo como  “caballo de Troya”, combinado con otras modalidades?

En ese sentido, Oscar Martínezy Federico Vocos(2004) puntualizan acerca del Teletrabajo: “es el desempeño de una actividad laboral sin la presencia física del trabajador en la sede de la empresa durante una parte importante de su jornada laboral. Supone el uso frecuente de métodos de procesamiento electrónico de información (informática), y el uso permanente de algún medio de telecomunicación para el contacto entre el teletrabajador y la empresa. Es una forma multiforme y diversa de realizar el trabajo de modo no presencial en la empresa. Afecta la noción de puesto físico de trabajo e incluso la percepción acerca de qué es trabajo”. En términos conceptuales, y siguiendo a los autores, se puede decir que el teletrabajo (considerando al teletrabajo en línea de operadores telefónicos), “es la sumatoria del trabajo domiciliario y el régimen fabril. Por medio de las nuevas tecnologías de información (NTI), el capital logró superar los límites que le imponía la necesidad de que los trabajadores tengan que trabajar en un mismo lugar para alcanzar la “cooperación”como requisito básico para garantizar cualquier organización colectiva de trabajo”.  De esta forma, a partir del teletrabajo se logran unir las formas de producción más antiguas –propias de los orígenes del capitalismo–, y las formas más desarrolladas, plenamente capitalistas, en las cuales la producción está organizada desde el equipamiento, y la subordinación del trabajador al capitalista es “objetiva”, la forma de trabajo y los ritmos están impuestos por la maquinaria, por lo que se logra desarrollar el régimen de la “gran industria” por fuera de la unidad productiva. “Es una de las muestras más claras de lo que significa la ofensiva del capital: combina todo aquello que le sea útil, y no utiliza las nuevas tecnologías informatizadas como herramienta de alivio y mejora en las condiciones de trabajo, sino como instrumento para oprimir y explotar aún más a los trabajadores (Martínez y Vocos, 2004: 7).

En relación a ello y a su alianza con los Estados, Naomi Klein (2020) señala lo siguiente, respecto de lo que da en llamar el New Deal de la pantalla: “Las primeras prioridades de lo que estamos tratando de hacer, dijo Schmidt(ex CEO de Google), se centran en telesalud, aprendizaje remoto y banda ancha… Necesitamos buscar soluciones que se puedan presentar ahora y acelerar la utilización de la tecnología para mejorar las cosas”. Justo un día antes, Cuomo (Gobernador de Nueva York), había anunciado una asociación similar con la Fundación Bill y Melinda Gates para desarrollar “un sistema educativo más inteligente”. Al llamar a Gates un “visionario”, Cuomo dijo que la pandemia ha creado “un momento en la historia en el que podemos incorporar y avanzar en las ideas [de Gates]… Todos estos edificios, todas estas aulas físicas, ¿para qué, con toda la tecnología que se tiene?” preguntó, aparentemente de modo retórico.De acuerdo a la autora, está comenzando a surgir algo parecido a una doctrina del shock pandémico que ella lo llama “screen New Deal” (el New Deal de la pantalla), y representa un acuerdo entre las mega-empresas de la tecnología y los Estados nacionales. En ese sentido,los acuerdos del Ministerio de Educación de la Nación con Open Society en Diciembre del 2019, la velocidad con que aparecen las capacitaciones en distintos sindicatos, entre otras situaciones, acaso ¿no avalarían dicha percepción? Y nos llevan a preguntarnos: ¿Qué relaciones podríamos establecer frente a esta ofensiva “maquinal”, frente al teletrabajo-telestudio en que estamos inmersos?; ¿es posible que docentes y estudiantes estemos transitando la pérdida de un “saber hacer” tal cual lo conocíamos?

La docencia en tiempos de COVID 19 (apuntes “casi” etnográficos)

Lo primero que se vivió en las escuelas apenas se decreto la cuarentena obligatoria y la suspensión de clases, fue la urgencia por utilizar herramientas digitales, y lo que sé evidencio muy rápidamente, fueron las diferencias (carencias), que teníamos los docentes, directivos y estudiantes a la hora de implementar herramientas de este tipo. Dichas carencias estuvieron asociadas a la falta de equipamiento (esto estuvo muy marcado, especialmente en las escuelas públicas, donde les estudiantes solo cuentan con un teléfono, y no en todos los casos), pero los profes también, en muchas circunstancias se vieron complicados porque algunos tienen computadoras obsoletas, igual los directivos. Por todo ello, lo que ocurrió en esos primeros meses fue la improvisación, dar clases con lo que había a mano, con lo que se podía, si se podía. Sin dudas, fue un “golpe fuerte” trasladar el ámbito laboral dentro de los hogares, situación que generó una serie de dificultades importantes, trastocando de suyo el sentido de nuestra tarea docente. En alguna medida, el hecho de vivir en una sociedad desigual, se nos hizo “carne” en la inequidad que se expresaba en las herramientas con las que contamos para poder trabajar (en el caso de los docentes) y para acceder a la educación (en el caso de los estudiantes).[2] Estas diferencias se agudizan y quedan a la vista, irremediablemente, entre los estudiantes de escuelas públicas y aquellos de escuelas privadas. La otra cuestión que debemos remarcar como “problemática” es la conectividad, que si bien llama la atención que debamos preocuparnos por ello en estos tiempos, la realidad es que aun en esta situación de necesidad urgente y generalizada, no existe una forma más difundida de imponerle a las empresas prestadoras del servicio de Internet la gratuidad para los sectores más vulnerables de la provincia.

Ahora bien, como docentes, el punto de mayor controversia y elucubraciones que se profundizaron en este contexto, tuvieron (y tienen) que ver con la didáctica. En pocas palabras, de una didáctica de la presencialidad, de hábitos, de rutinas,malas o buenas, más o menos eficaces, pero que respondían a la forma de trabajar que conocíamos, que existía, hubo que pasar de a la virtualidad, a la “escuela remota”, sin opción, tuvimos que adaptarnos a “los nuevos tiempos”. Da la impresión de que muchos de nosotros, en un comienzo, tuvimos intención de replicar lo que hacíamos en la presencialidad a través de medios virtuales, sin advertir del todo que una educación a distancia tiene otras características, otras especificidades. Sin embargo, no estábamos preparados, ni entrenados para dar una buena respuesta a esta forma de trabajar y por ello surgieron dificultades, cuestionamientos, miedos que, con el paso de los meses se intentaron (intentan) mejorar. Los docentes hemos ido ajustando las propuestas al formato virtual, y se puede decir que, en ese camino aun estamos…

En ese marco, una cuestión que generó mucho ruido fue lo que vino en el segundo momento de “la escuela remota”, cuando se evidenciaba que no volveríamos a las aulas ni aun después de las vacaciones de julio,y es la denominada “evaluación formativa”, acompañada del corrimiento o “desaparición” de la evaluación numérica para calificar las actividades de los estudiantes. La “evaluación formativa” generó muchísimas resistencias al interior del cuerpo docente, y la pregunta que corresponde hacernos es ¿por qué? A nuestro criterio, debido a que está muy instalado en los hábitos de la práctica docente el hecho de medir el aprendizaje en números y ello, sin dudas, se vincula con una visión meritocràtica de la educación, tanto a nivel grupal como individual: cada estudiante alcanza o no la acreditación de sus saberes según determinado número que obtiene en su calificación de las tareas realizadas. Y en relación a ello, los tiempos están segmentados de manera muy precisa, y el estudiante que no llega en determinado tiempo a desarrollar una actividad, o un aprendizaje, tiene que recuperar o repetir el año. El punto es que ese sistema de evaluación está tan instalado, es una práctica arraigada de tantos años, que cuando se plantea la oportunidad de que el estudiante puede revisar un contenido hasta aprenderlo, los esquemas habituales estallan por los aires. Así las cosas, algunos docentes planteaban: “yo les voy a poner nota, pero cuando tenga que dar una devolución les voy a decir la escala que están proponiendo desde la dirección; así un 8 va a equivaler a suficiente, y un 4 a insuficiente,por ejemplo”.En alguna medida, esto refleja lo mucho que nos cuesta pensar la forma de calificar los aprendizajes sino es con la escala numérica, y con una concepción meritocrática de la educación. Cambiar este sistema solo resultará posible si revisamos un conjunto de elementos de la enseñanza y el aprendizaje, y no solo la cuestión numérica, tan avalada en las escuelas.

De todas maneras, la pregunta urgente que resuena entre los docentes, en la actualidad, es: ¿Reemplazará el teletrabajo a la “vieja Escuela” y sus métodos?Lo más posible es que el “retorno”, por el momento, venga re-cargado en bimodalidad, es decir, una combinación de presencialidad y teletrabajo. Es probable que un sector de estudiantes y cursos permanezcan en situación de presencialidad y a otros debamos dictarles clases virtuales. Ello implicara, seguramente, una carga adicional a nuestro trabajo, sin modificaciones sustanciales en nuestro salario, tal como viene sucediendo.

Hacia una mayor democratización en nuestras comunidades educativas

Llegado el momento de apuntar algunas conclusiones no podemos dejar de afirmar que transitamos la Educación en un nuevo contexto y toda la ofensiva del capital que presenciamos intenta articularse a la Globalización del mercado financiero, las de cadenas de valor internacionalizadas junto a la creciente primacía de métodos de trabajo toyotistas, teletrabajo que, para algunos autores, dan nacimiento a lo que denominan “precariado”.

Más allá de la pandemia, junto a ella (o con la pandemia de pretexto), es importante señalar que nuestra “vieja Escuela” ya no se corresponde con el contexto llamado de globalización o mundializacion, porque para el capitalismo la Escuela está des-sincronizada. Se evidencia que el capital necesita otros docentes y otros alumnos acorde a sus necesidades;recordemos las palabras del ex Ministro de Educación Esteban Bullrich: “necesitamos jóvenes que se eduquen en lo imprevisible”,vale decir,un joven que debe acostumbrarse a la precarización en todos los sentidos. Por estas razones, no debiera resultarnos sorprendente que los cambios en la organización del trabajo docente y en la pedagogía sucedan con rápida velocidad, siendo el teletrabajo la llave maestra para implementarlos.

En esta dirección, no es novedoso que los dispositivos generados en el teletrabajo pretenden transformarnos en simples“ejecutantes de tareas”, o eufemísticamente, “facilitadores a merced” de… Junto a ello, existe toda una tendencia a reemplazar el vínculo social directo por lo impersonal de los dispositivos digitales que, en conjunto con el aislamiento del proceso de aprendizaje, de apropiación del conocimiento y la tendencia a la estandarización del mismo, derivan en un mayor aislamiento que quiebra la socialización y la organización, tornándonos individuos más vulnerables a las “ordenes” del Ministerio, Inspecciones, Direcciones, y donde nosotros mismos, como docentes, nos convertimos en victimas y ejecutantes hacia los estudiantes individuales (y también aislados).

Algo que nos inquieta en torno a lo que venimos reflexionando es si la “vieja Escuela” brindaba contención a los estudiantes y docentes, satisfacciones profesionales y de aprendizaje significativo, respectivamente. Es decir, ¿podemos defender la “vieja Escuela”, la de antes de la cuarentena? Creemos que era necesario modificar, reformular, varios elementos de la educación pre- COVID 19 y sin embargo, el punto oscuro del asunto es que nos están imponiendo esos cambios sin que ni docentes, ni estudiantes ni la comunidad de las escuelas, tome decisiones en torno a dicha trasmutación. En otras palabras: se nos está proponiendo una educación diferente en los hechos, pero sin cuestionar las relaciones socio-educativas que necesitan una modificación; no pasando a ser directamente digitales, conectivas, estandarizadas, algorítmicas y ¡de aislamiento! Sin dudas, con mayor vigilancia y control sobre los trabajadores de la educación y sin aprendizajes teóricos- prácticos- afectivos reales para nuestros estudiantes.

Tanto en la cuestión didáctica como en la de la evaluación, creemos que lo que puso en evidencia con mucha fuerza durante todo este tiempo es la contradicción existente entre las decisiones ministeriales y de la inspección, frente al trabajo que se lleva a cabo diariamente en las escuelas. Y esto refleja un problema del sistema educativo provincial (para no hablar de realidades que no conocemos bien), que es el de la verticalidad. Es decir, las decisiones en general se toman de arriba hacia abajo, y en consecuencia, muchos de los saberes que surgen de las practicas docentes son ninguneados, dejados a un lado, en esa toma de decisiones. A su vez, observamos un reforzamiento de dicha verticalidad por los dispositivos del teletrabajo, concentrados en frases del tipo: “solo los administradores pueden enviar mensajes”o “solo los administradores pueden editar archivos”, con lo cual se refuerza también la verticalidad en el vinculo Docente- Alumnos.

Finalmente, las dificultades que genera la verticalidad en el sistema educativo han llevado a que transitemos las escuelas secundarias en un permanente andar, y un fijar el camino “paso a paso”. A nuestro modo ver, este conjunto de contradicciones e incertidumbres que tanto malestar generan entre los trabajadores de la educación, máxime en los tiempos inéditos que atravesamos, deberían ser el punta pie parta construir /implementar mecanismos de participación tanto de docentes como de estudiantes (y las comunidades donde se hallan las escuelas), en las tomas de decisiones, y en la dirección que asumen las políticas educativas, paragenerar una cultura democrática mucho más fuerte que la que existe hasta el momento. Esto significa, dejar de hablar de la escuela democrática como objetivo, como proyecto, y comenzar a pensarla como situación presente. Ahora bien, conviene hacerse aquí la pregunta del cierre: ¿podremos a través de la crítica realizar la reforma de la escuela actual?

Referencias:

Balvidares, Dario (2019). La educación en la era corporativa. Buenos Aires: Ediciones Herramienta

Holloway, John (2020). “Es un momento privilegiado de terror y esperanza que hay que pensar”, en Comunizar. Disponible en: http://comunizar.com.ar/john-holloway-estamos-momento-privilegiado-terror-esperanza-pensar/

———————- (1988). La Rosa Roja de Nissan. Buenos Aires: Cuadernos del Sur Nº 6.

Klein, Naomi (2020). “Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus”, en Lavaca. Disponible en: https://www.lavaca.org/notas/la-distopia-de-alta-tecnologia-post-coronavirus/

Martínez, Oscar y Vocos, Federico (2004). “Nuevas estrategias empresarias y movimiento obrero. El caso del teletrabajo”, ponencia presentada en el 7º Congreso de Nacional de Estudios del Trabajo, Disponible en: https://www.aset.org.ar/congresos/7congreso.htm


[1]A propósito de la “subordinación al capital”, no podemos dejar de mencionar que el conjunto del empresariado nacional protestó, objetando ante el Gobierno de Alberto Fernández,  contra la  primer normativa que surgió del Congreso para regular el tele-trabajo: nuestra burguesía no quiere

regulación de ningún tipo, no quiere reversibilidad, en cambio, si quiere control absoluto del tiempo real de los trabajadores a partir del mayor disciplina miento que esta “nueva modalidad” supone. Véase: https://www.infobae.com/opinion/2020/08/15/teletrabajo-una-ley-innecesaria/.

[2] Agradecemos al profesor en Filosofía Noé Bondonequien compartió con nosotros algunas de las reflexiones que aquí se expresan, y con generosidad autorizo a que las hagamos públicas.

Fuente e magen:  contrahegemoniaweb.com.ar

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