La Ley del hielo

La Ley del hielo

Luis Bonilla-Molina

  1. Introducción

En septiembre de este año 2024 cumplo cincuenta años de militancia social, educativa y política. Ha sido un largo camino, pleno de experiencias construidas con aciertos y errores, vivencias y situaciones inesperadas, alegrías y tristezas, aprendiendo de manera estoica a valorar lo vivido. En este largo transitar miro las cicatrices con picardía, recordando como salimos del trance, como una forma hermosa de recuperar la memoria.

A partir de hoy, todas las semanas escribiré una capsula que contiene una experiencia, no como una forma de alimentar el ego, sino de comunicar a las nuevas camadas de luchadores y luchadoras sociales, que mucho de lo que hoy les angustia lo vivimos e invitarles a usar la creatividad popular para salir de los pantanos en los cuales quisieron (y quieren) colocarnos.

  • La ley del hielo como respuesta a la irreverencia

Nuestra generación pensaba “hagamos la revolución que algo queda”, impulsando el cambio radical en cada cosa que hacíamos. En muchos modos éramos realmente insoportables (y lo seguimos siendo), no solo para quienes representaban el orden y el poder, sino incluso para las generaciones precedentes que enarbolaban la idea de cambio.  Si ganábamos el centro de estudiantes lo disolvíamos y creábamos los consejos estudiantiles revolucionarios, avanzábamos en los sindicatos con los delegados de base y toda dirección la considerábamos burocrática (casi siempre con razón), si hacíamos cultura no era en los teatros sino en las calles y las bibliotecas no eran estáticas, sino que circulaban debajo de nuestras axilas.

Entonces, alguien (nunca he sabido quién) leyó el manual de guerra psicológica de los servicios de inteligencia y encontró una solución mágica para devolver con astucia el fastidio que les causábamos. Y así como se hablaba de la “ley el oeste”, surgió la “ley del hielo”.

¿Qué era la ley el hielo? No era otra cosa que dejarnos de hablar, ignorarnos, no responder a ninguno de nuestros argumentos y opiniones para hacernos sentir “culpables” y producir un retroceso en nuestras actuaciones. Era como una adaptación de la ley gringa de garrote y zanahoria. Debo confesar que al inicio la cuestión causaba tribulación, pero decidimos hacer un “congreso” para analizar, la cosa, saber de que venia la “vaina” esa; la conclusión fue que estábamos avanzando porque los adversarios se habían visto obligados a diseñar una estrategia para debilitarnos y … sonreímos!!! (la sonrisa es signo de los revolucionarios). Multiplicamos nuestros esfuerzos y nos concentramos allí donde veíamos que el hielo comenzaba a descongelarse, a volver a su estado líquido natural.

Aprendimos a sobrevivir a la “ley del hielo” con constancia, ternura, alegría y muchas sonrisas. Muchas veces terminamos ganando los espacios y algunos de nuestros adversarios se nos sumaban, narrando como en su momento no entendían la razón por la cuál éramos capaces de sobreponernos al pretendido aislamiento. Respondíamos a la “ley del hielo” con el calor de la voluntad y la conciencia.

Años después, como estudiantes de la docencia aprendimos que la “ley del hielo” es una forma de abuso psicológico, algo oscuro y vil, que no limita su esfera de actuación al ataque a las resistencias, sino que hace metástasis en el tejido social, especialmente en las relaciones humanas más íntimas. Y ahí entendimos porque los personajes que las representan siempre son tan infelices. Pero es que no puede ser de otra forma la reproducción del poder.

  • ¿La ley del hielo desapareció?

Que va, aún está vivita a pesar de los numerosos fracasos recibidos; siempre hay un idiota que la relanza. Quizá se alimenta con las pequeñas derrotas, esas que sufrimos cuando un compañero o compañera sucumbe y no soporta el ocasional aislamiento social que promueve la “ley del hielo”.

Hoy la “ley del hielo” se mueve no solo en las aulas y pasillos de las universidades, en los talleres y laboratorios de las empresas, en los teatros y lugares que pretenden homologar las resistencias al orden y la opresión con la etiqueta de «antisociales» «trasnochados» o «problemáticos», en las callejuelas de algunas comunidades, en múltiples escenarios.

Algunos de los burócratas y adversarios que derrotamos en los lugares de lucha han escalado posiciones y aplican la ley del hielo en oficinas, ministerios, fundaciones, organismos multilaterales y hasta en algunas organizaciones sociales. Nuevamente nuestro fuego abrazador, suma candelitas, hasta construir una gran fogata que derretirá las intenciones de aislarnos. A la estupidez se le responde con creatividad.

Las nuevas generaciones seguramente tendrán nuevas formas de superar la “ley del hielo”, pero al final compartirán con la nuestra la sonrisa de la constancia. Adelante irreverentes que el futuro les pertenece.

 

Fuente de l Información: https://luisbonillamolina.com/2024/02/04/la-ley-del-hielo/

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