Por: Juventud Já Basta!
Presentamos a continuación un balance de la huelga en la Universidad de São Paulo, que intenta señalar sus elementos más progresistas, sus límites y contradicciones, pero también las perspectivas que se abren para toda una nueva generación de luchadores por la transformación categórica de la educación, y sus consecuencias en la lucha más general: la lucha de clases. Una reflexión crítica sobre las importantes lecciones que debemos asimilar. Artículo de Esquerda Web
1- Se retomaron las experiencias y métodos del movimiento estudiantil
Las nuevas generaciones, que hoy ocupan los espacios universitarios, pero también empleos cada vez más precarios, las nacidas en este siglo, ciertamente no han tenido las condiciones de vida más armoniosas en el pasado reciente. Al contrario, las condiciones materiales impuestas por la realidad fueron extremadamente duras, incluso impensables: una combinación de una pandemia mortal que desencadenó dos años de aislamiento social en un cambio radical en la vida cotidiana y un gobierno neofascista que supo aprovechar el terreno casi libre de la lucha de clases impuesto por el contexto pandémico y por la cobardía y traiciones de la izquierda del orden para masacrar a los explotados y oprimidos.
Alejada de sus viejas rutinas, de forma inédita y ante un retroceso en la acción colectiva y la convivencia, toda una nueva generación se vio obligada a finalizar el ciclo de educación básica o iniciar actividades y experiencias académicas de forma totalmente remota.
Con el fin de la pandemia y la derrota parcial del bolsonarismo –limitada al terreno electoral– la vida volvió a cobrar calidez y color ante una nueva situación política mucho más favorable. Se abría una ventana de nuevas experiencias, de socialización y, lo más importante, de la posibilidad concreta de forjar colectivamente nuevos procesos contrarios a las premisas ultraliberales y reaccionarias que marcaron este siglo XXI.
Por tanto, en primer lugar, el paro de cuarenta y un días en carreras como Geografía y Ciencias Sociales, pero también un paro más breve en carreras que históricamente no adhieren a procesos de huelga por una serie de motivos, marca una especie de reinicio de experiencias históricas del movimiento estudiantil, retomando sus métodos, de la reapertura de posibilidades transformadoras para la educación por parte de las nuevas generaciones.
Pero empezar de nuevo no es fácil. Ante esta tarea hay una mezcla de inexperiencia, incertidumbres y miedos basados en el sentido común que se adaptan y superan en el transcurso de los acontecimientos. Una huelga es una escuela política que combina, a pesar de las contradicciones del movimiento, lazos de solidaridad, cooperación, tensiones y presiones, desinterés individual y desafíos tácticos y estratégicos. Todos estos elementos ninguna formación puramente académica nos los puede dar, son exclusivos de la lucha.
La lucha librada por los estudiantes en estos más de cuarenta días es una experiencia concreta de la reivindicación de métodos históricos del movimiento estudiantil, y de nuestra clase más en general. Es la materialidad de la convicción de la necesidad de tomar en nuestras propias manos, colectivamente, los desafíos transgeneracionales y de apropiarnos de lo mejor de la tradición del movimiento estudiantil, forjando en el curso de la movilización una identidad política colectiva –de agentes capaces de transformar la realidad. No fue una sorpresa que las lecciones y los logros de la huelga de 2002 tuvieran eco en las bases de los curso, una curiosidad colectiva comprometida a plantear -una vez más- demandas tan sentidas y necesarias.
Así, creemos que no debe haber lugar para balances derrotistas y sectarios que no hacen más que contribuir a la desmoralización del movimiento estudiantil. Sin embargo, no podemos bajo ningún concepto, sin ningún tipo de criterio, disfrazar la realidad y presentar una narrativa triunfalista como una forma de ocultar las contradicciones y límites del movimiento, anestesiarlo ante las lecciones y desafíos que tenemos para el futuro próximo y que, al final, también acaba contribuyendo, desde otro ángulo, a la desmoralización de las bases del movimiento.
Por lo tanto, como un intento de acercarnos a una caracterización precisa del resultado de nuestra lucha, afirmamos que en nuestra concepción el proceso termina materializando un empate: concesiones mínimas, como la contratación de 148 nuevos docentes y un comité de verificación indígena, así como una nueva ronda de reparto de becas del PUB, sin castigo a los estudiantes, por mucho que lo intentara la Rectoría con su inconstitucional y ultrarreaccionaria circular enviada por el PRG. Las concesiones son mínimas por la sencilla razón de que los problemas que llevaron a nuestra huelga seguramente reaparecerán en un futuro muy próximo.
El marco de reposición docente presentado por Rectoría es sumamente insuficiente, por lo que ni siquiera podremos recuperar el número de docentes que teníamos en 2014.
Además, para finales de 2025, están previstas 913 jubilaciones docentes y sin el regreso del dispositivo de gatillo automático, la Rectoría seguirá centralizando las vacantes de personal docente claro y transfiriéndolas entre unidades, especialmente en ciencias humanas para carreras de interés del capital financiero, con avisos de competencia perversa y poniendo en riesgo el mantenimiento de una serie de carreras y cursos. Además, las políticas relativas a la retención de estudiantes siguen siendo las mismas que antes del inicio de nuestra huelga – extremadamente insuficientes – poniendo en riesgo el acceso a la educación superior de miles de trabajadores jóvenes.
En cuanto a los empleados, categoría central de nuestra universidad, la Rectoría, incluso intenta engañar y confundir a los estudiantes sobre el número de trabajadores no docentes de la universidad, afirmando de manera cínica y mentirosa que ha “adoptado como política la sustitución automática de los empleados en casos de jubilaciones, fallecimientos y despidos”, no pudo ocultar la dura realidad que se impone a esta categoría: reducción exponencial del número de empleados, precariedad de las actividades laborales y subcontratación.
Finalmente, es necesario resaltar que aún frente a los límites cristalinos e insuficiencia de las concesiones presentadas, se superó, aunque de manera muy parcial, el ciclo anterior de derrotas parciales de huelgas anteriores en nuestra universidad y lo que crea condiciones más favorables para la construcción política de un movimiento estudiantil, bajo demandas y acciones comunes, con posibilidades de triunfos importantes para el próximo período.
2- Un desarrollo huelguístico desigual y combinado
La huelga en la USP comenzó el 18 de septiembre en las carreras de Geografía, Letras, Ciencias Sociales e Historia de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, por un hecho externo que quizás hizo falta para la unificación de las luchas: el tiro en el pie que se dio Paulo Martins, director de la FFLCH y miembro del PT, al intentar cerrar los edificios universitarios y ponerlos en manos de la Guardia Universitaria de manera autoritaria.
El impresionante levantamiento espontáneo de alrededor de 2000 estudiantes en respuesta a la arbitrariedad de Paulo Martins no ocurrió por casualidad: las condiciones para ello se construyeron en un pequeño proceso de lucha previa, cuando los estudiantes de la FFLCH expulsaron tres veces del PL a figuras jóvenes que iban a la universidad para acosar a los estudiantes con las típicas provocaciones de extrema derecha. Las respuestas a los ataques también se produjeron de forma espontánea, pero la vanguardia del colegio tomó dos medidas que fueron fundamentales para la respuesta política inmediata que se produjo el 19/09: la convocatoria de una asamblea de la FFLCH para organizar la vanguardia y la creación de un comité estudiantil para responder organizadamente a nuevos ataques. Las provocaciones de la derecha cesaron, pero la experiencia de autoorganización sirvió para fortalecer una vanguardia en la facultad que estaba alerta y lista para actuar si era necesaria una intervención conjunta. Llegó el llamado: Paulo Martins intentaba cerrar los edificios para evitar la justa huelga estudiantil y los estudiantes se levantaron para defenderlo.
Por ello, recalcamos que ninguna huelga comienza cuando se desencadena. La suspensión indefinida de actividades corresponde a un salto, una nueva etapa de movilización que tiene detrás una ecuación permanentemente probada entre factores objetivos y subjetivos.
Este salto, sin embargo, siempre puede asumir un carácter más o menos espontáneo, más o menos centralizado y coordinado, lo que dependiendo del elemento que lo condicione, y frente a un cuerpo social policlasista y extremadamente heterogéneo como es la universidad (principalmente la USP ), apuntará a una mayor o menor cohesión en el proceso. Una cohesión que debe estar ligada, sobre todo, a las tácticas y objetivos centrales de este proceso de lucha. Es decir, de una orientación política y juiciosa común asimilada por una vanguardia que se colocará al frente del proceso, arrastrando a sectores e incidiendo políticamente en otras categorías universitarias como los trabajadores docentes y no docentes.
A grandes rasgos, el proceso que culminó con una adhesión masiva a la huelga estudiantil, en la que todas las unidades del campus de Butantã paralizaron sus actividades de manera inédita en las últimas décadas, entrelazó fuertes elementos de espontaneidad con dinámicas conscientes y muy bien preparadas en una combinación de y dinámica desigual, coordinadores de cursos que supieron transmitir de manera aguda la dramática situación de la falta de docentes, la situación real de la retención de estudiantes y las condiciones laborales actuales de los empleados como producto del avance desenfrenado del capital financiero en nuestra universidad, y, de ahí la necesidad de un proceso colectivo de lucha.
En un ascenso explosivo de demostración categórica de fuerza, hecho que culminó con la adhesión de facultades como Politécnica, Medicina y Largo São Francisco, ganó la huelga iniciada.
cada vez más cuerpo. Entre los elementos más conscientes de la movilización estaban los más intuitivos: la huelga era legítima y necesaria. Sin embargo, la historia nos muestra que sólo la voluntad de luchar no es suficiente para alcanzar logros y lo que terminó materializándose fue una desproporcionalidad entre el potencial real de un movimiento huelguista ambicioso y las concesiones mínimas, llenas de trampas y provocaciones presentadas por la Rectoría. y, ciertamente, un sentimiento legítimo de frustración porque de hecho podríamos haber logrado victorias importantes: una huelga que parecía tener todo lo necesario para imponer una derrota categórica al proyecto universitario ultraliberal.
3- El papel de las direcciones
Aquí tenemos un elemento clave para comprender con mayor precisión las contradicciones y los límites de nuestra huelga: el papel del liderazgo político. Es cierto –y para gran parte de la base estudiantil asimilada– que nuestra huelga estalló a pesar (además) del papel político desempeñado por la máxima entidad de representación estudiantil – el DCE.
A pesar de que la burocracia lulista fue derrotada en las últimas elecciones por la actual fórmula “Todo es para ayer”, compuesta por Juntos/MES, Correnteza/UP y UJC/PCB-RR y en crisis tras el paro, los límites y dificultades Las impuestas por la vieja burocracia no fueron completamente superadas. Esto se expresa como producto de una orientación política de estas corrientes que no rompen definitivamente con la lógica de la conciliación de clases. Por mucho que presenten un discurso pintado de rojo, estos sectores construyen expectativas políticas con el actual gobierno de Lula y Alckmin, una coalición que normaliza el régimen burgués, y, por tanto, son incapaces de combinar la lucha contra la extrema derecha con la necesidad de enfrentar los ataques del gobierno federal que afectan la educación y las condiciones de vida de los explotados y oprimidos.
No hubo orientación por parte de la actual gestión que expresara la necesidad de retomar espacios de discusión y movilización que construyeran un proceso de diagnóstico sobre el marco universitario actual y una síntesis común de los estudiantes. La postura pasiva del DCE, a la espera de soluciones políticas de alto nivel, fue evidente durante todo el año: hasta el inicio de la huelga sólo habían convocado dos asambleas generales. Fue necesario que estallaran luchas en CADA, ECA y Letras para que el DCE decidiera convocar a la asamblea debido a las presiones que surgieron desde las bases de los cursos.
Por lo tanto, nos parece que, por parte de quienes estaban al frente del directorio central, hubo una incapacidad de predecir y anticipar el malestar generalizado entre los estudiantes ante la grave situación universitaria que pudiera contribuir a la construcción coordinada y centralizada de un proceso de lucha capaz de materializarse como verdaderamente victorioso.
Aun así, la huelga estalló, pero de manera fragmentada, abriendo espacio para la presión sindicalista (corporativista) debido a la ausencia de un plan de acción –de tácticas– y demandas comunes en la base del movimiento. La verdad es que la política reformista del DCE demostró ser extremadamente incapaz de preparar a todos los estudiantes para la dura batalla que enfrentaríamos. Esto es evidente en el carácter protocolario y formalista que le dieron al Comando General de Huelga y, por tanto, al calendario de huelga –una enseñanza del DCE. No sólo eso, el DCE, durante toda la huelga, atribuyó la responsabilidad de las demandas y la movilización a los cursos, acusando su fragilidad político-programática.
Dos ejemplos son sorprendentes en relación con esta postura. Primero, ¿cómo es posible que hayamos terminado la huelga sin un número concreto de profesores para presentar ante la comunidad universitaria y la mesa de negociación? En segundo lugar, en la segunda asamblea general del calendario de huelga nos planteó un dirigente de una de las organizaciones que integran el DCE la siguiente pregunta: “¿Cuál es ese disparador automático del que tanto hablas?” Hecho que sirve como herramienta pedagógica para comprender que el DCE estaba detrás del movimiento y que no tenían un criterio político claro y centralizado para evaluar, pensar y organizar la huelga.
Otro elemento de nuestra valoración –extremadamente grave– es que esta misma dirección en ningún momento durante la huelga manifestó ninguna intención real de formar una unidad con los trabajadores no docentes de la universidad. Esto quedó evidente en las asambleas del Sintusp: el DCE no apareció ni una sola vez. Impusieron una aterradora política de fragmentación entre dos categorías que históricamente prueban la importancia de la táctica de la unidad trabajador-estudiante y el peso que esta herramienta tiene para la transformación efectiva de las condiciones en nuestra universidad y más allá.
Esta posición no pudo quedar más abierta cuando los trabajadores de la bandeja central en una de las asambleas generales estudiantiles tuvieron que “tirar de oreja” al movimiento, advirtiendo de la trampa que el punto 6 del informe de la Rectoría presentaba a los trabajadores. Señalando la apertura de bandejões los fines de semana, sin ninguna política de contratación de trabajadores, con la categoría ya muy sobrecargada, este punto, junto con otros contenidos en el documento de la Rectoría, contradecía la línea política de triunfalismo del DCE y sus corrientes satélites como DEFRONT, CALLE y en menor medida REBELDE.
A pesar de la falta de voluntad política de quienes proponen liderar la mayor entidad del movimiento estudiantil de América Latina para formar una unidad de facto con las demás categorías, es necesario, sin embargo, señalar que no fue sólo esta postura la que contribuyó a que no se pudiera establecer una unidad orgánica con personal y docentes. Reconocemos que la derrota de 2017 ante los trabajadores no docentes todavía pesa mucho sobre los hombros de una categoría que parece no haberse recuperado y recuperado políticamente hasta la fecha y que, por lo tanto, enfrentó enormes dificultades para declarar una huelga que ciertamente impondría otra correlación de fuerzas con la burocracia universitaria.
En relación con los docentes, tampoco faltaron límites –de diferente naturaleza– puestos a la movilización de la categoría que impidieron una unificación de demandas y métodos con los estudiantes. El estrato social más alto de la universidad, los profesores, con las mejores intenciones, terminaron limitándose a una huelga pasiva y con un calendario que muchas veces chocaba con el de los estudiantes. Así, junto con la falta de una dirección política cohesiva en nuestra huelga, la situación política de docentes y empleados impuso un límite político-social a nuestra lucha en la Universidad de São Paulo.
También es importante resaltar el papel nocivo de la burocratización en los espacios del movimiento estudiantil. Lo que estamos viendo hoy es un amplio rechazo entre los estudiantes a los métodos históricos de organización del movimiento, especialmente las asambleas, y las entidades (DCE y Centros Académicos). Este rechazo siempre se ha dado entre los estudiantes de derecha, que están en contra del movimiento estudiantil, pero ha cobrado fuerza en las últimas semanas entre los estudiantes combativos y dedicados a la lucha en la universidad. ¿Por qué ocurrió esto? La respuesta es sencilla: las corrientes que encabezan el DCE y varias CA han transformado las asambleas generales en una mera aprobación de calendarios previamente decididos en reuniones bilaterales entre corrientes, celebradas lejos de los ojos de los estudiantes, exprimiendo el movimiento en interminables “reuniones de negociación” en las que los estudiantes, liderados por una dirección burocrática y sin una política del DCE, que hasta la fecha no ha definido un programa para la lucha estudiantil, no tenían nada sólido y concreto que presentar al Rectorado.
Estas corrientes vaciaron el debate político en las asambleas y convirtieron los discursos en una “pérdida de tiempo” al apostar a la “aprobación consensuada” de todas y cada una de las agendas políticas presentadas –lo que, en la práctica, resulta en ausencia de tácticas y exigencias–, determinando como Un elemento fundamental de las asambleas es la votación de calendarios definidos en base a las reglas impuestas unilateralmente por la Rectoría para la “negociación”. Ahora bien, no hay forma más eficaz de enterrar una pelea que agotar a la vanguardia con debates infructuosos sobre calendarios formales que ni siquiera llegan a molestar a la Rectoría y al gobierno del Estado, ¡impidiendo cualquier debate sobre las mejores tácticas de lucha!
Esta es la apertura a un legado peligroso que puede quedar de esta “huelga histórica que pudo haber sido y no fue”: la desconfianza de los estudiantes en los métodos históricos de lucha y organización estudiantil. Tendremos por delante la dura batalla de convencer a los estudiantes de que las asambleas son fundamentales, que los foros de movimiento son necesarios y que las entidades estudiantiles como el DCE y las CA son muy importantes, pero que, para que funcionen, es necesario superar los métodos burocráticos de algunos sectores del movimiento que hacen todo lo posible por sustituir, con fines electorales, a la masa estudiantil con tratos domesticados con nuestros enemigos.
4- ¿Había una alternativa?
Esta pregunta es fundamental por dos razones. En primer lugar, evitar cualquier tipo de diferenciación y crítica política de carácter sectario y/u oportunista hacia las organizaciones del DCE y en especial Rebeldia/PSTU. Destacamos que es muy fácil y cómodo hacer política dentro del perímetro exclusivo de la crítica y la oposición no proposicional, afirmándose permanentemente en lo negativo, nunca en lo positivo, en el campo de batalla de la construcción de alternativas concretas. En segundo lugar, establecer una reflexión crítica que apunte a las tareas y desafíos del próximo período, con el objetivo de superar algunas de las contradicciones y límites que enfrentamos en esta huelga.
Lenin destacó categórica y correctamente que los elementos espontáneos de la lucha no son más que la forma embrionaria de lo “consciente”, de la posibilidad de transformar las demandas de la sociedad.
y diluido en un sentido común de límites corporativistas para un proceso más avanzado y con perspectivas estratégicas. Por lo tanto, la incompatibilidad de la fuerza que en su momento expresó la movilización del movimiento huelguístico con las concesiones mínimas presentadas por la Rectoría, no puede interpretarse como responsabilidad de la base estudiantil ni como falta de buena voluntad por parte de la burocracia universitaria, sino como la incapacidad de constituir el vínculo histórico entre lo “espontáneo” y lo “consciente”: una dirección política a la altura de los desafíos.
Así que el 2 de octubre, nosotros, la Juventud Ja Básta! publicamos una carta abierta, titulada “Carta abierta a los grupos Rebeldia, Faísca y luchadores independientes”, un llamado público a la reconstrucción de la oposición de izquierda en la USP como forma de formar un campo independiente que pueda contrarrestar las vacilaciones, los límites táctico-estratégicos y la falta de claridad respecto de los ejes de demandas de la dirección del DCE de cara al paro y señalando a las bases una alternativa concreta que pudiera encaminar el movimiento hacia una orientación que lograra un triunfo definitivo.
Esta tarea, aún pendiente, la entendíamos no sólo posible sino también sumamente importante dada la dura batalla que nos esperaba. Duros desafíos que se expresaron no sólo por la propia naturaleza de las demandas presentadas por el movimiento y que cuestionaron pilares centrales del proyecto educativo ultraliberal –pese a no haber logrado una jerarquía reivindicaciones consistente y cohesiva–, sino también por la magnitud de un forjado enemigo político en la complicidad entre la burocracia universitaria en todas sus instancias, Tarcísio de Freitas (quien elegirá al próximo rector) y Lula/Alckmin, quienes van de la mano por la precariedad de la educación pública en todas las instancias.
Decíamos en el documento, y hoy el desarrollo de los acontecimientos parece darnos la razón, que las corrientes gobernantes del DCE no tenían una política concreta para hacer de la huelga un proceso victorioso. Esto quedó demostrado mediante el surgimiento de una retórica triunfalista que enmascaró la realidad de los hechos y apuntó a un desmantelamiento electoral de lo que prematura y erróneamente llamaron una “huelga histórica”. Así, reafirmamos, como lo hicimos en la asamblea general del Poli, que los compañeros de Rebeldia, al haber firmado la carta junto con las fuerzas del DCE y la derecha del PSOL (AFRONTE y RUA), cometieron un tremendo error que contribuyó a desarmar y confundir a la base estudiantil.
Si bien nuestra huelga crecía y cobraba fuerza, hecho que se daba más allá de la política de las corrientes del DCE, el discurso triunfalista y autocomplaciente que este sector presentaba después de cada reunión con la Rectoría, que en menor medida también hacían los compañeros de Rebeldia al firmar La carta antes mencionada, documento que contradecía los hechos al afirmar que habíamos logrado la sustitución automática de empleados, fue el principal responsable de que la huelga se estancara durante semanas y fuera política y tácticamente desmantelada antes de lograr las demandas identificadas como necesarias por el movimiento.
Ante este desmantelamiento político y consciente de la huelga, el movimiento huelguista siguió un proceso contradictorio: rumbos que disfrazaron la realidad, lavándose las manos a la Rectoría embelleciendo sus mínimas concesiones, para desmantelar la lucha estudiantil, con un sentimiento de insatisfacción y, por tanto, la necesidad de continuar la lucha por conquistas categóricas. Fueron prácticamente tres semanas en esta dinámica que combinó calendarios formales, sabotaje político y, sin embargo, voluntad de lucha. Estaba claro que ninguna de estas organizaciones políticas defendería una posición que contradijera su propia línea. Así, acentuaron el cansancio y fragmentación del movimiento, lo que abrió espacio a la circular ultrarreaccionaria emitida por el PRG a instancias de la Rectoría, que señalaba el castigo colectivo a los estudiantes que ejercieron su legítimo derecho a la huelga en defensa de una universidad pública y de calidad.
La “Carta abierta a los grupos Rebeldia, Faísca y luchadores independientes”, publicada en nuestras redes y enviada a la dirección de los grupos antes mencionados, nunca fue siquiera respondida por Rebeldia. En relación a Faísca, en uno de sus textos sobre el paro, menciona de manera secundaria que la iniciativa fue bien evaluada por ellos, sin embargo, no fue posible implementar un proceso real de acción unitaria.
5- Una salida fragmentada de la huelga
Como epílogo de un proceso contradictorio, una reanudación de las experiencias históricas del movimiento estudiantil que apunta a importantes posibilidades para el próximo período, afirmamos que la salida fragmentada de la huelga no fue merecida y mucho menos correspondió con la lucha estudiantil.
La forma en que terminó este proceso nos revela un factor decisivo: la huelga terminó políticamente dos semanas antes de su fin formal. Una vez que las corrientes que propugnaban un pronto fin de la huelga, bajo el falso discurso triunfalista, al perder por casi doscientos votos la votación en la asamblea sobre el mantenimiento de la táctica huelguística, iniciaron una operación política en los cursos que imparten para que podrían abandonar la huelga. Y de hecho eso fue lo que ocurrió: curso tras curso anunciaron su retirada de la huelga. Aquí llamamos la atención sobre la forma en que los compañeros de Rebeldia en cartas optaron por terminar la huelga, muy diferente a cómo construyeron su inicio, y que concuerda con la línea del DCE: de manera sindicalista, liquidando la posibilidad y la batalla por la necesidad de un balance global del paro, entre las bases estudiantiles, factor central para el fortalecimiento político del movimiento estudiantil para el próximo período.
Sin ningún espacio colectivo para preparar un fin unitario de la huelga, que permitiera a todos los estudiantes la posibilidad de una síntesis entre el equilibrio de experiencias y perspectivas de futuro, la huelga llegó a su fin y el DCE desapareció, eximiéndose de cualquier responsabilidad política para forjar una discusión sobre la actual ocupación de los bloques K y L. Peor aún, Juntos/MES y Correnteza/UP deslegitimaron la ocupación, lo que no es más que una reacción a la circular del PRG y la Rectoría, afirmó en entrevista con los medios de comunicación burgueses que se trataba de una acción aislada y, por lo tanto, una vez más abre espacio para que la burocracia universitaria reprima a los estudiantes: ¡una traición grave!
A pesar de nuestros profundos desacuerdos con la forma en que se produjo la ocupación, con el sectarismo latente en relación con las corrientes políticas y con los métodos de intimidación, es necesario afirmar, como cuestión de principio, que nosotros, los marxistas revolucionarios, nunca podremos deslegitimar, ni apoyar y No discuto una acción como esta. Por el contrario, es necesario rodear de solidaridad la ocupación, señalar su legitimidad como reacción directa al intento de castigar al movimiento estudiantil –el derecho de huelga–, y luchar para que esta herramienta de lucha triunfe y, por tanto, consagrado.
Por eso nosotros, desde la juventud Já Basta! entendemos que la ocupación debe tener un criterio muy establecido dado el actual reflujo del movimiento estudiantil: tener como eje central la derogación de la circular para garantizar que no aparezca en un futuro próximo ninguna medida similar como forma de intimidar y amenazar a quienes defienden la transformación de nuestra universidad, educación y sociedad.
No solo eso. Es esencial que las fuerzas políticas de la universidad y el DCE en su conjunto convoquen una asamblea general de estudiantes para discutir la ocupación y permitir a los estudiantes tener una discusión política y democrática que pueda reflexionar sobre el movimiento huelguista y desde un punto de síntesis colectiva para los desafíos del próximo período que combinan la lucha por el retorno del gatillo automático para docentes y personal y por una mayor retención de estudiantes con la necesidad de derrotar las privatizaciones de Metrô, CPTM y Sabesp llevadas a cabo por el neofascista Tarcísio, también como la derogación de la Nueva Escuela Secundaria en su totalidad y todas las contrarreformas del actual gobierno de Lula y Alckmin.
6- ¡No te aísles, organízate!
“El político en acción es un creador, un instigador, pero no crea de la nada ni se mueve en el nebuloso vacío de sus deseos. Se funde con la realidad efectiva, pero ¿qué es esta realidad efectiva? ¿Es quizás algo estático o inmóvil? ¿O es, más correctamente, una correlación de fuerzas en continuo movimiento, en continuo equilibrio dinámico? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de fuerzas realmente existentes y activas, partiendo de una determinada fuerza que se considera progresiva, potenciarla para hacerla triunfar significa moverse siempre en el campo de la realidad efectiva; más precisamente: es la única interpretación realista e historicista de la realidad, es la única historia en acción, la única filosofía en acción, la única política”. (Antonio Gramsci, La Política y el Estado moderno).
De todo lo que señalamos en este texto sobre nuestra huelga, ante todas sus contradicciones y límites, queremos señalar aquí una de las lecciones centrales que debemos asimilar colectivamente y luchar por su arraigo en la conciencia de las nuevas generaciones: Sólo la lucha colectiva es capaz de transformar la realidad.
Pero para que la lucha, entre todas sus tácticas, en diferentes coyunturas y situaciones políticas, constituya un horizonte común de los sectores explotados y oprimidos de la sociedad, de una amplia vanguardia universitaria, es necesario estimular la actividad política de las nuevas generaciones. Superar las contradicciones y vicios que obstaculizan esta posibilidad de florecimiento de la militancia joven, que muchas veces mira al movimiento estudiantil de forma repulsiva y con cierta razón intuitiva.
La lucha contra la individualización social, contra su atomización, debe afrontarse evitando la vulgaridad de muchos “manuales” que se convierten en una especie de “receta” que, lejos de ayudarnos a pensar y actuar, estorban. Es necesario darle al movimiento estudiantil su papel como escuela política crítica que entrelaza las actividades académicas con la acción política para la transformación de la educación y la sociedad capitalista. Es necesario relanzar el marxismo revolucionario para este siglo XXI como ciencia y arte de acción transformadora, como instrumento de intervención en el campo de las relaciones sociales.
Finalmente, la militancia y el activismo no pueden servir para amargarnos, para reafirmar las barreras sociales entre pares colocadas por la sociedad capitalista, para repetir acríticamente lo que dice nuestro liderazgo, para quebrarnos, y mucho menos para desmoralizarnos. ¡La militancia debe enseñarnos, sobre todo, a levantarnos, a ser, de manera innegociable, solidarios y a reafirmar nuestros principios de clase! Debe convencernos día a día de nuestra convicción, de la necesidad y posibilidad de otra educación, de otra sociedad, teniendo el profundo entendimiento de que la revolución social no es un fetiche, sino un trabajo históricamente necesario de la autoorganización de nuestra clase, por el fin de toda explotación y opresión.
Por eso, invitamos a todos a conocer a la juventud Já Basta!, a organizarnos en nuestras filas para que juntos podamos luchar hombro con hombro por otro movimiento estudiantil, por una perspectiva histórica de transformación revolucionaria de las relaciones sociales. ¡Por un mundo sin barbarie capitalista, por el socialismo!
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