Saltar al contenido principal

Educación y violencia contra las mujeres

Por: Santiago Molina

A quien hay que responsabilizar es a la cultura y a los valores que los niños maman en el seno familiar.

C omo es lógico, en el debate televisivo que mantuvieron las líderes femeninas de cinco partidos políticos, durante la campaña electoral de las elecciones celebradas el pasado 10 de noviembre, el tema estrella fue el referido a la violencia de los hombres contra las mujeres y a las agresiones/violaciones sexuales. A pesar de las diferencias ideológicas entre ellas, hubo un aspecto en el que todas coincidieron: dieron por supuesto que una de las causas fundamentales de la violencia y de las agresiones sexuales contra las mujeres es la falta en las escuelas de unos programas formativos eficaces cuyo objetivo sea el reconocimiento de la igualdad de la mujer y del hombre. Por tanto, habría que concluir admitiendo que el número de casos de violencia contra la mujer descendería si existieran ese tipo de programas escolares. Personalmente, creo que esa suposición no se corresponde con la realidad del problema.

Es evidente que la relación entre escuela y sociedad no es unívoca, sino que, por el contrario, es rica en matices e interferencias. Sin embargo, suele existir acuerdo entre la mayoría de los expertos que han estudiado esa relación en el sentido de aceptar que la educación escolar refleja los valores y costumbres hegemónicos de cada sociedad. Merrill (1967) afirma que la educación escolar transmite las costumbres, ideales, actitudes y valores de cada sociedad a las generaciones jóvenes. Es esa función de adoctrinamiento ideológico de las nuevas generaciones lo que explica que todas las confesiones religiosas y los grupos políticos hayan tratado de controlar las escuelas. En los países con gobiernos totalitarios, ese control es absoluto por parte del Estado, exactamente igual que sucede con las iglesias en aquellas comunidades donde una determinada confesión religiosa impone a toda la ciudadanía sus dogmas.

El estudio de esa función legitimadora y reproductora de la escuela no es nada nuevo. Marx y Engels (1844) la analizaron en sus Tesis sobre Feuerbach y quienes la evidenciaron de forma más elocuente fueron Bourdieu y Passeron (1970) en su libro titulado La Reproducción. En nuestro país, uno de los autores pioneros fue Carlos Lerena, quien en su libro titulado Escuela, Ideología y Clases Sociales en España (1976) afirmaba categóricamente que la función de reproducción cultural de los sistemas de enseñanza logra que las generaciones jóvenes, al salir de la escuela, legitimen y reproduzcan la ideología y los valores culturales existentes en la sociedad. No creo que merezca la pena cansar más a los lectores con citas bibliográficas para tratar de demostrar que la educación escolar se limita a inculcar a los alumnos los valores predominantes en cada sociedad y, por lo tanto, a reproducirlos.

Tomando como referencia esa relación existente entre la escuela y la sociedad, lo lógico es inferir que los valores que el profesorado transmite en las escuelas son aquellos que predominan en las creencias y costumbres que vehiculan las relaciones familiares y comunitarias. Por ello, a quien hay que responsabilizar de la violencia y de las agresiones sexuales de los hombres contra las mujeres es a la cultura y a los valores que los niños maman en el seno familiar, que ven en su entorno social y que perciben a través de las redes sociales y de los medios de comunicación.

Tendría sentido culpabilizar a las escuelas si existieran profesores y profesoras que se dedicaran de forma sistemática a inculcar en los alumnos que las mujeres son inferiores a los hombres, que lo correcto es que sean las esclavas de sus maridos y que su misión fundamental es la de satisfacer todos los deseos del hombre. Sin embargo, yo no conozco ninguna escuela donde el profesorado se dedique a interiorizar esos valores en los alumnos y alumnas. Es más, me temo que no exista en nuestro país ni una sola escuela de ese tipo. Esos eran los valores que transmitían los programas educativos de las escuelas católicas hace muchas décadas, o incluso siglos, y los que actualmente son hegemónicos en la educación musulmana. En cambio, hoy todos los materiales curriculares y los valores que transmite el profesorado español hacen hincapié en todo lo contrario.

Si se admite que hoy en día en todas las escuelas se enseñan y se practican normas positivas en favor de la igualdad de género y del respeto del hombre hacia la mujer, parece pertinente hacerse esta pregunta. ¿Cómo es posible que no descienda el número de feminicidios y que, por el contrario, crezca de un año a otro? La respuesta a esta aparente contradicción es fácil inferirla, dada la función legitimadora y reproductora de la escuela con respecto a los patrones culturales hegemónicos de la sociedad. Por muchos programas de respeto a la mujer que se introduzcan en las escuelas y por mucha formación feminista que se imparta al profesorado, su eficacia será nula si previamente no se modifican los valores que controlan de forma subyacente las relaciones de dominación de la mujer por parte del hombre en nuestra sociedad. Yo creo que esa es también la razón que explica el nulo efecto que tienen las disposiciones legales con sus correspondientes correlatos coercitivos contra los violadores y los agresores machistas.

Como dije al principio, el único objetivo de este artículo ha sido intentar mostrar lo escasamente eficaz que resulta intentar acabar con esos comportamientos incívicos y criminales de un número importante de hombres incidiendo en lo que Ball (1989) denomina la micropolítica de las escuelas. En ningún caso he pretendido pontificar sobre cuáles deben ser las soluciones (para eso ya están los líderes políticos). Entre otras razones, por la extraordinaria complejidad del problema y también porque solo me considero una persona normal y corriente preocupada por esa lacra social.

Fuente: https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/educacion-violencia-mujeres_1396069.html

 

Comparte este contenido:

Rita Segato: “La violencia de género es la primera escuela de todas las otras formas de violencia”

Redacción: La Diaria

De visita en Montevideo, la antropóloga argentina habló sobre la necesidad de deconstruir el “orden patriarcal” que genera violencias.

Dicen que es recibida como si fuera una estrella de rock en todas las actividades públicas en las que participa. Por eso a donde va nunca faltan las extensas rondas de aplausos, los pedidos de autógrafos o alguna selfiecasual. Lo cierto es que Rita Segato es antropóloga feminista y no artista, aunque para muchas personas escucharla constituye siempre un verdadero espectáculo. Su paso por Uruguay esta semana tampoco pasó desapercibido.

La académica argentina llegó el lunes a Montevideo para protagonizar una de las tres conferencias centrales de las Jornadas de Debate Feminista que organizan los colectivos Cotidiano Mujer y Encuentro de Feministas Diversas. La exposición de Segato giró en torno a conceptos que han atravesado su obra durante los últimos años, que se conectan y se retroalimentan. Puso el acento en explicar por qué a su entender el patriarcado no es una “cultura” sino un “orden político”, habló de las nociones de “masculinidad corporativa” y “dueñidad”, y se refirió a la “politicidad femenina”. Ante un Salón Azul de la Intendencia de Montevideo desbordado de gente, la antropóloga también dedicó una parte de la ponencia a desentrañar los desafíos actuales de los feminismos, entre los cuales destacó el “recrudecimiento” de los casos de violencia contra las mujeres, especialmente en América Latina, y la amenaza del avance de los fundamentalismos religiosos.

Un rato antes de empezar la conferencia, en el mismo salón, Segato fue declarada Visitante Ilustre de Montevideo. Mientras recibía la distinción, la concurrencia pobló el lugar. No quedaron asientos libres, también fueron ocupados escalones, pisos y otros espacios vacíos. Cuando la capacidad no dio para más, la gente empezó a agolparse en las puertas del salón. La mayoría eran mujeres jóvenes. Algunas esperaron sentadas, en ronda. La escena parecía la previa de algún recital de rock.

El club de los hombres

El primer trabajo que realizó Segato sobre violencia fue en 1993, en una cárcel de Brasilia, tras un pedido del secretario de Seguridad Pública de la ciudad a la universidad en la que ella trabajaba como docente. Fue durante ese proceso que la experta descubrió que detrás de las agresiones contra las mujeres había “una hermandad masculina, una cofradía, un club de hombres”, según explicó el lunes. “Me di cuenta de que el violador era una figura acompañada, que recibía un mandato de otros hombres de mostrarse hombre, de alguna manera, ante otros pares, que se encuentran ausentes pero que están presentes en su paisaje mental. Entonces hay una demanda a partir de esos otros hombres para que ese violador muestre que merece ser reconocido como un miembro de esa hermandad masculina”, ahondó.

De ese estudio también surgió la afirmación de Segato de que la “estructura elemental de la violencia”, en este contexto, no está únicamente construida por la relación entre el agresor y su víctima. “Hay otro eje de relaciones y de interlocución que es tanto o más importante, que es la relación entre los hombres”, afirmó, y continuó: “Los hombres se ven como perteneciendo a un grupo de prestigio que exige una titulación y esa titulación depende de la exacción de la posición femenina, que debe circular desde la posición femenina a la posición masculina constituyéndola como una posición potente capaz de controlar un territorio, que en este caso es el territorio-cuerpo de la víctima. Ahí aparece por primera vez en mi pensamiento esa idea de la afinidad entre el cuerpo de mujer y el territorio”.

Más adelante, a raíz de otros estudios, la antropóloga amplió esa idea de “fratría de los hombres, de la cual emana un mandato de violación y de apropiación de un tributo que debe circular entre la posición femenina hacia la posición masculina, constituyéndola”, al darse cuenta de que en realidad tiene una “estructura corporativa”. Segato explicó en la conferencia que esa estructura de corporación es aprendida por los varones “desde muy temprano en la vida, al socializarse como varones y al socializarse dentro del mandato de masculinidad”.

La académica feminista nombró las dos características que convierten a ese club de hombres en una corporación. La primera es que el valor supremo que está por encima de todos los otros valores es la “lealtad corporativa”. Esto “se ve fácilmente en la realidad”, dijo. “El hombre siempre tendrá miedo a aliarse a la posición femenina porque ahí estará traicionando esa lealtad que es imperativa en la masculinidad”, agregó. La otra característica de la corporación es que es “internamente jerárquica” y el lugar que ocupe un hombre en esa jerarquía de masculinidades va a ser la posición que pueda conseguir en relación a las potencias sexual, física, bélica, intelectual, moral, económica y política. Para la antropóloga, estas dos características hacen “que la violencia sea inevitable para el mandato de masculinidad, a no ser que los hombres consigan tomar conciencia y enfrentarse a un espejo no narcisista”.

En ese sentido, dijo más adelante que es necesario fundar el “Frente de Liberación del Mandato de Masculinidad”, que a su criterio “sacrifica a los varones, los destruye, los mata antes y en algunas regiones de nuestro continente los mata niños”. Puso como ejemplo a los jóvenes salvadoreños que se suman a las maras para poder cumplir con ese mandato. “Hay varias formas en las que los hombres son conducidos al ejercicio de la violencia y son vulnerables a la seducción de la violencia, porque han creído en el mandato de masculinidad y han adherido a la corporación masculina, que es la pedagogía de la crueldad”, afirmó Segato.

La violencia de género como primera escuela

Al referirse al panorama actual y global de las mujeres, la antropóloga hizo énfasis en el “recrudecimiento de la violencia de género en todos los países”, especialmente en América Latina. A la hora de desentrañar las razones, Segato descartó en primer lugar la hipótesis de que el fenómeno tiene que ver con una “reacción” o “venganza” de los hombres ante los avances del movimiento feminista y las posiciones conquistadas por las mujeres en el mundo laboral o político. “Este no es mi modelo de comprensión. Primero, porque las mujeres seguimos ganando menos que los hombres por tareas iguales. En las relaciones conyugales sí sería posible aceptar que el avance de la posición de una mujer con relación a su cónyuge o compañero puede causar una reacción violenta. Pero fuera de esa relación, decir que alguien sale a la calle, captura a una mujer, la viola y la mata, como está pasando en Argentina de una forma muy frecuente, no se puede pensar como que es una venganza de los hombres por el avance de las mujeres debido al feminismo. Creo que es impensable esa hipótesis aplicada a los casos de feminicidios y violaciones de personas desconocidas”, opinó. Lo que sí puede influir, recalcó, es el hecho de que la masculinidad esté siendo vulnerada “por la precarización del trabajo característica del presente”. Ante la ausencia de la potencia económica, este hombre precarizado ve en la violencia “la última posibilidad para restaurarse en esa posición de dominación territorial y de dominación sobre los cuerpos”.

Otro concepto que introdujo Segato en la exposición del lunes es el de la violencia de género como “la incubadora” de todas las otras formas de violencia. “Cuando los gobiernos se asustan por otras formas de violencia que tienen que ver con el robo, con el homicidio, etcétera, yo estoy convencida y he argumentado que esa violencia primordial que es la violencia de género es la primera pedagogía; la violencia de género es la primera escuela de todas las otras formas de violencia”, aseguró.

Segato contó que hace poco, en una actividad en Buenaventura, Colombia, alguien del público le preguntó cómo hacer para detener la guerra “no declarada” entre pandillas que vive el país por el control de tierras. Ella lo pensó bastante y finalmente respondió que sólo era posible hacerlo “desmontando” el mandato de masculinidad. “Cuando hablo de ese desmonte indispensable no es solamente para que pare la violencia contra las mujeres, sino para que pare la guerra en general”, afirmó la antropóloga. “El mundo se transforma y la historia se reorienta si los hombres se vuelven capaces de desmontar el mandato de masculinidad y de revisar lo que los hace actuar en la búsqueda de potencia, lo que los hace tener que espectacularizar todo el tiempo su capacidad de dominio”.

La arremetida fundamentalista

Además de la violencia de género, Segato mencionó como uno de los principales desafíos actuales para los feminismos el avance de los grupos fundamentalistas religiosos. Y lo vinculó a lo que ella llama “dueñidad”, es decir, el hecho de que este sea “un mundo de dueños, donde hay señores de la vida y de la muerte con gran concentración de la riqueza”. La argentina dijo que el orden patriarcal, que también es un orden de dueñidad, “es funcional al capital de una forma en que nunca lo fue”. A su entender, esta es una de las razones que están detrás de “la gran reacción patriarcal disfrazada de religión que estamos presenciando en el continente y en el mundo”.

La antropóloga considera que la reacción tiene lugar ahora porque “muy probablemente hemos tocado un centro neurálgico de la reproducción de la dueñidad, que es una de las bases fundamentales del orden patriarcal y del capitalismo en la fase contemporánea. Algo de esa arquitectura hemos tocado muy recientemente que ha puesto en riesgo también al poder económico”. La amenaza del movimiento feminista y de todos los movimientos antipatriarcales es que “desacatan el orden patriarcal”, incluido el económico, dijo Segato. Por el momento, “es imposible observar cómo el poder decide, delibera e intenta agendar la historia”, agregó, pero por los fenómenos conservadores que están surgiendo en países como México, Argentina o Chile simultáneamente en defensa del patriarcado “podemos entender que ahí hay un interés mayor de defensa y de blindaje de algo que está siendo amenazado por nosotras, nosotres y todos aquellos que integran las disidencias con relación al orden patriarcal”.

La (no) politicidad femenina

“¿Por qué la historia del Estado es, en realidad, la historia de los hombres?”, preguntó Segato, y contestó rápidamente que en el tránsito de la “colonial modernidad” a la formación del Estado moderno todo lo político fue “secuestrado por la historia de los hombres”. Incluida la politicidad propia de las mujeres, que era la politicidad “del orden doméstico, de la intimidad, del cuerpo a cuerpo, de la proximidad no burocrática de la defensa y la reproducción y protección de la vida aquí y ahora”. Según el análisis de la antropóloga, todo eso continúa siendo la politicidad de las mujeres, aunque hoy no se llame política. Lo que sucedió en la transición de una época a otra también implicó la transición de una estructura dual –donde hay una jerarquía de lo político-público y de lo político-doméstico– a una binaria –que es un mundo de uno y sus otros–.

“En la transición al mundo binario vemos que el espacio de la política se transforma en el normal, en el espacio de los temas de interés colectivo, de toda la gente, donde se enuncian las verdades de valor universal e interés general, y el mundo de la domesticidad se transforma en un residuo despolitizado, encapsulado, íntimo y privado, donde las mujeres nos morimos”, advirtió Segato. “Ahí nuestra vulnerabilidad y la de nuestros hijos se vuelven extremas por la soledad, el encapsulamiento y la despolitización de ese espacio que es el espacio de la familia nuclear”. Por eso, según la antropóloga, el ojo público “siempre ve los crímenes contra nosotras como crímenes menores, porque nuestra existencia está asociada a un espacio que se ha despolitizado y despublicitado completamente”. Para reforzar la idea, agregó: “Las mujeres no somos ciudadanas plenas, no somos personas siquiera, así nos ve el juez cuando juzga los casos de feminicidios o los otros crímenes contra nosotras. Incluso grandes juristas, que he criticado con bastante saña en mi país, ven los crímenes contra las mujeres como crímenes de la libido, del deseo. Los crímenes contra nosotras no son crímenes de la libido, son crímenes políticos de ese orden patriarcal”. Y si fuera un “crimen del deseo”, en todo caso se trata de otro deseo: el del poder.

Feminismo antipunitivista

Unos minutos antes de terminar la conferencia en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo, Rita Segato hizo un paréntesis para referirse con preocupación a los feminismos punitivistas. Para la antropóloga, es necesario que la Justicia “sea pedagógica” y coincide en que debe castigar a los violadores y a los feminicidas para “enunciar al mundo lo que es inaceptable”. Sin embargo, insistió en que la cárcel “no es la que va a frenar el avance de la violencia contra las mujeres”, sino que lo hará “la transformación de la sociedad”. Y, contundente, concluyó: “Yo no creo en la política del enemigo, porque creo que tiene una estructura fascista. La característica de los fascismos es la construcción de un enemigo para producir el mancomunamiento. El feminismo no puede mancomunarse mediante la construcción de un enemigo que serían los varones. Nuestro enemigo principal es el orden patriarcal”.

Fuente: https://feminismos.ladiaria.com.uy/articulo/2019/7/rita-segato-la-violencia-de-genero-es-la-primera-escuela-de-todas-las-otras-formas-de-violencia/
Comparte este contenido:

ONU Mujeres: Una de cada cinco mujeres en el mundo sufrió alguna agresión física o sexual en 2018

Redacción: Los 40

Una de cada cinco mujeres en el mundo declaró ser maltratada, física o sicológicamente por su pareja o expareja en 2018, eso reveló el informe realizado por ONU Mujerespresentado este martes.

Las mujeres consultadas tenían entre 15 y 49 años, y quienes reportaron más casos fue Oceanía, dado que el 34,7% de las mujeres afirmó ser víctima de violencia de género. Por otro lado, el menor porcentaje lo tuvo Europa y Norteamérica, en donde una de cada 16 mujeres vivió esta situación.

Tratándose de la diversidad de familias que viven en el mundo, el informe ofrece recomendaciones para garantizar las políticas públicas que protejan a las mujeres y las niñas, dado que en algunos países, la violación en el matrimonio no está tipificada como delito.

Este informe recomienda “poner en marcha leyes familiares basadas en la diversidad e igualdad de oportunidades, asegurar la equidad de género y servicios de alta calidad y accesibles de apoyo a familias y garantizar el acceso a las mujeres a una renta independiente”.

Otra de las recomendaciones del documento es que “la mayoría de los países podrían implantar el paquete de políticas propuesto por un costo inferior al 5% de su PIB, por lo que la organización llamó a avanzar en ese sentido y lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible en términos de igualdad entre hombres y mujeres”.

Fuente: https://los40.cl/2019/onu-mujeres-una-de-cada-cinco-mujeres-en-el-mundo-sufrio-alguna-agresion-fisica-o-sexual-en-2018-27108.html

Comparte este contenido:

Violencia femenina en Afganistán alcanza punto cúspide

Afganistán/Kabul/Agosto de 2016/Prensa Latina

La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán (AIHRC) denunció hoy que 2016 es el peor año en lo referido al abuso y violencia contra las mujeres.

Latifa Sultani, responsable de sector femenino de esa entidad, aseveró que el aumento de la violencia indica una crisis humanitaria y expone la negligencia del gobierno para hacer frente a ese flagelo.

Sultani agregó que a pesar del abuso generalizado, pocos incidentes llegan a los juzgados, ya que la mayoría de las veces el agresor y la víctima siguen conviviendo.

El sistema de justicia no oficial de Afganistán pide a las mujeres olvidar, en un esfuerzo por preservar las familias y mantener la cohesión social, en lugar de castigar al abusador, acotó.

Uno de los casos reportados por la AIHRC fue el de Farkhunda, asesinada en marzo de 2015, lo que generó protestas masivas en todo el país.

La joven de 27 años fue golpeada por una turba de hombres, luego la lanzaron desde un tejado, un auto la atropelló, prendieron fuego a su cadáver y lo arrojaron al río de Kabul.

Informes recientes de la organización destacaron también el caso de Zahra, de 13 años, cuyo esposo le prendió fuego aun estando embarazada y murió cinco días después en el hospital Istiqlal de esta capital.

Hace poco más de un mes en la provincia de Ghor, una niña de seis años fue vendida a un clérigo de más de 50, mientras que él asegura fue un regalo de los padres y estos denunciaron que fue secuestrada.

De acuerdo con estudios de la AIHRC, los fenómenos más alarmantes en Afganistán son el tema de las niñas-novia, el suicidio femenino, la violencia social y los llamados crímenes de honor.

Las mujeres poseen oportunidades económicas limitadas, escaso acceso a los servicios de salud y educativos, así como falta de representación legal.

Según Sultani, tras cuatro décadas de conflicto armado en esa nación centroasiática, la inseguridad, la violencia y la pobreza lastran las oportunidades de género.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=5114031&Itemid=1

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=noticias+educativas+de++afganist%C3%A1n&biw=1024&bih=489&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwjYxKbnyabOAhVBOiYKHVJNDtQQ_AUIBygC&dpr=1#tbm=isch&q=+mujeres+de++afganist%C3%A1n&imgrc=qG1Yc26xKaG2DM%3A

Comparte este contenido:
OtrasVocesenEducacion.org