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La excelencia educativa como prioridad.

Por: Myriam Z. Albéniz .

Por suerte tengo edad suficiente para poder establecer una comparativa entre mi época escolar -en la década de los setenta- y la de mis hijos -el más pequeño, terminando el ciclo de ESO-. Con apenas cinco años acudí al colegio por primera vez y a lo largo de trece cursos fui destinataria de un modelo educativo que, además de incidir en la importancia del conocimiento, aspiraba como objetivo principal a inculcarnos una serie de valores imprescindibles para la formación de la persona, como el esfuerzo, la responsabilidad y el respeto. No se puede negar que, en ocasiones, el sistema hacía aguas -la perfección no existe- pero, en términos generales, quienes formamos parte de aquellas generaciones anteriores a la Logse no deberíamos quejarnos demasiado a este respecto.

Recuerdo con claridad que nuestros temarios eran más extensos que los actuales. Nos obligaban a leer libros al completo, en vez de la selección de textos de hoy en día, ideada con la absurda pretensión de no agotar a los alumnos con tan, al parecer, ardua tarea. No existía este actual afán por el localismo, y la cultura general que adquiríamos era justamente eso, general, e incomparablemente más amplia que la actual. Ahora, testigo de primera mano de la evolución académica de los chavales, me llena de perplejidad comprobar cómo las cabezas pensantes de los sucesivos Ministerios de Educación del último cuarto de siglo se siguen empeñando en inventar la pólvora cuando, salvo casos excepcionales, la lógica debería imponerse: si estudias, apruebas y si no estudias, suspendes.

En mi época no se progresaba adecuadamente ni se necesitaba mejorar. Los profesores se limitaban a valorar del 1 al 10, con lo que facilitaban tanto a alumnos como a padres la comprensión del mensaje recibido. De este modo, se ponían de manifiesto las mejores capacidades o las mayores habilidades de cada alumno para enfrentarse a determinadas materias y, con datos objetivos, era posible decidirse por un futuro científico, humanístico, laboral o de otra índole. De más está decir que las malas notas no eran motivo suficiente para acudir a la consulta de un psicoterapeuta infantil. La temida bronca casera se revelaba como la más eficaz de las terapias. Los adultos apenas frecuentaban los colegios y no existía la costumbre de las reuniones de principio de curso, ni de las entregas de notas en mano, ni de las horas de tutoría obligatoria. En compensación, los maestros se alzaban como referentes cuya autoridad nadie discutía.

Sin embargo, a día de hoy, el de los docentes es uno de los colectivos profesionales con un incremento superior de bajas por enfermedad laboral y un considerable número de sus integrantes ha perdido la ilusión por el desempeño de una profesión eminentemente vocacional, sintiéndose inermes a la hora de enfrentarse, por un lado, al aumento de faltas de respeto de niños y adolescentes y, por otro, a reclamaciones paternas a menudo extemporáneas y carentes de fundamento. Es muy decepcionante comprobar cómo los cerebros de estas políticas educativas de nuevo cuño han decidido que las jóvenes generaciones se igualen por lo bajo, de tal manera que quienes se esfuerzan, poseen talento y ganas de aprender se ven sin apenas alicientes cuando comprueban que sus compañeros de pupitre, gracias a los progresistas criterios de calificación de los centros escolares (actitud del alumno, observación en el aula, exposiciones orales y escritas, pruebas de evaluación continua?), obtienen unos réditos muy similares a los suyos con una mínima dedicación al estudio. En España, aspirar a la excelencia se contempla, en el mejor de los casos, como una utopía y, en el peor, como la pretensión de cuatro pedantes pasados de moda. Personalmente, no puedo entender que el alarmante puesto que en este ámbito ocupa nuestro país en relación al resto de los estados europeos no conlleve de una vez por todas a la urgente firma de un Pacto de Estado por la Educación serio, riguroso y libre de manipulaciones políticas. Porque quienes están llamados a sucedernos no merecen menos.

Fuente: http://www.laopinion.es/opinion/2017/12/01/excelencia-educativa-prioridad/830561.html

Imagen: https://compartirpalabramaestra.org/sites/default/files/field/image/santander-comprometido-con-la-ruta-de-la-excelencia-educativa.jpg

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Educación neoliberal y de izquierdas

España / 3 de diciembre de 2017 / Autor: Óscar de la Osa Martínez / Fuente: Economía Digital La Cerca

La escuela pública tiene como tarea formar a los futuros ciudadanos y trabajadores conforme a las “necesidades del momento”. Actualmente, este es un planteamiento defendido por la izquierda, por la derecha, por los sindicatos, y por la patronal. En la actualidad la escuela pública ha dejado de lado algunos temas importantes como es la verdadera educación, dar valores y enseñar a aprender para depender de temas de temas capitalistas.

La izquierda ha catalogado la presente educación como “escuela de la ignorancia” porque cree que se debe sustituir la igualdad formal por la ideología de igualdad de oportunidades. Sin embargo, otros autores creen que no se puede sustituir la escuela de contenidos por metodologías, estrategias y dinámicas variadas, como bien están implantando los políticos neoliberales en España y el resto de Europa a base de reformas como pueden ser la LOGSE, la LOMCE, el plan Bolonia o el programa Erasmus. Si se hace esto, se pierde el significado de la teoría de lo que es razonar, se pierde la posibilidad de aprender autónomamente, porque desde la nada, nada se aprende según algunos autores, opinión que comparto plenamente. Sin embargo, considero que la educación también se tiene que renovar para, en un futuro, transmitir mejores valores a nuestros ciudadanos a nivel de educación básica, y a nivel de educación superior prepararlos para afrontar empleos de garantías y ayudarlos a adaptarse lo antes posible al mercado laboral. Estas reformas tendrían como objetivo mejorar la educación primaria, secundaria y superior, pero no como se han llevado a cabo hasta ahora.

El plan Bolonia podría ser, en mi opinión, un ejemplo de privatización de la educación superior en el caso español, pues buscaba volver a una estructura de estudios 3+2. Esto se propuso en casi todos los países de Europa, aunque en España se rechazó por el 4+1. La Licenciatura, que suponía un precio aproximado de matrícula de 600 euros, se duplicó con la llegada de los títulos de grado (1500 euros). Además, mientras que el 5° curso de los estudios superiores (Licenciatura) rondaba los 600 euros, con la puesta en marcha de los másteres el precio de la matrícula se disparó, situándose entre los 3500 y 4500 euros. En periodos de crisis está claro que hay que hacer recortes, pero la educación es clave para el progreso de los ciudadanos y creo que no se deberían haber aumentado tan drásticamente estas tasas. En realidad, el plan Bolonia en si no es el problema por que anteriormente ya teníamos un 3+2 que funcionaba correctamente con precios públicos (diplomatura+ licenciatura). Más aún, un máster en Alemania, por ejemplo, te puede costar en torno a 200 euros el semestre, en Francia 180 euros, y en países como , Bulgaria, Republica Checa, Bélgica, Suecia, Noruega y Austria son inferiores a los 400 euros. A pesar de estas grandes diferencias entre España y países del entorno más cercano, tan solo los estudiantes en el año 2000 salieron a la calle a protestar contra esta reforma. Si no van a cambiar los precios públicos de la enseñanza superior, lo que tenemos que hacer es luchar por el 4+1, pero la izquierda ya ve este plan como una enorme derrota, en el caso de pasar al 3+2, pues tendríamos dos años a precio de máster, el cual no se puede permitir cualquier ciudadano español. En otros países, como es el caso de Francia, Alemania y Francia, se ha conseguido la educación pública superior a bajos precios, a costa de la subida de impuestos, pero en el caso español, el gobierno del partido popular es contrario a esta medida y mucho menos a afectar al carácter progresivo de los impuestos.

Creo que para el correcto progreso de los ciudadanos debe haber una educación pública de garantías, en especial en el ámbito de primaria y de secundaria, con especial importancia en la universidad, la cual debe de ser con precios bajos y no como se pretende hacer con el plan Bolonia en España, es decir, con unos precios en torno a los principales países de Europa, y esto lo deberíamos pagar con una subida de impuestos, ya que todo nuestro país se va a beneficiar de una buena educación. En general, salimos todos indirectamente beneficiados bien sea a través de nosotros mismos, nuestros hijos o algún amigo. Estaría de acuerdo en cierta medida con la afirmación de de que el mundo progresa a través de gente que se la juega, ya que creo que las personas que esperan a que les pasen cosas sin ir a por ellas difícilmente las conseguirán.

Fuente del Artículo:

http://economiadigital.lacerca.com/noticias/economia_digital/educacion-neoliberal-izquierdas-395352-1.html

 

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Autoridad para los docentes.

La tan traída y llevada ‘Atención a la Diversidad’ que tanto defendía la LOGSE ya era recomendada hace 20 siglos.

Por:  Juan Casas Carbajo.

El presente artículo seguro que es considerado políticamente incorrecto por muchas personas, pero todo lo que cuento en él está pasando en la mayoría, por no decir en todos, los centros de enseñanza. Tiene, además, relación con el publicado el día 17 pasado por este mismo medio con el título de ‘Gran Pacto Educativo’.

Doña Esperanza Aguirre, en el año 2009, cuando era presidenta de la Comunidad de Madrid, pensó considerar a los maestros y profesores como autoridad pública. Lo cual suponía un paso importantísimo para devolver a los docentes el prestigio que las últimas leyes educativas les han arrebatado y así, de esta forma, recuperar el papel primordial de la escuela, cual es enseñar y educar a sus alumnos, cosa que últimamente no podían hacer por estar totalmente desprotegidos ante la ley. Este deseo se vio hecho realidad con la publicación de la Ley 2/2010, de 15 de junio, de Autoridad del Profesor, publicada en el BOCM núm. 154, de 29 de junio de 2010 y cuyo artículo 5, dice: «Los directores y demás miembros del equipo directivo, así como los profesores tendrán, en el ejercicio de las potestades de gobierno, docentes y disciplinarias que tengan atribuidas, la condición de autoridad pública, y gozarán de la protección reconocida a tal condición por el ordenamiento jurídico». Si bien es cierto que la Fiscalía General del Estado (FGE) ya consideraba que los profesores de los centros públicos tienen la condición de autoridad a efectos penales y, en consecuencia, una agresión grave contra estos docentes puede ser calificada como delito de atentado contra la autoridad. Así lo estableció la FGE en una circular remitida en diciembre de 2008 a las Fiscalías de toda España, casi un año antes de la medida anunciada por la presidenta de la Comunidad de Madrid, que hemos citado más arriba.

En otras comunidades autónomas como Valencia, Aragón, Asturias, Castilla–La Mancha, Galicia, La Rioja o Murcia ya han aprobado leyes de autoridad del profesorado regulando aspectos como la condición de autoridad pública, la presunción de veracidad, la asistencia jurídica, los deberes de las familias o la reparación de daños ocasionados a los docentes. Lo ideal sería que fuese el Ministerio de Educación el que lo implantara con carácter general para todo el Estado, pero no me consta que leyes como éstas existan a nivel nacional. Quizás sea porque las Autonomías tienen competencias en Educación y compete a ellas promocionar y aprobar estas leyes. Y así debe ser cuando el Parlamento Andaluz puede rechazar la consideración de autoridad pública del profesorado andaluz (Europa Press Sevilla 10 may. 2017. 19.46).

Pero es una pena que no existan en todas las Autonomías, porque, con mis propios ojos, he visto salir llorando a profesoras porque eran incapaces de dar clase al no poder controlar a sus alumnos, por la falta de recursos para ello. De nada les valía decirles que iban a suspender o que les pondrían un parte de disciplina, porque les daba igual. No les asusta suspender, porque saben que el Sistema Educativo (SE), les facilita el pasar de curso aunque tengan varias asignaturas suspendidas. En cuanto a los partes, cuanto más acumulen mejor, ya que eso supone que los expulsen unos días del colegio o instituto y de esa manera se encuentran con unas vacaciones extraordinarias. Luego se vuelve a las mismas y al poco, tiempo otros días de vacaciones. Esta es la cruda realidad de lo que está pasando en la educación española desde hace ya algunas décadas. Y quien no se lo crea que se pase por algún instituto público unos días, pero no de visita, sino entrando en las aulas.

No cabe duda que estas leyes citadas son un paso importante, pero no olvidemos que es eso, sólo un paso. Hay que dar más si de verdad se quiere tener un sistema de calidad. Yo sugiero los siguientes:

Establecer un pacto de Estado para la Educación entre las fuerzas políticas (al menos entre las dos fuerzas mayoritarias y así desarrollar un Sistema Educativo serio y que no esté al albur del gobierno de turno. El mismo Rey de España pidió este pacto en 2009 y sobre el mismo hablé ampliamente en mi artículo citado del día 17 pasado.

Descargar al profesorado de tanta burocracia como tiene que hacer ahora, que solamente sirve para quitarle el tiempo que tiene para preparar sus clases y para enseñar a sus alumnos.

Que la Inspección Educativa pueda de nuevo entrar en las aulas, como se hacía antes, y así darse cuenta de los problemas que pueda tener algún profesor o maestro y ayudarles. Esta medida supone que los inspectores tengan la preparación pedagógica y científica adecuada y accedan al Cuerpo después de superar una oposición seria.

Que los directores de los centros sean también seleccionados en función de su preparación y no elegidos. Un centro educativo es una empresa y en éstas los directivos no los eligen los obreros, sino los selecciona, entre los más competentes, la dirección de la empresa.

Que los padres, sean padres. Es decir que colaboren en la educación de sus hijos y que no socaven ante éstos la autoridad del profesorado, sino preguntarle a éste cuando tengan alguna duda sobre alguna decisión tomada, pero nunca delante del hijo (al decir hijo me refiero también a las hijas).

Que los centros hagan una programación realista y sencilla, en función de los alumnos que tienen, estableciendo pocas normas pero claras y de obligado cumplimiento para todos, eliminando todos esos documentos de proyectos curriculares y reglamentos farragosos que a la hora de la verdad solamente sirven para la galería.

Descargar a los alumnos de esa montaña de libros de texto a los que se les está obligando a cargar en sus espaldas y que la mayoría de ellos ni se tocan.

Establecer el orden y la autoridad en las aulas. Los profesores y los alumnos, no son coleguillas ni amiguetes, entre otras razones, porque los segundos no quieren. Los amigos se los buscan ellos entre sus iguales, como dice el profesor Savater en su precioso libro ‘El Valor de Educar’. Lo mismo se puede decir para los padres. Tanto unos como otros son profesores y padres, lo cual no quiere decir que no respeten y quieran a los alumnos e hijos. Es más, a éstos les gusta tener un referente de autoridad en casa y en clase y no un amiguete adulto.

Modificar la organización de la Educación Obligatoria, dejando la obligatoriedad hasta los dieciséis años, pero no la comprensividad.

Sé que estas medidas parecerán clasistas o autoritarias, pero ni lo uno ni lo otro. No son clasistas, porque el SE que propongo establecería el paso entre las distintas vías. Y no son autoritarias, porque lo que pretenden es establecer un orden que permita que cada uno pueda cumplir con su obligación: que el maestro o profesor puedan enseñar, los padres educar y los alumnos aprender, que es lo que un sistema educativo serio se debe proponer.

Por ejemplo: Supongamos que el SE establece dos vías, a partir de los doce años, un bachillerato de cuatro años y una formación profesional también de cuatro dividida en dos ciclos de dos años cada uno y que un alumno elige el bachillerato, pero cuando va por segundo curso, se da cuenta de que a él lo que le va es la formación profesional. El sistema debe facilitar el paso de ese alumno a la nueva vía, sin que pierda ningún año por ello y viceversa, que un alumno de formación profesional pueda incorporarse de la misma manera al bachillerato.

También habrá quien diga que esto es retrógrado, porque ya se ha hecho en España, pero la historia está para enseñarnos y la educación debe ser conservadora e innovadora, conservando lo bueno de épocas anteriores e introduciendo innovaciones de acuerdo con la evolución de los tiempos.

Para demostrar que esto es así, recurro a un texto de Quintiliano, pedagogo del siglo I, que recomendaba lo siguiente a los maestros: « …No agobiar con tareas la debilidad de los discípulos, sino tener consideración a sus fuerzas y acomodarse a su capacidad. Porque a la manera que los vasos de boca angosta no reciben nada del licor que se les envía de golpe, pero se llenan cuando se les echa poco a poco y gota a gota, así se ha de tener cuenta por lo que puede el talento de los niños…» (Ángeles Galino Textos Pedagógicos).

¿Esto no es la tan traída y llevada ‘Atención a la Diversidad’ que tanto defendía la LOGSE? Pues ya era recomendada hace 20 siglos.

Fuente: http://www.lavozdigital.es/opinion/lvdi-autoridad-para-docentes-201709301117_noticia.html

Imagen: http://www.lavozdigital.es/media/opinion/2017/09/30/v/ZF0HRCQ1-U10493982024uV–620×349@abc-Home.JPG

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Libro: La equidad y la educación

España / 3 de septiembre de 2017 / Autor: Saturnino Martínez / Fuente: InfoLibre

El sociólogo Sarturnino Martínez trata de ofrecer «una mirada lo más limpia posible sobre el debate de la equidad educativa» en su último libro, que publica Catarata. La obra será presentada el 14 de septiembre, en la Casa del Libro de la calle Fuencarral (Madrid), por Ángel Gabilondo. A continuación, infoLibreadelanta el capítulo con las conclusiones.

 

La fábula de la tarta nos anticipó la complejidad del debate sobre la equidad. Una complejidad que muestra que no tiene sentido defender la equidad en abstracto, sino que debe realizarse siempre en un marco interpretativo complejo. Esta complejidad en el debate público tiende a degradarse a favor del solapamiento entre utilitarismo y liberalismo, que desplaza del debate político otras opciones. Pero deberíamos crear más solapamientos con las otras corrientes de pensamiento, para mejorar los consensos. En algunas cuestiones, como la educación obligatoria, se ha logrado un gran acuerdo de todas las filosofías políticas. Pero en muchas otras, estamos lejos de tal convergencia. En tal caso, solo cabe conllevarlas de forma inestable, según las correlaciones de fuerzas políticas, como sucede con la “libertad de elección”, es decir, la escuela concertada.

También debemos destacar que el mal uso de las palabras o de los datos oscurece, en vez de clarificar, los problemas educativos. Por tanto, es fundamental la precisión metodológica a la hora de estudiar los problemas educativos. En este punto cabe rogar a las administraciones públicas que generen indicadores que nos aclaren en vez de confundirnos, como está sucediendo. En otras cuestiones, no hay mucho margen para el optimismo, pues hay tensiones que son inherentes a la naturaleza de la educación como campo social. Aristóteles ya señalaba la tensión entre las diversas formas de entender la educación, por lo que lo mejor a lo que podemos aspirar es a un diseño institucional flexible, que permita que convivan de forma inestable las diferentes aproximaciones (ciencia, humanismo y mercado de trabajo). Acabar con los callejones sin salida del sistema educativo, en línea con las últimas medidas de política educativa, parece por tanto, ir en la buena dirección.

Es fundamental destacar cómo la crisis ha puesto en cuestión muchas ideas comunes sobre educación. Las familias se han empobrecido un 10% y la inversión pública por estudiante se ha reducido en un 25%, pero los indicadores de titulación han mejorado, los de competencias permanecen estables y como varios de equidad, incluso algunos mejoran, como resiliencia. Además, somos uno de los países de nuestro entorno con más desigualdad económica, y sin embargo tenemos varios indicadores de equidad educativa a un nivel de país nórdico. Este puzle se resuelve si tenemos en cuenta dos argumentos. Por un lado, la independencia y estabilidad del sistema educativo. Al profesorado le han bajado el sueldo y le han aumentado el número de estudiantes por clase, pero cabe inferir que no por eso se ha visto muy afectada la calidad de su trabajo, aunque hayan empeorado sus condiciones de vida. Como ya se ha señalado, si cuando aumentó el presupuesto, no mejoraron los indicadores educativos, ¿por qué van a empeorar cuando se recorta? Esto abre el debate a que posiblemente tengamos que explorar otras formas de dirigir la inversión en educación.

El otro elemento a tener en cuenta es la importancia de las estrategias familiares de reproducción social y las de los jóvenes, que reaccionan al empeoramiento del mercado de trabajo estudiando más. Cuando pensamos en educación, tendemos a fijarnos en las políticas educativas, el profesorado o en la didáctica, pero se nos olvida la importancia de los factores socioeconómicos y culturales ajenos al aula. En este punto España tiene un grave déficit en equidad: la dificultad con la que los estudiantes de clases populares pasan de las competencias a obtener el título de la ESO o a no repetir curso. Si bien nuestro sistema resulta equitativo desde el lado de las competencias, no lo es en estos indicadores. La situación es más grave debido a que no tener el título de la ESO limita el acceso a la educación posobligatoria, a diferencia de lo que sucede en los países de nuestro entorno. La FP básica ha sido un tímido movimiento para salir de esta situación, y la normalización prevista en la prueba de acceso a la FP de grado medio, puede ser, si se hace bien, una medida en la dirección adecuada; pero aun así, habría que reconocer mejor que hay estudiantes a los que si no facilitamos una formación profesional con poca exigencia académica, quedan fuera del sistema. El fracaso de la LOGSE en “rescatarlos”, pensando que era suficiente con escolarizarlos dos años más para que mejorasen sus resultados, tuvo el efecto perverso de aumentar el fracaso escolar y la desigualdad de oportunidades, por lo que debemos ser más realistas con respecto al tipo de alumnado existente.

La inercia del sistema educativo y la fuerza de los factores socioeconómicos y laborales ajenos al aula no deben llevarnos a la pasividad. El buen profesorado produce más efectos positivos en el alumnado de clases populares que en el de clases altas. Posiblemente medidas encaminadas a mejorar la selección del profesorado sean las más adecuadas, como el “MIR docente”; una selección que dé un gran peso a la vocación, y que use los incentivos de forma moderada y delicada, pues producen demasiados efectos perversos y pueden degradar la relación de confianza necesaria en educación. Además, las medidas de apoyo extra personalizado también mejoran el rendimiento y reducen las desigualdades educativas, pues impulsan más al alumnado de origen popular. En el aula se juega amplificar o mitigar las desigualdades que hay fuera de ella.

Quizá la mayor crítica que pueda realizarse a este libro está en los muchos temas que hemos dejado de lado. Pero nos hemos centrado en aclarar algunas cuestiones básicas que están muy oscurecidas en el debate educativo: la equidad, como inseparable de una concepción de qué sociedad queremos; en qué consisten los indicadores educativos y cómo operan; la desigualdad de clases sociales y cómo se transforma en desigualdad de oportunidades educativas. La cuestión de género se ha tratado bajo el prisma de la clase social, en parte porque en ella intervienen varios factores que actúan en la desigualdad de clase (como las expectativas familiares y las oportunidades laborales). No se ha indagado cómo es la relación entre identidad de género y escuela, de forma tal que la educación es uno de los pocos ámbitos en los que las mujeres están claramente mejor que los varones. En la cuestión de las minorías y de los inmigrantes se pueden entender parte de las diferencias como desigualdades en los efectos primarios; pero cuestiones como la discriminación o el choque cultural merecen un tratamiento específico.

El objetivo final del libro ha sido mostrar que la equidad y la educación son sumamente complejas, y que ganamos mucho en el debate si manejamos las expresiones de forma precisa, y con conocimiento de sus matices, para saber qué decimos en cada momento. A partir de ahí, cabe esperar que el debate vaya a mejor. Si no, será ruido, y no intercambio de razones y evidencias.

Fuente de la Reseña:

https://www.infolibre.es/noticias/cultura/2017/09/04/prepublicacion_equidad_educacion_saturnino_martinez_68973_1026.html?utm_source=twitter.com&utm_medium=smmshare&utm_campaign=noticias&rnot=1024044

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Mitomanías sobre educación.

Por: Miguel Ángel Santos Guerra.

Mi amigo Marcelo David Sosa, ex ministro de educación de la provincia de San Luis (Argentina), me regaló hace unas semanas un interesante libro de Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani, antropólogo el primero y sociólogo el segundo, que se titula “Mitomanías de la educación argentina” (Editorial Siglo XXI). Creo que hubiera sido preferible utilizar en el título la preposición “sobre” que la preposición “de”. He leído el libro de un tirón. Abordan en él los autores un tema del que ya me había ocupado hace algunos años, en un escrito titulado “Mitos y errores sobre la profesión docente”.

Comenzaré haciendo una sencilla y espero que clara distinción entre mito y mitomanía porque, como es obvio, no son lo mismo. Un mito es “un relato compartido por un significativo número de personas que explica una dimensión del mundo pero de forma errónea o poco fundamentada”. Mitomanía es la tendencia o inclinación a fabular o transformar la realidad al explicar o narrar un hecho.

Los mitos son muy perjudiciales para comprender un fenómeno complejo porque simplifican, distorsionan, falsean y enturbian el conocimiento. Y, desde esas perspectivas erróneas, se pervierte también la actitud y la acción.

El libro de Grimson y Tanti Fanfani está estructurado en diversos bloques temáticos. En cada uno de ellos analizan, con tino y claridad, los mitos más usados y dañinos. En total, 63, agrupados sobre estos ejes temáticos: 1. La decadencia educativa (6 mitos). 2. Los alumnos (3 mitos). 3. Los docentes (11 mitos). 4. Lo que la escuela debe enseñar (8 mitos). 5. La autoridad, el orden, la disciplina y la violencia escolar (9 mitos). 6. La escuela pública y la privada (3 mitos). 7. La educación y la igualdad (4 mitos). 8. Las soluciones mágicas para la educación (7 mitos). 9. El presupuesto y el federalismo (4 mitos). 10. Las universidades (8 mitos).

Dicen los autores en la introducción: “Circulan de boca en boca frases que construyen estereotipos, sin matices, sobre los docentes, los alumnos, los padres, la escuela, la nación, la pedagogía. Son fórmulas que implicas profundas simplificaciones y no dejan lugar para los grises y las relativizaciones”.

Me ha sorprendido comprobar que la inmensa mayoría de los mitos, por no decir todos, tiene plena vigencia entre nosotros y, sospecho que, en mayor o menor medida, en todos los países del mundo. ¿Quién no ha oído alguna vez decir: “La LOGSE fue un fracaso”, “estamos en el tren de cola de PISA”, “el nivel educativo ha bajado”, “ha desaparecido el esfuerzo de las aulas”, “los alumnos no se interesan por nada”, “los profesores solo quieren muchas vacaciones y poco trabajo”, “antes había más orden y disciplina”, “las familias de hoy no colaboran con la escuela”, “todo se resuelve con la educación”, “se mejora si se invierte más”…?

Esas frases hechas empobrecen el debate y lo acaban cerrando. Se dan por indiscutibles esas supuestas verdades y, como consecuencia, no se considera necesario estudiar con más profundidad la cuestión.

Las creencias versan sobre dos dimensiones diferentes, aunque complementarias,. Por una parte describen como está la realidad educativa y por otra dicen qué se debería hacer para mejorarla. Se centran en los problemas y en las soluciones. Siempre con falta de rigor. Siempre de forma simplista.

Muchas de esas frases hechas se contradicen entre sí como sucede con los refranes. Alguien decía: “A ver si se aclaran de una vez porque con eso de “a quien madruga Dios le ayuda” y “por mucho madrugar no amanece más temprano”, estoy hecho un lío y no sé a qué hora levantarme”.

Las mitomanías educativas tienden a desentenderse de la complejidad. “No es posible una sociedad sin mitos, dicen los autores de esta obra. El problema son las mitomanías, es decir, la incapacidad de reflexionar y tomar distancia respecto de esas creencias que se convierten en verdades absolutas”.

Si se profundiza un poquito, se descubre que responden a una mera conjetura, a una suposición o a la repetición de un tópico sin fundamento alguno. Se repiten en las tertulias, en las conversaciones de café, en los diálogos de amigos, en las reuniones de padres, en los pasillos de las escuelas, en las sobremesas familiares… Y pocos se atreven a contestarlas o a ponerlas en entredicho.

Es importante manejar la duda como un mecanismo protector contra las verdades absolutas que acechan en todos los dogmas, en todas las mitologías.

El estado de opinión se construye sobre frases hechas, sobre eslóganes, sobre estereotipos. En definitiva, sobre falsedades y simplificaciones. Se hacen unas generalizaciones (me sorprende que los autores no trabajen más con esta idea de la generalización) que desvirtúan la realidad. Y, además, con frecuencia, conducen a un estado de ánimo negativo y pesimista sobre la realidad.

Voy a elegir tres mitos para que lector se haga una idea del planteamiento de los autores y, sobre todo, de la necesidad de desmontar esas falsedades que hacen tanto daño.

Primer mito: Las escuelas privadas son mejores que las públicas. Pues si, un mito. Cuando los alumnos de las escuelas privadas obtienen mejores resultados en pruebas estandarizadas no es porque estas escuelas tengan una mayor calidad de la enseñanza sino porque han seleccionado previamente a los mejores alumnos, a los hijos de familias más cultas, con más medios, con más expectativas. “La evidencia empírica disponible, dicen los autores de la obra citada, indica que no se aprende más en las escuelas privadas”.

Segundo mito: La docencia es un oficio para mujeres. A primera vista esta afirmación no parece un mito sino un hecho. Otra cosa es la idea de que así debería ser. Este mito recoge la idea de que la escuela es una extensión del hogar y de que las mujeres tienen cualidades naturales para hacerse cargo de la primera educación. Según este mito no sería de hombres ejercer el oficio de la enseñanza. “Sobra decir que, cuando en una sociedad machista determinado oficio u ocupación se define como “para mujeres”, eso quiere decir que es un oficio subordinado, menos importante que las ocupaciones de los varones”, dicen Grimson y Tenti Fanfani. A medida que se asciende en el nivel educativo la feminización disminuye o incluso llega a revertirse.

Tercer mito: A los alumnos de hoy no les interesa nada. Este mito que manejan interesadamente muchos docentes no responde a la realidad. Cuando un docente lo da por bueno dirigirá su enseñanza hacia aquellos que muestras interés. Por lo tanto si los chicos no aprenden lo que deben, dicen Grimson y Tantoi Fanfani, es porque no estudian, y si no estudian es porque no tienen interés por aprender. En términos generales el argumento es correcto. Pero el nudo del problema radica en saber si el maestro y la escuela sólo tienen el deber de enseñar o bien deben contribuir a suscitar el interés y la curiosidad de los jóvenes alumnos por la cultura y el conocimiento”.

Detrás de esos estereotipos se esconden la pereza mental, los intereses egoístas y la actitud servil hacia a las ideologías. Algunos confunden pereza de pensamiento con firmes convicciones. ¿Cómo se desmontan los mitos? Con más estudio, con más investigación, con más rigor en el análisis, con más honestidad, con más exigencia en la búsqueda de la verdad. Así sea.

Fuente: http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2017/06/10/mitomanias-sobre-educacion/

Imagen:

 http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/wp-content/uploads/sites/11/2017/06/Mitos1.jpeg

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El sistema educativo en una probeta.

Por: Mercedes Ventura.

En materia educativa nos hemos vuelto científicos con tanto ensayo de acierto-error. El alumnado y el docente se han convertido en las cobayas de los gobernantes que a partir de sus ideales políticos han ido probando fórmulas mágicas para solucionar el fracaso escolar y el abandono prematuro de las aulas.

Tanto cambio e improvisación han impedido ver qué aspectos han funcionado en el sistema educativo porque únicamente se han centrado en criterios políticos y se han alejado del tinte independiente y profesional que debería marcar el criterio educativo.

En el año 1970 llegó la primera Ley General de Educación. Le siguió la LOGSE, más tarde la LOE y en la actualidad, la LOMCE. Cada una de ellas con diferentes tintes políticos y con el mismo pecado: el fracaso y abandono escolar.

Yo estudié la educación obligatoria dentro del sistema de la LOGSE y me acuerdo que no se podía obtener el Graduado Escolar si no aprobabas con un cinco como mínimo en el octavo curso. De esta manera se podía acceder a Bachiller.

Posteriormente, con el cambio a un gobierno socialista vino una reforma educativa con la LOE que facilitaba obtener el título de Educación Obligatoria, ESO y el acceso a Bachiller, con la finalidad de reducir el fracaso escolar. Se podía acceder a Bachiller con una evaluación negativa en una o dos materias y ‘excepcionalmente en tres’.

En el 2013, con otro cambio de gobierno llegó la LOMCE del Partido Popular, que ponía piedras en el camino con las famosas reválidas y el alumno debía superar con un cinco, como mínimo, la ESO para acceder a Bachiller.

En 2017, con la gran presión recibida por los diferentes grupos políticos, se aprueba la moratoria del Real Decreto de la reválidas de la LOMCE. Pero esta semana hemos tenido la gran sorpresa de que esta moratoria a la reválida tiene nuevos cambios en la normativa; es decir, que para adaptar  a la nueva situación las condiciones de acceso a los títulos, el Ministerio ha decidido contradecirse en su propia norma a no solicitar una nota media final al menos de un cinco sobre 10 para obtener ESO y acceder a Bachiller.

Sinceramente, el Gobierno del Partido Popular ha perdido la cabeza con sus incongruencias legislativas, cambiando la reglas de juego a medio curso porque el alumnado y el docente a fecha de hoy no saben qué deben hacer para superar ESO. Este cambio nos lleva a que no se valore el esfuerzo y se reduzca la calidad educativa.

Espero que no tarden en llegar los frutos del pacto educativo propuesto por Ciudadanos, para que frenen las incongruencias estatales y se ponga fin a los continuos enfrentamientos entre el Estado y las Administraciones Autonómicas, donde cada gobierno quiere instaurar su ideología. Aquí, en la Comunitat Valenciana, bien contentos nos tiene el conseller con sus sueños de ‘Països Catalans’ y con la baremación encubierta de los interinos, entre otros.

Finalmente, apelo a la reflexión de los gobernantes sobre qué rumbo desean darle al Sistema Educativo. Yo apostaría por un modelo donde prime el esfuerzo y la calidad educativa. Es más, donde se reforme la carrera profesional del docente, ofreciendo mayor formación a través de un DIR o formación permanente y se dignifique y prestigie esta profesión porque es una de la más importantes y esenciales de nuestra sociedad.

Fuente: http://www.castelloninformacion.com/castellon-opinion-ciudadanos-mercedes-ventura-sistema-educativo-probeta/

Imagen: http://www.ricardollamas.es/wp-content/uploads/2015/05/ensayo-error-620×327.jpg

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No habrá pacto educativo.

Por: Jose Manuel Reinares.

En los albores de la democracia educativa, cuando se estaba gestando la LOGSE y los que ahora peinamos canas éramos unos profesionales imberbes, se oía con frecuencia la expresión de que «cuando la política entra en la escuela, la educación sale por la ventana». Conste que, con posterioridad, la he seguido oyendo.

Hace unos años fui invitado a un desayuno con un candidato a presidente autonómico, en el cual después de la presentación del programa electoral con el que concurría, se permitieron preguntas por escrito del público asistente. Yo le hice una pregunta concreta de si estaba a favor de un pacto educativo en su comunidad y me contestó, no sin cierta sorpresa por mi parte: «¿Pacto educativo?, ¿con quién?, ¿para qué?».

Sirvan estos dos ejemplos para apreciar la opinión no favorable que, en sentido contrario, tiene el mundo educativo de la clase política y de la utilización partidista que ha hecho de la Educación, como de aquélla hacia la necesidad de consenso para superar el enfrentamiento que tradicionalmente ha existido en este campo.

Por ello se debe permitir el escepticismo que nos invade cuando la subcomisión del Congreso de los Diputados ha comenzado en este mes los trabajos para intentar consensuar las bases para el primer pacto educativo de la democracia, fruto más de la fragmentación política que existe ahora en el Congreso, que obliga llegar a acuerdos, que de la auténtica voluntad de los partidos políticos de ponerse de una vez por todas de acuerdo en una ley Educativa que nazca del consenso.

Y es que, como coloquialmente se dice, en la cuestión del pacto educativo «llueve sobre mojado» si nos remontamos sólo a siete años antes, pues es preciso recordar que en 2010 el ministro Ángel Gabilondo, procedente del mundo universitario y despojado por ello de las ataduras partidistas, viendo que la materia de su competencia no se arreglaba con confrontación, sino con acuerdo, impulsó el «Pacto Social y Político por la Educación» entre todos los sectores que tenían algo que decir y, a este respecto, ANPE apostó decididamente por dicho pacto, apoyando firmemente y sin titubeos al ministro en su loable pretensión.

Al final, haciéndonos merecedores del mensaje que transmite el cuadro de Goya «Duelo a garrotazos», el pacto se frustró ante la incredulidad de muchos que creíamos en él, por el enrocamiento de algún partido en un tema clave (el principio de libertad de creación de centros), así como por la oposición a cualquier acuerdo por parte de la cúpula del mismo partido ante la inminencia de las Elecciones Generales de 2011.

También a nivel autonómico han existido intentos fracasados, como el pacto que anunció el exconsejero Abel Bayo en el Parlamento Riojano a comienzos del curso 2015-16 y del que nunca más se ha sabido.

De ahí que estimemos que los fracasos en el consenso educativo se originan cuando los Gobiernos o partidos políticos se empeñan en fijar de antemano el contenido del mismo de acuerdo a los principios que configuran su ideario político, sin estar abiertos o ceder ante posiciones razonables del contrario o ante aportaciones contrastadas y lógicas de expertos, organizaciones sociales y de padres y madres, etc., es decir, a mi entender el fracaso ha venido por querer dirigir el pacto desde arriba, a diferencia de si éste fluye desde la base de la comunidad educativa que sólo quiere tener estabilidad para desarrollar o ejercer el servicio educativo.

Desde nuestro punto de vista urge, por ello, ponerse de acuerdo en cómo remediar los principales defectos de nuestro sistema educativo: la prioridad de la enseñanza pública como garante de la cohesión social y del principio de igualdad de oportunidades, sin que se descuide por ello a la red concertada; el fracaso y abandono escolar temprano; la vertebración y cohesión a nivel nacional; la reversión de los recortes; la formación inicial del profesorado y el acceso a la función pública docente; la protección de profesores y alumnos en caso de conflictos de convivencia en los centros, etc.

Para finalizar, retomando el título de este artículo, pensamos que no habrá pacto educativo si la clase política se empeña en defender exclusivamente su programa electoral, pero, en cambio, si sabe escuchar al contrario o sabe ceder en sus posiciones maximalistas, es probable que se pueda llegar a una nueva Ley Educativa que goce del consenso de todos, tal como ansía el mundo educativo.

Fuente: http://www.larioja.com/opinion/201702/23/habrapacto-educativo-20170223002140-v.html

Imagen:http://cadenaser00.epimg.net/emisora/imagenes/2016/09/20/radio_madrid/1474376600_574020_1474378511_noticia_normal.jpg

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