Hombres y disturbios

Por: Miguel Lorente Acosta

Análisis desde una perspectiva de género sobre los disturbios violentos que estos días se han producido en distintas ciudades de España


Nada ayuda a encontrar un retrato robot o un perfil en los disturbios que han ocurrido estos días; ni las ciudades, que se mueven desde Barcelona a Logroño y desde Ibiza a Vitoria; ni los barrios donde se han llevado a cabo, unos son obreros de la periferia y otros del centro urbano; tampoco los grupos, algunos con miembros de la ultraderecha y de “comandos” antisistema, otros de “negacionistas” y ultras de equipos de fútbol; ni tampoco las acciones que realizan, unas veces altercados con quema de contenedores y destrozos del mobiliario urbano, y otras con saqueo de comercios.

Nada lleva a encontrar elementos comunes más allá de la violencia, tal y como destacan las informaciones y los atestados elaborados, lo cual demuestra la ceguera sobre el elemento común a todos ellos, que es el hecho de que la mayoría de las personas que integran estos grupos violentos son hombres.

Y lo sorprendente de esa amaurosis social incapaz de ver ese elemento común, no es porque no sean conscientes de que la inmensa mayoría de esos violentos son hombres, sino que dan por hecho que lo son como parte de la normalidad.

La misma sociedad que niega la relación entre masculinidad y violencia es la que asume que la mayor parte de las personas violentas, en grupo o actuando de forma individual, son hombres. Esta situación es el reflejo de la paradoja que revela la aceptación de ese modelo, no su desconocimiento, y que toda la estrategia basada en la “falacia de la minoría”, que recurre al argumento de que son “unos pocos” frente a la mayoría, es verdad se trata de un razonamiento más para defender el modelo minimizando sus consecuencias.

Esa idea de reducir el daño abordando el resultado, en realidad supone mantener las circunstancias causales que siempre producen consecuencias negativas y dolor en sus distintas expresiones, aunque la respuesta puntual a cada suceso mejore.

¿Ustedes creen que estos hombres violentos capaces de destrozar el mobiliario urbano, saquear comercios, atacar a la policía… son personas que cuando tienen un conflicto con sus parejas dialogan de manera razonada, o que aceptan otras posiciones y las ideas de otras personas que no piensan como ellas?

Son hombres sembrados de violencia que la masculinidad tradicional ha introducido para que se comporten de manera coherente con su hombría, y para que el resto de los hombres de esos grupos los reconozcan como más hombres, pero también para que, según su modelo y sus preferencias, demostrar su virilidad ante las mujeres de su entorno.

Por eso hay una retroalimentación positiva hacia la violencia,  de manera que aquel hombre que lanza los mensajes más violentos en la reuniones y en la redes suma puntos, el que en las protestas se pone en primera línea frente a la policía suma puntos, el que les arroja un adoquín suma puntos, el que vuelca un contenedor suma puntos, el que luego le prende fuego suma puntos; y si alguien lanza un cóctel molotov al furgón de la policía suma muchos puntos, lo mismo que los que rompen los escaparates de los comercios, los que destrozan cajeros, o los que saquean tiendas…

Todo forma parte de una violencia donde el factor masculino es la clave en su inicio, desarrollo y valoración final.

Y el hecho que demuestra que forma parte de ese modelo androcéntrico en el que la violencia aparece unida al poder, es la utilización que se hace de los disturbios. Por eso la ultraderecha culpa a extranjeros y a la izquierda con el objeto de defender sus ideas, miembros de la izquierda culpan a la ultraderecha para reforzar sus posiciones, los antisistema culpan a las decisiones del Gobierno, y los comerciantes a la deriva de una pandemia cada vez más descontrolada.

Que la mayoría de los protagonistas de la violencia en los disturbios sean hombres, no significa que la mayoría de los hombres sean violentos, intentar cambiar el sentido del argumento, como habitualmente sucede cuando se plantea la relación estrecha entre hombres y violencia, confirma esa relación y el interés en desmarcar de la masculinidad la violencia que muchos hombres utilizan de manera voluntaria en las circunstancias que ellos deciden.

La Universidad de Granada está desarrollando en estos momentos un curso (gratuito y con la matrícula abierta hasta el 16 de noviembre), sobre “Masculinidad y violencia”, donde se estudia esa realidad histórica común en todo el planeta, hasta el punto de que el 95 % de los homicidios son cometidos por hombres (ONU,2013), y en el que se analizan todas las circunstancias que permitan avanzar hacia la erradicación de los factores estructurales que llevan a los hombres a utilizar la violencia como una opción válida a pesar de las consecuencias.

Nada es casualidad cuando se habla de masculinidad y violencia, en el momento actual, a un día de las elecciones presidenciales americanas, ya se está planteando la posibilidad de que grupos de hombres armados y violentos actúen con violencia para generar disturbios si el resultado no se corresponde con lo que ellos consideran que debe ser. Y no se trata sólo de una cuestión aislada, individual o grupal, sino que el propio presidente Donald Trump ha lanzado y potenciado ese mensaje desde una masculinidad machista de la que ha hecho gala en el ejercicio de sus funciones para defender sus ideas, valores y la posición de poder que otorga privilegios a los hombres, entre ellos, como se aprecia, el ser “invisibles” ante la violencia y los disturbios. No por casualidad el núcleo de sus votantes está formado por “hombres blancos”.

Pero esta realidad no tiene porque ser así, es una construcción cultural que puede y se debe modificar a través de la educación, de la concienciación y de la crítica a ese tipo de conductas. No existe un determinismo violento para los hombres, igual que no existe una única masculinidad que tenga que permanecer unida a la violencia como argumento y estrategia. Esa identidad masculina es consecuencia de una cultura machista que se puede modificar, y dar lugar a otra masculinidad que acepte la convivencia basada en el respeto y la resolución de conflictos de manera pacífica. 

Los disturbios no son un accidente, son la consecuencia del modelo androcéntrico de sociedad y masculinidad que tenemos.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/hombres-y-disturbios/

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Masculinidad y violencia

Por: Miguel Lorente Acosta

Sobre propuesta formativa y sensibilizadora hacia los hombres sobre masculinidad y violencia


El 95% de los homicidios del planeta son cometidos por hombres (ONU, 2013), el 93’2% de las personas en prisión son hombres (WPL, Universidad de Londres, 2018), el 75% de los suicidios son llevados a cabo por hombres (600.000 cada año)… Son ejemplos que reflejan una realidad objetiva que indica que “la violencia es cosa de hombres”.

Sin embargo, a pesar de esa evidencia, la respuesta de una sociedad androcéntrica ha ido dirigida a desviar la mirada de la realidad para ocultar ese protagonismo de los hombres en la violencia. Y lo ha hecho con dos argumentos contrapuestos, por un lado, afirmar que la violencia es multicausal, y por otro, reduciendo la violencia al peso de la biología bajo la influencia de la testosterona.

Y resulta llamativo, porque cuando se habla del protagonismo de los hombres en la creación literaria o en las grandes obras de arte, nadie dice que la creatividad, escribir o pintar son conductas multicausales. Todo lo contrario, se entiende que la amplia y variada “condición masculina” da para eso y para mucho más, y se rechaza que haya habido un sesgo en la crítica literaria, ni discriminación alguna de las mujeres para que no aparezcan en los grandes museos y catálogos. Todo obedece, según se dice, a esa mayor capacidad masculina.

Con ese tipo de argumentos y razonamientos lo que pretende el machismo es hacer desaparecer la voluntad de los hombres en el uso de la violencia, y en la creación de las circunstancias adecuadas para su utilización. De ese modo, dejan a los hombres como si fueran hojas flotando en el vendaval de los acontecimientos, para que luego se posen en la violencia como consecuencia de los elementos de esa multicausalidad, no de su voluntad. Sería como decir que la decisión de una persona al acudir a un restaurante con una estrella Michelin y pedir su plato favorito, en lugar de ser producto de la voluntad y decisión de quien lo hace, es la consecuencia del proceso de deglución, digestión, absorción y metabolismo. Nadie niega que todos esos procesos intervengan cuando alguien ingiere alimentos, sea en un restaurante de lujo o en uno de comida rápida, pero la decisión de ir a uno u otro lugar y pedir un plato u otro, depende de la voluntad.

Con la violencia que ejercen y protagonizan los hombres se actúa de modo similar; por una parte, se fragmenta entre los diferentes elementos que intervienen en la conducta (biológicos, psicológicos, ambientales…) y por otra, se esconde entre los procesos que forman parte de la neurofisiología o del contexto, para que desaparezca voluntad y todo quede como una especie de determinismo en algunos hombres, o como consecuencia de un escenario que esconde la intencionalidad.

Pero los datos son claros y la realidad muy nítida: los hombres protagonizan la violencia en cualquiera de sus formas y a lo largo y ancho de todo el planeta, y la ejercen contra otros hombres y contra las mujeres. El análisis debe partir de este hecho objetivo para avanzar en el estudio del resto de elementos que influyen en una conducta multicausal, como es la violencia, no perderse en las circunstancias teóricas.

La Universidad de Granada inicia un MOOC (Massive Open Online Course) gratuito, donde se analiza esta realidad de la violencia y el protagonismo de los hombres, y lo hace integrando las teorías biologicistas sobre la violencia en sus diferentes planos (genético, humoral, neurológico, psicológico, psiquiátrico…), y las teorías ambientalistas centradas en los elementos sociales y culturales que influyen en los contextos donde se desenvuelven las personas que recurren a la violencia.

Pero también se analiza la violencia como conducta, no sólo como resultado, y todos los elementos que le dan sentido como parte de una decisión elaborada desde una posición determinada y dirigida a lograr unos objetivos concretos, no como una especie de pérdida de control o accidente, como con tanta frecuencia se presenta.

En este sentido, el concepto de “violencia racional” desarrollado por Maxim y Whitehead, refleja esa construcción voluntaria e interesada de las conductas violentas, las cuales pueden verse facilitadas por diferentes factores y elementos de cualquiera de los dos grandes grupos comentados, el biologicista y el ambientalista. En el curso también se analiza esa instrumentalidad y “utilidad” de la violencia, y cómo su resultado encaja en un sistema social que integra los “beneficios de la violencia” en los propios circuitos de la sociedad. No hay una economía, ni un mercado, ni unas finanzas propias para canalizar las grandes sumas de dinero que se obtienen a través de la violencia criminal, todo se integra en mismo sistema androcéntrico liderado por hombres a nivel formal, y en el que son principalmente hombres quienes entienden que la violencia es un recurso válido para resolver problemas y conflictos, y con ello obtener beneficios de diferente tipo.

Esa congruencia entre el modelo de sociedad androcéntrico y la conducta individual de los hombres que recurren a la violencia para obtener beneficios y solucionar sus problemas, está relacionada con las referencias que establece la cultura para organizar la convivencia y articular las relaciones dentro de ella, así como con la definición de una identidad masculina en la que violencia se presenta como un recurso que refuerza la idea de hombre y virilidad.

En este sentido, el MOOC incide en esa construcción de la identidad masculina, y cómo esa doble referencia, violencia e identidad, es la responsable de una forma específica de violencia, como es la que se dirige contra las mujeres y las niñas a través de múltiples expresiones.

El curso finaliza con un estudio sobre los elementos capaces de cambiar esta realidad a través de la transformación de la masculinidad, es decir, de esa idea de hombre que ve en la violencia una opción válida para resolver los problemas y, al mismo tiempo, sentirse más hombre, tanto por la sensación personal como la percepción de reconocimiento por el resto de las personas, especialmente otros hombres, que forman parte de la misma sociedad y cultura. La transformación debe ser cultural, pero han de hacerla las personas que forman parte de la sociedad, de ahí la importancia del posicionamiento individual.

El MOOC ha sido muy bien acogido a nivel nacional e internacional, y en el momento de escribir este artículo ya se habían matriculado más de 3400 personas.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/masculinidad-y-violencia/

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