Por: Lilia D. Monzo/Peter McLaren
Mujeres de toda América Latina están emigrando hacia el norte poniendo en riesgo sus vidas. El destino deseado es, lógicamente, Estados Unidos, esa gran central eléctrica que, a pesar de sus documentadas violencia y explotación históricas que continúan contra América Latina, sigue siendo capaz de crear esa confusión ideológica que alienta la esperanza en ese ilusorio “sueño americano”. Estas mujeres, al límite de la desesperación resultado de una pobreza, una necesidad y un miedo inimaginables, se arman del valor que solo las mujeres de color saben que tienen (lo tienen grabado a fuego en la piel y en el corazón como resultado de su historia de opresión) y comienzan un viaje que cambiará su vida para siempre.
Aunque históricamente siempre se ha tratado de un éxodo masculino, la emigración de mujeres al norte ha aumentado significativamente en los últimos años. Viajan para atravesar “la línea” con sus maridos, solas y, cada vez más, con niños pequeños. El año pasado vimos una oleada de mujeres sin papeles de América Central que cruzaron con sus hijos México hasta EE. UU. en busca de trabajo, de oportunidades y, en general, de una vida mejor. A menudo, se les hace creer que EE. UU. y, particularmente, la patrulla fronteriza están preparados para darles la bienvenida y no para restringirles la entrada (Joffe-Block, 2014).
Muchas de estas mujeres forman parte del medio millón de emigrantes y refugiados que huyen de la violencia, la extorsión y las amenazas de muerte. Suben a La Bestia o al Tren de la muerte (un tren de carga que transporta grano, maíz y chatarra que pertenece a una red de trenes que salen de la frontera entre México y Guatemala) en dirección al norte, hacia EE. UU., con muchos emigrantes afortunados por sobrevivir la agotadora travesía de 2333 km. (que puede durar semanas o incluso meses) que acaba en el sur de Florida. (Domínguez Villegas, 2014). Los que viajan apiñados en el techo de este monstruo vienen de países de Centroamérica como Guatemala, El Salvador y Honduras. Mientras el tren atraviesa el país, los emigrantes, con los nudillos blancos, se agarran a cualquier parte estable del techo del coche de carga para no caerse de cabeza al suelo. No se pueden proteger con nada de los elementos y no hay aire acondicionado para darles un respiro del calor sofocante. Además, la etapa mexicana de su peligroso viaje puede hacerles presa de bandas criminales como el Cártel de los Zetas y de funcionarios corruptos. A los cárteles se les conoce por las violaciones y los asesinatos, y suelen pedir rescate a familiares en EE. UU. Algunos temen quedarse dormidos tanto como a los Zetas, ya que caerse del techo del furgón puede suponer la pérdida de un miembro o de la vida.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la War on Drugs (“Guerra contra las drogas”), guerra que EE. UU. libra contra América Latina, ha provocado condiciones insoportables en las comunidades del sur de la frontera entre México y los Estados Unidos. Los influyentes cárteles de la droga suelen sobornar a los cuerpos de seguridad y cuentan con la ayuda del gobierno de los Estados Unidos y el de sus propios países, aun cuando los cárteles de la droga aterrorizan a comunidades enteras. Además, a este escenario de terror, hay que añadirle la situación de desolación económica experimentada por el pueblo. Algunas organizaciones estadounidenses y canadienses, siguiendo el TLCAN, han dado grandes pasos en la lucha contra las maquiladoras que pagan miserias por trabajos en condiciones inhumanas, mientras que otros han conseguido asegurar el apoyo del gobierno mediante castigos a pequeños granjeros, todo ello para llevar a cabo proyectos de desarrollo valorados en millones de dólares, así como la caída en picado de los recursos naturales de sus propios países. Así, el TLCAN, política económica neoliberal, ha sido devastador para las economías locales de Latinoamérica, basadas en un sistema del día a día entre las comunidades más pobres. Esta presión para emigrar al norte es una respuesta directa a la intensificación de la dura situación económica resultante de la actual fase neoliberal del capitalismo transnacional. Como cabría esperar, los Estados Unidos esconden sus manos llenas de sangre del escrutinio público y procuran crear una imagen de buen vecino que acude al auxilio de los países latinoamericanos cuando necesitan ayuda económica, una imagen que les permite continuar con la vigilancia de los asuntos de estos países y prepararse para acabar con cualquier posible movimiento socialista desde el primer momento. Es decir, las continuas migraciones hacia los Estados Unidos atienden a los intereses capitalistas y, por ende, al gobierno estadounidense. (Monzó, McLaren, & Rodriguez, prensa).
Lo que le espera a las mujeres y niñas en este viaje hacia el norte, ya sea viajando desde el vecino México o si han tenido que cruzar varias fronteras para llegar, es un cúmulo de violencia que, normalmente, continúa tras su llegada a los Estados Unidos. A pesar de que es difícil concretar el número exacto, diferentes informes indican que cerca del 80 % de las mujeres indocumentadas que cruzan la frontera son violadas durante el trayecto o una vez alcanzado su destino. Es frecuente que les digan a estas mujeres que esperen ser violadas –sí, que lo esperen. Ciertamente, las mujeres entrevistadas confiesan que les recomendaron tomar precauciones anticonceptivas frente a posibles violaciones. En algunos casos, las violaciones son parte del pago por el transporte a la frontera. En otros, tienen que prestar favores sexuales a cambio de protección frente a otros hombres (Goldberg, 2014).
Una vez que están en Estados Unidos, muchas mujeres descubren que el sueño americano no es más que una pesadilla, ya que su situación de indocumentada se convierte en una herramienta para explotarlas, abusar de ellas sexualmente o forzarlas a prostituirse, así como para otros tipos de abusos y humillaciones; todas ellas llevadas a cabo por sus empleadores, maridos o compañeros. Cada vez más, estamos más concienciados acerca de estas violaciones de los derechos humanos, de las migraciones, especialmente de las de las mujeres, y de otras atrocidades padecidas por las mujeres indocumentadas de Latinoamérica. De las agencias surge un nuevo enfoque del trauma psicológico con apoyos legales y económicos, espacio para la seguridad e intentos para concienciar no solo al público en general sino también a las mujeres y sus derechos en los Estados Unidos, así como los de aquellas que podrían emprender este viaje en Latinoamérica. Para nosotros, todos estos esfuerzos son necesarios. No obstante, no somos del todo optimistas en cuanto al potencial que esta información y conocimiento podrían tener para que las mujeres dejen de arriesgar sus vidas y su bienestar psicológico al viajar al norte. Cuando tus hijos se mueren de hambre y existe un mínimo rayo de esperanza para conseguir su bienestar, arriesgas todo por su supervivencia.
Estas mujeres se enfrentan a tres males distintos pero altamente relacionados. Uno de ellos es su vida en el capitalismo, donde los medios de producción pertenecen a unos pocos a cambio del trabajo de muchos y en el que se cometen bastantes atrocidades consideradas inevitables y a veces hasta están justificadas por la divina providencia. El segundo es una estructura patriarcal que se compara a la relación social de propiedad capitalista. En esta relación social, las mujeres son solo propiedades de los hombres y objetos de sus caprichos. Están deshumanizadas como seres menos racionales y por lo tanto, inferiores, en un intento de justificar su opresión y esclavitud. El sistema patriarcal sirve para controlar a las mujeres que producen lo que Karl Marx llamaba “la mercancía especial”, la nueva generación de trabajadores que permite asegurar el capital y la continuidad del sistema capitalista. Este sistema en la familia manifiesta la relación social de propiedad en la que el trabajador capitalista comienza a formarse (la capacidad del trabajo) (Brown, 2012). El tercer mal es el racismo, que, en relación con la inmigración, es un tema del que se habla en términos de actitudes nativistas y superioridad euroamericana, pero que, en realidad, es una respuesta a una estructura de supremacía blanca que se hizo racista para justificar la esclavitud, un sistema económico que benefició a los propietarios blancos de las plantaciones con mano de obra gratuita (Calinicos, 1993). El racismo divide a la clase trabajadora y evita que nos unamos en contra del capital. También sirve de cortina de humo para esconder el papel de las clases en la destrucción de comunidades de color (Monzó& McLaren, 2015).
Como marxistas, denunciamos la explotación y la violencia de las muchas mujeres de América Latina que solo intentan sobrevivir y mantener a sus hijos en medio de una economía política en la que su valor solo se tiene en cuenta en función de su potencial como capital. De este modo, el sustento de estas mujeres y sus hijos tiene poca importancia desde que existe un grupo de no trabajadores preparados y dispuestos a convertirse en trabajadores y subsistir como mano de obra alienada. Reconocemos que gran parte de los antagonismos que existen se producen a través del capital que sustenta el sistema, por lo que también se deben erradicar. Abogamos a favor de una praxis dialéctica en contra de las clases, el patriarcado, el racismo y el resto de antagonismos de tal manera que algún día podamos liberar al mundo de la existencia deshumanizadora que nos afecta a todos, aunque a algunos más que a otros. Trabajamos para crear una sociedad sin clases, un comunismo en el que la humanidad se reafirme a través de la libertad, la igualdad y el amor en todas sus formas de expresión. Aunque no podamos ver este desarrollo en el transcurso de nuestra vida, creemos que se trata de una utopía que parte de nuestra verdadera humanidad en la que nuestra responsabilidad va más allá de nuestro propio espacio y tiempo, por lo que hoy debemos actuar de acuerdo a las posibilidades de mañana.
De lo que ya debemos desconfiar es del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), una asociación comercial que incluye a otros 11 países de Asia y América (Strether, 2015). Es un componente económico y comercial del eje de la administración Obama en Asia. Cuando el 1 de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), los zapatistas mexicanos iniciaron sus levantamientos en Chiapas. A veces, el TPP ha sido considerado el TLCAN en sus pilares. Básicamente, se trata de un arma estadounidense para dictar condiciones económicas y comerciales por todo el pacífico asiático. Es una medida para desmantelar las medidas reguladoras nacionales, incluidas las que favorecen a las empresas públicas, y proteger los “derechos de la propiedad intelectual” de las empresas estadounidenses en sectores como el software, los medios de comunicación y los productos farmacéuticos. Implica la movilización de activos militares y políticos estadounidenses contra el creciente poder de China. Las otras 11 naciones que se han sumado a las negociaciones con el TPP son Japón, Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Malasia, Singapur, Vietnam, Chile, Perú, México y Canadá.
Esto se podría convertir en la asociación comercial más grande del mundo, ya que englobaría al 40 por ciento de la economía mundial, una proporción mayor de la que dispone la Unión Europea. Es muy probable que participen otros países asiáticos como Corea del Sur, Filipinas, Tailandia e Indonesia. De todos es sabido que los Estados Unidos quieren retrasar el ascenso de China como potencia económica en la región del pacífico asiático. Japón, la tercera economía mundial, también podría unirse.
El TPP está configurado para que el imperialismo estadounidense pueda crear más posibilidades de iniciar conflictos regionales con China y Corea del Norte que involucren a Japón, Filipinas y Vietnam. El TPP criminalizará el intercambio no comercial de obras con copyright y según los críticos, creará nuevas penas para informantes y periodistas que accedan sin permiso a sistemas informáticos. El impacto que tendrá en la migración de todo el mundo, y en especial en las mujeres, solo se puede anticipar, aunque no será una historia agradable.
Referencias
Brown, H.A. (2012). Marx on gender and the family. Chicago, Il: Haymarket Books.
Callinicos, A. (1993). Race and class. London: Bookmarks.
Dominguez Villegas, R. (10/09/2014). Central American migrants and “La Bestia”: The route, dangers, and government responses. Migration Information Source. Extraído de: http://www.migrationpolicy.org/article/central-american-migrants-and-la-bestia-route-dangers-and-government-responses
Goldberg, E. (12/09/2014). 80% Of Central American Women, Girls Are Raped Crossing Into The U.S. The Huffington Post. Extraído de: http://www.huffingtonpost.com/2014/09/12/central-america-migrants-rape_n_5806972.html
Joffe-Block, J. (02/06/2014). Immigration rumors may be driving more women, children to cross border. Fronteras: The Changing America Desk. Extraído de: http://www.fronterasdesk.org/content/9650/immigration-rumors-may-be-driving-more-women-children-cross-border
Monzó, L.D. & McLaren, P. (Dic. 2014). Red love: Toward racial, economic and social justice. Truthout, Dic. 18. Extraído de: http://www.truth-out.org/opinion/item/28072-red-love-toward-racial-economic-and-social-justice
Monzó, L.D., McLaren, P., & Rodriguez, A. (prensa). Deploying guns to expendable communities: Bloodshed in Mexico, US imperialism and transnational capital – A call for revolutionary critical pedagogy. Cultural Studies/Critical Methodologies.
Strether, L. (25/04/2015). The TPP: Toward absolutist capitalism. Truthout. Extraído de: http://www.truth-out.org/news/item/30368-the-tpp-toward-absolutist-capitalism#
Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/las-mujeres-y-la-violencia-en-la-era-de-la-migracion/