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La descolonización, más allá de una tendencia

Por: Valentina Alcalde

UN LLAMADO A POLITIZAR LA DESCOLONIZACIÓN.

Lo personal es político

He querido escribir sobre esto desde hace tres años después de que me invitaron a ser parte del conversatorio inaugural de la Bienal Iberoamericana de Diseño en Puebla. Allí uno de los invitados en algún momento mencionó la importancia de descolonizar el diseño, hasta ahí todo bien. Pero posteriormente dijo algo como: México es un país del tercer mundo, por eso el diseño está tan atrasado. Cuando escuché todo esto me retumbó en la cabeza: la descolonización se está convirtiendo en una palabrita más, una tendencia vacía.

¿Por qué esto generó tanto ruido en mi? Por un lado, parece ser que es fácil caer en que la colonialidad del ser, solo tiene que ver con el colonialismo histórico y no con la gran estructura hegemónica actual.  De Sousa Santos la ve como tres cabezas que nombra: capitalismo, colonialismo y patriarcado; a estas le adhiero otras tres: racismo, binarismo y modernidad1. Dentro de esta última cabe la idea implantada en nuestras mentes y percepción de nosotrxs mismxs que somos territorios del tercer mundo o subdesarrollados, en cualquiera de sus usos, una conversación para hacernos sentir inferiores a otros superiores, las grandes potencias mundiales, al menos económica y políticamente, aunque no necesariamente ambiental y socialmente.

En ese sentido, la colonialidad es la supresión de conocimientos otros, la dominación europea y norteamericana, la universalización y totalización del mundo. ¿Qué quiere decir todo esto? Pensemos por ejemplo en nuestra ropa, ¿cómo estás vestida hoy? Posiblemente te veas igual que una persona que está en Japón y otra que está en Colombia y otra que está en España. Nuestra vestimenta hace parte de la colonialidad del ser, no solo nos vestimos como otrxs, sino también, hemos ido perdiendo nuestros conocimientos y saberes propios de nuestro territorio, tribu, familia o grupo social.

Sabemos poco o nada sobre nosotrxs mismxs. Sabemos mucho sobre grandes marcas, Google, Apple y Amazon. Pero sabemos poco o nada sobre el tejido que hace nuestra abuela y que aprendió de su tatarabuela. Poco o nada sabemos sobre el río que está más cerca de nuestra casa; poco o nada sabemos sobre la planta que usa nuestro papá para quitarse el dolor de muelas. Pueden sonar inverosímiles estos ejemplos, pero la realidad es que la colonialidad del ser está más cerca de quiénes somos de lo que pensamos. No es un monstruo lejano y desconocido.

La descolonización como apuesta política

De tal manera que es bastante opuesto el discurso del tercermundismo a la apuesta epistémica y ontológica de la descolonización. Escobar2 define la descolonización como un “proceso de deconstrucción y desmantelamiento [que] deberá estar acompañado por otro análogo destinado a construir nuevos modos de ver y de actuar”. No es suficiente entonces con la deconstrucción, es urgente la construcción o reconstrucción de formas otras de hacer, pensar, crear y ser3.

En ese sentido, tanto la colonialidad como por supuesto, la descolonización, están relacionadas con la forma en la que consumimos; nos vestimos; lo que usamos; la publicidad; cómo diseñamos, para quién y con quién; lo que comemos; cómo nos relacionamos con la naturaleza, la familia, lxs amigos y parejas. Básicamente hasta ir al baño -según el baño- puede ser colonial, es un chiste, pero es cierto. Esto es porque cualquier acto puede político.

El grupo Decolonising Design dice en su Manifiesto: “para nosotros, la descolonización no es simplemente una opción o enfoque más entre otros dentro del discurso del diseño. Más bien, es un imperativo fundamental al que deben orientarse todos los esfuerzos de diseño”. Lastimosamente en el sistema capitalista lo alternativo termina siendo una opción más, como lo ha sido la sustentabilidad o el ecodiseño, una tendencia de diseño más.

No nos mintamos, bajo el sistema económico neoliberal y la gran raíz capitalista, todo es capitalizable. Cada movimiento ciudadano y las mal llamadas minorías lo hemos sido: LGBTIQ+; los movimientos feministas; las comunidades racializadas, indígenas, negras, afro; las personas trans; los movimientos ambientalistas; todos de una u otra manera han sido utilizados dentro de discursos vacíos y despolitizados para vender humo.

Por ejemplo, llevamos más de una década viendo cómo las grandes multinacionales se han subido en el tren —sumamente urgente— de la sustentabilidad. Sabemos que Procter and Gamble es una de las multinacionales más denunciadas por Greenpeace por deforestación en selvas vírgenes y mal uso de los mal llamados recursos naturales —ecosistemas—. Pero desde hace unos años bajo la bandera de la sustentabilidad han estado lanzando productos con envases hechos de materiales reciclados, botellas de aluminio para reúso y hasta hace poco un champú sólido.

Me parece que ni si quiera vale la pena preguntarse por qué no han hecho un cambio profundo no solo en sus envases, sino también en todas sus cadenas productivas. La razón es muy simple cuando el capitalismo está en el centro y no la vida —de todos los seres— es más fácil generar pequeños cambios y seguir abusando del poder económico que se tiene.

¿En realidad le interesa a una marca con tanto poder como P&G ser sustentable? Los resultados de diseño tienen la viabilidad de maquillarse como se quieran maquillar. Los colores de las banderas LGBTIQ+, el robo de las insignias, el uso de modelos con cuerpos otros, la aparición de personas negras en grandes revistas de moda, el uso de materiales reciclados, y otros, pueden convertirse en discursos vacíos. Lo hemos vivido desde hace más de una década con el greenwashing —que sin duda, también hace parte del sistema colonial—.

Las minorías no somos una tendencia

Las minorías no somos más que mayorías y el capitalismo encuentra formas de filtrarse en nuestros procesos de lucha y resistencia. La apuesta epistémica y ontológica de la descolonización quiere decir entonces que: esto no es un método ni un pensamiento para aplicar4. La alternativa no es cambiar los logos de colores cuando sea el mes LGBTIQ+. Tampoco se trata de contratar x número de personas que hacen parte de una “minoría” para entrar en el contabilizador decolonial. La tarea del hacer pensar y caminar la descolonización es la sanación de la herida profunda en la que hemos vivido durante los últimos siglos.

Cuestionemos cómo vivimos, pensamos y actuamos. ¿Cómo nuestra marca, empresa, existencia impacta y ejerce poder sobre otrxs? ¿cómo pensamos que nuestra forma de vivir -probablemente occidental y citadina- es la única forma de ser y estar en el mundo? ¿estamos segurxs que nuestra existencia es la única y perfecta forma de ser? No le tengamos miedo a tomar desiciones con posturas críticas y políticas.

Se que el caminar descolonial es incoherente e imperfecto. Considero que toda apuesta política lo es, pero es urgente reconocer estas imperfecciones para ser conscientes de ellas. No son suficientes los pañitos de agua tibia que utilizan los nuevos colonos: gobiernos, multinacionales y empresas blancas hegemónicas, para tapar los males que han producido y siguen produciéndonos.

Sabiéndonos incoherentes hagamos grandes apuestas para generar cambios, porque los pequeños cambios están siendo insuficientes. No podemos generar cambios que sigan sosteniendo las grandes estructuras de la colonialidad: capitalistas, patriarcales, coloniales, racistas, binaristas y modernas. No son suficientes las prácticas que solo compensan y satisfacen los propios mecanismos coloniales. Hay que tumbarlas desde abajo y a la izquierda, como dicen lxs zapatistas.

***

1.De hecho Arturo Escobar nombró como Programa de Investigación de Modernidad/Colonialidad a los planteamientos de Quijano, Mignolo y Dussel.

2. Escobar, A. (2007). La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo (1ra. ed.). Fundación Editorial el Perro y la Rana.

3. Escobar, A. (2016). Presentación del Libro Autonomía y Diseño. La realización de lo comunal. Arturo Escobar. 7 de Diciembre 2016. https://www.youtube.com/watch?v=3xrLM7fP6UU&t=645s

4. Mignolo, W. y Carballo, F. (2014). Una concepción descolonial del mundo: conversaciones de Francisco Carballo con Walter Mignolo. En Ediciones del Signo. https://doi.org/10.1017/CBO9781107415324.004

ARTE: Estudio CH

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com

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La cabeza en la arena

Por: Carolina Vásquez Araya

Cuando una persona decide no enterarse de las cosas que suceden a su alrededor, es como si éstas no existieran. Y las sociedades, a veces, actúan como las personas, por eso el periodismo es una de las profesiones más polémicas en cualquier sociedad: Porque tiene la vocación de descubrir secretos, de divulgar equivocaciones, de enfatizar precisamente en aquellos temas que algunos prefieren rehuir. El periodismo es un recurso poderoso para romper las barreras que limitan la libertad del ser humano, pero como todo instrumento de poder, puede también ser capaz de actuar en contra de esa libertad.

En todas las épocas de la historia han existido los temas prohibidos; así también, los encargados de realizar la función de informar se han visto involucrados en el juego tradicional de intereses encontrados. Para entender lo inevitable del proceso, es necesario remitirse a la estructura básica de la sociedad, que divide a sus integrantes en pequeños grupos de poder y grandes grupos subordinados.

Un esquema simplista de esta situación nos hace concluir en que para controlar a una comunidad basta con dosificar la información y manipularla a conveniencia de los grupos dirigentes, ya que es precisamente en ella donde reside la clave del máximo poder. Este solo hecho determina que cualquier tema crítico o capaz de provocar tensión social debe ser controlado como parte del juego social y político por constituir un vehículo idóneo para acallar la conciencia de unos y adormecer la rebeldía de los otros.

La evolución de los medios de comunicación, sin embargo, ha hecho que cada día sea más difícil tanto ocultar la información como ignorarla. Pero simultáneamente se ha propiciado la creación de focos de interés alternativos para distraer a la sociedad. Esto ha incidido en el desarrollo acelerado de los recursos tecnológicos apropiados para concentrar el poder en círculos cada vez más pequeños y gracias a este acto de prestidigitación, la sociedad se ha vuelto progresivamente más y más individualista y menos involucrada con los problemas que la afectan.

De esta forma, mientras el público cree que recibe lo que considera un universo abierto a todas las corrientes de pensamiento y provisto de todos los medios para obtener la información, por otro lado se encuentra sujeto a la manipulación que ejercen sobre ese mismo pensamiento pequeños grupos capaces de controlar los sofisticados mecanismos del manejo de opinión.

 Lo más terrorífico de este panorama es la forma en que se va condicionando la importancia de los temas según la conveniencia de algunos sectores; asuntos que revisten la mayor gravedad para el futuro de una sociedad, como el feminicidio, la discriminación por sexo o la falta de conocimiento sobre salud reproductiva que afecta a niñas, adolescentes y mujeres adultas, carecen de un tratamiento serio como resultado de políticas equivocadas de información. La responsabilidad de este silencio no apunta a la debilidad de comunidades temerosas e ignorantes; el peso de la falta, realmente, recae sobre sus líderes.

Cifras espeluznantes impresas en documentos de circulación oficial pero restringida, delinean un panorama medieval de muerte y desolación. Las consecuencias de la falta de información y la montaña de prejuicios que amenaza la vida de millones de seres humanos hacen de ese silencio un acto tan criminal como aquel que pretende ocultar la realidad de millares de niñas y adolescentes quienes, debido al abandono, se convierten en víctimas propiciatorias de un patriarcado cargado de violencia, prejuicios e ignorancia.

No se puede ignorar que nuestro actual comportamiento pasivo tendrá un impacto directo sobre una situación que tarde o temprano acabará afectándonos a todos. La solución de la mayor parte de los grandes males de la sociedad está ligada a un proceso educativo que propicie la apertura de canales de comunicación para acabar con la ignorancia y dejar de enterrar la cabeza en la arena para no saber. Es precisamente el universo mediático el responsable de romper la barrera de la intransigencia y el miedo que se han impuesto, cual consigna general, en amplias regiones del mundo; y a partir de ahí, cumplir con el papel informativo/educativo que le corresponde por naturaleza.

Para acabar con el hambre y el subdesarrollo es preciso acabar con la ignorancia.

Fuente de la información:  www.carolinavasquezaraya.com

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Patriarcado y neoliberalismo cultural: la ofensiva perfecta

Por: Silvia Carrasco

El neoliberalismo, cuyo propósito es la mercantilización absoluta de la vida humana, se camufla apelando a la libre elección, a los deseos subjetivos o al sentimiento identitario. Son expresiones culturales, aparentemente de izquierdas, que actualizan una explotación que afecta, principalmente, a las mujeres.

El patriarcado es la institución más antigua que conocemos en la historia de la Humanidad. En cualquiera de sus formas y manifestaciones, la dominación física, económica, política y simbólica de las mujeres atraviesa todas las sociedades, culturas y épocas hasta nuestros días. Y todas las culturas que conocemos, tanto las que nos han precedido como la nuestra y sus contemporáneas, han hecho una magnífica labor naturalizando la subordinación a partir de la diferencia sexual entre mujeres y hombres, a través de la socialización basada en roles, comportamientos y marcadores diversos. A este conjunto de normas, prácticas y valores que conforman y condicionan las experiencias de ser mujeres y hombres culturalmente específicos lo llamamos género. El género es un concepto analítico y, a la vez, el mecanismo de reproducción del patriarcado. Porque el patriarcado persiste y se reinventa, como todos los sistemas de relaciones de poder. Aplicando la lúcida distinción de Alicia Puleo[1], en la mayoría de los países del mundo sigue vigente como coerción, donde la inferioridad y la sujeción de las mujeres es legal. Y en aquellos en los que supuestamente disfrutamos de igualdad ante la ley, no solo el patriarcado de consentimiento disciplina diariamente a las mujeres –abandonadas por la interiorización de sus mecanismos– de mil maneras, sino que, además, se rearma como parte de una ofensiva que intenta eliminar a las mujeres como sujetos de derecho.

No debería sorprendernos que las grandes corrientes del pensamiento y la acción política marxistas, y quienes las han desarrollado, hayan tenido serias dificultades para deshacerse y distanciarse críticamente del patriarcado, pues todo lo impregna a la hora de intentar comprender el mundo y proponer formas alternativas de organizar la sociedad. Pero sería esperable encontrar la superación de este lastre en las aportaciones más recientes, las ecosocialistas: perspectivas holísticas situadas en la búsqueda de un sistema-mundo basado en la justicia global en todas sus dimensiones; es decir, una justicia global alejada de la ingenuidad utópica de tiempos anteriores a la constatación del daño ya irreversible causado en el Planeta, tanto como del crecimiento ilimitado al servicio del beneficio corporativo.

Sin embargo, la estrategia cultural del neoliberalismo actualiza como nunca los mecanismos del patriarcado y parece suspender la capacidad de análisis progresista que se aplica, en cambio, con éxito a la economía política de la globalización. El neoliberalismo cultural se podría definir como el conjunto de disposiciones y actitudes favorables al neoliberalismo económico y al debilitamiento del Estado promovidas por medio de la cultura de masas y todos sus medios de penetración. Es la agenda ideológica que convierte en aceptable la expansión ilimitada del mercado, y para lograrlo rompe los instrumentos de la articulación política colectiva y la solidaridad social necesarias con que poder hacerle frente.

Las máscaras del neoliberalismo cultural camuflan y resignifican la explotación extractivista que convierte hasta la última célula de los cuerpos de las mujeres en materia prima del mercado de la vida, habiendo colonizado a la izquierda política con el núcleo de su engaño. Como conversos, ideólogos y políticos “de izquierdas” consagran la explotación de las mujeres (piénsese en la prostitución o en el alquiler de los úteros) como el súmmum de los nuevos derechos, como si esas prácticas fueran bendecidas por los mantras de la libertad de elección y los deseos subjetivos. Repiten que no es lo mismo vender un riñón para pagar deudas –algo inadmisible moral y políticamente– que aceptar dinero por dejarse penetrar “si la mujer lo decide”, una mujer cuya dignidad se convierte en ajena a la dignidad propia de quien emite el juicio. Porque las mujeres no somos ciudadanas iguales en el imaginario patriarcal, por eso somos víctimas más invisibles. Pero vayamos por partes.

Como materialistas, sabemos que la primera acumulación por desposesión en la historia de la Humanidad es la del acceso sexual y la apropiación de la capacidad reproductiva de las mujeres a manos de los hombres, mucho antes de que la hegemonía del capital sobre la naturaleza y sobre el trabajo definieran el capitalismo neoliberal en las últimas décadas del siglo XX. La agenda feminista es indisociable de todo proyecto emancipador de la humanidad, que no es tal si no comienza por erradicar los mecanismos y los efectos de aquella primera acumulación, la desigualdad más antigua, abrumadora y transversal, la subordinación de las mujeres. El ecosocialismo, síntesis del socialismo y el ecologismo político, denuncia el doble carácter injusto y depredador de un modelo de producción y organización del mundo insostenible.

El ecosocialismo y, en general, toda la izquierda autodenominada transformadora, así como el feminismo, constituirían, por tanto, un proyecto político alternativo a la mercantilización de la vida humana en cualquiera de sus formas. Deberían representar la esperanza de hacer más justo el mundo que compartimos, deteniendo y revirtiendo el extractivismo y la explotación del planeta y de la Humanidad –incluidas las mujeres, claro está–. Pero las propuestas políticas concretas que formula esta izquierda parecen haber abandonado el análisis materialista de la realidad en lo que se refiere a la emancipación de las mujeres, abandonando en paralelo buena parte de la agenda feminista.

Sin embargo, una izquierda transformadora, que enarbola la bandera de lo verdelo rojo y lo morado, es del todo irreconciliable con la explotación sexual y reproductiva de las mujeres, que se basa en el extractivismo aplicado a nuestros cuerpos. Lo esperable sería que luchara enconadamente contra las industrias globales que promocionan la demanda de mujeres y niñas como objetos sexuales al servicio de los hombres. ¿Qué ocurre con esa pornografía que se satisface por medio de la trata? Comprendiendo como comprende el funcionamiento del mercado y el consumo, la izquierda debería denunciar cómo se reproduce la posición subalterna y cosificada de las mujeres en las mentes de los adolescentes y los jóvenes por medio del negocio criminal de la pornografía, que les induce a excitarse con el sometimiento violento de niñas y mujeres. Debería comprender, más que ninguna otra posición política, que la igualdad entre mujeres y hombres es incompatible con la mercantilización de las relaciones y que el consentimiento de las mujeres no es más que el precio de la supervivencia en la mayor de las desigualdades. ¿Qué clase de trabajo devalúa a la trabajadora con los años y la “experiencia”? ¿En cuál otro trabajo la alienación del propio cuerpo, la disociación inducida por el consumo de drogas, es la única posibilidad de mantener el empleo?

Porque ni los hombres tienen derecho a consumir cuerpos de mujeres pobres que no les desean, ni los hombres y mujeres ricos tienen derecho a consumir cuerpos de mujeres en situaciones precarias de todo el mundo con tecnologías reproductivas al servicio de un derecho inexistente a ser padres, socavando su salud con hormonaciones intensivas y embarazos indeseables. La izquierda debería ser la abanderada de la lucha contra el comercio mundial que convierte el derecho de los niños a tener una familia en compraventa de bebés encargados a la carta y gestados por mujeres empobrecidas.

El ecosocialismo como filosofía política es la antítesis de las ideas que sustentan estas prácticas. Otro tanto hay que decir de un feminismo que no lo es cuando se conjuga en plural –feminismo(s)– para defender prácticas como las antes referidas. Pero las formaciones políticas que ahora representan estas tendencias han sido las primeras víctimas de la gran operación de resignificación del análisis y la lucha feminista en los últimos años. La expansión y consolidación del capitalismo neoliberal, desterritorializado y desregulado, se impone más fácilmente a partir de las teorías identitarias que promueven la subjetividad individual y disocian la experiencia subjetiva de toda realidad material, incluida la realidad material del sexo. Aún más si se presentan con el discurso de la transgresión liberadora o el de los derechos humanos. Y como todo lo que tiene que ver con el origen de la opresión patriarcal, la cuestión del sexo, a quienes les afecta en primer lugar es a las mujeres.

Así como en una pesadilla que sintetiza Un mundo feliz de Huxley y 1984 de Orwell, cuando nos hemos convertido en la materia prima de las actividades criminales más lucrativas del mundo, las mujeres somos reducidas a funciones fisiológicas por un lenguaje que nos borra: “cuerpos menstruantes”, “cuerpos gestantes”, etc. Decía recientemente Eva Borreguero en El País (8/06/22) que la invisibilización social de las mujeres a manos de los talibanes tiene el mismo efecto que referirse a las mujeres como “personas con vagina”, pues son viejas y nuevas formas de borrarlas. De esta manera, el género y todos sus artificios ya no son opresión, sino que se perciben como expresión de la identidad.

En la misma línea, se puede interpretar ahora, con diversas leyes en la mano, que la infancia libre de limitaciones sexistas que no reproduce roles tradicionales ni preferencias antiguas, puede ser indicativa de haber nacido en “un cuerpo equivocado”. Y que ese cuerpo debe ser hormonado y mutilado para encajar, creando dependencia farmacológica de por vida para alcanzar su verdadera identidad (por cierto, esta tendencia afecta a tres chicas de cada cuatro casos sin que ello haya constituido una señal de alarma política y social hasta el momento). Por otra parte, la prostitución ya no es cosificación y explotación, sino trabajo sexual empoderante. Y la lista sigue: la explotación reproductiva se convierte en altruismo; la ficción legal y médica de la transexualidad se convierte en un derecho a cambiar el sexo registral sin filtro ni límite alguno, con todas sus consecuencias, ocupando los espacios de las mujeres y suplantándolas; y la violencia contra las mujeres, que es la principal herramienta del patriarcado para reproducir la subordinación social y cultural a pesar de la igualdad formal que establecen las leyes, pasa a ser violencia contra una identidad sentida: puede considerarse víctima de ella todo hombre que se declare mujer. La contradicción más flagrante es que las propias bases de la emancipación de las mujeres y de las políticas de igualdad impulsadas por la izquierda se convierten ahora en papel mojado.

Una izquierda transformadora debería ser, por definición, contraria a la falacia de la libre elección, resucitada por el neoliberalismo hace cuarenta años a pesar de haber sido desmontada por el marxismo hace casi doscientos. El propio cuerpo no es un activo de mercado y la lucha colectiva no es ni una suma de subjetividades ni, mucho menos, un repertorio de deseos inducidos por el mercado y centrados en el individuo. ¿Cuál es entonces la alternativa ideológica al beneficio de las grandes corporaciones, de las opciones que dicen representar el ecosocialismo y los autodenominados feminismos, si abrazan su cultura?

Aquella célebre contradicción secundaria de la que hablábamos, que siempre debía esperar a la resolución de los conflictos capital-trabajo, se ha liquidado por la vía de considerar obsoleta la agenda feminista, renunciando a alcanzarla. De un plumazo, se menosprecia una tradición política, intelectual y de lucha de los últimos trescientos años en un momento de retroceso en el que los hombres jóvenes se adhieren al negacionismo de la violencia patriarcal de la derecha, o al borrado de las mujeres de esta izquierda impostora. La reacción del movimiento feminista, tal y como ha ocurrido en todas las ofensivas patriarcales de la historia, es objeto de burla, persecución, silencio e indiferencia cómplice ante intimidaciones y agresiones por parte de jóvenes cuyas camisetas dicen –sin escandalizar a nadie– “Kill the TERF”. La mordaza y la autocensura revelan el éxito del nuevo orden.

Pero por encima de todo es necesario darse cuenta de que, en esta operación del neoliberalismo cultural, con la resignificación ideológica y la rendición política en la izquierda, es el propio concepto de Estado de derecho el que está en riesgo. Se trata de una ofensiva perfecta que se ceba, en primera instancia, en la persistencia naturalizada del patriarcado porque sus víctimas no importan en la misma medida que los hombres. Ya sabéis, primero vinieron a por las mujeres.

[1] Puleo, Alicia. “Libertad, igualdad, sostenibilidad. Por un ecofeminismo ilustrado”. Isegoría: Revista de Filosofía Moral y Política, nº 38, enero-junio, 2008, 39-59.

Fuente de la información e imagen:  https://www.elviejotopo.com

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Entrevista a Blanca Athié, Poesía tras las rejas: palabras que liberan

Entrevista a Blanca Athié escritora y promotora cultural mexicana

Por J. Fernanda Sánchez Jaramillo 

Blanca Athié obtuvo el Premio de Cuento José Agustín en el 2013. Fue semifinalista del Mundial de Escritura en el 2020. Su producción literaria aparece en diversas antologías y portales digitales.

Se destaca la antología: El tejido de la mujer araña sobre maternidades disidentes, publicado a través del Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas. Ha sido invitada a la Feria Municipal del Libro de Guadalajara (2017-2018-2019). Como promotora cultural dirigió la Feria Nacional del Libro de Iguala en mayo del 2016 dedicada a Elena Garro, primera feria temática y dedicarla a escritoras mexicanas. Coordinó con Julio Moguel la Feria Internacional del Libro de Acapulco (2016). Imparte talleres literarios a mujeres privadas de su libertad y en el Centro de Justicia para mujeres en el estado de Jalisco. Además, lidera talleres sobre Literatura del cuerpo en otros espacios.

Foto: Blanca Athié, archivo personal.

JFSJ: ¿Cuándo y por qué decidiste realizar un taller de poesía en la cárcel de mujeres?

BA: Me gusta más el termino “escritura para mujeres” que taller de poesía o taller literario. Nos ayuda a resituar la escritura como resiliencia o territorio donde todas las mujeres nos encontramos y nos escribimos. Fue una iniciativa personal. A mí me interesa la escritura de mujer como territorio donde autoafirmamos nuestra identidad, resistimos y colectivizamos. Las mujeres privadas de su libertad (somos respetuosas con ellas al usar este término y cuidar su dignidad y la no re victimización usando otros) son un ejemplo de resistencia.

Por ello, el año pasado busqué a la Secretaría de Cultura de Jalisco, y en convenio con la Dirección General de Prevención y Reinserción Social (DIGPRES) aceptaron el proyecto e iniciamos en la segunda semana de agosto del 2021.

JFSJ: ¿En qué centro penitenciario estuviste y cuántas mujeres participaron?

BA: En el Centro de Reinserción social para Mujeres privadas de su libertad en Puerto Vallarta, Jalisco.  Realicé ocho sesiones. Se inscribieron 20 personas, pero completaron el proceso siete mujeres.

JSFJ: ¿Qué metodología utilizaste?

BA: Metodología propia. Diseñé un programa basado en escritura o literatura de mujer con fundamento en la crítica feminista y decolonial para diseñarlo a manera de subjetividad literaria. Por ejemplo, la escritura como un Cuarto propio pensando en Virgina Woolf, o privilegiando diarios tales como el Cuaderno dorado de Doris Lessing, e incorporando el sentir de nuestras hermanas afrodescendientes e indígenas, apropiándonos de nuestros cuerpos como espacios o territorios desde los que escribimos.  El ser “cuerpos” permite el contacto con otros cuerpos, como los árboles.  En ese lugar tenían jardines, por eso como tarea abrazaban árboles y dejaban fluir las sensaciones para luego escribirlas.

JFSJ: ¿Cuáles son los temas recurrentes de sus poesías?

BA: El erotismo, la metáfora animal o vegetal para la resistencia e identidad. También las emociones propias habitadas a raíz de sus historias personales.

BA: Para la sesión de animalización usamos las metáforas como forma de supervivencia y evolución. Me gustó mucho que recurrieron a la mariposa y al águila, animales con alas.

            “Mi vida la comparo con la metamorfosis de la mariposa por sus tres etapas. Primero, el gusano, por feo, insignificante y desagradable a la vista. Segundo, se convierte en un capullo donde se prepara para transformarse en lo bello y hermosa que es la mariposa, una transformación espectacular, como las etapas de la vida. Eso soy: una mariposa”.

            “Siempre me he soñado águila. Vuelo. Siempre fui libre, emprendía mi vuelo muy alto, pues nunca pensé caer. Hoy en día soy un águila con el ala rota, hoy no puedo volar, pero tengo la esperanza y la fe que pronto voy a volver a emprender el vuelo”.

(Ambos fragmentos pertenecen a Mago).

No solo el tema animal como metáfora, sino como amor y cuidado. Becky suele representar a las compañeras en concursos literarios. Ella encontró el cuidado y amor mutuo en su gato llamado “Timy”. Algunas mujeres privadas de su libertad tienen animales de compañía.

“Sentir miedo de perder eso que me hace sonreír, quien llegó a mi vida para cambiar este espacio lleno de soledad por compañía. No quiero que se vaya de mi vida, este miedo incesante, si se va no lo soportaría. Como no llegar a quererte tanto si tú alegras con tu cariño, juegos y alegrías. Estás atento a cada paso que doy, me sigues, corres lleno de vida hacía mí. Aquí, un hogar que te esperó por mucho tiempo que por miedo a amarte tanto no te aceptaba, te cerré por muchos días esta puerta fría en estas cuatro paredes, y de mi pesar: nada; hoy que te tengo. Yo te amo y me dueles, me duele si te vas de mi vida. Te llamo por tu nombre, me miras con tus ojitos aceitunados, te estiras y yo te miro con estos ojos cargados de lágrimas, y pienso en el hecho de tenerte clandestinamente –una cárcel dentro de otra cárcel–, y si enfermas no sé qué haría, correría para salvarte la vida. Ya no te vayas de mi vida, ni de estas cuatro paredes frías, de esta cruel vida, porque por más que lo intente, este acero jamás rompería, y estas bardas inútilmente atravesaría.

Te amo, porque ya eres parte de mi vida. Inocente eres y no te importa pasar tu vida en esta cárcel haciéndome compañía, tal vez para el mundo sea un simple gato, pero para mí: eres mi mundo”. Becky

La pérdida es también un tema que nos atraviesa a los seres humanos, pero recobra particular significado cuando esa pérdida son hijos.  Escribir para que los seres amados vivan siempre.

“Dios y la vida me dieron un regalo de nueve meses de espera, había una vida dentro de mí, alegrías, pero más que nada tristezas me acompañaron esos meses, la muerte de mi padre y la renuncia de mi trabajo, pero al verla por primera vez sólo sentía alegría y amor. Cuatro años, sólo cuatro años pude verla crecer, por la ambición de su padre y su abuela ya no está conmigo de la manera más cruel y vil me la arrebataron de mis brazos, me ha quedado un vacío en mi corazón, una herida que nunca sanará, sólo dos fotografías, un peluche y recuerdos me quedan de ella, solamente en mis sueños la puedo abrazar, solamente en mis sueños la veo creciendo. Ahora eres una estrella que brilla en la noche.”.

Unicornio

      La naturaleza como resiliencia. Es el caso de Marta:

“La naturaleza es lo que nos mantiene con vida, si observas delicadamente un árbol es un ser mutilado, sólo que su cabeza está plantada en la tierra, sus ramas son sus brazos, piernas, acabas con la especie marina, estás acabando con todo lo que nos da vida, vida, vida… la ecología es lo más importante en este planeta, gobiernos, leyes, son una porquería , poder, control, generar dinero es lo único que les importa, expedientes muertos, arrumbados de personas inocentes y que ya tienen su libertad pero por no trabajar en ellos siguen pagando un delito, no me destruyas, mejor ayúdame sociedad, en vez de juzgarme ven y ayúdame que el dios del universo te lo regresará” Marta

La verticalidad y el coraje de mantenerse viva y fuerte, como el caso de Ana:

“En un instante, repentinamente, como suelen ocurrir las cosas que te trasforman, la vida se me destrozó, como fractura un cuerpo en pleno accidente.  Un parpadear de ojos basta para que te despiertes y tú cuerpo y casa ya sean otros. Un cuerpo que recibió una bala por accidente y me dio un nuevo caminar, a lo mejor lento, pero más firme que nunca. La vida –¿O yo?— me dio una oportunidad más para darme cuenta lo fuerte que soy y la verdad llegue Más allá de lo que tengo que llegar. Más allá del miedo. Más allá de los miedos. De mis miedos. Si me dieran a escoger, sí volvería a pedir ser yo, con todas mis desgracias que al final son oportunidades sí sabemos canalizar nuestro coraje”. Ana

JFSJ: ¿Has pensado en realizar este taller en otros centros penitenciarios?

BA: Si, me gustaría replicar la experiencia en otros Centros. Sin duda seguiré gestionando.

JFSJ: ¿Cambió tu escritura a raíz de esta experiencia?

BA: Mucho. Yo dinamité mi propia escritura. Ahora valoro mucho visibilizar estos temas en mis cuentos. Incluso he creado un personaje, mujer privada de su libertad, para mi primera novela. Son experiencias que nos encaran con otras partes de nosotras que desconocemos, pero que están ahí, porque a las mujeres se nos ha callado la voz por siglos. Por ejemplo, el famoso síndrome de la impostora que todas tenemos donde persiste la idea de no valorarnos a nosotras mismas ni lo que escribimos, lo cual fortalece al patriarcado. Este taller me hizo encarar a mi impostora: escribir es resistir y existir. Todas las letras importan, así como todos los cuerpos y todas las vidas. Tenemos que hacer de nuestras letras, algo que nos pertenezca, para confrontar al patriarcado que nos quiere calladas, inseguras y encarceladas.

JFSJ: ¿Qué otros proyectos desarrollas actualmente?

BA: Actualmente me dedico a temas de Crítica literaria feminista, talleres sobre literatura del cuerpo. Estoy coordinando un libro colectivo, sobre Mujeres en la Independencia de México, resituando a nuestras hermanas insurgentes en una Matria, que este año verá la luz.

J. Fernanda Sánchez Jaramillo, animal humano, mujer sentipensante. Candidata a doctora en derecho, jurista, comunicadora social y periodista, magister en relaciones internacionales y trabajadora social comunitaria. Feminista libertaria y comunitaria suramericana.

Fuente: https://rebelion.org/poesia-tras-las-rejas-palabras-que-liberan/

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Libro PDF: Un feminismo comunitario y campesino donde defender la vida es ser guardiana de los cuerpos y de los territorios

Fuentes: Tierra viva

«Defensoras. La vida en el centro», es un libro de relatos de luchas feministas por el cuidado del ambiente. Editado por Marcha y Acción por la Biodiversidad, recoge testimonios de Berta Cáceres, Francia Márquez, Nélida Almeida y otras mujeres que abogan contra la violencia y la colonialidad sobre los territorios y los cuerpos. Es un material de libre descarga.

Hay pulsiones de vida que vienen desde tiempos inmemoriales. Aquellas que defienden a la tierra, a los ríos, a las plantas y a los seres que la habitan. Defender y resistir son aún más antiguos que el saqueo e involucran a los territorios pero, también, a los cuerpos. Y las Defensoras son aquellas que están ahí, en ese territorio que conocen desde siempre, y desde donde generan las resistencias, las contraofensivas al saqueo, la destrucción, la contaminación, la invasión y el desarraigo. Pero no pensemos que ellas son seres etéreos que flotan por tierra y agua. Las Defensoras son mujeres políticas que fueron armando redes colectivas y construyendo comunidad para plantarse y pensar en cómo sostener y propagar formas de Buen Vivir. Porque fueron ellas las que se quedaron (ante desplazamientos de poblaciones, migraciones por trabajo) y vieron, olieron, sintieron, palparon cómo el agua se contaminaba y envenenaba a animales y plantas y a sus propias crías, las niñeces en las que se reflejaban pesticidas y agrotóxicos; cómo el clima se volvía hostil e imprevisible, cómo las máquinas penetraban profundo y se llevaban como mercancía pedazos de vida que latían entre los metales.

Porque el extractivismo es un concepto que viene desde el principio de los tiempos. De los tiempos modernos, podríamos decir. De los tiempos en los que el hombre decidió que lo que tenía no le alcanzaba y que para tener más poder y mayores rendimientos tenía que explotar, saquear, usar y consumir otros territorios que no eran los cercanos ni aquellos en los que vivía. Y decimos “hombre” porque no hablamos de humanidad, sino que acá trazamos una línea que une al patriarcado con el capitalismo, el racismo y unos cuantos “ismos” de lo más negativos.

Y así como aquellos hombres salieron con sus espadas, sus cañones, sus escopetas… en el camino fueron armando sistemas de guerra y políticos que le dieran un marco cada vez más legal a eso que se pretende: el saqueo de los territorios, de la naturaleza y, también, de los cuerpos que allí habitan.

Por eso poner la vida en el centro es parar el acelere voraz en el que se encuentran las políticas neoliberales, el capitalismo verde que promueve el individualismo de “la bolsita en el tachito de basura” para seguir generando negocio y rédito a través de formas de vivir y construir que le anteceden; es también ese mismo capitalismo que define los alimentos saludables para un público selecto y, mientras, niega a las trabajadoras de la tierra que alimentan al pueblo desde la agroecología. Y las Defensoras que leemos en estas páginas reivindican el feminismo porque aprendieron de la mano de la tierra que los cuerpos feminizados son, también, históricamente territorios de saqueo donde se ejerce la violencia.

Por eso hablan de cuerpos-territorios y sitúan un feminismo comunitario, campesino, rural, donde defender la vida es ser guardianas de sus propios cuerpos y de todo cuanto lo rodea. En este contexto, podemos decir que a través de la historia y la lucha de Berta Cáceres se hizo más visible el rol político de las Defensoras en los territorios. Desde su asesinato en 2016 a la actualidad, los pueblos de Abya Yala, más recientemente denominados “del Sur Global”, sufrieron diferentes formas de amenazas y ataques vinculados con el avance sobre los territorios de los proyectos extractivistas que traen consecuencias a las que se suman las de la crisis sistémica que expuso la pandemia de Covid-19 y la crisis climática.

En Honduras, Berta, junto a la comunidad del Río Gualcarque, se oponía a la construcción de la empresa hidroeléctrica DESA en su territorio, motivo por el que fue asesinada por un grupo de sicarios contratados por esta misma empresa, en complicidad con el Estado hondureño.

La defensa de los bienes comunes y la vida digna, a través de la recuperación de saberes, formas organizativas e identidades, son experiencias claves para seguir construyendo el camino hacia la soberanía alimentaria ante el avance del sector corporativo sobre la vida y territorios de los pueblos.

Las voces de las Defensoras son claves para comprender la situación de los pueblos. Recuperar y visibilizar sus relatos de esperanza es construir un mapeo crítico –y de resistencias– de nuestra historia reciente.

Berta Cáceres, defensora de los territorios en Honduras. Asesinada por oponerse a la construcción de la empresa hidroeléctrica DESA.

Hilar la historia de nuestras defensoras y de nuestras ancestras

Como habitantes urbanas nos llenamos de preguntas, de disparadores para que cada una pueda contar con sus propias palabras sobre la situación en la que se encuentran ella y su comunidad. A través de las entrevistas históricas trazamos genealogías, construimos memoria colectiva. La experiencia situada de cada una de las Defensoras en sus territorios nos habla de conflictos y resistencias locales, de luchas específicas contra diferentes mecanismos de control e intervención territorial. Pero también de defensas y disputas en los territorios urbanos porque, como dice Adriana Guzmán, «finalmente, ¿qué son las ciudades sino territorios ancestrales ocupados en la colonización y donde se ha obligado a nuestras abuelas y abuelos a migrar para ser explotados en esas denominadas ciudades?”. Es desde allí que también las Defensoras disputan la macropolítica, las formas de habitar las ciudades y los procesos constituyentes que se están dando en Nuestra América. Y lo hacen trazando estos puentes desde los territorios que conocen para aportar sus miradas, voces y experiencias en esa disputa política que se pretende separada pero en la que ellas transitan con naturalidad: lo urbano y lo rural como lugares para pensar y actuar desde las mismas ideas y convicciones.

Sin embargo, al relacionar cada una de esas experiencias, así como los diferentes modos de saqueo de los bienes comunes y colocarlas en una línea de tiempo, podemos realizar un análisis geopolítico e histórico que nos habla de la estructura neocolonial. Los territorios como «enclaves coloniales», como reflexionaba Berta. Y así como Berta fue asesinada, este libro es también una forma de denuncia porque muchas de las Defensoras aquí entrevistadas sufren persecuciones, atentados, deben huir para resguardar su propia vida y así encuentran en otras redes feministas y comunitarias sus lugares de protección. Pero también las sufren sus comunidades, que son amedrentadas y víctimas de atentados constantes: además de fomentar el desplazamiento de sus territorios para que puedan ser explotados sin estorbos, gobernantes y empresarios pretenden aleccionar a quienes resisten sus políticas de extractivismo y muerte. No entienden los lazos solidarios y de ideas inamovibles que generan las Defensoras y sus comunidades.

Pero también encontrar a las Defensoras desde sus luchas y resistencias nos posibilita un diagnóstico geopolítico de los últimos diez años en el Sur Global y un diálogo entre las diferentes experiencias de construcción de alternativas y respuestas activas de las comunidades frente al avance del saqueo y despojo de los territorios.

Hilar la historia de nuestras Defensoras es recuperar la historia de nuestras ancestras, es trazar la genealogía de quienes defienden los derechos de los pueblos y de la Madre Tierra; tender puentes entre territorios que se pretenden alejados y entre tiempos pasados y presentes que arman un diálogo imprescindible.

Las voces de las defensoras

Empezamos por la mencionada Berta Cáceres, quien ya había anticipado en 2015, respecto del actual contexto de crisis social y ambiental: “¡Despertemos humanidad, ya no hay tiempo!”.

Y desde Guatemala llega Lolita Chávez, quien recorrió con su pollera de mil colores distintas tierras y experiencias de nuestro país. Cuerpos territorios –en palabras de ella– que le dieron el refugio como también la vitalidad y fortaleza necesarias para continuar la lucha. “Es como atacar el espíritu de la defensa territorial, nos mapearon como nosotras lo hacemos, nos tienen en la mira y vemos cómo los asesinatos, violaciones y encarcelamientos están en todos los territorios”, denuncia.

Francia Márquez Mina se suma a nuestras Defensoras en su resistencia desde el territorio colombiano y su actual candidatura para la vicepresidencia. Afrodescendiente, está dispuesta a repetir las veces que sea necesario que a la política de la muerte se la enfrenta con las propuestas feministas y comunales para la vida digna. Sostiene que los cambios llegan “desde abajo”, y que los “malos gobiernos” están en la memoria.

Entonces volvemos a Honduras para charlar con Miriam Miranda, quien retoma la teoría de Berta sobre que su país funciona como laboratorio donde se ensayan las más hostiles políticas de control y saqueo de los territorios, que pueden ser replicadas en otros países. Y recuerda que “Honduras fue el experimento y después vinieron Paraguay y Brasil”. Pero también advierte: “Es necesario construir otros pactos de convivencia. Tenemos que romper eso que pasa en las ciudades con el individualismo, de no saber quién está a tu lado”.

Y llegamos a la Argentina para escuchar a Nélida Almeida, parte de un proyecto rural que busca también promover el modelo agroecológico ante el avance del agronegocio; es decir, potenciar la producción de alimentos sanos, saludables y que puedan ser comercializados a precios justos para el pueblo. Ella nos cuenta por qué surgieron como una organización campesina de mujeres por estar allí en el territorio y ver cómo las multinacionales arruinaban el suelo y enfermaban a su gente y dice: “Tenemos que salir a explicar que esas tierras necesitan regenerarse, que la tierra es vida, que no es mercancía”.

En Paraguay está Bernarda Pessoa, quien nos recuerda que “desde el principio son las mujeres las que defienden la vida, principalmente la vida, luego el ambiente”. Pero que insiste con que toda esa defensa es política: “Sabemos bien que muchas mujeres a veces no descubrimos que somos políticas. Todas somos políticas. Todo lo que hacemos es política: dentro de la casa, dentro de las organizaciones… Y la organización hace que las personas alcen sus voces para reclamar sus derechos, para el Buen Vivir de todos y de todas”.

Pero como también en todos los continentes, para que existan naciones enriquecidas, necesariamente, otras deben ser explotadas, saqueadas, usadas, consumidas. Hay pueblos que tienen diferentes historias y procesos, pero que cuentan con los mismos entramados de opresión y raíces coloniales. En palabras de Francia Márquez, el arraigo de las comunidades afro con sus territorios en Abya Yala es, también, una forma de mantener conexión con su territorio ancestral, con “Mamá África”. Y por eso llegamos a Teresa Boa, Defensora en Mozambique, para empezar a tirar de ese hilo más largo que une territorios tan lejanos a simple vista. Su voz nos cuenta sobre historias que nos resuenan: “Aquí quienes sufrimos somos las mujeres y los niños y las niñas. Las mujeres pierden sus tierras, son desplazadas, viven en algunos lugares inciertos, están sufriendo, sin comida, sin nada y la guerra no terminó, continúa”.

Es la activista Lucineia Miranda De Freitas desde Mato Grosso, uno de los estados más violentos del Brasil, quien nos vuelve a traer el concepto de feminismo comunitario y nos recuerda qué es ser Defensora para ellas: “Ser Defensora es repensar el propio proceso de la producción agrícola, la producción en la agricultura, desde una perspectiva de la agroecología, comprendiendo que supone una ruptura con un modo de hacer agricultura que viene de la ‘revolución verde’ y nos permite repensar la relación con la naturaleza y el medio ambiente”.

Las Defensoras de Perú nos cuentan sobre el por qué del trabajo cotidiano que se dan: “Estamos en un momento histórico para recuperar nuestra identidad, para mantener la memoria histórica, para recoger los aportes de nuestras ancestras y para gestar los cambios que tanto anhelamos”.

Desde Bolivia y después de haber enfrentado un golpe de Estado, donde las Defensoras fueron de las más activas, Adriana Guzmán retoma la idea de la construcción colectiva y comunitaria que se desprende de cada palabra y acción de las Defensoras: “Una no hace la revolución sola, eso de que hay un caudillo que puede hacer la revolución no es cierto. Para hacer eso que llaman revoluciones se necesitan los pueblos y para construir el vivir bien”.

Y cerramos con Chile, este país que se encuentra en un proceso tan particular y esperanzador para el Sur Global todo. Allí las Defensoras que son parte de la convención constituyente, las eco-constituyentes, nos recuerdan esa unión de todas: “Aunque las luchas de las mujeres indígenas, negras, rurales no son las mismas que las de las mujeres de la ciudades, sí la lucha por la tierra y el agua es una lucha que nos une a todas y es característica de los nuevos tiempos la protección de la semilla, del agua, de los bosques y también nos une en un trabajo comunitario, de nuevas formas de relacionarnos con la tierra y entre nosotras”.

“Soy porque somos”, esa frase tomada de la filosofía ubuntu de África, es la que utilizó Marielle Franco en la campaña que la llevó a ser autoridad en Brasil. Ese lema hoy es retomado por Francia Márquez en su candidatura en Colombia. “Soy porque somos”, dicen las Defensoras en cada acción que realizan. Para nosotras, visibilizar a las Defensoras y a sus experiencias es imprescindible porque es poner en el centro a la vida. Hasta que el Buen Vivir se haga costumbre.

Introducción del libro «Defensoras. La vida en el centro», que puede descargarse: Defensoras. La vida en el centro

Autoras: Camila Parodi, Laura Salomé Canteros y María Eugenia Waldhüter

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/un-feminismo-comunitario-y-campesino-donde-defender-la-vida-es-ser-guardiana-de-los-cuerpos-y-de-los-territorios/

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Misoginia en la Normal

Por: Miguel Ángel Casillas

En solidaridad con Rosío Córdova

La resistencia de las instituciones de educación superior para enfrentar una reforma con perspectiva de género es fortísima, el pacto patriarcal se reproduce cotidianamente y las mujeres siguen siendo víctimas frecuentes de agresiones y discriminaciones. Como si estuviéramos en la Edad Media o sujetos a los rigurosos criterios de la Inquisición, en las instituciones de educación superior todavía siguen vigentes disposiciones arbitrarias en las que descansa la dominación masculina.

Es inaudito que en pleno siglo XXI, en la Benemérita y centenaria escuela normal veracruzana, una institución históricamente feminizada, con órganos de gobierno integrados mayoritariamente por mujeres, con muchas mujeres en cargos directivos, sigan vigentes criterios que castigan a una estudiante embarazada. Es el caso de Karla, una chica de octavo semestre, que sufre discriminación y le han dado de baja administrativa.

Karla se embarazó, tuvo una amenaza de aborto y los médicos le prescribieron dos semanas de reposo absoluto. Por tanto, faltó a unas clases prácticas, tramitó su incapacidad y aunque tenía justificado faltar dos semanas sólo lo hizo durante cinco días. En la BENV se la aplicaron, por acumulación de faltas fue dada de baja.

Ha ocurrido un uso absurdo de la reglamentación, que ya debería de haber sido reformada con una perspectiva de género para eliminar cualquier sanción y discriminación a las chavas por ser mujeres, por embarazarse, o por tener hijos. La falta de actualización de las reglamentaciones universitarias es prueba de la resistencia misógina, como también lo es lo absurdo y rígido de su aplicación. Los reglamentos escolares de las instituciones de educación superior fueron elaborados desde la perspectiva masculina y están plagados de referentes que sostienen su dominación; su reforma democrática es una asignatura pendiente y no habrá pleno respeto a los derechos humanos si no se transforman a profundidad. Sin embargo, la reforma legal sólo cobrará sentido cuando se cambien las conciencias y las creencias de los agentes de la educación.

Pues también ocurre un trato discriminatorio cuando secretarias, funcionarios, profesoras y profesores coinciden en sancionar, despreciar y condenar a una chica por haberse embarazado. Predomina en la institución un sentido común, una creencia compartida y una representación social dominante claramente discriminatoria hacia las mujeres que rompen o desafían los estereotipos establecidos. En la Normal, el sector dominante de la institución, integrado sea por hombres o mujeres, comparte una visión ideológica conservadora sobre la mujer que se impone durante la socialización y se reitera cuando se castiga a quien disiente.

En lugar de ser un espacio para reivindicar la independencia, la libertad, la creatividad y el derecho al conocimiento como base de la emancipación social, en la Normal predomina una visión anticuada que se opone a la liberación femenina. En la socialización escolar se impone un currículum oculto de carácter misógino que está orientando la formación de maestros. En efecto, Karla y otras estudiantes no son las únicas víctimas que están siendo afectadas por la discriminación y la dominación masculina; pues si estamos hablando de maestros en formación, tendríamos que reconocer que los efectos de la dominación son más amplios y trascenderán a las prácticas profesionales de los maestros en funciones.

La denuncia de Karla corre a cargo de la Comisión de derechos humanos, porque los órganos colegiados de la BENV no pueden resolver el caso de discriminación de que ha sido objeto. Es deseable que su demanda sea atendida, que le permitan terminar y acreditar sus cursos al tiempo que tiene a su hijo. Sin embargo, la Normal debería tomar medidas para que estos problemas no se repitieran y se garantizaran plenamente los derechos humanos de los estudiantes. A la BENV y a otras escuelas normales les vendría bien reconocer que su diseño institucional corresponde a un pasado que ya pasó y que sus reglamentaciones deben estar acordes con la Constitución y con la Ley general de educación superior; que les urge una reforma con perspectiva de género que ponga por encima la emancipación y liberación femenina, y que haga de las maestras y maestros un ejemplo de renovación de las relaciones entre hombres y mujeres.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/misoginia-en-la-normal/

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Rita Segato: el enfoque postcolonial en América Latina

Por: M.Phil. Heidi Venegas

El patriarcado es central para sostener todas las formas de desigualdad. Estamos experimentando una vuelta atrás, viviendo una guerra que se focaliza en el cuerpo de las mujeres, muy a pesar de que las mujeres no somos el antagonista bélico. Estamos cayendo en una trampa, nos dice Rita Segato, al ser interpelada a referirse al género como una ficción.

¿Cómo hacemos para cambiar esto? ¿Cómo hacemos para mover esto? Ese mandato femenino que es histórico, universal. ¿Por qué la historia no se ha movido? Y nos dice Rita, porque el Estado como forma institucional tiene el ADN patriarcal. Si queremos cambiar la historia, tenemos que volver la mirada hacia la voz de las mujeres. Es decir, tenemos que hacer política de otra forma. Recuperando formas de politicidad que la vida de las mujeres tenía y que perdió en el tránsito de la colonial-modernidad. Y muy importante tenemos que tomar en cuenta que es una forma no burocratizada, es decir, no es burocrática, como su principal característica.

Pensar en una humanidad de personas sería el ideal. El problema es cómo hacer ese camino cuando nuestros países son por ejemplo extremadamente racistas. En el Brasil del que tengo conocimiento de causa, los antagonistas de proyecto histórico, nos dijeron, pero para qué pedir cuotas (lucha por reserva de cupos) para los estudiantes negros en las mejores universidades públicas, si la raza no existe. No obstante, la raza es una representación que tiene un impacto en la vida de las personas. Lo mismo es con el género, tienen exactamente la misma estructura. La raza es la atribución de una biología a una desigualdad. El género es lo mismo sólo que con diferentes profundidades históricas.

Género y raza, tienen un impacto en la vida de las personas, en el acceso a recursos, a derechos, a educación, a salud, a vivienda. Entonces, cómo hacer ese balance entre nombrar sin consolidar esas asimetrías. Brasil es el país más africano después de Nigeria, mas de 80 millones de personas tienen ese trazo visible de la afrodescendencia pero ese trazo no se ve en la universidad. Si uno va a las universidades públicas de prestigio no se ve esa representación. Ahora está cambiando gracias a esa lucha que hemos dado por cuotas, por acciones afirmativas.

Entonces, nuestros antagonistas de proyecto histórico nos decían que no se debe nombrar la raza, porque si la nombramos hacemos nombrar algo que no existe. Pero si no la nombramos no podemos producir políticas públicas y hasta leyes capaces de transformar la realidad. Estamos frente a una trampa, evidentemente el género es una ficción, los tejidos con iguales —en mujeres y hombres-, los mismos y el cerebro igual, lo único diferente es la próstata.

La política es de los hombres, puede haber excepciones, pero ha sido un campo masculino. En la naturaleza no, en los primates por ejemplo puede ser una hembra la que lidera el grupo, hay transitividad.

Entonces, ¿cómo hacer para salir de la política patriarcal? Esa política que castiga todo lo que percibe como un desacato y que en nuestro continente se manifiesta de forma letal.

Fuente de la información e imagen: https://www.diarioextra.com

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