Atravesando fronteras. Voces desde Haití hacia Sudamérica: Libertad, Igualdad y Fraternidad, es una invitación a poder quitarse el velo colonial, poder ver a Haití en sus orígenes como Ayiti. Es conocer y leer, de la mano de pensadores haitianos, el legado de la revolución negra que puso a temblar al mundo occidental, revolución que se oyó a partir de la mano de una mujer negra quien hizo sonar la campana de la libertad.
Autores (as): Irene Duffard Evangelista. Adriana Victoria Rodríguez Caguana. [Compiladoras]
Enrique Del Percio. Osiris Eslet Shoubens. Pierre Remski Jasmin. Jean-François Jacob Eliézer Jonas. Camilus Adler. Juan Francisco Martínez Peria. Adriana Victoria Rodríguez Caguana. [Autores de Capítulo]
Editorial/Editor: CLACSO. Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador. Milena Caserola.
Fue la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1993; su activismo por los derechos civiles en los Estados Unidos y el éxito de sus novelas la convirtieron en una de las intelectuales más respetadas de su país.
«Todos morimos. Tal vez ese sea el significado de la vida. Pero tenemos el lenguaje. Tal vez esa sea la medida de nuestras vidas», afirmaba Toni Morrison en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, que ganó en 1993, cuando se convirtió en la primera mujer negra en recibir ese lauro. Entonces, «apenas» seis libros le alcanzaron a la Academia Sueca para distinguirla por «su fuerza visionaria» y su capacidad de expandir los límites del lenguaje.
En el escenario, Morrison -que murió anteanoche, a los 88 años, en un hospital de Nueva York, a causa de las complicaciones de una neumonía- eligió presentar una parábola sobre una anciana ciega y sabia a la que unos jóvenes se acercan con un ave en sus manos preguntándole burlonamente si el pájaro estaba muerto o vivo.
Morrison, fuera de los Estados Unidos, hizo su nombre tanto con el inédito Nobel como por su memorable discurso, que elegía imaginar al frágil pájaro como el lenguaje en mano de sus captores y a la anciana, como una experimentada escritora con rasgos similares a los suyos: «La reputación de su sabiduría no tiene par ni tampoco provoca duda alguna -recitaba-. Entre su pueblo representa tanto la ley como su transgresión. Los honores que se le rinden y la veneración que causa su figura alcanzan mucho más allá de su vecindario, a lugares lejanos; hasta la ciudad, donde la inteligencia de los profetas rurales es materia de diversión cotidiana». Su aspecto de pitonisa, con largos dreadlocks entrecanos, la túnica y esa voz de amplio registro que usó con habilidad dramática a lo largo de cuatro décadas de intervención pública sellaron el efecto. Entre la anciana ciega y Morrison no había distancia.
Nacida como Chloe Ardelia Wofford el 18 de febrero de 1931 en Lorain, Ohio, y graduado en Filología Inglesa en la Universidad de Cornell en 1955, Morrison -que usó como nom de plume su apodo infantil y el apellido del arquitecto jamaiquino del que se divorció en 1964- alternó la enseñanza universitaria con su trabajo como editora en Random House, donde publicó a escritores, activistas y deportistas negros como Henry Dumas, Angela Davis y Mohammed Ali.
Su proyecto de compilar The Black Book, un volumen enciclopédico que intentaba reunir trescientos años de «experiencia negra», la llevó en 1974 a la historia de Margaret Garner, una esclava que, a punto de ser recapturada en Cincinatti, tomó la trágica decisión de sacrificar a su hija pequeña para salvarla de una vida en cautiverio. Sería el germen de su novela más conocida, Beloved (1987), por la que ganó el Premio Pulitzer y el American Book Award. Oprah Winfrey, acaso la figura que heredó la condición oracular de Morrison en la sociedad norteamericana y una de sus admiradoras más fervientes, protagonizó la versión fílmica del libro (también fue convertida en una ópera, con libreto de la propia escritora, en 2005). Jazz, de 1992, sobre el Harlem de los años 30, y Paraíso, de 1996, centrado en una comuna que pretende emular el Jardín del Edén con violentos resultados, completan una libre trilogía.
La enorme fama de Morrison en los Estados Unidos provenía no solamente de lo que en otras épocas definiríamos como su «estatura moral», encarnada en su infatigable compromiso en la lucha por los derechos civiles en su país («aquí, la liberación femenina floreció mejor en el suelo preparado por la liberación negra», expresó, uniendo lo que creía dos facetas de una misma desigualdad). Sus doce volúmenes de ficción, entre novelas y cuentos, fueron tanto best sellers como éxitos de crítica, ayudados por las frecuentes apariciones de la escritora en los medios norteamericanos en momentos de zozobra interna, en las que enfrentaba al público con la violencia inherente en los orígenes de los Estados Unidos, y dándoles voz a los silenciados por la historia como único modo de aprender otra forma de convivencia que superara el «pecado original» norteamericano: «La falta de libertad en el corazón del experimento democrático», la llamó. Además de ficción, publicó cinco libros infantiles, nueve de no ficción, dos obras de teatro y el libreto de aquella ópera.
Los innumerables premios recibidos -el Premio Nacional de Literatura, el premio PEN/Saul Bellow a la trayectoria literaria, la medalla Jefferson, entre muchos otros- no la pusieron en un pedestal ni la mantuvieron apartada de la actualidad ni de los vaivenes de la política, siempre identificada con el Partido Demócrata. En 1998, cuando el entonces presidente Bill Clinton enfrentaba la posibilidad de ser destituido por el ocultamiento de su relación con Monica Lewinsky, declaró: «Clinton es el primer presidente negro de los Estados Unidos».
En 2012, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del entonces presidente Barack Obama (junto a otro futuro premio Nobel, Bob Dylan). El primer mandatario, que afirmaba que La canción de Salomón (1977) era el libro al que retornaba para entender la naturaleza cíclica del sufrimiento humano, la despidió ayer al afirmar que su obra «era un bello y significativo desafío a nuestras conciencias y nuestra imaginación moral».
Morrison publicó su primera novela a los 40 años. Sus jefes en Random House le plantearon un ultimátum: si se dedicaría a escribir o editar lo que escribían otros. Ojos azules (1970) narraba la historia de una niña negra que quiere parecerse a las muñecas con las que jugaban las niñas blancas. Su última novela fue La noche de los niños (2015). Todas están disponibles en español en Penguin Random House en formato e-book.
«Morrison animaba la realidad en un estilo que no tenía precedente en la lengua inglesa. Su prosa, luminosa y plena de melopeyas, resuena con las cadencias de la tradición oral negra. Sus tramas son oníricas y no lineales: viajan hacia atrás y adelante en el tiempo como si sus personajes cargaran con el peso de la Historia en cada uno de sus actos», definía ayer Margalit Fox en las páginas de The New York Times, acercando la tumultuosa convivencia en sus obras de mito, magia y superstición al realismo mágico latinoamericano.
The Pieces I Am, un documental que recorre su educación como escritora y reafirma la importancia de su trabajo como editora en la difusión de escritores afroamericanos, acaba de estrenarse en su país. Allí, varios colegas y sucesores recordaban entre sonrisas -por esa mezcla de sencillez y seguridad que combinaba en su figura- una de las muchas frases memorables de Morrison, que enseguida conocida la noticia de su muerte se compartieron en las redes sociales para recordarla: «Si hay un libro que querés leer pero aún no se ha escrito, entonces es que tenés que escribirlo».
El Ministerio de Educación del gobierno de Jair Bolsonaro está envuelto nuevamente en una polémica. Luego de haber recortado el 30 por ciento del presupuesto educativo y desencadenado masivas manifestaciones en todo Brasil, la cartera que depende de Abraham Weintraub publicó una campaña publicitaria cuestionada por racismo. En la imagen divulgada, una mujer negra aparece como estudiante universitaria, pero la mano que sostiene su diploma es blanca.
En Instagram la campaña es aún peor porque un video muestra esa misma imagen pero ahora sobre el rostro de la joven negra con peinado afro se superpone el de una blanca de pelo lacio, como si se trasformara. Los usuarios de las redes sociales denunciaron que la sometieron a una especie de “blanqueamiento”, que esconde un mensaje simbólico peligroso.
El montaje se realizó para divulgar que ese era el último día de inscripciones para presentarse a las becas que dan un 50 por ciento o 100 por ciento de subvención para cursos de graduación por medio del Programa Universidad para Todos (Prouni). La elección del recorte del video, que muestra cómo la alumna entra la universidad siendo negra y sale blanco una vez que se recibe, no pasó desapercibida. “Mujer negra con diploma en mano blanca? Qué es eso? En serio pago los impuestos para ser cargado así”, se preguntaron. “No entiendo cómo a ningún miembro del equipo de comunicación se le ocurrió que el anuncio es racista”, resaltó otro internauta.
Si bien el foco de las críticas estuvo dirigido hacia la última publicidad de la mujer, el Ministerio también había grabado otro que mostraba a un joven blanco al que se le superponían caras diversas, incluidas de personas afrodescendientes.
Bolsonaro, quien recientemente aseguró que “el racismo es algo raro en Brasil” y que tiempo atrás había subrayado que los afrodescendientes “no sirven ni para procrear”, no salió a hacer ninguna aclaración al respecto, a pesar de que la publicidad data del 13 de junio. Por su parte, el MEC alegó que la estrategia de la propaganda buscaba «enfatizar que las oportunidades son iguales para todos los candidatos, y el lenguaje escogido fue la superposición de imágenes que demuestran la variedad de color, raza y género».
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