Por: Iliana Lo Priore
Para iniciar este artículo, quiero afirmar que nos reconocemos, junto a otros y otras, como FRATRIOTAS GLOCALES. Fratriota proviene del término fratria que significa hermandad o fraternidad y glocal es un acrónimo compuesto por sílabas de las palabras global y local. Ello quiere decir que estamos comprometides afectualmente con la prevalencia de la fraternidad o solidaridad hermanadora como práctica vital y existencial de realización al lado de las otredades o alteridades eco-socio-naturales en la Tierra, a diferentes escalas espaciales o territoriales.
El fratriarcalismo es un arquetipo mediador y superador, a la vez, de los arquetipos patriarcal y el matriarcal; así lo ha argumentado en sus investigaciones en torno a la cultura simbólica el reconocido hermeneuta Andrés Ortiz-Osés. Los arquetipos son configuraciones simbólicas que habitan el inconsciente colectivo e individual que articulan tipos de imaginarios arcaicos o primitivos, mitos, con representaciones ideológicas y actuaciones socioculturales actuales en los hombres y mujeres, dotándolas de significaciones y sentidizaciones. El símbolo, o lo simbólico, es una relación de analogía ambivalente y coimplicante entre un primer sentido atribuido a algo con un segundo sentido que demanda interpretación o comprensión.
El patriarcado, el matriarcalismo y el fratriarcalismo se pueden considerar como estructuras psicosociales simbólicas que inducen actuaciones de sociedades, grupos e individuos alrededor de sus arquetipos dominantes en una cultura dada. Los cuales propician creencias, prejuicios, estereotipos, valoraciones y otras significaciones en la psique que inciden en las prácticas sociales.
Las estructuras psicosociales simbólicas han atravesado un tránsito histórico que según Ortiz-Osés (1993), se ha evidenciado en las antiguas confrontaciones de Oriente y Occidente, en las que Oriente influyó sobre Occidente, siendo el primero prevalecientemente matriarcal y naturalista, y el segundo, patriarcalista y racionalista. Sin embargo, con el tiempo el patriarcado avasallará al maternalismo y se impondrá de modo hegemónico.
Tales avasallamientos tuvieron primordialmente escenario en la Grecia antigua. El surgimiento y desarrollo del patriarcalismo conllevará a la supremacía de lo suprasensible u objetivista en detrimento de la sensibilidad matriarcal; así la relevancia de las diosas terrenales fue opacada por los dioses del Olimpo; se transfiguró el derecho natural matriarcal en derecho civil patriarcal; se sobrepuso el mundo tecno-lógico masculino al mito-lógico femenino; se impuso la cultura de la competitividad o autosuperación prometeica sobre la cultura de la paz y la igualdad maternalista, y el Logos del patriarcado subordinó al Eros femenino.
Este último aspecto es retomado en el presente por quienes abogan a favor de recuperar el eros maternal para fusionarlo con la razón técnica paternal con el propósito de humanizar la tecnología y contrarrestar su utilización por la racionalidad instrumental que convierte todo en medio, recurso o instrumento, cosificando al entorno-mundo, depredando la naturaleza y alienando a hombres y mujeres. Asimismo, nosotros hemos planteado que hay que reivindicar la afectividad matriarcal neutralizada por la suprasensibilidad u objetividad antisubjetiva de la razón tecnocrática del patriarcado, para potenciarla y transfigurarla en afectualidad o empatía hermanadora (Lo Priore y Díaz, 2019), es decir, pensar, sentir y sentirse juntos, como expresión del arquetipo del fratriarcado emergente ante la sustitución histórica que sufrió en el pasado remoto el arquetipo matriarcal y el agotamiento que sufre en la actualidad el patriarcado en crisis.
Por otra parte, consideramos que el naturalismo vinculado a la matriarcalidad está asociado como antecedente también histórico, a los planteamientos ecosóficos o de ecología integral de relaciones ambientales, sociales y mentales para proteger y redefinir la vida planetaria o local en la actualidad, que contemple a la naturaleza recuperada como otredad, y civilizatoriamente a las sociedades proyectándolas en otro mundo posible para el habitar contrario a la explotación de la Tierra o Pachamama y de los seres humanos.
La matriarcalidad en el pasado remoto estuvo imbricada con la producción o economía agraria debido a la división social del trabajo con los hombres en esas épocas, lo que conllevó a la relación estrecha de las mujeres con las plantas y el conocimiento de sus propiedades culinarias y curativas, asumiendo la condición de ser una forma de conciencia de la naturaleza, lo que le ocasionó a las mujeres su persecución patriarcal acusadas de prácticas de brujería o hechicería por preparar brebajes, pócimas y ungüentos naturistas. En consecuencia, el matriarcado sería fundante de la ecoprotección naturalista preventiva inmunizadora y medicinal de los enfermos o contagiados por las enfermedades y pestes de la época.
Simbólicamente el matriarcalismo será omniabarcante al establecer nexos desde relaciones imaginarias fundamentales sacras o religiosas (la madre-virgen en el cristianismo) hasta cosmogónicas (las estrellas, la luna, la energía, el agua, la tierra, los animales, las plantas, etcétera). Aquí es oportuno aclarar que la educación de los hijos, o de los niños y niñas, es de origen matriarcal o femenino afectivo e igualitario, luego a través de la educación formal y escolar, se entroniza el autoritarismo o el patriarcado estatal, desafectivo y desigualador
Todo ello, históricamente, estructuró culturalmente una psique en la que simbólicamente se afianzó el arquetipo paternalista o masculino sobre el maternalista o femenino de origen arcaico y mítico de las madres-divinidades, en el mundo Occidental, occidentalizado o colonizado. No obstante, lo femenino no ha dejado de manifestarse como renuencias, resistencias y luchas feministas por la igualdad y equidad de género ante las imposiciones y arbitrariedades del poder patriarcal que ha ocasionado, entre otros aspectos condenables, feminicidios.
La aproximación a la comprensión de los arquetipos culturales infraestructurales de la sociedad occidental de Ortiz-Osés (1993) es antropológico-hermenéutica-simbólica que parte de los tres enclaves de Matria, Patria y Fratria, que se corresponden con tres concepciones de los discursos configuradores del imaginario socio-cultural y de su confrontación ideológica y política conflictiva: naturismo, autoritarismo y democracia auténtica.
Disputa simbólica que aparece como lucha subyacente entre un patriarcal poder omnipresente y la búsqueda de la seguridad y protección cuasi maternal, que puede converger perversamente en la identificación de la protección con la dependencia del autoritarismo y vigilancia panóptica estatal-paternalista, sacrificando o postergando alcanzar la emergente emancipación o liberación de la autonomía libertaria, comunalista, justiciera e igualitaria fratriarcal o afectual.
Esa emergencia o insurgencia emancipadora se anuncia como rebelión de las fratrías, insurgencias de las hermandades o grupos afectuales que comparten intereses comunes en contra del autoritarismo patriarcal o estatal y de los intereses oligárquicos o capitalistas dominantes. Esta comunidad de aspiraciones fratriales (obreras, feministas, juveniles, sexuales, etcétera) aparece reclamando reconocimientos, espacios y transformaciones debido a la crisis del paternalismo y a la debilidad del maternalismo. Por ello, el fratriarcalismo o la afectualidad se presenta como una opción convivencial o societal alternativa a la sociedad capitalista y la “socialista” existentes.
De allí que el fratriarcalismo se manifiesta como mediación relacionista dialógica alternativa al matriarcalismo y al patriarcalismo, el logos y eros, la razón tecnológica y la razón sensible, objetividad y subjetividad, racionalidad instrumental y afectualidad, modernidad y posmodernidad, desigualdad y justicia social, mercantilismo y solidaridad, individualismo y reconocimiento de los otros, inhumanidad y derechos humanos, anticultura monologa y diálogo pluricultural, valoraciones pragmáticas y ética, capitalismo neoliberal y capitalismo de Estado o socialismo, narcisismo e intersubjetividad/trans-subjetividad, indefensión pandémica y protección panóptica o disciplinaria-normalizadora, educación neoliberal y educación emancipadora, etcétera.
Con esta interpretación se puede hacer frente a la crisis del raciocinio dominador simbólico del patriarcado y superarlo al socavarlo en sus fundamentos infraestructurales arquetípicos, favoreciendo el relaciocinio dialógico-afectual simbólico de la insurgencia del fratriarcalismo democrático radical, comunitarista y ecoprotector inmunitario emancipador.
Referencias
Lo Priore, I. y Díaz, J. (2019). Emancipación de las subjetividades en las infancias y juventudes. Afectualidad, uso de las TICs y educación liberadora. México: Ediciones MASFE.
Ortiz-Osés, A. (1993). Las claves simbólicas de nuestra cultura: matriarcalismo, patriarcalismo, fratriarcalismo. Barcelona: Editorial Anthropos.
ilianalopriore11@gmail.com
Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/la-afectualidad-como-expresion-fratriarcal-emancipadora-de-los-arquetipos-patriarcal-y-matriarcal/