“Nadie lo ignora todo, nadie lo sabe todo. Por eso aprendemos siempre”

Por: Karina Fuerte

 

El aprendizaje es un proceso que nunca acaba, todas las personas somos aprendices de por vida.

La semana pasada pude finalizar un objetivo que tenía pendiente desde hace mucho tiempo: la publicación del reporte Edu Trends sobre aprendizaje a lo largo de la vida. Inicié el primer borrador del reporte en el 2019, empecé a hacer entrevistas, visité varias universidades (principalmente en España), tuve un sin fín de videollamadas con personas interesantísimas, intercambié información por correo con otras tantas, y leí. Leí mucho. Pero luego llegó el 2020 y con él, la pandemia.

Con la llegada de la pandemia guardamos en una carpeta este reporte para dar prioridad a lo que acontecía en ese momento. Cuando por fin pude retomar el proyecto, habían pasado tantas cosas que no me fue posible simplemente continuar donde me quedé. ¿Cómo retomarlo así nada más, cuando el mundo había cambiado tanto?

Retomar el reporte me costó mucho más trabajo que iniciarlo. Tenía todavía más preguntas que cuando lo empecé a escribir. Pero este proceso de relectura y reescritura, en un mundo pospandemia, me reafirmó la importancia de escribir sobre este tema.

No quiero extenderme mucho más, pues me parece raro escribir sobre algo que yo misma escribí. Si quieren saber más sobre este reporte antes de descargarlo, les recomiendo el artículo que Andrés García Barrios escribió al respecto. Él, mejor que nadie, pudo resumir en un par de cuartillas, de qué va este reporte y su relevancia. Aprovecho para agradecer a Andrés por sus palabras, pero sobre todo, por el acompañamiento durante los últimos meses.

Para quienes quieran echar un vistazo previo a este reporte Edu Trends sobre aprendizaje a lo largo de la vida, a continuación, les comparto el prefacio.


Prefacio

Nadie ignora todo,
nadie sabe todo.
Por eso aprendemos siempre.

Paulo Freire

Inicio este mensaje con palabras del filósofo y educador brasileño Paulo Freire, no solo porque quedan como anillo al dedo al tema que analizaremos en las siguientes páginas, sino para que nos sirvan como humilde recordatorio de que el aprendizaje es un proceso que nunca acaba, que todas las personas somos aprendices de por vida.

El primer esbozo de este reporte nació en 2019, en aquel mundo prepandemia que hoy parece tan lejano, y en el que ignorábamos la crucial experiencia que estábamos por vivir como humanidad. Durante los peores meses de la pandemia de COVID-19 este reporte pasó a modo hibernación, pues había muchas otras prioridades que atender; sin embargo, el tema estuvo siempre rondando en mi cabeza (y creo que nunca saldrá de ella).

Cuando retomé el proyecto y reinicié mis lecturas de investigación, fue agridulce darme cuenta de lo mucho que ignoraba sobre la historia del aprendizaje a lo largo de la vida. Escribir este reporte fue un proceso fascinante e incómodo a la vez, pues advertí que conocía solo una mínima parte de lo que abarca ese concepto, ese nombre de moda que tanto escuchamos últimamente: lifelong learning. Durante este tiempo aprendí mucho y desaprendí todavía más. A cuatro años de aquel primer borrador, les presentamos el resultado de ese proceso intermitente de aprendizaje/desaprendizaje que culmina en este reporte.

El aprendizaje es una necesidad social, nos dice Peter Jarvis; los seres humanos aprendemos a ser y a estar en el mundo. Solo recientemente ―quizás a raíz del alud de información que permite la tecnología― la humanidad empieza a revalorar la sencillez de la vida diaria y de sus lecciones permanentes. Las enseñanzas de la vida, la escuela de la vida, han vuelto a hacer su aparición con gran fuerza. Hoy más que nunca, después de lo vivido desde 2020, necesitamos reaprender todo esto. He ahí la relevancia de la tendencia que esperamos poder reivindicar en el presente reporte. Demostrar que se trata de mucho más que una palabra de moda es el objetivo de las páginas que vienen a continuación.

 

Karina Fuerte
Editora en jefe, Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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La educación incrementa la esperanza de vida, según estudio

Por: Paulette Delgado

Un nuevo estudio sobre mortalidad demuestra que el nivel de educación es el mejor predictor de la esperanza de vida.

La esperanza de vida en Estados Unidos ha decaído en los últimos años, de 78.9 en el 2014 a 78.6 en el 2018. Lo mismo pasó en Inglaterra, donde la tasa de mortalidad se ha reducido por cinco meses. Incluso para aquellos países en los que el índice de mortalidad ha ido en aumento, como lo son Francia, Alemania o los Países Bajos, la mortalidad en estos países ha presentado un crecimiento más lento que en años anteriores.

Según un estudio dirigido por la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale y la Universidad de Alabama-Birmingham, el nivel de educación de una persona puede indicar su esperanza de vida. La investigación analizó la relación entre la raza y la educación de 5114 personas de Estados Unidos durante 30 años, comenzando cuando la mayoría de los sujetos de prueba tenían cerca de 20 años. El estudio se enfocó en el sexo, raza, y nivel educativo alcanzado entre personas de dos grupos de edad, aquellas de 18 a 24 años y los que se encontraban entre de los 25 y los  30 años.

Desde que comenzó el análisis en 1985, 395 personas han muerto. De los fallecidos antes de los 60 años, el 13 % contaba con educación secundaria, como máximo.  En comparación, sólo un 5 % de las personas que contaban con título universitario murieron antes de los 60.

Los investigadores además descubrieron que la diferencia entre la longevidad entre etnias y el nivel de educación desapareció a lo largo del estudio. De los fallecidos que solo contaban con título de secundaria, el 13.5 % eran personas de color y el 13.2 % eran de raza blanca. En el caso de aquellos con título universitario, el 5.9 % de los fallecidos eran de raza negra y el 4.3 % de raza blanca.

Para realizar el estudio, los investigadores usaron el índice YPLL, Years of potential life lost,  (Años de vida potencialmente perdidos), que calcula el promedio de años que alguien hubiera vivido de no tener una muerte prematura. La medida se utiliza para comparar qué tan inoportuno fue un fallecimiento, por ejemplo, si un joven de 25 años es asesinado, acumula más puntos YPLL que alguien que fallece a los 50 por problemas cardiovasculares. Los puntos YPLL son clave en este estudio ya que sirvieron para predecir la esperanza de vida y qué factor afecta más el cálculo: ingreso, etnia, educación u otro. Así los investigadores lograron determinar que el mejor indicador para predecir el YPLL es el nivel de educación de una persona.

A lo largo del estudio los autores se sorprendieron al descubrir el impacto que puede tener la educación en los posibles años perdidos, o YPLL, ya que por cada etapa de educación superada, los participantes agregaron 1.37 años a su esperanza de vida. A través de los 30 años que se estudió a los participantes, el estudio logró demostrar la importancia de mejorar el acceso a una educación de calidad y cómo esto ayuda a reducir la tasa de mortalidad.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/nivel-educativo-incrementa-esperanza-de-vida

Imagen: olcay ertem en Pixabay

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