Vergüenza de ser europea. Médicos Sin Fronteras abandona la frontera polaca porque está prohibido ayudar a los inmigrantes (MA Goni)
“Nos prohíben el acceso a las zonas fronterizas para el rescate de migrantes. Hasta que a las ONG imparciales se les permita operar en áreas restringidas, es probable que aumente el número de muertos de al menos 21 personas a medida que las temperaturas continúan bajando». Estas son las palabras desalentadoras de la nota de prensa emitida por Médicos Sin Fronteras: la continua obstrucción de las autoridades polacas para permitir el acceso a la frontera con Bielorrusia, donde tantas personas necesitan desesperadamente ayuda y atención, obligó a la ONG a concluir su trabajan en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, después de tres meses de intervención en aquellas zonas donde grupos de personas que intentan sobrevivir en las frías temperaturas necesitan desesperadamente asistencia médico-humanitaria. A lo largo de los meses, Polonia, ante el ensordecedor silencio de la UE, por no hablar de algunas declaraciones de aprobación de los trabajos realizados, ha levantado vallas, movilizado al ejército y declarado el estado de emergencia en la frontera, impidiendo el «acceso a este espacio para organizaciones humanitarias, asociaciones de voluntarios y medios de comunicación.
La policía de fronteras, violando su derecho a buscar protección internacional, a menudo ha obligado a retroceder a migrantes y refugiados en Bielorrusia, quienes, impulsados por el miedo a los rechazos y la violencia policial, intentaron continuar escondiéndose en los bosques donde permanecieron congelados sin comida. agua, abrigo y ropa. El presupuesto, lamentablemente a la baja ante la imposibilidad de documentar por los medios, habla de al menos 21 personas que perdieron la vida en esta zona en 2021. “Estamos ante una situación inaceptable e inhumana. Las personas no deben ser devueltas ilegalmente a Bielorrusia”, dijo Frauke Ossig, coordinadora de respuesta de emergencia de MSF en Polonia y Lituania. “Sabemos que todavía hay personas que necesitan ayuda escondidas en el bosque, pero a pesar de nuestro compromiso y disposición para ayudarlos, no podemos hacerlo en el frente polaco”, concluyó.
Los operadores de MSF han recogido testimonios directos de personas que han sufrido robos, daños, víctimas de la violencia en ambos lados de la frontera; en los cuerpos de estas personas las lesiones físicas atestiguan el abuso.
En Pisa, la Coordinación pisana para la ruta de los Balcanes invitó a encender una linterna verde en cada parroquia, club, sede de asociación y en los hogares de cualquiera que quiera expresar su solidaridad con los migrantes varados por el frío. La iniciativa Linterna Verde nació en nuestro país a raíz del llamamiento de Avvenire, que instaba a la población a encender una linterna verde como señal solidaria cerca de la ventana, en el árbol de Navidad o en el belén de casa o a iluminar de verde para el parroquias. Incluso el Palacio del Campidoglio está iluminado de verde, el color de la esperanza, dicen, la esperanza de que quienquiera que sea el responsable ya no cierre los ojos e intervenga en nombre de la protección de esas vidas que parecen cada vez más olvidadas y colgadas de un hilo delgado
María Ana Goni
Fuente de la Información: https://www.farodiroma.it/vergognarsi-di-essere-europei-medici-senza-frontiere-lascia-la-frontiera-polacca-perche-e-proibito-assistere-i-migranti-m-a-goni/
Médicos Sin Fronteras celebra su 50 aniversario con un libro de fotografías, titulado «La memoria del olvido», que hace un repaso a su labor durante algunos de los principales conflictos y desastres naturales de las últimas décadas.
La cámara de Juan Carlos Tomasi, quien lleva más de dos décadas documentando el trabajo de MSF, pone el foco también en movimientos masivos de población y en historias más cercanas y humanas de mujeres y niños en lugares remotos donde se desarrollan los programas de asistencia médica de la organización.
«Yo creo que es un libro que invita a la reflexión, que hace una pausa, para que podamos darnos cuenta de que detrás de cada historia no hay mundo, hay 1.000″, dijo el fotógrafo en la presentación del libro.
«En Médicos sin Fronteras el testimonio forma parte de nuestro mandato. Tenemos que explicar, tenemos que contar, tenemos que narrar lo que vemos en los contextos donde nos movemos», añadió.
Esta es una muestra del largo recorrido de MSF desde su nacimiento en fotos y palabras de Tomasi.
El 3 de abril de 2002, las fuerzas israelíes del Tzáhal irrumpieron en el antiguo campo de refugiados de la ciudad Cisjordana de Yenín.
En dos meses, según los registros del hospital de la ciudad, murieron 52 palestinos.
Durante los ataques, que duraron 15 días, más de 150 edificios fueron destruidos, dejando a cientos de familias sin hogar.
A comienzos de 2004, la tragedia de Darfur se agravaba a pasos agigantados.
MSF envió un equipo a esta calurosa región sudanesa.
Después de compartir mesa y tés durante unos meses, me hice colega de uno de los responsables de la Policía de Tráfico de la ciudad.
Nos entendíamos en un italiano horrible.
En su vida de civil, era un astuto comerciante de animales. Un día tormentoso, lo acompañé al mercado de camellos.
Serge Le Duc, coordinador del proyecto de MSF en Florencia, conversaba con un capitán en un retén del ejércitode Colombia en una carretera del sur del país, para que autorizara el acceso a un equipo de la organización.
El hecho de tener una base en Florencia, la capital de Caquetá, permitía a los equipos mantener la proximidad con las áreas rurales de este departamento y organizar brigadas de atención primaria a las poblaciones que permanecían atrapadas por el conflicto y a las que era muy difícil llegar.
Guerrero sigue siendo uno de los estados más azotados por la violencia en México, y muchos pueblos de la Sierra Madre han quedado aislados por la rivalidad entre grupos armados.
Estas comunidades llevaban años bloqueadas: no habían tenido acceso a hospitales o centros de salud, ni habían recibido la visita de personal médico, ni habían podido conseguir medicamentos.
Las familias no podían bajar a la ciudad a abastecerse y los comerciantes ambulantes no podían subir.
A menudo, el confinamiento duraba meses.
En Haití, las temidas pandillas juveniles o chimères nacieron como milicias populares, organizadas para apoyar al presidente Jean-Bertrand Aristide.
Tras su segundo derrocamiento en 2004, en los populosos barrios pobres de Puerto Príncipe, como Martissant y Cité Soleil, siguieron los choques armados para exigir su regreso del exilio.
Las clínicas de MSF atendían de manera gratuita, pero, al igual que en el caso de la educación, el 90% de los servicios de asistencia médica en Haití estaban en manos privadas.
Debido a la casi total desaparición del sistema de salud, la presencia de organizaciones humanitarias en República Centroafricana resultaba imprescindible.
Tanto para cubrir las necesidades médicas generales como para responder al elevado riesgo de crisis relacionadas con el paludismo, la desnutrición infantil o las epidemias.
Han sido varias las visitas que he efectuado a lo largo de los años al hospital de MSF en Batangafo, que, para las poblaciones con las que trabajamos, ha sido y continúa siendo un lugar de referencia en todo el país, a pesar de las escaladas de violencia, los golpes de Estado y los conflictos.
(En 2001), pocos días después de la caída de los talibanes en Kabul, aterrizamos en Bagram con un cargamento de material para abrir un proyecto en el centro del país.
Mientras gestionábamos los permisos para viajar, tuve tiempo de visitar una de las maternidades de la ciudad, en la que estábamos trabajando.
Ntarama es una antigua iglesia católica donde fueron asesinadas más de 5.000 personas el 15 de agosto de 1994, durante el genocidio de Ruanda.
Cuando la violencia estalló en todo el país, cientos de tutsis buscaron refugio junto a sus familias en los templos a los que iban a rezar cada domingo.
Sin embargo, esta vez la iglesia no los salvó de ser asesinados.
Quince años después, tras un periplo por el Congo junto a Mario Vargas Llosa, visitamos el lugar, convertido en un espacio conmemorativo.
Durante muchas horas, lo vi invadido por la tristeza y creo que no le escuché palabra alguna.
Mientras el personal de MSF pasaba consulta a niños y adultos en una pequeña casa de adobe y efectuaba analíticas de sangre para identificar la enfermedad de Chagas, una maestra enseñaba a leer a un grupo de mujeres a las que ya se había atendido.
Era una actividad social complementaria.
Durante las inundaciones de Mozambique, en la gran mayoría de los viajes, el helicóptero transportaba material logístico y médico, aunque a veces también hacía las funciones de ambulancia.
En más de una ocasión, en algún pequeño hospital o en algún centro de salud aislado, nos encontramos a personas heridas en estado crítico.
No había personal médico, ya que, con la subida del agua, los equipos sanitarios locales no podían viajar por carretera.
En Bouca, República Centroafricana, los equipos de MSF tuvieron que ser evacuados después de recibir serias amenazas por parte de los grupos armados que controlaban la zona.
Fueron testigos de ataques contra la población, ejecuciones sumarias, asesinatos, agresiones a machetazos e incendios de barrios enteros.
Miles de personas se escondieron y buscaron refugio en los bosques y campos aledaños a sus pueblos.
No se atrevían a regresar, por miedo a las venganzas y la represión.
La situación se complicó con la llegada de la estación de lluvias y la proliferación de mosquitos.
Cuando MSF volvió a los centros de salud y los desplazados regresaron, se comprobó que gran parte de los niños y adultos habían enfermado de malaria.
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