La mayoría de los niños del Triángulo Norte Centroamericano, integrado por Guatemala, Honduras y El Salvador, prefieren quedarse en sus países a migrar, pese al entorno de violencia o falta de oportunidades, reveló un estudio presentado este miércoles por la ONG internacional Save The Children.
El estudio denominado “Debería quedarme o debería irme”, analizó la complejidad de las decisiones migratorias, las necesidades y riesgos que enfrenta la niñez en estos tres países, con base en las respuestas de 122 niños, niñas y adolescentes de entre 7 y 19 años.
El 43 % de los niños y adolescentes expresaron su preferencia de quedarse en su país o aún no tiene intenciones de migrar en búsqueda de mejores condiciones de vida.
El 24 % de los entrevistados manifestaron su intención de migrar en un futuro próximo, el 17 % no sabía con seguridad si se iría, aunque no lo descartaron si se planteaba alguna alternativa como una beca, trabajo o si sus padres decidían marcharse, mientras que un 16 % no respondió.
La decisión de quedarse fue más alta en Guatemala, pues el 44 % lo haría frente al 39 % que se iría, seguido de Honduras, con 43 % y 20 %, y El Salvador con el 41 % y 11 %, respectivamente.
En El Salvador, el menos vulnerable de los tres países según la definición del Índice de Fragilidad de los Estados, aproximadamente uno de cada diez niños y niñas tenía intención de migrar, señaló el informe.
Los resultados del estudio demuestran que en la mayoría de los casos son los propios niños, niñas y adolescentes quienes deciden migrar o no. Y la familia es un factor clave en la toma de decisión.
En concreto, el vínculo familiar impulsa a la población infantil a quedarse, pues desean permanecer cerca y recibir atención y apoyo.
A su vez, la migración exitosa de un familiar ayuda a reducir las posibilidades de migrar de los jóvenes al recibir remesas del extranjero.
Muchos de ellos consideran que las zonas donde habitan son seguras, donde mantienen los lazos familiares y comunitarios, y también creen que pueden alcanzar sus metas de estudio y empleo en sus países de origen, según el estudio.
Las pandillas
Las pandillas, que tienen una fuerte presencia en el Triángulo Norte, empujan y a la vez frenan la migración de los menores. La violencia de las también llamadas “maras” es un gran aliciente para irse de una comunidad, pero al mismo tiempo un obstáculo.
“Todas las rutas de autobús pasan por barrios opuestos, es decir, controlados por pandillas rivales, por lo que las personas jóvenes tienen miedo de subirse al autobús. Para una persona joven es difícil salir de este barrio”, señala el estudio.
Y “muchas veces los jóvenes ven que están bloqueados por las maras para estudiar o buscar otras oportunidades económicas”, lo que constituyen razones para migrar, afirmó la directora regional de Save the Children para América Latina y el Caribe, Victoria Ward.
¿Por qué se van? La caída del “sueño americano”
“La razón principal (para migrar) es buscar oportunidades económicas en el país destino, y una buena proporción salen para buscar oportunidades educativas que tampoco puede encontrar en su país”, explicó Ward.
El documento resume que los jóvenes migran por mejores oportunidades laborales y educativas, por la violencia de género y las obligaciones familiares que les impiden estudiar en sus comunidades de origen.
A pesar de ello, el estudio señaló que el “sueño americano” no es siempre la “aspiración”, pues huyen de la violencia, la pobreza o la desigualdad que sufren en su lugar de origen.
“En todos los casos, la situación de violencia intrafamiliar o en la comunidad es un factor que impulsa a los jóvenes a migrar”, añadió la directora regional.
Las niñas, “atrapadas” por las familias y las maras
“También hemos encontrado en este estudio que muchas veces las niñas sienten que no pueden salir de su casa por temor a las maras” y que las capten, detalló Ward.
Aunque no hay una “gran diferencia”, los varones “tienden a migrar más que las mujeres”, aclaró Ward.
Las jóvenes suelen estar presionadas por las obligaciones familiares, tienen menos acceso a la educación superior y son más propensas a sufrir violencia basada en género, correr mayor riesgo de sufrir violaciones, sobre todo en las áreas controladas por las pandillas, según el estudio.
Algunas soluciones
“Nosotros tenemos un plan para llegar a cinco millones de menores en la región, trabajando con ellos y su familia para tratar de mejorar las situaciones locales y crear más oportunidades económicas, más arraigos con la familia y con el sistema escolar”, explicó Ward.
“Y, a su vez, para ayudar en México, en la frontera sur de Estados Unidos, para los que ya están en camino o los que están establecidos”, añadió.
En México, ocho de cada 10 personas que nacen en la pobreza, continúan así toda su vida: origen es destino.
Este anhelado mejoramiento de las condiciones de vida o movilidad social pareciera cada día más difícil y poco esperanzador.
Diversos estudios señalan que el origen de las personas es determinante en su realización socioeconómica, por lo cual las opciones de movilidad son limitadas (Vélez, 2019).
Para combatir esto, sería necesario garantizar condiciones básicas, como educación y salud, y al mismo tiempo asegurar la igualdad en el acceso a oportunidades. Sin embargo, esto parece cada día más lejano.
Según el estudio La movilidad social en México: diagnóstico y pendientes, publicado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el logro de las personas está determinado en buena medida por sus condiciones socioeconómicas y sociales de origen; y para ello influyen distintas circunstancias o “accidentes de cuna”: nacer en la parte baja de la escalera social, nacer en regiones o estados más al sur del país y ser mujeres (CEEY, 2019).
Lo viví en carne propia. Como hijo de trabajadora del hogar y de carpintero, he sido testigo de cómo las personas se esfuerzan sin poder progresar lo suficiente; de tener muchos talentos y no contar con las condiciones necesarias para explotarlos.
LOS RIVERA DESTINO
Crecí en Valle de Chalco Solidaridad, estado de México, uno de los municipios más abandonados de la zona metropolitana del valle de México. Casas de cartón, hambre y enfermedades comunes que matan a personas por no tener medicamentos a la mano, son escenas cotidianas. Eso, sin contar el hacinamiento, inseguridad y carencia de servicios básicos, como agua o electricidad.
Para romper estas dinámicas de desigualdad y promover esta ansiada movilidad social, la educación de calidad es uno de los pocos recursos efectivos para enfrentarlo. Para ello las instituciones públicas de educación superior representan un faro de esperanza para miles de jóvenes que buscan mejorar su contexto y trayectoria personal.
Asistir a la universidad resulta, a veces, la única salida; es una aspiración que muchos soñamos desde pequeños.
Lo digo desde la academia y la experiencia: es necesaria la defensa y fortalecimiento, no sólo de la educación básica donde se va logrando una cobertura universal, sino desde la universidad pública.
En el discurso, el fortalecimiento a las universidades es un hecho; en la realidad, no es así. Tan sólo en los últimos cinco años, aunque el aumento de la matrícula en instituciones de educación superior públicas aumentó 19.4 por ciento, el presupuesto asignado se ha reducido en más de 9.8 por ciento en términos reales (Álvarez, 2021).
Recientemente, Angélica Buendía Espinoza, destacada investigadora de la unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana, señalaba que más allá de la cobertura en educación superior, es el tema de calidad lo que preocupa, el cual, debe ir vinculado con procesos de transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción eficientes dentro de estas instituciones.
Es necesario establecer políticas de mejora de las trayectorias educativas y personales de las personas que más lo necesitan y, por supuesto, de un desarrollo académico, científico y tecnológico que tenga como fin la búsqueda de soluciones a problemas reales que aquejan a la sociedad.
El reto es enorme. Para que origen no sea destino, impulsemos entre todos que la educación sea el proyecto más importante de desarrollo social.
Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/11/22/politica/que-origen-no-sea-destino/
La pobreza y la riqueza tienden a reproducirse durante generaciones y, de hecho, la movilidad social (la posibilidad de que un niño aspire a mejorar el nivel de vida de sus padres) es ahora menor que en la década de los cuarenta del siglo pasado, advierte un informe del Relator de la ONU sobre la extrema pobreza, Oliver De Schutter.
El informe hecho público hoy aporta numerosos datos que muestran que la meritocracia que supuestamente viene con el acceso a la educación es una falsedad, pues la escuela es un lugar «donde las jerarquías se reproducen o, en el peor de los casos, se magnifican».
La combinación de privilegios en la cima y privaciones en la base persiste en todo el mundo, con diferentes grados: en los países de la OCDE los niños de hogares pobres tardan entre cuatro y cinco generaciones en alcanzar la renta media de su país; en Brasil, Colombia o Sudáfrica, tardan nueve generaciones o más.
Que la escuela por sí misma no basta para nivelar a los niños se comprende cuando se observa cómo las diferencias sociales hacen que cuestiones como el transporte escolar, la ropa que un niño viste o la alimentación que recibe afectan ya a su rendimiento en clase y a la imagen que ese niño proyecta.
Además, un hogar rico puede responder con recursos a gastos inesperados, mientras que en un hogar pobre una situación de crisis agrava inmediatamente su situación social.
Las consecuencias se manifiestan muy pronto: en Estados Unidos, un niño de una familia de ingresos altos conoce el doble de palabras que uno de familia pobre; en consecuencia, al terminar los estudios, la mitad de los hijos con padres en las clases directivas se incorporan después a esas clases, mientras que solo un cuarto de niños cuyos padres ejercen trabajos manuales lo logra.
La salud se resiente inmediatamente de todas estas desigualdades, y la consecuencia es que una persona de un entorno pobre viven de media 10,5 años menos que una de clase media; en Europa, la diferencia es apenas menor: una persona que no superó la escuela secundaria vivirá ocho años menos que otra con estudios universitarios.
En conclusión, la pobreza «no es resultado de la pereza, la falta de autocontrol o una planificación deficiente: tiene sus fuentes en factores estructurales como el alto desempleo, los salarios estancados y la discriminación».
Para el Relator, este estancamiento en la movilidad social puede revertirse con las siguientes políticas: «invertir en educación y cuidados en la primera infancia, garantizar que las escuelas son verdaderamente inclusivas, y apoyar a los jóvenes mediante una garantía de renta básica (para) romper los círculos viciosos que hacen que la pobreza se perpetúe».
Esto -concluye- no solo va en interés de las personas en situación de pobreza: interesa a toda la sociedad, que no puede permitirse desperdiciar talento ni tampoco el deterioro del tejido social».
Las proyecciones demográficas mundiales son realmente impresionantes y preocupan a todos los países, especialmente a los ricos, dado que se habla de una bomba demográfica, con epicentro en África, en el continente y los países más pobres, que sin lugar a duda afectarán a las naciones más cercanas, a las del sur de Europa en la costa del mar Mediterráneo y del oeste de Asia en el Medio Oriente.
Informes del Banco Mundial indican que en Europa el crecimiento demográfico anual no supera el 0,6%, y en algunas regiones se da incluso un “crecimiento negativo”. Contrariamente en África, especialmente la subsahariana (países africanos que no tienen costas en el mar Mediterráneo), hay un crecimiento superior al 3% anual, lo que significa que cada 20 años muchos de esos países duplican su población. En 1960 los africanos representaban 9% de la población mundial; hoy son 16%; se estima que para 2050 alcancen 21% (https://www.worldbank.org/en/region/afr/publication/50-things-you-didn-t-know-about-africa-2012-13).
El origen del crecimiento vertiginoso de la población africana es visto por los investigadores como el resultado del altísimo índice de natalidad sumado a una reducción de la mortalidad, sobretodo infantil. El promedia africano de hijos por mujer es de 4,7 (que alcanza 5,8 en África central y occidental), en comparación con la media mundial de 2,2 hijos por mujer. Cuando hay un alto número de nacimientos, bien sea por motivos religiosos, culturales o económicos, y además hay mejora de la atención sanitaria permitiendo un incremento en la cantidad de niños que alcanzan la edad adulta, el crecimiento poblacional se dispara aumentando la expectativa de vida y la densidad demográfica. Eso ocurre en África.
Este crecimiento demográfico pudiera dar buenos frutos si es manejado para que origine desarrollo en los países que lo presenten. El incremento poblacional es un hecho importante para el progreso y la evolución de toda nación, puede cosechar altos dividendos demográficos siempre y cuando esté acompañado con la ejecución de planes y proyectos que lo direccionen hacia una más eficiente productividad y elevación del nivel de vida de los pobladores. El Informe Unicef “Generación 2030, África 2.0”, de octubre 2017, identifica tres áreas en las que se hace imprescindible invertir: servicios de salud, sistema educativo y el empoderamiento de la mujer y su protección contra la violencia. Debido al rápido crecimiento de la población, África tendrá que formar a 4,2 millones de nuevos médicos y 5,8 millones de nuevos docentes antes del 2030 para cumplir con los estándares internacionales mínimos en atención médica y educación. “La inversión en salud, protección y educación debe convertirse en una prioridad absoluta para África de aquí a 2030″, ha explicado Leila Pakkala, directora regional de Unicef para África oriental y meridional (https://www.unicef.org/reports/generation-2030-africa-20).
Por el contrario, si no se realizan inversiones en la juventud y la infancia de África, la posibilidad que tiene esta generación de jóvenes de vivir una estabilidad y progresar puede convertirse en un verdadero desastre demográfico determinado por el desempleo y la inseguridad, que irán motivando el desplazamiento hacia mejores espacios, es decir, Europa y Medio Oriente.
Hasta los momentos, cuatro años del informe de la Unicef, no se ha logrado ni siquiera 10% de los objetivos parciales para 2021.
Como resultado de esta situación decenas de miles de personas tratan cada año de llegar ilegalmente a Europa desde África, y lo hacen entrando por los países más próximos, España y sobre todo Italia, convencidos de que las oportunidades de trabajo son mayores. No es posible hacerlo por las vías legales pidiendo un visado en una embajada europea. Gastan todo lo que tienen en el viaje pero muchos no consiguen llegar: mueren al cruzar el Mediterráneo o al atravesar el desierto del Sahara. Los que lo logran dicen que nunca volverían a repetir esta experiencia.
Europa está intentando lograr acuerdos de colaboración con los países africanos de donde procede la mayoría de los inmigrantes ilegales. La alta presión e interés es de Italia que soporta la más elevada carga del rescate y el cuidado de inmigrantes. Las negociaciones no están siendo fáciles. Gran parte de las zonas claves de la costa libia está siendo controlada por traficantes. La Unión Europea tiene que negociar con numerosos y diversos gobiernos: algunos son democráticos, pero otros son regímenes autoritarios (Eritrea). Algunos son países de tránsito (Libia), y otros son fuente de inmigrantes (Nigeria). Algunos tienen gobiernos monárquicos centrales efectivos (Marruecos) y otros están fragmentados y son incapaces de imponer los controles fronterizos más básicos (Libia). (Félix Flores, ¿Por qué huyen de África?, El Diario de la Educación, 2017).
En los últimos cinco años, casi medio millón de personas, sobre todo del África subsahariana, han llegado a Italia tras ser rescatados de lanchas y botes en las que llegan procedentes de Libia, punto de partida de la mayoría de inmigrantes que cruzan a Italia. Roma podría haber negociado un acuerdo con Trípoli para frenar la inmigración, como ocurrió durante el mandato de Muamar el Gadafi. En 2008, el exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi firmó un acuerdo para pagar 5.000 millones de euros durante 25 años a cambio en parte de imponer duras medidas sobre el tráfico de personas. Pero desde que Gadafi fue derrocado en 2011, el país se ha visto asediado por una guerra civil creando un vacío político y de seguridad, incrementando el desplazamiento ilegal hacia Europa, tanto de libios como de los demás países subsaharianos, especialmente Nigeria, de donde procede la mayor cantidad de desplazados ilegales que lo hacen a través de Libia.
A pesar del esfuerzo europeo de impedir la inmigración ilegal de africanos tanto controlando sus fronteras, especialmente las marítimas, como los acuerdos y convenios con los países del norte de África, todo parece indicar que esta situación crítica de desplazamiento ilegal de africanos dentro del propio continente y hacia los otros continentes seguirá, causando las conocidas consecuencias de la inmigración sin control.
Así se observó el mes pasado en Ceuta, uno de los dos enclaves de dominio español en Marruecos (el otro es Melilla), con la llegada de casi 6,000 marroquíes de manera irregular en cuestión de horas debido al más reciente de los choques entre España y Marruecos.
Todo parece aconsejar que lo más conveniente es seguir los lineamientos presentados en el informe de “África de la Generación 2030” de la Unicef donde se expone que “si las naciones africanas invierten en esta creciente población de niños y jóvenes, especialmente en su educación, y adoptan políticas económicas que fomenten nuevos empleos, el continente en su conjunto podría ver cómo los ingresos per cápita se multiplican. El primer paso crucial para lograr este dividendo demográfico será cerrar las brechas que existen dentro de los sistemas de salud y educación de África”. (https://www.unicef.org/reports). Claro está que para lograr esto en África se requiere el apalancamiento económico de países y organismos internacionales, a través de importantes inversiones como resultado de decisiones políticas desde los altos niveles de los estados como muestra de solidaridad y apoyo hacia el continente.
Lamentablemente muchos africanos, y en algunos casos sus gobiernos, consideran hoy la emigración un hecho positivo, ya que baja la presión social al reducir el número de jóvenes que buscan empleos en su país. La explosión demográfica africana es una realidad conocida por los dirigentes mundiales, que tienen el tiempo en su contra.
En el Reino Unido de las décadas 1960 y 1970, cientos de niños negros fueron etiquetados como «educativamente subnormales» y enviados erróneamente a escuelas para alumnos que se consideraba tenían poca inteligencia. Por primera vez, algunos exalumnos han hablado de sus experiencias para un nuevo documental de la BBC.
En la década de 1970, cuando tenía 6 años, Noel Gordon fue enviado a lo que se conocía en aquel momento como un internado «educativo para subnormales» (ESN), situado a 24 kilómetros de su casa.
«Esa escuela era un infierno», dice Noel. «Pasé 10 años allí, y cuando me fui a los 16, no pude conseguir trabajo porque ni siquiera podía deletrear o llenar una solicitud de empleo».
Aproximadamente un año antes de unirse a la escuela ESN, Noel había sido ingresado en el hospital para que le extrajeran un diente. Le administraron un anestésico, pero resultó que tenía anemia de células falciformes no diagnosticada y el anestésico desencadenó una reacción grave.
Noel dice que los problemas de salud resultantes lo llevaron a ser percibido como con dificultades de aprendizaje y a ser recomendado para una «escuela especial». Sin embargo, ni él ni sus padres recibieron ninguna prueba o explicación de su discapacidad.
«Alguien vino y dijo que habían encontrado un internado especial con una matrona donde se ocuparían de mis necesidades médicas», dice Noel.
Durante esa conversación también dijeron que Noel era «un idiota. Estúpido».
Pero los padres de Noel no se dieron cuenta de que su nueva escuela era para los llamados «subnormales» desde el punto de vista educativo. Se habían mudado a Inglaterra desde Jamaica a principios de los años 60 y tenían grandes expectativas en la educación de su hijo.
Noel pasó la primera noche en el internado llorando, pensando en su madre. Sentía que la escuela era fría e institucional.
«Aún me viene el olor de los viejos escritorios de madera. ¡Ah! y el abuso racial en mi primer día«, dice.
Un estudiante le lanzó insultos raciales en el aula, pero no fue reprendido: el maestro simplemente le dijo que se sentara.
La escuela no seguía el plan de estudios del resto. Y aunque un maestro le dio a Noel un cuaderno para que escribiera, nunca le enseñaron gramática básica o cómo escribir. Hizo algunas sumas y restas básicas, pero durante las clases principalmente hacía manualidades y jugaba.
Sus padres sólo se dieron cuenta de qué tipo de escuela era cuando Noel, que entonces tenía 7 años, fue golpeado por un alumno de 15 años y su padre lo visitó por primera vez.
Recuerda que su padre le dijo al director: «Esta es una escuela para niños discapacitados», utilizando un término obsoleto.
Dice que el director respondió: «Sí, pero no nos gusta usar esa palabra, los llamamos aprendices lentos».
El padre de Noel, aunque devastado, se sintió impotente para cambiar las cosas.
Noel no tuvo la oportunidad de realizar exámenes y obtener calificaciones. Reflexionando sobre ello ahora, dice que ser etiquetado como subnormal desde el punto de vista educativo lo hizo sentir inferior por el resto de su vida y le generó muchos problemas psicológicos.
«Dejar la escuela sin ningún título es una cosa, pero dejar la escuela pensando que eres estúpido es completamente diferente. Te quita la confianza», dice.
La etiqueta
El término «educativamente subnormal» derivó de la Ley de Educación de 1944 y se utilizó para definir a quienes se creía que tenían una capacidad intelectual limitada.
«Esa etiqueta hizo que los niños se sintieran inferiores», dice el profesor Gus John, activista de la educación, quien llegó a Reino Unido desde el país insular caribeño Granada en 1964 como estudiante, y pronto se dio cuenta del problema.
«Los estudiantes de las escuelas ESN no irían a la universidad. Si tenían suerte, se convertirían en labradores.
«El término paralizaba y mataba cualquier sentido de autoconfianza y ambición«.
Las escuelas primarias y secundarias de ESN clasificaban a los niños entre los que tenían «discapacidades de aprendizaje moderadas», discapacidades de aprendizaje «graves» o aquellos «imposibles de enseñar».
Estas categorías eran amplias y cuando se recomendaba a los estudiantes para las escuelas ESN, los profesores y psicólogos no siempre daban razones sólidas.
Si bien algunos de estos centros tenían buenos ejemplos de enseñanza, en muchos se pasaban por alto las necesidades de los alumnos.
Los estudiantes negros fueron enviados a estas escuelas en proporciones significativamente más altas.
Los realizadores del documental vieron un informe de 1967 de la ahora desaparecida Inner London Education Authority (ILEA , la Autoridad de Educación del Interior de Londres), que mostraba que la proporción de niños inmigrantes negros en las escuelas ESN (28%) era el doble que la de los de las escuelas ordinarias (15%).
«El porcentaje de niños negros en las escuelas ESN comparado con el de las escuelas normales era escandaloso», dice Gus John.
Pero ¿por qué se definió a tantos niños negros como «subnormales«?
«Racismo desenfrenado»
Las cifras de las décadas de 1960 y 1970 muestran que, en promedio, el rendimiento académico de los niños negros era más bajo que el de sus homólogos blancos. Eso alimentó la creencia generalizada de que los niños negros eran intelectualmente inferiores a los blancos.
Un informe de la autoridad local filtrado en 1969, escrito por un director llamado Alfred Doulton, argumentó que los niños antillanos en general tenían un coeficiente intelectual más bajo.
La afirmación se basaba en los resultados de las pruebas de coeficiente intelectual a los que se sometía comúnmente a los alumnos de primaria.
Uno de los principales defensores de esas teorías fue Hans Eysenck, exprofesor del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres.
Creía que la inteligencia estaba determinada genéticamente y citaba un estudio estadounidense que parecía mostrar que el coeficiente intelectual de los niños negros caía, en promedio, 12 puntos por debajo de los niños blancos.
Sobre ello, Gus John dice en el documental: «Cuando personas como Eysenck escribieron sobre raza e inteligencia, lo que en realidad estaban haciendo era justificar todos esos tropos que habían estado flotando durante el período de esclavitud, en el que la gente creía que no solo que los negros eran subhumanos sino también que no se podía esperar que actuaran o fueran tan inteligentes como los blancos«.
Muchos maestros veían a los niños negros como intelectualmente inferiores y temían que el hecho de que hubiera «demasiados» alumnos negros en una clase afectara negativamente el logro de los alumnos blancos.
Tras una protesta de padres blancos en Southall, al oeste de Londres, en junio de 1965, el gobierno emitió una guía que abordaba las necesidades sociales, lingüísticas y las posibles necesidades médicas de los niños inmigrantes, y recomendaba mantener un límite de aproximadamente el 30% de inmigrantes en cualquier escuela.
Como consecuencia, muchas autoridades locales adoptaron la política de transporte en autobús: enviar a los niños inmigrantes a escuelas fuera de su área local en un intento de limitar el número de minorías étnicas en las escuelas.
La práctica finalmente se abolió en 1980.
«El sistema educativo alimentó y legitimó la idea de que los menores negros caribeños eran menos inteligentes que otros niños. Por eso muchos de ellos terminaron en las escuelas ESN.
«Fue un racismo desenfrenado«, dice Gus John.
El problema del lenguaje
Muchos equipararon erróneamente la raza con la capacidad intelectual. Pero como argumentó la fallecida psicóloga educativa Mollie Hunte, los malos resultados de los estudiantes negros no se debieron a su capacidad intelectual sino a que las pruebas utilizadas para evaluarlos tenían un sesgo cultural.
Como explica Gus John, los exámenes utilizaban referencias y vocabulario con los que los niños caribeños recién llegados no estaban familiarizados.
«Un elemento clave fue el idioma», dice el profesor John. «Si habían crecido en un hogar jamaicano, usaban inglés jamaiquino —patois o criollo—.
«El problema que tenía la mayoría de los estudiantes caribeños era que como era un derivado del inglés estándar, nadie creía que necesitaran apoyo con el idioma».
Como resultado, no recibieron la ayuda adicional que recibieron otros niños inmigrantes que no hablaban inglés antes de llegar.
Según el profesor John, los maestros no intentaron comprender las barreras culturales que enfrentaban los niños negros y las evaluaciones no consideraron sus circunstancias domésticas y socioeconómicas, ni el impacto de la migración.
Muchos niños viajaban a Reino Unido una vez que sus padres se habían instalado. Llegaban a un país desconocido para vivir con extraños virtuales, a quienes no habían visto en años.
«Ese desplazamiento causó mucho trauma», dice el profesor John. «Hubo dolor y duelo. Esos niños a menudo no volvían a ver a sus abuelos».
«Descartados«
Según el activista de la educación, había una cultura de bajas expectativas entre los profesores.
Las dificultades de aprendizaje se confundieron con problemas de aprendizaje y los niños negros simplemente fueron «descartados» y enviados a las escuelas ESN.
Eso es lo que le sucedió a Maisie Barrett, de Leeds, una ciudad del norte de Inglaterra, quien fue enviada a uno de estos centros a los siete años, en la década de 1960.
«Inicialmente fui a una escuela convencional. Allí, una maestra le dijo a mi madre que no podía aprender. Nos dijeron que estaría mejor en una escuela especial».
Maisie dice que la decisión de enviarla a una escuela ESN fue un error que arruinó sus oportunidades de vida. Como a Noel, no le enseñaron lo necesario.
«Jugábamos, teníamos discotecas… Yo lo llamo una ‘escuela libre’ porque la educación era muy básica y jugamos mucho más de lo que estudiábamos», dice.
Fue solo en sus 30, décadas después, que a Maisie le diagnosticaron dislexia.
«En lugar de ayudarme con mis dificultades de aprendizaje, simplemente me tacharon de estúpida. Los maestros nunca se tomaron el tiempo de averiguar por qué tenía problemas para aprender. Eso arruinó mi confianza», dice.
«Era lenta, pero un maestro debería haberse tomado el tiempo para ayudarme a aprender».
Según Maisie, la falta de aprendizaje y apoyo era solo una parte del problema.
«Fui a una escuela que era una institución racista«, dice.
Oportunidad tardía
Con el tiempo, tanto a Noel como a Maisie se les ofreció la oportunidad de asistir a escuelas ordinarias. Para entonces, era demasiado tarde.
En el caso de Noel, fue a una escuela secundaria local a tiempo parcial desde los 12 años y pasó el resto de la semana en la escuela ESN.
«En la escuela secundaria de medio tiempo, me ausentaba debido a la intimidación de no tener amigos y no poder leer», dice Noel.
Maisie dejó su escuela ESN a la edad de 13 años y comenzó en la escuela secundaria regular.
«Mi mamá me puso en contacto con una trabajadora social negra que, después de evaluarme, dijo que yo era inteligente y señaló que me ubicaran en la escuela ESN por racismo», dice Maisie.
Sin embargo, para entonces, incapaz de leer o escribir, Para Maisie la escuela secundaria fue extremadamente desafiante y terminó sin calificaciones.
No tan «especiales»
Inicialmente, muchos caribeños que emigraron al Reino Unido durante las décadas de 1960 y 1970 tenían una visión favorable de las escuelas ESN.
A menudo denominadas «escuelas especiales» por los maestros, los padres caribeños, con poco conocimiento sobre el sistema educativo británico, pensaban que estas brindarían un mejor apoyo y aprendizaje a sus hijos.
«Cuando le dijeron a mi madre que me habían recomendado para una escuela especial, la recuerdo sonriendo. Ella pensó que una escuela especial significaba una escuela mejor«, dice Maisie.
Esta presunción sobre las escuelas «especiales» también se derivaba de las experiencias de los caribeños con los centros educativos en sus lugares de origen.
«La educación británica era vista como un camino hacia la movilidad social y las aspiraciones de los padres eran muy altas», dice Gus John.
«Los maestros tenían un perfil alto en las comunidades caribeñas, y los padres inicialmente confiaban en los profesores británicos. Fue un shock descubrir que sus hijos estaban siendo descritos como subnormales».
Sin embargo, cuando empezaron a notar las dificultades de sus hijos con los conceptos básicos de lectura y escritura, se preocuparon y surgieron grupos de padres dispuestos la acción.
Por ejemplo, en 1970, después de descubrir que había un número desproporcionadamente alto de niños negros en las escuelas ESN del norte de Londres, un grupo llamado North London West Indian Association se quejó formalmente ante la Junta de Relaciones Raciales, alegando discriminación en virtud de la Ley de Relaciones Raciales de 1968.
Remedios
En 1971, un libro titulado «Cómo el niño antillano se vuelve subnormal desde el punto de vista educativo en el sistema escolar británico» resultó fundamental para cambiar la opinión de los padres negros.
El autor, el escritor y maestro granadino Bernard Coard, enseñaba en una escuela ESN y había notado la gran cantidad de niños caribeños allí. Cuando un grupo de padres preocupados le pidió que investigara el tema, escribió el libro en un tiempo récord.
Sostuvo que las escuelas ESN estaban siendo utilizadas por las autoridades educativas como un «vertedero» para los niños negros, y que los maestros estaban confundiendo el trauma causado por la inmigración con una falta de inteligencia.
El trabajo fundamental de Bernard Coard condujo a una acción positiva y a un fuerte aumento en las escuelas complementarias para negros.
Eran escuelas sabatinas creadas por padres negros con el objetivo de elevar el nivel educativo de los niños. Enseñaban materias del currículum junto con la historia negra, para elevar la autoestima de los niños, ayudarlos a obtener calificaciones y prepararlos para el empleo.
Después de años de presión y campañas, la Ley de Educación de 1981 consagró la inclusión en la legislación y el término «educativamente subnormal» fue abolido como una categoría definitoria.
Una investigación del gobierno sobre la educación de niños de grupos étnicos minoritarios publicada en 1985 encontró que los bajos puntajes de CI promedio de los niños antillanos no eran un factor significativo en su bajo rendimiento académico.
En cambio, se descubrió que el prejuicio racial en la sociedad en general jugaba en ello un papel crucial.
Pero tanto para Noel como para Maisie, el impacto de su tiempo en las escuelas ESN permanece.
«La etiqueta ESN paralizó mi confianza. Nunca me dieron las herramientas para ser la persona que podría haber sido», dice Maisie.
A pesar de escribir dos libros y obtener cuatro títulos después de dejar la escuela, incluidos los estudios caribeños y la escritura creativa, Maisie ha tenido dificultades para encontrar trabajo a lo largo de los años.
Actualmente desempleada y con dos hijos adultos, trabajó como trabajadora de apoyo para disléxicos, pero fue despedida hace unos años.
Maisie siente que se ha pasado la vida «tratando de ponerse al día» desde que dejó la escuela ESN.
Noel descubrió que realmente le gusta aprender y ha acumulado una serie impresionante de diplomas como adulto, incluida una licenciatura en informática.
Pero aunque la pared de su casa está cubierta de certificados, todavía tiene dificultades para leer y escribir.
«Esa escuela ESN me ha arruinó», dice Noel.
Y a pesar de los importantes avances realizados desde entonces, persisten las disparidades en la educación de los niños negros.
«Las preocupaciones que solíamos tener sobre los ESN todavía persisten, en vista de la cantidad de niños negros en unidades de derivación de alumnos», dice Gus John.
Estas unidades fueron establecidas en 1993 para acoger a alumnos excluidos de las escuela ordinarias.
Pero hay en ellas una cantidad desproporcionada de alumnos negros, hasta tres veces más en algunos de estos centros.
Al considerar el impacto a largo plazo de las escuelas ESN, el mayor pesar de Gus John es que «toda una generación fue disuadida de soñar en grande».
La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, afirmó que en este regreso a clases presenciales, la educación integral de la sexualidad debe cobrar un lugar prioritario, por lo que es necesario trabajar coordinadamente para que las escuelas sean espacios seguros.
Al encabezar la XXIV Reunión Ordinaria del Grupo Interinstitucional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (GIPEA), organizada por la secretaria general del Consejo Nacional de Población (SG Conapo) en coordinación con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), resaltó la importancia del mandato constitucional de incorporar en los planes y programas de estudios la educación sexual integral.
El objetivo es que las escuelas sean lugares de empoderamiento, donde adquieran herramientas para construir relaciones respetuosas e igualitarias libres de violencia, en donde se puedan adoptar formas positivas de nuevas masculinidades.
Durante su participación, hizo un llamado a todas las instituciones presentes a continuar su importante y comprometido trabajo en la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enapea).
“No solo es posible, es necesario posponer la edad del embarazo, extender el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivo y facilitar la movilidad social, garantizando el desarrollo y la realización de los sueños de todas las niñas, niños y adolescentes de México”.
Reconoció la importancia de los avances alcanzados con la elaboración de un Documento Marco que complementará un nuevo andamiaje adoptado en diciembre 2020, por lo que celebró la elaboración de instrumentos para dar seguimiento a la operación de la Enapea, como parte del esfuerzo de articulación intersectorial.
Asimismo, reconoció que con las acciones orientadas hacia las poblaciones indígenas, afromexicanas y rurales, cuyos derechos han sido relegados
históricamente, se atiende una deuda del Estado mexicano.
Por su parte, la secretaria general del Conapo, Gabriela Rodríguez Ramírez, enfatizó que con la adopción del Documento Marco de la Enapea 2021-2024, durante esta sesión, se da un paso importante en el proceso de reorientación que inició con un decálogo de compromisos emitido por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, en diciembre de 2019.
La inmigración, las guerras, el hambre, la pobreza y las pandemias son las emergencias que desde hace años provocan movimientos de poblaciones considerables hacia los países más ricos. Estas y otras cuestiones han sido abordadas en la audiencia del Papa Francisco con el Alto Comisionado del ACNUR, Filippo Grandi.
Nunca como en los últimos años la actividad del ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, organismo fundado en diciembre de 1950, ha resultado tan esencial como en los últimos años para hacer frente a emergencias como la inmigración, la organización de campos para quienes huyen de la guerra, el hambre y las persecuciones de todo tipo. Hoy el Alto Comisionado del organismo de la ONU, Filippo Grandi, fue recibido en audiencia por el Papa Francisco. En los micrófonos de Radio Vaticano-Vatican News, Grandi destacó la difícil labor de dialogar con un mundo indiferente a las peticiones de los más pobres y vulnerables.
Comisario Grandi, la audiencia con el Papa Francisco llega en un momento difícil para toda la comunidad internacional, por razones bien conocidas, en primer lugar la pandemia. ¿Cuáles son los temas de la reunión con el Pontífice?
R. – En primer lugar, este difícil contexto internacional, en el que los grupos más vulnerables, aquellos de los que nos ocupamos -refugiados, desplazados- están especialmente expuestos, sobre todo a las consecuencias económicas de la pandemia. Luego, el contexto político también, que sigue siendo muy difícil para estas personas, también porque se ha politizado mucho, y la acogida, que debería ser un gesto humanitario, como nos recuerda precisamente el Papa Francisco, se ha convertido muchas veces en un tema de debate político. Pero también situaciones concretas: hablamos de Centroamérica, Sudamérica, especialmente del éxodo de venezolanos, Líbano: un país en profunda crisis. Y también de Europa y de la necesidad de que Europa se dote cuanto antes de un instrumento común de acogida, identificación de refugiados, integración, etc. Y debo decir que hay plena identidad de opiniones entre el Santo Padre y nosotros en estos temas.
¿Quiénes son los refugiados hoy en día? ¿Qué historias, incluso dramáticas, traen consigo?
R. – Son, según la definición histórica, personas que huyen de la violencia, la discriminación y la persecución. Y cada vez más, como ha recordado el Papa esta mañana, conflictos y guerras que parecen multiplicarse y no resolverse nunca. Y estos éxodos, estos exilios, se mezclan con otras situaciones: de pobreza, de cambio climático, de pandemias actuales. Se trata, pues, de flujos de población muy complejos y difíciles de gestionar para los gobiernos; pero sin una buena gestión, no sólo crean tensiones con las comunidades locales, que hay que resolver, sino que, sobre todo, dejan a estas personas en situaciones «suspendidas», muy duras desde el punto de vista humano y humanitario.
A veces es difícil dialogar con un mundo que suele hacer oídos sordos a las peticiones de los más pobres, los más vulnerables…
R. – Un mundo sordo, un mundo indiferente, un mundo distraído por muchos otros problemas, y la pandemia es por desgracia una distracción muy real. Pero también un mundo en el que desgraciadamente hay quienes gritan demasiado y utilizan el sufrimiento de estas personas para ganar votos, ganar elecciones y tener más poder. Y esto es lo que molesta y esto es lo que tenemos que contrarrestar precisamente el mensaje del Papa Francisco: el mensaje de solidaridad, de humanidad, el mensaje de fraternidad que constantemente trata de difundir en todos los países del mundo.
Los Refugiados: personas que ciertamente buscan un futuro mejor, pero que a menudo se ven obligadas a permanecer en lugares de recogida en condiciones muy difíciles. Una de ellas es la isla de Lesbos, donde hace cinco años el Papa Francisco fue…
R. – Ciertamente, porque hoy en día estos flujos humanos no sólo son una forma de que estas personas salgan de situaciones desesperadas, sino que desgraciadamente pasan por otros países que también están en situaciones desesperadas, o por contextos en los que estas personas no encuentran la protección, la estabilidad y la acogida que deberían encontrar. No es sólo la isla de Lesbos… Piense en Libia, que también es un país de tránsito. Pensemos en la ruta de los Balcanes -hablamos de ella con el Papa Francisco- que hoy en Italia vuelve a ser una fuente de llegadas y movimientos complicados. Así que, por desgracia, en un mundo en el que todos nos hemos vuelto más móviles, incluidos los refugiados y los migrantes, esta movilidad, que a menudo es aprovechada por los delincuentes y los traficantes, puede poner personas que huyen en otras situaciones peligrosas.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados es un organismo creado en 1950. Esta agencia de la ONU ha recibido dos premios Nobel de la Paz, en 1954 y 1981. ¿Significa esto que durante más de 70 años el trabajo de Acnur ha sido esencial?
R. – Y pensar que el Alto Comisionado se fundó en 1950 para durar tres años. Y después de más de 70 años seguimos siendo, por desgracia -insisto en la palabra «por desgracia»-, necesarios. Entre otras cosas, este año 2021 se cumple el 70º aniversario de la Convención sobre los Derechos de los Refugiados: un documento que, a pesar de su edad, que ya empieza a ser avanzada, sigue siendo de gran relevancia.
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