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La ciencia maltratada, privatizada y mercantilizada

Durante miles de millones de años, la vida se ha abierto camino en todos y cada uno de los rincones existentes en el planeta Tierra. Vida en continuo cambio, no solo proliferando sino adaptándose a todo tipo de condiciones, con diferentes formas de alimentarse, reproducirse y crecer.

Pero la historia humana no es sino una entre miles, tantas como ramas en las que se diversifica el árbol de la vida en la Tierra.  Grande es la fuerza de los conocimientos y, pertrechados con ellos el hombre es invencible. Pero ¿nos son asequibles los conocimientos?
Es obvio que nuestra especie está sometida a los mismos mecanismos de cambio y selección que el resto de los organismos que pueblan nuestro hábitat, nuestro medio ambiente y para entender hacia donde nos dirigimos debemos comprender cómo hemos llegado hasta aquí.
El Covid-19 no cae del cielo, sino que es consecuencia de un sistema capitalista patriarcal, productivista y devastador, que ha alterado el equilibrio de los ecosistemas, incluyendo virus y bacterias. El urbanismo y la deforestación asociada al desarrollo capitalista está obligando a muchos de estos animales a migrar e instalarse cerca de los humanos, lo que multiplica las probabilidades de que microbios, que para estas especies son benignas, pasen a las personas y muten en patógenos.
Los apologistas del capitalismo sostienen que no hay razones para cuestionarlo. Pero cuando ocurre una crisis como ésta, la gente se da cuenta de que el sistema no funciona y que tenemos que contenerlo, e incluso quizás superarlo. Pero el problema es que hoy no parece que mucha gente sea capaz de establecer una conexión entre el virus y el capitalismo.
La enfermedad sigue siendo percibida como un evento aleatorio, algo que ha ocurrido sin más, como un relámpago o la caída de un meteorito. Apenas hay discusión sobre cómo el capitalismo produce pandemias a pesar de que haya una considerable base científica al respecto.

 ¿Covid-19 como oportunidad?

La crisis del coronavirus pone en evidencia las limitaciones y riesgos, a nivel humano y social, pero también económico, del sistema capitalista. Nos pone frente al espejo de lo que puede ser el futuro en un marco de emergencia climática.
En un escenario de crecientes fenómenos climáticos extremos, solo un estado del bienestar fuerte, sistemas de protección social suficientes y un tejido comunitario y socioeconómico resiliente nos permitirá hacer frente a la creciente vulnerabilidad.
La economía de mercado muestra, en momentos como el actual, el sinsentido de un sistema financiero especulativo y volátil. Se hace evidente que el capitalismo financiarizado y globalizado es incapaz para hacer frente a situaciones de crisis humanitaria como la que plantea la pandemia del Covid19 o la actual emergencia climática.
Los problemas se contagian rápidamente, la incertidumbre se convierte en histeria colectiva en los mercados financieros, las dependencias de importaciones y exportaciones se vuelven vulnerables y la deuda insostenible se convierte en un peso imposible de seguir cargando.
Ante estas evidencias, seria recomendable, como resaltan algunos economistas poner en valor los beneficios de una nueva economía de circuito corto, que produzca bienes y servicios que respondan a las necesidades de las personas y no a las posibilidades de rentabilidad de la inversión.

La verdad es la luz de la razón

Creemos que en una crisis como la del Covid 19, la economía debe sostenerse en el saber, pero “el saber se mercantiliza y al mismo tiempo se privatiza”. Al transformarse el estatus del ser humano en relación al saber, convirtiéndose en “proveedor” y “usuario” se facilita la conversión de este en un objeto de valor.
De modo que es fácilmente asimilable al ciclo de producción/consumo que define a los distintos objetos que se ponen a disposición en el mercado, (ergo) el saber se convierte en una mercancía más, que se vende, se compra y se consume, deja de ser un “valor de uso” para transformarse en un “valor de cambio”.
En plena pandemia, nos aprestamos a un nuevo ejercicio dialéctico, donde las derivas comerciales, estarán nuevamente presentes, en efecto grupos de investigadores, laboratorios, empresas farmacéuticas están en la actualidad lanzados en la comercialización de la vacuna.
Apenas diez meses después la gente ya está siendo vacunada contra la Covid-19, a pesar de que, al comienzo de la pandemia, nos advirtieron que se necesitan años para desarrollar una vacuna.
Nos encontramos, por tanto, ante una situación de ¿falta de legitimidad de la ciencia, al estar enmarcada en el ciclo de valorización capitalista, el cual intenta hacer pasar como “saber” lo que es interés económico; por lo tanto, el saber vale como forma de obtención de plusvalía?.
Sublime realidad, capitalista, que precede un asunto de feroz competencia entre los Estados-nación, quienes, además, entran en conflicto con las grandes multinacionales, que también desean poseer ese saber para reforzar sus posiciones, además de establecer sutilmente un marco ideológico con las vacunas chinas y rusas.
En este marco el saber ya no es apreciado por su valor epistemológico (todo nuevo saber es positivo) para distribuirse públicamente (todo el mundo tiene derecho al saber) sino por su valor monetario/económico (se investiga aquello de lo que se extraiga rentabilidad), de modo que se controlan los flujos de información según intereses comerciales (al conocimiento tendrá acceso solo quienes puedan pagarlo).
En esta situación, el saber cómo “búsqueda de lo verdadero” pierde relevancia en favor de otra perspectiva guiada sustancialmente por la rentabilidad económica, lo que comporta el problema de su pérdida de legitimidad. ¿Cómo confiar en un saber dirigido por intereses espurios?
¿Quién puso el dinero?
Debido a la urgente necesidad de la vacuna, los gobiernos y los donantes han invertido miles de millones de dólares en proyectos para crearlas y probarlas. Organizaciones «filantrópicas» -como la Fundación Gates- respaldaron la búsqueda, así como celebridades de todo tipo y organizaciones sin fines de lucro, que han otorgado casi 1.900 millones de dólares. En total, los gobiernos han proporcionado 8.600 millones de dólares, según la empresa de análisis de datos científicos Airfinity.
Solo 3.400 millones de dólares provienen de la propia inversión de las empresas, y muchas de ellas dependen en gran medida de la financiación externa.

 Vacunas contra la covid-19: ¿a qué se debe el secretismo?

La pandemia hace que la demanda mundial de vacunas sea superior a la oferta. El mundo entero se disputa una plaza para recibir la vacuna contra el coronavirus, un bien todavía demasiado escaso y producido por pocos laboratorios farmacéuticos.
Los gobiernos firman contratos con las compañías que han desarrollado esas vacunas en tiempo récord y, sin embargo, información crítica de esos acuerdos permanece oculta para el gran público debido a estrictas cláusulas de confidencialidad. Cuánto cuestan o cómo se distribuirán son detalles que en la mayoría de los casos la ciudadanía desconoce, porque así lo exigen los acuerdos firmados.

El problema es mundial

En respuesta a una petición de información del Parlamento Europeo a mediados de noviembre, la comisaria de Salud, Estela Kiriakides, afirmó que “Debido a la naturaleza altamente competitiva de este mercado, la Comisión está legalmente imposibilitada para desvelar la información que contienen estos contratos”.
La ministra belga de Presupuesto, Eva de Bleeker, tuvo que retirar, poco después de publicarlo, un mensaje en Twitter en el que recogía la lista de precios de los laboratorios con los que había negociado la Unión Europea (UE).
A las quejas por el incumplimiento de los compromisos adquiridos por algunos fabricantes de vacunas se suman ahora las voces que exigen mayor transparencia en un asunto de salud pública vital. La polémica sigue subiendo de tono, sobre todo en la UE, enojada después de que los laboratorios Pfizer y AstraZeneca le comunicarán que no estarán en condiciones de suministrarle al bloque la cantidad de dosis iniciales acordadas.
Ello ha llevado a que, según fuentes de la UE citadas por la agencia Reuters, desde Bruselas se les exija a las farmacéuticas que hagan públicos los términos de los contratos y amenace con controlar las exportaciones de las vacunas producidas en Europa.

¿Por qué tanto secreto?

Según Jonathan García, experto en salud pública en la Universidad de Harvard, en EEUU., “esto no es nada nuevo; es frecuente que en los contratos entre los sistemas de salud de los países y las farmacéuticas se incluyan cláusulas de confidencialidad”. “Los laboratorios buscan fraccionar el mercado para poder negociar precios distintos con los diferentes países”, añade.
Esto les permite negociar con los países en función de sus recursos, ofreciéndoles precios más bajos a las naciones pobres o en desarrollo y exigiendo cantidades más altas a los más ricos.
La compañía AstraZeneca ha revelado que la vacuna que ha desarrollado en colaboración con la Universidad de Oxford tendrá un coste aproximado entre 3 y 4 dólares por dosis (se requiere de dos). Pero el suyo es, por ahora, un caso excepcional. Además de los precios, se mantienen muchas veces en secreto la información relativa a la producción y logística, y las conocidas cláusulas de responsabilidad.
En ellas se estipulan límites a la responsabilidad de los laboratorios en el caso de posibles efectos adversos de los medicamentos y se indica que si hay diferencias no las resolverán los tribunales nacionales, sino unas cortes especiales de arbitraje internacional.
Las voces que reclaman mayor transparencia alertan de que la urgencia por el desarrollo de una vacuna, para una enfermedad que se ha cobrado ya más de dos millones de vidas en todo el mundo, ha podido llevar a los gobiernos a aceptar limitaciones de responsabilidad aún mayores.
En la Estrategia para la Adquisición de Vacunas que hizo pública la Comisión Europea se decía que “la responsabilidad por el desarrollo y el uso de la vacuna, incluida cualquier indemnización específica requerida, recaerá sobre los estados miembros que la adquieran”.
No obstante, estamos hablando de una emergencia sanitaria global, de algo que sucede cada 100 años, ante lo que uno esperaría que el sistema utilizara mecanismos mucho más transparentes y buscara un esquema más cooperativo. En cambio, vemos que se sigue buscando un mercado monopólico y mantener ventajas en los precios.
Las diferencias en el acceso a las vacunas han llevado al mundo a un riesgo de “fracaso moral catastrófico”, como definió el director de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el hecho de que los países más necesitados vayan a tener que esperar años para inmunizar a su población.
La historia de las epidemias muestra que no sería la primera vez. Ya sucedió con la poliomielitis y la viruela, enfermedades erradicadas mucho antes en los países más avanzados. O con el VIH, que todavía diezma a muchas poblaciones africanas cuando los pacientes en el llamado primer mundo han visto prolongada significativamente su esperanza de vida gracias al desarrollo de los tratamientos antirretrovirales.
Como resultado, los analistas de inversiones pronostican que al menos dos de estas compañías, la empresa estadounidense de biotecnología Moderna y la alemana BioNTech con su socio, el gigante estadounidense Pfizer, probablemente ganarán miles de millones de dólares.

Fuente: https://rebelion.org/la-ciencia-maltratada-privatizada-y-mercantilizada/

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La educación de 2021: igualdad social y tecnología

Por: Hugo Casanova Cardiel*

La educación nacional no enfrenta un buen pronóstico para 2021. Ni los problemas estructurales de la educación, ni sus asuntos coyunturales muestran señales consistentes de mejora. Y ello no representa un vaticinio pesimista, por el contrario, hoy resulta impostergable contar con un diagnóstico realista y demandar desde la sociedad un cambio de rumbo en el que se entienda que la educación no puede continuar siendo un ámbito ideologizado y mercantilizado por los poderes político y económico, sino un espacio estratégico comprometido con la formación de la niñez y la juventud con un horizonte de justicia social y de construcción de un mejor futuro nacional.

A las insuficiencias estructurales en términos de cobertura, calidad y equipamiento que han caracterizado por décadas a nuestro sistema educativo, se sumaron, en el año de la pandemia, serios problemas que ponen de manifiesto las vulnerabilidades sociales, educativas y digitales de la sociedad. Baste recordar que, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, hoy apenas 21.9 por ciento de la población vive en condiciones de no pobreza y no vulnerabilidad social. Eso significa que en este 2021, el legado para ocho de cada 10 mexicanos será de algún déficit en términos de ingresos, salud, vivienda o educación. De manera particular el ámbito educativo seguirá siendo afectado por la crisis sanitaria que alejó de las instalaciones físicas a 36.5 millones de niños y jóvenes que son fiel reflejo de las asimetrías sociales.

Como se sabe, las estrategias gubernamentales para contrarrestar el cierre de las instalaciones escolares se apoyaron prioritariamente en las tecnologías digitales. De tal forma, las modalidades que asociaban la educación a la tecnología lograrían ubicarse como una respuesta oportuna ante una situación de clara emergencia. Sin embargo, en ese escenario también surgirían voces que llamaban a remplazar la educación tradicional por formas pretendidamente más efectivas y modernas. En tal sentido, la educación presencial comenzó a ser caracterizada por sus inercias pedagógicas y –como si ello fuera una cuestión de simple voluntad– por su falta de apego a la tecnología. En realidad, se cuestionaba lo escolar y se discutía la vigencia de la institución: cursos, programas, estrategias didácticas e incluso maestras y maestros que, esta vez, eran remplazados por la pantalla y por conductores de televisión.

Sin embargo, es necesario señalar que la educación difundida por medios digitales ha estado muy lejos de cumplir con el ideal de extenderse a grupos sociales más amplios. En vez de ello, se han hecho patentes las desigualdades de todo tipo y las mayorías volvieron a quedar al margen de los beneficios educativos. En 2020 se hicieron manifiestas las dimensiones de la brecha social y digital de los mexicanos y se pudo constatar como el estudiantado y sus familias tuvieron que asumir una parte significativa de los costos educativos en términos de equipamiento, conectividad, material documental y espacios físicos para el estudio. Eso sin contar el déficit vivido en términos afectivos, colaborativos y de socialización, difícilmente atendidos a través de la pantalla.

En el caso de la educación superior se ha hecho patente la supremacía del software propietario (Zoom, Google, YouTube) por encima de las modalidades libres. Así, las plataformas privadas han incursionado en los espacios personales e institucionales apropiándose y mercantilizando los datos de los particulares. Los corporativos informáticos fundan su acción en un modelo empresa-cliente que es transferido a la educación en una lógica en la que el conocimiento y la información devienen en mercancía. En tal sentido, se manifiesta una fuerte oposición entre las aspiraciones igualitarias de la educación pública y los intereses de los corporativos proveedores de servicios tecnológicos.

Por todo ello, hoy resulta imprescindible comprender a profundidad la racionalidad y mecanismos de operación de las modalidades digitales de enseñanza, así como su impacto real en los procesos educativos. Acaso sea posible plantear que, antes de convertirse en el remplazo de lo presencial, las herramientas tecnológicas en su conjunto pueden contribuir a su mejor desempeño. Así, el reto sería lograr que, aun tratándose de modalidades diferentes, sean orientadas hacia un fin compartido.

No cabe duda que necesitamos dar respuesta a las dimensiones estructural y coyuntural de la educación. En ambos casos las tecnologías digitales aparecen como un medio con enormes potencialidades para renovar lo educativo. Sin embargo, para atender la problemática de ese sector no basta con expresar buenas intenciones. Es preciso tomar decisiones con rigor y estrategia: estudiando las virtudes de lo digital, pero también considerando sus posibles riesgos. Es indispensable construir modalidades digitales pertinentes e igualitarias, acordes con los problemas de nuestro país –y no simplemente transfiriéndolas de otros contextos– y, por supuesto, es urgente fortalecer y renovar la modalidad presencial a la que habremos de regresar en algún momento.

¿Qué es necesario considerar para la vuelta? Sin duda debe insistirse en el tema de la cobertura en todos los niveles bajo un criterio de justicia social y exigencia académica. Es necesario contar con establecimientos educativos seguros, equipados, conectados, preparados para contingencias y situaciones calamitosas. Asimismo, deben hacerse los ajustes curriculares que permitan la plena incorporación de las modalidades digitales. Y, finalmente, ha de emprenderse un sólido programa de formación en el que maestras y maestros puedan adquirir las herramientas didácticas –presenciales y digitales– para contribuir a la educación de la niñez y la juventud mexicanas del tercer milenio. Ni más ni menos.

Director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/01/09/opinion/014a1pol

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Nueva investigación de IE sobre mercantilización educativa durante la COVID-19

Noticia Global

La Internacional de la Educación ha presentado un nuevo informe pionero que detalla el grado de influencia de actores privados en la educación desde el comienzo de la pandemia de COVID-19. La investigación se encargó como parte de la campaña mundial de la IE, ‘Educar no lucrar’.

La Internacional de la Educación ha presentado un nuevo informe pionero que detalla el grado de influencia de actores privados en la educación desde el comienzo de la pandemia de COVID-19. La investigación se encargó como parte de la campaña mundial de la IE, ‘Educar no lucrar’.

Los investigadores, Ben Williamson (Universidad de Edimburgo) y Anna Hogan (Universidad de Queensland), presentaron los resultados de su trabajo en un webinario virtual para sindicatos de la educación de todo el mundo.
El sector educativo mundial está capitalizando la crisis educativa
El informe, titulado Mercantilización y privatización en y de la educación en el contexto de la COVID-19, refleja que en el sector de la educación en todo el mundo se está capitalizando la crisis educativa. Desde el cierre de los centros escolares, se ha producido un incremento significativo en la actividad lucrativa de las empresas de tecnología educativa (edtech, en inglés). Distintas compañías han aumentado su grado de implicación en la educación pública al introducirse en nuevas redes intersectoriales. En concreto, coaliciones con participación múltiple, incluida la de empresas de educación tecnológica, inmensas corporaciones transnacionales, organizaciones internacionales como la UNESCO, la OCDE y el Banco Mundial, gobiernos nacionales y otras partes implicadas.
El giro hacia la educación a distancia ha permitido que entidades privadas se posicionen en el centro de los servicios educativos básicos, no solo para responder ante la crisis y la necesidad de enseñanza remota en una situación de emergencia, sino con vistas a futuro.
Los gobiernos tienen la responsabilidad de proporcionar una educación de calidad para todos
Susan Hopgood, Presidenta de la Internacional de la Educación, afirmó durante la apertura del seminario: “Dado que todos los sistemas educativos del mundo están intentando hacer frente a múltiples crisis (sanitaria, económica y social), el reto de ofrecer formación y aprendizaje de calidad en este contexto resulta complejo, y la tentación de delegar la responsabilidad en el sector privado es fuerte”. Sin embargo, señaló a continuación, con independencia del tipo de crisis, “los gobiernos no pueden eludir su responsabilidad de proporcionar una educación pública de calidad para todos, como recoge la legislación internacional y según lo aceptado en distintos compromisos internacionales”. Además, subrayó,  como sindicatos: “es nuestro deber y nuestra responsabilidad garantizar que los gobiernos cumplan con su obligación de proporcionar una educación pública de calidad para que todos los niños y niñas disfruten de su derecho a la educación”.
Durante el webinario, líderes y lideresas sindicales tuvieron la oportunidad de plantear preguntas a la investigadora y el  investigador, comprender mejor las tendencias en cuanto a mercantilización y privatización global que se han observado y debatir sobre posibles estrategias para revertir esta situación.
Los sindicatos participantes destacaron la necesidad de trabajar juntos para defender la educación pública y evitar que la tecnología educativa que proponen las corporaciones “reinvente” la educación pública. Según David Edwards, Secretario General de la IE: “Este webinario es solo el principio del debate. Como sindicatos educativos, tenemos que seguir analizando, desarrollando estrategias, planificando y organizándonos colectivamente, además de utilizar toda nuestra fuerza como movimiento mundial para hacer frente a este cambio radical en el panorama educativo que estamos presenciando en este mismo momento”.
Aquí puedes consultar un resumen de los hallazgos.
¿Quieres unirte a la conversión en Twitter? Usa los hashtags #studentsbeforeprofit y #edtechshock
Fuente: https://www.ei-ie.org/spa/detail/16858/nueva-investigaci%c3%b3n-sobre-mercantilizaci%c3%b3n-educativa-durante-la-covid-19
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Informe: El comercio educativo: un hilo conductor pre y post pandemia

Por Observatorio Latinoamericano de Polìticas educativas

Desde la declaración de la Pandemia en marzo del 2020, en América Latina se han observado dos tendencias en el mundo de la educación pública que se mantienen y más aún, se profundizan.

Por un lado, con las modalidades de educación en línea o virtual, se mantiene y se profundiza la sobre carga del trabajo docente en un ámbito de mediación pedagógica virtual que se ha asumido de forma acelerada y en la mayoría de los casos, sin acuerdos o participación del magisterio en su diseño ni planificación. En segunda instancia, se profundiza la tendencia de participación del sector empresarial privado, las Instituciones Financieras Internacionales y las ONG´s transnacionales en la toma de decisiones y la gestión de la política educativa. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los grupos empresariales privados de la Red Latinoamericana para la Educación (REDUCA) no han renovado los discursos que tenían en las etapas pre-pandemia, pero aún así, los presentan como soluciones innovadoras para paliar la crisis.

Siguiendo los pasos del BID

En mayo del 2020, el BID publicó el documento “La educación en tiempos del coronavirus: Los sistemas educativos de América Latina y el Caribe ante COVID-19”, que hace un repaso, desde la perspectiva del BID, sobre el estado de la educación en los países en el marco de la pandemia. Este documento coloca las prioridades en lograr que se aborde el contenido del currículo escolar y en que no se desatienda la evaluación, priorizando el acompañamiento y el monitoreo del proceso de aprendizaje (BID, 2020, p. 6).

El BID considera que lo fundamental es dar continuidad a “los servicios educativos” y que los obstáculos para finalizar el ciclo escolar no yacen en la pandemia misma, ni en las situaciones de pobreza, sino que los obstáculos están en que los sistemas educativos aún “no cuentan con mecanismos efectivos de educación a distancia acordes a las características de los hogares” (BID, 2020, p. 3) y en los que los Ministerio de Educación no tienen sistemas digitales que les permitan implementar la planificación de manera remota.

El mensaje que arroja el documento del BID es que, con plataformas digitales y contenidos curriculares digitalizados, se puede dar continuidad a los servicios educativos con el reto de las poblaciones con la conectividad limitada. Este mensaje coincide con la posición expresada por el secretario general del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), Vinicio Cerezo, quien durante el Webinar titulado Centroamérica y los retos de la educación pos-COVID, 18-06-2020 Organizado por la OEI y el SICA, planteó que “analfabetismo digital del cuerpo docente hace imposible que las y los estudiantes terminen sus estudios”. En ese webinario participaron los Ministerios de Educación de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, el secretario general de la OEI, Mariano Jabonero y el ex secretario de Educación Pública de México, Otto Granados, quien es el actual presidente del Consejo Asesor de la OEI. Es decir, incluso ante una pandemia con impactos económicos, sociales y culturales sin precedentes en la era contemporánea, la responsabilidad del contexto educativo recae sobre el personal docente y sobre los Ministerios de Educación.

Haciendo amistades en la Pandemia: UNESCO y Movistar, BID y REDUCA

El 30 de junio del 2020, los Ministerios de Educación de la región sostuvieron encuentro regional con el Banco Interamericano de Desarrollo y con el sector privado organizado en REDUCA. La reunión se organizó con carácter privado y fue inaugurada por el propio Presidente de Ecuador Lenín Moreno (Ver) El encuentro tenía el objetivo de establecer estrategias efectivas a nivel nacional, regional y global y tenía como uno de los puntos de la agenda la “transformación” educativa. En el anuncio que hizo el Ministerio de Educación de Ecuador, se mencionaba que se revisarían “practicas existosos en la emergencia sanitaria”. Hasta el momento, REDUCA y el BID no han organizado la sesión abierta al público que habían anunciado.

Se debe tener en cuenta que, en los años recientes, integrantes de REDUCA como son Juntos por la Educación Paraguay, como FEPADE de El Salvador, hasta Empresarios por la Educación de Colombia o ReachingU de Uruguay han sido proveedores privados de servicios educativos para el sector público, incluyendo servicios de educación digital, formación docente y “alfabetización digital” al magisterio. No se puede descartar que a partir de esta reunión surja alguna iniciativa de cooperación técnica o de préstamos que el BID financie y que contemplen que los “servicios técnicos y tecnológicos” los provea, al menos en algún porcentaje, el empresariado privado de REDUCA.

Mientras tanto, en el marco de esta pandemia el Proyecto PROFUTURO de la empresa de telecomunicaciones Telefónica (en algunos países Tigo- Movistar) se ha instalado de manera definitiva en el ámbito de la educación pública. Profuturo ya desarrollaba proyectos centrados en la educación digital, elaborando contenidos educativos e invirtiendo en infraestructura digital. En Costa Rica, por ejemplo, PROFUTURO anunció la donación de USD 1000 000 (un millón de dólares) para la compra del equipo tecnológico y al desarrollo profesional y acompañamiento cercano de docentes para la” innovación educativa” En el mes de marzo del 2020, la UNESCO anunció del Convenio firmado con la fundación PRO FUTURO para que la Fundación ponga a disposición sus más de 160 cursos digitales de educación en línea.

UNESCO considera esto como un gran aporte, pues la Fundación proveerá materiales ya digitalizados a docentes, estudiantes y a sus familias. Este Convenio se da en el marco de la Coalición Global de la Educación para la Respuesta al COVID. En esta Coalición participan ONG´s y transnacionales de la tecnología como Microsoft, Google y Facebook, UNICEF, Khan Adacemy y PRO FUTURO. La propia UNESCO convoca a las corporaciones privadas, que lucran con negocios digitales y que no aceptan ningún tipo de regulación, y les cede el espacio para “resolver” la propuesta educativa digital y para pensar el futuro de la educación. La UNESCO abre la puerta para que los currículos educativos se orienten por estos contenidos digitales globales elaborados por la Fundación de una transnacional de telecomunicaciones, confirmando una mirada poco pedagógica y favorable al comercio educativo.

También la OCDE

Otro actor internacional que tiene influencia directa en las políticas educativas antes y durante la pandemia es la OCDE. El 29 de mayo de 2020, el Centro de Desarrollo de la OCDE publica el documento “COVID-19 y países en Desarrollo: políticas y alianzas para responder, re iniciar y reconstruir mejor. Política de los miembros del Consejo del Centro de Desarrollo de la OCDE” (OCDE, 2020). Como medidas para responder a la crisis económica y de empleo que se ha generado a causa de la pandemia, la OCDE plantea reforzar las habilidades para el empleo en los países en desarrollo y re organizar las cadenas productivas, adaptándolas a las economías digitales, así como promover los sistemas de educación centrados en soluciones tecnológicas (OCDE, 2020, traducción propia). De nuevo, estas propuestas no son soluciones nuevas, son planteamientos que la OCDE ha mantenido como parte de sus lineamientos para los países e América Latina que han solicitado ingreso a esta estructura global.

En miras a liderar la agenda post pandemia, la OCDE ya ha programado un foro global de toma de decisiones para el próximo mes de noviembre del 2020. El Foro “Gobiernos After Shock” se propone discutir cuál es el giro que darán las economías del mundo luego del paso de la pandemia (Ver). Sin estructuras regionales que le hagan contrapeso a estos organismos, es predecible que los gobiernos conservadores que se han tomado la región, no se preocupen por plantear otros futuros distintos ni por construir soluciones más cercanas y más justas para las realidades de nuestros países.

Las y los docentes, la pandemia y los actores financieros

Como se dijo en las primeras líneas de este artículo, la sobre carga de trabajo docente se ha profundizado durante la pandemia, y está acompañada de narrativas que atacan al sector público y a las y los trabajadores de la educación acusándoles de los supuestos “atrasos digitales”. Mientras tanto, el Ministerio de Educación de El Salvador anunció que hizo un convenio con Google para utilizar su plataforma.

Al mismo tiempo, en países como Costa Rica donde no hay organizaciones sindicales en el sector privado, las y los docentes de escuelas privadas han sufrido recortes salariales de hasta un 30%. En Honduras, República Dominicana y el Perú, el negocio de las escuelas privadas de bajo costo se ha visto confrontado con la presión económica pues las familias han descontinuado el pago. En México la Unión Nacional de Padres de Familia anunció que al menos 100 000 (CIEN MIL) estudiantes deberán salir de centros educativos privados y matricularse en centros educativos públicos y en Perú la Dirección de Gestión Descentralizada del Ministerio de Educación, informó que ya ha recibido solicitud de matrícula de 82 000 (OCHENTA Y DOS MIL) estudiantes expulsados de centros privados por falta de pago.

Es importante recordar que tanto la cooperación internacional como el BID han apostado por las escuelas privadas de bajo costo. Incluso, el BID es el principal aliado del Grupo Financiero Privado INTERCORP, principal inversionista en el impulso a las escuelas privadas de bajo costo en el Perú y en México.

Para contener esta tendencia de debilitamiento del sector privado, y principalmente de un negocio en el que el BID ha invertido, el documento ”La educación en tiempos del coronavirus: Los sistemas educativos de América Latina y el Caribe ante COVID-19” del BID, tiene como solución la mismas tácticas que se impusieron desde los noventas y que consisten en pasar fondos públicos al sector privado y “establecer un programa de subsidio o financiamiento de la demanda para mantener, en la medida de lo posible, la matrícula actual en el sector privado” (BID, 2020, p. 26). Para atender el impacto de la crisis en el plazo más inmediato, muchos países se están comprometiendo aún más con préstamos con el BID, el Banco Mundial y con el FMI.

El BID tendrá nuevas elecciones para elegir su Presidencia en el mes de septiembre de 2020. El candidato con más votos es Mauricio Claver Corane, un político de signo ultraderecha y neocolonialista. De ser electo, es de esperar que la línea del BID de un giro aún más a la derecha. Esto puede impactar tanto en los contenidos y los enfoques de los nuevos proyectos en educación, como en la búsqueda de créditos en otros actores a quienes el BID les había ganado terreno en la región y que pueden instalarse nuevamente con mayor fuerza, como son el Banco Mundial o el FMI.

Estos actores tienen de nuevo la puerta abierta en la región, con gobiernos conservadores encabezando muchos de los países. En el mes de abril, habiendo transcurrido apenas un mes del anuncio de la pandemia, los gobiernos de Uruguay y Perú ya anunciaban recortes en los salarios del sector público. Esta misma tesis la sostiene el Banco Mundial que, en un artículo del 6 de abril de 2020, ponía sobre la mesa que los trabajadores públicos constituyen un grupo privilegiado, puesto que tienen protecciones laborales y salarios hasta 20% mayor a los del sector privado”. Ese mismo artículo adelantaba que a raíz de la pandemia, muchos países “tendrán que hacer reformas importantes en el sector público para poder gestionar mejor la próxima crisis”, reformas que no pueden omitir al sector de la educación, que representa un 30% del sector público.

Al mismo tiempo, el Banco recomendaba que el sector de la educación, buscara formas de “recompensar el tiempo perdido que para esto buscara “un mayor apoyo y una mayor gestión para hacerlo con eficacia”, lo cual anuncia nuevas medidas de endeudamiento condicionado para nuestros países. La respuesta a la pandemia y al manejo de la política educativa durante la emergencia sanitaria, es una respuesta eminentemente política e ideológica. Las tendencias con mirada empresarial y comercializadora que se observan no han surgido durante la pandemia, sino que han encontrado en esta un nicho para consolidarse, ante Estados que se des responsabilizan de garantizar los derechos, entre ellos, el derecho a la educación pública.

Fuentes

BM (2020) Deberían reducirse los salaries del sector pública para dar respuesta al Cooronavirus? Tomado de https://www.bancomundial.org/es/publication/global-economic-prospects

BID (2020) La educación en tiempos del coronavirus. Los sistemas educativos de América Latina y el Caribe frente al COVID. Tomado de https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/La-educacion…

OCDE (2020) COVID-19 and developing countries: Policies and partnerships to respond, reset and rebuild better. Policy Statement by the Members of the Governing Board of the OECD Development Centre Tomado de https://www.oecd.org/coronavirus/en/

UNESCO (2020) Coalición Global por la Educación en respuesta al COVID Tomado de https://en.unesco.org/news/unesco-rallies-international-organizations-ci…

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OVE entrevista a Eduardo González “En Chile la crisis educativa no es consecuencia de la mercantilización, sino más bien componente central de la misma”

Luz Palomino y Luis Bonilla-Molina entrevistan en exclusiva para OVE

El gobierno de Salvador Allende significó una esperanza para América latina, para sus trabajadores, para les marginades. Unes vivimos con dolor el golpe de Estado fascista en su contra, pero por la corta edad que teníamos no logramos dimensionar en ese momento, todas las implicaciones de esa derrota histórica; otres, quienes nacieron en medio del desgobierno de Pinochet o después lo han leído y defienden la causa que lideró Allende. La dictadura fascista hizo hasta lo imposible para fracturar y desmovilizar a los y las docentes; represión y desmantelamiento de sus organizaciones naturales de base. El Colegio de Profesores nace en medio de esa realidad.

A su interior la rebeldía nunca se pudo sofocar y después de la salida de Pinochet comenzó a emerger con más fuerza. La nuevas corrientes clasistas y combativas afloraron, disputando la dirección del gremio. Ha sido ardua y difícil la tarea de construir un movimiento que unifique a las bases magisteriales insurgentes.

En esa tarea encontramos y conocimos a Eduardo, un joven y combativo dirigente docente quien forma parte de la dirección del Movimiento por la Unidad Docente (MUD) al interior del Colegio de Profesores. Siempre coincidimos con él cuando visitamos Santiago, porque él siempre está en el ojo del huracán pedagógico. Eduardo González de tan solo 38 años, es representante de la nueva generación de dirigentes gremiales y sindicales del magisterio chileno que vienen impulsando un fuerte trabajo de renovación de la acción sindical, fuertemente comprometido con las causas de las y los trabajadores de la educación y la lucha popular chilena

Además es un estudioso y respetado profesor de egresado de la escuela de Historia y Ciencias Sociales, Magister en Educación por la Universidad de Chile. Es Vocero Nacional del Movimiento por la Unidad Docente y Dirigente Nacional del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile, encargado del departamento de profesores jóvenes y educación especial. Articulista permanente de la Revista Educación: las y los profesores tenemos mucho que decir (www.unidaddocente.cl) Autor del libro “Arriba Profes de Chile: con autonomía y dignidad” y coautor del libro “Las derechas en Chile 1958-1981”. En Otras Voces en educación consideramos importante que nuestros lectores conocieran su perspectiva sobre la coyuntura actual

Eduardo, cuéntanos un poco tu historia de vida, ¿Como llegaste a la vida gremial en el magisterio combativo?

 

Habiendo ingresado a trabajar a una escuela pública, junto a otros compañeros y compañeras, sin una formación en el debate educacional y más llenos de dudas, pero con fuertes inquietudes, nos propusimos crear un grupo de reflexión que se dio la tarea de comprender el impacto del neoliberalismo en el sistema escolar, la pedagogía y el profesorado.

Los análisis que de allí fuimos estableciendo los dimos a conocer por medio de la fundación de la “Revista Educación” que fuese la voz del magisterio, la que comenzamos a distribuir en las movilizaciones del movimiento social por la educación del año 2011. De esta manera, poco a poco, nos percatamos del potencial transformador que posee el magisterio, pero al mismo tiempo constatamos la existencia de corrientes muy gremializadas y corporativas y, por otra parte, una izquierda pedagógica dogmática tanto en su forma de entender la organización como de análisis de la realidad para su intervención.

Esto nos llevó a la conclusión de que debíamos crear una organización que recogiera las mejores experiencias y lecciones de las organizaciones magisteriales chilenas del siglo XX. Constituimos entonces el Movimiento por la Unidad Docente (MUD), referente organizativo de trabajadores y trabajadoras de la educación que actúa como una corriente de opinión, organización y lucha con presencia activa en las principales organizaciones gremiales, como lo es el Colegio de Profesores y Profesoras de  Chile que posee más de 50.000 afiliados en todo el país, y también el impulso por crear y fortalecer la organización sindical en las escuelas particulares pagadas y particulares subvencionadas, estas últimas, algo así como las escuelas charter. (“charter” debe ir en cursiva)

En este marco, luego de diversos debates concluimos que la tarea urgente a impulsar para fortalecer la lucha magisterial, pasaba por desarrollar un intenso, sistemático y permanente trabajo de base que abordara los planos ideológicos, políticos y de herramientas organizativas y, en segundo término, disputar las direcciones de los grandes organismos sindicales y gremiales. De esta manera, en tanto esfuerzo colectivo de una nueva generación de maestros y maestras, hemos llegado “a la vida gremial del magisterio combativo”.

 

¿Cuáles son los elementos relevantes de la crisis educativa en Chile?

 La situación por la cual atraviesa Chile demuestra empíricamente la tesis que formulara Mariátegui en 1925 en orden a que “la crisis de la enseñanza coincide con una crisis política”. En efecto, en nuestro país se asiste a una profunda crisis política derivada del cuestionamiento del pacto de dominación sustentado en el neoliberalismo como modelo económico-social y un régimen político de democracia restringida. Como el mundo fue testigo, las contradicciones y antagonismos de clase incubadas y tejidas desde la misma implantación de dicho pacto, explotaron en octubre del 2019 como acción de masas y violencia política.

En este marco se sitúa la crisis educativa en Chile, que se arrastra ya por varios años. Su origen es uno: la aplicación intensiva de políticas de mercado que nos han llevado al vergonzoso sitial de ser el país con más privatización del mundo, sin lograr buenos resultados ni siquiera en los parámetros internacionales fijados por la OCDE. La mercantilización educativa ha sido implementada, ajustada y consolidada desde la dictadura cívico-militar de Pinochet hasta los gobiernos post dictatoriales.

La etapa actual se define por el hecho que ciertos sectores de la burguesía local, con expresiones políticas tanto en la derecha (Piñera) como en la ex Concertación y ex Nueva Mayoría (Bachelet y Lagos), asumiendo la advertencia del Banco Mundial de los límites del modelo extractivista y la necesidad de avanzar hacia una economía del conocimiento, han impulsado  -durante la última década- una nueva ola de reformas educativas sustentadas en una privatización endógena: gerencialismo para administrar las escuelas, profundización de la rendición de cuentas, carrera docente estructurada en evaluaciones estandarizadas y salarios variables, sistema de calidad con una prueba censal estandarizada que clasifica escuelas para desde ahí determinar sus cierres, son algunas de la políticas que se vienen implementando. Todo, por cierto, articulado por un Estado Evaluador cuyo foco es generar las condiciones para el buen funcionamiento del mercado.

Estas concepciones han llevado a la peor crisis educativa del Chile republicano cuyo carácter es integral y estructural.

La crisis integral se expresa al menos, en los siguientes planos: la matrícula del sistema educativo está mayoritariamente, en todos los niveles, en el sector privado, en el caso del sistema escolar público (primaria y secundaria) solo concentra el 33% de ella. Estas cifran sitúan a Chile como el país con menos educación pública en América Latina y de la OCDE; más de la mitad del financiamiento que entrega el Estado, vía voucher, es recibido por las escuelas particulares subvencionadas, es decir, no existe un financiamiento basal garantizado para las escuelas públicas, las cuales deben competir por captar recursos; la gestión y administración de las escuelas se realiza bajo una figura, única en el mundo, llamada “sostenedores” que en la práctica implica operacionalizar la igualdad de trato entre las escuelas privadas y públicas y la desresponsabilización del Estado quien no administra ni dirige el proceso educativo, segregación socioeconómica en donde las escuelas públicas son verdaderos ghetos que concentran a la población estudiantil más pobre del país, mientras que las escuelas privadas educan a los hijos de la elite, es decir, como lo afirmó la OCDE (2004): en Chile “el sistema educacional está conscientemente estructurado por clases”. Finalmente, podemos señalar la profunda crisis de sentido del por qué y para qué estudiar que atraviesa tanto a las y los estudiantes (altas tasas de deserción escolar y violencia) como también al profesorado que ve cómo la estandarización curricular y evaluativa se aleja del trabajo real que cotidianamente realiza, desdibujándose así el sentido del trabajo.

La crisis educativa es estructural en tanto que ella no es efecto o consecuencia de la mercantilización, sino más bien es componente central de la misma. El neoliberalismo educativo no solo es antagónico al derecho a la educación, sino que supone su destrucción. Bajo esta radical constatación hemos venido insistiendo en que la principal tarea que tenemos la generación magisterial del bicentenario, es contribuir a dotar al magisterio de un proyecto estratégico que oriente la construcción de un Sistema Nacional de Educación Pública para un Nuevo País fundado en un modelo de desarrollo que supere, en el mediano plazo, el neoliberalismo. La superación de la crisis educativa es, por consiguiente, una lucha que va indisolublemente ligada a la lucha por poner fin al actual pacto de dominación.

 

¿La formación de los y las futuras maestras se corresponde a los desafíos pedagógicos del siglo XXI? ¿Cuáles son las carencias y las propuestas para mejorar?

La respuesta depende sobre qué entendemos por desafíos pedagógicos y hacia qué horizonte están dirigidos tales desafíos. Ciertamente, bajo un esquema de mercantilización educativa global que ha implicado el desarrollo de agendas privatizadoras con alto impacto en el profesorado por medio de Carreras Docentes, la formación de las y los futuros maestros está siendo fuertemente redefinida. En Chile nos encontramos en pleno proceso de implementación de estas reformas que han involucrado cambios en la institucionalidad asociados básicamente a procesos de acreditación universitaria como curriculares, ligados a la fijación de estándares para la formación inicial docente. Todo este entramado está sustentado en una concepción de docente en tanto técnico superior que aplica metodologías y didácticas, reduciendo la pedagogía a una racionalidad instrumental.

La carencia fundamental de esta mirada radica en negar la dimensión social e histórica de la praxis educativa y del proceso de enseñanza-aprendizaje que deberán encarar los futuros maestros y maestras. La idea de formar al profesorado como un buen ejecutor de estándares definidos externamente, desconoce cómo se construye el saber docente, esto es, un saber situado y contextual, de carácter social-colectivo, vinculado a escenarios socioculturales en los cuales se confrontan experiencias diversas.

Todo intento de mejora de la formación de maestros y maestras, supone definir qué tipo de profesorado se requiere en el sistema escolar, el que a su vez debe tener claridad sobre  qué modelo de sociedad y ser humano se quiere formar. Desde esta triada y marco de totalidad, debemos pensar las mejoras.

En este sentido, los criterios centrales que debiésemos considerar son, en primer lugar, reconocer y poner en valor la capacidad de construcción de pensamiento y saber pedagógico que posee el profesorado, es decir, entenderlo como un sujeto político colectivo trabajador de la cultura que es capaz de producir conocimiento educativo.                 La formación del magisterio debe ser capaz de enseñar a reflexionar y sistematizar la praxis concreta, en la perspectiva de generación de saber que permita ir orientando el accionar educativo en la escuela.

Lo anterior supone, como segunda cuestión, formar en trabajo colaborativo a fin que este sea el eje vertebral de la relación social al interior de las comunidades escolares. Y, como tercer criterio, el profesorado debe ser formado como un sujeto integral, es decir, no solo en su dimensión cognitiva, de lo contrario este no podrá formar a sus estudiantes, por ejemplo, en la solidaridad.

¿Qué ha significado la crisis del Coronavirus? ¿Considera que las medidas que se adoptaron en materia educativa afectan al derecho a la educación? 

La crisis del Coronavirus en Chile ha desnudado las deficiencias y bancarrota del modelo de mercado en educación, al tiempo de enrostrar a las y los educadores críticos la carencia de construcción de propuesta y diría, más básico aun, de reflexión educativa ligada a los desafíos que enfrentamos ante el escenario de las profundas transformaciones sociales, culturales, económicas y políticas impulsadas por el capitalismo.

En este escenario, las medidas que el Ministerio de Educación en Chile viene tomando han sido en total coherencia con el enfoque con el cual el gobierno de Piñera está enfrentando la crisis sanitaria, esto es: la crisis deben pagarla las y los trabajadores. En educación esto está significando que se proteja el negocio educativo por sobre el derecho a la educación. Por ejemplo, algunas escuelas privadas subvencionadas que reciben financiamiento del Estado y que tienen asegurado este financiamiento en la crisis, reciben también pagos de mensualidades de las familias; pagos que, según reciente normativa del gobierno, podrán seguir siendo exigibles por parte del dueño del colegio, incluso no habiendo clases o habiendo sido despedidos del trabajo los padres del niño.

Esto denota en toda su expresión y sin tapujos que por sobre el derecho a la educación está la libertad de enseñanza, que en Chile es entendida como libertad de empresa o negocio educativo. En Chile se opta por proteger a la empresa educativa por sobre el derecho a la educación.

Una segunda medida es la idea, en el actual contexto, de “clases virtuales” orientadas hacia una “normalización del proceso de enseñanza-aprendizaje” fuertemente ligado a un enfoque cuantitativo y estandarizado de cobertura curricular.

Esta medida desconoce la realidad concreta de los hogares de las y los estudiantes, marcados por una profunda desigualdad socioeconómica y cultural que se traduce en que un gran porcentaje no tiene acceso a internet[1], el 34% de los niños menores a 12 años vive en hogares monoparentales y en el 92% de estos la mujer es jefa de hogar (Céspedes 2015) por lo que están prácticamente solos; viven en condiciones de hacinamiento y expuestos a contexto de violencia y alcoholismo que, según los datos, producto de las cuarentenas han aumentado explosivamente. En definitiva, la obsesión por “normalizar” el proceso educativo en contexto de pandemia vía clases virtuales se está traduciendo en una profundización de las brechas de aprendizaje, cuestión que atenta contra el derecho educacional de las y los niños.

 

¿Para usted cuales son las alternativas ante la actual situación de crisis educativa?

 No veo viable pensar en superar la crisis educativa en desconexión con la construcción de otra sociedad o un nuevo país, más aún cuando producto de la lucha popular se ha abierto en Chile un escenario de disputa constitucional. En tal sentido, sostengo que las alternativas pasan, al menos, por tres lineamientos fundamentales:

Primero: dotarnos de un diagnóstico medianamente compartido por las fuerzas pedagógicas de izquierda, cuestión que a nuestro juicio hoy estamos lejos de establecer. Este punto nos parece relevante puesto que de las diversas lecturas teóricas se derivan énfasis, apuestas y prácticas distintas. Este diagnóstico debe, al menos, aproximarse a una lectura común sobre qué es el neoliberalismo en la educación (exo y endo privatización) y comprender el impacto de la cuarta revolución tecnológica en el sistema escolar, tal como viene insistiendo el compañero Luis Bonilla. Mientras no nos dotemos de una caracterización del momento en el que nos situamos y de las tendencias y desafíos que se abren, difícilmente podremos construir plataformas y estrategias de lucha de mediano y largo plazo.

Segundo: radicalizar el rol social transformador del magisterio, entendiendo por tal una concepción que entiende la acción sindical y gremial como una acción que contiene, pero supera, lo meramente reivindicativo y sectorial. Hoy la tarea central es disputar PROYECTO PEDAGOGICO Y EDUCATIVO. Hacer política sindical para procesos y no solo para la coyuntura. Razones por las cuales luchar existen muchas y por doquier: mal pago de sueldos, despidos y un largo etc. y en ello podemos pasar años, pero el sistema seguirá en su despliegue. Hoy con urgencia debemos cambiar el enfoque de la lucha y ponernos una mirada de mediano y largo aliento.

Tercero: se requiere de una estrategia que por su forma sea nacional, pero por su contenido continental. A nuestro juicio, debemos re-construir un Movimiento Pedagógico. Hablamos de “reconstruir”, porque en la historia del magisterio chileno esta dimensión ha estado presente desde la Asociación General de Profesores de Chile en la década de 1920 (AGP), pasando por el SUTE, hasta el Colegio de Profesores en el periodo aproximado de 1997-2000.

El Movimiento Pedagógico tiene como propósito central la construcción de propuestas educativas-pedagógicas contra-hegemónicas al neoliberalismo y al capitalismo en la perspectiva de la reconstrucción/defensa de la educación pública y del derecho a la educación. Propuestas que deben ser construidas e impulsadas desde un lugar determinado: el sindicato y el gremio docente.

Un Movimiento Pedagógico que no se limita a la reflexión crítica propositiva, sino que, al mismo tiempo, se dispone a construir las condiciones políticas que constituyan una fuerza social y política transformadora, asumiendo su posición clasista y vinculándose desde la organización magisterial, con el resto de las organizaciones sociales. En tal sentido el Movimiento Pedagógico no puede limitarse a sistematizar prácticas pedagógicas que cuestionen el enfoque raciotécnico que hoy predomina en nuestras escuelas, debe ir más allá. El Movimiento Pedagógico debe ser capaz de empujar el cambio educativo en alianza con las comunidades escolares,  sectores populares y la clase trabajadora.

El Movimiento Pedagógico debe politizar invirtiendo la mirada clásica y unidireccional de ‘politizar lo pedagógico’ (¡cómo si esto último no fuese político!), para ‘hacer de lo pedagógico un proceso de politización’.

 

[1]En relación con otros países de la OCDE, Chile enfrenta una alta exposición a los riesgos de la transformación digital y un desempeño limitado en términos de oportunidades… la variedad de usos de Internet es limitada y el nivel de desigualdad de usos de Internet está por encima del promedio de la OCDE. Una de las principales áreas donde Chile se queda atrás es en el área de habilidades digitales y educación”. OCDE, 2019 , traducido de https://www.oecd-ilibrary.org/sites/9789264311800-10-en/index.html?itemId=/content/component/9789264311800-10-en

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La pandemia que estremece al capitalismo

Por: Claudio Katz 

I

El coronavirus es una calamidad natural potenciada por el capitalismo. Desde hace muchos años se esperaba un cataclismo semejante como consecuencia del cambio climático, el calentamiento global, las inundaciones o las sequías. Pero la catástrofe irrumpió a través de una pandemia, en un sistema económico-social que deteriora la naturaleza, corroe la salud y desprotege a los vulnerables.

Lo más impactante de la infección es la velocidad y escala de los contagios. Como aún no ha concluido la primera oleada de irradiación se desconoce la peligrosidad del virus. Pero es evidente que supera los efectos de una gripe corriente. Hay más de mil millones de personas enclaustradas en sus hogares, en un inédito experimento social de confinamiento. El antiguo antídoto de las cuarentenas ha reaparecido a pleno.

El estrago natural en curso no equivale a una guerra. Aunque la intervención que despliegan los estados presenta muchas semejanzas con escenarios de conflagración, en el primer caso impera la protección y en el segundo la destrucción de vidas humanas. En lugar de batallas y bombardeos hay resguardo de víctimas y socorro de afectados.

La analogía con la guerra es muy peligrosa. La utiliza Trump para crear un clima de hostilidad contra el “virus de China” y la fomentan los derechistas para resucitar los viejos estigmas del colonialismo. Con diatribas racistas contra el “cólera asiático” se acusaba en el siglo XIX a los países orientales de expandir la infección.

Los mensajes de batalla contra un “enemigo invisible” facilitan la militarización. Incluyen peligrosas analogías con la “guerra al terrorismo”, que muchos gobiernos occidentales instalaron para propagar el miedo frente a un agresor omnipresente e indetectable. La pandemia no es una conspiración, un castigo divino o un acontecimiento azaroso. Constituye un avatar de la naturaleza que asume dimensiones gigantescas por los desequilibrios que genera el capitalismo contemporáneo.

DETERMINANTES ECONÓMICOS

El demoledor impacto económico de la pandemia está a la vista, pero el coronavirus no generó esa eclosión. Sólo detonó tensiones previas de las finanzas y la producción.

Desencadenó en primer término otro estallido de la financiarización. El gran divorcio entre el bajo crecimiento mundial y la continuada euforia de las Bolsas anticipaba un convulsivo desarme de otra burbuja. Era inminente la devaluación de los capitales inflados durante la última década, mediante recompras de acciones y especulaciones con bonos. Pero esa previsible conmoción financiera asumió una envergadura descomunal.

Esta vez el desplome de los mercados obedece más a los pasivos acumulados por las empresas (deuda corporativa) y los estados (deuda soberana), que a los desbalances bancarios o al endeudamiento de las familias. A diferencia del 2008, la crisis empieza en las compañías y se proyecta a los bancos, invirtiendo la secuencia de la década pasada. Las empresas no pueden afrontar el pago de intereses con sus ganancias corrientes[ii].

La sobreproducción es el segundo desequilibrio que irrumpió junto a la pandemia, con un gran desplome del precio del petróleo. En los últimos dos años el excedente de mercancías fue determinante del enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China.

El estallido actual ha interrumpido los suministros y quebrantado las cadenas globales de valor. Se ha transparentado la gran dependencia mundial de los insumos fabricados en Oriente y la enorme incidencia de los sobrantes que acumula China.

El coronavirus ha detonado, por lo tanto, las tensiones generadas por la financiarizacion y la sobreproducción. Pero la magnitud de la crisis obedece a otros desequilibrios gestados en las últimas cuatros décadas.

Es evidente que la globalización aceleró la tradicional transmisión de enfermedades a través de las rutas comerciales. La expansión de la aviación incrementó en forma exponencial el número de viajeros y la consiguiente multiplicación de los contagios. La pandemia se traslada siguiendo los circuitos del capital. Hay 51.000 empresas de todo el mundo con proveedores en Wuhan y la infección ha transitado por un mapa de concentraciones fabriles y centros de almacenamiento.

En el Medioevo la peste negra tardó una década en propagarse y en 1918-19 la gripe española se difundió al cabo de varios meses. En cambio en la era del just in time, el coronavirus contaminó a 72 países en muy pocos días[iii].

También la urbanización ha potenciado la diseminación de infecciones, a través de aglomeraciones y hacinamientos de la fuerza de trabajo, que deprimen las respuestas inmunitarias.

Pero los especialistas atribuyen mayor incidencia en la generación de la pandemia actual, a la creciente destrucción del hábitat de las especies silvestres. Esa demolición es un resultado de la enceguecida industrialización de actividades agropecuarias[iv]. Ese proceso multiplica la irradiación de bacterias y la expansión de enfermedades derivadas del quebranto de la biodiversidad. La deforestación ha incrementado en forma exponencial la transmisión de virus por el creciente contacto de los seres humanos con animales encerrados.

Los dos brotes del Ébola (2013-2016 en África occidental y 2018 en la República Democrática del Congo), emergieron cuando la expansión de nuevas industrias de productos primarios desplazó a las poblaciones originarias de los bosques, perturbando los ecosistemas locales.

El exótico hallazgo de un murciélago infectando comidas en los mercados asiáticos, induce a olvidar la frecuente transmisión de bacterias en los centros corrientes de producción. Allí se efectiviza el ingreso habitual de los patógenos a la cadena alimentaria[v].

 Los estudiosos enfatizan la estrecha relación de los distintos virus, con un modelo de industrialización ganadera que enriquece a las empresas multinacionales. Esas compañías impusieron la reducción de las inspecciones sanitarias y transfieren a la población, los costos de su mortífero modelo de diseminación de enfermedades. Toda la sociedad termina solventado con graves padecimientos, las altísimas ganancias obtenidas por la agro-industria[vi].

Esa actividad ha exacerbado una dinámica histórica del capitalismo, que siempre forzó lucrativas modalidades de ganadería, para abaratar alimentación y el costo de la fuerza de trabajo. Esos procedimientos originaron epidemias en Inglaterra en el debut del capitalismo y en África a fines del siglo XIX. Pero los últimos cuarenta años de extractivismo neoliberal han desatado una venganza mayúscula de la naturaleza, que ahora convulsiona a todo el planeta[vii].

GLOBALIZACIÓN SIN CORRELATO SANITARIO

El cataclismo actual tiene determinantes inmediatos (financiarización y sobreproducción) y estructurales (globalización, urbanización y agro-negocio). Pero su causa subyacente es la ausencia de correlato sanitario, al avance registrado en la globalización de la producción y el consumo. Se fabrica y consume con patrones mundiales, en un marco de estructuras de salud invariablemente nacionales.

Esa contradicción salta a la vista en la monumental expansión -sin resguardo sanitario- que tuvieron la aviación, los hoteles o el turismo. Se internacionalizaron actividades lucrativas, preservando las fronteras en un ámbito como la salud, que involucra mayores riesgos e inciertas ganancias[viii].

Esa desconexión expresa la principal contradicción del período. Un segmento estratégico de la economía se ha globalizado en el viejo marco de los estados nacionales. Por esa razón el capitalismo no pudo anticipar, evitar o manejar el torbellino del coronavirus. Una gestión preventiva (y efectiva) de la pandemia hubiera requerido el comando sanitario de la OMS, coordinando todos los test y cuarentenas a escala global.

Pero ese organismo no cuenta con un status equivalente a las estructuras que manejan las empresas o los bancos transnacionales. Nunca fue el epicentro de las conferencias de Davos, ni despertó la atención del G 20. Tampoco actuó como un verdadero dispositivo interestatal. Por esa desconexión, todos los estados nacionales actúan por su cuenta frente a la pandemia.

La existencia de una economía mundializada gestionada por múltiples estados nacionales es una disfuncionalidad del capitalismo contemporáneo, que los neoliberales ignoran por completo. Sus exponentes presentan el coronavirus como una desgracia de la naturaleza que afectó a un sistema próspero y saludable. A lo sumo, estiman que hubo “errores”, “falta de previsión” o “irresponsabilidad” de los “políticos populistas”.

Pero la credibilidad de esos argumentos es nula. No hay forma de entender lo que está ocurriendo si se desconecta la crisis de sus basamentos capitalistas. Los neoliberales igualmente aprovechan una importante diferencia con el 2008, cuando fue inmediatamente visible la culpabilidad de los banqueros. Ahora presentan a la economía como otro paciente más afectado por la infección.

Muchos críticos del neoliberalismo destacan esas inconsistencias y remarcan los múltiples enlaces de la pandemia con el modelo económico actual. Pero frecuentemente suponen que esa desventura será resuelta mediante la simple intervención del estado, como si el capitalismo fuera un ingrediente prescindible del problema. Por el contrario, el enfoque marxista coloca directamente al capitalismo en el banquillo de los acusados.

Pero es importante evitar las miradas simplificadoras que observan a la pandemia, como un mero desencadenante de turbulencias financieras o productivas. Hay que registrar los desequilibrios subyacentes y el gran alcance de la contradicción que opone a la mundialización con los estados nacionales. Esa tensión explica más lo sucedido que la enunciación de múltiples desajustes.

IMPACTOS EN VARIOS SECTORES

La crisis del coronavirus ha propinado un duro golpe al neoliberalismo. En pocas semanas se ha generalizando una drástica intervención de los estados con alcances superiores al 2008. Esa regulación impacta sobre incontables áreas sometidas al proceso de privatización.

Los neoliberales temen que esos cambios sean perdurables y desemboquen en la reversión de la gran mercantilización de las últimas décadas. Buscan cualquier argumento para ocultar cómo el desmantelamiento de la salud pública desguarneció a la población.

Es cierto que también la crisis del 2008 alimentó muchos presagios de fin del neoliberalismo. Esas caracterizaciones estaban centradas en la expectativa de regular los bancos y ocurrió lo contrario. La financiarización perduró mediante el rescate y reciclaje del mismo sistema. Pero la convulsión actual difiere de ese precedente, desborda ampliamente a las finanzas y socava varios pilares del neoliberalismo[ix].

La crisis acrecienta en lo inmediato la desigualdad. El coronavirus noes un virus democrático que afecta a todos por igual, con distinciones meramente etarias. Son evidentes las brechas sociales de cobertura y recursos para enfrentar la desgracia[x]. Esa diferenciación quedó enmascarada al comienzo de la pandemia por la gran contaminación de viajeros y por su incidencia en la clase media, las elites y hasta los presidentes y sus ministros.

Pero la desigualdad salta a la vista en el tratamiento de los afectados. En Estados Unidos se propaga entre 30 millones de personas que carecen de seguro médico, afectando duramente a los empobrecidos. Los afroamericanos representan un tercio de la población, pero cargan con el grueso de los fallecimientos relacionados con la Covid-19. Es probable que nunca se conozca la verdadera cifra de muertos por el alto número víctimas indocumentadas. Las fosas comunes en Nueva York son el símbolo de esa extrema crueldad[xi].

La inequidad se afianza con el programa de rescate dispuesto por el gobierno estadounidense, que otorga gigantescos subsidios a las empresas y migajas a los trabajadores[xii]. Dos tercios del incremento del gasto público están destinados a socorrer a las empresas y sólo el tercio restante a compensar a los trabajadores.

Otro impacto de la convulsión es la diferenciación laboral que introduce el nuevo esquema de teletrabajo, actividades indispensables y precarización. Esa distinción afianza un corte entre labores domiciliarias, procesos esenciales a la intemperie (salud, alimentación) y dramático desamparo.

En la casa se desarrollan los trabajos de cierta calificación, en la calle se desenvuelven las tareas rutinarias y en los márgenes sobreviven los informales. Esa diferenciación acentúa una fractura previa, que en muchos países converge con coberturas sanitarias privadas, sindical-cooperativas o públicas.

Las clases dominantes intentarán aprovechar este escenario para profundizar la flexibilización laboral. Buscarán instrumentar la “doctrina del shock”, en el contexto de alto desempleo que la derecha suele utilizar para forzar el achatamiento de los salarios.

La corona-crisis ha puesto de relieve, además, la extraordinaria gravitación del mundo digital. Ese tejido mantiene conectados a millones de individuos en medio de la parálisis laboral. Por primera vez en la historia, más de 1000 millones de persona están confinadas y al mismo tiempo comunicadas.

Ese universo de redes afianza la incidencia de una revolución digital, que en el curso de la pandemia incrementó en 40% el tráfico de datos[xiii]. Las computadoras y teléfonos inteligentes son utilizados no sólo para reorganizar el trabajo. También viabilizan los test y las cuarentenas, mediante el seguimiento de los individuos contagiados, hospitalizados y recuperados.

EL ESPECTRO NEGACIONISTA

El coronavirus ha suscitado reacciones contrapuestas. Los aislamientos sociales que los sanitaristas propician al unísono tienen aplicaciones muy disímiles. La afinidad con el neoliberalismo y la cultura predominante en cada país han sido determinantes de esa implementación.

Entre los derechistas prevaleció desde el comienzo un frontal negacionismo, que incluyó descarnadas justificaciones de índole malthusiana. Varios presidentes propusieron tolerar la expansión del virus para inmunizar a la población, descartando a los ancianos y a los vulnerables. Con esos presupuestos de darwinismo social, el distanciamiento social fue demorado u obstruido en Estados Unidos y Brasil. En el caso inglés, el propio Boris Johnson terminó hospitalizado luego minimizar el alcance de la infección.

Algunos analistas aceptan con toda naturalidad que “morirá mucha gente” y priorizan la continuidad de la actividad económica[xiv]. Otros cuestionan la cuarentena resaltando la baratura del test y advirtiendo que el confinamiento conduce al colapso de la producción[xv]. Pero omiten que se puede implementar el aislamiento social mediante una drástica reorganización de la economía, como siempre ha ocurrido en las situaciones de excepción.

La contraposición entre economía y salud es totalmente falsa. Frente a los cataclismos naturales el funcionamiento de la actividad productiva debe adaptarse a la emergencia, instaurando reglas antitéticas con el libre-mercado.

Los gobiernos occidentales tuvieron a su disposición la experiencia de China y el tiempo suficiente para organizar cuarentenas y pruebas con los reactivos. Pospusieron ambas medidas para no afectar las ganancias de las empresas.

En Italia esa demora condujo a un crimen social. En el área más devastada de Bérgamo no se declaró la cuarentena por presiones de los empresarios, que desconsideraban el peligro forzando la continuidad del trabajo. Esta actitud se mantuvo cuando setenta camiones militares cruzaron la región transportando cadáveres. Sólo las protestas de los trabajadores indujeron al cese de las actividades[xvi].

También en Estados Unidos la patronal ha presionado por la continuidad del trabajo. Con ese objetivo impuso que cualquier limitación laboral sea definida por el Departamento de Seguridad Nacional y no por el Centro de Control de Enfermedades.

La influencia del negacionismo se ha extendido incluso a ciertos ámbitos de la izquierda, que comparten los cuestionamientos a la gravedad del coronavirus. Objetan la implementación de la cuarentena, señalando que la infección se asemeja a una gripe corriente. Estiman que la enfermedad tiene baja mortalidad y que es un error convalidar el pánico que desmorona el sistema hospitalario. Sugieren que la pandemia es un complot de los medios y las empresas farmacéuticas[xvii].

En una mirada semejante, la pandemia es presentada como un invento para justificar la militarización, mediante la transformación de la ciencia en una religión que esclaviza a la población[xviii]. Esta óptica converge con algunas presentaciones de la cuarentena como un desechable método medieval.

Pero la identificación de la pandemia con una maléfica conspiración ha quedado refutada por la extensión y peligrosidad del virus. La OMS ya advirtió que tiene una mortalidad muy superior a la gripe. Al relativizar el daño de la enfermedad se desvaloriza el esfuerzo que despliega la población para preservar su salud. La protección de ese activo distingue a la izquierda y al progresismo de Bolsonaro o Johnson.

DESAPRENSIÓN Y PIRATERIA

También se debate con intensidad las causas del contraste entre países asiáticos, que logran controlar la pandemia y naciones occidentales, que no pueden contenerla. La capacidad exhibida en Oriente para manejar la cuarentena se alimenta del adiestramiento obtenido durante la experiencia previa del SARS. Además, el cumplimiento de la cuarentena tiene raíces en tradiciones amoldadas a ese tipo de disciplina[xix].

 Numerosos analistas han destacado que las normas de cuidado (uso de mascarillas, distancia en el saludo, estricta aceptación de reglas colectivas) fueron rápidamente incorporadas en Oriente y afrontan mayores resistencias en el universo individualista de Occidente[xx].

Quiénes desconocen esa variedad de condicionamientos suelen postular que China controló el virus con métodos totalitarios. Omiten que otros países asiáticos recurrieron a las mismas fórmulas para obtener resultados semejantes. Corea del Sur desplegó, por ejemplo, una supervisión digital de la población para detectar contagios, con modalidades más sofisticadas e invasivas que las ensayadas en China.

El uso de las nuevas tecnologías vulnerando la privacidad de los individuos, incluyó al menos en estos casos un propósito sanitario. Esa motivación es más justificada que el simple espionaje practicado con el auxilio de Cambridge Analítica, para manipular elecciones (Trump) o inducir los resultados de un plebiscito (Brexit).

La variedad de respuestas nacionales a la pandemia retrata en forma categórica la ausencia de coordinación mundial. Esta carencia es la principal diferencia con la crisis del 2008. En la década pasada prevaleció una reacción común de los Bancos Centrales bajo el comando de la Reserva Federal estadounidense y el decisivo sostén de China. Esa cooperación ha sido reemplazada por una reacción inversa de pura regulación nacional y restablecimiento de fronteras, en un clima de sálvese quien pueda. El G 20 ha quedado convertido en un G 0, que sólo intentó una reunión virtual para convalidar la inexistencia de medidas conjuntas.

Esa dislocación es coherente con la total desaprensión que imperó en el debut de la pandemia. Todos los gobiernos relativizaron el peligro, con la misma displicencia que desecharon las advertencias de la OMS (2018)[xxi]. Hubo antecedentes muy contundentes con el SARS (2002-03), la gripe porcina H1N1 (2009), el MERS (2012), el Ébola (2014-16), el zika (2015) y el dengue (2016).

Pero como las grandes empresas farmacéuticas no engrosan sus fortunas con la prevención, los principales programas de investigación de virus fueron desfinanciados por los gobiernos occidentales. El desarrollo de nuevos antibióticos y antivirales es poco redituable, para compañías que se especializan en la venta de medicamentos a los enfermos solventes. De las 18 compañías farmacéuticas más grandes de Estados Unidos sólo 3 desenvuelven investigaciones de alguna índole[xxii].

La primacía de la competencia por negocios lucrativos -en desmedro de la salud pública- ha provocado la indefensión general frente a la pandemia. Esa rivalidad se ha intensificado ahora para dirimir quién descubre primero la vacuna. Europa, Estados Unidos y China disputan ese trofeo para ganar puntos en las futuras patentes. Trump fue más lejos e intentó acaparar las investigaciones sobornando a varios científicos alemanes.

La misma piratería impera en la captura de los apreciados insumos médicos. Los emisarios de distintos países negocian en los aeropuertos la reventa de los productos ya embarcados. Estados Unidos y Francia adoptaron ese comportamiento de corsarios frente a cargamentos destinados a España o Italia. La pandemia ha exacerbado la dinámica brutal e inhumana que rige al capitalismo.

MIRADAS SOBRE CHINA

La localización inicial de la pandemia en China ha sido coherente con el protagonismo de ese país en la globalización y su consiguiente capacidad para exportar alteraciones económicas al resto del mundo. La expansión de la urbanización, las cadenas globales de valor y las nuevas normas de alimentación fue vertiginosa en la nueva potencia asiática. El peso del país en el PBI global trepó más de 30% desde el 2008 y un fuerte pico de sobre-inversión precedió a la crisis actual. La gran penetración del capitalismo en China explica la magnitud de la convulsión en curso.

Esa expansión deterioró también la estructura sanitaria más igualitarista del período previo y afianzó normas de privatización, que sólo fueron relativamente acotadas en los últimos años. Enormes sectores de la población -especialmente migrante- tienen seriamente limitado el acceso a la salud[xxiii]. Estos problemas recobraron actualidad en el debut del coronavirus.

Existe una gran controversia en torno al manejo inicial de China de ese brote. Algunos sectores remarcan el ocultamiento de la infección en Wuhan y la hostilidad oficial contra quiénes resaltaban los peligros de la enfermedad[xxiv]. Otros desmienten ese silenciamiento y resaltan la decidida acción del gobierno para controlar la epidemia. Recuerdan que la secuencia genética del nuevo virus fue inmediatamente compartida con la OMS y afirman que al cabo de varios ensayos y errores, China mostró un camino para enfrentar los contagios[xxv].

La enfática crítica al control represivo en la cuarentena es también relativizada con ejemplos de acción del voluntariado, en un marco de creciente conciencia del problema. En cualquier caso, China comienza a contener la pandemia combinando el cierre total de ciertas localidades, con severas restricciones a la circulación y un distanciamiento social efectivo.

Los gobiernos occidentales observaron con satisfacción y malicia el debut de la pandemia. Esperaban su exclusiva localización en China y el consiguiente debilitamiento del rival asiático.  Aunque ese escenario se ha invertido, las campañas contra el “virus chino” persisten con alocados argumentos[xxvi]. Se afirma incluso que el coronavirus fue creado adrede para afectar a Estados Unidos y Trump sugiere una complicidad directa de la OMS con esa operación.

Pero esos disparates contrastan con la efectividad exhibida por China para lidiar con la infección. Ese logro es complementado con la simpatía que generan las actitudes solidarias. Aviones chinos con equipamiento médico han aterrizado en Italia, España y en muchos países de varios continentes.

Pero esa cooperación no presenta -hasta ahora- la dimensión de una nueva “ruta sanitaria de la seda”. Además, China es una potencia acreedora de muchas naciones auxiliadas y afrontará un serio dilema, si la crisis desemboca en un default general de sus deudores. En esa eventualidad: ¿el gigante asiático aceptará la cesación de pagos?

ESTADOS UNIDOS Y EUROPA

Estados Unidos ha quedado ubicado en el casillero opuesto de su principal rival. Parecía el ganador geopolítico inicial de la corona-crisis y ahora carga con las consecuencias más duras de la pandemia. Las ventajas del comienzo se insinuaron en la gran la afluencia de capitales internacionales que sucedió al temblor de los mercados. Tal como ocurrió en el 2008, el dólar y los bonos del tesoro se convirtieron en los refugios predilectos de los inversores asustados.

El encierro fronterizo apuntala, además, la estrategia del sector americanista, frente a los segmentos globalizados de las clases dominantes estadounidenses. Algunos analistas estiman que el abrupto repliegue hacia actividades económicas auto-centradas favorece el proyecto de Trump[xxvii].

 Pero esos datos promisorios para el magnate han quedado neutralizados por la masa de contagiados. En Estados Unidos se localiza el mayor número de afectados y todos los días Trump improvisa alguna medida, para afrontar un peligro que desechó en forma explicitica. Desmanteló el equipo de resguardos frente a las pandemias del Consejo de Seguridad Nacional y desconoció los resultados de una simulación de ese cataclismo. Ahora no logra articular un plan mínimo para lidiar con el desastre sanitario.

Por esa razón se agravó la grieta interna. Los gobernadores desafían la autoridad presidencial y cada estado reacciona por su cuenta. Mientras California y Washington lograron prevenirse con la adopción temprana de la cuarentana, Nueva York eludió el aislamiento y afronta las terroríficas consecuencias de esa omisión.

Toda la estrategia internacional de Trump ha quedado en suspenso. Nadie sabe cómo seguirá su mercantilismo bilateral y el intento de recomponer la hegemonía estadounidense utilizando la supremacía tecnológica, militar y financiera del país. Las concesiones que el millonario bravucón había logrado de sus competidores volverán a la mesa de negociación.

Pero lo más impactante de la crisis actual es el repliegue internacional de un imperio que abandona su disfraz de auxiliador del mundo. Se ha retirado al autoaislamiento y transmite una imagen de impotencia interna, que socava su autoridad para actuar en el exterior[xxviii].

Algunos analistas estiman que Estados Unidos ha perdido atracción. Ya no es el país que el resto del mundo quiere emular. Remarcan comparaciones con el declive de otras potencias y afirman que atraviesa por el “momento Chernobyl” de la Unión Soviética (1986) o por un equivalente a la crisis de Suez de Inglaterra (1956)[xxix].

Pero habrá que ver si esta evaluación de la coyuntura se corrobora en el largo plazo. Un contundente indicador del declive sería la caída del dólar y la salida de capitales hacia otros destinos. Este viraje marcaría efectivamente un punto de inflexión. Por el momento la pandemia no elimina la primacía militar del Pentágono, ni el lugar de Estados Unidos como principal resguardo imperial del capitalismo.

En Europa la crisis del coronavirus asume proporciones mayúsculas. La Unión ha quedado prácticamente licuada por el torbellino. Mientras se cierran las fronteras dentro de la propia comunidad, los miembros no logran concertar acuerdos mínimos.

Los líderes proclaman que el virus no tiene pasaporte, pero lidian con la pandemia por su propia cuenta. En la disputa por los medicamentos han quedado sepultados todos los principios de colaboración. Alemania niega hospitales a varios socios y ninguno vende remedios al otro.

La financiación de la crisis concentra el principal conflicto. Las reglas neoliberales de ajuste presupuestario han sido archivadas, pero la forma de solventar la fuerte expansión del gasto público, opone nuevamente a las potencias del norte europeo con los afectados del sur.

Italia convoca a emitir “corona-bonos” compartidos por todos los estados. Pero Holanda y Alemania exigen conservar la norma actual de créditos sujetos a repago, mediante severos ajustes internos. Propician para Italia el mismo mecanismo que asfixió a Grecia[xxx].

Salta a la vista las gravísimas consecuencias de ese procedimiento, para un país que aún no controló la tragedia del norte y se prepara para afrontar la expansión del contagio al sur. Lo mismo vale para España que soporta una catástrofe de fallecimiento.

En los dos casos se verifican las terribles consecuencias de los recortes de presupuesto que impuso la política sanitaria neoliberal. La escasez de reactivos y mascarillas es consecuencia de un manejo hospitalario basado en principios de rentabilidad y reducción de costos. Por dónde se lo mire el coronavirus ha reforzado la erosión de la Unión Europea.

II

La primera reacción de los gobiernos occidentales frente la nueva crisis fue la repetición del socorro del 2009. Redujeron las tasas de interés, inyectaron liquidez y  decretaron alivios fiscales. Buscaron aplanar la curva económica como su equivalente sanitaria, para distribuir la caída del PBI en el tiempo.

Pero el remedio de la década pasada tiene efectos muy dudosos en la coyuntura actual. El rescate ya no involucra sólo a los bancos, sino que incluye a incontables áreas de la economía. Dos razones tornan muy difícil el reimpulso del nivel de actividad. La economía ya se encaminaba a la recesión antes del coronavirus y la abrupta paralización de medio aparato productivo tendrá severos efectos acumulativos[xxxi].

Al comienzo de la crisis el grueso de los economistas asoció la gravedad de la convulsión con su duración. Plantearon tres escenarios posibles de menor crecimiento, recesión o depresión. El primer caso sólo implicaba un deterioro del contexto previo, el segundo la recreación de lo sucedido en el 2009 y el tercero un desmoronamiento equivalente a los años 30[xxxii].

Pero en las últimas semanas se precipitó un fuerte desplome de la economía estadounidense que afianza las evaluaciones más sombrías. Las solicitudes del seguro de desempleo han trepado a un ritmo vertiginoso y en pocos días han superado el número alcanzado a la largo de varios meses, durante la convulsión del 2008-2009.

Estos datos preanuncian una lluvia de quiebras que no podría ser contenida con socorros oficiales. Algunas consultoras pronostican un derrumbe del 34% del PBI en el segundo trimestre, que superaría en tres veces y media el peor cómputo desde 1947[xxxiii]. Este panorama induce a múltiples analogías con la gran depresión[xxxiv].

El reciente informe del FMI es igualmente categórico. Estima que el “gran confinamiento” en curso provocará una caída del PBI tres veces superior al 2009. También la OIT considera que la pérdida de 195 millones de puestos de trabajo dejará muy atrás ese antecedente[xxxv].

Todos los debates sobre la eventual intensidad o flaqueza de la futura recuperación han perdido relevancia. En lugar de evaluar si el repunte presentará una forma de V, U o L, la discusión gira en torno a la caída previa. Ya comenzó una fulminante desvalorización de los capitales impactados por la pandemia (turismo, hotelería, transporte) y se dirime su extensión a una incontrolada secuencia de bancarrotas.

La dinámica del temblor económico está a su vez imbricada con el itinerario de la pandemia. Son dos recorridos internacionales que se entrecruzan, impactando a una región tras otra cada 40-50 días. No es un shock uniforme, sino una cadena de conexiones entre zonas afectadas. Lo que comenzó en China y golpeó a Europa ahora afecta en Estados Unidos[xxxvi]. Aunque se descubra rápidamente la vacuna o algún tratamiento efectivo contra el coronavirus, las consecuencias de la convulsión actual serán perdurables.

PLANIFICACIÓN Y REDISTRIBUCIÓN

Ya afloran tendencias que presagian cambios de gran porte. Predomina un nivel de intervención de los estados -con procedimientos análogos a la economía de guerra-que supera ampliamente lo observado en el 2008. Las nuevas regulaciones introducen mecanismos de gestión estatal, con modalidades de planificación más emparentadas con el keynesianismo de oferta que con su par de demanda. En lugar de sostener el poder compra se privilegia el control de los precios, la supervisión del abastecimiento y la producción de los bienes esenciales.

Las normas de mercado pierden primacía frente a disposiciones que inciden en la gestión directa de las empresas. Esa nueva supervisión es indispensable para contener el automático derrumbe que generaría el confinamiento del grueso de los trabajadores en sus hogares.

La intervención estatal precipita incontables conflictos con los capitalistas que especulan con los precios (alcohol en gel), con el desabastecimiento de insumos básicos (artículos de limpieza) o con la negativa a amoldar su actividad a las exigencias sanitarias. El choque de Trump con General Motors y Ford -que retardan la producción y demandan altos precios por los respiradores- es un ejemplo de las nuevas tensiones.

La regulación estatal es una exigencia de la pandemia que puede intensificarse si se generalizan las quiebras. La economía de guerra suele implicar una presencia directa de los gobiernos en la gestión de las firmas. Muchos analistas recuerdan que esa incidencia fue dominante, cuando el gasto público escaló del 8-10 % del PBI (años 30) al 40% en 1942-45.

Mientras que la planificación de la oferta despunta objetivamente como una respuesta a la crisis, la redistribución del ingreso es explícitamente rechazada por los principales gobiernos occidentales. No adoptan medidas significativas para garantizar los empleos, sostener los salarios o proteger a los desamparados. En este terreno, todos los anuncios son insuficientes en comparación a los socorros ofrecidos a los capitalistas.

Las medidas requeridas para que la crisis sea solventada por los poderosos, no dependen sólo de la magnitud de la convulsión. Exigen una fuerte influencia de la lucha social o la eventual existencia de gobiernos progresistas. Ya existen fuertes voces en esa dirección en torno a dos demandas: la implantación de una renta básica universal que asegure la supervivencia de toda la población y la introducción de significativos impuestos a las grandes fortunas.

Esas propuestas toman en cuenta que el nivel de consumo no ha incidido en el desencadenamiento de la crisis, pero sería determinante para contener los efectos del desplome. Sin una drástica redistribución de ingresos resultará será muy difícil emerger del desmoronamiento que se avecina. Al igual que la planificación de la oferta, la reducción de la desigualdad social no es incompatible con la continuidad del capitalismo, pero su conquista implicaría una dinámica muy crítica para el sistema actual.

TRES COMPARACIONES CON EL PASADO

La comparación del escenario en curso con tres procesos de principios del siglo XX permite clarificar ciertas singularidades de la corona-crisis. En primer lugar, la pandemia actual ha sido contrastada con la gripe española, que empezó en Estados Unidos y Europa en 1918 y alcanzó su cenit en la India en 1920. En este último país se produjo la mayor parte de los 30 o 50 millones de fallecidos que causó esa infección.

Ese atroz número de víctimas marca una diferencia sustancial con la pandemia actual. La distancia es aún mayor con la peste negra del Medioevo, que costó la vida a un tercio (o la mitad) de la población europea.

El abismo entre la protección actual de la vida humana y esos precedentes históricos es muy indicativo del avance de la ciencia. En un marco de significativo aumento de la esperanza de vida y extraordinarias mejoras nutricionales, la brecha entre contagiados y fallecidos por el coronavirus distingue al siglo XXI de las devastadoras pestes del pasado.

El capitalismo es un sistema de explotación que degrada a los asalariados, pero está sometido a fuerzas democratizadoras e importantes presiones para preservar la fuerza de trabajo. Por esa razón, ciertas normas de la salud pública están incorporadas al funcionamiento de los estados.

En los hechos, no hay espacio para el darwinismo social, ni para las provocadoras sugerencias de consumar la reforma previsional, acelerando la muerte de los ancianos. Salvaguardar vidas es la principal preocupación del grueso de la sociedad.

La segunda comparación con la internacionalización económica de principio del siglo XX es igualmente relevante. Ese período de mundialización es frecuentemente citado como el gran antecedente de la globalización actual. Quiénes consideran que la internacionalización es un proceso cíclico (y por lo tanto carente de novedad) suelen resaltar ese precedente.

Pero a diferencia de lo ocurrido en esa época, la globalización de las últimas cuatro décadas desbordó la órbita comercial y financiera. Incluyó a la actividad productiva y al consumo y por eso generó un conflicto con la ausencia de mundialización del sistema sanitario. Esa contradicción es un desequilibrio contemporáneo totalmente ajeno a las tensiones del siglo pasado.

El carácter inédito de la pandemia justamente radica en la velocidad y el contagio que impusieron la globalización, la urbanización y la industrialización de los alimentos. El coronavirus estalló al compás de cadenas globales de valor y formas masificadas de turismo, que eran inexistentes a principio del siglo XX.

El tercer contrapunto con esa época se localiza en la gran guerra de 1914-18, que antecedió en forma inmediata al estallido de la gripe española. Ese entrelazamiento fue tan estrecho, que el número de muertos por la pandemia quedó diluido entre los fallecidos durante la contienda bélica. El traumático recuerdo de la Primera Guerra subsumió la impresionante devastación de la infección.

Esa conexión está ausente en la actualidad y realza la distinción entre una calamidad actual y una guerra[xxxvii]. Por esa ausencia de contexto bélico general, el imperialismo sólo opera como fuerza subyacente de la crisis en curso. Las distintas potencias definen estrategias de acción y no programas bélicos.

Estados Unidos se mantiene replegado sin consumar en forma directa acciones militares externas. Las guerras regionales y las acciones sub-imperiales mantienen las tonalidades precedentes y los nuevos despliegues de tropas cumplen más funciones de auxilio que de matanza.

INTERROGANTES POLÍTICOS

La comparación con las primeras décadas del siglo XX plantea la gran pregunta del momento: ¿desembocará la crisis en una depresión equivalente a 1930? Hubo muchos presagios de esa repetición que no se verificaron durante el temblor del 2008. Pero ahora existen desequilibrios de mayor porte que tornan más creíbles esa amenaza. Los próximos indicadores de caída del PBI, desempleo y nivel de quiebras resolverán el interrogante.

El giro hacia la planificación de la oferta y la redistribución de ingresos no fue en el pasado un mero corolario del desmoronamiento de la economía. Derivó de grandes guerras e impactantes revoluciones. Las determinaciones políticas que signarán el curso actual son desconocidas, pero seguramente estarán condicionadas por el desenlace de la lucha social y la preeminencia de salidas derechistas o progresistas a la crisis.

Las variantes derechistas están a la vista. Dos componentes del neoliberalismo han quedado muy afectados por la conmoción actual. El modelo económico de libre-mercado sufre el embate de la intervención estatal y la ideología de las privatizaciones afronta la revalorización de la salud pública.

Pero un tercer pilar del neoliberalismo se mantiene en pie y podría reforzarse, si el capital retoma su ofensiva sobre el trabajo. El inminente recorte de los salarios y la eventual ampliación del teletrabajo anticipan esa posibilidad. Ya hay empresas que se expanden en la cuarentena con normas de aguda flexibilización laboral (Walmat, Amazon)[xxxviii].

Una modalidad de neoliberalismo con mayor presencia del estado rige desde hace tiempo en Alemania (ordo-liberalismo) y la ultraderecha anglosajona propicia otra mixtura, con ingredientes chauvinistas (retro-liberalismo). Mantienen las denuncias del “contagio chino”, retomando la vieja tradición reaccionaria de identificar las enfermedades con alguna nacionalidad desvalorizada. Frente a esa estigmatización, algunos autores recuerdan que la gripe española no se originó en la península ibérica. Fue transmitida por los pollos a los soldados en una base militar estadounidense de Kansas[xxxix].

El principal problema que afrontan las salidas derechistas es el descrédito de líderes, que batieron todos los récords de irresponsabilidad en el manejo de la pandemia. Trump se burlaba del virus y Johnson lo desafiaba estrechando manos hasta que fue internado en terapia intensiva.

La ultraderecha europea tiene ahora la posibilidad de propiciar el rehuido divorcio con el euro, pero no está claro cómo asociará la pandemia con su campaña contra la inmigración. La transmisión del virus ha sido un resultado de la globalización de la producción y del consumo y no un efecto de la movilidad de la fuerza de trabajo. El contagio provino de los viajeros y no de los refugiados.

A diferencia de las opciones reaccionarias, aún no se vislumbra cuáles serían los canales de gestación de una salida progresista. Pero esa oportunidad cobra fuerza con nuevas demandas, en un escenario trastocado. La protección de los trabajadores frente a la pandemia y el acceso igualitario a la salud se ubican al tope de esas exigencias. En muchos países ya se discute la nacionalización del sistema sanitario.

En las evaluaciones de más largo plazo se ha instalado un clima de gran especulación, para desentrañar qué sucederá cuando concluya la corona-crisis. El grueso de los futurólogos desliza todo tipo de predicciones, presuponiendo que el capitalismo saldrá indemne. Reflexionan sobre el “día después” sin saber cuál será la intensidad de una conmoción que recién se inicia[xl]. Con la habitual inconsistencia del periodismo cortesano disparan opiniones sobre un estadio posterior, ignorando lo que sucederá antes.

DILEMAS TEÓRICOS

La evaluación de ciertos dilemas previos a la pandemia permite evitar los dislates de la futurología. La principal incógnita retoma la misma disyuntiva del 2008. ¿Quedará cerrada la etapa que puso en pie al capitalismo globalizado, digital, precarizador y financiarizado de las últimas cuatro décadas? El gran temblor de la subprime no condujo a esa clausura y sólo renovó una variante del mismo ciclo. ¿Se avecina otro reciclaje o el fin del modelo actual?

La respuesta convergerá con la definición de la continuidad o freno de la mundialización. Los indicios de desglobalización que ya se avizoraban en el declive del comercio mundial han derivado en un abrupto escenario de encierro nacional y revalorización del mercado interno. Todos los países se repliegan. ¿Pero es un viraje temporario o perdurable? ¿Serán desmanteladas las cadenas globales de valor? ¿Cómo podría fragmentarse un mundo digital que enlaza al grueso del planeta?

Otro interrogante involucra al desenlace de la pugna entre gigantes que opone a Estados Unidos con China. La mayor parte de los augurios presenta a la potencia asiática como ganadora de esa partida. Esa evaluación registra el traslado del epicentro de la pandemia a Norteamérica y el impactante envío de ayuda humanitaria de China a su principal rival. Ese cargamento tiene contundentes efectos simbólicos.

Pero los llamativos episodios del coronavirus no zanjan el resultado de la batalla entre ambos contendientes. Lo que está en juego es el escenario de la disputa. Estados Unidos y China confortaban en torno a dos tipos de globalización, que ahora podrían asumir otro significado.

Si ese choque desemboca en definiciones quedaría también esclarecido el proceso de desarrollo desigual y combinado, que condujo a China escalar posiciones aprovechando las “ventajas del que llegó tarde”. Un desenlace clarificaría si esa dinámica ha beneficiado (como Alemania en el siglo XIX) o perjudicado (como Alemania en el siglo XX) al país.

La pandemia también reavivará los irresueltos debates sobre las ondas largas. La corona-crisis ilustra un típico caso de shock externo, que afecta al conjunto de la economía. Pero ese impacto no esclarece el escenario subyacente. Si la etapa en curso está signada por una onda descendente: ¿se refuerza la misma caída? Si por el contrario el contexto era ascendente: ¿se inició un viraje contrapuesto? Y si la dinámica de los movimientos largos estaba extinguida: ¿renació la vieja secuencia?

Las grandes crisis suelen aportar respuestas a las incógnitas teóricas de los períodos previos. Por el momento esos interrogantes están abiertos. Precisar las preguntas permite contar con una brújula para definir los problemas a resolver.

SUSPENSIÓN DE LA LUCHA, IDEOLOGÍA DEL PÁNICO

Es evidente que la pandemia ha generado efectos coyunturalmente adversos para todas las organizaciones populares. Desarticula su funcionamiento, obstruye la deliberación, impide las asambleas y anula las movilizaciones. Con las calles vacías se ha obturado el principal canal de las protestas.

La desmovilización se ha impuesto por un camino impensable, al cabo de un año de impetuosas acciones populares que tendían a converger a escala global. Esas luchas callejeras han quedado transitoriamente neutralizadas por el encierro que exige la cuarentena. Los aplausos y los ruidazos desde los balcones no reemplazan la contundencia de cualquier marcha.

Ese freno de los reclamos afecta en mayor medida a los protagonistas de las protestas. Los trabajadores precarizados -que en todo el mundo hicieron oír sus demandas en la calle- no cuentan ahora con el relativo refugio del teletrabajo. Tampoco forman parte del proletariado requerido para los servicios básicos.

La lucha de clases que había retornado con creciente intensidad en el 2019 ha quedado suspendida. Su reaparición está fuera de duda, pero se ha creado una incógnita en torno a las fechas y formas de ese resurgimiento. Los fuertes reclamos para exigir en la cuarentena, licencias pagas y equipos de protección personal anticipan el tono de las próximas batallas.

Frente al peligroso alcance de la pandemia se ha instalado un comprensible temor en toda la población. Ese miedo también desata psicosis de peste que socavan la racionalidad de las respuestas. Los medios de comunicación contribuyen a potenciar el pánico, al combinar el ocultamiento de los problemas con el estímulo del terror colectivo.

La tiranía que ejerce la hipertelevisión en el enclaustramiento multiplica esos temores. Diluye la frontera entre ficción y realidad, en una descarnada batalla por el rating que induce a sobreactuar la presentación de las noticias[xli].

Se ha desatado una competencia de tinte deportivo, para informar cómo evoluciona el ranking de países en la medición de contagios, fallecidos y recuperados. Con ese espectáculo se potencian los miedos y se obnubila la crítica. La combinación de esa artillería mental con las fakenews de la redes obstruye la reflexión y el registro de la responsabilidad del capitalismo en la crisis.

El clima ideológico de pos-verdad y cinismo que imperó en los últimos años ha perdido primacía. Se ha disuelto la atmosfera de quietud que facilitaba ese descreimiento. El nerviosismo y la ansiedad que provocan el coronavirus obligan a recrear ciertas pautas de verosimilitud.

Pero la ideología de la clase dominante no exhibe directrices nítidas. Bajo el impacto de un gran shock, muchos liberales simplemente explicitan su pánico y transmiten pronósticos apocalípticos[xlii]. El catastrofismo se ha transformado en un credo de sectores asustados del mainstream, que sintoniza con ficciones de Hollywood y distopías de una sociedad sin contacto físico.

Es muy inconveniente apuntalar esa sensación desde la izquierda, con discursos que potencian el susto, la inacción o la impotencia. Los mensajes formalmente realistas de un próximo colapso son contraproducentes si intensifican el pesimismo.

Esa desazón aumenta con los presagios de totalitarismo o inexorable triunfo de la “doctrina del shock”, que se propagan previendo mayores sufrimientos de la población y posteriores recomposiciones del status quo.

Esas miradas omiten que la conmoción actual también genera oportunidades para un gran cambio, si la resistencia popular encuentra caminos para forjar alternativas de izquierda. No existe ningún destino predeterminado que imposibilite ese curso. En el comienzo de la crisis sólo prevalecen nuevas disyuntivas e imprevisibles desenlaces[xliii].

Es cierto que existe un gran peligro de militarización. La presencia de gendarmes en las calles, no sólo se multiplica para garantizar el cumplimiento de la cuarentena. Además, existe un enorme avance de la vigilancia informática para supervisar el mapa de los infectados, que podría ser posteriormente utilizado para otros fines.

Pero la complejidad del problema radica en que la superación de la pandemia exige el estricto cumplimiento de las normas. Por eso resulta indispensable distinguir en cada situación, los atropellos policiales de la protección de la salud pública. Es tan incorrecta la justificación de cualquier acción de las fuerzas de seguridad, como la exaltación de un liberalismo ingenuo que impide actuar en situaciones sanitarias de excepción.

REVALORIZACIÓN DE LA SALUD PÚBLICA

Es importante registrar los elementos positivos del nuevo escenario. El más relevante es la revalorización de la salud pública. La pandemia ha demolido la creencia liberal, que atribuye a cada individuo la responsabilidad de su propia salud y propicia la conveniencia de gestionarla con un buen contrato de riesgo.

Esa tontería privatista ha quedado desmentida por el coronavirus. Se ha corroborado la inconsistencia de un régimen epidemiológico individualizado, que sólo puede responder a las necesidades corrientes. En todos los países se verifica que la salud es un bien público indispensable para la defensa del cuerpo social frente a las enfermedades[xliv].

La ideología neoliberal ha quedado muy golpeada en sus principios de individualismo, competencia y mercado. Ahora impera la necesidad de reglas opuestas de mayor presencia del estado, creciente regulación y primacía de la acción comunitaria.

La pandemia está provocando un terremoto conceptual entre los pregoneros de la privatización de la salud. Salta a la vista que ese sistema es totalmente inoperante en las emergencias sociales. Al igual que el sistema bancario se desmorona en los momentos críticos.

Esa verificación se corrobora en los países que han puesto sobre la mesa, la reconstrucción de un sistema sanitario estatal accesible a toda la población. En Irlanda se introdujo el status público de los hospitales privados. El gobernador de Nueva York ordenó utilizar los respiradores de los sanatorios de altos ingresos. La demanda de nacionalizar el sistema gana adeptos, especialmente en las naciones que continuaron cobrando los test cuando la pandemia ya había estallado.

Las incontables iniciativas de cooperación constituyen otro elemento positivo. Voluntarios que participan en el auxilio de los adultos mayores, organizaciones sociales que colaboran en el sostenimiento de la cuarentena, jóvenes que fabrican imaginativos protectores del contagio, cooperativas que se reconvierten para producir mascarillas. El reconocimiento y aplauso cotidiano a la heroica función que cumplen los médicos y enfermeros corrobora ese resurgimiento del sostén colectivo a una labor comunitaria.

En el terreno internacional esa revalorización de la acción solidaria está particularmente encarnada en el ejemplo de los médicos cubanos. Nuevamente los gestos de solidaridad provienen de un país que ofrece socorros, en lugar de encerrarse en su propia protección.

Cuba es una pequeña nación de la periferia que auxilia a las economías desarrolladas. Sus gestos retratan la contraposición entre el egoísmo y hermandad. Frente a la prohibición de exportar artículos medicinales que dispuso la Unión Europea, Italia solicitó ayuda a Cuba (y a China) que respondieron de inmediato.

Las redes sociales pueden convertirse en el gran canal de la nueva sensibilidad cooperativa que despunta con el coronavirus. Cumplieron un papel central en el entrelazamiento de las protestas globales del 2019 y ahora podrían conformar el tejido requerido para construir la respuesta popular al desastre capitalista.

EL BARÓMETRO DE LA ACCIÓN POLÍTICA

Numerosos movimientos populares han difundido programas para enfrentar la conmoción actual. Todos comparten propuestas de alcance mundial, frente a una calamidad que exige respuestas en ese plano. El perfil internacional retoma la tradición de los foros sociales de la década pasada y de dos movimientos de gran peso (feminismo y ecologismo) que actúan en el orden planetario. En los hechos todas las plataformas combinan demandas con un doble destinatario. Hay exigencias inmediatas dirigidas a los estados nacionales y propuestas que reclaman acciones a nivel mundial[xlv].

Todos los planteos enfatizan, ante todo, la necesidad de garantizar la cuarentena y la vida de la población. Resaltan la imperiosa urgencia de realizar los test al mayor número de personas, para actuar con eficacia en la contención del contagio. La protección de los trabajadores implica en muchos casos el derecho a permanecer en los hogares, con el pago integral del salario.

También se postulan medidas de centralización, intervención o nacionalización de la actividad sanitaria, junto a la supresión de la propiedad intelectual en el campo de la medicina. Se convoca a recaudar recursos con impuestos a las grandes fortunas y se exige la condonación de las deudas de la periferia.

Los programas propician, además, la suspensión de los desalojos y la introducción de un ingreso universal significativo. Es el momento oportuno y necesario para introducir la renta básica. La pandemia ha demostrado también la imperiosa necesidad de un cambio radical en la producción de alimentos. Son indispensables las formas cooperativas y el protagonismo estatal, para reducir las infecciones que genera el agro-negocio.

La crisis ha incentivado una nueva demanda de explicaciones que relacionen la pandemia con el capitalismo. Ahora se verifica que nuestras vidas son más importantes que las ganancias de los millonarios y que el capitalismo es la verdadera amenaza que afronta la sociedad.

Pero la batalla por la salud contra el lucro es una lucha política que no se procesa con declamaciones. El capitalismo no declinará por el simple efecto de la pandemia, ni desaparecerá en forma espontánea para abrir senderos de reinvención del comunismo[xlvi].

Dos siglos de experiencia confirman que el sistema actual no colapsa por sus propios desequilibrios. Sólo puede ser erradicado a través de la acción de los trabajadores. Las transformaciones sociales se nutren de intervenciones populares cohesionadas en torno a programas, proyectos y estrategias políticas.

El coronavirus no es el fin del mundo, pero podría dejar atrás el modelo de las últimas cuatro décadas. Ese desemboque requiere penalizar la codicia y premiar la solidaridad.

Notas:

[ii] Un panorama de esta tensión en: Husson, Michel. Neoliberalismo contaminado, 02/04/2020, https://vientosur.info/spip.php?article15793. Toussaint,  Eric. La pandemia del capitalismo, el coronavirus y la crisis económica, 20-3-2020, https://www.cadtm.org

[iii] Moody. Kim, Cómo el capitalismo del “just-in-time” propagó el Covid-19, 12-4-2020, https://www.laizquierdadiario.com

[iv] Ribeiro, Silvia. Coronavirus, agro-negocios y estado de excepción, 11-3-2020, http://www.redeco.com.ar

[v]VVAA, COVID-19 y los circuitos del capital,15/04/2020, https://vientosur.info/

[vi] Wallace, Rob. La agroindustria está dispuesta a poner en riesgo de muerte a millones de personas, 11/03/20, https://www.soberaniaalimentaria.info

[vii] Harvey, David. Política anticapitalista para la cuarentena, 27-3-2020, https://rebelion.org/

[viii]Un señalamiento semejante en: Badiou, Sobre la situación epidémica, 27-3-2020, http://lobosuelto.com

[ix]Ver: Boron, Atilio. La pandemia y el fin de una era, 3-4-2020. https://www.clacso.org, Saad Filho, Alfredo, 15-4-2020. Coronavirus, Crisis, and the End of Neoliberalism http://ppesydney.net

[x] Gines, Armando. Distorsiones y mentiras a propósito del coronavirus, 24-3-2020. https://www.alainet.org/es/articulo/205444, Bouamama, Said Autopsia de la vulnerabilidad sistémica de la globalización capitalista 17/04/2020, http://www.lacasademitia, Hanieh, Adam This is a Global Pandemic 27-3-2020, https://www.versobooks.com/blogs/4623

[xi] Goodman, Amy, Moynihan, Denis. Elecciones y movimientos populares en tiempos de pandemia, 10-4-2020 https://www.democracynow.org/es

[xii] Reich, Robert- Moralmente repulsivo cómo las corporaciones están explotando esta crisis, 26-3-2020 https://rebelion.org

[xiii]Giménez Paula, Trabucco Emilia. La universalización del encierro: del aislamiento a la liberación 26/03/2020  https://rebelion.org

[xiv]Friedman Thomas Es hora de pensar si hay una alternativa mejor que cerrar todo, 26-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xv] “Un Nobel de Economía propone testeos masivos para frenar el coronavirus” 29-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xvi] Sidera, Alba Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar, 10/04/2020. https://contrahegemoniaweb.com.ar, Turigliatto Franco Italia: hacia la crisis social 02/04/2020 https://vientosur.info/spip.php?article15800

[xvii] Aymat, Javier. La histeria interminable,  27-3-2020, https://www.infobae.com

[xviii]Agamben, Giorgio. La invención de una epidemia, 27-2-2020 https://ficciondelarazon.org/2020/02/27, Agamben, Giorgio. Reflexiones sobre la peste, 27-3-2020 https://lavoragine.net

[xix] Poch de Feliu Rafael. El Imperio y el Capital no cierran en domingo, 21-3-2020, https://rafaelpoch.com

[xx] Corradini, Luisa. Coronavirus: respetar las medidas de confinamiento, 22-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xxi]Capdevila, Inés, El mundo después de la pandemia: cuatro preguntas que lo definirán, 22-3-2020. https://www.lanacion.com.ar/  Tanuro, Daniel. Ocho tesis sobre el Covid-19 10/03/2020 https://vientosur.info/spip.php?article15700

[xxii] Roberts. Michael. Confinados, 28-3-2020 https://www.sinpermiso.info/textos/

[xxiii]Colectivo Chaung, Contagio social: guerra de clases microbiológica en China Resumen Latinoamericano, 27-3-2020 https://www.resumenlatinoamericano.org/

[xxiv] Lin, Kevin. Cómo China contuvo la Covid-19 y el peligroso mundo que nos espera, 03/04/2020 https://vientosur.info/spip.php?article15812

[xxv] Du Xiaojun, Vijay Prashad e Weiyan Zhu. El papel de China ante el “corona shock”, 3-4-2020, https://www.brasildefato.com.br/

[xxvi]Sorman Guy «El gran perdedor con esta pandemia va a ser China», 6-4-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xxvii] Haass, Richard. The Pandemic Will Accelerate History Rather Than Reshape, 7-4-2020, https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-04-07

[xxviii] Deyoung Karen; Sly Liz; Birnbaum, Michael. Con su aislacionismo, EE.UU. podría perder el liderazgo global, 28-3-2020, https://www.lanacion.com.ar/

[xxix]Cockburn, Patrick. El “momento Chernobyl” de Trump Estados Unidos podría perder para siempre su posición de superpotencia mundial, 03/04/2020 https://rebelion.org

[xxx] Coronavirus en Europa, 8-4-202, https://www.clarin.com/mundo.

[xxxi]Roberts, Michael. Fue el virus, 18-3-2020, http://www.laizquierdadiario.com

[xxxii] Ocampo, Emilio. El impacto económico del coronavirus, 16-3-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xxxiii] Henwod, Doug. Esta recesión puede ser peor que la de comienzos de los años 30, 05/04/2020, https://www.sinpermiso.info/textos

[xxxiv] Reinhart, Carmen. «No se veía una crisis en la economía mundial así desde la Depresión del 30», 4-4-2020, https://www.clarin.com/economia

[xxxv] Página 12, 15-4-2020, 8-4-2020.

[xxxvi] Roberts, Michael ¿Una economía de guerra? 5-4-2020, https://kaosenlared.net/

[xxxvii] Resaltan esa diferencia: Alba Rico, Santiago, Herrero, Yayo ¿Estamos en guerra?, 24-3-2020 https://rebelion.org, Fakahany, Tamer. Pandemia de cornavirus, 26-3-2020.https://www.clarin.com/mundo/

[xxxviii] Halimi Serge. COVID-19, y la vida cambió ¡Ahora mismo! 10/04/2020 https://rebelion.org/ahora-mismo

[xxxix] Du Xiaojun, Vijay Prashad e Weiyan Zhu. El papel de China ante el “corona shock”, 3-4-2020 https://www.brasildefato.com.br/

[xl] Un experto en ese tipo de elucubraciones es Oppenheimer, Andrés. El impacto regional del coronavirus, 7-2-2020https://www.elnuevoherald.com/opinion

[xli]Natanson, José. Coronavirus e hipertelevisión, 28-3-2020/www.pagina12.com.ar

[xlii] Wolf, Martín «Es una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas», 1-4-2020 https://www.lanacion.com.ar

[xliii] Una visión semejante en Gindin, Sam. The Coronavirus and the Crisis This Time 10, 2020 https://socialistproject.ca/2020/ https://socialistproject.ca/2020/04

[xliv]Bihr, Alain. Por la socialización del aparato de salud, 21-3-2020, https://www.sinpermiso.info/textos

[xlv]A la luz de la pandemia global, pongamos la vida antes que el capital,.

Asamblea internacional de los pueblos e Instituto Tricontinental de Investigación Social, 21-3-2020. https://www.sinpermiso.info/textos

[xlvi] Como parece sugerir Zizek Slavoj. El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill…,18-3-2020 http://esferapublica.org/nfblog

Fuente e imagen: https://rebelion.org/la-pandemia-que-estremece-al-capitalismo/

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Fernanda Saforcada: La privatización educativa se realiza también con fines ideológicos y políticos

Por: CLADE.

En la segunda parte de la entrevista a la CLADE, investigadora profundiza en los motivos y consecuencias del proceso de privatización de la educación superior en la región.  

“Hay un interés estratégico y político por encontrar los modos de tener mayor injerencia en la educación, y uno de los modos es sacarla del Estado”, explica la investigadora argentina Fernanda Saforcada, en esta segunda parte de una entrevista sobre las tendencias hacia la privatización y mercantilización de la educación superior en América Latina y el Caribe.

Fernanda: “Hay un interés estratégico político por encontrar los modos de tener mayor injerencia en la educación, y el modo de tener mayor injerencia en la educación es sacarla del Estado”. Foto: conadu.org.ar

Al lado de Daniela Atairo, Lucía Trotta y Aldana Rodríguez Golisano, Fernanda Saforcada elaboró el informe “Formas de privatización y mercantilización de la educación superior y el conocimiento en América Latina”, el cual analiza las tendencias, los matices e impactos de esta temática para el derecho a la educación, en ámbito regional.

En esta parte del diálogo, Fernanda profundiza en los motivos y consecuencias del proceso de privatización de la educación superior en la región.

“Una educación que tiene como única finalidad conseguir recursos económicos con costos bajos, y además políticamente sirve a ciertos sectores que no quieren que haya una población más educada. Se resuelve la demanda de la educación superior y también su interés en que no haya más educación”, así explica las intenciones de empresas con fines de lucro, que cada vez más invierten en la educación superior privada, como un negocio.

Lee más a continuación.

La investigación cita la tendencia hacia un borramiento de la frontera entre lo público y lo privado en la región. ¿Puede explicar cómo y por qué se da este proceso?

Fernanda Saforcada –  Nosotras hablamos de este borramiento entre lo público y lo privado por algunas cuestiones que emergieron en la investigación. La primera tiene que ver con cómo jurídicamente se deja de hablar de educación pública y educación privada, y se habla de educación en general. Luego, se distingue si la gestión es estatal o particular, como si fuese solamente un tema de gestión. Lo que está por detrás es el interés en hacer parecer que toda la educación es pública, incluso la privada. Esto se observa en todos los niveles educativos y también en la educación superior.

“El primer borramiento entre lo público y lo privado se da en cómo jurídica, cultural o simbólicamente, se tiende a desplazar el sentido de lo público, pensando que dentro de lo público hay gestión estatal y gestión privada”

En ese sentido, está presente la idea de que lo privado también es público porque estas universidades finalmente sirven o tienen “fines públicos”, “hacen un servicio público” y, por lo tanto, no se pueden pensar como cualquier otra entidad privada.

Entonces, el primer borramiento entre lo público y lo privado se da en cómo jurídica, cultural o simbólicamente, se tiende a desplazar el sentido de lo público, pensando que dentro de lo público hay gestión estatal y gestión privada.

La segunda cuestión, que va de la mano a la anterior, es el planteamiento de que la distinción público versus privado no tiene sentido, pues dicen que las universidades privadas más tradicionales son iguales a las universidades públicas. Se afirma que lo que habría de distinguirse es si son comerciales o no comerciales, o si son de calidad o no. En algunos países, aparece la distinción entre universidades con y sin fines de lucro.

Lo que sostenemos es que estas son distinciones que se pueden hacer, pero que eso no implica dejar de tener presente la distinción entre universidad pública y universidad privada; no implica que tenga valor, y muy importante, en términos de regulación del sistema esta distinción entre público y privado.

En la investigación, nos propusimos reconstruir las trayectorias de la privatización en los distintos países, y esto todavía está en proceso, ya que solamente publicamos la primera etapa. Pero, cuando uno mira a esas trayectorias de la privatización, lo que encuentra es que la primera ola de privatización se produce a mediados del siglo pasado y, sobretodo, por la acción de la Iglesia Católica. En esta primera ola, la mayoría de las instituciones privadas que se abren fueron universidades confesionales.

Poco tiempo después, en el marco del desarrollismo, se abren algunas universidades privadas con una fuerte orientación técnica, pero pocas. A fines de los 1980 y comienzo de los 1990, aparece la privatización de instituciones. Entonces, vemos que las universidades privadas que surgieron con anterioridad buscan distinguirse de las que aparecen en los 1990. Se plantea que ya no hay sentido en hablar de público o privado, sino que se debe distinguir entre las universidades tradicionales y las nuevas, o entre universidades comerciales y no comerciales, de calidad y sin calidad. Se plantea que las nuevas universidades no tienen calidad.

“Cuando hablamos de privatización, no hablamos solamente en términos económicos, sino también en términos ideológico-políticos. Cuando hablamos de instituciones privadas en materia educativa, superior o básica, no solo se habla en instituciones privadas con interés comercial o económico, sino que muchas veces el interés es prioritariamente ideológico o filosófico-político”

Desde nuestra perspectiva, dichas distinciones no quitan la importancia de diferenciar entre lo público y lo privado en términos de la forma cómo se regula el sistema.

Cuando hablamos de privatización, no hablamos solamente en términos económicos, sino también en términos ideológico-políticos. Cuando hablamos de instituciones privadas en materia educativa, superior o básica, no solo se habla en instituciones privadas con interés comercial o económico, sino que muchas veces el interés es prioritariamente ideológico o filosófico-político.

Por ejemplo, en las universidades confesionales, puede ser que haya una captación de recursos, pero el interés no pasa por el recurso económico, el interés primordial tiene que ver con la formación de subjetividades, acordes a un cierto ideario, doctrinario, ideológico. Entonces, somos muy enfáticas en la importancia de pensar la privatización en esta doble dimensión.

Entendemos la privatización como proceso por el cual un sistema, un conjunto de instituciones se orientan al sector privado, o pasan a regirse por el sector privado, sea por sus objetivos o por sus formas de funcionamento económico o ideológico-político.

En dicha equiparación entre lo público y lo privado, desaparece esta lógica y parece que la diferencia entre público y privado solo tiene que ver con lo comercial y no comercial, o con las formas de financiamiento. Planteamos lo contrario, pues las universidades son privadas porque funcionan de acuerdo a los intereses e ideario de un sector particular.

Estas cuestiones, que son de corte más simbólico y político, tienen también una expresión material en el borramiento entre lo público y lo privado, como estrategia. Esta fue la manera que encontraron en muchos países, para redirigir fondos públicos – que históricamente eran invertidos exclusivamente en el sector público universitario – al sector privado.

En este siglo, y sobre todo en los últimos cinco o seis años, fondos de investigación que antes solo se otorgaban mediante concursos u otros dispositivos de distribución, a investigadoras/es de universidades o centros de investigación públicos, empiezan a ser distribuidos de acuerdo al criterio de la “calidad” incluyendo sector público y privado. Lo que plantean estas políticas es que lo que importa es la calidad del proyecto de investigación o de los investigadores/as. No se habla sobre público-privado. Cualquier investigador puede concurrir a estos fondos, sea de universidad pública o de universidad privada. Lo mismo pasa con las becas para la formación de postgrado, investigación, o sistemas de incentivos a investigadores.

Lo que encontramos es que hay una masa de recursos muy sustantiva que antes solo iba al sector público, y que este borramiento entre público y privado, y el desplazamiento a otras lógicas de distinción entre instituciones, habilitan a que una parte sustantiva de esos recursos se dirija al sector privado.


¿Cuáles son las principales diferencias entre los modelos público y privado en la educación universitaria latinoamericana, en materia de acceso, calidad, equidad, inclusión, etc.?

Fernanda Saforcada – Creo que la gran diferencia tiene que ver con lo que construye políticamente uno y otro, incluso más allá de lo que efectivamente se enseñe o se investigue dentro de estas instituciones. La idea misma de lo público – pensado como bien común -. en términos simbólicos y políticos, es bien potente. Me parece que eso es parte de cómo se construye, cultural y simbólicamente, al servicio de otras perspectivas políticas.

Cuando empezamos a analizar caso a caso, por supuesto, que uno encuentra muchas contradicciones. En Brasil, el sector público universitario es identificado como de mayor calidad y donde se produce casi la totalidad del conocimiento, en términos de proceso de investigación. Pero, la condición para ingresar a la universidad es la selectividad, aunque haya sido tensionada con las políticas de cupos para personas negras, indígenas y con menos ingresos. O sea, se sigue construyendo la idea de una distinción entre quienes merecen, o no, estar en la universidad pública. Por supuesto, que defendemos la universidad pública, pese a los procesos de selectividad que, desde mi punto de vista, van a contramano del derecho a la educación.

Esta es la universidad pública donde existen algunos elementos muy importantes que hacen a lo público, pero además es donde existe la potencia de construir algo distinto. Por eso, la privatización me preocupa más en términos ideológicos y políticos, que en lo económico.

Por otro lado, están las universidades de bajo costo, que son un problema en Brasil y Perú, por ejemplo. No es algo que ocurra en todos los países, pero son instituciones que están ofreciendo una formación muy débil en la mayoría de los contextos. En realidad, no les importa la educación, sino el lucro. Captan una cantidad de recursos muy sustantiva y tienen a muchos jóvenes matriculadas/os. Eso les da un poder muy grande en términos de negociar con ámbitos de la política pública y actores de poder. Así, las universidades privadas son actores que cada vez tienen más poder.

Nuestra investigación demuestra que la capacidad de incidencia del sector universitario privado en ámbitos de la política pública es notoria. Tienen capacidad de lobby en el poder ejecutivo, en los ministerios, capacidad para buscar las estrategias que les permitan ser parte creciente en los organismos y agencias de la definición de la política. Por ejemplo, si existe un consejo de educación superior, despliegan estrategias para tener cada vez más representantes en este espacio. Tienen capacidad de lobby o de ser directamente parte de los poderes legislativos. Suelen tener congresistas y legisladores propios, inclusive financian campañas políticas para legisladores.


La investigación también afirma que hay una disputa respecto a los sentidos de la educación. ¿Qué está en juego? 

Fernanda Saforcada – Lo que está en juego es el sentido de la educación. No se puede mirar la privatización universitaria por fuera de la privatización de la educación básica. En estas últimas fases del capitalismo post-Estado de bienestar, hubo una mirada del poder económico sobre la educación como un nicho comercial que no había sido explotado aún. Entonces, a partir de los 1990, hubo una arremetida clara del sector productivo para explotar el potencial de lucro en la educación, una posibilidad de negocio en gran escala, que todavía estaba mayoritariamente en manos de los Estados. Así se pensó en ir avanzando la explotación de este negocio desde los intereses de los países centrales y de las grandes multinacionales y corporaciones, apostando que avanzara el Acuerdo General de Comercio de Servicios (AGCS o GATS en inglés) de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Cuando eso se frena, a fines de los 1990, y no logran que los países abran el sector educación dentro del Acuerdo General de Comercio de Servicios, entonces algunas empresas empiezan a desarrollar estrategias para expandir el negocio sea con sedes locales o con alianzas de empresas transnacionales para la venta de servicios educativos.

“Hay un interés estratégico político por encontrar los modos de tener mayor injerencia en la educación, y el modo de tener mayor injerencia en la educación es sacarla del Estado”

Por otro lado, en el contexto del neoliberalismo, se construyó la idea de la crisis del Estado y lo privado como la alternativa, de manera que se establecieron las bases simbólicas para la educación privada como salida, lo que implicaba formar otras subjetividades.

Ahí hay un interés estratégico político de ciertos sectores de poder económico y político por encontrar los modos de tener mayor injerencia en la educación, y el modo de tener mayor injerencia en la educación es sacarla del Estado, en términos de redireccionarla a otro sentido.

Milton Friedman, en su libro “Libertad de Elegir”, decía que “la educación constituye una isla socialista en el mar del mercado”. De alguna manera, lo que estaba planteando era que hay algo de ese modelo educativo público, estatal, orientado en términos de derechos, justicia social e igualdad, que entrañaba lo que él identificaba como socialismo. Realmente no es así, pero en todo caso camina en un sentido social.

Hay un texto de Norbert Lechner, que escribió mirando Chile en los 1980, que plantea cómo la contrucción del orden que identificamos como neoliberal implicó una confluencia entre neoliberalismo y neoconservadurismo. La idea de poner el mercado en el centro de lo político y lo social –lo propio del neoliberalismo– fue una estrategia potente para desarticular las lógicas colectivas y de derechos del Estado de bienestar, para poder construir allí un nuevo modelo conservador que restaure el orden, las jerarquías y el control social.

El razonamiento tiene lógica, pues, si en los 1990 presenciamos el auge del neoliberalismo, del individualismo y de la libertad del mercado, hoy los gobiernos autoritarios ya no siguen únicamente la lógica neoliberal y del mercado, sino que en estos tiempos vemos cómo ganan terreno políticas y perspectivas propias de una lógica conservadora de control, de jerarquía social, autoridad y orden.

En este contexto, para estos sectores conservadores es preciso romper la forma en que históricamente se conformaron los sistemas educativos en los Estados liberales. En los orígenes de los sistemas educativos en el marco de los nacientes Estados liberales, la educación resultaba una herramienta potente para la formación de los ciudadanos y ciudadanas, es decir, de sujetos que jugaran esas nuevas reglas de juego del Estado liberal. Ese es parte del origen de la idea de educación para todos y todas. Ahora ya no es necesario. Los Estados están instalados. Todas y todos somos partes de este orden social y político, y ya no es indispensable la educación de todas las personas para preservar ese orden. Así, según los sectores neoliberales y neoconservadores, lo que necesitamos ahora, por el contrario, es que la educación deje de alimentar la idea de lo igualitario, del derecho. Para eso, hay que romper con la educación pública, o por lo menos con su definición histórica.

Creo que hay que mirar esa progresión histórica para entender por qué este grado de acción e injerencia de ciertos sectores del poder económico y político en la educación y las universidades.


¿Cuáles son los impactos de la privatización de la educación en los sentidos de la educación y para los sujetos de las comunidades educativas?

Fernanda Saforcada – Para las y los docentes, en general, implica formas precarizadas de trabajo. Por lo general, las universidades y escuelas privadas tienden a tener condiciones de trabajo más precarias, inestables, claro con muchas diferencias entre una institución y otra.

Para las y los estudiantes, los impactos negativos son muchos, especialmente en lo que toca a las universidades de bajo costo. En Perú, por ejemplo, hay casos de universidades privadas muy aranceles muy bajos, pero que un congresista que fue a recorrerlas encontró que, por ejemplo, una de ellas era un edificio de dos aulas, una con piso de tierra y otra con piso hasta la mitad; con un frente que parecía ser un edificio mucho más grande, pero que al entrar era pequeño o que tenían por allí tres profesores para dictar todas las materias de todas las carreras.

Una educación que tiene como única finalidad conseguir recursos económicos con costos bajos, y además políticamente sirve a ciertos sectores que no quieren que haya una población más educada. Se resuelve la demanda de la educación superior y se resuelve también su interés en que no haya más educación”

Por otro lado, en el contexto del neoliberalismo, se construyó la idea de la crisis del Estado y lo privado como la alternativa, de manera que se establecieron las bases simbólicas para la educación privada como salida, lo que implicaba formar otras subjetividades.

Ahí hay un interés estratégico político de ciertos sectores de poder económico y político por encontrar los modos de tener mayor injerencia en la educación, y el modo de tener mayor injerencia en la educación es sacarla del Estado, en términos de redireccionarla a otro sentido.

Milton Friedman, en su libro “Libertad de Elegir”, decía que “la educación constituye una isla socialista en el mar del mercado”. De alguna manera, lo que estaba planteando era que hay algo de ese modelo educativo público, estatal, orientado en términos de derechos, justicia social e igualdad, que entrañaba lo que él identificaba como socialismo. Realmente no es así, pero en todo caso camina en un sentido social.

Hay un texto de Norbert Lechner, que escribió mirando Chile en los 1980, que plantea cómo la contrucción del orden que identificamos como neoliberal implicó una confluencia entre neoliberalismo y neoconservadurismo. La idea de poner el mercado en el centro de lo político y lo social –lo propio del neoliberalismo– fue una estrategia potente para desarticular las lógicas colectivas y de derechos del Estado de bienestar, para poder construir allí un nuevo modelo conservador que restaure el orden, las jerarquías y el control social.

El razonamiento tiene lógica, pues, si en los 1990 presenciamos el auge del neoliberalismo, del individualismo y de la libertad del mercado, hoy los gobiernos autoritarios ya no siguen únicamente la lógica neoliberal y del mercado, sino que en estos tiempos vemos cómo ganan terreno políticas y perspectivas propias de una lógica conservadora de control, de jerarquía social, autoridad y orden.

En este contexto, para estos sectores conservadores es preciso romper la forma en que históricamente se conformaron los sistemas educativos en los Estados liberales. En los orígenes de los sistemas educativos en el marco de los nacientes Estados liberales, la educación resultaba una herramienta potente para la formación de los ciudadanos y ciudadanas, es decir, de sujetos que jugaran esas nuevas reglas de juego del Estado liberal. Ese es parte del origen de la idea de educación para todos y todas. Ahora ya no es necesario. Los Estados están instalados. Todas y todos somos partes de este orden social y político, y ya no es indispensable la educación de todas las personas para preservar ese orden. Así, según los sectores neoliberales y neoconservadores, lo que necesitamos ahora, por el contrario, es que la educación deje de alimentar la idea de lo igualitario, del derecho. Para eso, hay que romper con la educación pública, o por lo menos con su definición histórica.

Creo que hay que mirar esa progresión histórica para entender por qué este grado de acción e injerencia de ciertos sectores del poder económico y político en la educación y las universidades.


¿Cuáles son los impactos de la privatización de la educación en los sentidos de la educación y para los sujetos de las comunidades educativas?

Fernanda Saforcada – Para las y los docentes, en general, implica formas precarizadas de trabajo. Por lo general, las universidades y escuelas privadas tienden a tener condiciones de trabajo más precarias, inestables, claro con muchas diferencias entre una institución y otra.

Para las y los estudiantes, los impactos negativos son muchos, especialmente en lo que toca a las universidades de bajo costo. En Perú, por ejemplo, hay casos de universidades privadas muy aranceles muy bajos, pero que un congresista que fue a recorrerlas encontró que, por ejemplo, una de ellas era un edificio de dos aulas, una con piso de tierra y otra con piso hasta la mitad; con un frente que parecía ser un edificio mucho más grande, pero que al entrar era pequeño o que tenían por allí tres profesores para dictar todas las materias de todas las carreras.

Una educación que tiene como única finalidad conseguir recursos económicos con costos bajos, y además políticamente sirve a ciertos sectores que no quieren que haya una población más educada. Se resuelve la demanda de la educación superior y se resuelve también su interés en que no haya más educación”

Hay también universidades que sólo dictan carreras a distancia, que contratan a un profesor para que escriba los módulos una vez y después usan esos módulos. Lo único que tienen es un tutor que, en muchos casos, no tiene formación.

En estos casos, lo que hay es realmente una estafa. Una educación que tiene como única finalidad conseguir recursos económicos con costos bajos, y además políticamente sirve a ciertos sectores que no quieren que haya una población más educada. Se resuelve la demanda de la educación superior y se resuelve también su interés en que no haya más educación.

La educación universitaria también tiene fines político-ideológicos muy claros. Uno puede identificar, por ejemplo, como algunas universidades privadas son las que forman los miembros de los gobiernos de derecha o de los gobiernos que avanzan hacia políticas que, en general, delimitan los derechos en los distintos países.

Quienes ocupan estos cargos, en general, vienen de determinadas universidades privadas. Entonces, el hecho de ser instituciones de formación es lo que les da esta capacidad de incidencia e influencia en las políticas públicas.

La universidad tiene que ver con la formación de más alto nivel de un sector importante y creciente de nuestras poblaciones. Aquí hay un cuestión política de enorme importancia: ¿a quién responde esta formación? ¿Responde a los intereses de un sector particular y a los intereses del poder económico? ¿Responde a los intereses de la iglesia católica? ¿Responde a lo que democráticamente definimos como bien común?

Fuente de la entrevista: https://redclade.org/noticias/fernanda-saforcada-la-privatizacion-educativa-se-realiza-tambien-con-fines-ideologicos-y-politicos/

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