La afectualidad como expresión fratriarcal emancipadora de los arquetipos patriarcal y matriarcal

Por: Iliana Lo Priore

Para iniciar este artículo, quiero afirmar que nos reconocemos, junto a otros y otras, como FRATRIOTAS GLOCALES.  Fratriota proviene del término fratria que significa hermandad o fraternidad y glocal es un acrónimo compuesto por sílabas de  las palabras global y local.  Ello quiere decir que estamos comprometides afectualmente con la prevalencia de la fraternidad o solidaridad hermanadora como práctica vital y existencial de realización al lado de las otredades o alteridades eco-socio-naturales en la Tierra, a diferentes escalas  espaciales o territoriales.

El fratriarcalismo es un arquetipo mediador y superador, a la vez, de los arquetipos  patriarcal y el matriarcal; así lo ha argumentado en sus investigaciones en torno a la cultura simbólica el reconocido hermeneuta Andrés Ortiz-Osés.  Los arquetipos son configuraciones simbólicas que habitan el inconsciente colectivo e individual que articulan tipos de imaginarios arcaicos o primitivos, mitos, con representaciones ideológicas y actuaciones socioculturales actuales en los hombres y mujeres, dotándolas de significaciones y sentidizaciones. El símbolo, o lo simbólico, es una relación de analogía ambivalente y coimplicante entre un primer sentido atribuido a algo con un segundo sentido que demanda interpretación o comprensión.

El patriarcado, el matriarcalismo y el fratriarcalismo se pueden considerar como  estructuras psicosociales simbólicas que inducen actuaciones de sociedades, grupos e individuos alrededor de sus arquetipos dominantes en una cultura dada.  Los cuales propician creencias, prejuicios, estereotipos, valoraciones y otras significaciones en la psique que inciden en las prácticas sociales.

Las estructuras psicosociales simbólicas han atravesado un tránsito histórico que  según Ortiz-Osés (1993), se ha evidenciado en las antiguas confrontaciones de Oriente y Occidente, en las que  Oriente influyó sobre Occidente, siendo el primero prevalecientemente matriarcal y naturalista, y el segundo, patriarcalista y racionalista.  Sin embargo, con el tiempo el patriarcado avasallará al maternalismo y se impondrá de modo hegemónico.

Tales avasallamientos tuvieron primordialmente escenario en la Grecia antigua. El surgimiento y desarrollo del patriarcalismo conllevará a la supremacía de lo suprasensible u objetivista en detrimento de la sensibilidad matriarcal; así la relevancia de las diosas terrenales fue opacada por los dioses del Olimpo; se transfiguró el derecho natural matriarcal en derecho civil patriarcal; se sobrepuso el mundo tecno-lógico masculino al mito-lógico femenino; se impuso la cultura de la competitividad o autosuperación prometeica sobre la cultura de la paz y la igualdad maternalista, y el Logos del patriarcado subordinó al Eros femenino.

Este último aspecto es retomado en el presente por quienes abogan a favor de recuperar el eros maternal para fusionarlo con la razón técnica paternal con el propósito de humanizar la tecnología  y contrarrestar su utilización por la racionalidad instrumental que convierte todo en medio, recurso o instrumento, cosificando al entorno-mundo, depredando la naturaleza y alienando a hombres y mujeres.  Asimismo, nosotros hemos planteado que hay que reivindicar la afectividad matriarcal neutralizada por la suprasensibilidad u objetividad antisubjetiva de la razón tecnocrática del patriarcado, para potenciarla y transfigurarla en afectualidad o empatía hermanadora (Lo Priore y Díaz, 2019), es decir, pensar, sentir y sentirse juntos, como expresión del arquetipo del fratriarcado emergente ante la sustitución  histórica que sufrió en el pasado remoto el arquetipo matriarcal y el agotamiento que sufre en la actualidad el patriarcado en crisis.

Por otra parte, consideramos que el naturalismo vinculado a la matriarcalidad está asociado como antecedente también histórico,  a los planteamientos ecosóficos o de ecología integral de relaciones ambientales, sociales y mentales  para proteger y redefinir la vida planetaria o local en la actualidad, que contemple a la naturaleza recuperada como otredad, y civilizatoriamente a las sociedades proyectándolas en otro mundo posible para el habitar contrario a la explotación de la Tierra o Pachamama y de los seres humanos.

La matriarcalidad en el pasado remoto estuvo  imbricada con  la producción o economía agraria debido a la división social del trabajo con los hombres en esas épocas,  lo que conllevó a la relación estrecha de las mujeres con las plantas y el conocimiento de sus propiedades culinarias y curativas, asumiendo la condición de ser una forma de conciencia de la naturaleza, lo que le ocasionó a las mujeres su persecución patriarcal acusadas de prácticas de brujería o hechicería por preparar brebajes, pócimas y ungüentos naturistas. En consecuencia, el matriarcado  sería fundante de  la ecoprotección naturalista preventiva inmunizadora y medicinal de los enfermos o contagiados por las enfermedades y pestes de la época.

Simbólicamente el matriarcalismo será omniabarcante al establecer nexos desde relaciones imaginarias fundamentales sacras o religiosas (la madre-virgen en el cristianismo) hasta cosmogónicas (las estrellas, la luna, la energía, el agua, la tierra, los animales, las plantas, etcétera).  Aquí es oportuno aclarar que la educación de los hijos, o de los niños y niñas, es de origen  matriarcal o femenino afectivo e igualitario, luego a través de la educación formal y escolar, se entroniza el autoritarismo o el patriarcado estatal, desafectivo y desigualador

Todo ello, históricamente, estructuró culturalmente una psique en la que simbólicamente se afianzó el arquetipo paternalista o masculino sobre el maternalista o femenino de origen arcaico y mítico de las madres-divinidades,  en el mundo Occidental, occidentalizado o colonizado.  No obstante, lo femenino no ha dejado de manifestarse como  renuencias, resistencias y luchas feministas por la igualdad y equidad de género ante las imposiciones y arbitrariedades del poder patriarcal que ha ocasionado, entre otros aspectos condenables, feminicidios.

La aproximación a la comprensión de los arquetipos culturales infraestructurales de la sociedad occidental de Ortiz-Osés (1993) es antropológico-hermenéutica-simbólica que parte de los tres enclaves de Matria, Patria y Fratria, que se corresponden con  tres concepciones de los discursos configuradores del imaginario socio-cultural y de su confrontación ideológica y política conflictiva:  naturismo, autoritarismo y democracia auténtica.

Disputa simbólica que aparece como lucha subyacente entre un patriarcal poder omnipresente y la búsqueda de la seguridad y protección cuasi maternal, que puede converger perversamente en la identificación de la protección con la dependencia del autoritarismo y vigilancia panóptica estatal-paternalista,  sacrificando o postergando alcanzar  la emergente emancipación o liberación de la autonomía libertaria, comunalista, justiciera e igualitaria fratriarcal o afectual.

Esa emergencia o insurgencia emancipadora se anuncia como rebelión de las fratrías, insurgencias de las hermandades o grupos afectuales que comparten intereses comunes en contra del autoritarismo patriarcal o estatal y de los intereses oligárquicos o capitalistas dominantes.  Esta comunidad de aspiraciones fratriales (obreras, feministas, juveniles, sexuales, etcétera)  aparece reclamando reconocimientos, espacios y transformaciones debido a la crisis del paternalismo y a la debilidad del maternalismo.  Por ello, el fratriarcalismo o la afectualidad se presenta como una opción convivencial o societal alternativa a la sociedad capitalista y la “socialista” existentes.

De allí que el fratriarcalismo se manifiesta como mediación relacionista  dialógica  alternativa  al matriarcalismo y al patriarcalismo,  el logos y  eros, la razón tecnológica y la razón  sensible, objetividad y subjetividad, racionalidad instrumental y afectualidad, modernidad y posmodernidad, desigualdad y justicia social, mercantilismo y solidaridad, individualismo y reconocimiento de los otros, inhumanidad y derechos humanos, anticultura monologa y diálogo pluricultural, valoraciones pragmáticas y ética, capitalismo neoliberal y capitalismo de Estado o socialismo,  narcisismo e intersubjetividad/trans-subjetividad, indefensión pandémica y protección panóptica o disciplinaria-normalizadora, educación neoliberal y educación emancipadora, etcétera.

Con esta interpretación se puede hacer frente a la crisis del raciocinio dominador simbólico del patriarcado y superarlo al socavarlo en sus fundamentos infraestructurales arquetípicos, favoreciendo el relaciocinio dialógico-afectual simbólico de la insurgencia del fratriarcalismo democrático radical, comunitarista y ecoprotector inmunitario emancipador.

Referencias

Lo Priore, I. y Díaz, J.  (2019). Emancipación de las subjetividades en las infancias y juventudes. Afectualidad, uso de las TICs y educación liberadora. México: Ediciones MASFE.

Ortiz-Osés, A.  (1993). Las claves simbólicas de nuestra cultura: matriarcalismo, patriarcalismo, fratriarcalismo. Barcelona: Editorial Anthropos.

ilianalopriore11@gmail.com

Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/la-afectualidad-como-expresion-fratriarcal-emancipadora-de-los-arquetipos-patriarcal-y-matriarcal/

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El ocaso del último reino de las mujeres

Reseñas/16 Julio 2020/Autora: Ana Salvá/elpais.com

La abogada china Choo Waihong retrata en un libro la cultura de los mosuo, una de las últimas sociedades matriarcales que quedan en el mundo

Durante más de 20 años, Choo Waihong trabajó como abogada corporativa en un par de firmas de letrados de prestigio, principalmente en Singapur y Los Ángeles, llevando una vida agitada que la dejaba muy poco tiempo para conocer el mundo. En 2006, se cansó de esa vida y decidió retirarse antes de tiempo para viajar en busca de sus raíces chinas, explorando las grandes ciudades y llegando posteriormente como turista al lago Lugu, el hogar de la tribu de los mosuo en el sureste del país. Se sintió tan fascinada por sus costumbres que optó por instalarse a vivir con ellos durante gran parte del año.

“Me gustó tanto la gente de mosuo y su estilo de vida que volví una y otra vez, quedándome más tiempo para convertirme en parte de su comunidad. Construir una cabaña en la tierra de un amigo de allí fue parte de la aventura que me atrajo a pasar más tiempo”, dice la abogada, hoy la persona no mosuo que mejor conoce a fondo sus costumbres.

Waihong creció en un mundo en el que los hombres son los jefes y acostumbraba a pelear mucho con su padre, considerado el jefe en una familia “extremadamente patriarcal” de Singapur. La experiencia eran tan diferente a lo que conocía que comenzó a escribir un libro para registrar todo lo que aprendía llamado La tribu de las mujeres: Vida, amor y muerte en las recónditas montañas de China (Editorial Península, 2018).

Ella comenzó el libro casi por casualidad, empujada por un amigo de Londres que fue a visitarla una vez a su cabaña en el lago. “Escribir el libro también me empujó a profundizar en lo que significaba la esencia feminista para una de las últimas sociedades matrilineales y matriarcales que quedan en el mundo”, explica la abogada.

En la tribu mosuo, los niños viven en la casa familiar de las madres y son criados por ellas, sus abuelas, tías y tíos. Nacen fuera del matrimonio y la familia nuclear tal como la entendemos existe de forma distinta. Los hombres y las mujeres tienen encuentros nocturnos ocasionales cuando lo desean. El sombrero de un varón colgado en la manija de la puerta del cuarto de una mujer es una señal para que otros no entren. Estos encuentros pueden ser de una noche hasta asociaciones exclusivas de por vida que pueden terminar o no en el embarazo, pero las parejas nunca viven juntas ni contraen matrimonio.

Ellas heredan las propiedades, siembran, cuidan a la prole y realizan tareas del hogar. Ellos se encargan de las tareas de fuerza, construyen y reparan casas, sacrifican animales y ayudan con grandes decisiones familiares, aunque la última palabra siempre la tiene la abuela, matriarca de la casa.

Según Waihong, en la comunidad mosuo viven entre 30.000 y 40.000 personas. Su cultura se ha hecho cada vez más popular a lo largo de los años, atrayendo a muchos curiosos desde que esta zona se abrió por primera vez a los viajeros hace dos décadas. La mayoría de los visitantes son los propios chinos de otras partes del país, probablemente porque el lago está alejado de las principales rutas turísticas conocidas y, por lo tanto, los extranjeros necesitan más tiempo y esfuerzo para desviarse a esta remota región montañosa interior. Aunque hoy en día, uno puede volar directamente a su nuevo pequeño aeropuerto.

Quienes visitan el lago no comprenden la libertad sexual de la comunidad mosuo y, como dice Waihong, muchos piensan y esperan tener «suerte» y conseguir una aventura de una noche con una persona mosuo durante su estancia. Los forasteros chinos ven como una rareza el concepto de la estructura familiar matrilineal de los mosuo, en lugar de su propia tradición patrilineal. Y “les cuesta comprender cómo el jefe de familia puede ser una mujer cuando la suya es, y siempre ha sido, una familia definitivamente dominada por los hombres”, dice la autora.

El número de visitantes ha crecido tanto que hoy toda la economía que rodea el lago depende del turismo y con ellos también han llegado de la mano el cambio de muchas de sus costumbres. Durante miles de años los mosuo fueron agricultores de subsistencia relativamente pobres y ahora tienen empleos más modernos relacionados con el turismo que no existían antes. Con estos trabajos, muchas personas han dejado de cultivar las tierras y se ganan la vida con el turismo.

La vida en el lago hace unos años era extremadamente rudimentaria y ahora cada granja tiene electricidad, agua corriente, conexión wifi y fuente de agua caliente con energía solar en el hogar. Toda persona adulta o adolescente tiene un teléfono móvil. Cada adulto tiene una cuenta bancaria y entiende de qué se trata al citar un préstamo o una hipoteca.

Todos los menores de 30 años han asistido a la escuela al menos hasta secundaria, mientras que la mayoría de sus madres y padres, que nunca han estudiado, no saben leer ni escribir. Los mosuo de los pueblos remotos ahora tienen el mismo acceso a oportunidades educativas que en el resto de China, ya que la escolarización es en el idioma oficial, el mandarín, y el plan de estudios sigue los modelos nacionales. Este hecho por sí solo, como dice Waihong, “ha traído cambios inmensos a la vida, las esperanzas y sus expectativas de las personas, incluida la posibilidad de poder salir al mundo en general y emplearse en trabajos que sus antepasados nunca habrían soñado hacer”.

Al mismo tiempo, su estructura familiar matrilineal tradicional también está evolucionando en sintonía con la estructura familiar nuclear que prevalece en el resto de China, y hoy en día los jóvenes mosuo están más inclinados a adoptar lo que para ellos es “la nueva y moderna forma de casarse legalmente” y formar una estructura familiar nuclear en un hogar separado. Esto divide la configuración familiar matrilineal y también significa que el matrimonio ahora une a la pareja en una pareja permanente.

“Todos mis amigos más jóvenes se han casado y han establecido hogares con el hombre y la mujer juntos en lo que rápidamente se está convirtiendo en una familia patriarcal. Los hijos nacidos de la pareja pertenecen a la pareja y no al árbol genealógico matrilineal más grande”, dice Waihong.

De hecho, ellos crecerán sin comprender ni experimentar el gran ambiente familiar matrilineal de un hogar típico de mosuo. “Lamentablemente, esto puede ser el comienzo del colapso del mundo matrilineal y matriarcal de Mosuo”, opina ella. Su tarea, con su libro, es recoger testimonio de su cultura e inmortalizarla.

Fuente e imagen tomadas de:https://elpais.com/elpais/2020/07/10/planeta_futuro/1594376916_869742.html

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Las islas que desmienten el mito del matriarcado

Reseñas/09 Abril 2020/elpais.com

Sobre las mujeres del archipiélago Bijagós, en Guinea Bissau, uno de los más aislados de África, se dicen cosas inexactas, aseguran ellas mismas. La desigualdad de género está muy presente. Hasta ahora

Son las nueve de la noche y en la oscuridad de Bubaque todo el mundo presta atención a los comunicados de la Radio DjanDjan, cuya antena se distingue desde casi cualquier parte de en las islas Bijagós, en Guinea Bissau. Kisy, periodista y estudiante de instituto exclama desde su estudio insonorizado con paredes de caña de bambú: “¡Mujeres, tenemos que salir a defender nuestros derechos! ¡Todo lo que hacen los hombres, también podemos hacerlo las mujeres!”.

Así fue como la marcha contra la violencia de género se llenó el pasado del 25 de noviembre de mujeres cargadas con un megáfono y pancartas con mensajes en kriol y lengua bijagós. Una muestra de que en esta parte del mundo hay ganas de cambio. Una de las impulsoras fue Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista: “Aún falta mucha sensibilización”, cuenta. Desde su organización llevan a cabo actividades en las tabancas —aldeas— para hablar sobre los derechos de las mujeres y concienciar sobre temas de salud afectivo-sexual.

Siempre sonriente, esta guineana frunce el ceño cuando habla sobre la violencia machista: “Hay mucha, sufrimos mucho; pero no podemos sobrellevarlo solas, no podemos quedárnoslo dentro”. Ya el Examen Periódico Universal elaborado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2015 confirmaba la existencia aquí de una alta tasa de analfabetismo en las mujeres, la escasa capacidad de ahorro y de toma de decisiones, la falta de organismos que se ocupen de las víctimas de violencia de género y la carga desproporcionada de trabajo doméstico, que les ocupa el 80 % de su tiempo. Además, este país es uno de los peores países del mundo para ser madre.

Existe una fuerte desigualdad de género en todos los ámbitos en Guinea Bissau, y las islas no son una excepción. Sin embargo, una rápida búsqueda en Google sobre esta región arroja resultados que en muchos casos incluyen la palabra “matriarcado” para describir la organización de la sociedad de los y las bijagós, etnia mayoritaria en este archipiélago conformado por 88 islas en las que conviven con otros grupos étnicos como fulas, balantas o mandingas.

“Muchas de las cuestiones relativas al matriarcado y a una posible poliandria fueron producto de observaciones rápidas”, analiza Xenia Domínguez Font en su estudio La silenciosidad tradicional: principio implícito y explícito de la organización socioreligiosabijagós, publicado en la revista Studia Africana. “Lo que se puede afirmar es que la filiación es matrilineal pero no existe de ningún modo un matriarcado”, analiza la autora, que expone que en esta etnia la maternidad es “el eje central de la organización social”, pero la herencia la recibe siempre en primer lugar la figura masculina.

Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista.
Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista. ROSALÍA MACÍAS

Ivone Oliveira Sanca se echa a reír al escuchar que hay quien describe su sociedad como dominada por la población femenina. Supone que son conclusiones sacadas de observar prácticas bijagós que pueden ser distintas a las de otras culturas o etnias. Por ejemplo, aquí no se realiza ningún tipo de mutilación genital femenina, una práctica a la que han sido sometidas entre el 45% y el 50 % de las mujeres de este país de África Occidental. “Somos todas guineanas. De diferentes etnias, diferentes culturas… pero todas sufrimos violencia”, aclara.

Oliveira reconoce que “se han perdido ya muchas de las malas prácticas”, como el matrimonio precoz y forzado, que sí sigue ocurriendo en otras regiones de Guinea Bissau. “Aquí ahora cada una escoge con quién se casa. Nuestras madres no iban a la escuela y tenían que aceptar lo que se les imponía porque si no era una vergüenza y un problema para la familia”, relata esta activista, que siempre insiste en la importancia de la educación y la sensibilización.

Elizabete Da Costa, que ha escuchado toda la conversación, coincide: “A veces la cultura nos ata, pero poco a poco vamos avanzando”. Ella es formadora de género con la asociación Nantinyan y con ASAD, una ONG andaluza que desde hace años ejecuta proyectos de desarrollo en las islas. Elizabete no duda en afirmar que “la desigualdad de género en Guinea Bissau y en concreto en la región de las islas Bijagós es demasiado grande”, aunque tiene esperanza. Elizabete explica que en su casa intentan hacer un reparto equitativo de las tareas, pero no es lo común. “Las mujeres se levantan por la mañana y hacen todos los trabajos de la casa hasta que se hace de noche”, relata mientras repasa la lista de asistencia a la última formación de género de Bubaque, en la que participaron más de 50 campesinas.

“El hombre no lleva a cabo tantos trabajos y, sin embargo, los que hace están más valorados que los de la mujer. Los hombres podrían hacerlos también, pero dicen que son nuestros, entonces nosotras nos ocupamos de realizarlos aunque no tengamos tiempo”. “Hemos avanzado pero aún vamos por la mitad”, apunta Ivone, que está convenciendo a Elizabete para montar un grupo de teatro femenino. Ambas coinciden en que aún falta camino por recorrer, y cuentan que solo un par de días antes, un grupo de jóvenes agredió sexualmente de madrugada a varias mujeres en el puerto de Bubaque.

Este tipo de delitos son difíciles de contabilizar, ya que no es frecuente denunciarlas y estos temas tienden a resolverse sin pasar por la justicia oficial, más aún cuando se producen dentro del matrimonio. Sobre todo en las aldeas se toma como un secreto y se trata de resolver a través de un consejo de ancianos, que realizan una especie de mediación. “Si del lado de la víctima aceptan que puede arreglarse así, bien; si no, se acude a la policía”, asegura Ivone, que no está de acuerdo con este modelo de resolución de conflictos porque opina que otorga impunidad a los agresores. Si estos casos “se quedan en la tabanca como si fuesen un secreto, volverán a ocurrir”, critica.

Quienes a pesar de las presiones deciden acudir a la Justicia deben iniciar un periplo hasta el tribunal de Buba, porque en el archipiélago Bijagós no hay donde denunciar. En diciembre de 2018 se inauguró por todo lo alto el primer tribunal de Bubaque, pero de momento este edificio pintado de blanco, rosa y verde fosforito sigue sin estrenar. Además, existe desconfianza en las instituciones oficiales y cierto escepticismo con la aplicación de algunas de las leyes que ya están aprobadas en el país. Ivone y Elizabete celebran estas leyes, pero reiteran que son necesarios más esfuerzos para que sean efectivas, y más sensibilización. “Les decimos a los y las jóvenes que lo primero es la escuela”, repite Ivone, que recuerda que en los centros escolares también hay desigualdad: la tasa de alfabetización en jóvenes es del 50,5 % en las mujeres, frente al 70,4 % en los hombres, según la quinta encuesta de indicadores múltiples de Guinea Bissau.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/02/planeta_futuro/1585822515_549907.html

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Toda la verdad sobre El Principito… o casi

Redacción: Clarín

Las principitas, de Nicolás Herzog y Lina Vargas, recupera la historia, un poco cierta y otro poco mito popular, que sitúa los orígenes de El principito en las afueras de Concordia.

El libro Las principitas, de Nicolás Herzog y Lina Vargas, recupera la historia un poco cierta, otro tanto mito popular, que sitúa los orígenes de El principito en las afueras de Concordia, ciudad entrerriana donde su autor, el francés Antoine de Saint-Exupéry, tuvo que aterrizar forzosamente en los años 30, debido a un desperfecto en el monoplano que piloteaba.

La historia dice que un día entre diciembre de 1929 y enero de 1930 el Latecoere que volaba Saint-Exupéry se averió, el piloto bajó de emergencia en el campo que veía debajo, una rueda del avión pisó una vizcachera y, mientras repasaba el alcance del daño, las risas de unas chicas, que se burlaban de él en su lengua, lo sacaron del trance: eran Susana y Edda Fuchs, las hermanas de 12 y 18 años que nutrirían el imaginario de uno de los libros más leídos de la literatura universal.

La tapa del libro de Antoine de Saint- Exupéry.

La tapa del libro de Antoine de Saint- Exupéry.

Susana y Edda, sorprendidas de que el escritor y piloto las entendiera, fueron a pedir ayuda y fue su padre, Monsieur Fuchs, quien llevó al aviador al castillo de San Carlos, el palacete gastado donde vivía la familia en un recodo agreste del Salto Chico del río Uruguay, la casa que lo llevaría de regreso a la tierra de su infancia en Saint Maurice de Rémens, adonde encontró el reparo que nueve años más tarde le dio sustancia a «Oasis», el quinto capítulo de su novela Tierra de hombres.

La publicación del sello Ariel es una secuela del filme Vuelo nocturno, híbrido entre documental y ficción dirigido por Nicolás Herzog (Santa Fe, 1979), que recupera la historia, sacada del ámbito de la anécdota familiar por Elsa Aparicio Pico en 1953, profesora y traductora del francés amiga de la familia que comenzó a investigar y fue la primera en relacionar a El Principito con la visita que el aviador y escritor había hecho a los Fuchs.

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Si ahí el cineasta da cuenta de la atracción de Saint-Exupéry por esas jóvenes y su vínculo con los animales y el cosmos (cabalgaban, pescaban, hablaban con alimañas, habían amaestrado a un zorro), también habla del imaginario de una comunidad que en la tradición oral prefiere llamarlas niñas y elucubrar romances con un desconocido de 29 años que llega a su casa.

«Hay algo que tiene que ver con el mito que se forjó en torno al lugar, la trama social que fue atravesando generaciones, siempre con muy poca documentación. Concordia es una ciudad bipolar, patriarcal y misógina, con un núcleo duro que pivotea entre lo intelectual, lo burgués y la cuna del peronismo entrerriano. Algo aquí discurre de otra manera y me interesaba captar ese tono en la construcción de sus mitos», dice Herzog.

Antoine de Saint Exupery, autor de El principito, sus misteriosos días en la Argentina.

Antoine de Saint Exupery, autor de El principito, sus misteriosos días en la Argentina.

En el libro, Lina Vargas (Bogotá, 1985) amplía ese registro: desarrolla la infancia de Antoine Jean Baptiste Marie Roger (1900-1944), verdadero nombre de Saint-Exupéry, su amor por la aviación, la misión que se autoimpone de intercomunicar al mundo como un puente cuando comienza a volar para la Aeropostal trazando rutas por África y Sudamérica, su vínculo con la muerte y la historia del mítico castillo, hoy parte de un Parque Nacional.

«En la infancia de Saint-Exupéry germina toda su obra. La visita al castillo de San Carlos, en medio de la naturaleza, le evoca ese periodo que compartió con sus hermanos de juegos y creatividad constante: dibujaban, escribían, el Rey Sol, su apodo de niño, hacía poemas y despertaba a la familia para leérselos, hacían obras de teatro, inventaban aparatos, les gustaba la música», repasa Vargas.

Por eso, advierte, «no reivindico a Susana y Edda como musas estáticas, calladas, sino como chicas que tenían voz con los adultos, opinaban en la mesa, eso no era común en la época, y que conectaron al autor con esa sensación de libertad y bienestar que también era común en su familia».

Antoine de Saint Exupery pasó misteriosos días en la Argentina.

Antoine de Saint Exupery pasó misteriosos días en la Argentina.

Mas allá de la relación con los Fuchs, está también la leyenda del Castillo, la casona Luis XV de 27 habitaciones con terraza al río, pisos de mármol, cortinas de terciopelo y portón enorme de hierro macizo que terminó de construirse en 1888 a instancias de Édouard de Machy, joven que dilapidaba la fortuna de su padre banquero en fiestas fastuosas y proyectos engañosos y que desapareció sin dejar rastro cuatro años después.

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El libro descubre asimismo «una línea matriarcal compuesta por mujeres fuertes y autónomas«, señala Vargas: Marie Suzanne Valon, madame Fuchs, «jugaba al golf (lo hizo hasta los 75 años), manejaba y a veces, cuando el auto no arrancaba, apartaba al marido y se ponía al volante. Cabalgaba, fumaba, bebía whisky, tuvo su bautismo aéreo. Fue por su deseo de aventura que el matrimonio dejó Francia y se instaló en San Carlos en 1908, amaba la naturaleza y le transmitió eso a sus hijos».

Restauran el departamento donde vivió Saint Exupéry entre 1929 y 1931 en la Galería Guemes.

Restauran el departamento donde vivió Saint Exupéry entre 1929 y 1931 en la Galería Guemes.

«Finalmente está su vínculo con la muerte», señala. Cuarentón y con dolores físicos por los accidentes aéreos que había sufrido, Saint-Exupéry publica Piloto de guerra (1942), una de las caras de la moneda que completa El Principito (1943).

Y como el personaje que deja que la serpiente le inocule su veneno para poder volver a su asteroide, el oasis infantil, Saint Exúpery deja Nueva York adonde se había mudado, discrepando con la política de resistencia antinazi de De Gaulle y retorna al escuadrón aliado de reconocimiento. Finalmente desaparece, sobrevolando el mar Tirreno, el 30 de julio de 1944.

Fuente: https://www.clarin.com/cultura/toda-verdad-principito_0_EoaHuNDag.html

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